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Edge por Lovis_Invictus

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Notas del fanfic:

[Advertencia]


Spoilers generales de la saga de Harry Potter. Añadiré o retiraré cosas canon también dependiendo del cómo guste que vaya la historia.

Notas del capitulo:

¡Buenas!

Esta historia la había subido hace tiempo a otra cuenta de esta misma plataforma, pero la dejé abandonada y cambié de cuenta. Hace poco volví a encontrarla y quise darle una segunda oportunidad; cambiaré un par de cosas de la narrativa anterior y del fanfic en general para acomodarlo a mi forma de escribir actual, espero les guste.

Les recuerdo que, como dije arriba, esto no es plagio, aún tengo la contraseña de esa cuenta abandonada y de la historia aún publicada allá, puedo otorgar pruebas si me las piden, no denuncien antes de verificar que la historia es de mi pertenencia, gracias.

Sirius rodó los ojos con fastidio; unos días atrás se había peleado nuevamente con Quejicus a la mitad del pasillo, el joven Slytherin venía junto al heredero Malfoy, y él, inseparable, con Cornamenta. Dumbledore les había visto justo cuando enviaban un par de inofensivos Aqua Eructo hacia las serpientes, dejándoles completamente empapados. El director había decidido que desde ese momento y hasta nuevo aviso, en todas y cada una de las clases compartidas tendrían que ponerse en parejas; James con Malfoy y él con Snape. 

Ahora, a la mitad de la clase de adivinación, el mayor de los hermanos Black cabeceaba mientras escuchaba parcialmente la gangosa voz de su profesora hablarles en tono dramático sobre la lectura en la bola de cristal, tema que estarían trabajando durante esa semana y la próxima. Dirigió una rápida mirada a Quejicus, el chico se notaba incluso más aburrido que él; sus orbes grisáceas se pasearon por toda el aula, James intentaba apreciar algo en la bola mientras que Malfoy, frente al de gafas, se limitaba a destrozarlo con los ojos en acto de desprecio, Remus y Peter cuchicheaban al fondo... nada realmente interesante. 

Vencido fijó la vista en el objeto al medio de la mesita, no lo iba a matar intentar ver algo.

Entrecerró los ojos, puso su mente en blanco y se concentró de lleno en el tono magenta que se difuminaba danzante en el centro del cristal, pasando a lila y dorado. De pronto sintió un mareo, como si le hubiesen golpeado en la cabeza y todo se volvió confuso, cambiando en una escala de colores grises con tonos negruzcos.

Lo primero que notó al espabilar fue que él y James se encontraban a lo lejos frente al sauce boxeador, era de noche y la luna llena irradiaba imponente a la mitad del cielo. Conversaban sobre Peter y una indigestión que le había dado al comer demasiado, burlándose de ello; en pocos minutos un jadeante Snape se acercaba varita en mano. Sirius había sonreído y tras susurrarle algo a su hermano del alma le había hecho retirarse. Severus, contrariado, le observaba sin decir nada.

 Él se acercó «¿No quieres saber lo que escondemos, Quejicus? Si tu odio es demasiado grande y no eres cobarde, entra» susurró en tono persuasivo al oído del muchacho y tras detener al sauce el Slytherin se adentró.

Tras un par de minutos esperando James aparecía, él reía y le contaba entre carcajadas lo que había hecho, sin embargo contrario a lo que esperaba el Gryffindor en vez de reír le atestó un doloroso puñetazo en la cara «¡Eres un imbécil!» le gritó antes de entrar al pasadizo. Él observaba el túnel, cuando de repente y sin previo aviso para la bilis que se estaba reuniendo en su garganta un herido James salió, cargaba Snape con dificultad; Sirius enmudeció, el chico entre brazos de su amigo estaba inconsciente y mucho más pálido de lo normal, cosa que hacía resaltar el hecho de estar bañado en sangre y tener el uniforme rasgado, dejando entrever múltiples heridas tanto profundas como frescas. James le ignoraba mientras corría a duras penas con Snape dentro del castillo.

Antes de siquiera comprender lo que estaba observando volvió a marearse, y de repente se vio sentado en una sala, James y Lily acaramelados en el sofá del frente, ambos, e incluso él mismo lucían más maduros. Sonrió al pensar que finalmente Evans le daría el sí a Cornamenta. 

Un llanto dejó escucharse a lo lejos, escaleras arriba, era un bebé. 

«Harry se ha despertado» dijo Lily y se levantó apresurada, dirigiéndose a la segunda planta, pasando a un lado de él sin rebatir en su presencia, como si fuese un fantasma. 

Los matices se revolvieron, colocando otra extraña escena, ésta vez protagonizada por Snape y Dumbledore, ambos mantenían una incómoda conversación sobre una colina desolada a la mitad de la noche, el joven Slytherin era más alto y su cuerpo ahora se veía mucho más desarrollado que en la actualidad resaltando un poco de masa muscular y facciones duras, su siempre apagada mirada ahora se veía mucho más triste, él vestía por completo de negro y su expresión era una que nunca se había molestado en notar: desprendía dolor. 

«La profesía no trataba sobre una mujer, hablaba sobre un bebé nacido a finales de julio» dijo el anciano con voz dura, receloso, con los brazos cruzados pero los dedos de su diestra aferrados notoriamente a su varita. Evidentemente no confiaba en quien tenía al frente.

«¡Sí! ¡Pero él piensa que es el hijo de ella! Planea encontrarlos y asesinarlos. Te lo suplico, protégela, escóndela» había rogado aquel hombre, la desesperación se leía en todo su rostro.

 Dumbledore le observó con una especie de vomitivo desprecio, bajando ambos brazos sin soltar el agarre a la varita «¿En serio te atreves a pedirme que la proteja, sin importarte la vida del padre y el hijo? Eres repugnante»

Snape había lanzado su varita al suelo tras suyo, acercándose firme hacia el anciano, aferró las manos a la túnica celeste de Albus «¡Haré lo que sea! Sólo escóndelos»

 «¿Cómo puedo confiar en ti? ¿Y qué me darás a cambio?» preguntó el director con suma arrogancia, el mentón hacia arriba, desdeñoso.

«Lo que sea» respondió el otro en un hilo de voz. 

La imagen se distorsionó en nueva cuenta, no pudo caber en sí cuando pudo apreciar a un mago cuya cara no logró distinguir debido a la túnica que llevaba puesta, entrar a una vivienda en lo que pudo reconocer como El Valle de Godric, dentro lo primero que hizo fue asesinar vilmente a un desarmado James, a Lily e intentarlo con un bebé. 

Cuando los tonos cambiaron y con ellos la escena su versión adulta descubrió que había un infiltrado en su grupo, el grupo de los buenos, un hombre rubio y regordete que reconoció como su amigo Peter. Sirius tragó en seco, Colagusano  no sería capaz de traicionarles, era un Gryffindor tonto, leal y sincero. Era imposible siquiera pensarlo. 

Aún con ello se vio a sí mismo pelear contra él, verlo con la mirada tan distinta a como era con ellos le daba escalofríos. Al final Pettigrew había huido en su forma animaga después de hechizarle, cortarse un dedo y matar a unos cuantos transeúntes. Con desesperación pudo ver como lo enviaban a Azkaban, culpado de traición a los Potter y el asesinato de catorce personas, incluido su amigo Peter Pettigrew. Pero ese sentimiento duró poco, cuando se percató, frente a sí pudo visualizar a Snape, quien lagrimeante se quejaba con Dumbledore:

«¡Dijiste que los protegerías!» reclamó siseante.

«Ellos confiaron en la gente equivocada, Severus» respondió el mago, la expresión en cara del hombre era incluso peor que la vez anterior. «El bebé sobrevivió» volvió a hablar el anciano después de esperar una respuesta que nunca llegó.

«¡No necesita protección! ¡El señor oscuro murió!» gritó Snape alterado.

«El señor oscuro volverá, y cuando eso suceda el niño correrá un grave peligro» tras un corto mutismo añadió: «Tiene sus ojos» Los orbes ónix de Severus se iluminaron pobremente, haciendo que Sirius se replantease lamentable un par de cosas. Albus tomó la palabra de nuevo «Si de verdad la amabas-» 

«Que nadie... se entere» le interrumpió, su mirada adolorida se perdía en el vacío.

«No desvelaré tu lado bueno, Severus, incluso si día a día arriesgas tu vida por él».

En lo que duró su parpadeo se vio entremedio de otra situación: una celda en lo más alto del edificio de Azkaban, rodeado de tres dementores que le torturaban sin descanso; sucio, delgado, descuidado y al borde de la muerte se aferraba a la cordura con un fino recuerdo, ver a un niño entre brazos de Lily y James, el chico estaba solo y era su deber rescatarlo, sintió.

Cerró los ojos y colocó sus manos en su cabeza, intentando deshacerse de las asquerosas imágenes, más una voz demandante resonando monstruosa le hizo espabilar de inmediato.

«¿Algo nuevo, Severus?» Había preguntado un hombre de repugnante, sucia apariencia, demasiado similar a la de una serpiente.

«Nada, mi señor» dijo Snape arrodillado en el suelo, cabizbajo y sin verle a la cara, con ambas manos tras la espalda.

El sujeto se levantó del trono de piedra en el que estaba sentado y caminó altivo hacia el hombre, el sonido de sus pies descalzos chocando contra las baldosas del piso era lo único que rompía el mortuorio silencio. 

«Tom, Severus, ya te lo he dicho antes» habló con un extraño tono de voz que Sirius no supo identificar y se colocó en cuclillas, tomándole el rostro con las sucias manos de largas uñas negruzcas para obligarle a verle de frente «Tú eres el único que sabe de mi ascendencia, Severus, somos iguales en términos generales. Puedes tratarme mejor» 

Vio a Snape asustado tragar con dificultad y desviar la mirada de los rojizos orbes penetrantes, «¿Qué pensarán los demás? Le perderán el respeto, mi señor» respondió frívolo. 

El sonido de una bofetada hizo eco en el enorme salón pobremente iluminado «Nunca te dije que me ignoraras, Severus; me molesta no tener atención, debes de haberlo deducido ya» soltó incorporándose «A veces eres muy complicado, pero podemos arreglar eso» el tipo metió la mano en la manga de su túnica y sacó su varita «¡Cruciatus! ». Su instinto le gritó que hiciera algo, iba a acercarse al ahora adulto Snape para protegerlo, pero antes de siquiera dar un paso la imagen cambió. 

Y lo entendió, Severus era doble espía, tanto del bando bueno como del malo, y sufría en ambos. Dumbledore no le daba mucha importancia a lo que le sucedía y el tal Tom le torturaba horriblemente entre maltrato psicológico, físico y haciendo uso de maldiciones. Se sintió a morir, pero el disgusto por las crueles escenas le duró poco para llegar al borde de la desesperación. Bellatrix, su prima Bella, le asesinaba a sangre fría frente a un muchacho idéntico a James.

Dio una arcada, era demasiado, tenía que parar, debía parar, pero no lo hizo.

Ahora estaba Severus, el hombre hablaba con Albus, cuya mano derecha estaba gravemente herida y era sostenida por las dos delicadas del Slytherin «Toma esto, confinará la maldición a tu mano» le dijo entregándole un grial de oro con lo que supuso era una poción 

«¿Por cuánto tiempo?» Preguntó Dumbledore, derrotado. 

«Tal vez un año» respondió el hombre y se levantó rápidamente, dispuesto a irse.

«No me ignores, Severus» le detuvo Albus «Ambos sabemos que Voldemort le ordenó al joven Malfoy que me matara. Si él falla cualquiera pensará que el señor oscuro recurrirá a ti... Tú tienes que ser quien me mate, Severus» se cubrió los oídos, dejándose caer de rodillas al suelo, quería gritar hasta desgarrarse la garganta; les vio mover la boca unos momentos hasta que Snape invocaba un patronus, una hermosa cierva, como el ciervo macho que James invocaba de igual modo. Era preciosa, tanto que le hizo recobrar la compostura. Los tres observaron impresionados como ésta salía por una ventana, desapareciendo.

«¡Lily! » Exclamaba el anciano, fascinado, pero segundos más tarde sus ojos azules observaban a Severus con gran lástima «¿Después de tanto tiempo?» 

Y el hombre le sonreía débilmente «Siempre»

Sirius frunció el ceño, ¿Qué tenía que ver Lily? ¿Acaso estaba enamorado de ella? Observó los colores revolverse hasta formar una tinta negruzca Y lo último que pudo ver fue la dolorosa imagen de su odiado compañero ser asesinado por una enorme serpiente, dejándose llevar por la muerte en brazos del mismo muchacho que lo vio morir a él.

Soltó un jadeo, el grito murió en su garganta antes de siquiera poder sacarlo. Estaba de vuelta en el aula, de pie, con toda la clase viéndole atónitos. Sintió tibias gotas bajar por sus mejillas, más el susto le impidió preocuparse en manchar su ruda imagen.

— ¿Joven Black?— preguntó la profesora, acercándose curiosa para analizar su rostro más pálido que el papel— Por Merlín... usted... ¿Qué fue lo que vio?

Sirius negó con la cabeza, tallando sus ojos con el brazo para quitar las saladas gotas y poder ver mejor— ¿Puedo irme?— preguntó despacito.

— Ah... por supuesto que sí— ella tomó delicadamente a Severus por el hombro—. Joven Snape, lleve a Black con la señorita Pomfrey, por favor

El Slytherin obedeció de mala gana. Tomó sus cosas entre los brazos y al ver cómo Sirius temblaba decidió cargar también con los útiles del otro. Ambos bajaron del aula en silencio, el Griffyndor iba enfrente con las manos en las bolsas y la cabeza gacha. Contrario a lo que pensó, Severus no sintió tanto gusto al verlo así, era más grande la curiosidad por lo que había dejado tan sumiso al rebelde de los Black que su odio por él en sí.

Quiso preguntarle qué demonios es lo que había visto, pero no sabía cómo entablar una conversación con el que ya era su enemigo declarado. Prefirió seguirle en silencio por los pasillos. Incluso le sorprendió que el león pasara de largo ignorando a Peeves, quien se mofaba cantando porque el mayor buscapleitos del colegio lagrimeaba en silencio. No quiso admitirlo, pero le preocupó que siendo quien era Sirius dejase que se burlasen de él. Cuando llegaron a la enfermería la tonada de dejó de escucharse. Pomfrey no estaba, por lo que tras colocar los libros del Gryffindor en los pies de una cama cercana dio media vuelta y se dispuso a salir.

— No te vayas, por favor— le habló Sirius por primera vez desde que salieron del aula. Severus vio su muñeca izquierda ser apresada por la fría mano del adolescente, quien pese a estar tan demacrado anímicamente le observaba determinado— Severus... — el aludido pudo notar como el rostro ajeno se deformaba en una mueca dolorosa, y entonces contra toda lógica existente en el plano terrenal Sirius Black le abrazó, su odioso enemigo auto-proclamado, ese imbécil que junto a su grupo de amigos le provocó tanto dolor le estaba abrazado tanto y tan fuerte como nunca nadie jamás lo había hecho.

Su corazón herido palpitaba a la velocidad de la luz, provocándole un agudo dolor; la cabeza le daba vueltas, se sentía mareado; una pequeña parte de su ser, aquella siempre vacía y falta de afecto, deseaba aferrarse a la dulce calidez despedida por el cuerpo ajeno, ansiaba confiar, querer; pese a ello su lado lógico gritó la cruda verdad, regresándolo al mundo terrenal, al final, Sirius estaba afectado por cualesquier cosa que hubo visto en la bola de cristal y como Severus era el único ser humano cerca fue usado de consuelo temporal. No supo qué hacer, si bien gracias al shock no había opuesto resistencia, tampoco poseía muchas ganas a corresponder el gesto. Únicamente dejó que el muchacho se desahogara entre sollozos, era algo mínimo, podía soportarlo. Bueno, lo odiaba, claro, pero no estaba en posición de juzgar pues todo mundo se rompía en determinado momento; con esa frase en mente repitiéndose cuan mantra en su mente paralizada cerró los ojos rezando por que todo pasase rápidamente. 

Ni en un millón de años se hubiese preparado para lo que prosiguió a eso:

— Lo siento... lo siento tanto, Severus— Sirius hablaba entre hipidos infantiles—, Jamás creí que fueses capaz de llegar a tanto por alguien— le apretujó desesperado— Perdóname, por favor... por esto, por todo, yo no... yo... quiero decir... soy un imbécil

La cara de Snape era un completo poema; si alguien esa mañana le hubiese dicho que Sirius Black se quebraría frente a él, lo abrazaría y le pediría disculpas, él le habría mandado un crucio por graciosito. Pero no, ahí estaba, con Black desbordado en emociones aferrándose a él como si fuese lo único a su alcance, y tal vez lo era. El pecho se le oprimió; ésta vez no se trataba de una broma muy bien elaborada, ahora todo era real. Subió tímidamente los brazos e intentó colocarlos en la amplia espalda del contrario, más se vio arrepintiéndose a medio camino, regresando sus extremidades a los costados, rígidas.

Permanecieron así hasta que la joven enfermera, la señorita Pomfrey, arribó. Al ver el deplorable estado del sangre pura votó por darle una poción para dormir, bajo la atenta y aún sorprendida mirada del joven descendiente de los Prince, quien no se fue hasta que Sirius cayó rendido por el efecto del líquido administrado, a petición del mismo Gryffindor.

Cuando salió se encontró al resto de los merodeadores dando vuelta por el pasillo. Potter y Pettigrew le observaron desconfiados, pero antes de cualquiera decir nada Lupin tomó la palabra: — ¿Sigue adentro?— el Slytherin asintió con la cabeza. Remus soltó un suspiro—, Gracias por traerlo, Severus

— Por nada— respondió extrañamente amable y continuó su camino hacia la clase de transformaciones, se le hacía tarde.

—... ¿Ese era Quejicus?— preguntó Peter siguiéndole con la mirada. James se encogió de hombros ante la pregunta y Remus continuaba con los ojos abiertos de par en par— ¿Habrá matado a Sirius? Se veía en paz

Lupin dejó florecer una sonrisa— Se lo merecería, Colagusano, pero lo dudo— dijo, caminando en nueva cuenta hacia la enfermería, con Potter y Pettigrew siguiéndole un par de pasos atrás, quienes aún daban fugaces miradas hacia el pasillo por el que se había ido el .

Remus tocó un par de veces la puerta antes de permitirse el abrirla; la señorita Pomfrey les echó una mala mirada desde el fondo de la habitación.

— ¿Qué están haciendo aquí?— preguntó enfadada, dejó de lado el recipiente qué traía entre manos sobre una mesita y se acercó a ellos, dispuesta a sacarlos—. Él está dormido y las visitas no se permiten

La mujer pareció meditarlo poco, pues de inmediato se hizo a un lado para dejarlos pasar.

— Sólo porque es un caso especial, ya que de verdad me costó calmarlo hace unos minutos— suspiró angustiada—, pobre chico, jamás había visto que un Slytherin se llevase tan bien con un Gryffindor, incluso se quedó esperando a que la poción para dormir hiciera efecto

Los tres leones se observaron entre sí, incrédulos, ¿Severus Snape comportándose de esa forma con Sirius Black? ¿Quejicus? ¿Con uno de los merodeadores? y no sólo eso, sino que era su primer pesadilla, pues si bien Potter hacía bromas continuas éstas eran pequeñas, Sirius por su parte era mucho más salvaje, la mayoría de las veces que Snape había ido a parar a la enfermería eran resultado de la sádica marca Black que el Gryffindor traía en la sangre. 

— Muchachos, ¿les puedo encargar a su compañero un rato?, saldré por un momento, necesito conseguir más herbolaria— sentenció sonriente antes de guardar el frasco de cristal anterior en un cajón y conjurar el mueble en voz baja para que nadie fuese capaz de abrirlo. Se despidió de los alumnos con un breve"ahora vuelvo" y salió del lugar.

— Ese imbécil de Sirius nos debe muchas explicaciones— recalcó James cuando la mujer se hubo ido.

Los tres tomaron asiento en la cama contigua a donde su amigo reposaba con las mejillas humedecidas, esperaron por tres horas entre conversaciones triviales hasta que el sonido de sábanas moverse les hizo voltear.

— ¡Canuto!— saludó James contento.

— ¿Cómo te encuentras? Quisimos ir contigo en cuanto saliste con Severus, pero tuvimos que esperar a que terminara la clase— habló Remus.

— ¡Mierda! ¡La clase con Slughorn!— gritó Peter— Dijo que no podríamos faltar otra vez o nos reprobaría

— No se preocupen por mí— habló Sirius por primera vez, su voz rasposa le impidió conversar con un tono alto, por lo que el resto de merodeadores decidieron callar para poder escucharle mejor—. Puedo quedarme solo— admitió cabizbajo.

Remus frunció el ceño, inconforme y nada convencido con la propuesta del otro— Ni lo pienses— sentenció— ¿Y si nos turnamos? Primero James, luego yo y al final Peter, al fin y al cabo únicamente nos quedan tres horas de clase— Observó a Potter— Cornamenta, diremos que estás cuidando a Sirius, total, la noticia se regó muy rápido

El Black, sin prestar atención a lo último, iba a negar rápidamente y pedirles que se fueran, más su revoltoso compañero de travesuras se apresuró a asentir entusiasmado. Tras chocar puños entre los que se iban y los que se quedaban, la mitad de ellos procedió a retirarse.

Estando ya a solas con James, Sirius tomó un poco de aire de manera nerviosa; Potter le veía con los brazos cruzados y una ceja alzada, interrogante, como cada vez que estaba curioso sobre algo y sabía ya de antemano que se lo dirían. 

Sirius exhaló, se aclaró un poco la desgastada garganta y comenzó a hablar; contó todo a absurdo detalle bajo la atenta y sorprendida mirada del cazador de Gryffindor, comenzando desde la escena en la sala.

Al finalizar James le miró contrariado— No es que no te crea, hermano, pero ¿cómo sabes que en realidad fue una visión del futuro?

— Porque yo vi algo más— Sirius permaneció en silencio un par de segundos bajo los penetrantes ojos miel de su amigo—. En luna llena Quejicus nos seguía, Remus ya estaba en la casa de los gritos y Peter había enfermado, así que sólo estábamos tú y yo. Quise hacerle una jugarreta a Snape para quitarle lo entrometido y te pedí que te fueras— carraspeó nervioso—. Le dije que... Que se adentrara por el sauce boxeador si quería descubrir nuestros planes, después todo fue muy rápido —subió el tono de voz comenzado a alterarse— ¡Remus aulló y se escucharon los gritos de Snape! ¡Yo estaba cegado y cuando regresaste te conté entre risas lo que había hecho! ¡Me golpeaste por imbécil y entraste a rescatarlo y luego saliste herido con el cuerpo de Snape entre los brazos!— gritó— Dioses... ni siquiera sé si estaba muerto

James le colocó ambas manos en los hombros intentando calmarle— ¡Tranquilo! Fue sólo una ilusión

Sirius negó con la cabeza— No es así, hermano. Snape sospecha sobre Remus y yo tenía planeado hacerlo la semana que viene, darle pistas para que nos siguiera

— ¿Qué?— le soltó, completamente impactado— ¿¡Estás lo-

— ¡Por eso te digo que vi el futuro!— lo interrumpió— ¿Recuerdas al tal Voldemort? ¿Ese que anda en boca de todos? ¡Estoy seguro de que es él quien lo hará todo! ¡Escuché su nombre!

James se mordió los labios en ademán nervioso—. ¡Está bien maldita sea! ¡Te creo!— anunció exasperado— Te ayudaré, oráculo viviente, a evitar lo que viste, pero por favor prométeme que no le harás esa estúpida broma a Quejicus

Black asintió, aliviado de sentirse comprendido— Promesa de hermanos

El de gafas de dio un par de palmaditas en la espalda.

— Y hablando de Quejicus ¿Por qué casi todo tuvo que ver con él? Hasta me hiciste sentir mal. Si todo será así entonces Snape ha demostrado ser alguien respetable y creo que... ¡Agh! creo que le debemos una disculpa

Sirius le miró como si estuviese loco—. ¿Eres idiota? ¡No pienso disculparme con él!— gritó desviando la mirada. Esa disculpa vergonzosa entre el llanto de momentos atrás debía mantenerse oculta por el bien a su reputación escolar—. Simplemente dejemos de molestarlo

Bajo el asentimiento de James, Sirius Black se propuso hacer algo al respecto, pues no quería que en verdad sucediese lo que la bola de cristal le permitió ver ¿Y qué mejor manera de iniciar que con la misma bola? 

 

Notas finales:

Por favor, esperen los siguientes capítulos ¡Gracias por leerme!


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