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To the beautiful you por OldBear

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Advertencias y notas

 

Trastornos de la alimentación

Suicidio

Relación tóxica/Maltratos

Post Voldemort

Sirius está vivo

 

Capítulo 1

Domingo 9

—Al parecer, Harry tenía más hambre que nunca—dijo Fred con una sonrisa burlona—. George, tenemos que estar pendientes de él, de momento nos hace tíos.

El estómago de Harry estaba doliendo, pero se esforzó por aguantar. George revolvió el cabello de Potter al tiempo que reía. Eso solo lo hizo sentir peor.

—Dejen a Harry comer tranquilo—interrumpió Molly con el ceño fruncido y los puños apoyados en las caderas—. El pobre trabaja tanto que debe vivir muerto de hambre.

—Vaya que eso no se niega—George se acercó a su madre y levantando ambas manos asintió diligentemente—. Si ha comido más que todos nosotros juntos. Por lo menos espero que nos deje nombrar al bebé.

George la miró a los ojos directamente y Molly no pudo evitar sonreír un poco, "pero como buena madre que era", pensó ella, empujó a los gemelos hacia el patio, diciéndoles que dejaran de molestar.

Detrás de ella, Hermione y Fleur se habían reído con el comentario. Ron, que había pasado camino hacia el exterior, solo pudo lanzar un bufido.

Harry no dijo nada, solo miró su plato, suspiró silenciosamente y clavó su tenedor en el último pedazo de pastel que le quedaba; lo llevó a su boca y tragó casi sin masticar.

A decir verdad, quien le había llenado el plato había sido La señora Weasly, la cual él sabía no se iba a sentir feliz hasta verle terminar el último bocado, y él, para que ella no hiciera una escena acerca de sus malos hábitos alimenticios delante de todos los allí reunidos, tuvo que ceder y comer.

Pero después de comer un Bollo de Bath, como entrada (como le había dicho la señora Weasley sonriendo de oreja a oreja), dos platos de Lasaña acompañados por la especial Ensalada de Fleur, y un gran pedazo de pastel de Calabaza -"tu favorito", como lo había señalado la señora Weasley, secundada por Hermione-, se sentía a punto de explotar.

Pensó que debió negarse. ¿Por qué no lo hizo? Por qué cuando puso un pie en la madriguera Molly casi había llorado al abrazarlo, ¿solo por eso? Por qué todos lo tenían cansado cada vez que le preguntaban: "¿estás bien?". ¿Algo más? Porque fueron Molly y Arthur quienes le sirvieron personalmente mientras los demás podían servirse ellos mismos y tal vez, lo que tuvo más peso sobre él era que había demasiada gente para que, de negarse a comer, no hubiera una discusión sobre su salud.

Él fue el último en terminar.

Ni siquiera fue quien llevó su plato a la cocina.

—No te preocupes corazón, yo puedo encargarme de esto—le decía Molly agitando su mano. Y él, nuevamente, no se iba a negar.

Se disculpó vagamente para ir al baño y, al cerrar la puerta del segundo piso, colocarle un minúsculo hechizo de silencio y acercándose al inodoro, introdujo dos dedos en su garganta y vomitó.

Apoyó una de sus manos en la tapa del tanque y la otra en la pared cuando sintió que se iba a caer. A veces se preguntaba si algún día dejaría de serle desagradable ese acto, después de todo, ¿no lo realizaba muy seguido? Se suponía que las acciones repetitivas se convertían en hábitos, y los hábitos dejaban de pesarle al cuerpo.

El recordar todo lo que había ingerido le daba más náusea, y el pensamiento de que todavía le faltaba cenar en aquella casa acentuó aún más la situación, que ya era bastante mala. Él había dejado de comer. Y si lo hacía, era en porciones muy pequeñas. Pero la señora Weasley —y había que admitir que Arthur la apoyaba—quería hacerle comer lo que no podían ni veinte hombres juntos solo porque lo veía "demasiado delgado."

Hasta que no se sintió completamente vacío, no dejó de producirse arcadas. Cuando logró dejar de vomitar, se irguió lentamente, se acercó tambaleante al lavabo, se mojó la cara con abundante agua y se miró en el espejo.

Sí que estaba delgado.... Y demacrado.... Y pálido....y ojeroso.

Pero eso no era nada que un hechizo Glamour no pudiera arreglar. Lamentablemente el glamour dejaba de funcionar en las situaciones en que sus fuerzas decaían. Y vomitar debilitaba a las personas.

Además, el hechizo tenía que ser muy débil. No podía pasarse cada día manteniendo un Glamour demasiado fuerte; no solo sería demasiado agotador y fácil de detectar sino que, si llegara a caérsele delante de alguien, la diferencia sería demasiado notoria. Por eso solo hacía cambios sutiles. Sus ojeras se notaban, pero no tan profundas como eran. Ocultaba lo suficiente su palidez para no parecer enfermo, así si alguien le preguntaba solo tenía que decir que no tomaba suficiente sol.

De su cara se encargaba el hechizo, del resto, su ropa.

Volvió a colocar el glamour rápidamente. Lo había utilizado tanto que se había vuelto una parte de él, algo sin lo que no podría seguir viviendo. Y en cierta forma era verdad.

Cerró los ojos por un momento, intentando recuperarse del malestar, regulando su respiración.

—El baño está pintado de azul—comenzó a decir, poniendo en práctica el método que había desarrollado hacía algún tiempo—. Azul claro—continuó—, tiene adornos rojos, y detalles dorados. Me gusta. Me siento cómodo en el....

Después de un rato decidió bajar.

Se había detenido un momento en el pasillo antes de llegar a la escalera para mirar "la foto."

"La foto" era de Ron cuando tenía 9 años. Al parecer le había hecho una broma a los gemelos, y ellos se habían vengado vistiéndole de conejito, totalmente rosa, para luego tirarle una foto. Molly los había descubierto, pero al ver la foto le pareció demasiado tierno el mohín de su pequeño hijo tan graciosamente vestido, y había terminado enmarcándola para colgarla en medio del pasillo junto con otras menos graciosas.

Ron debió haberse quejado, y seguía quejándose cada vez que la veía, pero su madre siempre le decía que eran esos recuerdos tan tiernos los que las personas debían conservar.

Al llegar a la escalera, se dio cuenta de que el interior de la casa se sentía tranquilo. Al parecer, todos ya habían salido a la parte trasera para jugar a lo que fuera. Esperaba que no fuera Quidditch; seguro iban a querer que jugara, y él no estaba de ánimos.

—Ey Harry, llegué a pensar que te habías echado a dormir—la voz provenía de Sirius, luciendo bastante feliz, al pie de la escalera—. O una mano, también. Nadie sabe.

Harry se obligó a sonreír. Volvió a sentirse mal.

— ¿Me están esperando?

Sirius se pasó una mano por el pelo y balanceó su peso de un pie al otro.

—Quieren saber en qué equipo estarás.

Quidditch.

—No voy a poder jugar.

Su padrino entrecerró los ojos. Él se apresuró a explicar.

—Tuve una misión ayer. Hubo un momento en el cual choqué contra una pared, nada grave—levantó ambas manos y terminó de bajar la escalera—. Pero si quiero estar listo para cuando me vuelvan a llamar, no creo que deba maltratar mi espalda jugando contra los gemelos.

No era una completa mentira. Sí había tenido que acudir a una misión el día anterior, y sí que había chocado contra un muro, pero no se hizo más daño que un leve moretón que muy poco le dolía.

Su padrino lo contempló por un momento, buscando algo que al parecer no encontró. Él se sintió inquieto por el escaneo, eran demasiadas cosas las que escondía para no sentirse así.

— ¿Era muy fuerte?

Harry negó.

—Eran dos. Por eso me tomaron desprevenido. Pero solo bastaron tres hechizos para inmovilizarlos.

Sirius parecía complacido y se adelantó al patio para decirles a todos que Harry no jugaría. Este último sintió cierto alivio al poder quedarse solo y, por un momento, relajar su cara antes de salir.

Tenía razón, ya todos estaban afuera.

 


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