Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Término por lpluni777

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Saint Seiya pertenece a Masami Kurumada.

Término

 

Se detuvo a oír a un hombre tocar la guitarra en la cima de la montaña, a escondidas del mundo, de quien fuera que pudiese escucharlo —excepto quizás los perros pastores—. Si fue el hecho de encontrar a aquél hombre en medio de la nada; si fue la combinación de acordes de la melancólica canción; o tal vez el encontrar a alguien capaz de hacer algo que él mismo no; entonces el muchacho no lo pudo discernir, pero, sintió una extraña alegría durante el tiempo en que se quedó a oírlo.

Se preguntó si él mismo, con sus propias manos, podría recrear aquél sentimiento algún día.

—¿Te gustaría aprender a tocar la guitarra? —cuestionó sonriente el santo de Sagitario cuando el chico se lo mencionó.

Shura de Capricornio no había pensado en ello, pues todos los días estaba ocupado en aprender idiomas, mitos, estilos de lucha con espadas, qué plantas y animales eran venenosos y cuáles no. Si se tratase de cualquier caballero de menor rango, también debería aprender a manejar su cosmos, pero éso lo hacía con una gracia natural.

—Me gustaría volver a escuchar ésa canción. Es todo lo que sé de momento.

Aioros de Sagitario se rió de su respuesta, pero, le puso una mano en el hombro de manera amistosa y le dijo que no había prisa, que podría aprender cuando quisiese.

Así que, años después cuando Aioros ya no estaba alrededor, Shura se animó con cierta vergüenza a seguir su sugerencia. Durante una misión en su país natal, se fijó en una guitarra tras una vidriera que le llamó la atención por el parecido que tenía a aquella que vio un día en la montaña. Luego no supo dar explicaciones para las excesivas expensas del viaje, pero no fue interrogado mucho tiempo.

—Suena fatal —fue la sincera opinión de Afrodita de Piscis cuando lo encontró practicando en los montes del santuario, aquellos que bordean las doce casas, donde sabía que nadie lograría oírlo.

El santo de Capricornio supuso que no tenía motivos para sorprenderse por la silenciosa llegada de su compañero.

—Gracias por pronunciar lo obvio a viva voz —aunque estaba seguro de que tocaba los hilos en un orden armónico, así que, quizás no afinó lo suficiente—. ¿Qué haces aquí?

—Lo mismo pensaba preguntarte… Y, vine porque me sentía un poco solo.

Shura miró a su compañero.

—¿Quieres-

—No en ese sentido. Digamos que mi última misión resultó un poco deprimente.

—Deprimente —Capricornio arqueó una ceja y dejó de afinar las cuerdas.

—Es un poco complicado ir con Aldebarán en lugar de Deathmask, el chico realmente sufre cada pérdida como si fuese algo personal. Siempre termina siendo más difícil de lo necesario.

—¿Qué ha hecho ésta vez? —de los caballeros de oro, Tauro era uno de los que desconocía la verdadera identidad del patriarca y la muerte de Atenea, así que aunque lo apreciaran por diversas razones, tenían sus reservas para con él.

—Casi se mata para salvar a una niña. No digo que fuese a morir, salió ileso por cuenta propia, pero la niña luego casi se mata por tratar de salvarlo a él. Íbamos contra un bicho persistente.

Íbamos.

—Persistente y muy repulsivo. Además, el veneno no le afectaba y su capacidad de regeneración era ridícula —Afrodita llevó un mechón de pelo, que el viento desarmó, detrás de su oreja—. En fin, no comprendo porqué él ansía tanto salvar a gente tan inútil.

—Aunque no cualquier crío hubiese devuelto el favor. Lo sabes, ¿no?

—¿Cómo iba él a saber éso?

—Es un buen chico.

—Demasiado —una fuerte ráfaga cruzó entre ambos santos durante un minuto de silencio—. Aunque ganó prácticamente solo, así que no puedo enfadarme.

Shura supuso que por éso decidió decir «deprimente». Ya teniendo éso claro, decidió continuar con lo suyo y terminó de afinar la guitarra.

—Suena mejor —opinó Afrodita cuando su compañero probó tocar los primeros acordes.

Shura compartió la historia de la canción en la montaña solo con Aioros. Por suerte, Afrodita era más propenso a hablar sobre sí mismo que a preguntar sobre los demás, así que simplemente se quedó a su lado el resto de la tarde oyendo las combinaciones de notas por medio las cuales Shura intentaba encontrar aquella tonada en sus recuerdos; sin cuestionar nada.

—No sabía que te gustara la música. Me sorprende que no hayas cortado las cuerdas por error.

Deathmask de Cáncer tomó la guitarra que descansaba contra una pared de la habitación. Shura, agotado en la cama, no sintió ánimos para detenerlo.

—Tuve que comprar varias cuerdas de repuesto —su contestación provocó que el italiano sonriese de manera confiada, por supuesto que estaba en lo correcto.

—Ya.

El santo de Cáncer llevó el instrumento a su tórax y probó tocar algunas notas. Le tomó poco tiempo comenzar a formar una serie de acordes con forma.

—¿Sabes tocar? —inquirió Shura durante una pausa, ya más despierto.

—Solo conozco ésta canción, hay un tipo en las puertas del Vaticano siempre la toca, de la misma manera, a la misma hora. A Mei le gusta así que vamos a oírlo seguido.

—Te tomas en serio tu papel como maestro.

—El patriarca lo pidió.

—Ya.

Shura rebuscó por su ropa interior debajo de las mantas, hallándola a la altura de sus rodillas. Se puso los boxers sin destaparse mientras Deathmask regresaba la guitarra a su lugar. El italiano se había puesto los pantalones antes de levantarse de la cama, normalmente él no era tan recatado.

—¿Anoche estabas cansado? —indagó el santo de Capricornio pateando las sábanas para quitárselas de encima.

—Puede ser... ¿Acaso mi rendimiento resultó deprimente?

—Les gusta mucho esa palabra —murmuró—. Pero, no. Solo me extrañó que fueras tú el primero en terminar ya que nunca lo eres.

—Tuve que adentrarme en un volcán por la mañana. Es impresionante, preferiría subir y bajar el Yomotsu cien veces antes que volver a ése lugar.

—¿Y adónde te irás ahora?

Deathmask puso sus manos sobre el colchón y se inclinó para besar levemente el cuello de Shura.

—A unas preciosas montañas en China, que preferiría subir y bajar cien veces antes que volver a pisar el Yomotsu.

Capricornio frunció el ceño con una sonrisa y empujó a su compañero por los hombros.

Deathmask se marchó del décimo templo unos minutos después, prometiendo que traería de regreso algún recuerdo del viaje —seguramente alcohol—.

Shura era bastante reservado, incluso con sus compañeros más cercanos mantenía ciertas distancias. Como cualquiera, tenía sus secretos. De conocer éste, Aioria de Leo seguro lo retaría a un duelo informal.

—Creo que al fin la he aprendido —anunció mientras se sentaba en el pasto cerca de la urna.

Como traidor, a Sagitario se le negó un sepulcro digno en el panteón. Mas como santo dorado, no pudieron echar sus restos fuera del santuario. Así que los dejaron allí, en la cima de Cabo Sunion, donde nadie se acercaba a saludar.

—Aioros, tardé un poco, pero me gustaría que la oyeras.

Había revisado que la guitarra estuviese afinada antes de ir allí así que Shura, sin aguardar por una respuesta, procedió a tocar aquella canción que un día escuchó a escondidas del mundo. Donde se suponía que nadie excepto su intérprete podría oírla.

Aprendió algunos acordes gracias a observar a Deathmask tocar ocasionalmente y solía practicar junto a Afrodita mientras el doceavo guardián cuidaba de su jardín letal.

No estaba seguro de si los dos minutos que había oído de canción cuando era un muchacho eran la tonada completa, pero éstos fueron los que ensayó. Le tomó diez años decidirse a aprenderla y había conseguido no olvidarla, quizás porque la última conversación normal que tuvo con el santo de Sagitario fue respecto a ella. La última conversación que tuvo con el Aioros que tanto admiraba, fue ésa.

—Suena muy bien, nunca la había oído —Shura volteó el rostro para ver a quien acababa de hablar, pues estaba seguro de que no debía haber nadie allí.

Saga de Géminis, a quien rara vez se le podía ver en el santuario, estaba de pie a unos metros detrás suyo; sin intención de ocultarse. Llevaba un ramo de flores entre brazos. Shura evitó sorprenderse.

—¿Te gusta? —también había estado allí, cerca, la última tarde en que Capricornio y Sagitario hablaron. Era una extraña costumbre suya actuar como una sombra del noveno santo.

—Sí, sonaba un poco deprimente.

—… ¿Por éso te gusta?

—Bueno, eran el tipo de canciones que a él le gustaban —Saga se acercó a la urna y colocó las flores alrededor de la base.

—Melancólicas —aclaró Shura mientras se ponía de pie.

—Eso dije.

—Ah —el décimo santo contempló el cielo enrojecido sobre el mar—. Deberíamos volver, ya es tarde.

—Tienes razón. Todos deben descansar bien para dar lo mejor al día siguiente.

Shura sintió un escalofrío al escuchar esas palabras, pues eran las mismas que Aioros siempre repetía cuando los más jóvenes se quedaban tiempo de más en las arenas o se negaban a regresar a las doce casas por cualquier motivo; era un hermano mayor para todos. Finalmente ignoró la sensación y comenzó a andar de regreso al santuario.

—¿Cómo se llama la canción? —Saga lo siguió.

—No lo sé.

—Entonces deberías pensar un título.

—Supongo.

Capricornio llegó solo a las doce casas.

 

Notas finales:

Pensá en cualquier canción que te gustara de tu etapa preadolescente, es ésa, jaja.

Cuídate uvu.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).