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The beautiful boy and the beast por OldBear

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Parte 2.

9 años y 11 meses después.

En el reino de Hogwarts había una pequeña casa que se encontraba en los límites del poblado de Grimmauld. Aquella cabaña no pertenecía realmente a ese pueblo, pues estaba tan en el linde del bosque que se confundía entre el final de aquel pueblo y el inicio de la arboleda.

En la casa solo habitaban dos personas, quienes eran toda la familia que tenían: Sirius le Black, un alfa lastimado y su hijo adoptivo, Harry Potter, un omega. Cuando Harry era tan solo un pequeño vivía junto a sus padres en La Central, y Sirius, su padrino, fue muy amigo de la familia. Pero aquel alfa se quedó con el niño luego de la trágica muerte de los Potter, y decidió vivir con el pequeño en un lugar más tranquilo y alejado de la gran capital.

En aquel momento fuera del hogar había dos personas sobre la hierba y una de ellas, una joven omega, estaba sentada sobre sus rodillas sin importar ensuciar su vestido con el pasto de su alrededor. El otro, también omega, estaba sentado, las piernas cruzadas mientras daba por finalizada la lección de lectura de aquel día de su amiga.

-Has progresado mucho, Herms.

-Todo te lo debo a ti, Harry. No podría pedir mejor maestro.

Harrigan "Harry" Potter, hijo único de los Potter quien ahora vivía con su padrino, Sirius le Black, era un hermoso omega de diecisiete años recién cumplidos.

Sirius le Black era un inventor considerado loco. Había llegado con su ahijado a aquella casa unos años antes, cuando sus amigos fenecieron en un trágico incendio. De aquel incendio apenas Sirius y Harry pudieron escapar cuando una viga cayó sobre ellos, pero el alfa logró levantarla y ayudó al pequeño quien se había desmayado debido al humo. Aquel tragico día no solo cegó dos vidas, sino también la fuerza física de Sirius, pues quedó con bastantes secuelas que mermaron su fuerza natural.

Desde aquel día el alfa se prometió cuidar al niño que había quedado solo y honrar en gran manera la decisión de sus padres de convertirlo en su padrino.

Una de las razones por las que le Black decidió mudarse tan alejado fue debido a su ahijado. Él no era como los otros omegas y eso lo sabía. A su hijo, pues lo consideraba un hijo, le gustaba leer, aprender, explorar, y eso era reprochado por los otros moradores de los pueblos cercanos. Pues si bien la educación no estaba realmente prohibida a los omegas, ninguna escuela quería aceptarlos pues nadie veía el caso en que un omega supiera leer.

Eso provocó que el mismo Sirius le enseñó a su hijo a leer, pero este aprendió rápidamente. Harry era inteligente, brillante y perspicaz. Le encantaba aprender y compartir ese conocimiento, y Le Black sabía que si no fuera por los prejuicios sociales, su pequeño estaría destinado a grandes cosas.

Por el momento lo único que podía hacer era ayudar a los omegas de los alrededores que querían aprender. No eran muchos los que se animaban a tomar las clases, pues en sus familias también les decían que un omega no necesitaba leer o escribir, solo formar una buena familia. Apenas contaba con tres alumnos por el momento, daban las clases en su casa, de ese modo nadie se enteraba y así sus alumnos no serían juzgados como lo era él. Una de esas alumnas era su amiga, Hermione, hija de los Granger, un matrimonio entre betas.

Hermione se puso de pie, sacudiendo su vestido. Harry también lo hizo, levantando los libros desgastados que habían utilizado.

-Iré a casa, debo preparar la comida, ¿te quedaras?

-No, te acompañaré. Necesito ir al pueblo. -Respondió al tiempo que limpiaba sus pantalones de la hierba, -debo traer pan y conseguir un nuevo libro con el maestro.

Hermione asintió y ambos emprendieron el camino, pero ella se desvió antes de llegar al pueblo principal para tomar el sendero que la llevaría a su casa. Harry continuó hasta llegar al pequeño puente de diez metros donde comenzaba formalmente el pueblo de Grimmauld.

Aun cerca de las once del mediodía el pueblo mantenía un constante movimiento, con un ir y venir de todos de un lado para el otro. Harry los saludó a todos con un ligero asentimiento de cabeza y estos le devolvieron el saludo. Pero tan pronto él se gustaba ellos se reunían para murmurar acerca del omega rebelde, viendo como este solo se la pasaba leyendo e imaginando cosas en vez de ocuparse de mantener sus ropas en completa pulcritud. Reían sin disimulo mirando el dobladillo de los pantalones del muchacho que estaban sucios de tanto andar por el bosque.

Un omega normal debía preocuparse por su apariencia, pues esa era la forma de saber que mantendría la casa de su alfa de forma bien cuidada.

Siguió su camino ignorando aquellas miradas y murmullos y entró con confianza en la pequeña escuela del pueblo. Estaba poco cuidada debido al poco presupuesto que se le destinaba, pero el maestro Lupin, un beta de sonrisa amable y pelo castaño canoso la mantenía como mejor podía. Y si bien Lupin era abierto en enseñarle a todos, incluido los omegas, el alcalde lo tenía prohibido, dictando que eso desequilibraría el estatus entre géneros.

Por lo menos el maestro Remus Lupin le prestaba los libros a Harry con los que podía enseñarle a sus pocos alumnos, pues el hombre sabía de aquello que hacía. Además, lograba hacer uno o dos pedidos al año de algún libro de aventuras de los que tanto le gustaba al muchacho y pudiera leer.

-Buenos días señor Lupin.

Aun siendo sábado y sin necesidad de estar allí el maestro se encontraba preparando sus clases y releyendo ciertos libros. Se dio la vuelta en cuanto escuchó la puerta abrirse, haciendo a un lado lo que tenía en sus manos y se acercó a él con una sonrisa en el rostro.

-Harry, me atrevería a adivinar por qué estás aquí. Terminaste el libro que te presté y vienes por otro.

El sonrojo se instauró en las mejillas del muchacho y tuvo que recordarse que algún día tenía que ir donde el maestro a hacerle una visita y llevarle algún regalo, pues parecía que solo lo usaba para obtener libros. Pero el bochorno le duró un parpadeo y se recompuso rápidamente para revisar la pequeña estantería junto a la pared.

- ¿Tiene algo nuevo?

El maestro asintió mientras buscaba en el librero. Tomó un grueso libro de pasta azul con las esquinas desgastadas y se lo tendió al omega.

-Le pedí este a un buen amigo que vive algo lejos. Tengo la total seguridad de que te gustará.

- ¿De qué trata?

-Es un maestro que le enseña a escribir y leer a unos pobladores para que no firmen los contratos del malvado alcaide que quiere quitarle sus tierras. ¿Sabes que es lo mejor?

- ¿Que?

-Es un omega.

La expresión de Harry demostró el gran asombro que sentía. Un libro sobre un omega valiente que enseñaba a leer a muchas personas prometía ser bastante interesante.

- ¿Está acaso jugando conmigo? ¿Y lo logra?

-Eso tendrás que descubrirlo tú mismo, Harry.

Tomó el libro con agrado, sabiendo que su lectura seria fantástica. El maestro sonrió con sinceridad pero de repente cambio su expresión y pareció volverse ligeramente tímido.

- ¿Cómo sigue tu padrino? -preguntó luego de aclararse la garganta. - ¿su pierna sigue doliendo?

Harry lo vio, tenía la total seguridad de que entre su padrino y aquel beta sucedía algo que ninguno quería contarle, así que solo disfrutaba cuando el uno preguntaba por el otro y parecía avergonzarse más allá de los limites humanos.

-Se siente mucho mejor. Quizás pueda venir a cenar con nosotros en la semana y pueda comprobarlo por usted mismo.

El beta sonrió nerviosamente ante aquella invitación y aceptó ir en la semana, solo para comprobar el estado del alfa y ver si necesitaban algo.

Harry salió de la escuela al poco tiempo ya que tenía que volver a su casa para preparar la comida para él y Sirius.

Mientras caminaba no se percató de que a unos metros de su posición un gallardo alfa, alto, fuerte y guapo desmontó de su caballo, dándole las riendas a su fiel lazarilla, una beta. Ella era bajita y sus ojos eran agudos y pequeños, dándole a su rostro la similitud de una serpiente.

El alfa siguió con la vista el trayecto de Harry, relamiéndose los labios al repasar el cuerpo del omega.

- ¿Lo viste Nagini?

- ¿A quién señor Riddle? -preguntó la beta.

-Al omega más bello, idiota. A Harry, mi futuro esposo.

Nagini se rió sin disimulo y Riddle la vio sin entender su burla.

- ¿Dije algo hilarante acaso?

-Es que señor, Harry es un omega extraño. Todos en el pueblo lo dicen, no es como los demás. Siempre está leyendo, nunca ha ido a la taberna a verlo dar sus demostraciones de fuerza, como los otros omegas. Y no parece adaptarse a las leyes que rigen estos pueblos.

-Mejor-Riddle se pasó una mano por su pelo debidamente peinado, preparándose para atacar a su presa. -Así es más divertido subyugarle. Pero con este no pasara como con los anteriores, este al final será mi esposo.

- ¿No lo dejara después de una noche?

-No, él llevará a mis hijos.

Sonrió con ferocidad y emprendió sus pasos para alcanzar al omega que tenía en su mira. Tomás Riddle era un excelente cazador, y no se le escapaba ninguna presa.

Harry había querido llegar a su casa pronto, hacer la comida y dedicarse a leer. Pero el maestro Lupin había picado su curiosidad con aquel libro y le fue imposible no revisar las primeras páginas mientras caminaba. Algo difícil, pero que él dominaba a la perfección de tantas veces que lo había hecho.

Estaba llegando al pequeño puente para dejar el pueblo atrás cuando unas fuertes manos aferraron su libro y lo quitaron de su vista. Su fascinante lectura siendo interrumpida por Tomás Riddle; el alfa más apuesto y aclamado de los pueblos cercanos.

Harry entrecerró los ojos ante aquella acción, odiando en demasía la interrupción. Él sabía cómo era Riddle y no le interesaba nada que el alfa tuviese que decirle.

- ¿Qué pretendes Riddle?

Tomás revisó el libro que le había arrancado con curiosidad, considerando que no valía la pena debido a la falta de dibujos en él. El omega lo miró con hastío, sabía que todos los omegas y betas, -y hasta algunos alfas- morían por el apuesto y gallardo heredero de los cazadores Riddle, pero a Harry solo le causaba irritación.

- ¿Qué haces con esto? No tiene dibujos ni nada, es aburrido.

Lanzó el libro al suelo considerando que era algo sin valor y Harry tuvo que agacharse a buscarlo.

-Estoy leyendo, Riddle, ¿acaso no lo ves? Muchos preferimos usar la imaginación.

-Oh Harry, los omegas no necesitan leer ni usar la imaginación. ¿Para qué? Un omega como tú solo necesita un alfa, ¿Y qué mejor alfa que yo?

Ahí estaba, Harry sabía que Riddle quería insinuársele. El hombre se le acercó y liberó unas cuantas feromonas alfa. Harry se tapó la nariz con asco, odiando que los alfas intentaran aprovecharse de su condición de omega, pero él no caería en aquellas bajas artimañas.

-Riddle, hay que leer, no todos podemos ser tan estúpidos como tú y estar orgullosos.

Riddle sonrió ante la palabra orgulloso, creyendo que Harry le estaba halagando y sin entender realmente el sentido de la ofensa.

-Solo imagínatelo. Tú, teniendo mis cachorros, unos cinco o seis. Esperándome en nuestro hogar, cocinando para mí y masajeando mis pies luego de un día agotador.

Aquella imagen solo provocó que Harry quisiera alejarse aún más rápido del alfa. ¡Jamás seria esposo de un idiota como él!

-Riddle, me halaga tu propuesta, pero no. ¿Por qué no le pides a Bellatrix? Ella siempre ha demostrado que te ama.

- ¿Quién no me ama en este pueblo? -Preguntó casi riendo, dudaba que alguien no le deseara. - Pero ella es una beta, y tu un omega hermoso que debe llevar a mis hijos.

El alfa Riddle se le acercó con aquella sonrisa de conquistador de la que estaba orgulloso y le rodeó la cintura con galantería, aspirando el aroma de Harry. Nagini aplaudió ante tal despliegue de sensualidad, pensando que ningún omega se resistiría ante tales movimientos.

- ¿Por qué no vamos a la taberna a tomar algo?-el alfa elevó su brazo, flexionándolo para remarcar sus músculos. -Podre enseñarte mi colección de trofeos, mis cabezas de caza y, sobre todo, podrás admirarme mientras narro mis hazañas.

Harry se cansó de toda aquella demostración y pisó con toda su fuerza el pie del alfa. Odiaba que le tocaran de aquella forma.

-Tengo que irme Riddle, un gusto verte. Adiós Nagini.

Se fue sin echarles una última mirada dejando a Tomás sujetándose el pie herido. Nagini vio a su jefe, que seguía con la mirada al omega rebelde.

-Deberías pensar en alguien más. Alguien que no sea tan... raro.

-Al contrario Nagini, Harry ruega por ser mi omega y que lo haga mío. Ya verás.

 

.....................

 

Soltando un suspiro cerró la puerta de su casa en cuanto llegó. Odiaba encontrarse con alfas como Riddle, que se creían superiores solo por su condición. Si bien él era un omega no estaba dispuesto a casarse con cualquier idiota. Harry quería amar a alguien y que se alguien le amara. Pero también deseaba que esa persona entendiera que él no solo estaba destinado a atender un hogar y traer niños al mundo. No, Harry quería enseñar, aprender, ver cosas nuevas.

No estar al lado de un alfa tonto.

Dejó esos pensamientos a un lado y preparó la comida para él y Sirius, quien debía estar trabajando desde temprano. El olor de la comida sobre la mesa fue suficiente para que Le Black emergiera de su taller. Con su bastón en la mano y una cojera permanente se acercó a la mesa para ver lo que Harry había preparado aquel día.

Todo olía delicioso, y sabía mucho mejor. Comieron mientras Sirius le contaba en lo que estaba trabajando esa vez y que quizás, con un poco de suerte, conseguiría una entrada extra para ellos.

Harry miró a aquel hombre con detenimiento. Él consideraba a Sirius como un padre y a veces sentía que era una carga para el hombre pues, si no tuviese que mantenerlo, podría trabajar mucho menos. A él le habría gustado poder trabajar, pero era inútil tan siquiera pensarlo, pues nadie le daba trabajo a un omega en esos pueblos cercanos.

A veces la pequeña-minúscula- idea de casarse para aligerar la carga de Sirius se le cruzaba por la mente.

-Papá, ¿crees que debería casarme?

Le Black detuvo el tenedor a medio camino, sorprendido por aquella oración. No conocía de ningún pretendiente de su hijo y, siendo sincero consigo mismo, no creía que en aquel pueblo existiese alguien digno para su Harry.

- ¿Acaso quieres casarte? ¿Has conocido a alguien?

-No, es solo que... olvídalo. -Desestimó el asunto con un movimiento de su mano y en cambio preguntó; - ¿Crees que soy raro?

- ¿Por qué lo dices?

-Todos en el pueblo lo dicen. Los oigo murmurar acerca de que no me comporto como lo debería hacer un omega.

-Por supuesto -dijo Sirius con seguridad y una amplia sonrisa -te comportas como lo haría Harry Potter, eso es todo. Tú eres tú, ya te lo he dicho.

Harry sonrió sabiendo que el apoyo de Sirius era suficiente para él. Recordó algo y agregó.

-Al estar en el pueblo hablé con el maestro Lupin, lo invité a cenar en la semana, espero no sea un problema.

Sirius tosió ligeramente cuando sintió que se ahogaba con la comida. Harry no supo si su padre se sonrojaba por el bochorno que le producía la mención del beta o por la falta de aire. De cualquier forma el alfa se recompuso lo mejor que pudo y, con una expresión de indiferencia mal lograda murmuró un "no me molesta" y siguió comiendo, tratando de ignorar la risa de su hijo.

-Después de comer saldré rumbo al pueblo del que te hablé, Harry. Estaré de regreso mañana en la tarde, pero no te preocupes, aunque no conozco el camino me informaron que es bastante fácil de llegar. Solo espero que no llueva, esas nubes no me calman en lo absoluto.

 


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