Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Oblígame por MugiKore

[Reviews - 11]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Aprovechando la cuarentena, he podido dedicar tiempo al capítulo.

En este capítulo veremos el punto de vista del espadachín y veremos a un Zoro lleno de rabia y consfusión.

¡¡Espero que os guste!!

Vio como su compañero salía de la cocina sin decir nada más y antes de que cualquiera de la tripulación pudiese decirle o echarle algo en cara por la escenita de hacía unos minutos se fue a la bodega dando un portazo. No pensaba darle explicaciones a nadie. Además, no había sido su culpa, ¿Quien coño se creía ese cejas rizadas que era para actuar así? ¿Se había vuelto loco? ¿O simplemente era más idiota de lo que pensaba?

 

Cuando recibió la patada su primera reacción fue de sorpresa. No esperaba aquello y el impacto le dejó unos segundos ausente sin saber muy bien lo que acababa de pasar. Pero pronto notó el sabor de la sangre, aquel que después de tantas batallas tan familiar se le hacía. Y volvió en sí. Notó como la ira subía por todo su cuerpo y desbordaba, inundándolo todo a su paso como un volcán en erupción. Ni siquiera lo pensó, ni siquiera fue consciente de que toda la tripulación estaba delante cuando desenvainó las espadas para devolver el ataque.

Lo único que sus ojos le dejaban ver con claridad era al estúpido cocinero. El resto se volvió borroso para él. Como en esas fotos que enfocas algo o a alguien en concreto y el fondo pasa a estar difuminado. Incluso cuando Luffy se interpuso entre sus espadas y Sanji, siguió sin cambiar de posición. Estaba preparado para atacar al rubio en cualquier momento y de no haber sido por su capitán, posiblemente lo habría hecho. No quería ceder. Tampoco pensaba tragarse el orgullo que día a día le acompañaba y que tantas veces le había ayudado a ganar todas sus batallas. Él no era quien había empezado aquello y no estaba dispuesto a desistir así como así. Para su sorpresa, el rubio simplemente aceptó las palabras del Sombrero de Paja y se fue a la cubierta sin pronunciar palabra, como si pudiese decir o hacer lo que le diese la gana sin dar explicaciones a nadie o sin consecuencias.

Esos pensamientos hicieron que la ira volviese a brillar en la mirada del espadachín, que ahora en la bodega, sostenía una jarra llena de Sake en su mano. Dio un largo sorbo disfrutando de aquel líquido que tanto le gustaba. El olor pronto inundó sus fosas nasales y el ardor no tardó en hacerse presente por toda su garganta.

De pronto el recuerdo de aquella conversación volvió a él

 

*Flashback*

 

Era lunes por la tarde y aunque el sol brillaba en todo su esplendor, la temperatura parecía no estar de acuerdo con la gran estrella y el ambiente se notaba frío. Llevaban dos días en la isla Nogún. El lugar era grande y era conocido por el gran desierto que albergaba: El desierto de Kövas. Éste sitio debía su fama a las diferentes especies de animales que se podían encontrar en su amplitud.

Además la ciudad de Nogún tenía grandes comercios donde la tripulación podría encontrar casi cualquier cosa y eso estaba bien porque llevaban días viajando y cada vez estaban más faltos de herramientas, comida y otras cosas.

Le tocaba quedarse vigilando el barco por segundo día consecutivo mientras el resto andaba por ahí de paseo explorando el lugar. Al principio protestó. No era justo que por haberse quedado la noche anterior despierto, bebiendo hasta tarde en la fiesta que su capitán había organizado (como siempre), le tocase quedarse en el barco. A él también le habría gustado echar una ojeada a la tienda de katanas que había visto el primer día cuando llegaron. Aunque finalmente lo aceptó.

A pesar de todo, no le disgustaba estar sólo, de hecho, lo buscaba muchas veces. Era dificil quedarse sólo viviendo en una casa flotante donde no tienes escapatoria si necesitas huir de lo que te rodea. Sobretodo, cuando lo que te rodea es el inmenso mar. Por eso a veces se sentía aliviado cuando ninguno de sus compañeros estaba por ahí montando alboroto o metiéndose en sus asuntos molestándolo. Podía disfrutar de lo que le gustaba sin dar explicaciones a nadie y sin que nadie quisiese mantener una estúpida conversación o cualquier otra cosa que pudiese incomodarle. Cuando estaba sólo podía entrenar, beber, dormir e incluso a veces simplemente prefería quedarse en silencio y dejarse llevar. Le gustaba el ruido de las olas romper contra la orilla y el sonido de los pájaros al llegar a tierra.

Aquel día era uno de esos días en los que quería relajarse y tras un largo rato mirando a ninguna parte en concreto, su mente vagaba sin rumbo con total tranquilidad. Pero esto no duró mucho. Una voz le sacó de sus pensamientos haciéndole dar un pequeño brinco que pasó desapercibido por el contrario.

-Oi, marimo, ¿Qué mierda se supone que haces? -Conocía demasiado bien esa voz. 

-¿Para qué demonios has venido? ¿Quieres pelea? ¿Y a quién llamas marimo, estúpido cejas rizadas? -Gritó poniéndose en frente del rubio y empezando a desenvainar sus espadas.

Sanji empezó a contestar también a gritos, pero se paró en seco. -Mierda, yo no he venido para esto. Quiero hablar contigo, marimo.

-He dicho que no me llames marimo o ¿Es que quieres que te parta en dos? -El comentario podría haberse malinterpretado o tomado a broma, pero por el tono en el que habló el espadachín lo dejó claro. Hablaba totalmente en serio.

-¡Está bien joder! Yo sólo creo que deberíamos hacer una tregua. -Dijo el rubio calmándose.

-¿Una tregua? -El espadachín levantó una ceja.

-No es que me interese llevarnos bien. Es que en nuestra última discusión… Nosotros rompimos varias partes del barco. Franky pasó horas reparandolo después. Además Chopper acabó asustado y llorando y… Es como un niño, es frágil y sensible y no quiero que sufra por culpa de nuestras peleas… Él sí me importa. -No le miró al decir esto último.

Zoro sonrió amargamente. -Así que a partir de ahora habrá que rezarte como el Santo que eres. No sabia que ahora eres el patrón de los desvalidos y los asustadizos. -Por alguna razón tenía una pequeña punzada de dolor en su pecho. Pero la ignoró. 

-¿Es que no te preocupa nadie más que tú, maldito musgo parlante? -Sanji comenzaba a enfadarse de nuevo.

-Chopper sabe cuidarse solo y sino deberá aprender. No podemos salvarle siempre. -Dijo Zoro serio.

Sanji quería contestar. En cierto modo lo que decía el espadachín tenía sentido, incluso podía tener su parte de razón, pero eso jamás se lo admitiría. Además, estaba siendo cruel con un nakama. Intentó hablar, pero su compañero continuó rápidamente.

-Aún así, está bien. Acepto la tregua. -El cocinero se sorprendió. No esperaba gran cosa del alga parlante y menos despues de lo que acababa de oír.

-A mí tampoco me gustó que Franky cargara con nuestra estúpidez. -Añadió. -Y Chopper... Aunque no lo creas yo tampoco quiero verle llorar. -Dijo esto último en voz baja, pero el rubio lo escuchó perfectamente.

 

*Fin del flashback*

 

-Esto no va a quedarse así estúpido cocinero. Me las vas a pagar. -Dijo Zoro hablando sólo mientras miraba el poco alcohol que le quedaba.

Terminó su bebida y lanzó la jarra contra el suelo haciendo que ésta se rompiese y que el suelo se llenase de cristales. 

-Espero que mañana disfrutes limpiando esto, ero-cook. -Pensó para sí. Desde luego, él no pensaba hacerlo y sabía que cuando el turno de vigilancia del rubio acabase, antes de dormir, prepararía el desayuno y por lo tanto iría a la bodega a buscar comida. Se levantó y sintió como el sake había relajado sus músculos y cómo el cansancio empezaba a hacer efecto en él por lo que decidió irse a dormir. No pensaba dejar que el cejas de sushi se saliese con la suya, pero podía esperar a mañana. Inconscientemente, aquella noche se durmió con el rubio en sus pensamientos.

Apenas habían pasado unas horas, cuando despertó de golpe y no supo muy bien cual había sido la causa. Había oído un ruido, como un grito o tal vez eso lo había soñado. No estaba seguro, pero decidió levantarse a comprobar que todo estaba en orden. Un ligero dolor de cabeza martilleaba al espadachín al compás de cada paso.

Se acercó a la puerta que daba a cubierta desde las habitaciones y se asomó con cuidado. Lo que menos quería era encontrarse con el cocinero y tener que pelearse con ese dolor de cabeza aumentando por momentos. Además no quería despertar al resto. No es que le importase, pero no estaba dispuesto a aguantar las quejas de la navegante del barco. Después de él, era quien peor despertar tenía sin duda.  

Al asomarse, vio al rubio levantarse del césped y asomarse por la borda. Éste se encendió un cigarrillo y de pronto, pareció perderse en sus pensamientos. Estaba girado apoyando la mitad de su cuerpo en la barandilla del barco y Zoro sólo podía verle de perfil. Los recuerdos de la pelea le volvieron a la mente y tuvo que hacer un gran esfuerzo por no lanzarse a por el cocinero y terminar lo que habían dejado a medias a la hora de cenar.

Siguió observándole en silencio y cada vez se sentía más furioso. No sabía cómo el rubio era capaz de enfadarle tanto, pero tampoco le importaba, sólo quería demostrar a ese idiota que no podía creerse mejor que el resto por utilizar "un vocabulario más refinado" o "unos modales que demuestran una gran educación". Eso sólo era una fachada y si algo odiaba Roronoa era la gente que aparentaba ser quien no era y el cocinero, no era claro con ellos. De eso estaba seguro.

No se dio cuenta de cómo la ira que había vuelto a surgir se había apoderado de él hasta que sintió la hierba bajo sus pies descalzos. Había abierto la puerta con cuidado y se había acercado casi hasta donde estaba Sanji en silencio. De pronto, le pareció una idea malísima y volvió sobre sus pasos, pero al volver a cerrar la puerta, ésta hizo un pequeño ruido. Se agachó a toda prisa rezando porque el rubio no le hubiese oído y pensando una excusa creíble con la que enfrentarlo en caso de que le pillara, pero al ver que nada pasaba, después de un par de minutos volvió a asomarse.

El rubio aún estaba absorto en el humo del cigarro, pero algo había cambiado. Zoro se sorprendió cuando vió que el otro había empezado a llorar. No supo qué pasaba, cada vez entendía menos qué demonios le pasaba a ese loco, pero una cosa tenía clara: No era su problema. Y que el cocinero fuera un llorica no era excusa para que pudiese actuar como quisiera, pero eso era un tema que resolvería mañana. Ya había visto suficiente y quería volver a dormir así que se dirigió de vuelta a la habitación y se metió de nuevo en la cama.

 

Para su sorpresa, a diferencia de lo que siempre pasaba, Zoro apenas durmió aquella noche

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).