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La primera sonrisa por DarkPledge

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Notas del fanfic:

Esta historia también fue publicada en Ao3 bajo el nombre de The First Smile, es la primera parte de la serie "Él será para ti".

Notas del capitulo:

Estaba tan inspirada que terminé esta pequeña historia en una noche, ¡Perdón si existe cualquier error! 

Sus pequeños dedos se extendieron, más allá hasta que las mangas de su haori ya no pudieron cubrirlos. Hacia las nubes, hacia lo alto. Los plateados cabellos de su padre se movían con el viento y revoloteaban entre sus dedos, le hacían cosquillas, mientras el demonio lo envolvía con un brazo y su estola. Inuyasha tenía la barbilla apoyada en su hombro, observaba hacia las tierras que dejaban atrás, hacia el castillo que iba quedando en la lejanía, aquel lugar donde vivió con su madre hasta que la mortalidad de la naturaleza humana se la arrebató.

 

Surcar el cielo en brazos de un demonio era bullicioso, se dio cuenta. El ruido del viento tronaba de forma molesta sobre sus orejas, los pequeños apéndices se contraían hacia su también plateada cabellera en busca de refugio. Pero sus dedos seguían extendiéndose, intentando alcanzar algunas nubes que pronto quedarían en el pasado.

No quería dejarlas, él quería guardar un puñado de nubes consigo. Un puñado de las nubes que había admirado con su madre durante las tardes soleadas, un puñado de las nubes que habían otorgado agradable sombra durante sus extensas horas de juego en el jardín del palacio.

Las mismas nubes que habían dejado caer agua de lluvia en sus orejas delicadas, las nubes que servían para dejar a su madre maravillada por su imaginación, cuando él veía caballos y liebres surcando el firmamento.

 

Inuyasha quería guardarlas entre los pliegues de su ropa, dentro de su haori rojo, para siempre llevar su puñado de nubes que le recordarían el amor de su madre. La calidez de su afecto, la suavidad de sus caricias, el aroma de su abrazo protector.

 

Cerró los ojos y dejó que los cabellos de su padre continuaran cosquilleando en la palma de su mano extendida, no tenía noción de cuánto tiempo llevaban volando a través de las nubes, sobre la cumbre de las montañas. Todo lo que sabía es que el palacio de su madre quedaría atrás, ahora serían otras nubes las que lo verían crecer con lentitud a causa de su sangre de demonio, ahora serían otras nubes las que lo tendrían que acompañar en el dolor de su pérdida. 

 

Ya no lloraría más, no lo haría. A pesar de su corta edad él comprendía que su madre no regresaría, las décadas habían transcurrido con rapidez y mientras él continuaba luciendo como un niño de cinco años, su madre se había visto plenamente afectada por el paso del tiempo, un hecho que ningún humano podía eludir.

Izayoi en vida había colmado a su pequeño hijo con ternura y amor, había luchado contra la vejez de sus últimos años para darle a Inuyasha todo el cariño que ella sabía, le haría falta una vez que su vida llegara a su término.

Ahora su padre cuidaría de él, Inu no Taishou no había sido una figura ausente durante su crecimiento, pero el amor de una madre no podía ser reemplazado ni por el afecto más sincero, ni por la devoción más pura.

 

Las nubes continuaron cambiando, ahora se mostraban con una leve coloración anaranjada a medida que el ocaso comenzaba a caer. El viento ya no le molestaba en los oídos, primero pensó que ya se había acostumbrado, después cayó en cuenta de que la estola de su padre ahora también protegía su cabeza, ocultándolo dentro de un capullo de suave y blanco pelaje. Era cálido como lo sería una manta durante una fría tarde de invierno, o como también lo sería el abrazo de su madre durante las noches más oscuras, cuando tenía pesadillas y no podía dormir.

Inuyasha se acurrucó un poco más dentro de aquel refugio y exhaló un suspiro tembloroso, un suspiro lleno de melancolía, un suspiro que no estaba destinado a manifestarse en la boca de un niño a tan corta edad.

 

Todo dolía, el pecho se le oprimía y en verdad, en verdad no quería llorar más. Sentía la punta de sus dedos congeladas por haber estado tanto tiempo expuestas al rápido viento pasando alrededor de ellos, cuando contrajo su mano fue sólo para aferrarse con ambos puños a las ropas de su padre. Escondió el rostro en el hueco del cuello del demonio, su olfato capturó su aroma y entonces cerró los ojos con más fuerza que antes. Las manos le temblaron, pero no se soltaron.

Intentó ocultar un primer hipido de lamento, el olor de su padre siempre había simbolizado calma, pero no era para nada similar al de su madre, al dulzor de su preocupación. No quería olvidarlo, no quería dejarlo atrás como estaba dejando atrás al palacio y a sus nubes de infancia.

 

Una palma grande y cálida descansó sobre su cabeza, la estola cosquilleó en las puntas de sus orejas, una inclinación por parte del rostro de su padre envió algunos cabellos del demonio a rozar una mejilla del niño.

 

— Yo también la voy a extrañar.

 

Fue una declaración sólida y carente de titubeo, pero Inuyasha percibió el sentimiento dentro de aquellas palabras. La voz de su padre no tembló en ningún momento, su velocidad al atravesar el cielo no disminuyó, todavía avanzaban hacia adelante, hacia un palacio nuevo, hacia un lugar donde no tendría recuerdos de su madre y donde no encontraría su tenue fragancia que se desvanecería con el paso de las semanas.

 

A pesar de su corta edad, Inuyasha también comprendía que su madre había dejado una huella en el alma de Inu no Taishou. Un demonio poderoso, capaz de vivir miles de años, él había sido tocado por la fragilidad de una mujer humana, que con su partida lo único que dejaba atrás eran recuerdos y a un niño entristecido en sus brazos.

Cincuenta y ocho años podrían ser un breve parpadeo en la vida de alguien como Inu no Taishou, pero aquí estaba, volando entre las nubes con un hijo mestizo en brazos, después de haber sepultado a una humana que había sido superada por la edad.

 

Entonces Inuyasha buscó ocultarse más en el cuello de su padre, y finalmente lloró. Lloró como un niño lo haría al saber que estaba aferrándose a la única persona que le quedaba en el mundo, a la única persona a quien le importaba. 

 

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Las pestañas de Inuyasha revolotearon en su despertar, buscando espantar algunas lágrimas que aún se aferraban en ellas. Todavía se encontraba rodeado por el cálido pelaje de su padre, pero lo que antes se sintió como un sedoso deslizamiento por las nubes, ahora eran pasos. El demonio estaba caminando, ellos habían llegado, pero Inuyasha no sabía a dónde.

A su alrededor se escucharon murmullos, por instinto el niño se contrajo a causa del entorno desconocido, y entonces notó como el cuerpo de su padre se tensó en un amago de protección. Algo que le brindó ligero alivio.

 

— Mi Señor, su hijo lo espera tras el anuncio de su llegada, tal como lo solicitó. —Escuchó la voz de una mujer.

 

¿Hijo?

Inuyasha quiso levantar el rostro para observar interrogante a su padre, pero debido a la estola que aún lo cubría, por debajo del pelaje sólo alcanzó a ver su mejilla rayada cuando él asentía.

 

El demonio pareció cambiar la dirección de sus pasos, Inuyasha sólo pudo aferrarse un poco más con sus pequeños puños a la ropa ajena, sintiéndose invadido por algo de incertidumbre y temor.

No volvió a escuchar más voces rodeándolos, no supo si eso lo tranquilizó o si sólo lo inquietó más que antes. Su padre avanzaba con firmeza y orgullo en su andar, probablemente luciendo una presencia y altura impresionantes, el niño se sintió incluso más pequeño entre sus brazos.

 

El sonido de una puerta abriéndose y él imaginó que habían entrado a alguna habitación, los olores cambiaron, ya no escuchaba el suave silbido del viento, tal vez antes caminaban a través de un pasillo o un lugar similar.

 

— Padre.

 

Alguien mencionó.

 

Instantáneamente la curiosidad de Inuyasha se disparó, sin notar que se había removido como un pequeño bulto inquieto bajo la estola de Inu no Taishou.

 

— Sesshoumaru, esperaba que por fin conocieras a Inuyasha.

 

Tales palabras volvieron a crispar a Inuyasha, no se dio cuenta en qué momento sus manos habían dejado ir el haori del demonio, pero no alcanzó a aferrarse nuevamente, el suave pelaje se desenredó de su cuerpo y repentinamente estaba siendo colocado en el suelo, de pie frente a un desconocido.

¿Así es como se sentían las crías al nacer? Desorientados, siendo sacados súbitamente de su cálida guarida, con las piernas temblando como gelatina y cada sentido en alerta máxima.

 

De inmediato decidió que no le gustó la libertad, él volteó hacia su padre quien lo observaba con una sonrisa tranquila y determinación en la mirada.

 

— Inuyasha, él es tu hermano.

 

Sus pequeñas orejas parpadearon con interés, antes de girar de regreso hacia la tercera presencia en la habitación.

Se trataba de un hombre que lucía mucho más joven que su padre, quien vestía hakama negro, haori blanco con grullas grises en el doblez de las mangas y obi azul oscuro. Inuyasha vio enseguida las similitudes, el brillante cabello plateado, los ojos dorados. El hombre tenía marcas en las mejillas igual que su padre, orejas casi humanas pero puntiagudas, a diferencia de las suyas.

 

¿Eso significa que también es un demonio?

 

Inuyasha sintió la pregunta un poco absurda, esta persona era prácticamente igual a su padre, con diferentes marcas en las mejillas, pero todavía ahí. La luna en su frente lo hizo dudar unos instantes, aunque rápidamente todos los demás elementos conformaron una teoría más sólida al respecto.

 

Mi hermano.

 

No se atrevió a decirlo en voz alta, pero sus grandes ojos de niño no pudieron ocultar la inminente intriga y curiosidad. Aún estaba congelado en su sitio, a un paso de su padre, la sensación de estar desprotegido se había esfumado y ahora sólo estaba concentrado en mirar esos ojos dorados como los suyos. Ni siquiera preocupado de que eso resultara incómodo o molesto para el otro.

El hombre lo miraba de regreso sin tampoco decir nada, su rostro tan tranquilo que podría haber resultado inquietante, pero Inuyasha no pareció notarlo dentro de su inocencia infantil.

 

Finalmente, vencido por la fascinación del descubrimiento, Inuyasha dio un primer paso hacia adelante para acercarse al otro hombre, mientras en su rostro aparecía, por primera vez en mucho tiempo, una sonrisa genuina.

Notas finales:

¡Gracias por leer! 

 

Tengo planeado hacer una serie y esta es la primera parte, de momento son un total de cinco partes que tengo en mente.

 

Cualquier corrección es bienvenida, ¡nos vemos pronto!


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