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Los tres reinos: La concepción por Cat_Game

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Notas del capitulo:

Hola a todos por aquí!

Aviso: esta misma historia la podrán encontrar en mi cuenta de Wattpad: @Cat3Over

;)

 

Llena de mucha acción y locura!!

 

:)

Nos seguimos leyendo!

PARTE UNO


V


El viento soplaba con ferocidad inusual; las nubes se movían a una velocidad alarmante, pues una tormenta se aproximaba y se dirigía hacia el centro y sureste del reino. La temperatura ya había descendido lo suficiente y había penetrado como una cuchilla en las plantas y faunas.


Había una aglomeración en uno de los nuevos cuartos improvisados de la cabaña; la mayoría eran guerreros y los generales principales. Estaba Zambrim, un demonio único, con tres cuernos, dos comunes y uno entre sus ojos, cerca de la nariz. Estaba acompañado de otro demonio, uno de apariencia delgada, con cabellos negros y tez rojiza; su nombre era: Azahrim. Los soldados presentes se empujaban y buscaban un lugar frente a la mesa que contenía todas las armas y nuevas armaduras de formas y colores variados. Enfrente de la multitud se encontraba un joven demonio con su rostro todavía inocente; sus ojos dorados eran grandes y hacían un juego inusual con su cabello blanco y largo y su tez bronceada. No era muy alto, y su cuerpo era delgado y estético; sus cuernos eran alargados y arrojados hacia atrás con una pequeña curvatura, además de que sus alas estaban invertidas y combinaban con el blanco de su cabello.


Samael, Belphegor y Astaroth miraban desde un punto lejano la escena, ya que sabían que eran los últimos detalles antes de partir.


—¡Yo también necesito una nueva espada! —gritó uno de los demonios guerreros de clasificación baja. Se empujaba con otros dos y buscaba llamar la atención del demonio jovencito.


—Sí, sí —sonó la voz suave y aguda del demonio de cabellos blancos—, sus armas ya fueron designadas con el número y nombre de su General.


—¿Y con esto podemos matar a cualquiera de la Guardia Imperial? —cuestionó Azahrim con una voz rasposa.


—Sí, sí. Son capaces de penetrar las armaduras de los proto-demonios y los archidemonios. Además de que con estos armamentos ustedes tendrán oportunidad de montar combates al mismo nivel que ellos.


De pronto la insistencia de los soldados se hizo más y más fuerte; las aclamaciones, preguntas y gritos eran dirigidos al joven demonio. Así duró por casi una hora hasta que todos los altos comandos fueron asignados con nuevos ítems de guerra. Una vez la conmoción se disipó, el pequeño demonio se acercó a las tres figuras más alejadas; portaba de forma atolondrada unas armaduras y se tropezaba de vez en cuando.


Una vez el jovencito se posó frente a los tres líderes de la rebelión, les mostró una sonrisa amable y cálida.


—Sus Señorías, también he diseñado armaduras para sus combates. —Mammon juntó una semi pechera y un protector de cadera baja y se lo entregó a Samael—. Éste es para usted, Líder Samael. Es una armadura que combina con su magia tan especial y genial. —Otra vez colocó dos piezas en sus manos, aunque esta vez la defensa era gruesa y mostraba unas hombreras de picos. Prosiguió el adolescente—: esta armadura es tan resistente que puede sobrellevar ataques directos de archidemonios, arcángeles, Nefilinos, armas mágicas angelicales y magia. Es para usted, Líder Belphegor.


Samael y Belphegor no reprocharon y se mostraron complacidos con el trabajo del demonio ingeniero; aunque ambos habían guardado sus dudas de cómo había obtenido tanta información para crear protecciones adecuadas para ellos.


—Su tercera eminencia, Líder Astaroth, la armadura que diseñé para usted es ligera, pero puede adaptarse a su magia y poder. —A continuación, Mammon mostró un blindaje plateado con una pechera delgada que combinaba con unas botas blanquecinas—. Espero que sean de su entera satisfacción.


Una vez Mammon se alejó con una reverencia, las tropas se alinearon poco a poco. Las rutas ya estaban marcadas y el recorrido comenzaría una vez cayera la noche. Samael comandaba la armada del general Zambirm y era acompañado por Astaroth y el adolescente Mammon. Por otro lado, Belphegor representaba al ejército de Azahrim, el grupo que atacaría directamente y debía resistir más hostigamientos.


 


 


El cañonazo sonó como un llamado de la Muerte y condujo a la rebelión por los dos caminos. Belphegor había dado un discurso conmemorativo donde la guerra debía ser la guía de esa noche. Ambos grupos se separaron al llegar a la puerta del sur de la Zona Negra; al oeste y al suroeste.


Durante el camino, la mente de Astaroth se había mantenido alerta y en un monólogo de auto convencimiento. Matar a su padre y abuelo sería muy fácil y estaba más que listo para cumplir ese cometido. Empero, estaba consciente de que no podía dejar a su hermano menor con vida; sin importar lo que pudiera decir, Astaroth sabía que el segundo príncipe era más poderoso que él y podría usar su ventaja para destruir a la rebelión si así se lo proponía.


Sin embargo, los planes no habían resultado como lo había previsto. De una forma rápida y repentina, cerca de las montañas de la Zona Gris, un grupo de la Guardia Imperial ya había comenzado su ataque. Los soldados rebeldes habían empleado una barrera mágica que Samael había creado.


La movilización fue acertada, dos grupos por los costados y el menos grandes por el frente. Astaroth se había quedado al frente; ya estaba enganchado en la pelea y mataba con facilidad a los soldados del imperio. Por uno momento prolongado la guerra tomó un curso ordinario, donde ambos enemigos se enfrascaron en batallas cuerpo a cuerpo y estrategias lineales.


De forma imprevista resonó un rugido en las cercanías. Había sido un grito bestial, frío y desalentador, tan potente que había sorprendido a los dos grupos. Del cielo comenzó a caer nieve y el viento acrecentó su fuerza. Así, como una sombra, se elevó un objeto con alas gigantescas y un cuerpo alargado como una lagartija de más de mil metros; pero mostraba una armadura metálica de color rojizo.


En unos segundos, el campo de batalla fue destrozado por el fuego que lanzaba el demonio-arcano; además de que usaba su potencia aérea para desbalancear a los demonios. De vez en cuando usaba sus garras y destrozaba catapultas, carros de guerra de madera, ballestas gigantes, entre otras cosas; también interrumpía en grupos condensados. Ese dragón era el rey.


Astaroth sonrió con seguridad y se acercó a la zona que era más asediada; corrió y esquivó algunos golpes y hechizos de los imperiales. Una vez llegó hasta el lugar donde el dragón posaba como una gárgola gigantesca, Astaroth preparó a Sophitia; utilizó su magia para crear un cubo colosal que cubrió el cuerpo del dragón. Esto capturó la atención de la bestia y ondeó las alas para deshacerse del hechizo. Sin embargo, Astaroth ya había entrado a la barrera y había montado a la creatura.


Desde el campo de batalla Samael apreciaba el combate como si fuera un espectáculo de otro mundo; se cuestionaba por qué Astaroth no se transformaba en dragón como el resto de los archidemonios. Empero, sus dudas se acallaron al mirar lo que había ocurrido.


La bestia explotó en una llamarada de tono azul y cayó al suelo; se había encogido y había alcanzado el tamaño promedio de los presentes. Astaroth se posó frente al ente con facciones animalescas; luego se inclinó y contempló el rostro aterrado de su abuelo. Antes de que el rey pudiera pronunciar una palabra, Astaroth rebanó la cabeza del anciano con fuerza y la hizo volar unos metros. El joven podía sentir la emoción recorrer su cuerpo y una energía que lo llenaba.


La tormenta se acrecentó y de entre las montañas otro monstruo descomunal se acercó al campo de guerra. Esta vez, el dragón de armadura blanca y azulada clara se quedó parado frente a Astaroth, y lo miró con sus ojos afilados como un felino; aunque no atacaba, la tensión estaba acechante en toda la zona.


—Matar a tu abuelo no te dará el trono, Ishtar —sonó la voz profunda, fría y distorsionada—, y a diferencia de él, yo no seré tan fácil de derrotar.


—Padre —pronunció Astaroth con un tono calmo.


A unos tres metros a la redonda Samael contemplaba con un sentimiento de incertidumbre; ¿qué pasaría si había sido un plan de Astaroth para ayudar a su padre?, ¿por qué los habían rodeado una vez habían llegado a la zona Gris?, ¿había sido un espectáculo planeado entre ellos dos? Samael negó con la cabeza; ya había escuchado la explicación de Astaroth sobre lo que había decidido.


—No quiero oír tus excusas, Príncipe, pelea si eres capaz de detenerme.


Y como un estruendo, Astaroth se protegió de una llamarada de cristales. A diferencia del rey, el canciller usaba el hielo como su elemento. Astaroth explotó una bola de poder y alejó al dragón unos pasos; extendió sus alas de hueso negro y fibra blanca y esquivó otras bolas de cristal. Utilizó a Sophitia para cortar el rostro del dragón y sacar uno de los ojos; después de unos segundos se movió con prontitud y se alejó de las garras del dragón. Astaroth cobraba su venganza con entusiasmo y una seguridad en su corazón; se deleitaba con los gritos de dolor que el dragón hacía al sentir su arma. Otra vez arribó a la cabeza y enterró la espada en el otro ojo.


—Esto es por lo que me hiciste, demonio-arcano —susurró Astaroth con un tono severo.


Rápidamente, el dragón se sacudió con desesperación y movió su cuerpo como si no tuviera control. Varios soldados salieron volando por el golpe de la cola de la bestia, otros habían sido perforados y aplastados por las garras. Astaroth aprovechó el momento y controló la roca oculta por la nieve; aprisionó al dragón por el cuello y las patas delanteras, dejándolo boca-arriba. Caminó hacia la bestia y se posó en su pecho.


—Y esto es por todas las vidas que tomaste junto a mi abuelo, Ishtar. No te mato para obtener un puesto, sino por lo que has hecho.


Entonces, el último rugido del Canciller Ishtar inundó la escena; había estado cargado de dolor y odio. Astaroth había arrancado el corazón del archidemonio y lo había destrozado como un pedazo de carne insignificante. Por unos instantes el grupo de la rebelión tuvo la ventaja debido a la muerte del canciller y aprovechó el momento.


El combate ya estaba balanceado a favor de los rebeldes y muchos soldados de la Guardia Imperial tiraban sus armas en forma de redención. Por unos momentos hubo una atmósfera de positivismo; los rostros de los rebeldes revelaban muecas de seguridad y cierta felicidad.


Sin embargo, de entre las sombras, un dragón negro, de alas gigantes y con picos al final de sus huesos y lomo, de unas garras resplandecientes y unos ojos azules cristalinos, se movió por los cielos bajos con una velocidad alarmante.


—¡Disparen las ballestas! —el General Zambrim ordenó.


Con prontitud unas ballestas grandes fueron activadas y aprisionaron a la bestia en unas cuerdas llenas de magia de contención. El dragón cayó a suelo y lanzó una extraña llamarada, mas no era de fuego. Los soldados que fueron alcanzados por el poder de la bestia se desvanecieron y sus cuerpos se transformaron en una especie de gas negro que se vaporizaba sin reparo.


Astaroth reconoció el poder de su hermano menor. Suspiró y aguardó en su posición. Sus ojos estaban fijos en el dragón negro, pero su mente vagaba en una discusión interna.


Después de unos intentos por parte de los rebeldes para acabar con la bestia, el dragón se liberó y creó unas esferas negras semi-transparentes que comenzaron a electrificar e inmovilizar a los guerreros. Samael se dispuso a pelear contra el dragón; pues había notado que Astaroth no se había movido. Con ayuda de sus poderes cubrió el extraño poder oscuro que lanzaba por la boca el enemigo; luego voló hacia la bestia y enterró su espada en la nuca del demonio-arcano.


El llanto de la creatura inundó los oídos de los presentes. Astaroth salió de su trance y localizó a Samael, quien quemaba el cuerpo de su hermano. Se acercó a la pelea y detuvo al demonio al colocarse entre los dos.


—¿Qué haces? —cuestionó Samael con impresión.


Empero, Astaroth no replicó.


Unos momentos seguidos, el dragón deshizo su cuerpo en un extraño humo ennegrecido y reapareció con su imagen de un niño entre doce y trece años. De su cuerpo delgado se apreciaban las heridas como causes de sangre que caían en la nieve blanca.


—¿A caso no lo recuerdas, Samael? —por fin Astaroth parló con una voz seca—, yo mataría al rey, al canciller y al segundo príncipe.


—¿Y por qué no lo haces?


El segundo príncipe se alejó unos pasos hacia atrás al escuchar aquella frase; esquivó a unos cuantos soldados rebeldes y se adentró al bosque de pinos nevados que se extendía cerca de las montañas.


—¡No lo dejen escapar! —ordenó Samael a las tropas; pero una extraña ola de poder tumbó a todos los presentes.


Astaroth respiró con profundidad y se dio la media vuelta; él había sido el único que no había caído al suelo.


—Yo lo buscaré y lo mataré —aseguró Astaroth con su voz otra vez pasmada de seriedad.


En seguida, el demonio-arcano entró al bosque. Sin embargo, Samael lo había seguido con cautela para asegurarse de sus palabras.


 


 


Por unos minutos, Astaroth anduvo con un paso tranquilo y analizó las huellas; sabía que su hermano estaba cerca. Cruzó un lago congelado y llegó una especie de cueva que guiaba al subterráneo. Se adentró y caminó por un tiempo corto hasta encontrar al niño de cabellos negros y ojos azules.


—Arxeus —Astaroth pronunció con suavidad.


El rostro de Arxeus denotó miedo y ferocidad. La herida que había recibido por parte de Samael le había impedido regresar a su forma de dragón.


—¿Vas a matarme? —sonó la voz aguda y sauve del joven archidemonio.


Astaroth no objetó. Su mirada recorría la imagen andrógina y tierna de su hermano menor. ¿Lo haría?, y si así era, ¿por qué?

Notas finales:

Pronto, también, podrán encontrar arte de la misma historia (dibujos en general) que se mostrarán en Wattpad.


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