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El voto de Parcas por yaoiana

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Notas del capitulo:

Hola a todos y todas, dejamos aquí la actualización del fanfic. Ha sido todo un rato entremezclar la mitología y saint seiya, pero esperamos hacerlo de la mejor manera.

¿ Les ha gustado cómo lo hemos abordado? agradecemos mucho sus comentarios. 

CAPÍTULO 3: PERSPECTIVAS DEL AVERNO

 

Por lo general, la criatura se mantenía vigilante de la puerta del infierno y se  aseguraba que los muertos no salieran y que los vivos no pudieran entrar. Pero a veces su amo lo dejaba libre, como el día de hoy.

Cuando llegaron donde el gran can, este gruñó por lo bajo y la cola con cara de serpiente, empezó a sisear alrededor del hombre. Sintió a su invitado tensarse pero le apretó la mano transmitiéndole seguridad.

 

−Cerberos, él es mi invitado, te pido permiso, pues no es mi intención entorpecer tu función como perro guardián− mencionó la deidad a su mascota quién se acercó buscando que  lo acicalara. Aquello fue una aceptación y la criatura se acercó para olfatear al humano. Al olerlo, podía percibir su esencia en toda la extensión del Tártaro.

 

−¿Quieres tocarlo? − lo animó.

 

El castaño no pudo evitar mirar sorprendido a la enorme bestia, había escuchado de ella pero jamás la había visto, debía admitir que era imponente, pero lo más sorprendente era que tremenda bestia se comportará como un cachorro ante Hades.

 

− ¿Puedo tocarlo sin tener a qué me dejará sin un brazo? dijo en tono burlón mientras se acercaba lentamente a la bestia, cuando estuvo a punto de tocarlo se detuvo. −Tu silencio me da más miedo que Cerberos mismo.

 

Sin más tocó a la enorme bestia la cual se inclinó mientras seguía olfateándolo, eso le hacía sentir incómodo.

 

−       No te preocupes, Cerberos es la criatura que tiene el olfato más desarrollado de todo el universo así sabe quién está dentro del inframundo o quién se acerca a nuestros límites. Su gran tamaño le permite llegar rápido e identificar los invasores y con su cola, los petrifica− sonrió levemente al ver como su can se marchaba tranquilo meneando su cola y siseando feliz− bueno,  a lo que nos compete, el inframundo se divide en tres regiones: Tártaro, los prados Asfódelos y los Campos Elíseos. A pesar de ser la tierra de los muertos, este reino tiene seres vivientes, entre los que destacan árboles frutales, flores de asfódelo, entre otros. Asimismo, presenta accidentes geográficos, entre los que resaltan los cinco ríos.

−       ¿Ríos, árboles frutales?, jamás lo hubiera imaginado− comentó el castaño con asombro.

−       No es porque sea su monarca, pero el inframundo es un reino muy rico. Te explicaré cómo está dividido y ya tú eliges que conocer primero, ¿te parece?

−       Si, ¡¡adelante!! − mencionó emocionado el joven.

−       Bien, comencemos con el Tártaro. De las tres regiones del inframundo, el Tártaro es la que se encuentra a mayor profundidad. En esta  las almas son retenidas, aprisionadas y castigadas. Por ejemplo, tenemos prisioneros a los titanes Tántalo, Ticio y Sísifo.

−       ¿ Y… no… no sé pueden escapar? − preguntó nervioso.

−       Todo el averno está vigilado por mis espectros, al ser un lugar tan extenso, mi reino tiene al ejército más grande del Olimpo. Ellos se encargan de que el orden y el equilibrio se mantenga y que las almas estén en el lugar correcto.

−       Pero…¿ y si hipotéticamente alguno logra escapar?

−       En todos los siglos que llevo de gobernante jamás ha acontecido, si llegase a pasar, Cerberos sería el primero en alertar, acudiría mi batallón más fuerte, luego mis jueces y finalmente acudiría yo.

−       ¿Eres tan fuerte como para contener un titán?

−       Por supuesto, los tres dioses mayores tenemos la capacidad, por eso si alguno de los tres desaparece, el mundo se sumiría en un caos.

−       Recuérdame nunca hacerte enojar− dijo divertido haciendo sonreír al dios.

−       También están los Prados Asfódelos. Allí se encuentra la mayoría de las personas que han fallecido. Se trata de la tierra de la indiferencia. Es decir, que las almas que habitan en esta región  no fueron ni buenos ni malos durante su vida. Esta tierra es cruzada por el río Lete.

−       Es… ¿cómo un limbo?

−       En efecto, por eso es tan importante la Tierra, allí los humanos van marcando su estilo de vida que al final será juzgado y el averno les dará recompensa. Cada cuál libra su destino.

−        Mmm.. pero hasta el momento suena que ninguno tiene una buena recompensa − mencionó acongojado.

−       Aún falta mi pequeño, por último están los Campos Elíseos. Ellos son la región  a la que las personas aspiran llegar una vez que hayan muerto. Los habitantes de estos campos llevarán una vida de eterna libertad y de placeres. Es el paraíso mismo. ¿Y bien?, ¿por dónde quieres empezar?

 

El Pegaso estaba sorprendido, no esperaba que existiera tanta diversidad en el inframundo, ciertamente había un lugar para todos según lo que hubieses echo en tu vida.

 

−       Debo admitir que es muy interesante tu reino… me gustaría empezar por los campos Elíseos− sin pensarlo mucho, tomó la mano del pelinegro, notando su rostro de asombro −no quiero perderme en un lugar tan peligroso, es mejor así.

-        Realmente veo muy difícil que tú puedas perderte en este lugar, además, Cerberos te localizaría en segundos.

 

Pegaso no pudo evitar reír, claramente era una excusa para acercarse más a él, pero él parecía no haber entendido, lo cual le parecía realmente tierno.

 

−       Hasta el gobernante del inframundo tiene su lado tierno, ¡Vaya!

−       Solo gobierno este lugar, no quiere decir que no tenga sentimientos.

−       Perdóname por pensar eso, hablan tantas calamidades de ti, que es difícil siquiera pensar que tienes un lado así.

−       Dicen eso porque siempre estoy neutro ante sus banales problemas. ¿Qué me interesa saber los amoríos de mis hermanos y sus vástagos?− exclamó algo molesto, pues la mayoría de guerras eran perpetradas por los celos y autoritarismo de algunas diosas, entre ellas, Hera. − Dejando eso de lado, los campos quedan retirados, podríamos llegar si me teletransporto, pero quiero que observes el territorio.

 

Hades hizo aparecer de la nada un pequeño silbato de madera. Lo sopló levemente 2 veces y esperó.

 

−       ¿Qué esperamos?− preguntó el menor mirando al cielo tal como lo hacía la deidad.

−       Ya lo verás.

 

A lo lejos y cruzando el firmamento se acercaba un  Drakons. Estas criaturas mitológicas eran serpientes gigantes, a veces poseían múltiples cabezas o eran capaces de exhalar fuego (o incluso ambas), pero la mayoría sólo escupían veneno mortal, además, no tenían alas parecidas a los dragones normales.

 

−       Él es el Drakon Laconia,  uno de los más temibles de todos los Drakons− mencionó al ver cómo la temible criatura aterrizaba frente suyo.

No pudo evitar mirarlo asombrado, pues a pesar de su aspecto temible, al menos para el Pegaso le parecía maravillosamente hermoso. −No sabía que tuvieras uno de estos, siempre quise ver uno de cerca, se me hacen creaturas imponentes pero hermosas.

Algo inseguro se acercó, observo fijamente su largo cuerpo y toco levemente sus alas.

 

−       Debo admitir que me impresionas, eres bastante fuerte y contrario a lo que pensaba, el inframundo tiene su lado interesante, aunque sigue siendo lúgubre.

 

−       Muchos piensan igual y en parte tienen razón, ya que en el Inframundo no llega ninguna estela de luz del sol. Sin embargo, espero que cambies de opinión cuando conozcas los Campos Elíseos.

 

El dios subió al Drakons y extendió su mano para ayudar al castaño a subir. La criatura inició el vuelo, cruzando el averno. El mayor señalaba algunos lugares y le contaba al humano sobre ellos.

Le contó especialmente sobre los cinco ríos que cruzaban sus tierras y cada una de su función.

 

−       El río Estigia es el más grande de los cinco ríos del inframundo, tan grande que le da siete vueltas al territorio. Fue nombrado en honor a la hija de Zeus, ninfa del río. El Lete es la corriente del olvido, nombrado en honor a la diosa homónima. Este río cruza los prados Asfódelos. Quienes beban de sus aguas, olvidarán los eventos previos a su muerte y estarán condenados a una existencia de ignorancia. Ese de allá − mencionó señalando− es Aqueronte, es el más conocido por los humanos.

−       Si, de ese he escuchado, por eso en los sepelios entierran a los muertos con  monedas de oro para pagarle al barquero.

−       En efecto, el río Aqueronte es conocido como el río de las penas o el río del dolor. Una embarcación dirigida por Caronte, se encarga de cruzar este río para transportar las almas desde la tierra de los vivos a la tierra de los muertos.
El río Flegetonte también es llamado el río del fuego porque llega hasta las zonas más profundas  del  Tártaro donde arden llamas perennes. Y finalmente está el Cocito o  el río de los lamentos. En este, se quedan todas las almas que no pueden cruzar el Aqueronte en la barcaza por no haber tenido un entierro adecuado en el mundo de los vivos.

 

Después del recorrido, tardaron un poco en llegar a los campos. Cuando bajaron de la bestia, Hades vio a su acompañante sorprendido y alegre al conocer el paraíso.

 

−       Bienvenido a los Campos Elíseos− le susurró al oído.

 

Estaba tan inmerso mirando ese hermoso lugar, no creía que existiera un lugar así en el inframundo. Fue sacado de su ensimismamiento al sentir tan cerca la respiración del mayor, además, el escuchar su voz tan cerca le hizo estremecer, por lo que no pudo evitar sonrojarse. Aclaró su garganta tratando de recuperar la compostura.

 

−       Es un hermoso lugar, no pensé que existiera un lugar así de hermoso en el inframundo.

−       Bueno… es normal, usualmente se relaciona al inframundo con el sufrimiento y el dolor, es normal que la gente piense eso.

−       Bueno, un mortal normalmente no sabe qué le espera después de la muerte, sólo los mitos y leyendas que se le cuentan y obvio lo que más destaca es que si haces algún mal seguro no vendrías aquí.

−       Comprendo, tal vez tenga que ver con que los humanos no podían aspirar a los campos− observó duda en el caballero y añadió− inicialmente  la admisión estaba reservada para los mortales relacionados con los dioses y otros héroes. No obstante, me parecía injusto que sólo fuera para nosotros, por eso más tarde, se expandió para incluir a los elegidos por los dioses, los justos y los heroicos, donde permanecerían después de la muerte, para vivir una vida feliz y bendecida, y disfrutar de cualquier empleo que hubieran disfrutado en la vida.

 

Mientras caminaban, el menor disfrutaba de todo el paisaje. Los campos parecían tener estrellas y a la vez un sol como si se mezclará el día y la noche al mismo tiempo. Era rico en vegetación, en comida, en el clima… era un lugar magnánimo y perfecto. Las personas se veían felices, dialogando, filosofando, tocando los instrumentos, observando teatro… era como ver lo mejor de la humanidad en un solo sitio.

Otra cosa que lo sorprendió, es que todos  inclinaban su cabeza ante el imponente Dios, en forma de respeto. Hades asentía con su cabeza en forma de saludo.

 

− ¡Mi señor Hades! − se escuchó la voz de una mujer emocionada− hace tiempo que no venía por los campos.

−Megara− mencionó el dios mientras tomaba la mano de la hermosa dama y la besaba− un placer verte también, ¿y tus hermanas?

−Persiguiendo almas, su majestad, últimamente no tenemos descanso− expresó cansada. ¿Qué es lo que pasa en el mundo de los mortales?, Atenea hace un pésimo trabajo.

 

Divisó el rostro molesto del castaño ante la mención de la diosa de la sabiduría. Tal vez el guerrero no la reconocía, pero Megara era un ser demasiado fuerte, ella estaba desde los inicios, incluso antes del Olimpo.

 

− ¿Desean mi ayuda, mi bella dama?

− No su majestad, pero si vuelve al Olimpo, expresarle a Atenea que si no pone orden en la tierra, nosotros las furias tomaremos cartas en el asunto.

−Una tarea que no tomo con el mayor de los gustos− comentó con sinceridad mientras le sonreía.

− Siempre tan condescendiente… me marcho mi señor, con su permiso.

 

Ambos hombres vieron como de la espalda de la mujer salían alas de demonio y luego emprendió vuelo.

 

−       Megara es una de las furias, junto a sus hermanas Alecto y Tisífone. Son las diosas de la venganza y persiguen a cualquiera que haya derramado la sangre de su familia e incluso las pueden seguir después de la muerte− aclaró − incluso muchos dioses les temen, es mejor tenerlas de aliadas.

 

Al castaño le había molestado que hablara de Atenea, hacía mucho que se llevaba bastante bien con aquella diosa, sin embargo, lo que más le molestó fue ver la manera en como Hades le trataba, incluso le había besado la mano, sabía bien que era un signo de respeto hacia otros dioses, pero por alguna razón eso le molesto bastante. El verla irse le alegró.

 

−       Sí, supongo es lo mejor y por ello entiendo tu condescendencia para con ella− ironizó  comenzando a caminar mirando a los que ahí se encontraban, disfrutando de su eternidad. −Desde que llegué me surgió una duda, me cuentas de los diferentes lugares que conforman el inframundo, pero ¿normalmente tú dónde estás? Me es difícil imaginarte rodeado de tanta oscuridad y este el único lugar pacifico en todo el inframundo dudo sea tu hogar, aún no has muerto.

 

−       Bueno… si gustas puedo mostrarte, aunque no estoy seguro si sea de tu agrado después de lo que acabas de decir, no es como que tenga otra opción, debe haber alguien que mantenga un orden en este lugar.

 

−       También imagino que pasas un buen rato con alguna de todas esas mujeres que yacen en este lugar, después de todo eres apuesto, incluso ¿el dios del inframundo puede tener un amorío? − se encontraba indagando en la vida amorosa de Hades debido a que su interés por él, se había despertado y verlo tan amistoso con Megara le resultaba intrigante, tal vez ellos tenían una relación más cercana.

 

El mayor sonrió y negó, le agradaba el interés que estaba demostrando el oji avellana.

 

-        Amé a alguien, pero no esa persona a mí. Hice algo malo y la lastimé, no merezco ni siquiera mencionar su dulce nombre− comentó con nostalgia. − Soy diferente a mis hermanos en ese aspecto, ya aprendí  que de nada sirve imponer mi voluntad en el otro ser, no se obtendrá nada más que dolor y sufrimiento y como puedes ver, de eso ya hay mucho aquí… con las únicas mujeres que tengo cercanía, son Hécate y Pandora, tengo su lealtad y ellas mi respeto y protección.

 

No percibió en qué momento había tomado aire esperando esa respuesta, el cual soltó con tranquilidad al escuchar al azabache. Si bien todos los comentarios hacia Hades eran negativos, no podía negar que también había comentarios de curiosidad. Muchos mortales y semidioses se preguntaban por qué no había ningún descendiente del averno. Para él también era todo un misterio.

Sabía que Hades había raptado a Perséfone y la había hecho suya. Era una historia conocida por todos ya que  el mundo empezó a sufrir por ello… las distintas estaciones del clima eran una fiel evidencia de ese acontecimiento.

 

−       Mmmm, ¿entonces esa persona no vive contigo?

−       No, vivo en el palacio con Pandora, los jueces, algunos generales y las doncellas que atienden el lugar.

−       Ya veo.

−       ¿Quieres conocerlo?

−       Me encantaría−mencionó.

−       Bien, sujétate− expresó para tomar al menor de la cintura y teletransportarse al palacio.

 

En un santiamén, estuvieron al frente de la monstruosa construcción. Era una edificación muy grande, de piedra, fortificada y cercada de murallas, fosos y otras obras, que servía para defenderse de los ataques del enemigo. Su color era mezcla entre negro y bronce, todo lo contrario al del Olimpo que era de plata y oro. El palacio contaba con varias salas magníficas hechas enteramente de plata o de oro y grandes objetos y reliquias talladas tanto por dioses como por mortales.

Finalmente pero no menos importante, frente al palacio se encontraba el Jardín de Perséfone, uno de los jardines más bellos del universo, en el que se encontraban cientos de las estatuas de piedra que hacía Medusa.

 

−Aquí es donde vivo.

 

Miró el enorme palacio con asombro y con tristeza, pues a pesar que era un enorme palacio digno de admirar por la infraestructura y los tallados que había en las diferentes cámaras, era algo oscuro. Al ver el jardín sonrió sin poder evitarlo.

 

−       Vaya esas estatuas dan un poco de miedo ¿no crees?− dijo en tono burlesco notando como Hades se acercaba a una de ellas.

 

−       Si te interesa saber, son personas reales. Medusa tiene fama de hacer piedra quien le mira a los ojos.

 

−       Recuérdame ni siquiera mirarla, aun quiero vivir y no necesariamente como una roca− dijo mientras golpeaba ligeramente una de las esculturas.

 

El peli negro le mostro todo el palacio, cada habitación era única y con ciertos detalles que de no ser porque iba acompañado del dueño de esa construcción, cualquiera temería ser atrapado.

 

−       Tienes una vida bastante interesante, nada que ver con la mía… para serte sincero, la mía es muy simple, solo soy un semi dios que no hace más que seguir las órdenes de Poseidón y Zeus. Tampoco tenía interés en objetar sobre mis deberes asignados, pero ahora que te conozco, veo que incluso el inframundo tiene su lado interesante, quizá la tierra de los mortales sea igual y ahora entiendo un poco el por qué cometen perjuicios.

−       No me importa que los demás hablen de mí y me tiene sin cuidado lo que piensen, pero por alguna razón, si me importa tu opinión− mencionó mientras tomaba el menor del mentón− desde el primer momento en que te vi, supe que eres especial, no por ser un semidiós ni tampoco por ser el hijo de mi hermano, sino porque tu alma tiene una chispa especial.

 

La deidad sentía como su cosmos fluía y se entrelazaba con el del menor. Lo percibió desde que lo conoció y en este recorrido a su lado lo confirmó. Se acercó lentamente a esos finos labios y al no sentir protesta, tomó esa boca con parsimonia.

No esperaba que el dios del inframundo pensara eso sobre su persona, aunque entendía a qué se refería. Por alguna razón, el cosmos de Hades le había atraído desde el momento en que se habían conocido. Estaba inmerso en sus pensamientos hasta que sintió como el mayor tomaba sus labios, no le desagradaba así que le correspondió profundizando el tacto con el mayor.

En ese momento, se escuchó como alguien llamaba a la puerta sacando al peli negro de sus pensamientos, el recordar ese momento pasado con el Pegaso, lo hizo ensimismarse sin percatarse de su entorno.

 

−       Adelante− indicó para que la persona que le había interrumpido, entrase.

−       ¿No interrumpo? parecías un poco ocupado− entró el castaño sentándose cerca de Hades.

−       No interrumpes, sólo recordaba− suspiró para luego posar su vista en los labios de Seiya. Quería besarlo, quería volver a sentir la sensación de sus labios, de su boca y su cuerpo.

 

El caballero de bronce se sintió intimidado ante aquella profunda mirada, desvío su rostro sonrojado y evitó perderse en aquellos pozos azules.

 

−       ¿Cómo te encuentras?−  preguntó mientras le acariciaba el dorso de la mano.

−       Un poco mejor, me han atendido muy bien.

−       Me alegra oír eso− espetó mientras cerraba sus ojos.

 

Un pequeño sonrojo surco las mejillas del Pegaso al sentir como acariciaba su mano, lo miró de reojo notando que le sonreía, lo cual se le hizo un poco familiar, sentía como si ya lo hubiese visto sonreír.

 

−       Bueno y… ¿qué hacías? mencionabas que recordabas algo, ¿qué es lo que recordabas?

 

−       Realmente algo de hace muchos años, quizá un día lo sepas − dijo mientras le tomaba la mano.

 

Su corazón se aceleró al sentir como tomaba su mano sin alejarlo, sin embargo, aún no se atrevía a mirarlo a los ojos.

 

-        No sabía que fueses tan amable, eres completamente distinto de como todos creen, bueno… casi me matas pero fuera de eso, creo que eres una buena persona que solo carga en sus hombros el peso que conlleva el inframundo.

-        Es la segunda vez que me dices eso… la primera fue cuando nos conocimos muchos siglos atrás− suspiró con nostalgia.

 

Intento reincorporarse pero un dolor en el pecho se lo impidió, la herida que le había causado Atenea aún era reciente. Se sintió esperanzado cuando Seiya lo ayudó a acomodarse bien en las almohadas, su aroma le había calado en sus fosas nasales despertando las ansias de estrecharlo entre sus brazos.

 

−       Gracias…

 

Cuándo pensaba tomar la iniciativa de acercarse al castaño, Hécate tocó la puerta del cuarto y luego ingresó.

 

−       Lamento mi impertinencia majestad, pero es necesario que beba esto para su pronta recuperación.

 

Hades asintió y bajo la atenta mirada de la mujer y del mortal, bebió aquel elixir. Pudo degustar alguno de los frutos del árbol del Edén, manzanas de Eris y sangre que suponía era de la diosa.

 

−       En cuestión de días estará en perfectas condiciones.

−       Eso aspiro, sin mí cosmos llega a debilitarse más, los titanes pueden escapar.

−       Le aseguro que Thanos, Hypnos y Nyx están haciendo un gran trabajo.

−       Eso me tranquiliza… ¿y Pandora?

−       No se tienen noticias de ella, mi señor.

−       Búsquenla y tráiganla ante mí.

−       Cómo ordene mi rey, con permiso me retiro.

 

El lugar se quedó en un silencio sepulcral, el dios estaba molesto. Necesitaba saber si Pandora estaba bien, ella era como un botín de guerra a manos de cualquier otro dios y eso jamás se lo perdonaría así mismo.

Mientras tanto el castaño no pudo evitar mirar y escuchar todo, le causaba curiosidad toda la situación, y más ya que de tener los ojos del dios frente a él pasaron de estar llenos de calidez a los ojos más gélidos que jamás había visto, entendiendo que estaba completamente molesto.

 

−       Lo siento… estas así de debilitado por darme de tu cosmos− se inclinó ayudándolo a recostarse − trata de descansar.

−       No fue tu culpa no debes disculparte, tú no hubieses necesitado de mi cosmos sino te hubiese apuñalado.

 

En ese momento el ambiente era algo incómodo y hasta cierto punto preocupante.

 

-        Bueno… supongo debes descansar, me retiro, nos vemos por la mañana, aunque realmente estando aquí no sé cuándo es de día o de noche.

-        Quédate conmigo, cuando estás cerca me siento mejor− dijo mientras lo tomaba de la mano− sé que conociste a Pandora, ella es muy importante para mí y no quiero que le pase nada malo. Los demás dioses tampoco la quieren, es una herramienta que ellos crearon pero yo la veo cómo una persona más y por eso no quiero que la lastimen... creo que también sientes eso por tu hermana, ¿no es así?

 

El soldado de Atenea asintió, también había hecho muchas cosas por mantener protegida a su hermana y saber que podía estar a merced de cualquier enemigo, lo preocupaba. Desde esa perspectiva comprendía Hades y su molestia.

 

-        Quiero recuperarme pronto para que volvamos juntos al Inframundo. Cerberos te extraña mucho.

 

Ahora que había recuperado sus recuerdos, entendía por qué cuando entró utilizando el cuerpo de Andrómeda, Cerberos no había aparecido y  atacado a Seiya. También comprendía que la maldición no sólo había borrado sus recuerdos y los de su amado, sino también los recuerdos de sus subordinados. El voto de Parcas había hecho efecto en todos, menos en los dioses que participaron.

 

−       Te entiendo, se podría decir que Pandora es como tu hermana menor, aunque sé que no es necesariamente así.

 

Sin más se recostó a su lado algo nervioso, antes de que Hécate irrumpiera en la habitación, había notado como lo miraba el mayor y las intenciones que tenía en ese momento. No era tonto, por ello el quedarse a dormir con él, lo ponía nervioso. El pensar que Hades lo veía como su amante y no recordarlo, lo frustraba un poco.

 

−       Pandora aparecerá, ella no es tonta, seguro no dejará que la usen sin antes luchar, ella encontrará la manera de volver a tu lado.

−       Tienes razón− mencionó, realmente había extrañado esta parte de su pareja; siempre le inyectaba ese optimismo propio de él.  Lo abrazó por la cintura e invitó al Pegaso a que se recostara en su pecho. Lo sentía nervioso en aquella posición y no lo culpaba, toda la situación era algo difícil de creer.

−       No haré nada que no quieras− le susurró al oído− pero no puedo negarte que me carcomen las ganas de besarte y hacerte mío como antes.

 

 

Debía admitir que no le molestaban las acciones del mayor hacia su persona, pero eso no le quitaba los nervios que sentía en ese momento. El escuchar esas palabras le hicieron avergonzarse.

 

−       ¿Y de verdad podrás soportarlo?−

 

El castaño lo abrazo, dejando que la calidez que emanaba el cuerpo contrario lo invadiera, era cómodo y hasta calmante estar así. Notó como la respiración y el corazón de Hades se había acelerado, provocando que los suyos también. No podía entenderlo, pero de alguna manera su cosmos le atraía. Se giró a modo de poder ver su rostro, notando como le miraba con deseo, esos ojos azul profundo le invitaban a dejarse llevar.

 

−       Y… ¿qué cosas quieres hacerme?– sabía que era una clara invitación para que el azabache no se detuviera, pero no quería que lo hiciera.

 

Aquella fue la respuesta que necesitó Hades para dejar desbordar su contenida pasión. Tomó con hambre los labios de Seiya y cuando el joven torpemente le correspondió, quiso mucho más.

Acomodó su cuerpo sobre el menor y volvió a retomar su candente beso. Sus oídos se deleitaban con los suaves gemidos que su pareja dejaba extinguir en sus bocas.  Su lengua se movía inquieta, enroscando y jugando con la otra.  Estaba sediento por Seiya… llevaba siglos sin poder tocarlo, olerlo, besarlo y sentirlo…

 

-        Seiya… − suspiró mientras terminaba el beso y le acariciaba el rostro− déjame hacerte mío… te deseo tanto.


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