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Los tres reinos: La concepción por Cat_Game

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Notas del capitulo:

¡Hola a todos por aquí!

Debo admitir que soy muy distraído con algunas cosas... Y por los exámenes, más algunos trabajos que he estado haciendo, perdí el documento donde estoy pasando en límpio la historia.

Les prometo que voy a buscar el de la otra de mis historias que sigue perdido, porque entrando la segunda semana de Diciembre, espero tener un poco de tiempo para buscar libretas y documetnos que tengo perdidos.

 

¡Espero que estén bien!

¡Nos leemos pronto!

;)

Parte Uno


XI


 


—Mira lo que traje —expresó con una sonrisa el demonio joven. Sus ojos eran oscuros y combinaban con su tez negra; su cabello era blanco y hacía un juego con sus cuernos grises y pronunciados. Aunque vestía con una media armadura, su cuerpo formado denotaba cicatrices de combates pasados; además sus facciones eran fuertes pero todavía joviales. Sus alas eran grandes y de un tono dorado en la fibra; su cola era pesada y se arrastraba—. Cortesía de algún cliente de por aquí.


El otro demonio parecía casi un adolescente de entre quince y dieciséis años; tenía los ojos rojos con tonos púrpuras, su cabello era de un color morado claro y su tez gris pálida. A diferencia de su compañero, no era de estructura ancha y sus facciones eran menos toscas. Sus cuernos estaban curvados hacia afuera y terminaban con una forma angulada hacia el interior de su cabeza y la punta hacia el exterior. También estaba marcado por algunas cicatrices de peleas, y tenía una que recorría la parte derecha de su barbilla. Sus ojos se movieron hacia la figura de su camarada, pero su rostro no expresó nada en especial.


—Vamos, Jefe, necesitamos celebrar nuestras victorias —insistió el demonio de tez oscura.


El adolescente no replicó. Tomó una cerveza que había sobre la mesa y miró todo el bar. Buscaba un rostro sospechoso que pudiera ser el responsable de esa cortesía de alcohol caro y casi elegante. El grupo de Sadim no solía beber licores de precios exuberantes, pues a diferencia de otros mercenarios, ellos no percibían pagos altos por su trabajo. Nuevamente Sadim miró las dos botellas que Jolgrazog había puesto en la mesa; una era un tipo de licor con tintes de madera y un toque suave; el otro brebaje ardía al contacto con la garganta y servía, de vez en cuando, como método para calentar el cuerpo en temperaturas frías extremas.


—¿No te dijo el barman quién las envía?


—No. Sólo dijo que un cliente mandaba un regalo para los Mercenarios de Arena; es todo.


—Jo, no debiste haber aceptado las botellas. Ninguno de nuestros clientes nos envía presentes; ellos sólo pagan en créditos en efectivo.


—Derek, no es malo tomar un poco de ventaja de vez en cuando —aseguró Jolgrazog—, además, después de una batalla infernal con ese gusano de tierra me siento con ánimos de beber algo bueno.


Sadim tocó las dos botellas y descubrió algo. En el clima hostil y seco de la Zona Verde no era común embriagarse con bebidas calientes o suaves; la mayoría prefería las cervezas frías o licores ligeros.


—Jo, nuestro cliente —Sadim hizo una seña con las manos para enfatizar en la última palabra—, es de la Zona Gris.


—¿Eh?, ¿cómo estás tan seguro? —inquirió Jolgrazog con un rostro de entretenimiento.


Antes de que el Jefe Sadim pudiera decir algo más, una figura encapuchada y con un antifaz de un color blanco y rojo se acercó a la mesa de los dos mesnaderos. El demonio desconocido se sentó una vez hizo una reverencia y pidió permiso. Tanto Sadim como Jolgrazog sabían quién era ese demonio; pero no se inmutaron y sólo continuaron con sus papeles de caraduras.


—¿Puedo? —cuestionó el encapuchado al tomar la botella del licor ardiente. Después la abrió y se sirvió en un vaso enano y ancho—. Espero que les satisfaga mi presente.


—No es nuestro estilo, pero se aprecia el detalle —Jolgrazog dijo con elocuencia fingida.


—Quizás hubiera sido mejor una cerveza ligera y muy fría, ¿verdad? —Sonrió el demonio misterioso.


—Por el calor, sí. Pero —aseguró otra vez el sublíder de los Mercenarios de Arena—, por la ocasión, no.


—Me agrada saberlo, caballeros.


—¿A qué viene esto de invitarnos tragos sin un precio ni petición? —el Líder Sadim rompió la atmósfera de falsedad entre los dos demonios.


—Fui informado de que si necesitaba un trabajo poco honesto debía referirme a ustedes: los Mercenarios de Arena —anunció el demonio encapuchado con su tono elegante.


—Pues fue bien notificado, milord —agregó Jolgrazog.


—No tomamos trabajos sólo porque hemos recibido dos botellas de buen licor sin saber exactamente qué es lo que quieren los clientes —volvió a parlar Sadim con sequedad.


De pronto, el demonio Lord sonrió con satisfacción. El líder era muy joven pero difícil de comprar, mientras que el sublíder era casi de la edad de Astaroth y era fácil de tratar. Astaroth sacó de su túnica una bolsa negra y la colocó sobre la mesa.


—Dos millones de créditos en efectivo por adelantado. Si cumplen la primera tarea les daré cinco millones extras, y si hacen la segunda petición entonces recibirán diez millones más.


—¿Ah? —Jolgrazog fue incapaz de contener su expresión. Inclusive su rostro mostraba sorpresa y un regocijo por ver el dinero frente a él.


Por otro lado, Sadim no se inmutó y contempló con seriedad a Astaroth. Las sospechas eran tales que no podía fiarse de lo que pediría el demonio Lord.


—No aceptamos dinero sin saber qué es lo que hay que hacer —insistió Sadim.


—Tres millones extras, más los dos que ya tienen en este primer pago.


¿Quién ofrecía veinte millones de créditos tan fácilmente? Sadim sabía que sólo los demonios de las altas esferas podían hacer eso, pero a cambio de trabajos imposibles o muy desagradables. Sin embargo, en esta ocasión el que ofrecía ese dinero era el Lord de la Piedra Gris, alguien que podía otorgar esa cantidad con facilidad y pedir lo que fuera.


—Bien, cinco de anticipo —resolvió Sadim—, ¿qué es lo que tenemos que hacer?


—Excelente —expuso Astaroth con suavidad—. Lo primero es rescatar a un prisionero, a un esclavo. El sujeto es un híbrido mitad demonio, así que supongo que no será tan difícil de localizar. De hecho, se encuentra en la base de unos mercenarios de esta misma Zona; yo les enviaré todos los detalles en una carta. Una vez hayan obtenido la mercancía, irán al castillo de la Piedra Gris y podrán recolectar su pago de cinco millones. Allí les informaré del siguiente trabajo; empero —Astaroth agudizó su voz para denotar seriedad—, no podrán negarse o morirán.


—Descuide, milord —parló Jolgrazog—, una vez tomamos el trabajo no nos retractamos.


—Es bueno saberlo —replicó Astaroth.


 


 


—Por aquí; el Señor lo está esperando —el demonio gárgola habló con una voz rasposa y chillona. Caminaba junto a un desconocido por el pasillo alargado.


El demonio portaba unas ropas como túnicas y estaba empapado de la lluvia del exterior; estaba allí para recibir su recompensa. Una vez arribaron a una puerta, el demonio gárgola dejó pasar al desconocido y cerró la compuerta con un sello.


La habitación estaba a oscuras y sólo se percibía la luz tenue del exterior que pasaba a través de la ventana; no había ningún mueble o alfombra en ese sitio.


—¿Y, bien? —se escuchó la voz profunda y varonil como en un eco.


El demonio espía aclaró su garganta; aunque con su vista buscaba la presencia del demonio Lord que lo había contratado.


—El Lord de la Piedra Gris se reunió con los Mercenarios de Arena. No sé de lo que hablaron, pero Lord Astaroth ofreció una cantidad alta de créditos en efectivo.


—¿Lo viste por ti mismo? —ahora inquirió una voz femenina y sensual en el eco.


—S-Sí, mi Lady —aseguró el espía con miedo.


—Gracias por la información —repuso la voz varonil—. Es hora de tu recompensa.


De forma repentina, el demonio espía sintió su cuerpo ser elevado por una mano; luego percibió su cuello ser apretado con fuerza bestial. De forma paulatina perdía la respiración; y por si no fuera suficiente, su cuerpo ardió en llamas. Su voz no podía salir y denotar el sufrimiento. Luego, algo metálico perforó su estómago y le hizo dar un último respiro ahogado. Su vida había sido arrebatada sin una razón aparente.


—Mi Lord —la voz femenina se interpuso en la escena retorcida—, es justo como se lo dije. Lord Astaroth está en busca de Las Siete Llaves.


—Sí —aseguró la voz masculina—, pero no será bueno enfrentarlo directamente. Es ahora donde puedo usar la ventaja de su querido hermano.


—¿El archidemonio?


—Sí.


—Está en el mundo conocido como Exilia, mi Lord. ¿Cómo lo matará?


Por un momento prolongado Samael no replicó. Se acercó a Lilith quién lo acompañaba a su lado, luego la tocó con suavidad del rostro y la besó con un tinte de ternura y depravación.


—Enviaré a Zambrim a una misión secreta.


—¿Matará al niño?


—No —resolvió Samael—, no. Lo que haremos será capturarlo y traerlo al Infierno para así usarlo como una herramienta.


—Mi Lord —Lilith arrebató la palabra. Tocó con cariño los brazos de Samael y pegó su pecho al trozo del demonio Lord. Prosiguió—: para capturar al archidemonio vamos a necesitar un poco más que las armas que usan sus guerreros. Yo puedo ayudarle a conjurar un tipo de magia que causará dolor y tormento en el demonio-arcano; así será más fácil de capturar.


Samael sonrió complacido. Aquella mujer poseía poder y conocimiento espectacular; ella le había enseñado cosas que él había ignorado en su existencia. Lilith poseía un tipo de magia que era capaz de controlar a cualquiera, sin contar que su sola imagen causaba deseos bajos a cualquier alma que se interpusiera en su camino. Samael había descubierto a una guía, una amiga y una amante; estaba enamorado de ella. Debido a esto, Samael había compartido secretos con la misteriosa dama y había conseguido robar una reliquia de las arcas de Mammon.


Desde la llegada de Lilith, Samael se había convencido de que Astaroth planeaba algo; creía que él debía detener el plan del demonio Lord y desmentir su fachada. Ahora sentía seguridad de sus primeras dudas hacia el otro demonio; pues podía asegurar con su propia vida de que Astaroth buscaba convertirse en el gobernador de todo el Infierno.


—Mi Lord —Lilith pronunció con un suspiro refinado—, no debemos permitir que Las Siete Llaves caigan en las manos de un archidemonio.


—Lo sé, Lilith —respondió Samael con un tono embelesado—, lo sé. Y no lo voy a permitir. Dejemos que él capture al esclavo y que crea que tiene la delantera.


Toda su farsa de ayudar en la rebelión y crear el Consejo de Lores, toda su mentira al respecto de que todos tenemos el mismo poder, todo eso debe terminar. Astaroth nos ha engañado, diciendo que no desea el poder; resolvió en silencio Samael. Había descubierto que las acciones de Astaroth no habían sido más que simples actos de estrategia dentro de un plan maestro para obtener el control poco a poco. Ahora estaba seguro de que no podía dejarse llevar por las palabras de ese demonio, y no podía dejar que lo controlara todo. Ya había hecho una tregua con el Lord de la Piedra Azul, un demonio fácil de convencer; empero, no podía obtener el apoyo de Belphegor tan fácilmente, por eso probaría que Astaroth planeaba algo más. Por otro lado, Samael no confiaba en Baphomet, ya que sus intentos de un dialogo habían fallado rotundamente; ese demonio Lord era más impredecible y enigmático que Astaroth.


 


 


Durante los siguientes días, Samael recibió palabra del General Zambrim; efectivamente habían encontrado al ex-príncipe del Infierno. Había llegado el momento de pasar a la segunda fase de su plan. Así que Samael dio la orden de captura.


Sin embargo, las cosas no eran tan fáciles como Samael creía. Los planes a veces fallaban hasta un punto donde las consecuencias eran inaceptables. Sí, el General Zambrim había intentado capturar al archidemonio; incluso se había utilizado la magia negra que Lilith había otorgado, y de todos modos el resultado había sido el inesperado.


 


 


La siguiente carta que había recibido el Lord de la Piedra Negra expresaba los detalles de la misión y lo que esto conllevaría a todo el reino.


—Mi estimado Lord Samael —la voz del demonio gárgola resonó en la sala del trono recién acondicionada. Estaba parado frente a la silla real, frente a su Señor; leía con calma y recelo—: lamento informarle, primeramente, que el General Zambrim ha sido asesinado por el archidemonio en una batalla épica. Nuestro General luchó con estruendo e ímpetu hasta el último momento; sin embargo, el archidemonio demostró su poder arcano y mató a nuestro amado líder. En segunda instancia, le informo que el grupo, bajo las reglas oficiales del Infierno, me han nombrado a mí, Xaug Osthar, como el General de base previa debido al comando que tomé durante la batalla. Le reitero que, Su Señoría, utilicé una estrategia de defensa para asegurar el bienestar de la mayoría del grupo; empero, nuestro enemigo tomó la vida de veintinueve de nosotros, dejando con vida a once soldados incluido yo. En el documento anexo he puesto los nombres de nuestros guerreros para honrar su trabajo en esta misión. Debo revelarle, Lord Samael, que una vez el archidemonio escapó, cruzó el camino del bosque cercano a nuestra posición y se adentró hasta ese sitio. Durante la batalla nuestro grupo lo siguió, ya que habíamos creído que estaba mal herido; pero al arribar al lugar nos dimos cuenta de que —de pronto, el demonio gárgola acalló. Había leído en silencio la siguiente frase. Su cuerpo denotaba nerviosismo; alzó la mirada y descubrió el rostro molesto de su Señor. Tragó saliva y continuó con la lectura—: estábamos en el territorio adyacente al Edén. Nuestro enemigo, una vez mató al General Zambrim, usó un poder sorpresivo y nos dejó en desventaja. Para escapar, como ya le he mencionado, usamos un plan rápido propuesto por mí. Yo me hago responsable de lo que pasó a continuación; donde mi arma asustó al dragón, e hizo que la bestia destruyera el sello del Edén y se escondiera dentro de esa tierra. Nosotros conocemos las reglas y sabemos que si continuábamos no habría vuelta atrás para el reino del Infierno. Lamento decirle que fallamos y cometimos dicho error. En dos días más llegaremos al Infierno y aceptaremos el castigo, incluso la muerte, que usted disponga como resolución.


Samael suspiró con pesadez; a pesar de que sentía ira, el terror lo había dejado sin aliento. Habían violado un antiguo acuerdo de paz entre el Cielo y el Infierno. Él había declarado la guerra al Cielo.


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