Solitario. Creo que es una forma adecuada de describir mi vida actualmente, mi rutina era simple, quizá aburrida, pero un aburrimiento que de una extraña forma me mantenía feliz. Quizá me estanque en un bucle en el que solo hago las cosas por instinto sin pensar realmente en disfrutar o mirar los detalles en la vida. Este día fue diferente, este día claramente rompió con la rutina, el semestre había acabado, había terminado la preparatoria, ahora podía levantarme más tarde y hacer lo que yo quisiera, al menos hasta Septiembre, cuando debía entrar a la universidad.
La parte mala para mí de las vacaciones era el no tener realmente nadie con quien pasar el tiempo, mis padres sí, están en casa, pero no voy a salir a divertirme con mis padres, claro que no. A eso me refería con solitario, miré mi teléfono, eran las 09:42 de la mañana, Sábado 1 de Julio del 2017.
— ¡Xavier, baja de una vez, el desayuno está listo!— Mi madre gritó sacándome de mis pensamientos.
— ¡Ya voy!— contesté.
Me levanté de forma perezosa de mi cama, mis pies descalzos sobre el piso alfombrado de mi habitación, me asomé por la ventana de mi habitación, la cual dejaba ver el paisaje citadino que brindaba el periférico, el ruido de coches pasando, camiones y transporte público circulando por las calles. Busqué alguna camisa para ponerme y posterior a eso me miré en el espejo de mi habitación.
No podía decir ser una persona poco atractiva, de hecho a primera vista, tenía todas las papeletas para ser alguien popular entre chicos y chicas, cabello rubio y revoltoso, piel blanca, una nariz pequeña y respingada, cejas finas y bien alineadas, labios ligeramente rosados y algo carnosos, así como un cuerpo atlético producto de la natación y el kickboxing, aunque lo que más destacaba eran mis ojos, pues padezco heterocromía, por lo que uno de mis ojos es azul y el otro gris.
— ¡Xavier, baja ya!— volvió a gritar mi madre
— ¡Ya voy, ya voy!— grité
Me puse una camiseta blanca y corrí escaleras abajo, mis pies descalzos volando escaleras abajo, pues a pesar del buen carácter habitual de mi mamá, nadie quiere hacerla gritar tres veces en menos de 5 minutos.
—Buen día— dije besando su mejilla
—Buen día Xavier, siéntate ya— contestó
Como siempre, mi madre me recibía con una sonrisa para el desayuno, mi padre salía temprano, obviamente, trabajando los sábados hasta el mediodía, por lo que en el desayuno solo estábamos mamá y yo, francamente es una de las partes que más disfrutaba del día.
—Ah, por cierto, tu padre te ha dejado un regalo por haber terminado la preparatoria con tan buen promedio— mencionó
— ¿Regalo? ¿Qué es?— pregunté
—No sé, me dejó esta caja y dijo que te la diera— mintió, era muy mala mintiendo ciertamente, pero aparte de eso, noté algo más en su voz, algo similar a pesar cuando mencionó a mi padre.
Sin darle más vueltas al asunto, tomé la caja, que estaba envuelta en un brillante papel de regalo metalizado con un moño rojo, la sacudí un poco y alcé una ceja, se escuchaba algo un tanto voluminoso golpeteando conforme yo zarandeaba la caja, noté que mi mamá había empezado a grabar con su teléfono. Sin vacilar más quité el moño, el papel y abrí la pequeña caja, adentró se encontraba una llave y una nota.
«Felicidades por haber terminado la preparatoria y por haberlo conseguido con un promedio tan maravilloso, creo que ya es hora de que yo te recompense con el automóvil que desde niño has querido.
Te ama.
Papá.»
Mamá soltó una pequeña risa, no sé la expresión que se haya plasmado en mi rostro, pero tomé la llave que había en la caja y me levanté, poco después se escuchó el desenfrenado andar de mis pies descalzos en el piso corriendo a la puerta principal, claro que seguido por mi madre. En cuanto abrí la puerta, sentí una emoción que hacía años no sentía, pues en la entrada había un Mazdaspeed 3 de 2012 en color aluminio metálico.
No cabía en mi sorpresa, por un momento se sintió irreal, mi madre grababa todo. Lentamente me fui acercando al auto, miré la llave y presioné el botón que liberaba los seguros.
—Súbete— Animó mi madre.
Ni corto ni perezoso, abrí la puerta y miré el interior, parecía nuevo el pequeño bastardo, los asientos parecían casi sin uso, el interior estaba realmente impecable, miré todos los botones en el tablero y sonreí, era justamente la versión con la que soñaba, Mazdaspeed 3 Tech Package.
Sin contener la emoción, metí la llave en el arranque y encendí el coche, el sonido del motor era un orgasmo auditivo, miré a mi madre con la sonrisa más grande que alguna vez haya tenido y ella parecía disfrutar con eso, se acercó y se asomó dentro del coche, revolviendo mis cabellos con una sonrisa mientras yo aceleraba un poco el motor.
—Bueno, el coche no se irá a ningún lado, así que ¿Por qué no entras, desayunamos y luego tú y yo vamos de compras en tu coche nuevo?— sugirió
—Vale, me gusta esa idea— contesté
Cerré el coche, activando la alarma y entré con mi madre, de vuelta a la cocina, donde nos sentamos en la barra para tomar el desayuno, amaba el desayuno no solo por pasar tiempo con mi madre, también porque ella cocinaba delicioso y sus omelettes eran una verdadera delicia. Una vez terminamos nuestros desayunos, nos alistamos para salir y nos dirigimos a un centro comercial.
—Si esto es un sueño, que alguien me pellizque— dije al volante del auto.
—Te lo mereces Xavier, los resultados de la preparatoria son grandiosos y bueno, creo que ahora que tienes algo más de libertad gracias a este coche, podrás hacer nuevos amigos, salir con ellos, divertirte— dijo con tranquilidad.
—No sé realmente si estoy hecho para hacer amigos mamá… Digo, no es que no me guste pero los chicos de mi edad solo hablan sobre estupideces— argumenté.
—Xavier, eres muy maduro para tener solo 17 años, pero a veces las “estupideces” pueden traerte momentos inolvidables y divertidos— contestó
—Pues no entiendo como el hablar de futbolistas o cantantes que no saben si quiera que comparten planeta con nosotros puede traer momentos inolvidables y divertidos— repliqué.
—Hijo mío, aún tienes mucho por vivir y a veces siento que te estás perdiendo algunos de los mejores años de tu vida como joven— dijo con un suspiro.
No contesté nada ante eso, a veces sentía que tenían razón mis padres cuando me decían esa clase de cosas, pero a su vez cuando escuchaba a otros chicos de mi edad en conversaciones al más puro estilo «Es que todos los demás porteros se la pelan a Ochoa» o también «La nueva rola del Bad Bunny está con madre, es la verga» me hace pensar realmente que mi generación está conformada por una bola de retardados.
Pasamos un par de horas haciendo compras, ropa para mi madre, dulces que ambos amábamos comer, un libro que tenía mucho tiempo queriendo leer, que habla sobre dos chicos en la década de los 80’s que entablan una amistad única con la cual ambos comprenden mejor el mundo… A veces quisiera encontrar a alguien como los chicos de ese libro.
Para cuando volvimos a casa, el Mercedes-Benz C200 de papá ya estaba en la cochera, nada más verlo, corrí a abrazarlo y sonreí agradecido.
—Gracias por el auto papá, ¡Es perfecto!— exclamé
—Lo mejor para el chico más inteligente de toda el área metropolitana de México— contestó sonriendo
No pude evitar un pequeño sonrojo ante eso y negué —No soy el chico más listo del área metropolitana— contesté mientras papá me revolvía el cabello.
Cuando mi madre y mi padre cruzaron miradas, noté un ambiente bastante raro, no sabría definirlo, solo sabía que algo estaba pasando y yo no estaba enterado de ello, realmente no sabía a qué se debía esa atmósfera tan densa, pero sabía que no me gustaba, por lo que me escabullí de regreso a mi habitación.
Una vez ahí, arrojé mis zapatos y mis calcetines por ahí, tumbándome en mi cama y comenzando a leer aquel esperado libro.
Sabía que algo estaba pasando, pero realmente no sabía si yo debía saber, si debía preguntar; ni siquiera sabía si me gustaría la respuesta tras aquella pregunta, pero algo era seguro, algo había cambiado entre mis padres, y había cambiado para mal.