Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El buen Hijo por LalaDigon

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Alzó la mirada y no le gustó lo que vio. Odiaba su reflejo.

El buen hijo, el que hacía todo lo que esperaban de él. Insulto a Harry cada vez que pudo, lo humilló, lo despreció. Se burlaba de las sangres sucias. Tenía poder y contactos. Usaba a sus amigos. Lucía una marca en su brazo.

Como era un buen hijo, su aspecto era el mejor. Pulcro, arreglado. Los mejores modales. Lo envidian o lo amaban; lo detestaban o le temían. La combinación perfecta entre el hielo y el fuego. Voz dura, mano firme. Ojos grises, pelo rubio. Black y Malfoy en un equilibrio perfecto.

No importaba cuanto luchara, que dijera o hiciera. Nunca podía ser un mal hijo. Mortífago y esclavo.

Miró con odio la plata fundida frente al espejo. Aborrecía su aspecto, su marca y su pelo; Aborrecía todo lo que era.

Todos creían que lo odiaban, casi podía reírse de Potter por eso. El muy iluso creía que lo odiaba más que nadie en el mundo. Como se notaba que era malo oclumancia. Sabría la verdad con solo mirar superficialmente sus pensamientos.

Cuadró los hombros. Su brazo descansaba sobre el lavabo. La asquerosa serpiente se movía por su brazo. Tragó saliva con dificultad. La guerra había terminado, pero ella seguía negra e igual de perfecta que el primer día. Incluso en eso era perfecto en él. Justo en medio de su antebrazo, a la misma distancia de su codo que de su muñeca y con un color uniforme.

Sonrió de lado, por primera vez iba a saldar cuentas con esa preciosidad. Después de todo, ¿no era él todo lo perfecto que podía ser? Si lo era. Y eso se iba acabar, para siempre.

Media y pesaba exactamente lo que era adecuado para su edad. Su cuerpo tenía todos y cada uno de sus músculos marcados suavemente. Pómulos altos, nariz perfecta y ligeramente respingada. Ojos suavemente rasgados. Mentón definido. Sin un solo rastro de barba, ni pelo en los pectorales. Le asqueaba tanta perfección. Ni un solo pelo fuera de lugar, tan buenos modales que la misma realeza se sentiría intimidada. Alumno ejemplar. Excelente audición, exquisita dicción. Voz grave y uniforme. Deslizó una mirada especulativa sobre su reflejo.

Iba a dejar de ser perfecto. Odiaba serlo. Lo había cansado. Si no podía dejar de actuar como tal, iba a dejar de verse como uno.

Suspiró, no bastaba, pero era algo. Un principio. Ínfimo. Insuficiente. Pero era tan buena opción como cualquier otra y su padre no podía llegar a él.

De momento estaba a salvo en Hogwarts. El ministerio le había fallado. Había dejado libre a Lucius. No le alcanza la imaginación para intentar entender como o a quién convenció su padre, pero había salido (nuevamente) ileso de esa guerra.

Solo su orgullo estaba resentido. No sus negocios y menos su posición de poder, con los que movían los hilos en las sombras. Ahora quería que Draco siguiera siendo el perfecto hijo. Que se casará, con una bruja que él escogiera (obviamente no iba a dejar eso a su elección).

Draco iba a ser vendido al mejor postor para sus negocios. Si a él le iba bien dicha persona era un plus, a Lucius le traía sin cuidado. Tenía que darle tantos herederos como pudiera y tenía que hacerse cargo de alguna rama de los negocios. Seguro la que menos le atrajera a su padre. Tenía que seguir insultando a Potter. tenía que burlarse de los muertos en guerra, tenía que defender (abiertamente y con fervor) la pureza de la sangre.

¿Qué más daba si a él le traía sin cuidado? Era un hijo perfecto y era su obligación mantener el listón. ¿Qué aquello era toda una estupidez? No tenía que pensar, solo tenía que hacer lo que se esperaba de él.

Estudió su reflejo. Observó su otra mano. Su varita (una nueva) temblaba entre sus dedos. Volvió a llenar sus pulmones de aire. ¿Para qué retrasar lo inevitable? ¿Qué ganaba pensando en ello una vez más? Nada, lo sabía. Nunca iba a poder enfrentarse a su padre. Las palabras de Potter tras su juicio lo golpearon. «No me agradezcas Malfoy. Eres un cobarde y nada de esto lo cambia» Cuanta razón tenía.

Alzó la varita más decidido que nunca. Con un suave movimiento se levantó la manga hasta el codo y con el estómago revuelto fijo la vista en la nítida calavera.

Diffindo —murmuró y la sangre empezó a manar de su brazo.

El dolor no era más que un recordatorio lejano. Miro la sangre agolparse a sus pies, manchando todo a su paso. El dolor y la picazón solo significaban una cosa: iba a quedarle una marca.

Ya no era tan perfecto.

Su marca ya no era perfecta.

Una avalancha que no había previsto fracturó sus débiles paredes mentales. No tenía por qué parar, nadie estaba ahí para detenerlo. ¿Qué más daba si seguía y seguía?

Ligeramente alucinado por haber tardado tanto en darse cuenta de ese pequeño, pero increíblemente obvio detalle, impulsó su mano o unos milímetros más abajo, allí donde la serpiente salía de la boca de la calavera.

Deffindo —masculló fascinado.

Otro poco de dolor y mucha más sangre.

Ya eran dos marcas y podía sentir una presión liberarse. Como si le quitaran un libro de una larga pila que cargaba entre las manos. Sentía la diferencia, pero aún tenía mucho sobre él.

Repitió el proceso cercenado la serpiente a la mitad, o bueno donde él creía que estaba. La sangre le impedía ver su estaba siendo muy preciso o no, ¿pero que más daba? nadie iba a verlo. Ancló sus ojos en el espejo y vio cómo su pulcra y perfecta camisa estaba vuelta nada.

Juraría que si su pelo fuera de otro color nadie lo reconocería. ¿Draco Malfoy con una camisa manchada, pérdida de sangre y sin inmutarse? No, nadie diría que era él. Y se sintió bien. Se sintió bien no reconocer su reflejo.

Extrañamente mientras su mente se aletargaba, sus pensamientos se dirigieron a Potter. Por primera vez pensó en que él si lo entendería. Él llevaba esa marca inconfundible en la frente y tampoco se la podía sacar, tampoco parecía amarla.

Volvió a estudiar su reflejo. Vio las gotas gruesas y viscosas deslizarse por sus dedos hasta el piso, casi hipnotizado se preguntó cómo se verían en su pecho. Sus párpados le pesaban un poco, solo un poco. Nada que no pudiera controlar. Solo necesitaba recordarse que no debía cerrarlos.

Llevó su mano ensangrentada a la camisa y tiró de uno de sus botones, pero el relámpago de dolor le llegó al codo. Parpadeó deprisa. El dolor le dio una descarga de adrenalina. Quizás había hecho un corte más profundo de lo que tenía en mente, pero no se iba a molestar, todo tenía arreglo y, en definitiva, la cicatriz iba a ser mayor.

Con fuerzas renovadas se valió de sus dos manos para desabotonar la camisa. Le tomó unos instantes más de lo que debería, el dolor en el brazo y la sangre en el botón volvían el trabajo más engorroso. Cuando su pecho se reflejó para él, no se permitió preguntarse qué hacía.

Apoyó en su pecho la varita. La duda lo asaltó. Vertical u horizontal. No es que cambiar algo la verdad, pero transversal no era una opción. Al final decidió lo más fácil y evidente. Horizontal entrarían más en un futuro, lejano o no; así podía repetirlo muchas más veces.

En una parte lejana de su cerebro, una advertencia resonó. No debía seguir por aquella línea. No tenía que pensar en repetir, pero cuando la varita toco la piel debajo de sus costillas sus labios se abrieron antes de racionalizar sus actos.

Deffindo —gimió cuando la piel y parte de su carne se abrió.

Mirando fijamente, esa vez vio y sintió la sangre caer. Un torrente preocupante empezó a emanar la herida.

Estaba hecho.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).