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El voto de Parcas por yaoiana

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Notas del capitulo:

Disculpen la tardanza, ambas estamos pasando por una situación compleja en nuestros países y nos ha tenido algo absortas y penumbrosas. 

Esperamos que les guste este cap y agradecemos de todo corazón el apoyo con sus mensajes.  Mil gracias por ellos. 

 

CAPÍTULO 4: INSTINTO

 

-        Seiya… − suspiró mientras terminaba el beso y le acariciaba el rostro− déjame hacerte mío… te deseo tanto.

 

El menor desvió la mirada avergonzado ante aquellas palabras. – No necesitas pedirme permiso, ¿ya estás encima de mí y me preguntas?. Le avergonzaba en verdad, pero tampoco quería que el mayor se sintiera incómodo, si bien no recordaba nada de sus vidas pasadas, su cuerpo le decía que ese tacto, ese aroma y ese cosmos eran familiares y le pedía a gritos que lo tomara.

 

–Solo… no te contengas– susurró.

 

Ahí estaba, tan claro como el agua. El humano que lo cautivó con su particular forma de ser, quién podía sacarle una sonrisa con un comentario banal o su alocada personalidad.  ¿Contenerse?... no podía, y no le importaba perder toda su energía en ese momento.  Acarició una vez más el rostro de su Pegaso, mientras que dejaba caer su cadera para que el menor sintiera su erecta virilidad.

Sonrió al escuchar la exclamación de sorpresa y disfrutó de los suspiros y jadeos que dejaba Seiya en aquel cuarto, pues frotaba con lentitud y placer su pene contra el otro.

 

–Si… ¿siempre se sentía tan bien?– preguntó el menor.

 

–Nunca fue suficiente para ambos, cualquier lugar u oportunidad era aprovechada para unirnos.

La piel morena se erizó ante aquella confesión.  Hades y él siempre hacían el amor y quería recordarlo.  Quería saber cuántas veces, en qué lugares y en qué formas hacían el amor.

 

–Odio… no poder recordar.

 

–Shh… esta vez, sólo deja que tu cuerpo te de las respuestas.

 

Sintió nuevamente como su boca era profanada. Hades lo besaba tan rico... En esta vida no había tenido experiencias  pasionales, no eran su prioridad. Tan solo vivía para buscar a su hermana, luchar y proteger a Atenea.

La diosa poco a poco se desdibujaba de su mente, como si fuera un recuerdo lejano.  Aquel demonio se estaba calando en su mente, corazón, espíritu y ahora…. en su cuerpo.

Hades retiró la prenda superior, dejando ver el esculpido cuerpo de su amante. Había algunas marcas de enfrentamientos, las cuales, con delicadeza acarició y delineó con su lengua.

 

–Ayúdame con mi ropa– sugirió el dios, pues quería hacer partícipe a Seiya.

 

Sin pensarlo mucho, comenzó a desnudarlo lentamente, dejando ver el cuerpo del azabache el cual estaba realmente esculpido y hermoso. Fijó su mirada en él comenzando a recorrer con sus dedos su torso, notando como se estremecía por su toque. Era la primera experiencia sexual que tenía en su vida, al menos en esta vida, sin embargo, sentían como si innumerables veces hubiese sentido aquella sensación de deseo, de éxtasis y de pasión.

 

–       Nunca me hubiese imaginado que nosotros fuésemos amantes.

 

–       Bueno entre el odio y el amor hay una fina línea que puede perderse en cualquier momento– respondió la divinidad.

 

Sin más tomó nuevamente sus labios, sintiéndose impaciente, deseaba más, que lo tocará, que le hiciera perder la cabeza. Bajó de sus labios al cuello, dando pequeños mordiscos y calientes lamidas.  Su lengua recorrió todo el pecho hasta llegar a los pezones.  Su lengua hizo círculos con ellos y sus dientes combatían por halarlos.

Seiya enredó sus dedos entre las largas hebras ónice y para Hades eso fue una revelación.  Su amante tenía aquella manía con su cabello y que inconscientemente lo hiciera, le esperanzaba de recuperar sus vidas.

Cuando sus labios se sumergían en el vientre del castaño, los suspiros eran ahora tonalidades de jadeos.  Para él eran más deleitables que la misma arpa de Orfeo. Deslizó por las piernas del menor toda la indumentaria faltante… intentaba disimular la ansiedad que lo invadía… tomaría la virginidad de su Pegaso, igual que la primera vez que se conocieron.

 

Se complementaban y eso podía notarse en sus rostros. El castaño miró fijamente al azabache, al notar que esté comenzaba a bajar aún más sintió una fuerte punzada en su entrepierna, eso le excitaba realmente.

 

–Solo hazlo…

 

Se sentía impaciente y sabía que su amado también, Seiya solo deseaba ser uno con él. Finalmente Hades lo despojó de su ropa dejando ver su miembro erecto.

Tomó con una mano del falo del menor y comenzó a moverla con lentitud de forma vertical.  Mientras lo acariciaba, sus ojos no podían apartarse de las lujuriosas expresiones del más joven.

Seiya tenía sus ojos fuertemente cerrados, sus mejillas estaban sonrojadas a más no poder y su pecho se expandía como si hubiese participado en las olimpiadas.... Un placer para sus ojos.

 

–Seiya… mira lo que voy hacer y no apartes la mirada.

 

Tuvo un asentamiento de cabeza y vio los ojos chocolates fijos en él.  Llevó su lengua al glande y dio algunas lamidas.

Pegaso le había prometido mirarlo, pero se arrepintió de haberle hecho aquella promesa al dios.  Tenía demasiada vergüenza y placer al mismo tiempo.  Ver como Hades chupaba su pene, le excitaba y le apenaba.

 

–No… no Hades… –mencionaba mientras temblaba de placer.

 

 

Optó por no torturarlo más y lo ingresó todo a su boca. Podía fácilmente hacer las felaciones sin sentir ningún tipo de arcada, por fortuna era un dios, era muy erótico cuando Seiya se lo hacía y lo escuchaba ahogarse.

 

–Oh…dios…. Ha… Hades….

 

“ Soy tu dios” pensó con supremacía el monarca, mientras ahora sus manos entraban al juego.  Estas se entretuvieron tocando las gónadas del menor y haciendo pequeños círculos en su entrada.  Podía sentirla contraerse necesitada.

Por su parte, el cuerpo del mortal se  estremecía con cada toque del mayor, eran sensaciones que nunca había experimentado.

 

–Aah...Hades...mmng –no pudo evitar tomar los oscuros cabellos entre sus dedos comenzando a jalarlos, arqueando ligeramente la espalda por el placer. – Me...siento extraño…

 

Sentía un hormigueo en su vientre, como si algo se acumulara y estuviera a punto de salir.

 

–De...detente me...siento extraño...amng...aaaah…

 

Noto cómo aumentaba el ritmo y lamía su miembro con mayor ímpetu, ignorando  sus súplicas por detenerse. Su respiración se agitó aún más, sin poder evitar que su voz invadiera todo el lugar.

Tragó todo lo que la explosión de placer de Seiya brindó, extrañaba ese dulce elixir. También disfrutó verlo agotado y sumiso en su cama… aquellas eran las pocas ocasiones donde el caballero era tan dócil y manejable.

 

–Aún no terminamos– mencionó mientras dirigía su lengua a la entrada de Seiya.   Sintió como el menor respingo de sorpresa, en esta vida nadie se había atrevido a tocarlo en aquel rincón. –Shhh… no te haré daño mi pequeño, esto es necesario.

Con su jovial tono de voz, tranquilizó a su amante, le sonrió con felicidad y besó fugazmente sus labios. Optó por reincorporarse a su tarea de lubricar y preparar aquella morada. Si bien como dios podía suprimir momentáneamente el sentido del dolor en Seiya, para él era algo invasivo, además, de que quería que el menor lo experimentará fielmente a su realidad.

Ingresó uno de sus dedos con suavidad, moviéndolo de adentro hacia afuera y también en círculos. Aquellas paredes eran sumamente estrellas y el pensar en que así estrecharían su virilidad, le apasionaba aún más.

 

–Duele… solo un poco…

 

–El dolor pasará… y seremos uno, nuevamente.

 

Con su mano libre estimuló con leves caricias el pene de su pareja, el cual poco a poco se endurecía.  Mientras lo distraía, aprovechó para ingresar un segundo dedo.  Al moverlos en forma de tijera, veía también cómo la pelvis del caballero se movía, auto llenándose con sus dedos.

Finalmente un tercer dedo entró, y el trío jugaba a las escondidas en aquel lugar, saliendo, entrando, estirando, hundiendo… estuvo así por pocos minutos porque ya no aguantaba más.

Con maña sacó sus dígitos y con afán retiró lo poco que le quedaba de vestimenta.  Sonrió con altivez al ver al castaño morderse los labios con deseo.  Tomó una mano de Seiya y la llevó a su erecto miembro.

 

–Es tuyo, todo yo te pertenezco, al igual que tú a mi. Ni Atenea, ni Zeus, ni el Olimpo cambiarán eso.

 

Pegaso podía sentir como la virilidad estaba completamente erecta  e impaciente, lentamente comenzó a masturbarlo. 

 

–       Es...es enorme realmente no creo que pueda recibirte por completo.

 

–       Me halaga que digas eso pero te aseguro que no habrá problema, tal vez no lo recuerdes, pero siempre me recibiste gustoso.

 

No pudo evitar sonrojarse a la vez que mordía su labio inferior, el solo imaginarse a aquel azabache arremetiendo contra él, entrando y saliendo le provocaba aún más, de la excitación sintió como un poco de líquido preseminal salía de su propia hombría. Continuó masturbándole, pareciera que tras cada caricia se hacía aún más grande asustándolo a  la vez que lo emocionaba.

 

–Ya… no aguanto más…– sin pensarlo se acomodó para poder poner la punta de la erecta virilidad de su azabache presionando ligeramente, no podía negarlo, le daba un poco de miedo por lo que no continuó metiéndolo en su interior.

 

–Yo...no...sé  si entrará completo, no puedo siquiera rodearlo con mi mano– mencionó mientras  el mayor no dudó en reírse ligeramente por su comentario.

 

–Todo saldrá bien, déjalo en mis manos– mencionó para después besarlo cariñosamente. – Te amo mi Pegaso.

 

Tomó su virilidad con una mano y con lentitud, poco a poco fue ingresando la punta de su pene.  – Respira hondo- comentó ya que su falo estaba siendo asfixiado por aquella cavidad.  Cuando sintió que el menor se relajaba, aprovechó para meter por completo su hombría.

 

–Mmm… estás tan estrecho- reunión con voz ronca por el placer.

 

–No… no te muevas todavía, deja que me acostumbre.

 

El dolor era soportable pero aun así, necesitaba tomar aire para poder soportarlo. Mientras se iba acostumbrando, no dejaba de pensar en cuántas veces había estado así con el dios, entregándole su cuerpo una y otra vez.  Hades lo amaba, era la segunda vez que lo escuchaba de sus labios… ¿él también amaría a Hades?... lo dudaba, pero la única certeza es que ese ser le atraía en demasía.

 

–Oh… dios… - gimió fuerte al sentir cómo el dios entraba y salía de su cuerpo.  El sentir como removía todo en su interior le hacía estremecerse, se aferró a él sintiendo como cada vez arremetida con mayor fuerza y rapidez.

 

–Mmm..Ha...Hades espera...vas muy rápido…

 

–       Tranquilo pronto te sentirás tan bien como yo–. El azabache se inclinó comenzando a besar y lamer el terso cuello del caballero. Sintió como apretó su hombría.

 

–Veo que esto te excita demasiado.

 

–       Ca...cállate no digas eso, no...es así.

 

–       Tu boca me dice algo pero tú cuerpo dice lo contrario. El dios no pudo evitar tomarlo por la cintura y comenzar a arremeter con ímpetu contra el pequeño Pegaso, en ese momento el verlo tan dócil y obediente, cediendo ante sus caricias le excitaba de sobremanera.

Su cintura fue rodeada por las piernas del menor, las acarició sin dejar de penetrarlo.

Lo cargó y se puso de pie, obligando al menor a que abrazara su cuello. Aquella pose le gustaba demasiado, podía sentir la fricción cuando se hundía por completo en su interior.

 

–Mmm… Seiya…– jadeó excitado mientras estrujaba los glúteos de su amor.

 

En aquella habitación, reinaban los fuertes sonidos de las penetraciones, de los gemidos y de las promesas que Hades le dedicaba al guerrero.

 

–Dime que eres mío Seiya, necesito oírlo… mmmmm… de tus labios.

 

–Tuyo Hades, todo… ahhh… tuyo– exclamó el menor bastante dirigido por el placer. Estaba llegando al límite, sentía su cabeza caliente y en sus oídos un pitido extraño.

 

– Voy… me voy a…

 

–Yo también… dejaré mi semilla en ti.

 

El dios arremetió con más velocidad e ímpetu, estaba por llegar al clímax. Cuando lo hizo, necesitó de su cordura para no soltar a su Pegaso. Buscó sus labios y calló el gemido gutural que soltó el menor al venirse.

Con sumo cuidado, volvieron a la cama, recuperándose de aquella unión. Hades abrazó por la cintura a Seiya mientras cerraba sus ojos.

 

– ¿Estás bien?- preguntó el mayor, un tanto exhausto.

 

–Aparte de sentir que me duele la espalda y que quizá no pueda sentarme como la gente normal, estoy bien–. Sonrió al sentir el cálido abrazo que su azabache le daba, acaricio sus manos, no había notado que eran grandes, con unos dedos largos y delgados.

 

–No sé cómo es que me había perdido de esto, usualmente no pensaba en otra cosa que no fuera el entrenar y ser el mejor  para ser un caballero de Atenea y pensar que ahora no estoy seguro de eso.

 

–Bueno en nuestra vida pasada hicimos esto incontables veces y en todas te hacía gemir mi nombre– le susurró al oído.

 

El joven caballero no pudo evitar sonrojarse, sintiendo una enorme vergüenza al recordarse gimiendo como un loco hace un momento. –Eres un estúpido.

 

Río a carcajadas ante el comentario. Cualquier otro dios se hubiese ofendido por aquel trato, pero a Hades le gustaba que Seiya lo tratara con aquella frescura, haciendo de lado su estado como dios.

 

–Estoy casi sin cosmos… descansaré un poco– se excusó la deidad, mientras caía en el mundo de Morfeo.  Por su parte, Seiya observaba dormir al azabache. Hades siempre se veía tan estoico, tan imponente y altivo, que verlo sereno y tranquilo, le era magnánimo de ver.

Posó una de sus manos en el rostro de su amante, porque ahora debía aceptarlo, eran amantes… lo que a acababa de pasar era evidencia suficiente.

Apreció la nívea piel, tan diferente a la bronceada suya. Su hermoso y largo cabello onix hacían juego con esos ojos índigo… Hades era bellísimo y desde que lo miró en la batalla, lo había atrapado.

 

–Después de esto, no necesito recordar para saber que aquí debo estar– susurró mientras se acomodaba en los fuertes brazos de su pareja y se dormía.

Aun en sus sueños, Seiya estaba con Hades.

 

–       Jajajaja, Tenma detente me haces cosquillas no lo hagas, harás que me orine…

 

–       Sería divertido verte hacerlo.

 

–       No juegues con eso Tenma.

 

–Alone, no seas tan amargado.

 

Un joven castaño de cabellos rebeldes con ojos color avellana se encontraba sobre un pequeño rubio haciéndole cosquillas.

 

–Hermano Tenma, deja tranquilo a Alone.

 

–Oh vamos Sasha, no le quites la diversión.

 

Apareció una joven de cabellos lila quien jaló al castaño, alejándolo de Alone. –Te aprovechas de la bondad de nuestro hermano.

 

–Claro que no Sasha, sabes que me gusta verlo sonreír.

 

El joven rubio se sonrojo ocultando su rostro entre sus piernas, pues yacía sentado a las faldas de un enorme árbol.

 

–Tranquila Sasha no me molesta, Tenma es muy amable, solo es un poco travieso.

 

Desde ese lugar podía verse un hermoso paisaje, siempre iban a jugar a ese lugar, en esa ocasión se quedaron un momento a ver cómo de a poco el sol comenzaba a ponerse. –El ocaso es hermoso– dijo el joven rubio mientras sacaba una libreta comenzando a dibujar.

 

–Me gustaría que siempre fuera así, estar con ustedes para siempre– susurró la pequeña.

 

–Así será, siempre los protegeré y me aseguraré de que nadie nos separe, siempre seremos hermanos.

 

En las muñecas de los tres jóvenes se apreciaba una pequeña pulsera de flores, la cual había sido hecha por la menor.

Acto seguido, se veía como un joven caballero se llevaba a Sasha, ellos solo podían correr tras de ellos.

 

–Lo siento pequeños debo llevarme a la joven diosa Atenea.

 

–No se preocupen hermanos, yo estaré bien, siempre los cuidaré no pierdan esa pulsera.

 

–No Sasha no te vayas– ambos jóvenes gritaban lo más que podían.

 

Alone no pudo soportar y cayó al suelo, Tenma se detuvo a ayudarlo perdiendolos de vista, sabía que debían pasar por el río, donde se encontraba el árbol que era especial para los tres, así que corrió lo más que pudo, al llegar los espero en ese lugar. En efecto pudo ver al caballero rubio quien llevaba de la mano a su pequeña hermana, aunque no de sangre pues eran huérfanos, habían crecido juntos y era su familia.

 

–En este lugar muchas veces pasamos hambre, frío y no hay lo suficiente para que cuiden de nosotros, si me prometes que ella estará mucho mejor, no me interpondré.

 

–Te aseguro que la protegeré, no permitiré que nada le pase, por eso debo llevármela.

 

–Está bien cuida de ella–. Tras esa pequeña despedida vio partir a su pequeña hermana, al volver con el rubio le contó lo sucedido.

 

–       Me alegra que Sasha pueda tener una mejor vida.

–       Ahora quedamos solo nosotros pero te prometo que me haré más fuerte para protegerte–. El joven castaño abrazo con fuerza a su hermano a la vez que besaba su frente, notando como un pequeño sonrojo surcaba sus mejillas.

 

La siguiente imagen fue ver al joven rubio ya mayor frente a un cuadro en el cual se encontraba pintado el castaño.  Tenma, llevaba una armadura, la armadura de Pegaso que Seiya bien conocía. En ese momento un pequeño río de sangre apareció, la última imagen que logró observar antes de despertar,  fue al rubio pintando una enorme X con  sangre en el cuadro, provocando que el caballero castaño cayera al suelo gritando de dolor.

 

–¡¡¡ Nooo espera!!!–. El Pegaso había despertado del sueño, su respiración estaba agitada, aquel sueño se había sentido tan real, el dolor que había sentido aquel joven en su sueño lo había sentido tan vívido, como si hubiese sido el quien lo había sufrido. – ¿Quienes… eran ellos?– preguntó sosteniéndose el pecho.

 

–Seiya, ¿estás bien? – Preguntó el dios al ver al menor tan alterado –  ¿tuviste alguna pesadilla?

 

–No... Si… no lo sé, lo sentí tan real, como si lo hubiera vivido en carne propia.

 

–Cuéntame qué soñaste–  le preguntó mientras lo estrechaba entre sus brazos.

 

–       Soñé que era huérfano, que conocía a otros dos niños… Uno de ellos rubio y…dios… Hizo una pintura tan sangrienta que me lastimaba.

 

Hades guardó silencio, Seiya había recordado un fragmento de su vida anterior. En aquel entonces, Hades había poseído al humano Alone y pensaba llevar el apocalipsis por medio del lienzo en el cielo.

 

–       Seiya… no es un sueño cualquiera, fue una de nuestras vidas pasadas. Nos han maldito para que nos hagamos daño de esa forma tan vil.

 

–       Es decir… ¿puede que volvamos a pasar lo mismo?

 

–       Por eso es necesario destruir el Olimpo y a los seres que nos maldijeron. En la guerra santa, también involucramos a seres inocentes – exclamó algo ofuscado –  ¿nunca te preguntaste porque en esta batalla, jamás intervino otro dios?

 

–       No entendía nada de lo que estaba sucediendo, ¿quería decir que esos jóvenes eran ellos? Quién era tan cruel como para haberlos maldecido de esa manera.

 

–       Yo… no sé qué creer, en mi sueño Atenea era nuestra hermana y tú me dices ¿que ella es una de los que nos obligan a herirnos? No… no entiendo nada–. Una lágrima bajo por su mejilla, en ese momento no sabía qué hacer, lo que si sabía es que Hades alguna vez había sido aquel joven amable y que habían vivido felices.

 

–       Yo… no sé si quiero recordarlo todo, eso… me dolió tanto.

 

–       Y créeme que no quisiera que sufras, pero es necesario que recuerdes todo, es una forma de que también tengas otra perspectiva y elijas qué posición tomar–.  Para el dios era algo fácil de soportar, pues ya había visto un sin número de guerras, pero que Seiya pasara por el dolor en cada vida, le era algo injusto e inaceptable.

 

–       Escúchame, siempre has sido un guerrero formidable, has combatido sin vacilación contra enemigos terribles y has salido victorioso. Esto no será un impedimento–  dijo mientras le besaba la frente–  mejor déjame contarte cuando venciste a un monstruo marino en una misión.

 

–       ¿Mate a un monstruo marino? –preguntó con sorpresa.

 

–       Así es y no uno cualquiera, un Forcides.

 

–       ¿Un forcides?

 

–       Un forcides se le denomina a los hijos engendrados entre Ceto y Forcis, son la personificación de los peligros del mar, los terrores desconocidos y  criaturas extrañas. Recuerdo que te había obsequiado el collar con pendiente de estrella, como un objeto de protección. Debías ir a una misión encargada por Poseidón y Atenea, salvaguardar un tesoro divino y hacerlo llegar intacto a un templo. Durante la travesía, un forcides atacó tu embarcación; con valentía y tenacidad lo enfrentaste y saliste triunfante. Tu misión fue un éxito y cuando llegaste, me lo comentaste con entusiasmo.

 

–       Hades ¿en serio hice todo eso?

 

–       Y mucho más… por eso quiero que recuerdes, tuvimos recuerdos maravillosos y no dejaremos que los malos los opaquen.

 

Sus mejillas se sonrojaron, pues el saber que muchos momentos así los había compartido con el azabache le emocionaba.

 

–       ¿Estarás ahí cuando no pueda más con mis recuerdos? Es...complicado aceptar eso, es más,  ver a otra persona que en realidad soy yo, es… raro.

 

–       En realidad solo debes recordar dos vidas, la tuya como semidiós y dónde empieza nuestra historia y tu vida como Tenma, el joven con el que soñaste, aunque… son pocas vidas hay tantas vivencias en ellas…

 

–       ¿Un...semidiós? ¿Yo era un semidiós?– indagó exaltado.

 

–       Si, aunque me declaro culpable de que abandonaras esa posición, eras un príncipe y decidiste ser un mortal por mí, aunque… me gustaría que recordarás todo.

 

Un golpe leve en la puerta interrumpió la conversación. El mayor se levantó mostrando su desnudez, algo que avergonzó al Pegaso pues recordaba lo de ayer. Con su magia, logró vestirse de ipsofacto con su característica túnica negra y luego abrió la puerta topándose con una complacida Hécate.

 

–       Mi señor, gustosa de verlo rebosante de energía.

 

–       Es gracias a los cuidados que me han ofrecido.

 

–       Veo que no sólo yo he brindado ayuda– dijo la dama al sentir la presencia del Pegaso en el cuarto de su amo –. Hades asintió y vio la necesidad de la diosa de conversar.

 

–       Seiya, descansa un poco más, las doncellas están disponibles por si quieres comer o limpiarte– mencionó el dios mientras dejaba un casto beso y salía para hablar con Hécate. Se instalaron en una sala y acomodados iniciaron la conversación.

 

–       Me imagino que hablaremos de Seiya, ya que estamos los dos solos.

 

–        Así es, su alteza.

 

–       Te escucho– mencionó mientras recostaba su rostro en la palma de una mano.

 

–       Deseo hacer un hechizo de sangre y espejo con el Pegaso.

 

–       Me parece pertinente, es lo más eficaz, además, de que no podemos perder más tiempo.

 

–       ¿Y si el Pegaso no desea luchar a su lado luego de recuperar la memoria?

 

–       Lo encerraría por su propio bien, mientras termina la guerra. Luego lo dejaría libre, asumiré cualquier consecuencia con tal de verlo manejando su propio destino.

 

–       Mi rey es bondadoso, por eso lo llaman el gran juez.

 

–       Luego de retirarle la maldición, procederemos.

Notas finales:

PRÓXIMO CAP: HECHIZO DE ESPEJO Y SANGRE.


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