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Nada es lo que parece (Drarry) por LalaDigon

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El viento frío le lastimaba la piel de Harry allí donde las cálidas manos de su madre no lo tocaban.

—Cuídate Harry —dijo Lily mientras se acercaba y depositaba un suave beso sobre su frente.

El viento agitaba su rojo pelo en todas direcciones, pero a ella no parecía molestarle, estaba más preocupada estudiando el rostro de su hijo con cierta angustia que en ese incómodo hecho.

—No entiendo por qué tienes que irte —masculló con impotencia.

—Vamos mamá —suspiró Harry rodando sus ojos al escuchar, por millonesima vez en lo que iba del verano, esas palabras— Dejaron que Viktor invitara a cinco compañeros que no fueran de su curso, Karkarov ya habló contigo —le recordó por otra millonesima vez también.

—Si lo sé, es solo que no me gusta... —sus labios hicieron un mohín disgustado, por una última millonésima vez.

—No tienes de qué preocuparte. —le dijo con cariño. Sabía que ella siempre se preocupaba de más, no tenía caso intentar convencerla de otra cosa.

—¡Ya ya! —intentó aceptó Lily al final, imprimiendo todo el entusiasmo que pudo antes de soltar sus mejillas y abrazarlo con fuerza.

A pesar de que su uniforme con pieles le abrigaba, cuando sus brazos lo rodearon algo más que su cuerpo sintió el calor. Harry se quejaba y solía suplicar porque no lo avergonzara en público, pero en secreto amaba ese tipo de momentos.

—Lo único que puedo agradecer es que las reglas hayan cambiado.

Su cálido aliento le humedeció la oreja y no pudo evitar temblar sumergido en el abrazo.

Las reglas.

Odiaba que hubieran cambiado las reglas.

—Si ya, yo también me alegro —masculló sin poder esconder lo poco seguro que estaba de ello.

—Vamos Lily, suelta al chico —se quejó James a su lado, guiñandole un ojo para hacerle saber que ahí estaba él para defenderlo de las cariñosas y sobreprotectora garras de su madre.

—No sé va al otro lado del mundo. Solo es Hogwarts y tú sabes que allí nunca pasa nada interesante.

Separándose a regañadientes de él, lo soltó mirando duramente a su padre.

—No pasaba, dirás —lo corrigió con amargura— Desde que Black empezó a enseñar Defensa contra las Artes Oscuras, pasa mucho por allí.

—Vamos Lily, él no permitiría que le pase nada a Harry —le recordó su padre— A parte, Lunático también está allí, él sí que no lo permitiría.

—Vaya consuelo. Black le lanza una mirada de perro mojado y lo desarma.

James intercambió una mirada cómplice con su hijo y ambos sonrieron de costado. Él único motivo por el que su padrino había logrado perfeccionar su habilidad para emplear dicha cara era porque cada luna llena la usaba contra un lobo casi tan grande como él. Su padre le había contado el secreto que él y sus amigos de la infancia poseían desde que cumplió los once, secreto que se le fue confiado junto con su capa de invisibilidad. Artefacto que guardó muy prolijamente en su baúl, justo encima (escondiendo) un mapa muy interesante que su tío le dio ese verano cuando fue de visita junto con el chisme del Torneo.

«Se que te las ingenieras para estar allí» le dijo luego de que todos se hubieran retirado y solo su padre y su tío quedaron cerca.

Su padre le había prohibido a Harry hablar de cualquiera de esos elementos (la capa y el secreto de los mereodares) con su madre, alegando que ella no lo iba a entender y le fue imposible rebatir sus palabras cuando ese mismo invierno su tíos vinieron a pasar las navidades y les contaron la noticia de que ahora eran dos honrados profesores de Hogwarts.

Su madre insistían que Sirius iba a corromper la juventud Inglesa con sus ocurrencias y sacando que Remus era un poco más de fiar, no alcanza a ser un santo, no a sus ojo. Harry no quería imaginarse qué podría opinar de fueran animagos no registrados y mucho menos que su tío Remus permitiera que todos lo acompañarán en sus noches como un Lobo.

Harry se giró para abrazar a su padre, sintiendo un repentino ataque de nostalgia. Su mejor amigo se quedaba en Bulgaria. Sabiendo lo mucho que lo iba a extrañar, Harry se olvidó por unos segundos de la imagen de chico cool y rudo que se esforzaba por dar, y apretó más sus brazos en torno a la cintura de su compañero de travesuras favorito. Muchas fueron las veces que su madre los reto como iguales, muchas fueron las veces que su padre lo cubrió cuándo era atrapado en una travesura. Muchas más fueron las veces que esté lo retó en secreto, enseñándole a ser un buen y respetuoso bromista.

Cuando James se agacho para corresponder el saludo, algo sorprendido por la actitud de su hijo, se apresuró a agacharse y susurrar en su oído.

—¿Llevas la poción que te hicimos con Canuto?

—Escondida entre mis pieles —susurró contra su oído ladeando una sonrisa traviesa.

—Suerte entonces hijo —a pesar de no verlo de frente, Harry percibió que su padre tenía una sonrisa igual a la suya.

Cuando se enteró a fines del año pasado que ese año iba a ser el torneo cayó en un pozo depresivo cuando la noticia decía que el nuevo reglamento anunciaba una modificación: los menores de 17 no iban a poder competir. Había soñado despierto con la oportunidad y casi había temido perderla.

Siempre escuchaba las historias de su padre, las andanzas con sus tíos y no podía evitar sentir envidia. Viktor y Pavel eran sus mejores amigos y pese a que Harry se abrió un nombre entre los grandes apellidos en su colegio, no podía evitar desear una gran aventura. No diría que su vida era aburrida, pero tampoco había grandes logros en solo ser el bromista del colegio. Harry quería más y el torneo podía dárselo.

Mientras se hundía en la triste realidad de que eso ya no sería posible, su padre y su padrino se le acercaron y cuidando que ni Rem ni su madre los viera, le entregaron una poción. Sirius había escuchado decir que el director iba a poner un círculo de la edad para evitar que competidores menores de edad pudieran meter su nombre en la Copa, y juntos le habían preparado una poción. No estaban seguros que funcionase, pero al menos iba a tener una oportunidad.

—Adiós —dijo Harry sonriendoles por última vez a sus padres antes de encaminarse hacia el barco.

Su madre intentó volverlo a atrapar, pero su padre la sujetó de los hombros rodando los ojos. Con sonrisa de disculpa y una de agradecimiento oculta, huyó en dirección al barco.

En las rampas para abordar, Víktor y otros de sus compañeros ya se habían agrupado esperando la orden para subir.

—Eh, Potter —lo llamó su mejor amigo cuando se acercó lo suficiente— ¿Ya te soltaron? —se mofó con una sonrisa arrogante en los labios y una mirada cargada de envidia y tristeza.

—Al parecer —se encogió de hombros con una media sonrisa mirando a Viktor y le guiñó un ojo confiado.

—¿Tienes la poción?—le preguntó Pavel con los ojos iluminados, acercándose por detrás.

Sintiendo como su amplia mano le palmeaba la espalda con fuerza, Harry cuadró sus hombros y lo miró arrogante. Antes de ese verano quizás ese gesto lo hubiera sacudido un poco, no era menudo pero tampoco era muy atlético. Con suficiencia notó como su compañero apretó otra vez su nuevos músculos más duros y sonrió para sus adentros.

—Obviamente, no me lo perdería por nada del mundo —murmuró decidido.

Les había contado cuál era el plan y todos sus compañeros mayores habían soltado exclamaciones entusiastas. Pese a ser el más chico entre los viajantes, Harry no era ni por asomo el más rezagado. Ser el mejor amigo del Buscador de Bulgaria le daba notoriedad, pero sus constantes ocurrencias y su habilidad para conseguir enfurecer a Igor lo que lo volvió una estrella con brillo propio.

—Increíble —suspiró Víktor con aire ausente, deslizando su mirada dónde Lily y James esperaban algo alejados del resto de los padres— Ojalá mi padre fuera tan divertido como el tuyo.

Harry lo miró con cierta culpa, el padre de Víktor solo pensaba en lo redituable que era su carrera como buscador y pocas veces lo dejaba divertirse. Solo el honor que podía traerle ser el campeón del torneo había permitido que le dejara ausentarse todo el año escolar y con ello perderse los entrenamientos de Quidditch.

—Vamos Krom, deja de llorar —se quejó Pavel— Todos quisiéramos estar en tu lugar.

Su amigo dio un respingo y se rio con fingida soltura.

—Perdedores —se burló más ávidamente.

Pavel alzó su dedo medio y se escabulló lejos donde otros chicos lo llamaron. Harry meneo la cabeza y suspiró. Para ser un chico que se la pasaba dándole consejos a todo el mundo, la habilidad para leer a Viktor de Pavel era imposible.

—Lo siento amigo —dijo dándole una palmada en el hombro, hablando bajo para no volver a atraer sobre Víktor.

—No te hagas problema, si gano esa copa ya no me molestara tanto.

—Solo si te dejo ganarla. —se jactó entre risas.

Viktor se rió junto a él y como si su director oliera que se lo estaba paseando bien, empezó a llamarlos dentro.

—¡Suban! —gritó acercándose a ellos, con la vista fija en su ya proclamado Campeón.

Harry giró una vez más para ver a sus padres y notó como los dos lo miraban con sendas sonrisas en sus rostros. Por más que el frío les había enrojecido sus mejillas ambos parecían verdaderamente contentos por él. Su padre tenía sus brazos alrededor de la cintura de su madre y ella descansaba su cabeza en su hombro. Levantó la mano y los saludo una vez más antes de entrar al barco entre risas y empujones.

Su aventura comenzaba.


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