Levi Ackerman, el mejor detective de su generación, y el que más años llevaba ejerciendo dentro de la estación, pero aun así se negó incontables veces en ascender a un rango superior, aludiendo que era un problema tener que liderar a toda una panda de mocosos, razón por la cual llevaba cerca de once años ejerciendo en su puesto de detective.
Un perfil intachable, caracterizado por dejarse llevar por su instinto pero siempre siguiendo las reglas y moldeando las mismas a los hechos. Y a pesar de su mal genio y lo gruñón que se mostraba, tenía un gran sentido del compañerismo, nunca había perdido un compañero, pero sí se había puesto en riesgo más veces de las que podría contar un oficial común y corriente.
Levi no tenía nada de común en cuanto a sus habilidades físicas y el desempeño en su trabajo, era el mejor, por no decir el más cercano a la idea de perfección en su puesto. Razón por la que era admirado por todos en la estación, era el símbolo al que todos aspiraban, casi como si fuera una leyenda entre todos los novatos en formación de academia.
Y así como lo admiraban, le temían.
Tal era el caso actual, donde apartaron las miradas y agacharon las cabezas apenas el mayor comenzó a caminar dentro, quitándose la chaqueta, dejando a la vista el arma que llevaba en el lado derecho de la funda sobaquera de cuero negro. Se detuvo frente a Erwin y frunció el ceño mirándolo hacia arriba, dado a su estatura de un metro setenta que aparentemente difería en cantidad contra la del rubio, aunque aquello no le quitaba el aura que emitía respeto a cualquiera que estuviera allí, incluido Erwin, quien nunca en su vida se había visto envuelto en una situación tan engorrosa con una figura de autoridad como lo estaba en ese momento.
– ¿Y bien? ¿De dónde provenía el alboroto? –. Enarcó una ceja lanzando la chaqueta a su escritorio tras Erwin, comenzando a desabrocharse los puños de la camisa gris para doblarlos hasta la mitad de los antebrazos, todo esto sin apartar la mirada de Erwin quien ni se molestaba en parpadear al verse atrapado por la oscura mirada del más bajo que le hizo contener el aliento en un instinto cercano al temor.
– P-Pues... detective, este señor vino a dejar una constancia de desaparición –. Intervino el policía que estaba tomando el relato del rubio.
– ¿Entonces eres tú quien estaba gritando incoherencias como si hubiera una pelea?
– No, me temo que fueron mis empleados, están algo asustados por su compañero desaparecido –. Al fin pudo recuperar el habla, dando un ligero paso atrás para establecer distancia del contrario que se había acercado demasiado dado a que el camino a su escritorio estaba siendo entorpecido.
– ¿Es así? –. Les dio una mirada directa al trío que se encontraba en una esquina, intentando pasar desapercibidos. Dieron un respingo al ver que Levi se dirigía a ellos directamente.
– Nosotros... lo senti–.
– Ahórrense las disculpas, vuelvan todos a trabajar en silencio y compórtense –. Gruñó pasando junto a Erwin para al fin llegar a su escritorio y tomar asiento, soltando un sonoro suspiro.
Se recostó en la silla e inclinó el rostro hacia atrás para mirar el techo, frunciendo el ceño al notar una capa de suciedad en una de las vigas. Se encontraba demasiado cansado como para gastar más energía en ello, así que simplemente cerró los ojos e intentó relajarse escuchando los murmullos de los demás.
– ... dos días, nos pareció extraño y por eso vine. Nunca había faltado a su trabajo en lo poco que lleva trabajando para mí.
– ¿Sabe cuál es su dirección?
– No... De hecho, creo que nadie conoce mucho de su vida, era un joven muy reservado.
– ¿Conoce algo de su vida personal? Tal vez sus amigos... –. Se aventuró el policía, notando la duda en su voz, puesto que era muy poca la información que tenían como para ingresar el caso.
– No, no sabemos nada de su vida personal, Eren nunca nos contaba nada, pero en el trabajo era muy activo y siempre interactuamos... Me arrepiento de no haber preguntado más sobre su vida, se siente como que no lo conocemos realmente y nos denominamos sus amigos... –. La voz de Connie fue decayendo conforme sus palabras lo hacían.
Levi se irguió en su asiento, mirando fijamente al oficial.
– ¿Cómo se llama el desaparecido? –. Interrogó con su voz baja y ligeramente temerosa de saber el apellido.
– Eren Jeager –.
El rostro de Levi palideció más de lo que ya estaba por la falta de sueño, luego se sostuvo el rostro con ambas manos y se quedó en silencio por varios minutos, incluso mucho después de que Erwin, Connie, Sasha y Jean se marcharon.
No podía ser tanta coincidencia el nombre y apellido. Solo podía tratarse de él.