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El voto de Parcas por yaoiana

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Notas del capitulo:

Mil gracias por sus mensajes, les contamos que este es el penúltimo capítulo de esta mitológica y dramática historia.  

Igualmente pensaremos si se puede extender la historia y agradecemos que nos den ideas si aún siguen interesados en que continuemos.

Muchas gracias de nuevo por el apoyo y a leer.

 

 

Nota: Nos basamos también en el juego Saint Seiya Awakening donde se abordan ciertas cosas del manga y nuevas apariencias de los personajes.  

CAPÍTULO 8: GUERRA

 

 

–       Pegaso… Pegaso….  - Seiya escuchaba aquella voz femenina entre sueños.  Había caído agotado luego de hacer varias veces el amor con Hades y es que su paranoica pareja, le había propuesto tal encuentro porque “no sabían cuándo podrían tener la oportunidad”.  Se recostó en el respaldar de la cama pero aún escuchaba susurros.  Miró a Hades, quien yacía completamente dormido y entendió que no estaba soñando, alguien lo estaba llamando.

 

Con cuidado de no despertar a su amado, se levantó con sigilo y ando de puntas saliendo del cuarto.  Todo era penumbras y esperaba no chocarse con algo, pues estaba siguiendo los susurros femeninos que lo llamaban.

Estaba tan embelesado con la voz, que no se dio cuenta que había recorrido muchos kilómetros. Se encontraba  muy lejos del palacio, estaba ya por una de las zonas de los campos Elíseos, claramente en los Campos Asfódelos.

Los Campos de Asfódelos son el lugar donde reposan las almas de aquellos que tuvieron una vida equilibrada respecto a los conceptos representativos del bien y el mal. Esencialmente, es una llanura de flores  de asfódelos. Sus habitantes no son ni buenos ni malos y realizan sus monótonas tareas diarias como en la tierra. Pero en este momento, todos dormían en sus casas, porque en el paraíso, todos vivían de la mejor manera.

 

Cuando Seiya fue consciente de su lejanía, quiso volver pero enfrente apareció una hermosa mujer.  Aquella dama tenía unos enormes y bellos ojos jade, su cabello cenizo y un casco de oro decorado con flores de asfódelos. Pegaso no supo si fue por las flores o por la puntada que sintió en el corazón, pero algo le decía que aquella mujer era Perséfone… la exesposa de Hades.

 

–       Tú me estabas llamando

 

–       Así es, por fin te conozco en persona, Pegaso.

 

–       ¿Cómo es que estás aquí libremente?, Cerberos no deja entrar a nadie extraño.

 

–       Tal vez es porque no soy una extraña, viví mucho tiempo atrapada en el inframundo.

 

–       ¿Qué quieres de mí, Perséfone? - preguntó molesto.

 

–       Te estás volviendo perceptivo como mi esposo.

 

–       Exesposo, Hades te dejó libre hace mucho tiempo.

 

–       Es verdad, se enamoró de ti y me liberó, supongo que por eso estoy aquí, para agradecerte.

 

–       No era necesario que te tomaras tantas molestias- dijo algo resentido Seiya.

 

–       Aún así quise hacerlo, más que todo por la alegría que le han dado a mi madre- comentó la diosa mientras sacaba una espada con hoja curva y la apuntaba al Pegaso.

 

Seiya se quedó atónito, no por la espada, sino porque Hades apareció en aquel momento y lo resguardó tras su espalda.

 

–       Hades… ¿no estabas dormido?

 

–       Fingí- fue su escueta respuesta

 

–       Hola Hades, tanto tiempo - dijo con cariño la dama.

 

–       ¿Qué haces aquí Perséfone?, el hecho de que aún tengas las puertas del inframundo abiertas, no significa que puedas entrar cuando te plazca - expresó con ácido el mayor.

 

–       Vaya que estás precavido, veo que amas mucho a este mortal, mucho más que  a mí.

 

–       Vuelvo y te repito, ¿qué haces aquí? - insistió el dios-

 

–       Como le dije a Pegaso, solo traer un presente, en muestra de la alianza con madre y conmigo.

 

Cuando Hades detalló bien la espada, se quedó en silencio un buen rato… ¿ acaso esa era Harpé?, ¿ cómo la había conseguido Perséfone?

 

–       Es… ¿ Harpé?- preguntó el dios.

 

–       ¿ Harpé?- volvió  a preguntar Seiya confundido.

 

–       Así es, esta es  una de las armas más poderosas y es anterior a los Dioses olímpicos ya que fue forjada durante la era de los Titanes. Fue usada por Cronos, para castrar a su padre y derrocarlo. Después de esto, el arma se convirtió en la favorita de Cronos cuando se convirtió en el rey de los Titanes. Perseo, el hijo de Zeus, usó esta arma para matar a Medusa.

 

–       ¿Cómo es que la tienes? - preguntó sorprendido Hades-

 

–       Eso no importa, lo importante es que servirá para esta guerra.  Por eso es una ofrenda de alianza y Pegaso es quien debe empuñarla.

 

Con desconfianza, recibió la espada, pero supo de inmediato que no era  normal.  Su peso, su propio cosmos… era realmente peligrosa.

 

–       Es mejor que me retire, no quiero que me descubran en el Olimpo. Me alegro mucho de verte Hades y que puedas formar la familia que tanto te negué.

 

–       Supongo que debo tomar eso como que no hay resentimientos entre los dos.

 

–       No Hades- dijo la mujer acariciándole la mejilla- a pesar de que me encerraste, nunca fuiste malo conmigo, al contrario, tienes cualidades con las cuales enamoraste a Pegaso.  Pero mi lugar es estar con madre, para eso nací, para ser su compañía.

 

–       Gracias Perséfone- comentó más sereno el dios del inframundo.  Luego observó cómo se despedía y se esfumaba.

 

–       ¿Con qué fingías dormir?- preguntó Seiya intentando obviar el momento incómodo y celoso que estaba viviendo.

 

–       Lo hice, tan solo para saber si querías otra ronda - respondió con una sonrisa Hades.

 

–       Si sigues así, voy a morir antes de ir a la guerra.

 

–       Nadie se muere por un poco de sexo.

 

El Pegaso lo fulminó con la mirada para después mirar esa espada tan misteriosa ¿Porque debía empuñarla él?, el azabache notó las dudas en su mirada.

 

–       Sé que desconfías de ella, pero es una espada muy fuerte y que podría ser clave en nuestra victoria, como líder de los pelotones necesitaras la mayor ayuda posible.

 

–       Supongo que sí-  dijo aún inseguro, pues le inquietaba bastante el mal que emanaba de esta.

 

Apenas llegaron al palacio Hades no dudó en arrinconarlo y llenarlo de apasionados besos y caricias, desequilibrando al castaño.

 

–       ¡¡Hades… espe...espera!!!

 

–       Necesito de ti, cuando estemos en el campo de batalla puede que no nos veamos por un largo tiempo, es normal querer poseerte hasta el cansancio.

 

–       Sí, pero si continúas moriré innecesariamente, ¿no me necesitas para liderar a los pelotones?

 

El azabache gruñó molesto sin dejar de abrazarlo, a lo que el castaño suspiro.

 

–       Bien, tu ganas solo una vez y contrólate, recuerda que aun soy un mortal y mi resistencia no es como la tuya-

 

–       Trataré de hacerlo-

 

 

Lo que restó de la noche fue una apasionada velada para ambos, la cual seguro ninguno olvidaría en mucho tiempo. A la mañana siguiente, ambos fueron despertados por Hécate.

 

–       ¡¡Mis señores despierten, es hora no tenemos tiempo!!

 

Hades se despertó de inmediato poniéndose de pie, mientras que el castaño por el cansancio únicamente se abrazó a las cobijas y continúo durmiendo, a lo que Hécate no pudo evitar suspirar.

 

–       Par de inconscientes, les dije que debían controlar su lujuria- molesta jaló la cobija haciendo caer al suelo al Pegaso- lo siento mi señor pero debemos partir.

 

–       ¿No había una forma más delicada para despertarme?- se incorporó sobando su espalda, pues le dolía no solo por la caída sino porque Hades había sido un poco salvaje.

 

–       Los espero en la estancia para la reunión- sin más salió de la habitación.

 

Seiya aún se sentía adolorido a lo que Hades no pudo evitar reírse.

 

–       ¡¡Callate!! El que no pueda pararme bien es culpa tuya, aunque te dije que debíamos descansar no te importó en lo absoluto.

 

–       Lo siento fue complicado contenerme- sin más lo tomó entre sus brazos llevándolo a la ducha- esto te ayudará, el agua tiene algunas esencias curativas.  Lo metió en la tina, casi de inmediato el Pegaso sintió un enorme alivio, por lo que se quedó mirando el agua que lo rodeaba.

 

–       ¿Tú no entrarás?

 

–       ¿Acaso quieres que no salgamos de aquí?- mencionó el mayor y el castaño no pudo evitar sonrojarse.

 

–       Vete de aquí depravado- el azabache salió de ahí mientras reía para ducharse en el otro baño.

 

 

Cuando se reunieron, Hécate les informó que el Olimpo bajo la directriz de Zeus, se estaban organizando y casi tenían todos los preparativos para la guerra. Al Dios del inframundo le pareció aquella noticia como tranquilizante, pues consideraba que sí estaban listos es porque no habían preparado estratégicamente la batalla.

Hades apartó momento a Hécate y le explicó lo acontecido con Perséfone. Su diosa amiga se sorprendió de que le hayan entregado aquella poderosa espada capaz de atravesar y asesinar dioses y también estuvo más tranquila.

 

–       Bien ahora escuchen todos nuestra estrategia- mencionó Seiya- Habrán 4 pelotones, cada uno liderado por los jueces del infierno y uno por mí. Cada uno estará acompañado de un tipo de criatura que estará oculta, tan solo saldrá al último momento como sorpresa.

Cada dios acompañará un pelotón, quedando así: Hécate y Radamantis, Minos e Hypnos, Aiacos con Thanatos y Hades conmigo.

Cada pelotón estará en un lugar específico, el primero en los Campos Elíseos, el segundo en el Tártaro, el tercero en el Campo de las Cenizas y el último, en el Palacio. Nos mimetizaremos y aprovecharemos nuestro conocimiento del terreno.

 

–       Estoy de acuerdo - apoyó Radamantis.

 

–       Igual yo- concordó Hades-nuestras Sapuris están siendo fortalecidas por los Cíclopes, cada espectro pasará por su armadura al palacio.

 

–       Sí, señor Hades- gritaron todos al unísono.

 

***

 

En el Olimpo, Zeus decidió que Perséfone y Atenea que conocían un poco mejor el Inframundo, liderarán los pelotones.

Solamente estaban organizados en dos grupos; uno lo lideraba Perséfone y lo integraban Apolo Ares y Afrodita. El otro Atenea,  Hera, Deméter y Zeus.

Como era de esperar, Zeus ante su impulsividad, solo invocó a sus guerreros más fuertes y a sus hijos, confiaba en él poder de estos para derrocar a Hades.

 

Una vez pasaron el inframundo, observaron cómo Cerberos dio un ladrido que retumbó en todo el Averno como si fuese un trueno. Ese era el mensaje de alerta para todos los moradores del infierno.

Los dioses olímpicos habían quedado algo aturdidos con el fuerte ladrido, pero casi flaquean cuando vieron a Hades frente a ellos quitándose el casco de invisibilidad.

 

–       Es su única oportunidad de aceptar su error y derrota de una forma racional, ríndanse y su existencia será perdonada.

 

–       ¿Dónde está Seiya?- preguntó con impulsividad Saori.

 

–       Siempre fue necesario que controlaras a tus hijos, Zeus. Es una lástima que sea demasiado tarde.

 

–       Tú no comprendes nada de tener hijos, Hades- respondió el Dios del Rayo.

 

–       Tienes razón, cuando sea el rey del Olimpo, tendré  mi descendencia y serán completamente diferentes a tus engendros- mencionó con sorna el azabache- abdica Zeus y entrega tranquilamente tú corona.

 

–       Te enterraré junto al Pegaso para que la profecía nunca se cumpla- escupió Zeus.

 

–       Has tomado tu decisión- concluyó el azabache para luego ponerse nuevamente el casco de invisibilidad.  Antes de partir, divisaron como una gran nube de miasma se desprendía del punto dónde estuvo el Dios. Aquello debilitó un poco a los soldados celestiales pero no los incapacitó para la lucha que se avecinaba.

El Pegaso miraba desde lejos pues Hades le había pedido espacio para negociar, sin embargo, al ver que volvía a colocarse el casco entendió que eso no había sido  posible. Inevitablemente vio a la diosa de cabellos lila sintiendo un ligero dolor, sabía que ella siempre le había querido y pensar que ahora debía luchar con ella era algo doloroso, él la recordaba como su preciada hermana, aunque eso fuese en sus vidas pasadas, eran recuerdos que no se irían jamás.

 

–       Bien, avancen debemos de atacar.

 

Todos los espectros a su mando estaban completamente ansiosos pues por fin podrían desatar la ira que por mucho tiempo habían guardado hacia el olimpo. Sin más avanzaron, al llegar cerca de Hades, no pudo evitar cruzar miradas con la diosa Atenea.

 

–       Seiya detente no tenemos que pelear, no hagas esto.

 

–       Lo siento Saori, no puedo hacer eso, la persona a quien amo y siempre he amado es Hades, aun no logro entender por qué el afán de separarnos, pero no lo permitiré.

 

–       Eres un caballero muy estúpido- intervino Zeus- ustedes no podrán vencernos, lo único que deben esperar es su muerte, nunca podrán estar juntos.

 

-        Claro por que sabes que eso significa el fin de tu reinado en el olimpo ¿no es así? – dictaminó Hades.

 

–       No importa, terminemos con esto.

 

–       No, padre no debemos hacer esto.

 

–       Calla Atenea, ¿o acaso planeas traicionarme?

 

 

Al ver que ellos no entendían de razones, el joven castaño dio la orden que todos esperaban e indicó atacar, después de todo el Olimpo les había subestimado y el inframundo les superaba en números.

 

–       Te mostraré que no es bueno subestimar- fue lo último que mencionó Hades antes de lanzar un fuerte golpe contra Zeus. Por fin había comenzado la guerra santa.

 

Los espectros blandían sus espadas con maestría y vehemencia contra los soldados de Ares, quienes eran los guerreros más formidables en el campo de batalla. A pesar de estar un poco más débiles por el miasma, combatían con el ideal de un espartano.

Los guerreros del infierno se sentían emocionados al ver como su líder batallaba contra el rey de los dioses y es que Hades, sin ninguna pizca de duda, daba todo en la guerra.

 

–       ¿Por qué me traicionaste, Zeus?, sabes que nunca me importó gobernar, ni siquiera sabiendo que al ser el primero, era el heredero al trono. Mi agradecimiento hacia ti era superior, siempre estuve para ti.

 

–       La profecía no mentía, estamos peleando ahora.

 

–       Todo porque decidiste confiar en la profecía y no en tu hermano- comentó molesto el dios del inframundo mientras daba un fuerte puño en el rostro del albino.

 

No muy lejos, Seiya combatía con fiereza y sus meteoros contra los guerreros de Apolo. Cuando los hubo derrotado con ayuda de los tres jueces, era el momento de enfrentarse contra los caballeros de Atenea.

En la primera línea, estaban los caballeros de bronce, seguidos por los de plata y finalmente los de oro que custodiaban a su diosa. Absolutamente todos, estaban absortos en las esplendidas armaduras y apariencia que portaban Seiya, Shun, Máscara de Muerte y Shaka. Si antes eran fuertes, ahora desbordaban de cosmos y fuerza, lo que les llevó a pensar, si aquella era la fortaleza del rey del inframundo.

 

Sin mucha convicción, los caballeros iniciaron la batalla gracias a la orden del Patriarca, todos los caballeros de oro atacaron a Shaka y Máscara de Muerte, los de plata a Seiya y finalmente los de bronce a Shun.  Aquello les parecía desleal, pero debían ganar por su diosa, aunque luego, ninguno se sentiría con honor para portar las divinas armaduras.

Si bien Seiya, Shun, Shaka y Máscara de Muerte habían dado una gran batalla y habían herido a los caballeros de Atenea, estaban mal heridos debido a la diferencia de números.  No obstante, de la nada sintieron un fuerte cosmos que los envolvía, revitalizaba y sanaba sus lesiones.

 

–       ¿Pero qué?- pronunció el Pegaso mientras se observaba completamente recuperado.

 

–       Le dije a Hades que sería su carta de victoria - espetó el recién llegado.

 

¡¡Odysseus de Ofiuco!!- comentó emocionado Seiya, pues recordaba al hombre cuando se reunió con Hades, no sabía que su poder era la sanación y una muy fuerte, ya que todos los espectros e incluso Hades se habían sanado por completo.

Ante la mención del hombre, todos los caballeros miraron a Saori quien estaba pálida ante la presencia del hombre.  Ninguno entendía nada, ¿era un caballero traidor?, ¿por qué el hombre estaba con Hades?, ¿qué más les ocultaba su diosa?

 

–       Veo que te sorprende verme Atenea, al igual que a tus caballeros.  Mucho gusto, soy Odysseus de Ofiuco, el treceavo caballero de oro del santuario - dijo con ironía el hombre-

 

–       ¿Es eso cierto, Atenea?- preguntó Mu.

 

–       Fue desterrado por querer convertirse en un dios- fue la escueta respuesta de la mujer.

 

–       No Atenea, fui desterrado por querer ser tú, porque estaba haciendo tu trabajo, y al hacerlo, creí que merecía ser un dios.  Tu castigo fue injusto, pero nada se podría interponer entre tu capricho por Pegaso - soltó con odio.

 

Todos quedaron expectantes ante la respuesta de la mujer, la cual no llegó. Traicionados y defraudados era como se sentían todos los guerreros atenienses. Fue Hyoga de Cisne, el primero en retirarse su armadura y caminar al lado de Shun y Seiya. Su ejemplo fue seguido por Shiryu, Marín, Shaina y los demás caballeros, todos los guerreros le dieron la espalda a Atenea, quien impactada ante la traición de sus caballeros, fue noqueada e imposibilitada por Pandora.

 

–       Han hecho bien caballeros, están al lado de la verdad y la justicia. Mi señor Hades los compensará por la valerosa decisión que acaban de tomar.

 

Si bien intentaron conmemorar su reencuentro, los ex caballeros de Atenea y los espectros, debían enfrentar aún a los dioses restantes.  Apolo, Afrodita, Hera, Ares, Perséfone y Deméter quedaban en el campo de batalla, Poseidón prefirió estar en un lugar neutro, porque respetaba a su hermano mayor y a su hermano menor, acatando con solemnidad, la victoria por cualquiera de sus familiares.

Las criaturas infernales tenían heridos a los dioses, los soldados también habían ayudado a llevar al cansancio a los dioses y es que cuando los soldados caían, Ofiuco volvía y los sanaba para volver a luchar.  Sin embargo, el golpe más fuerte para los dioses, fue ver cómo eran atacados por su espalda. Unas grandes raíces los inmovilizaron contra el suelo y los estaba intoxicando.  Fue Deméter quien utilizó el Manzanillo o también llamado Manzanilla de la Muerte,  el árbol más tóxico del mundo, contra los dioses olímpicos.

 

–       Deméter, ¿ pero qué estás haciendo? - preguntó sorprendida y debilitada Hera-

 

–       Hice un pacto de sangre con Hades, él debe ser quien gobierne al Olimpo y así poder estar por siempre con mi hija– mencionó la diosa mientras miraba a su hija con cariño.

 

Seiya agradeció con un gesto a la diosa, quien lo devolvió. El Pegaso voló hasta donde se encontraba su pareja.  Cuando Hades lo vio de reojo, supo que la victoria estaba dictada.

 

–       Ríndete Zeus, el Olimpo ha caído - dijo con suficiencia Hades- admite tu derrota.

 

–       Jamás, te arrebataré lo que tanto deseas - comentó con odio desmedido mientras lanzaba un potente rayo a la dirección del Pegaso.

 

–       ¡¡ Seiya!! - gritó desesperado Hades.  Al ver el fulminante rayo, Seiya tan solo cerró los ojos esperando el impacto, el cual jamás llegó. Una inmensa mano hecha de árboles, tierra y barro había detenido del rayo, como quien agarra un palillo de dientes.

 Los ojos de todos los presentes que habían sobrevivido a la campal batalla, estaban desorbitados al ver la imponente figura, todos excepto Hades quien suspiró con regocijo al ver a su futuro esposo sano y salvo.

A excepción de los dioses, ningún humano había visto a un titán, y menos a la titánide más fuerte, Gea.

 

–       Empezaba a creer que no aparecerías - dijo con tranquilidad el azabache-

 

–       Sabes que tu abuela busca el momento más oportuno para hacer acto de presencia - expresó la mujer mientras acercaba su enorme rostro a Seiya y lo escudriñaba- buen niño, buen niño - dijo sonriendo-

 

–       ¿Cómo te atreves a liberar a Gea?, vas a acabar con todo Hades, el desastre para el mundo será tu culpa, jamás debí salvarte - gritaba molesto Zeus-.

 

El rey del averno, no dudó un momento más e incrustó su espada Sheol en el corazón de Zeus.  Esta poco a poco trasmitía la maldición e iba dejando al albino sin alma.

 

–       Tú ocuparás la prisión en la que estaba Gea, serás como un muerto viviente porque dejaré que veas todo pero nunca podrás participar en el mundo de los vivos. Compartirás con los seres que tanto aborreces- expresó con frialdad mientras retorcía su espada en el cuerpo de su hermano.  Volvió en sí cuando Seiya posó su mano en la suya.

 

–       Es suficiente Hades- sonrió con ternura el Pegaso- hemos vencido.  Hades asintió para luego sacar la mitad de su espada, la otra mitad sellaría a Zeus por toda la eternidad.  Levantó su espada y observó a todos los presentes.

 

–       Su monarca ha caído ante mi poder, que en sus pupilas quede grabado, que yo, Hades, rey del inframundo, ahora seré el gobernante del Olimpo  y que esta victoria se ha logrado, gracias a que la verdad y la justicia están de mi lado.  Los que fueron enemigos ahora están juntos porque siguen un solo propósito y ahora como su rey, extenderé ese propósito por toda la eternidad, al lado de mi esposo y mi descendencia.

Ante las palabras de Hades, los espectros gritaban eufóricos, los caballeros de Atenea y demás soldados olímpicos, se inclinaban aceptando al nuevo monarca.  Deméter, Pandora y Hécate, aplaudían y sonreían contentas al ver su sueño cumplido.  Los restantes dioses, acongojados, se inclinaban también, pues sabían los cambios venideros ante el estricto gobernar de Hades.

 

Seiya se sorprendió al ver como la armadura ónice tomaba matices de oro y el cabello azabache de su amado, se iba tornando color armiño. Sus hermosos ojos brillaban con una tonalidad más intensa, estaba frente al dios de dioses, el primer y más fuerte primogénito de Cronos… con aquella deidad estaba próximo a casarse.

 

–       Te ves… tan diferente- mencionó mientras le acariciaba la mejilla.

 

–       Ya te hacía ver rayos en la cama, tan solo me faltaba la apariencia para ser el rey de los dioses -  comentó Hades con superioridad-.

 

–       Ja¡ me retracto, no estás para nada diferente - fingió molestia el menor mientras sus mejillas se tornaban rojas por el descarado comentario de su amante.  Hades seguía siendo el mismo dios soberbio que amaba.


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