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Por su divina voluntad. por Dark Bit

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Notas del fanfic:

Después de tanto tiempo y con la conclusión de "potencial de vida" me tomé como un descanso de los fics yuri, pero ahora vuelvo a la acción con este oneshot, el cual espero que disfruten y les guste mucho.

Notas del capitulo:

Después de tanto tiempo y con la conclusión de "potencial de vida" me tomé como un descanso de los fics yuri, pero ahora vuelvo a la acción con este oneshot, el cual espero que disfruten y les guste mucho.

     Una clase de las que no tenían en las escuelas seculares. Se sentaban las alumnas formando un semicírculo. Cada una en su propio pupitre con las sagradas escrituras al frente y nada más. Podían tener, si ese era su deseo, elementos útiles para tomar apuntes. Así podían llevarse de esas clases algún pensamiento compartido por alguien más que quisieran abordar para ser mejores. Mejores y más nobles mujeres cristianas. Dirigidas por una monja que las orientaba en el estudio y análisis de distintos párrafos, versículos.

     Jana era de las pocas alumnas en su grupo, conformado únicamente por chicas al ser su escuela exclusiva para mujeres, que no se pasaba toda la clase fingiendo una expresión atenta o conteniendo unas tremendas ganas de bostezar y/o quedarse dormida. No necesitaba fingir nada de eso al tener verdadero interés en dichos estudios.

     Durante todos esos años, sus compañeras de curso la habían visto crecer siendo una exacta copia de la chica que habían conocido a sus doce años. Cuando la habían visto llegar con ese uniforme con falda larga, medias blancas, zapatos lustrados, chaleco negro con camisa blanca acompañada por un moño. Su cabello arreglado haciendo dos coletas a los costados de su cabeza. Con su rostro con discretas pecas y cierto atractivo en una brillante mirada. Igual a los trece, a los catorce… Así sucesivamente hasta llegar al presente día. Cuando ya tenía diecisiete y estaba a pocos días de terminar sus estudios. Nunca en ella un mínimo cambio de look o siquiera toques de maquillaje lo suficientemente discretos para no llamar la atención de ninguna religiosa.

     La maldita niña ejemplar ante los ojos de quienes la veían como aburrida porque fuera de las puertas de ese colegio no cambiaba a una chica con vicios como fumar o divertirse de noche en algún sitio ruidoso o siquiera interesarse en algún chico. Para otras un ángel caminando sobre la Tierra, a quienes sinceramente admiraban y no tenían nada contra ella.

     Esa tarde, luego de exponer una observación suya sobre uno de los tantos versículos con elocuencia y voz calma, giró su cabeza levemente hacia un costado para encontrarse con la mirada de una joven con anteojos y con cabello arreglado en la forma de dos gruesas trenzas que acomodaba tras su cabeza. Esa chica le dedicó una leve sonrisa y ella la correspondió.

     Tessa, la chica de las trenzas, era esa otra alumna que al igual que ella ofrecía sincero interés a esa clase. Su mejor amiga con la cual había encajado perfectamente desde sus primeros días estudiando allí.

     Con ella era más o menos el mismo caso. Años siendo la chica de trenza y anteojos. Solo cambiando que con los años era más alta y ciertamente su cuerpo se había desarrollado un poco más que el de su inseparable compañera. De semblante serio y analítico.

     Su fuerte conexión llevó, durante esos años, a que muchos las relacionaran como algo más que amigas. Ante lo cual daban respuestas similares, como sacadas del manual básico de cualquier monja. Sin enfadarse o alterarse lo más mínimo por que sus compañeras pudieran pensar eso de ellas.

     -Relacionarse íntimamente con alguien del mismo sexo es pecado. Ella y yo solo somos amigas. Debes rezar y alejar esos pensamientos pecaminosos de tu mente.

     -¿Por qué el hecho de que ella y yo seamos tan unidas hace que piensen eso? Ustedes pasan mucho tiempo juntas fuera de la escuela también. Y nadie sospecha que algunas de ustedes puedan ser novias. ¿O sí?

     Eran ejemplos de lo que alguna de las dos podía llegar a responder si les cuestionaban si había un amor entre ellas y no de amigas.

     En esos años, Jana había tenido “un encuentro cercano” con un amor de ese tipo. Del que todos asumían que compartía con Tessa. Un buen día, cuando tenía quince años había sorprendido a dos chicas que no conocía. Seguramente eran de algún otro curso. Eran menores que ella. Ambas de trece o quizá catorce años.

     Las había sorprendido en el momento en que se daban un beso en uno de los baños, con manos temblorosas y bellos rostros carmín. Al verse descubiertas se colocaron una junto a la otra, cabizbajas y como rogando piedad de parte de esa alumna mayor. Que no les dijera a nadie que las había visto haciendo eso.

     Jana sonrió dulcemente y les pidió que la miraran. Abrazó a una y a la otra. Tal como una madre abrazaba a su hijo para confortarlo luego de que se raspaba la rodilla.

     -Tranquilas, niñas. No le diré a nadie, pero prometan que van a rezar y serán buenas chicas. No sigan ese camino de pecado.

     -¿Qué tanto?-preguntó una de las chicas, pidiendo lo típico. Tantos rosarios, tantos padres nuestros, etcétera.

     -Lo que el corazón de cada una crea lo justo y necesario para su penitencia.

     -Muchas gracias-respondieron al unísono. Sintiéndose afortunadas de que esa chica mayor no fuera tan dura con ellas y no corriera a decírselo a nadie.

     No hubo rezos ni sentimientos de culpa fruto de creencias religiosas que apartaran a esas dos chicas de lo que sentían. Jana no lo vería, pero eventualmente volverían a besarse. Y seguirían con más que besos en un futuro.

     Jana salió de ese baño sintiéndose dañada. Porque ella también, sin importar cuantos rezos, cuanta penitencia, cuanto arrepentimiento, no podría quitar una imagen de su cabeza.

     La imagen de Tessa y ella con sus labios unidos de esa manera.

     Veía como algo positivo que la tentación se apartaría de ella muy pronto. Podría evitar caer en ella. No volvería a temblar al tocar la mano de Tessa, ni inquietarse por su mirada, ni admirar su cuerpo, o solo sus labios. Dejaría de verla como paraíso y fruta prohibida en un mismo ser. Estaba asegurado que no terminaría atrapada por esa sonrisa cómplice.

     Pronto terminarían sus estudios secundarios, estudiarían en distintas universidades. Seguramente que ocupados por sus estudios y otras responsabilidades del día a día ya no podrían verse. Aún si le dolía saber que se separaría de su amiga de tantos años, debía dar prioridad a la salvación de su alma de un fuego eterno. Un fuego eterno de piel cálida, ataduras infernales que serían sus muslos, montes de condena que eran sus senos, una flor de tiniebla que serían sus labios, y fruta prohibida en su sexo.

     Solo debía resistir esa semana de clases que quedaba y nada más. Al terminar ese día de clases tomó sus cosas y las guardó en su mochila. Salió con prisas, huyendo de ella. Sin embargo, de alguna manera…

     -¡Jana!

     Volteó para encontrarse con esa chica de rostro serio y firme. No parecía agotada por correr tras ella. ¿Cómo podía haberla alcanzado? ¿Qué clase de injusticia? ¿Qué condena tan implacable era esa chica?

     -Sí, dime.

     -¿Puedo acompañarte a tu casa?

     -Pues…

     Tessa la observó tan pensativa, dudosa. Casi temerosa.

     -Si hay algún inconveniente puede ser otro día. Pero es que de verdad quisiera aprovechar esta última semana para estar con mi mejor amiga.

     Algo inesperado ocurrió. Sus labios parecieron moverse contra su voluntad. Pronunciando las palabras completamente opuestas a las que debía decir para salvarse de la condena eterna.

     -Claro que no. Podemos estar algunas horas a solas las dos. Acompáñame.

     No funcionaba de esa manera. Ninguna de las dos se ponía nerviosa o actuaba de alguna manera que pudiera hacer pensar que había algo que, según lo que les habían enseñado, no debían sentir. Estaba reprimido en una y otra. En cadenas que estaban a su límite. Resistiendo lo mejor que podían.

     Tessa la acompañó. La siguió dentro de esa casa que había visitado muchas veces a lo largo de esos años. En la cual no faltaban las imágenes de santos y algún crucifijo en una pared. Subió las escaleras, aun yendo tras ella. Hablando de trivialidades comunes sobre las que solían conversar.

     Una vez en la habitación, Jana se sentó en su cama y la invitó a acompañarla. Se quedó intrigada cuando Tessa se quedó apoyada sobre la puerta, como si de esa manera quisiera evitar que escapara. Mirando hacia el suelo para luego dar unos pasos y sentarse junto a ella en la cama.

     -¿Qué ocurre, amiga?-preguntó fingiendo desconocer lo que ocurría- ¿Algo te preocupa? ¿Qué te aflige? Dime.

     -Algo que pasa entre nosotras y que no hemos enfrentado ni aceptado-afirmó clavando su mirada en ella, con el reflejo de la luz del sol que se colaba por la ventana en sus anteojos.

     Negó con su cabeza. Retrocediendo un poco. Rogando que la tentación se alejara.

     -No entiendo de qué estás hablando, Tessa.

     No habló. Sintió que no era eso lo que debía hacer. Lo mejor era hacer algo con lo que habían soñado ambas decenas de veces. Se acercó, la tomó de la barbilla suavemente para dirigir su mirada hacia ella y luego besarla. El primer beso de ambas. Temblando de emoción.

     Jana colocó sus manos en los hombros de aquella que se forzaba a ver solo como una amiga, deseando tener las fuerzas para apartarla. No las tuvo. Solo dejó sus manos allí. Correspondió su beso.

     Pero al terminar esa muestra de cariño tan ansiada se sintió como su hubiese despertado y volvió a esa desesperada negación. Apartó su rostro. Evitaba verla a los ojos.

     -Tessa, ¿qué diablos crees que haces?-cuestionó, levantándole un poco la voz después de tanto tiempo-. ¡Eso no se debe hacer! Somos chicas.

     -¿Según quién?-replicó la de las trenzas.

     -¿Y me lo preguntas? Te enseñaron lo mismo que a mí. Las mismas personas.

     -Cuando te besé no parecías muy convencida de que eso no se puede hacer. De que no debe ser. ¿Es que no me amas?

     En ese momento, Jana volvió a verla a los ojos. Asintiendo.

     -Sí, pero… -Negó otra vez moviendo su cabeza-. No debo amarte así. Debemos evitarlo. O nos condenaremos por siempre.

     Tessa acarició su mejilla. Sonrió dulcemente para ella.

     -No, Tess. No sigas. No, no, no-repitió Jana en suplicantes susurros, que fueron inútiles. Porque sus labios recibieron más besos. A los cuales no se resistió.

     Cuando quiso darse cuenta, estaba sobre la cama sin su calzado. Y Tessa sobre ella besándola.

     -¿Es que no lo entiendes, Jana?-le preguntó al detenerse para retirar el moño que llevaba rodeando su cuello y deshacer sus coletas para dejar su cabello suelto sobre la almohada. Encandilada por su bello rostro, sus pecas-. Un amor como el que sentimos solo puede ser por su divina voluntad. ¿Cómo es posible que nos amemos tanto si se supone que no debe ser? ¿Acaso tu entiendes por qué es así?

     -Es tentación. El camino al infierno. Una trampa de…

     -¿Cómo puede ser malo y pecaminoso un sentimiento tan cálido? Acéptalo, Jana. Acepta que es su voluntad. Deja que sea. Por favor.

     Jana acarició su rostro, deshizo las trenzas de su amada y le quitó los anteojos para que estuviese más cómoda.

     -Amén-expresó antes de besarla, tomando la iniciativa por primera vez en esa soleada tarde.

     Ambas dejaron correr lágrimas de felicidad en ese momento. Y de a poco fueron retirando prendas. el chaleco, la camisa que formaban parte del uniforme escolar. quedando ambas en sostén. También la falda larga que cubría sus piernas.

     Jana se sintió casi amenazada por los senos de su amiga posándose sobre su pecho casi plano. Se preguntó como le había hecho para tenerlos así por un momento. Cosa que dejó de preguntarse a sí misma al estar demasiado ocupada retirando el sostén para hacer y deshacer a su voluntad con esas formaciones femeninas. Deleitándose con su suavidad y hundiéndose en un deseo voraz al probar sus pezones.

     -Seré para ti-expresó Tessa-. Desde el último de mis cabellos hasta la planta de mis pies. Mi corazón y mi alma prisionera de tu mirada. Todo te lo entrego.

     -Seré para ti. Desde la planta de mis pies hasta el último de mis cabellos. En esta vida y en la siguiente, y en la siguiente. Hasta el fin del tiempo, mi Tess.

     También permitió que le retirara el sostén. Quedando sumisa ante los labios asaltando su cuello, su espalda, sus hombros. Ante sus manos recorriéndola por entero. Incluso por allí, dentro de sus bragas.

     Sus miradas se encontraron.

     -Tess…

     -Eso lo respetaré. Solo hasta el día en que estemos casadas me permitiré aquello, pero si me permitiré algo más.

     Tessa retiró la última prenda restante en ambas. Quedando ya sin nada cubriéndolas. Ninguna de las dos se había hecho tales cuidados. Por lo cual, ambas tenían vellos en esa parte. Y al ser adolescentes fuera del convencional, ninguna de las dos había visto pornografía alguna vez.

     -¿Y ahora qué?-preguntó Jana, temiendo parecer tonta-. Sé que un hombre y una mujer hacen eso de la penetración, pero… ¿Y dos chicas?

     -Solo sé que siempre me he imaginado haciendo esto que voy a hacer y tu haciéndomelo a mí.

     Jana vio el rostro de su amada entre sus piernas. Y luego solo supo que lo que siguió fue tan intenso como para que sintiera necesidad de morder su almohada, e hizo que sus piernas temblaran. La humedad de su sexo fluyendo en toques a su clítoris y caricias húmedas por todo su sexo.

     -Está bien si no te animas-aseguró Tessa al terminar con ello. Fue lo que pensó, pero poco después ella también estaba con sus piernas separadas y su tímida chica amando esa parte de su ser. Provocando que se retorciera de gusto al experimentar un intenso orgasmo.

     Se recostaron una junto a la otra para seguir con sus caricias y besos. Hasta que solo permanecieron abrazadas.

     Jana solo aclaró que ni locas podían dormirse, para que no llegara a pasar que alguien llegara y las descubriera así.

     Una vez aceptada esa unión quedaba pensar en lo demás. Temores, dudas. Como lidiar con que sus familias tan religiosas nunca lo aceptarían.

     Tessa aseguró que, estando juntas, siempre había respuesta, guía y un camino claro que seguir siempre que tuviesen fé en un amor que era y siempre sería por su divina voluntad.

     Se marchó mas tarde, de nuevo con su uniforme, sus trenzas acomodadas tras su cabeza y con fé en ambas.

     -Amén-dijeron al despedirse aquella tarde.

Notas finales:

Como ya digo en las notas introductorias, es un oneshot algo corto que me sentí inspirado a escribir por estas fechas. Y si esta es la primera vez que lees algo escrito por mí, te invito a dar una mirada a mis otros escritos. Pueden interesarte.

También te invito a dejar tu adorable review. Desde ya gracias por leerme.

Te saluda Dark Bit. Deseandote un buen día de San Valentin.

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