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Captive por rivaida

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Hace diez años...

 

Eren llegó a casa y dejó su mochila sobre la mesa mientras caminaba a la cocina para buscar algo de comer luego de estar todo el día en la escuela. Se hizo un sándwich rápido con lo primero que encontró y sonrió al ver a su madre llegando a casa con la bolsa de víveres.

 

– Eh, mamá, yo te ayudo –. Corrió a su lado y tomó las bolsas de sus manos, inclinándose hacia su mejilla para darle un beso de bienvenida.

 

– ¿No hay heridas de pelea hoy día? Al fin me has dejado descansar de las citaciones de la escuela. Tener un hijo peleador es un trabajo duro –. Comentó su madre riendo divertida al notar que su hijo se avergonzaba rápidamente por ello.

 

– Mikasa me detuvo hoy día –. Murmuró a regañadientes.

 

– Buena chica, debo felicitarla la próxima vez.

 

– ¿Y papá?

 

– Está trabajando en la consulta, pero llegará dentro de poco, debemos aprovechar su tiempo libre. Haré la cena, así que tu ve a hacer tus deberes.

 

– Entendido –.

 

El muchacho se llevó el pan a la boca y se dirigió a su habitación mientras tomaba la mochila con sus cosas en el camino. Se encerró en su cuarto y buscó algo de música para motivarse a hacer las tareas pendientes, intentando hacerlas lo mejor posible aun cuando tenía pocas habilidades matemáticas, lo que le llevó a la frustración en menos de cinco minutos.

 

Estuvo a a punto de llamar a su mejor amigo, Armin, para pedirle ayuda, cuando Mikasa ingresó a su cuarto sin siquiera golpear antes de entrar.

 

– Qué diablos... Me asustaste –. Genuinamente en la emoción, Eren casi se cayó de la silla donde se estaba balanceando al escribir el mensaje a Armin.

 

– Tu madre me dejó entrar sin problemas. Dijo que te avisara que tu padre ya llegó y la cena estará lista pronto –. Respondió con una pequeña sonrisa, deteniéndose unos segundos en la manija de la puerta, luego comenzó a limpiarse las manos en una servilleta que ocultó en los bolsillos una vez terminó, tomando asiento en la cama del menor–. ¿Hacías tu tarea?

 

– S-Sí... –. Eren, algo nervioso de tener a Mikasa en su cuarto, se concentró en el cuadernillo donde estaban sus apuntes, extrañamente intranquilo.

 

Se sintió ligeramente intimidado por la presencia adversa. Solía sucederle aquello con más frecuencia de lo que le gustaría admitir, y eso se debía a que Mikasa había cambiado muchísimo en los últimos años.

 

La mayor ya no era la misma, y eso se notaba en su mirada apagada y acciones sin sentido algunas veces. Se notaba más en la escuela, puesto que sus calificaciones habían descendido drásticamente en una racha, y luego de que se recuperó, comenzó a actuar distinto. Evitaba la mirada de las personas mayores, y se encogía cuando un adulto le hablaba, sus puños se tensaban y su cuerpo temblaba. Eren aún no sabía si aquello era una reacción de miedo o de ira, puesto que no se lo había preguntado al pensar que podría tratarse de un tema delicado para ella.

 

De ese modo, Eren sentía que había un abismo entre ambos, sin contar que Mikasa se había vuelto realmente posesiva con él. Aquello le extrañaba, ya que incluso le había alejado de Armin, de una forma tan sutil que no podía decir nada, pero en el fondo lo sabía. Y tenía un mal presentimiento de lo que estaba sucediendo con su mejor amiga.

 

Siempre fue consciente de que la situación en el hogar de Mikasa era muy precaria en cuanto a la forma de relacionarse con sus padres. Sobre todo la figura masculina del hogar, que era un poco abusiva cuando bebía alcohol. Sin embargo, Eren jamás pensó que aquello afectara tanto a la familia, seguía viviendo en una burbuja, pensando que los padres jamás podían hacer daño a sus hijos porque sus propios padres nunca lo habían hecho. No le cabía en la cabeza la posibilidad de que aquello le estuviera sucediendo a su mejor amiga.

 

Aun cuando veía sus heridas y moratones en los brazos y piernas.

 

Aun cuando, cada vez que la veía volver a casa, su semblante se tornaba sin vida.

 

Aun cuando intentaba ayudarla y ella huía, pero a la vez se aferraba a él y lo asfixiaba.

 

Aun cuando sentía sus miradas, fijamente en él, con un brillo divertido y malicioso, como si fueran las dos caras de una moneda.

 

Aun cuando sentía que ella ya no era la misma muchacha que era su amiga, a pesar de que seguía siendo la misma persona.

 

– ...ren. ¡Eren! –. Volvió de sus pensamientos, sobresaltado por el grito de la mayor. Escuchó un ruido sordo proviniendo del primer piso y se levantó para ir a ver qué sucedía –. No deberías bajar todavía, tu madre dijo que avisaría cuando estuviera listo.

 

– Pero...

 

– Siéntate, hay algo que quiero decirte –. El brillo en los ojos de Mikasa, desapareció casi por completo al adoptar un semblante frío y estoico.

 

Por inercia e instinto, tomó asiento nuevamente y se irguió en su lugar mientras la miraba. Un muy mal presentimiento yacía en el fondo de sus entrañas.

 

– Sé lo que piensas. Sé que me miras como yo te miro. Y sé que darías tu vida por mí. Generalmente no tengo demasiada paciencia ni autocontrol, pero contigo lo intento para no espantarte, pero últimamente... ¿Por qué no te quedaste tranquilo simplemente? Maldición....

 

– Mikasa... ¿Qué estás queriendo decir?

 

– No puedes salir de aquí, no puedes dejarme. Has estado dudando de mí últimamente, te he visto hablando con Armin a mis espaldas, has empezado a hablar con otras chicas y a mí... Me estás dejando de lado –. Eren comenzó a ver la verdadera naturaleza de Mikasa, quien poco a poco comenzó a reír y a mirarse como una completa desquiciada.

 

Si Eren antes tenía dudas, ahora eran fundadas con razón. Sintió la urgente necesidad de querer bajar a ver a sus padres. Y como si de una señal se tratara, comenzó a envolverlos un humo, que poco a poco se convertía más denso al colarse en la habitación.

 

De inmediato se puso de pie y fue fuertemente sostenido por Mikasa. Más que sostenido, fue completamente inmovilizado contra la cama, batallando con todas sus fuerzas aun sabiendo que era inútil.

 

– Mikasa por qué... No, por favor –. El pánico en la voz del menor era palpable, y el desbocado latir de su corazón le hacía sentir un golpeteo fuerte en los oídos que le impedía escuchar algo más allá del cuarto. En el fondo siempre lo supo, su instinto lo sabía, y en esos momentos lo estaba experimentando todo, cada pieza comenzó a encajar... El solo hecho de imaginar a su madre y padre heridos o peor aún, muertos, le hicieron entrar en un torbellino de emociones–. Dime que mamá está bien... Te lo suplico.

 

– Mamá y papá están en un sueño profundo, descansando.

 

– ¿A qué te refieres? –. Hizo esa pregunta con un hilo de voz, completamente paralizado en su intento de huir, comenzando a sentir un revoltijo en el estómago que indicaba unas fuertes ganas de vomitar.

 

Asco. Frío. Soledad. Vacío. Confusión. Ira. Dolor. Enfado. Impotencia. Incredulidad.

 

Todas aquellas emociones le invadieron en seguidilla, llevándolo a gritar como un desesperado, hasta que sus cuerdas vocales ardieron por el uso, sumado al humo inhalado, sentía un picor en la nariz y la garganta que le hicieron toser de inmediato.

 

El olor a madera quemada y el sonido del crepitar de las llamas del fuego, comenzó a hacerse cada vez más fuerte a medida que aumentaba el calor a sus pies. Intentó retorcerse pero solo logró que su muñeca casi se quebrara en su lugar.

 

Gritando y pataleando, de alguna forma logró encontrar una pequeña abertura en la postura de Mikasa, lo que le permitió asestarle un golpe en el tórax que la envió volando hasta la pared donde quedó ligeramente aturdida. Aprovechó su oportunidad para levantarse y correr a la puerta de la habitación, encontrando la misma con la cerradura puesta y la llave desaparecida.

 

No perdió aquellos valiosos segundos y tomó la silla para golpear la manija y romperla, sin embargo cuando estaba a punto de dar el segundo impacto, fue derribado por Mikasa que se abalanzó sobre su cuerpo y se sentó arriba de su abdomen manteniéndole las manos inmóviles en el suelo.

 

– No huyas, vamos a terminar esto pronto, Eren. Estaremos juntos para siempre. Solo te necesito a ti...

 

– Maldición, Mikasa, estás loca. Tú no eras así... La Mikasa que era mi mejor amiga jamás haría daño a mis padres quienes le abrieron las puertas de su hogar para recibirla con los brazos abiertos. Por favor, dime que ellos están bien... Te lo suplico –. Las lágrimas de desesperación se hicieron presentes, mirándola con una súplica tan grande que sentía su pecho a punto de explotar, no supo si era por las emociones o por el humo que comenzaba a tornarse más denso y pesado.

 

– Algún día lo entenderás...

 

– Nunca lo entenderé, te odiaré por el resto de mi vida. No existirás nunca más para mí.

 

– Yo... –.

 

La puerta se abrió con un estruendo, y astillas volaron sobre los cuerpos que yacían en el suelo. Eren fue capaz de ver a una silueta envuelta en humo, y por debajo alcanzó a vislumbrar un uniforme de policía junto con una pañoleta que cubría la mitad del rostro del desconocido.

 

– Oigan, ¿Qué demonios hacen aquí encerrados? Hay que huir luego o las escaleras dejarán de ser accesibles –.

 

 

Notas finales:

Buenas, buenas, bellas personas de por aquí, les traigo un nuevo capítulo. Ahora ya vamos sentando las bases de esta historia para que se comprenda otro poco, en el siguiente se finalizará este relato del pasado. MUCHAS GRACIAS POR LEER, no saben cuán feliz me hace saber que les gusta un poquis y pues bueno, denme mucho amor también ;) 

 

 


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