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Quédate Conmigo por Nova22

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen, pertenecen a Furudate Haruichi, autor del manga Haikyuu.

Notas del capitulo:

¡¡Hola!! No ha pasado mucho tiempo, pero vuelvo con una nueva historia. Estoy esperando que sea más corta de lo normal, pero no soy muy buena calculando ese tipo de cosas así que me disculpo de ante mano, siempre termino emocionándome y dejándome llevar al final.


A las personas que decidieron darle una oportunidad, gracias por pasarse por aquí, espero que les guste ;)

Capítulo 1


Suave. Tranquilo. Un gran disco de vinilo giraba en el interior de un viejo tocadiscos, la música llenaba la habitación, delicados acordes de una canción que no había escuchado antes, impregnando a la atmósfera que rodeaba a aquellas dos personas sonrientes con sus acordes. Notas dudosas y algo rasgadas que no se sobreponían al ruido de los autos en el exterior, pero que se mezclaban con este de una forma que quizá podría no ser muy agradable. En una extraña sinfonía. No era algo a lo que aquel joven rubio estuviera acostumbrado, era poco armónico y realmente poco elegante, era posible que no le gustara, pero...tal vez no se trataba de la música o el ambiente, si no de esa persona. Solo de él y su sonrisa.


— ¿Qué pasa? ¿No te gusta la comida? ¿Sabe mal?  


Él le sujetó la mano, el rubio alzó la cabeza e inmediatamente, sin que siquiera pudiera advertirlo, su expresión se suavizó. Se sentía bien. Devolvió el apretón en una suave caricia y una sonrisa tranquila, tan serena y cargada de emociones que fue capaz de calmar fácilmente la aflicción de unos ojos que lo miraban intensamente — No, todo es perfecto — picó un trozo de pescado, estaba un poco quemado en los bordes y crujió al primer mordisco, sin embargo sonrió — Sabe bien ¿Lo hiciste tú solo?


— Hoy...— él calló, una mueca casi dolorosa se instaló en el rostro de ambos tras un intenso bocinazo. Vibró la mesa, los cubiertos temblaron sobre sus platos y el suelo bajo sus pies, entonces el mayor se precipitó a sujetar el vaso que estuvo a punto de caer. Resistió. Un segundo, dos, tres, cuatro, cinco hasta que el mundo volvió a una calma relativa solo rota por el constante tránsito en el exterior, a ese constante golpeteo, a esa agitación. El rubio apretó suavemente los labios...no creía que pudiera acostumbrarse a esto — Me pagaron esta tarde y pensaba que quería hacer algo lindo para ti, no soy muy bueno en esto...pero hoy es nuestro día especial, es, ya sabes...después de todo este tiempo, al fin — le besó la mano, sonreía intensamente, con todo el corazón — Estoy feliz, esta noche nosotros...vamos a estar juntos para siempre ¿Verdad?


Sonrió. No era agradable, no podía decir que le gustara, no estaba seguro de que este fuera su lugar, que quisiera seguir con esto. Siempre lo pensó, pero cuando lo veía a los ojos...cada vez que lo hacía, descubría algo que no debería estar ahí.


"Estaba pensando que es estúpido, era divertido al principio, pero seguir jugando a esto está comenzando a volverse aburrido. Me aburre, estoy cansado, me estoy hartando y supongo que puedes decir que llegue a mi límite con esta tontería ¿No lo viste venir? ¿No lo imaginabas? A veces parecía que no, pero deberías entenderlo ahora ¿Verdad? Mírate y mírame ¿Crees que encajamos? ¿Crees que puedes darme todo lo que merezco? Piensa bien en esto. Puedes trabajar todo lo duro que quieras, puedes intentarlo una y otra vez, pero no va a ser suficiente. Admítelo. No se trata de algo tan ingenuo como el trabajo duro ¿Crees que funciona? ¿Crees que vas a ser recompensado? Puedes seguir soñando si es lo que quieres, pero este mundo es distinto a lo que imaginas, está diseñado exclusivamente para los que fueron privilegiados...no es suficiente, nunca va a ser suficiente y tú tampoco”


— ¿Quieres bailar? — él le extendió una mano que el rubio no dudó en tomar y se alzó con elegancia de la pequeña mesa al mismo tiempo que arrojaba con la misma gracia habitual la vieja servilleta que se mantenía sobre su regazo, entonces se permitió percibir el calor del cuerpo contrario, su cercanía y la gentileza de su abrazo, sentirlo con todo lo que tenía — He estado practicando en mi tiempo libre, te voy a sorprender — rió el mayor y un sentimiento similar al entusiasmo brotó en el pecho del rubio, se ruborizó y se mordió el labio inferior ¿Por qué estaba tan feliz? ¿Por qué quería tanto que él lo besara?


— ¿Eso quiere decir que esta vez no me vas a pisar los pies?


— Lo voy a intentar.


El rubio emitió una suave risa alegre ¿Qué clase de respuesta era esa? ¿Qué clase de sentimiento era este? Lo miró, él susurraba lentamente cada uno de sus movimientos, un paso a la vez, un giro tras otro, en medio de sonrisas suaves que lo contagiaban sin remedio, de un agradable calor gentil. Las llamas de las pequeñas velas sobre algunos muebles ondeaban en medio de la oscuridad, desprendían un inusual aroma que se mezclaban con la música, proyectaba largas sombras que danzaban al ritmo del movimiento de sus cuerpos, que los acompañaban y que se concentraban en toda su luz en los ojos del hombre que lo miraba fijamente, con dulzura, con adoración, con amor...como a su todo.


Ese lugar, ese pequeño espacio, modesto y algo desgastado, era su mundo entero, era su universo...era solo suyo.


— Apartaste la mirada ¿Pasa algo?


Él le acunó el rostro con una mano, el ardor de su tacto le estremeció la piel. El rubio lo miró con timidez ¿Cómo podía tener el descaro de preguntarlo? Se mordió el labio inferior ¿Cómo podía calmar el ruido de su corazón? ¿Cómo podía callar a sus emociones cuando estas gritaban con tal intensidad? Era culpa de este tipo, todo lo había hecho él, lo odiaba tanto; sentirse así, ser así, pero también era todo lo contrario. Lo amaba.


— ¿Puedes dejar de verme así?


— ¿Así cómo? — él ladeó la cabeza.


— ¿Cómo...? Pues...— así maldita sea — ¿Así?


¿Cómo debería definirlo si ni siquiera el rubio lo entendía? Lo único que sabía con seguridad era que se salía de control, todo de sí mismo, hasta la más pequeña parte, era una locura, era incontrolable y en lugar de odiarlo, en lugar de asustarlo, lo hacía sonreír. Lo llenaba de euforia, le devolvía la vida y quería reír y llorar al mismo tiempo, quería saltar y sonreír, gritar, correr. Lo quería todo y se sentía como si lo fuera todo para esta persona, como si esta persona lo fuera todo para él.


Porque quizá lo era.


— Me gusta cuando no sabes que decir — lo besó, el rubio apretó los labios como respuesta, estaba intentándolo, pero no era tan sencillo, no quería que lo molestara — También me gusta cuando te sonrojas así — rió y esta vez tuvo que ocultar el rostro contra el cuello contrario...esa delatora sonrisa alegre, su emoción y todo lo avergonzado que estaba — Eres mi corazón ¿Sabías eso? Cada vez que te veo a los ojos o cada vez que pienso en ti, siento que mi mundo está completo...que puedo hacer lo que sea, que puedo con lo que sea. Es maravilloso...creo que nací solo para encontrarte, que haberlo hecho fue lo mejor que pudo haberme pasado.


— Sabes muy bien como avergonzar a una persona ¿Sabías eso?


— Te amo...pero ya sabías eso ¿Verdad? — lo besó, lo estrechó y el rubio devolvió aquel contacto suave con toda el alma, con cada gramo de alegría, con todo su ímpetu hasta que sus cuerpos no fueron capaces de resistir la tentación de reclamarse.


Creía que no podía ser más incontrolable, creía que no podía estar más perdido, que no podía estar más eufórico y enloquecido, pero ¿Qué era esto? ¿Qué tenían sus caricias? ¿Qué había en sus besos? Delirio, pasión. Una mezcla de emociones vueltas sensaciones, emociones que le encendían la piel hasta que su sangre hervía y quemaba, que lo hundían en una profunda desesperación. La condena eterna del infierno, la gloria y la salvación de los cielos. En cada fibra de su ser, en cada roce y suspiró, cada grito de pacer y gruñido de éxtasis, en toda su entrega.


Podía encontrarlo, podría verlo, incluso podía entenderlo, lo que esto era y lo que significaba para él. Cómo nada, como nunca...como su todo.


"Esto no estuvo destinado a ser algo desde el principio, todavía no entiendo que es lo que pasaba por tu cabeza cuando creíste que podría ser posible ¿Tienes idea de lo divertido que era o lo patético que parecía? Te habrías reído como lo hice alguna vez si hubieras podido ver tu rostro, pero creo que comencé a sentir un poco de pena en algún punto. No puedo recordarlo, pero al final de cuentas era tu culpa ¿No? Supongo que es lo único que las personas como tú tienen; sueños e ilusiones. Es basura, no sirve de nada ¿No lo sabias?  Apuesto a que te lo habían dicho antes. Ese patético y mediocre arte tuyo no va a llegar a ningún lugar y...yo tampoco voy a hacerlo contigo. Jamás.”


— Hola, ángel — lo recibió un susurro suave y el rubio devolvió una sonrisa perezosa a aquella dulce y adormilada, recibió la caricia de los dedos contrarios con los ojos entrecerrados y un suspiro involuntario — ¿No puedes dormir? — él mayor lo besó, un mano le acarició la cintura, lentamente y con las yemas de los dedos, estremeciéndola sin remedio, regalándole sensaciones tan vivas que lo hicieron apretarse contra él.


— Estoy bien — suspiró perezosamente, sus labios se rozaron, calor volvió a envolverlos y el tiempo se detuvo para los dos, atrapándolos en un mundo donde sentir lo era todo. Su propio mundo. Él rubio sonrió, el mayor lo hizo de vuelta y no pudo evitar besarlo, suave, cada vez más profundo, cada vez más húmedo y desesperado, más ardiente, más salvaje...hasta que estuvieron sin aliento y la sangre en sus venas volvió a quemar, hasta que fue ansia y deseo — Solo estaba pensando en algunas cosas.


— Yo también — el mayor le sonrió, le acarició nuevamente la mejilla con el dorso de los deseos, depositó un beso sobre la nariz, luego sobre sus labios, rozándose estos en una delicada caricia que delataba el ansia por más de ambos — Pero todo va a estar bien ¿Si? — volvió a besarlo, esos intensos ojos dorados atraparon a los suyos sin que pudiera hacer nada para resistirse...sin que deseara hacerlo jamás y ese desbocado corazón suyo entendió lo que ya sabía — Te lo prometo...te lo juro, si tú...— negó con la cabeza — Podemos hacer esto, podemos hacer lo que sea...somos más fuertes si estamos juntos ¿Si?


El rubio cerró los ojos, una pequeña sonrisa en sus labios. Siempre se preguntó por qué podía entenderlo, por qué lo sabía, por qué lo sentía ¿Por qué? Si podía ver al pasado, entonces tendría que estar seguro de que era imposible, de que llegar hasta aquí lo era, pero no podía negar lo que su corazón sentía, no podía...y aun así...aun así...aun así...no.


"No voy a perder todo por lo que he trabajado, no voy a tirar a la basura mi carrera o mi vida por una estupidez cómo esta. No vale la pena. Tú no eres nadie y nunca vas a ser nada más que el hijo de un pobre borracho que no valió lo suficiente como para que su esposa se quedara. Merezco algo mejor que este sucio departamento, que tus regalos baratos y mediocres, una vida que alguien ordinario como tú no puede darme ¿Todo va a estar bien? ¿Podemos hacer lo que sea si estamos juntos? No. El optimismo es el engaño del mediocre, es un pretexto. Es una ilusión. Lo tienes o simplemente no lo haces y eso es todo. Lo entiendes ¿Verdad? ¿Puedes verlo? No necesitas que te diga algo que ya sabes, no eres tan estúpido...estoy seguro de que siempre supiste que nunca existió un nosotros"


"Si te importo tanto como dices, si me amas tanto como crees, entonces olvida que algo como esto alguna vez sucedió. No te atrevas a buscarme o a cruzarte en mi camino nunca más, es lo único que puedes ofrecerme y lo único que quiero de ti. Cuando despiertes en esa cama vacía, en ese departamento minúsculo y pobre, cuando te descuenta de que no estoy, cuando leas esta carta vas a entenderlo. La respuesta siempre fue la misma; esto nunca estuvo destinado a perdurar...y ahora lo sabes ¿Verdad? Puedes verlo."


Truenos, relámpagos, tempestad, golpeaba el parabrisas de su auto, entre ramas y hojas secas. Tan furiosa, tan pesada, tan oscura que lo absorbía y destrozaba todo a su paso, que agitaba la tierra, la azotaba, la golpeaba sin piedad, con ferocidad, con rabia...como sus sentimientos, como las emociones que lo atormentaban.


Cómo ese dolor.


— Lo siento...lo siento — atorado en su garganta, como un cúmulo de remordimientos, como su amargura, como su pena, como su dolor, como su frustración, asfixiándolo, matándolo en cada sollozo reprimido — Lo siento...— apretó las manos al rededor del volante e hizo lo mismo con los labios negándose ferozmente a llorar ¿Por qué se ahogaba? ¿Por qué? ¿Por qué quería gritar? ¿Por qué quería destrozarlo todo? ¿Por qué sentía que estaba perdiendo la cabeza a manos de esa angustia? ¿Por qué?


Esta tontería nunca tuvo un futuro, solo se trataba de un juego. Estaba aburrido y ese tipo solo estaba ahí, no era diferente a los demás, nunca pensó en él como algo distinto, lo divertía, pero comenzaba a volverse aburrido, comenzaba a salirse de control y decidió que era momento de hacerlo a un lado por su propio bien. No era nada, no importaba, nunca lo hizo...entonces ¿Por qué?


¿Por qué no podía olvidarlo? ¿Por qué no podía dejar de llorar? ¿Por qué esto dolía como el infierno? ¿Por qué fue tan difícil? ¿Por qué se sintió como si muriera? ¿Por qué maldita sea? Gruñó, sollozó y las lágrimas que no podía contener comenzaron a desbordarse de la misma forma que aquella furiosa tormenta agitaba su auto. Con toda su frustración, con toda su rabia, con esa maldita pena, con todo el dolor que le hacía un hueco en el alma y gritó de rabia.


Piso el acelerador, esto era una tontería, solo una tontería. Tenía que ser un poco más racional. No estaba siendo sensato ¿Qué clase de vida podría tener con alguien como él? ¿A qué clase de futuro podría aspirar si se quedaba ahí? ¿A un departamento tan minúsculo que lo sofocaba o donde no podría tener ni un solo segundo de privacidad? ¿A un barrio sucio y descuidado? ¿A un vecindario donde tendría que cuidarse la espalda a cada segundo? ¿A una vida mediocre lejos de las comodidades que conocía? Tendría que ser un idiota para abandonar todo lo que tenía y todo lo que conocía por la emoción del momento. Por un falso sentimiento absurdo, por un tonto sueño...lo que alguna vez fue uno, aquello a lo que estaba renunciando.


Sonrío, rió, sin embargo ni una sola pizca de humor fue transmitida a través de esa amarga risa sollozante. Se mordió los labios, apretó el volante y nuevamente el acelerador. Eso era todo. Siempre lo fue todo — Todo...maldita sea, todo...— entonces ¿Por qué lo consideró? ¿Por qué creyó que tal vez querría hacerlo? ¿Por qué creyó que era posible?


¿Acaso se había vuelto loco? ¿Había perdido la cabeza? Tenía que estar confundido. Su vida era muy complicada, estaba bajo mucho estrés últimamente, estaba cansado y él, esta persona era, fue...cuando estaban juntos se sentía diferente. Solo estaba jugando, pero ¿Que fueron esas sonrisas? ¿Qué eran estos sentimientos que estaban matándolo? ¿Por qué no podía dejar de pensar en él? ¿Por qué no podría dejar de verlo cada vez que cerraba los ojos? ¿Por qué su piel lo recordaba? ¿Por qué dolía su ausencia? Se negaba a esa respuesta, se negaba a todo lo que representaba. Se negaba a creerlo, se negaba a admitirlo, pero lo sentía; en la piel, en el corazón, en lo más profundo del alma que agonizaba, del alma que gritaba su pena, que sangraba, que lloraba, que era destrozada y moría.


Si. Lo sabía.


— ¡No! — esta vez apretó los párpados y gruñó.


Estúpidas lágrimas que no se detenían, estúpida tormenta, estúpido auto que no podía ir más rápido. Quería dejar atrás todo esto de una maldita vez, quería dejar de sentirse así. Rápido, maldita sea. Más rápido. Más rápido. Más rápido. Gruñó. Gritó. Sollozó ¿Por qué no se callaba? ¿Por qué no se detenía? ¿Por qué? Basta. Basta. Basta. Estaba harto de sentirse así, harto de no entenderse así mismo, harto de todo esto y volvió a gruñir, giró el volante con toda su rabia, apretó el acelerador. Perdía el control de sí mismo, de todo, era una locura, una tortura insoportable, entonces el auto derrapó en un chillido de neumáticos y su cuerpo se agitó con violencia. No podía ver, no podía hacer nada.


Algo crujió. De pronto el sonido de la lluvia le pareció más ensordecedor, como un zumbido insoportable. Volvió a girar el volante. Rápido. Muy rápido. Demasiado. Giró, todo lo hizo. No estaba yendo a dónde quería, no se movía como quería, era tan oscuro, todo parecía tan distorsionado, imágenes difusas, matices sobre matices, sombras negras sobre otras aún más oscuras. Volvió ese zumbido, como un aullido y una luz casi ensordecedora. Cerró los ojos, contuvo el aliento, tensión, silencio, entonces algo repentinamente crujió y su cuerpo fue impulsado con aún más violencia hacia el frente.


El rubio jadeó ¿Qué estaba pasando? ¿Dónde estaba? ¿Qué fue eso? El tiempo se detuvo de la misma forma que su respiración y sus latidos. No lo entendió, fue solo un parpadeo, el mundo cambió con un violento giro. Fueron cristales sobre cristales emulando una lluvia despiadada sobre su piel, frío y calor, su cuerpo en caída libre, un golpe, más crujidos y dolor, ideas y pensamientos suspendidos en un rojo profundo y sensaciones que fueron apagándose lentamente.


Un segundo, no podía moverse. Uno más, no podía sentir. Frío, era cada vez más frío, oscuridad, silencio. Tanto. Tanto. Tanto. No lo comprendía, sus ideas ya confusas comenzaron a desaparecer en lentos latidos.


Todo era tan extraño, tan difuso, tanto. Jadeó, su mirada se perdió sobre un par de sortijas sobre su dedo anular, brillando en medio de la oscuridad, latiendo, llamándolo y algo más, algo que no había cambiado, algo que seguía ahí, negándose a abandonarlo...negándose a irse incluso cuando su conciencia desapareció por completo y la vida se le escapaba de las manos.


*****


Estaba perdido. No estaba seguro de por qué ese fue el primer pensamiento que vino a su mente, sin embargo era esa la forma en la que se sentía. Era un poco inusual, hasta este momento no había sido tan consciente de sí mismo como ahora y aun así no lo entendía. Blanco. Azul. Matices grises, diluyéndose y mezclándose en una cortina de humo. No veía, no sentía, no había un lugar a donde ir, arriba o abajo, derecha o izquierda, pero él estaba ahí, en medio de esa bruma, en medio de esa confusión, de un silencio tan carente de ideas y sentido que a veces estaba asustado.


¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Por qué estaba ahí? No lo entendía, no sabía nada, pero esto no debería estar bien ¿Verdad? Había instantes en los que desaparecía, otros en los que esa certeza era cada vez más fuerte...y momentos en los que se sentía como si estuviera en el borde, como si lo hubiera hecho desde hace mucho tiempo.


En esta ocasión no era tan diferente, como dormir sin soñar, como estar y no a la vez, como si fuera parte de ese mundo extraño, como si fuera bruma y no se tratara de un ente físico. Todo a su alrededor siempre resultaba confuso, el espacio era tan abierto, tan amplio y a la vez tan minúsculo que no sabía a dónde ir y lo sofocaba, sin embargo persistía un eco. Atravesaba la densa niebla como si la cortara, tan lejano que no podía adivinar de dónde provenía. No le prestaba demasiada atención, la mayor parte del tiempo pasaba desapercibido para él, sin embargo comenzaba a inquietarlo. Cada vez más fuerte, cada vez más insistente, perturba la calma y el silencio.


Quería que se detuviera ¿Por qué era tan insistente? ¿Por qué se sentía como si lo llamara? Estaba bien justo donde estaba ¿No? Quería estar seguro de que era así. No le gustaba esta confusión, no quería tener que seguir pensando, estaba cansado, era frustrante ¿Por qué no estaba deteniéndose? ¿Por qué era cada vez más fuerte? ¿Por qué no estaba desapareciendo como todo lo demás? Comenzaba a percibir algo distinto, a veces solo ocasionalmente, como una sensación o un latido incomodo que agitaba a ese mundo blanco ¿Qué era lo que decía? Tenía la impresión de que se trataba de un sonido, una voz, una palabra “Kei” ¿Qué era eso? ¿Un nombre? ¿El suyo? Traía consigo una sensación nueva, nada que importara mucho, pero había momentos en los que algo cambiaba, momentos en los que algo era diferente.


Se trataba de un sonido un poco más grave, no debería tener importancia como todo lo demás, pero agitaba violentamente ese mundo confuso, como si tuviera alguna clase de poder sobre él, como si algo en su interior lo reconociera y empujaba a su conciencia cada vez más, la traía de vuelta ¿Dónde estaba yendo? ¿Qué era lo que quería? ¿Por qué pensaba que quería perseguirlo? ¿Por qué?


— Kei, si puedes escucharme...por favor...— arrugó en entrecejo. Esta vez esa voz parecía un poco más cercana de lo normal y su cuerpo parecía un poco más sólido, más pesado y con esa sensación volvían nuevas a él. Una a una, cada vez más abrumadoras y confusas — Kei, por favor...solo una señal — estaba ese nombre otra vez, creía reconocerlo aunque le pareciera extraño y había llegado a la conclusión, sin mucho esfuerzo, de que se trataba de su nombre...de que esta persona estuvo llamándolo todo este tiempo — Solo una...


Quería decirle que lo lamentaba, quería verlo un segundo ¿Qué debería hacer? Estaba ahí, pero su cuerpo y su mente parecían entes separados, no era bruma u oscuridad, era como si oscilara. Lejos, cada vez más y más, y luego volvía, cerca sin embargo no lo suficiente.


— Tal vez la...próxima vez...


— No, yo sé que...


Frases a medias, palabras entrecortadas y difusas. Era la primera vez que escuchaba tanto, la primera vez que podía sentirlo más allá de su letargo y la niebla confusa ¿Qué era? ¿Quién? ¿Quiénes?


— Han pasado...— ¿Quién era? Volvió a fruncir el ceño, algo en esta persona, algo en esa voz, había algo ahí, algo que lo empujaba, algo que despertaba y sentía, que vivía ¿Por qué? ¿Qué estaba pasando? Extraño, grave, pesado y estaba ese algo, eso que su cuerpo reconocía dentro de sí mismo. Estaba intentándolo, quería saber de qué se trataba. Hasta ahora nada fue como eso, hasta ahora pensaba que no le importaría quedarse en ese blanco mundo tranquilo, pensaba que no importaba, pero ¿Por qué era diferente? — Creo que debería irme...otro...


No. Todavía no. Solo un segundo, quería pedirle que se detuviera, pero no podía hablar, no podía hacer nada, era inútil, era frustrante, pero ¿Por qué quería hacer esto de todos modos? No podría encontrar una respuesta a esa pregunta hasta que lo viera, fue lo que pensó y con ello, nació un nuevo impulso en él. Más fuerte de lo que alguna vez fue.


— ¡Apretó mi mano! — esta persona extraña gritó tan fuerte que el sonido hizo eco en las paredes de su mente aun aletargada y confusa, parecía entusiasmada y feliz...parecía que estaba sollozando — Kei, me puedes escuchar ¿Verdad? Soy tu hermano...estoy aquí y si puedes abrir los ojos o si puedes hacer algo más, por favor...por favor...


¿Hermano? Esto era muy agotador, la vuelta a su conciencia también había traído pequeños vestigios de lo que debía ser su realidad, de ese dolor y del de aquella persona. De pronto tenía ganas de dormir otra vez, como si hubiera consumido cada gramo de su energía en una única acción de la que ni siquiera fue consiente ¿Qué debería hacer ahora? Estaba desapareciendo, rápido y sin que pudiera hacer nada para detenerlo. Lo lamentaba, de verdad lo hacía, pero no podía hacer esto. Estaba desapareciendo otra vez. Era nada.


— Kei, hoy hace un día increíble ahí afuera...sé que no te gusta mucho el verano, pero el cielo es muy azul, es tan bonito — ahí estaba otra vez ¿Cuánto tiempo había pasado? Se sentía como un segundo para él, pero también se sentía diferente. Si. Era diferente. Un poco cálido, tal vez, sobre su rostro y entre su cabello ¿Qué era? Parecía tan gentil como la voz que lo llamaba, creía que le gustaba, que era agradable — Hoy Kuroo vino a verte.


Un zumbido ¿Kuroo? ¿Qué era eso? Volvió a ocurrir, su mundo agitándose en una espiral de humo, retumbando con violencia. Sin embargo era algo más ¿Verdad? No se trataba solo de su mundo, era más que eso, mas ¿Qué era? ¿Por qué? ¿Esto debería tener algún sentido para él? Apretó los parpados, frunció el ceño ¿Podía darle un nombre al dueño de esa voz? Solo lo había escuchado un par de veces antes, pero esa sensación era exactamente la misma. No estaba equivocado, no estaba en un error ¿Verdad? ¿Por qué lo perturbaba tanto? ¿Quién era esta persona? ¿Qué representaba para él? Necesitaba saberlo, nada nunca fue más fuerte, hasta ahora nada lo llenó tanto como ese deseo desesperado.


Rápido.


Luz. Apretó los parpados, fue un destello ¿Qué había hecho? Se trató solamente de un impulso nacido de emociones que no pudo entender, sucedió antes de que pudiera poner en orden sus pensamientos y antes de que pudiera entenderlo, entonces el distorsionado rostro de una persona apareció al fondo de aquella blanca habitación. Alto y oscuro, unos ojos tan enigmáticos y profundos como la miel espesa, pinceladas de un dorado ardiente, tan inquietante y tan lejano, sin emociones, como una perfecta pintura de rasgos aristocráticos...y una mirada tan fría.


Sin embargo fue como si de pronto el tiempo se detuviera.


No entendía muchas cosas, sin embargo su conciencia parecía un poco más lucida desde ese momento. Permanecía durmiendo y cansado la mayor parte del tiempo, apenas era consciente del médico y las enfermeras que lo visitaban, ni siquiera era capaz de seguir el ritmo de una conversación, pero había conseguido reunir un poco de información. Tsukishima era el nombre de su familia, su hermano era Akiteru. Una enfermera había dicho antes que era lindo, la verdad era que tenía un rostro agradable y gentil, su cabello era rubio, sus ojos dorados y siempre lo miraban con calidez. Le sonreía con amor y el corazón se le apretaba. Le dolía no poder recordarlo, lo frustraba y entonces veía a esta persona, Kuroo y todo era mucho peor.


No estaba seguro de que era lo que había pasado, pero dada su condición era posible que hubiera sufrido alguna clase de accidente. Parecía que su familia era muy importante, tal vez este tipo estaba tratando de vender un ataúd o hacer un negocio con su funeral, su rostro era muy atractivo a pesar de que parecía mayor que Akiteru, pero su aspecto era un poco lúgubre y parecía muy poco entusiasmado cada vez que fijaba los ojos sobre él. Quizá había arruinado su negocio, podía imaginar su frustración...sin embargo, si ese era el caso, no debería sentir que se trataba de alguien familiar ¿Verdad?


No debería sentir esas emociones conflictivas. Solo lo había visto un par de veces, lo único que sabía era que su nombre era Kuroo y que podría no agradarle mucho. Siempre lo observaba con el ceño fruncido, otras con una indiferencia tal que le apretaba el corazón ¿Estaba asustado? ¿Se trataba de algo más? Hasta ahora la maquina a la que aún estaba conectado y todo de él, reaccionaba solo a su presencia.


— Los doctores dijeron que tuviste una hemorragia intracerebral, tuvieron que operarte más de una vez, no estaban seguros de que pudieras soportarlo, no estaban dándonos muchas esperanzas, estuviste en estado crítico por varios días y...no voy a agobiarte con los detalles ahora, pero dijeron que es posible que tus recuerdos fueran afectados — Kei quería preguntarle sobre eso, abrió la boca, pero no fue capaz de vocalizar una sola silaba coherente. Akiteru simplemente le sonrió y le apretó la mano, también era muy paciente y había bastado solo un poco de tiempo para descubrir que lo adoraba, se sentía bien cuando estaba ahí. Le gustaba — Tómalo con calma ¿Si? Tu recuperación va a tomar un poco más de tiempo ¿Por qué no descansas un poco? Podemos seguir hablando más tarde.


El rubio cerró los ojos, no quería hacerlo, pero tampoco era capaz de evitarlo. Estaba otra vez ahí, esa abrumadora sensación de cansancio, tomaba solo un segundo para que se apoderara de él y en un parpadeo todo cambiaba, entonces volvía a encontrar esos ojos. Siempre teñidos con los matices de la tarde, lejano, distante y aun así seguía sin sentirse ajeno a él.


Este hombre, Kuroo, lo inquietaba de todas las maneras posibles.


No sabía si quería descubrir la razón, sin embargo la respuesta llegó a él incluso si no estaba listo para ella.


— Hoy despertaste más temprano de lo normal, te ves muy bien, Kei.


El rubio cerró los ojos por un instante, se estaba preguntando cuánto tiempo era más temprano de lo normal. Hoy su hermano estaba vistiendo un atuendo más casual, por lo que entendía que se trataba de un día distinto al de la última vez. Ya habían pasado muchas de esas últimas veces, tantas que no sabía si podría contarlas, sin embargo parecía que era un poco más consciente de sí mismo y de su condición cada vez.


No era capaz de mover el cuerpo, parecía que tenía una pierna y un brazo rotos, varias costillas fracturadas, y probablemente otros huesos también. Estaba conectado a varias máquinas, una máscara le cubría la boca, el dificultoso sonido de su respiración parecía más ahogado debido a esto. Quería decir que era molesto, pero no podía pensar o sentir demasiado más allá del letargo de los sedantes, sin embargo podía ver claramente los ojos de quien se llamaba su hermano, esa sonrisa a veces triste y forzada, podía ver que esto le dolía, podía ver que estaba sufriendo y nacía en Kei una intensa sensación de abrazarlo.


No lo conocía, no era capaz de recordar absolutamente nada sobre él, pero se sentía de esa manera. Probablemente debía ser una persona muy importante, alguien a quien debía considerar preciado. Su hermano ¿Verdad?


A Kei también le dolía. Lo frustraba. Hasta ahora había recibido algunas visitas, rostros que no conocía. Una mujer que decía ser su madre, su padre, personas que lo miraban de una forma que no sabía si le gustaba. Quería entender, pero todo lo que venía a él eran frases difusas y sin sentido, a penas susurros lejanos que no penetraban la barrera de su mente y Kuroo, ese nombre, esa persona estaba ahí otra vez, como siempre lo estaba en su mente.


¿De quién se trataba? ¿Qué era lo que significaban para él? Debía ser alguna clase de familiar suyo ¿No? Akiteru hablaba mucho con él, también lo había visto hacerlo con otras personas. Le gustaba más la idea del dueño de una funeraria, tenía ese aspecto, pero no era el caso ¿Verdad? Había pensado que podría haberse tratado de un doctor, pero no estaba usando una bata o nada por el estilo, ni siquiera se acercaba. No podía tratarse de otro hermano ¿O sí? Tenían que tener alguna clase de parentesco o relación si estaba ahí ¿No? Pero no podía imaginar de qué podría tratarse.


Seguía teniendo la impresión de que no le agradaba mucho, pero había algo en su mirada que inevitablemente empujaba a su conciencia, a su piel, su pecho, todo de él y estaba bastante seguro de que no se trataba de rechazo. Eso lo inquietaba todavía más. Estaba asustado, no entendía nada de lo que estaba sucediéndole. No entendía este mundo, no recordaba nada, no sabía nada, pero sentía, emociones que lo atravesaban, que lo golpeaban....que estaban destrozándolo hasta la locura y que lo atormentaban.


— ¿Pasa algo, Kei? ¿Te duele otra vez? — ¿Qué era ese incesante golpeteo? ¿La máquina otra vez? Cerró los ojos, estaba agitado, sentía ganas de llorar, angustia y algo más ¿Vació? ¿Soledad? Si pudiera entenderlo, si pudiera saber que estaba pasando...si pudiera hablar con él, si pudiera preguntarle ¿Por qué sus ojos siempre lo buscaban? ¿Por qué parecía que estaba esperándolo cada vez? ¿Por qué le importaba tanto? — Voy a llamar a una enfermera ¿De acuerdo? Estará aquí de inmediato, no te preocupes.


¿Una enfermera? ¿Más sedantes? ¿Qué podría resolver si volvía a dormir ahora? Estaba harto de esto, odiaba sentirse aletargado y confuso todo el tiempo, ese mundo le devolvía la paz, pero no estaba dándole las respuestas que quería. No más. No. No. No. No. Sabía que no tenía forma de detenerlo, que quizá no había nada que pudiera hacer, sin embargo Akiteru, quien estaba apresurándose a la puerta se detuvo abruptamente y lo miró con aturdimiento y shock. Su expresión tan congelada como la del hombre que lo miraba del otro lado de la habitación.


— ¿Hablaste?


Kei parpadeó lentamente ¿Lo había hecho? No estaba seguro, había conseguido mover los labios solo una única vez antes, pero no emitir alguna clase de sonido, era difícil y siempre se sintió como algo inútil. No podía hacerlo, algo tiraba de él y lo arrastraba nuevamente a la nada todo el tiempo. Era imposible.


— No necesitas apresurarte ¿Si? Pero si puedes hacerlo una segunda vez...si puedes darme una señal de que entiendes lo que estoy diciendo — Akiteru avanzó un paso tentativo y tembloroso, parecía a punto de romper en llanto. Le dolió ¿Qué debería hacer? Ni siquiera sabía lo que había hecho antes, todo lo que quería era detenerlo, estaba desesperado, pero no sabía que había sido eso — Solo una vez...


Los ojos del rubio buscaron al hombre recargado sobre la pared, había vuelto a esa expresión estoica, su mirada tan penetrante que parecía ansiar atravesarlo. Tan abrasadora, tan intensa que no tuvo más remedio que apartar la mirada y fijarla sobre la apresurada enfermera que entró a la habitación. Ya estaba aquí y cruzó unas cuantas palabras con su hermano, ambos lo miraron, Akiteru con duda. Iban a sedarlo otra vez, ese estúpido zumbido no se detenía. Akiteru asintió. No había nada que pudiera hacer.


Por favor no. Movió una mano, lo hizo ¿Verdad? Se sentía tan pesada como sus labios, como todo su cuerpo, incluso como su conciencia. Nadie lo notó por supuesto, comenzó a percibir el latido de su corazón, pesado y presuroso. Ella estaba tomando una jeringa y se acercaba al gotero. No ahora, solo un momento, solo uno. Rápido. Rápido. Rápido. Solo una vez, una vez, una.


— Aki...— entonces ella se detuvo y, tanto como su hermano, lo miró con estupor — Aún...— susurró, palabras atropelladas, estaba en su límite, estaba agitado, comenzaba a sentirse cansado otra vez, pero ellos estaban mirándolo ¿Verdad? Lo había conseguido, aquello que creyó imposible.


— ¿Kei? ¿Puedes recordarme? — Akiteru se aproximó hacía él, le tomo la mano, tenía la impresión de que estaban temblándole los dedos cuando se permitió acariciarle el cabello, tenía toda su atención, le suplicaba con la mirada — ¿Sabes quién soy? ¿Me recuerdas?


¿Ahora que iba a pasar? Esas dos únicas palabras habían tomado todo de él, era una gran hazaña para alguien en su estado, pero no sabía si sería suficiente. Debería estar satisfecho por este logro, sin embargo el rubio no dejaba de sentirse inútil y frustrado, siempre confundido y asustado, sin entender nada, sin saber nada. Siempre. Maldita sea, siempre...sin poder deshacerse de esa jodida angustia que le atravesaba el pecho.


Sin poder hacer nada para detenerlo, siempre abrumándolo, dominándolo, hundiéndolo. Inútil. Inútil. Inútil. Era tan inútil.


— Señor, que trate de comunicarse con nosotros es una buena señal, pero creo que deberíamos llamar al médico...él parece un poco alterado.


— Si, es verdad...lo siento — el rubio mayor se disculpó con la mirada, se dirigía a él, aún le sostenía la mano. Parecía a punto de llorar, que estaba preocupado, pero que también estaba entusiasmado. Le sonrió — No podemos exigirle demasiado ¿Verdad? Kei lo está haciendo...lo estás haciendo bien — le besó la frente. No podía recordarlo, de verdad lo lamentaba, lo lamentaba mucho. Él lo amaba de verdad y esto estaba destrozándolo.


Podría intentarlo más, quizá podría hacerlo mejor la próxima vez, pero ¿Si no podía? ¿Si no lo lograba? ¿Cuánto tiempo más? ¿Cuánto? ¿Si esto lo vencía?


— Kuroo-san ¿Puede tranquilizarse un poco? El médico va a venir a verlo en un momento.


Parpadeó ¿Quién? Esa mujer estaba hablándole a él, lo miraba, pero tenía que ser un error, ese no podía ser su nombre ¿Qué estaba pasando aquí? Debería ser Tsukishima ¿Verdad? Pero ella lo había llamado Kuroo, de la misma manera que ese hombre ¿Por qué? ¿Qué se suponía que era esto? ¿Era alguna clase de broma? Tenía que serlo, tenía que tratarse de un error, sin embargo nadie estaba riéndose ahí...y Kei no sintió que debiera dudar sobre eso.


No lo hizo incluso si eso trajo más angustia a su pecho y un terrible dolor de cabeza que terminó arrastrándolo a la nada.

Notas finales:

>3< Gracias por leer >3<


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