Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Nunca fuimos educados como hermanos (Kouji x Kouichi) por YaKayLex

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Los personajes de Digimon y nombres utilizados les pertenecen a sus respectivos autores (Akiyoshi Hongo y Toei Animation). Fanfic sin ánimo de lucro. Hecho por una fan para fans.

Notas del capitulo:

¡Hola amigos! Aquí con una nueva historia AU, esta vez con mis dos personajes preferidos de Digimon Frontier Kouji y Kouichi. La historia del anime no ocurre aquí, así que jamás se conocieron. Antes de ir con la lectura debo advertirles algunas cosas. Como saben ellos dos son hermanos gemelos, así que su relación entra en el género poco común conocido como twincest. También habrá un toque de lemon entre ellos. Por lo cual si no estás cómodo con alguno de estos temas te pido que abandones por favor la lectura y leas alguno de mis otros fics (hay para todos los gustos). Para los demás ¡que disfruten la lectura!

Cuando mi abuela me habló de tu existencia, no lo podía creer. Tu padre y mi madre al parecer no lograron entenderse muy bien, ya que apenas nacimos, él decidió hacer su vida con otra mujer y solo contigo. ¿Cómo puedes hacerle eso a una persona? Separar a dos hermanos desde pequeños, y lo peor, gemelos. Es algo cruel. ¿Por qué al menos no nos dejaron conocernos? Si tan solo hubiéramos convivido como hermanos yo... no tendría estos sentimientos por ti.


 


Al conocerte, un remolino de emociones contradictorias comenzó a surgir en mi pecho. Ver a alguien tan parecido a mi desde otra perspectiva hacía que todo pareciera irreal. Saliste de tu casa siendo arrastrado por un gran perro. Intentabas mantenerlo tranquilo, pero era imposible. Cuando este logró hacerte caer, yo estuve a punto de hablarte, pero en ese preciso momento salieron tus padres. Por unos instantes presencié el cuadro familiar que formaban. El hombre parecía alguien frio e indiferente. Lo vi por un momento y me di cuenta de que todo el amor que sentía por mi padre "fallecido" se había ido. La mujer se veía amable, aunque no le presté demasiada atención. Finalmente me dediqué a observarte. Pese a tu parecido conmigo, había algo diferente en ti. Una luz emanaba de tu cuerpo, te hacia brillar. Tu sonrisa, aunque discreta, era muy linda.  Después de unos momentos, se alejaron de la casa. A partir de ese momento, me volví un acosador en toda la extensión de la palabra.


 


Todos los días, saliendo de clases, corría directamente hacía tu colegio. Por suerte tus clases terminaban poco después que las mías. Así que llegaba a tiempo para verte salir. Veía con curiosidad al grupo de chicas que te veían embelesadas. No entendía el porqué. Tu físico era como cualquiera. Cabello negro con unos tonos azulados, piel blanca y una estatura promedio para tus doce años. Lo único diferente eran tus ojos, que tienen un tono azul mar obscuro. Con el paso de los días pude notar que eras muy reservado, discreto y tranquilo. Al parecer no tenías amigos y eso me dolía mucho. Te seguía durante tu camino a casa. Cuando llegabas, tu madre te recibía con entusiasmo y entrabas a tu casa. Me hubiera encantado saber qué actividades hacías, que comías o que programas veías por televisión. Pasaba un par de horas escondido al lado de tu casa, ya que todos los días sin falta, hacías tu paseo vespertino. Afortunadamente todos tus vecinos trabajaban, ya que de haberme visto seguramente hubieran creído que era un ladrón y hubieran llamado a la policía.


 


Como lo sabes, no pertenezco a una clase "acomodada" como tú. Cuando tu padre decidió separarse de mi madre, no le dejó ni un centavo. Ni siquiera un acuerdo para hacerse cargo de mi educación. Nada, como si yo nunca hubiera existido. Como madre soltera y sin estudios universitarios, mamá hacía un gran esfuerzo para que sobreviviéramos. Por mi parte, siempre mantenía las mejores calificaciones para obtener becas estudiantiles, y fue así que pude acercarme a ti.


 


Han pasado ya cinco años desde la primera vez que te vi. Gracias a muchos esfuerzos, logré entrar a la misma preparatoria que tú. Por fin seríamos compañeros. No podía haber estado más feliz. Al llegar, eras la única persona en el salón. Mi corazón dio un vuelco. Era una sensación extraña que jamás había sentido al verte. Era tanto mi nerviosismo por lo que no me atreví a hablarte. Con un movimiento de cabeza te saludé y fui a sentarme hasta la parte más alejada del salón. Me miraste extrañado, pero no me dijiste nada. Tal vez me consideraste un prepotente, o un ignorante sin educación. ¡Vaya manera de empezar contigo! Si bien durante todos estos años traté de estar a tu lado de la misma manera, desde el verano del año pasado ya no lo pude hacer pues conseguí un trabajo de medio tiempo. Sin embargo, podía notar que mis sentimientos no habían cambiado en nada. Al contrario, creo que ahora eran más fuertes.


 


Con discreción te estudié desde lejos y pude notar que algo en ti sí había cambiado. Quizá eras más alto, pero tu figura seguía siendo delgada y delicada. Tu cabello podía notarse más largo de lo habitual y lo llevabas recogido en tu típica coleta. Aunque ahora ya no usabas una pañoleta, por lo que tu frente se veía despejada, salvo por unos cuantos mechones que amenazaban con escaparse, como si acabaras de correr. Tu ropa era ajustada y de tonalidades obscuras, y yo descaradamente, te recorrí de pies a cabeza. Te veías demasiado atractivo. Miré hacia la ventana mientras intentaba calmarme ¿qué diablos estaba pensando? Eres mi hermano. Seguramente estaba en un error. La mente a veces te juega malas pasadas. Comencé a hurgar entre mis cosas buscando algun libro para poder distraerme cuando escuché una voz:


 


- Hola... - Era la voz más varonil que había escuchado. Voltee de inmediato y allí estabas.


 


- Ho... eh... hola... - Titubee, mientras te veía a los ojos. Con un poco de suerte no podrías notar nuestro parecido. Ese mismo día había decidido usar lentes de contacto negros y unos anteojos.


 


- ¿Te conozco de alguna parte? Te me haces muy familiar. - Me preguntaste mientras me analizabas con la mirada.


 


- No... no creo... - me apresuré a decirte. - Es la primera vez que vengo a esta escuela.


 


- Ya veo... - parecías pensativo. - Si, de haber estado antes me acordaría. He estado aquí desde que el preescolar.


 


- Lo sé... -  Te dije y de inmediato me arrepentí.


 


- ¿Lo sabes? - Me preguntaste muy confundido.


 


- Tu padre es Kousei Minamoto, ¿cierto? - traté de sonar indiferente - cuando firmé mi beca aquí me dijeron que era el principal benefactor o algo así.


 


- Si... - Miraste por la ventana con un semblante tan triste que me dieron ganas de abrazarte. - Al parecer tiene alguna obsesión con ayudar a chicos de bajos recursos para que sigan estudiando.


 


- Debe ser culpa... - Dije por lo bajo. Pensé que no me habías escuchado, pero me equivoqué.


 


- Posiblemente... – Repentinamente reaccionaste. – Me pregunto cómo lo adivinaste. – Trataste de que te respondiera, pero solo pude encogerme de hombros. Suspiraste lentamente y volviste a hablar. - Mi padre abandonó a su hijo, a mi hermano gemelo, cuando era tan solo un bebé y jamás movió un dedo por traerlo de vuelta a su vida. - Te miré sorprendido. -  Aunque quizá todo pueda cambiar. En el verano, mi madre... bueno quiero decir mi madrastra, falleció, pero en su lecho de muerte, hizo que mi padre le prometiera que buscaría a mi hermano, para que yo por fin lo pudiera conocer. - Un nudo se formaba en tu garganta. -  Pero dudo que mi padre lo cumpla. Si en diecisiete años no lo ha hecho, menos ahora. - Asentí levemente. - Tan solo espero que mi hermano esté bien. Me imagino que ha estado viviendo en algún orfanato o con una familia adoptiva.


 


- ¿Por qué piensas eso? - Te pregunté de inmediato.


 


- Porque mi madre falleció un par de años después de que se separaran. - Parecías tan seguro de lo que decías. ¿De dónde habías sacado eso? – Mi padre me lo dijo.


 


- ¿Sabes su nombre? - Te volví a preguntar mientras me ponía de pie y tomaba tu mano. Se sentía tan cálida. Pude notar que tu mirada se llenaba de lágrimas.


 


- No... Ni de ella ni de mi hermano… - Te limpiaste los ojos.


 


- Yo te voy a ayudar. Te lo prometo. - Te abracé sin titubear y pude notar un leve sonrojo en tu rostro. Mi corazón comenzó a palpitar violentamente y me separé de ti de inmediato mientras me disculpaba. Me sonreíste de una manera que jamás te había visto. Estabas tan... hermoso.


 


Desde ese momento, nos volvimos inseparables. Te sentabas frente a mí y me pasabas caricaturas con chistes graciosos durante las clases. A veces nos quedábamos en la biblioteca para estudiar y explicarte algunos conceptos que no entendías muy bien. Me encantaba ayudarte.


 


Conforme pasaba el tiempo a tu lado, pude darme cuenta de una sola cosa: me estaba enamorando de ti. Tal vez me consideres un maldito enfermo por sentir eso por mi propio hermano, pero no pude evitarlo. Tu forma de ser, tu amabilidad, tu hermosa sonrisa, tus brillantes ojos azules - que se obscurecen cuando te enojas y se aclaran cuando estás alegre-. Todo tú conquistaste mi corazón. No podía evitar sentirme de esa forma respecto a ti. Se la verdad, sé que somos gemelos, pero para ti solo soy un compañero cualquiera. Tal vez incluso me veas como un amigo. Pero no como tu hermano. ¡Maldita la hora en la que fui a buscarte! Desearía tanto no haberlo hecho. Te hubiera conocido como a cualquier persona. Me habría enamorado perdidamente de ti sin sentir culpa cada vez que te veo.  Pero ahora es demasiado tarde.


 


Decidí irme alejando poco a poco de ti. Trataba de actuar como lo haría con cualquier persona, aunque me costaba mucho trabajo. Mis movimientos eran forzados, me obligaba a mí mismo a desviar la mirada cuando me hablabas, para que nuestros ojos no hicieran contacto y así no pudieras notar lo que sentía. Pero todo iba creciendo cada vez más rápido. Anhelaba con fuerza el poder acercarme a ti, abrazarte como aquel primer día. Pero sé que no podría controlar mis impulsos. Al verte, solo querría tocar tu piel tan pálida, soltar tu cabello y enredarlo entre mis dedos; besar tus labios tan delgados y suaves y ver tu rostro teñido de carmín una y otra vez mientras susurras mi nombre con esa voz tan sensual que tienes. Deseaba tanto hacerte mío...


 


-Kouichi... -Tu voz me sacó de mis pensamientos. Hacía varios minutos que todos se habían ido. Te vi por un segundo y luego desvié mi mirada. Te veías más atractivo que de costumbre, ya que justo ese día usabas una camisa de color blanco, que al inclinarte dejaba un poco expuesto tu pecho. Mi corazón comenzó a latir de prisa. 


 


- ¿Qué pasa, Kouji? - Indiferente, distante. Podía ver dolor en tus ojos. No me gustaba en lo absoluto. Así que decidí estudiar con detenimiento mi libreta, manteniendo la cabeza agachada como un avestruz.


 


- ¿Vas a permanecer más tiempo en el salón? - me preguntaste con esa voz tan suave que me derretía.


 


- Tal vez... ¿Necesitas algo?


 


- ¿Podrías ir a mi casa hoy? No entendí los ejercicios de algebra y me gustaría mucho que me ayudaras. - La invitación me sorprendió.


 


Varias veces me habías pedido que fuera, pero me había excusado diciéndote que me daba pena conocer a tu padre, dado mi status social. Aunque la realidad era que tenía miedo de que al verlo en persona le recriminara por habernos abandonado a mi madre y a mí, en una situación tan precaria. Seguramente lo golpearía porque mientras él paseaba en autos lujosos y tenía todas las comodidades, la vida de mi madre se había terminado de una forma tan repentina, con la espalda hecha pedazos por todos esos exhaustivos trabajos como recamarera y cocinera en un gran hotel. Tragué saliva.


 


- Ya sabes que...


 


- Mi padre no estará en casa, ya que saldrá por varios días de la ciudad. - Me miraste con mucha comprensión. - Te pagaré.


 


- No te estoy pidiendo que lo hagas. – Te dije, pero después recapacité. -  Lo siento pero no quiero ir.


 


- ¿Acaso ahora me odias? - Pude ver que tus ojos se llenaban de lágrimas. Sentí una opresión en el pecho.


 


- ¡Nunca lo haría! - Te grité mientras levantaba mi rostro. Me mirabas fijamente. Tus ojos brillantes ablandaron la dura coraza que intentaba demostrarte. Vi tus labios tan cerca de mí. ¡No, maldita sea! ¡Ni lo pienses, Kimura! Pero mis advertencias fueron desechadas por mis oídos. Con cuidado levanté mi rostro y toqué suavemente tus labios, pero fue como si hubiera probado algun elixir prohibido. Quería probarlos más. No podía hacerlo. Sin recriminarme nada, tomaste mi mano y solamente me dijiste "Vamos a mi casa".


 


¡Estúpido, imbécil! me recriminaba a mí mismo mientras nos dirigíamos hacia allá. Tú no me hablabas ni me mirabas para nada. Estabas cabizbajo y triste, pero irónicamente no soltabas mi mano. Quería disculparme, pero, ¿cómo?


 


Llegamos a tu casa y entramos. Yo estaba muy nervioso. Era bastante lujosa, pero se veía fría.


 


- Por aquí... - me susurraste mientras me guiabas escaleras arriba.


 


Pasamos frente al cuarto de tu padre y pude notar que era mucho más amplio que el pequeño departamento que yo rentaba. Una amplia biblioteca con un sillón reclinable incluido, un escritorio, un closet y una gran cama de caoba fina llenaban su cuarto. Las náuseas comenzaron a apoderarse de mí. La envidia es como un veneno que te corroe por dentro. Te quema como un fuego ardiente, y era lo que yo sentía en ese momento. Tantos lujos y mi madre y yo tantos años viviendo al día. ¡Que injusto había sido ese hombre!


 


- ¿Estás bien, Kouichi? - me preguntaste. Pude notar en tu voz tu preocupación genuina. Tus ojos azules estaban tan obscuros que eran como un pozo profundo, donde poco a poco me iba internando, con mis pensamientos impuros hacia ti, con mis deseos llenos de envidia por la vida que llevabas. La obscuridad se estaba apoderando de mí.  Solo asentí. Tomaste mi mano con más fuerza y me llevaste a la que supuse era tu habitación. Todo el mobiliario era más sencillo y económico. El cuarto era de un tamaño normal así que las náuseas se me quitaron un poco. Soltaste mi mano y cerraste la puerta. La única exuberancia en la habitación era un enorme ventanal que permitía ver el cielo en todo su esplendor. La casa de enfrente también podía verse.


 


- Es ahumado por fuera - me explicaste. Yo no entendía a lo que te referías. - Nadie puede vernos.


 


Nadie puede vernos...


 


Esa última frase comenzó a tomar forma en mi cerebro justo unos segundos antes de sentir tus labios sobre los míos. En cuanto volví a sentirte cerca, en cuanto volvía a probar tu sabor, me olvidé de todo y de todos. Te besé con profundidad, con todo el amor y el cariño que alguien puede tener por otra persona. Estaba sediento de ti, te besaba con pasión y tú me correspondías de la misma manera. Te escuchaba gemir un poco mientras nuestros besos se profundizaban cada vez más. Yo hacía lo mismo. Jamás, en toda mi vida, había sido besado de esa forma -ni de ninguna forma para ser exactos-. Al principio te abrace de una manera gentil, pero poco a poco la temperatura de mi cuerpo comenzó a elevarse, por lo que empecé a aumentar la presión ejercida por mis brazos...


 


Te estreché con tanta fuerza que casi te ahogas por la falta de aire. Reímos un poco y la tensión comenzó a desvanecerse. Solo por unos instantes. Ninguno de los dos dijimos nada. Te recostaste sobre tu cama y le diste unas palmaditas a tu lado. Sin perder tiempo me senté. Te acercaste a mi costado mientras me abrazabas y de inmediato te rodee tus hombros. Permanecimos varios minutos de esa manera. De pronto tu mano se deslizó dentro de mi camiseta y comenzaste a recorrer con ligereza mi abdomen, mi pecho. Mi corazón comenzó a palpitar rápidamente.


 


- Creo que te está gustando... -Me dijiste con una voz seductora. Me sonrojé.


 


- Creo que sí... - Fue lo único que te contesté.


 


Con un hábil movimiento te sentaste a horcajadas sobre mí. Comenzaste a desabrochar mi camisa y yo hice lo mismo con la tuya. Recorrimos cada parte de nuestro torso. Te inclinaste para realizar un camino de besos desde mi estomago hasta mi cuello. Sentía que en cualquier momento podría explotar. Era como un sueño tenerte de esa manera. O tal vez una pesadilla. Abrí los ojos sorpresivamente cuando ese pensamiento llegó a mi cabeza. Te miré y de alguna manera habías logrado quitarme los pantalones. Tu mano estaba por tomar cierta parte que amenazaba con salir de mi ropa interior. La palabra "Hermano" cruzó como una flecha por mi mente y sin poder pensarlo siquiera, te di con mi rodilla en tu estómago. Me levanté de la cama y traté de auxiliarte.


 


- Lo siento, no fue mi intención Kouji... - De verdad estaba muy arrepentido.


 


- Cof, cof... No te entiendo... Cof, cof...- Tratabas de recuperar el aire perdido.


 


- Lo siento, no podemos.... No podemos llegar más lejos.... - Trataba de buscar mi camisa en vano.


 


- ¿Por qué? - Me preguntaste con un grito. Tu rostro se veía rojo de ira. Jamás debí seguirte el juego.


 


- Lo siento... -comencé a ponerme la camisa. - No puedo decírtelo, jamás lo entenderías....


 


- ¿Por qué? - volviste a preguntarme. Esta vez te veía mucho más furioso. O quiza más dolido. - ¿Acaso crees que soy un imbécil?


 


- ¡No es que seas un imbécil! - Te grité. - ¡Es porque tú...!


 


- ¿Es porque soy tu hermano? - La palabra me dejó estático. Te miré sorprendido. - Lo sabias, ¿verdad? ¡Sabias que soy tu hermano y no me dijiste nada! - Corriste hacía mí y comenzaste a golpearme en el pecho. Te dejé sacar tu frustración, aunque tus golpes me dolieran en el alma. Era mi castigo por haberme enamorado de ti. Comenzaste a llorar desconsoladamente. Te abracé con fuerza hasta que te tranquilizaste.


 


Después de un rato comencé a explicártelo todo. Como fue que nuestra madre había tomado la decisión de dejarte para siempre pues eras un bebé débil que necesitaba estar constantemente en el médico. Sabía que nunca podría correr con los gastos. Pero era claro que te extrañaba demasiado, pues varias veces la había escuchado llorar en su habitación. Incluso cuando falleció y pude revisar sus cosas encontré una gran cantidad de recortes sobre ti, en algun acto público con tu padre. Te pedí perdón por no haberte ayudado a verla mientras aún estaba con vida. Tú me contaste sobre la forma en la que habías encontrado tu vieja acta de nacimiento y como poco a poco habías logrado descubrir que eras mi hermano.


 


Lloramos durante horas hasta que cada uno sacó todo el dolor que sentía por dentro. Nos abrazamos con tanta fuerza y una cosa llevó a la otra. Con cariño y cuidado retomamos las caricias donde nos habíamos quedado, sin pensar en nada más que en nosotros. Sin pensar en que era un amor prohibido y sobre todo sin pensar que estábamos cometiendo quizá el pecado más grande de nuestra vida. Tal vez te estaba llevando al agujero de obscuridad donde yo me encontraba, pero tu hermosa luz no te permitíría caer conmigo. Incluso creo que tu misma luz me estaba liberando poco a poco de mi propia obscuridad. O lo haría pronto.


 


Comenzamos con un ritmo lento pero delicioso. La emoción que sentía era tanta que quise apretar mis ojos con fuerza, pero los lentes de contacto me lo impedían.


 


- Quítate los lentes... - Me susurraste en el oído mientras te veía sorprendido. - ¿Crees que no lo sabía?


 


- Kouji... - Con cuidado me los quité y tu comenzaste de nuevo.


 


Sentía tu lengua, tus tiernos besos y tus pequeñas mordidas sobre mí torso y mi cuello. Durante la mayor parte de la noche hicimos tantas cosas que de solo recordarlas me hacen sonrojar. Te susurré cuanto te amaba y tú me correspondiste sin dudarlo. Estábamos locos.


 


Al día siguiente desperté a tu lado. Te veías tan frágil e inocente. Besé con ternura tu cabello y de inmediato abriste tus ojos.


 


- Estabas fingiendo... - Te dije con voz ronca y tú me sonreíste. - ¿Que vamos a hacer, Kouji? - Te pregunté preocupado.


 


- Nada... - Lo dijiste tan tranquilo que por poco se me rompe el corazón. - No hay nada que hacer ni que explicar.


 


- Pero, somos hermanos. -Suspiré. Tomaste mi mano y la besaste, en un gesto romántico y dulce, muy diferente del lado salvaje que me habías demostrado el día anterior.


 


- Lo somos ante los ojos de la naturaleza, pero ante la sociedad no somos nada. Nunca fuimos educados como hermanos. - Comenzaste a explicarme pacientemente. - Nadie más que mi padre lo puede saber. Pero él no va a decir nada.


 


- ¿Y por qué no?


 


- Porque no le parecería correcto que la sociedad se enterara que su único hijo es homosexual y vive en una relación incestuosa con el hijo que abandonó siendo un bebé.


 


- Cuando lo dices así, se escucha horrible. - Suspiré.


 


- Lo sé, pero ante los ojos de la sociedad y de mi padre esa sería la realidad... - su voz se quebró. - Mira, solo quiero que tengas en tu mente una sola cosa: te amo más que a nadie. Mi padre nunca sabrá que yo descubrí el nombre de mi madre, así que por ese lado podríamos fingir que no sabemos nada. En cuanto a lo otro, él sospecha de mis preferencias desde hace tiempo, por eso ahora es tan distante conmigo. Después de que hable con él, solo te voy a presentar como Kouichi Kimura, mi más inteligente y brillante compañero de clase del cual me enamoré. Seguro que lo aceptará. – Suspiré sin querer. Dudaba mucho que lo hiciera. Me miraste un poco y después sonreíste. -  Y si mi padre no lo acepta entonces nos iremos, solos tú y yo. Juntos para siempre. ¿De acuerdo? - Te sonreí con ternura. Tu ingenuidad podía ser muy linda.


 


- De acuerdo Kouji, solo porque te amo más que a nadie en la vida. - Tomé tu rostro y te besé con cariño. Enfrentaría lo que fuera con tal de estar a tu lado por toda la eternidad.

Notas finales:

Bueno, hasta aquí la historia. Traté de no modificar mucho el carácter de los hermanos solo para darle un poco más de credibilidad a mi historia. Hace poco volví a ver algunos capítulos de Frontier y vaya que hacían fanservice con estos dos (y bueno con Izumi también). Claro que cuando eres niño no lo ves de esa manera (o cuando creces y te vuelves una pervertida ya lo vez de otra manera XD). Espero les haya gustado. Ya saben que cualquier comentario es bienvenido.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).