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Los tres reinos: La concepción por Cat_Game

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Notas del capitulo:

¡Nuevo capítulo hoy!

¡Hola a todos por aquí!

Espero que se encuentren muy bien y que todos sus deseos estén cumpliéndose... ¡También que estén disfrutando de las fechas de comer todos los días riquísimo! Okey, tal vez no tanto así, pero me ha sido difíicl seguir la dieta en estos días con tantas galletitas, pan, postres y tamales (mexicanos).

Espero que disfruten de este capítulo.

Parte Uno


XIII


 


—Swan —Astaroth habló con un tono aterrador—, manda una señal de emergencia a los otros Señores del Infierno. Diles que nos reuniremos en la Piedra Negra cuanto antes.


—Sí, Señor —respondió Swan con miedo.


—Yo tendré que salir. Quedas a cargo de todo por el momento. Diles que me retrasaré unos minutos, pero no dejes que nadie se entere de mi ubicación.


—¿Va a ir al Edén? —Los ojos del demonio gárgola se abrieron en forma de sorpresa.


—No tengo otra opción. Arxeus está en un territorio Sagrado y los ángeles volverán a usarlo como excusa para atacarnos. El reino no podrá resistir una guerra.


—Pero si usted es descubierto será condenado por el Creador y llevado ante el Consejo A Cargo.


—¡No tengo otra opción! —gritó Astaroth con desesperación real—. Para entrar al Edén debemos declarar un estado de guerra contra más de cinco reinos; no puedo poner a la nación en declive cuando apenas hemos conseguido salir del viejo mandato. Lo sabes muy bien, Swan.


—Incluso así, Señor —insistió el súbdito con una voz preocupada—, usted no podrá entrar al Edén. Sólo el rey del Cielo, el Creador y algunos Nefilinos pueden romper el sello que lo protege.


Astaroth no replicó. Había notado al pánico entrar a su cuerpo de manera lenta; sus acciones habían sido erróneas y había obtenido el peor de los resultados.


—Además —Swan se atrevió a opinar—, usted dijo que no le parecía justo matar a su hermano. Usted dijo que el joven Arxeus no merecía la muerte sólo por haber nacido con un título. Yo… —Swan calmó el temblor de su voz y siguió con sus palabras—: yo estoy de acuerdo con usted, mi Lord. Por eso lo apoyo, porque sé que sus intenciones no son irracionales.


Y, como si fuera un estruendo, Astaroth sintió la necesidad de gritar, destruir y llorar; él tampoco quería matar a su hermano menor. A pesar de que era incapaz de aceptarlo, Astaroth podía empatizar con otros y analizar desde otras posiciones. Creía que Arxeus había buscado refugio, y el Edén era el lugar más seguro para protegerse.


Pero, resolvió en silencio el Lord de la Piedra Gris, pero ha puesto en peligro al reino entero. Su vida se ha convertido en un estorbo, en un caos que lo único que hace es causarme problemas. De forma repentina, Astaroth acalló a su mente. No lo podía creer; aquellos pensamientos habían denotado egoísmo y crueldad.


—El joven Arxeus es su hermano menor, mi Lord —Swan volvió a expresar—, su única familia. Usted lo salvó durante la rebelión porque no quería despojarlo de su derecho a la vida; porque usted sabe que nadie debería decidir eso. Usted lo dijo, dijo que la vida es sagrada.


—¡Guarda silencio, Swan! —advirtió Astaroth con severidad.


Cuando la puerta se abrió, Gilbert entró a la habitación con un rostro seco. El demonio Lord contuvo sus impulsos y respiró con un paso uniforme para conseguir serenidad. Mientras que Swan denotó horror en su cara; temía que su Señor asesinara a ambos en ese momento.


—Tu demonio obeso tiene razón —Gilbert se dispuso a hablar—, tú no podrás entrar al Edén.


No hubo respuesta. Astaroth agachó la cabeza para esconder su expresión.


—Si el archidemonio entró al Edén es porque alguien más rompió el sello y así lo quería. Nadie puede usar el poder del Creador así como así. Incluso entre los Nefilinos sólo hay unos cuantos capaces de abrir las puertas al Edén.


—Mi Lord —Swan usó un tono de voz suave—, todos nuestros esfuerzos serían tirados a la basura. Las cuatro Esferas de la Oscuridad están en su poder; con ellas puede, por fin, contener el Dominio de las Sombras y mantener al joven Arxeus fuera del peligro.


—Si ya posees cuatro de las cinco Esferas de la Oscuridad, entonces un Nefilino podría cerrar el Dominio de las Sombras allí en el Edén.


Empero, lo único que volvió a acontecer fue el silencio pulsante en toda la sala.


—Yo —Gilbert se acercó un poco a Astaroth al seguir con sus frases—, yo conozco a un Nefilino que podría ayudarte.


Sin previo aviso, Astaroth alzó el rostro y mostró una cara inmutada. Era capaz de comprender el miedo que Arxeus vivía en el destierro; él era culpable de lo que le había pasado a su hermano. Entonces, el demonio Lord asintió con la cabeza de forma positiva.


Proteger a Arxeus era la única manera en la que Astaroth creía posible redimir su error. Sabía que nunca obtendría el perdón de su hermano, así que por lo menos le otorgaría una segunda oportunidad.


—Contacta a tu amigo Nefilino. Swan te ayudará con el resto de los preparativos. Yo buscaré una forma de concentrar la atención del Consejo aquí en el Infierno. Nos veremos en el Edén una vez les mande una señal. ¡Swan!


—¿Sí, Mi Lord?


—Lleva contigo las Esferas de la Oscuridad. Después de esto, si logramos conseguir el objetivo, quiero que inicies el proyecto Alfa-Marino cuanto antes y una investigación de cada uno de los Lores del Infierno.


—Sí, mi Señor —Swan replicó con un sentimiento de felicidad y lealtad.


Antes de que Astaroth abandonara la habitación, dirigió su mirada al híbrido.


—Gilbert, no me debes nada. Te salvé la vida y ahora tú salvarás la de mi hermano. Te lo agradezco —reveló el demonio Lord con rapidez.


Gilbert contempló a Astaroth al dejar la sala; de toda las cosas que apenas había descubierto en el castillo de la Piedra Gris, lo más intrigante era ese demonio.


 


 


Astaroth arribó unos minutos más tarde al castillo de la Piedra Negra; fue escoltado por un demonio gárgola que servía al Lord de esa zona. Pasaban unos pasillos iluminados por unas antorchas de fuego verde; Astaroth creía que aquella decoración era falsa y no representaba la verdadera esencia de Samael.


La sala de comando del castillo de la Piedra Negra era circular; tenía una mesa redonda con seis sillas para cada representante del Consejo, la iluminación era un poco mejor que el resto de los pasillos del castillo, pero no suficiente. Las ventanas estaban elevadas como en espiral, aunque estaban protegidas por unas pequeñas compuertas que las mantenían cerradas.


Una vez Astaroth entró a la recámara, encontró a todos sus homólogos. Caminó con elegancia y se sentó en la única silla vacía.


—Bien, por fin ha llegado la persona que podrá explicar qué rayos hacemos aquí y qué mierda está pasando —Belphegor recriminó con molestia.


Las miradas de casi todos se clavaron en la imagen del Lord de la Piedra Gris. Samael, por su parte, no creía posible que Astaroth conociera lo que realmente había sucedido; empero, estaba preparado para modificar la información y hacer ver a Astaroth como el responsable de la guerra que se aproximaba.


—Lord Belphegor, lamento despertarlo tan tarde, pero esto es una emergencia —la voz de Astaroth sonó con seriedad.


—¿Una emergencia? —inquirió Belphegor.


—Sí. No es oficial todavía, pero sé que no hay mucho tiempo.


—¡Maldita sea, sólo habla, Astaroth!


—Lord Astaroth, ¿qué ocurre? —Mammon preguntó con miedo. No tenía idea de lo qué pasaba y no había recibido información previa por parte de su colega.


—Es muy probable de que el Cielo nos invada y nos haga la guerra.


—¿Qué? —Belphegor sonó sorprendido.


—¿Por qué? —Leviathan y Mammon cuestionaron en coro.


Samael, por su parte, contuvo la postura. Por su mente pasaban ideas y teorías de cómo había deducido Astaroth que él había cometido el error.


—¿A caso no siempre hemos estado en guerra? —por primera vez, de todas las reuniones que se habían hecho hasta este momento, la voz de Baphomet se hizo presente como un eco en la sala.


De pronto, los cinco Lores dirigieron su atención al demonio que hablaba.


—No —aseguró Belphegor.


—A mí me parece que sí. No todas las guerras son caóticas y necesitan de ejércitos gigantes para pelearse; existen algunas guerras que se llevan a cabo en los parlamentos, o en las reuniones políticas, incluso en las mismas leyes de los reinos.


—Baphomet, comprendo tu punto —parló Samael—, pero creo que esta vez no podremos detenerlo.


—¿Ah?, espera un momento —Belphegor se puso de pie y golpeó la mesa para continuar—: ¿de qué estás hablando, Samael? ¿Cómo puedes asegurar que estamos en guerra si no hemos cometido ninguna falta al Balance ni al reino del Cielo?


En ese instante, los ojos rojos de Astaroth y los ojos amarillos de Samael se encontraron. Ambos se contemplaban con seriedad y buscaban entre sus rostros una pista.


—Pensé que nuestra sola existencia era una falta hacia el Balance —volvió a sonar la voz de Baphomet.


—¡Déjate de juegos, demonio de sombras! —Leviathan se exaltó.


A continuación, una discusión entre Baphomet, Belphegor, Mammon y Leviathan se desató. Astaroth y Samael se sumergieron en una especie de trance, en una dimensión apartada de la sala de comando. Astaroth sabía que el único de los demonios que estaba enterado sobre Arxeus y su escape del Infierno era Samael; había sido obvio deducirlo en una de las últimas reuniones. Sin embargo, el Lord de la Piedra Gris no sabía cómo era que su homólogo de la Piedra Negra había conseguido esa información. En la otra mano, Samael buscaba las palabras correctas para convencer a los demás de que Astaroth era responsable de ese llamado de guerra. Las palabras de Baphomet eran ciertas; Samael y Astaroth habían entrado a un campo de batalla invisible que sólo ellos dos comprendían.


La siguiente cuestión era averiguar si Samael había enviado a esos demonios que Sadim había mencionado. Astaroth sonrió con seguridad.


—Escuchen —la voz del Lord de la Piedra Gris se interpuso en el parloteo absurdo de los otros demonios—, la Guardia Infernal fue vista cerca del territorio que rodea al Edén.


—¿Eh? —Belphegor se sentó confundido—. Espera un momento, si ellos fueron vistos allí, eso quiere decir que ellos son los culpables de todo.


—No —Samael rebatió con rapidez—, al parecer un grupo de ángeles buscaba a alguien o algo que se encontraba cerca del Edén.


—¿Pero cómo aseguran que era alguien de nuestro reino? —expuso Mammon.


Samael, fuiste tú; Astaroth resolvió en silencio, tú enviaste a tus hombres a buscar a Arxeus. Maldito demonio, pagarás por tus acciones. ¿Oh?, de forma repentina, Astaroth comprendió que Samael jugaba con las palabras. Si él decía que su hermano menor había sido parte del problema, entonces podría poner en riesgo su posición. Empero, si decía que los soldados de Samael habían sido descubiertos, el Lord de la Piedra Negra revelaría la verdad. Veo que quieres jugar contra mí, Samael. Acepto tu reto y espero que una vez pierdas sea mi rostro lo último que veas antes de morir.


—Los ángeles han estado buscando razones para atacar desde tiempos remotos —Astaroth explicó con un tono ceremonial—, eso lo sabemos desde siempre. Hoy no nos debería sorprender que hayan usado una excusa a su favor para ponernos en desventaja. Nosotros no controlamos a cada individuo que habita en nuestro reino, en especial a los mercenarios; sabemos que ellos aceptan trabajos dentro de la nación y a veces requieren salir del territorio. Si la Guardia Infernal vio a alguno de ellos es probable que lo usen como excusa para declarar la guerra.


—¿Fueron mercenarios? Pero tenemos un código que los protege a ellos siempre y cuando no trabajen fuera del reino o tengan clientela externa a nuestro territorio —Belphegor agregó.


—Pero Lord Astaroth tiene razón —dedujo Leviathan—, la vez pasada pusieron de excusa que un archidemonio los había invadido. Se supone que sólo hay un archidemonio aquí, así que no creo que sea verdad esta vez.


—Sin embargo, aunque abramos un canal para el diálogo, volverán a negarse —Samael interpuso—, así que lo mejor será preparar una línea de defensa.


—¿Pelearemos? —sonó exaltada la voz de Mammon—, ¿cómo?


—Será una batalla difícil, pero no hay más opción —insistió Samael.


—Bien —por fin Belphegor usó un tono calmo para hablar—, si eso quieren los ángeles, entonces les daremos guerra. Yo he reclutado unos cuantos nuevos guerreros, aunque necesito de su ayuda con esto. He descubierto que algunos de nuestros enemigos de la resistencia han saboteado nuestras líneas de combate.


—Lo trataremos una vez terminemos con la guerra.


—Podrá tomar mucho tiempo —insistió Belphegor—, y, les guste o no, la resistencia podrá ponernos en riesgo.


—Lo comprendo, Lord Belphegor. Sin embargo, por ahora necesitamos de tu valor y coraje en el campo de batalla. Comandarás a las legiones de tu Zona —aseguró Astaroth—, y a las legiones de mi Zona. El general Kirnan seguirá tus órdenes. Samael y Leviathan serán nuestras líneas de contraataque. Mammon y Baphomet protegerán los sitios de refugio y se encargarán de mantener a los civiles fuera de esto.


—¿Qué harás tú? —dudó con rapidez Belphegor.


—Yo les daré un ataque sorpresa.


—Perfecto. No hay tiempo que perder. Vayamos a la guerra.


Cada uno de los Señores del Infierno abandonó la sala de comando a excepción de Astaroth y Samael. Los dos aguardaron en su silla.


—Excelente manera de evadir las preguntas de los otros —Samael inició la conversación.


El Lord de la Piera Gris dirigió su mirada al otro demonio y lo contempló con severidad. Estaba molesto, pero no era el momento de enfrentar a Samael.


—Tus acciones traerán consecuencias.


—Es más que obvio, Astaroth. Espero que te haya quedado claro que a mí no me puedes controlar como al resto de los Señores del Infierno. No soy una pieza en tu plan.


De un momento a otro, Astaroth se levantó e hizo una reverencia. Aunque no había replicado, había mostrado su desinterés en la provocación de Samael. Caminó hacia la puerta y salió de la sala.


Te destruiré, Samael; aseguró Astaroth en silencio.

Notas finales:

Próxima actualización:  14 o 15 de diciembre.

Ya pronto inicia la segunda parte de esta historia.

¡Nos seguimos leyendo!


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