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Let's play por BlackHime13

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Notas del fanfic:

Está basado en un escape room, aunque con tonos bastante oscuros. Contiene violencia física, muerte de personajes OC, drama, angustia y eventual romance. También hay toques ligeros de fantasía.

Como siempre, los personajes no me pertenencen a mi, sino a sus respectivos creadores, sin embargo la historia es completamente mía (=^w^=)

Notas del capitulo:

Sinceramente esto iba a ser un simple oneshot, pero para cuando llegué a las 12 mil palabras me di cuenta que no podría llegar hasta donde tenía pensado en tan soloun capítulo. Como resultado, decidí hacer algo más largo de lo planeado al principio (dos o tres capítulos, veremos según vaya avanzando.)

Si hay alguien que sea aprensivo con temas violentos recomiendo no leerlo, pero cada cual es responsable de sus actos por lo que espero no recibir quejas luego.

Advertencia: muerte de personajes OC. Son algo gráficas así que tenedlo en mente.

PD: Todo lo que ocurre es ficticio. ¡¡Por favor no intenéis nada de lo que leáis aquí en casa!!

La luz era demasiado potente. Incluso con los párpados cerrados esta le molestaba al punto de sentir su cabeza punzar. Gruñó levemente e intentó incorporarse del frío suelo que ocupaba. Aquello le sobresaltó dado que no recordaba haberse quedado dormido allí. La memoria era vaga, pero juraría que anoche se dejó caer pesadamente sobre el colchón de su cuarto después de llegar de su trabajo.

Abrió los ojos lentamente, entrecerrándolos cuando la luz le molestó y esperó unos segundos hasta que se acostumbraron y miraron a su alrededor. Sintió su respiración acelerarse ante lo que sus orbes jade contemplaron.

Se encontraba dentro de una habitación completamente blanca, paredes de ladrillo pintado, la luz artificial provenía de potentes lámparas que colgaban del techo, no obstante lo más preocupante era que no se encontraba solo allí. Otras ocho personas yacían en el suelo al igual que él no hace poco.

Respiró profundamente para intentar calmar a su acelerado corazón y notó que su ropa había cambiado. En vez del uniforme con el cual recordaba haberse ido a dormir, demasiado cansado para cambiar sus ropas de trabajo por su pijama, ahora portaba una especie de camisón que le llegaba hasta por la rodilla y dejaba ver tanto sus piernas como sus brazos.

Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo, percatándose que hacía bastante frío en la habitación. Con cuidado se puso de pie y caminó hacia la persona más cercana. Sus ropas eran iguales a las suyas: un feo camisón de color gris. Bufó entre molesto e inquieto. Movió al joven un poco intentando que despertara. Le vio fruncir el ceño y dejar escapar un leve gruñido de sus finos labios para a continuación chocar sus jades contra unos preciosos zafiros. El joven de cabello rubio como el sol le miró con confusión durante unos segundos hasta que pareció percatarse de que algo no iba bien. Se incorporó rápidamente, cosa que se arrepintió de hacer puesto que con una mano agarró su cabeza y cerró los ojos con fuerza.

- ¿Mareado? – preguntó con voz suave y el contrario simplemente asintió.

- ¿Dónde estamos? – inquirió un par de minutos más tarde.

- No lo sé, pero no somos los únicos aquí. – dijo y cuando los zafiros le miraron de nuevo, él señaló por la habitación. Le vio abrir los ojos con sorpresa y pudo notar la preocupación brillar en estos.

- Tenemos que despertarlos. – habló el rubio y él asintió. Se dirigieron hacia el par de peliazules los cuales yacían prácticamente abrazados. - ¿Hermanos? – susurró él, pero como no tenía respuesta decidió no responderle.

Con cuidado movieron a ambos hasta que un par de orbes azulinos se dejaron ver. Decidieron no gastar el tiempo en explicaciones y los cuatro procedieron a despertar a las cinco personas que quedaban: tres castaños, un moreno y un albino. Una vez todos se encontraban conscientes se sentaron en un círculo en el centro de la habitación.

- ¿Alguna idea de dónde estamos? – inquirió el albino quien miraba hacia las únicas dos puertas del lugar, en lados completamente opuestos del cuarto.

- No. Solo recuerdo recostarme en la cama e irme a dormir. – respondió con sinceridad el de cabello musgo.

-Yo igual. Ni siquiera me cambié de ropa antes. – comentó el rubio con el ceño fruncido mirando la prenda que en ese momento vestía.

- Así que alguien se ha tomado la molestia de secuestrarnos y cambiarnos de ropa. La pregunta es… ¿con qué objetivo? – preguntó uno de los castaños, este poseía unos preciosos orbes esmeralda con dejes dorados en el centro.

- Puedo responderte a eso, pero no creo que vaya a gustarte la respuesta. – murmuró otro castaño, esta vez de ojos tan azules como el mismo mar.

- Así que no soy el único que piensa eso. – susurró uno de los peliazules, concretamente el de cabello largo.

- Arghhh… ¿podemos presentarnos primero? Es difícil recordar quién dice qué cuando tenemos dos peliazules y tres castaños en el grupo. – medio gruñó el rubio.

- No es mala idea. Yo soy Izuku. – se presentó el de ojos jade.

- Naruto. – habló el rubio de nuevo.

- Allen. – dijo el albino quien no dejaba de observar alrededor.

- Nagisa. – comentó el peliazul de cabello largo.

- Eren. – el castaño de interesantes ojos bufó.

- Yo soy Tsunayoshi, pero Tsuna está bien. – aclaró el castaño de lindos orbes color miel con una leve sonrisa.

- Shinichi. – respondió el de orbes azules después de suspirar.

- Tetsuya y no estoy emparentado con él. – fue el turno del segundo peliazul quien señaló a Nagisa al decir lo último, sabiendo lo que todos se preguntaban, pero ninguno había dicho. El mencionado asintió cuando las miradas se posaron sobre su persona.

- Acabo yo. Me llamo Yuuri. – el moreno fue el último en presentarse, el cual parecía mirar nerviosamente a todas partes.

- ¿Estás bien? – cuestionó preocupado Izuku.

- ¡Ah! Si, es solo que… no encuentro mis gafas y no… veo particularmente bien. – explicó con las mejillas sonrosadas por la vergüenza.

- Mmm… no hay nada en esta habitación a parte de esas dos puertas. – comentó el albino con el ceño fruncido lo que hizo a Yuuri suspirar y asentir levemente con resignación.

- ¿Vamos a decir lo que todos estamos pensando? – habló Eren después de varios minutos en silencio.

- ¿Qué alguien nos ha secuestrado, encerrado en este lugar y drogado? – comentó tranquilamente Shinichi.

- Espera… ¿drogado? – inquirió sorprendido Tsuna quien se miraba el cuerpo intentando ver alguna prueba de lo dicho por el castaño.

- Así que no soy el único que lo ha notado. – murmuró Naruto quien apretaba con fuerza la tela sobre sus rodillas.

- ¿Notado? – dijo ahora Nagisa preocupado.

- Es leve, pero… puedo reconocer los síntomas de mi celo. – respondió Izuku con voz suave.

- Exacto. El mío no tendría que llegar en casi dos meses más, pero… siento mi cuerpo calentarse poco a poco y mi olor empezar a endulzarse. – explicó Shinichi.

El silencio se hizo presente tras sus palabras. Nadie sabía muy bien qué decir por lo que permanecieron mirándose sin pronunciar palabra alguna. Fue entonces que escucharon una especie de zumbido y una pantalla bajó del techo, la cual se iluminó dejando ver un mensaje.

Bienvenidos a la torre. Vuestro objetivo es escapar de ella antes del tiempo límite. De no lograrlo, cualquie alfa en esta torre podrá haceros su pareja.

¡Que empiece el juego!

- ¿¡Está de broma!? – exclamó un furioso e incrédulo Eren.

- ¿Quién podría ver esto como un juego? – susurró conmocionado Yuuri.

- Esto no me gusta… no dice de cuánto es el tiempo límite. – señaló Tsuna mirándoles con preocupación.

- Probablemente… hasta que nuestros celos lleguen. – especuló no muy seguro Nagisa.

- Mirad las puertas. – habló Tetsuya con el ceño fruncido.

Al hacer lo dicho notaron como números habían aparecido en ellas. En una ponía un 4 y en la otra un 5, mientras que sobre cada una, una cuenta regresiva había comenzado, diez minutos para llegar al cero.

- ¿Qué significa eso? – murmuró Naruto sin comprender.

- Creo que es el tiempo que tenemos para decidir por qué puerta iremos, mientras que ése es el número de personas que podrán ir por ese camino. – concluyó Izuku después de varios minutos pensando.

- ¿Qué es esto? ¿Una especie de escape room? – inquirió Allen.

- ¿Qué es eso? – preguntó Shinichi mirando al albino.

- Mmm… si no recuerdo mal. Es un tipo de entretenimiento que se ha vuelto popular últimamente. Consiste en encerrarte en una habitación y con la ayuda de diferentes pistas tienes que encontrar la clave para poder salir de allí. Si resuelves todos los puzles antes del tiempo límite y consigues salir, ganas algún tipo de premio. – explicó lo que podía recordar del tema. Nunca le interesaron ese tipo de cosas por lo que no prestó mucha atención cuando una compañera de trabajo suyo le contaba su experiencia en uno de esos sitios.

- Puede que se base en eso, aunque dudo que nosotros ganemos algo al salir de aquí. – dijo Eren cruzándose de brazos.

- Decidamos los grupos. – sugirió Nagisa mirando a todos los presentes.

- ¿Es buena idea que hagamos lo que dicen? No sabemos si realmente habrá una forma de salir de aquí. – señaló Naruto algo inseguro.

- Está claro que la situación no pinta bien para nosotros, pero si hay una remota posibilidad de lograrlo, creo que es la mejor opción. Quedarnos aquí sería básicamente como rendirse. – contestó Shinichi con el ceño fruncido.

- Vale… juguemos a este estúpido juego. – declaró Allen con los orbes brillando con decisión.

Decidieron que en un grupo irían: Izuku, Eren, Tetsuya, Naruto y Yuuri mientras que en el segundo irían: Tsuna, Nagisa, Allen y Shinichi. El primero iría por la puerta de la izquierda y el segundo por el de la derecha.

Cuando el reloj llegó al cero, se abrieron los dos caminos y después de desearse suerte mutuamente, se adentraron al oscuro pasillo, sin saber si alguno lograría salir ileso de allí.

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No caminaron mucho. Fueron a penas dos o tres minutos de andar en la oscuridad para salir a otra habitación. Esta se encontraba repleta de diversos objetos desde armas a cosas más comunes como ropa, cojines, etc. En cuanto los cinco posaron sus pies dentro de la habitación esta se cerró tras sus espaldas con un sonoro golpe. A su izquierda la pared se iluminó y otro mensaje apareció sobre la blanca pared:

Cada uno debe escoger un objeto y mostrarlo a la cámara. La puerta se abrirá cuando todos hayan hecho su elección.

Eren bufó después de leerlo y miró a su alrededor hasta que encontró la cámara sobre la puerta de salida. Frunció el ceño y sin decir nada viró a su derecha para mirar entre el baúl que allí se encontraba. Prácticamente todo ahí eran ropas de distintos colores y estilos.

- ¿Planeas cambiarte? – preguntó Tetsuya el cual miraba con curiosidad una mesa donde reposaban distintos tipos de armas desde pistolas a cuchillos, hachas, etc.

- No. Sería absurdo escoger un par de pantalones, por mucho que quiera unos, en vez de algo como eso. – señaló la mesa que el peliazul observaba. Este asintió comprensivo. A él también le molestaba aquel camisón puesto que sus muslos no dejaban de rozarse y era incómodo, pero al menos podía aguantarlo, algo que no podía asegurar que sucedería más tarde cuando su piel se volviera más sensible a causa de su próximo celo… ahí sí sabía que la sensación sería todavía peor.

- ¿Izuku? – llamó Naruto al peliverde quien se encontraba con la cabeza metida en un armario en la esquina de la habitación.

- ¡Lo encontré! – exclamó este el cual mostró un par de tijeras.

- ¿Qué vas a hacer con eso? – inquirió Yuuri entre nervioso y curioso.

- Mmmm… ahí dice que escojamos un objeto, lo que significa que solo podremos llevarnos una cosa con nosotros, pero en ningún lado pone que no podamos utilizar algo de aquí sin sacarlo de la habitación luego. – explicó entre murmullos el de ojos jade.

Los otros ocupantes le miraron sin comprender a dónde quería llegar este y soltaron un grito sorprendido cuando le vieron cortar el camisón que portaba por la cintura, dejando una camiseta que le llegaba por encima del ombligo. Luego le vieron cortar el resto en tres partes, una de ellas siendo más ancha que las otras dos, y estas las cortó por un lado dejando dos tiras finas. A continuación se colocó la tela más larga, la cual parecía una falda para seguidamente hacer un corte en vertical por el medio e hizo un par de agujeros cerca del borde de la tela por donde pasó las tiras que previamente había cortado para finalmente atarlas de forma cruzada con un fuerte nudo. En resumen: había convertido la falda en un pantalón.

- Eso ha sido increíble. – susurró Eren impresionado por lo que Izuku acababa de hacer. Este simplemente les sonrió y con cuidado cortó otra tira, dejando ver un poco más de su estómago, y utilizó esta para rodear su cadera con ella y asegurarse que la parte de arriba de la falda/pantalón no se caía puesto que se encontraba muy suelta como para permanecer donde él quería durante mucho tiempo.

- No encontré un estuche de costura así que esta es la mejor solución que se me ocurrió. – comentó el peliverde contento por el resultado de su trabajo.

- ¿Podrías ayudarnos? – pidió tímidamente Yuuri a lo que el de orbes jade soltó una risita al tiempo en que asentía rápidamente.

- Vosotros id pensando qué os llevaréis en lo que yo voy haciendo esto. – indicó a los otros tres mientras él trabajaba en la ropa del de cabellos negros.

Los demás asintieron y se dedicaron a observar cada objeto minuciosamente. Algunos eran muy pesados, sobretodo sabiendo que mientras más tiempo pasara más débiles sus cuerpos se volverían por el celo, por lo que no era buena idea escoger algo que tendrían que dejar atrás en algún momento. Se centraron en los objetos más pequeños: como las pistolas, los cuchillos, diversos tipos de cuerdas, etc. no obstante, descartaron rápidamente las pistolas dado que no serían de utilidad una vez se quedaran sin balas.

Para cuando Izuku terminó de arreglar las ropas de todos, estos ya habían decidido qué se llevarían consigo: Eren se decantó por un cable muy largo y fino, pero que parecía ser muy resistente y el cual enrolló en su brazo izquierdo; Tetsuya vio algo que le pareció interesante y decidió escogerlo, por ello terminó con una daga que tenía una cadena metálica en el mango de al menos un metro de largo y terminaba en una pequeña bola con pinchos; Naruto pareció pensárselo mucho hasta decidir quedarse con unas garras metálicas que se colocaban en los nudillos; Yuuri por su parte miró todas las armas con indecisión hasta que sus ojos brillaron con emoción y sorprendió a todos cuando sacó unos tacones de aguja de uno de los baúles con ropa.

- ¿Estás seguro que quieres eso? – preguntó nervioso Eren y por primera vez Yuuri rió.

- Aunque escogiera algo de la mesa… no sabría cómo utilizarlo, pero esto sí puedo manejarlo. – respondió al tiempo en que se ponía esos temibles tacones negros de 15 cm.

- Solo faltas tú Izuku. – se dirigió Naruto al peliverde quien parecía muy atento a algo sobre una mesita pequeña, casi tapada por la estantería que había al lado. Se acercó y pareció coger algo de ahí para a continuación volver junto a ellos y dárselo al de cabellos negros.

- Eso es… - susurró este sorprendido.

- Esta es mi elección. – declaró mirando a la cámara sobre la puerta.

- ¡No, espera! – exclamó Yuuri, pero oyeron un ruido fuerte y a continuación la pesada puerta de acero se abrió. – Izuku… - soltó un quejido.

- Cógelo. Si nos separamos… vas a necesitarlo. – dijo el de ojos jade con una sonrisa adornando sus facciones. Yuuri apretó con fuerza el objeto que este le había dado y después de coger aire para calmarse, se colocó las gafas con montura azul marino que no pudo evitar reconocer como algo que creía perdido.

- Gracias… - fue lo que escapó de sus labios ganándose una sonrisa en respuesta.

Sin decir nada más, los cinco salieron de aquella habitación hacia otro oscuro pasillo por el cual caminaron hasta llegar a su siguiente destino.

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Por otro lado, ellos caminaron y caminaron hasta llegar a una sala circular. Pasaron por un puente de madera, el cual se derrumbó una vez todos habían cruzado, hasta llegar a una columna cilíndrica en el centro.

- ¿Ahora qué? – cuestionó Allen al ver que se encontraban aislados en el centro, con un profundo precipicio que les impedía poder saltar a cualquiera de los tres caminos a escoger.

Ninguno de los demás tuvo tiempo de responder cuando oyeron un ruido, algo se estaba moviendo, y cuando giraron su mirada a uno de los pasillos vieron que un puente se había creado.

- ¿Por qué será que no me fio de eso? – medio gruñó Nagisa mirando con el ceño fruncido el camino recién abierto.

- No tenemos todo el día linduras. – se tensaron cuando no reconocieron la nueva voz. En uno de los pasillos se encontraba un alfa de cabello largo platino y profundos ojos amarillos el cual les sonreía como depredador a su presa. Un escalofrío les recorrió todo el cuerpo ante ello lo cual se intensificó cuando otra voz soltó una risita a su derecha. En el otro pasillo otro alfa se encontraba recostado contra la pared, este poseía cabellos de un tono morado junto a escalofriantes orbes color fuego.

- Si queréis escapar… tenéis que ir por ese puente, pero solo dos podrán pasar. – habló el nuevo hombre.

- ¿Solo dos? – preguntó Tsuna inquieto.

- Exacto. Después de que dos de vosotros cruce, el puente caerá y solo podréis pasar de uno en uno porque no aguanta el peso de más de una persona. – explicó el primero.

- ¿Qué pasará con los dos que se queden? – exigió saber Shinichi. Ambos alfas sonrieron con clara sed de sangre.

- Que nosotros podremos ir hasta ellos. – declararon ambos a la vez. Sintieron su sangre helar ante sus palabras. ¿Tendrían que abandonar a dos para que dos de ellos pudieran sobrevivir a esto? Se miraron sin saber qué hacer.

- Cinco minutos linduras. O el puente caerá y los cuatro quedaréis atrapados aquí. – indicó el de cabello albino el reloj sobre el puente en cuestión.

Los cuatro omegas se miraron, mentes trabajando a mil, intentando ver una forma de salir de esta sin abandonar a dos de ellos.

-  Que pasen Tsuna y Nagisa. Nosotros tenemos más posibilidades de poder pelear contra ellos dos. – habló Shinichi en un susurro.

- No. – se negó el peliazul rápidamente, no gustándole la idea de dejar a Allen y al castaño allí.

- Podemos hacer algo con las armas que llevamos. – propuso Tsuna mirando los objetos que portaban. Él llevaba dos brazaletes de metal con espinas que podían juntarse por la cara interna gracias a un tipo de imán para así crear una especie de cuchilla circular. Nagisa llevaba una colección de cuchillos dentro de una bolsa atada a la cintura. Shinichi había escogido una de las pistolas, pero era mejor mantener el cargador lleno la mayor cantidad de tiempo posible. Por último Allen había escogido una afilada katana que a pesar de tener un tamaño considerable, era por demás ligera.

- No es buena idea. Por lo que han dicho cada puente aguanta el peso de una persona y colapsa después de que dos personas lo hayan cruzado lo que significa que… - comenzó a decir Allen.

- Que una vez ellos lo utilicen para cruzar hasta aquí, solamente una persona podría utilizarlo para cruzar al otro lado. – finalizó Shinichi.

- Tic tac, linduras. El tiempo corre. – avisó de nuevo el mismo alfa. Miraron el reloj y notaron que solo tenían dos minutos para decidir y utilizar el puente.

- Tsuna y Shinichi id. – ordenó Allen con mirada y voz serias. Ambos iban a protestar, pero este negó con la cabeza. – No puedo explicarlo solo… confiad en mi. – pidió el albino. Los dos suspiraron y asintieron para a continuación cruzar al puente. Cuando Shinichi llegó al otro lado, este colapsó y oyeron el mismo ruido de antes, viendo como otros dos puentes comenzaban a formarse. Ansiosos observaron como ambos alfas se relamían los labios y comenzaban a cruzar con paso lento, saboreando el momento lo máximo posible.

- ¿Qué hacemos? – susurró Nagisa viendo como ambos estaban cada vez más cerca.

- Cuando te diga… corre hacia Tsuna y Shin. – le respondió Allen.

- Pero… - miró nervioso la distancia. Aunque saltara con todo su ser… era imposible que pudiera llegar al otro lado. Había por lo menos cuatro metros de distancia.

- Confía en mi Nagi. – repitió este y el peliazul cogió aire para luego asentir.

Los segundos pasaron y ambos alfas estaban a medio camino cuando vieron al peliazul correr hacia donde se encontraban ambos omegas mirando. Estos dos gritaron cuando le vieron saltar y cerraron los ojos horrorizados al verle caer al vacío.

Nagisa gritó y su corazón pareció querer salir de su pecho, el aire le daba en la cara con fuerza y cerró los ojos por instinto, temiendo ver el final, pero entonces sintió un par de brazos rodearle la cintura. Sorprendido vio a Allen quien caía con él, el cual le sonreía ampliamente, y no tuvo tiempo de decir nada cuando unas blancas alas salieron de la espalda de este y comenzaron a elevarse. Sin poder evitarlo una risa escapó de sus labios, no sabía si de incredulidad o excitación. Pronto se vieron con los pies sobre el suelo, junto a los otros dos omegas los cuales miraban la escena sin poder creer lo que había sucedido.

- Nagi. – dijo Allen y sin pensarlo este lanzó dos de sus cuchillos en dirección a ambos alfas quienes permanecían en mitad de sus caminos, mirándoles con expresiones de estupefacción. Estos esquivaron los objetos por instinto, pero daba igual si daba en el blanco o no, su objetivo no era darles, sino hacer que perdieran el equilibrio. Pronto dos gritos se escucharon y los cuatro omegas vieron a ambos hombres precipitarse hacia la muerte.

Permanecieron varios minutos en silencio, no sabiendo que decir ante lo ocurrido, pero pronto comenzaron a caminar de nuevo por el oscuro pasillo.

- Así que un pájaro. – habló Shinichi.

- Una paloma para ser exactos. – especificó el albino.

- Los híbridos ave no son muy comunes. – indicó Nagisa de forma pensativa.

- Qué me vas a contar. – suspiró Allen.

- ¿Por qué no lo dijiste antes? – preguntó Tsuna.

- Bueno… con las cámaras por todas partes, creía que no era buena idea decirlo. – confesó este al tiempo en que se rascaba con nerviosismo la nuca.

Los cuatro pararon y se miraron entre ellos. Comprendían muy bien que la situación anterior había sido peligrosa. Incluso si hubieran podido ganar a ambos alfas en una pelea… habrían terminado separados nada más empezar. Por eso entendían la decisión que Allen había tomado, una que si bien le traería problemas con las personas que les hallan secuestrado, era la mejor en ese momento. Sin decir nada los tres rodearon con sus brazos al albino, queriendo mostrar su agradecimiento. Unos minutos más tarde emprendieron su camino de nuevo.

- Por curiosidad… ¿vosotros qué sois? – cuestionó Allen.

- Un conejo. – respondió Tsuna.

- Una liebre. – comentó divertido Nagisa ganándose una risita del castaño por ello.

- Yo soy un jerbo. – confesó Shinichi con las mejillas algo sonrojadas.

- No tardaremos mucho en mostrarlo. – dijo Allen algo nervioso.

- Cierto… supongo que también es una razón por la que este juego es así. – murmuró Shinichi pensativo.

- ¿Qué quieres decir? – inquirió Nagisa sin comprender.

- Imagina que este juego es para que alfas encuentren a alguien compatible con ellos. – empezó a explicar el castaño. – Por mucho que investigues a alguien, no hay ni un solo certificado que diga qué tipo de híbrido es cada persona. Solo hay una forma de saberlo. – continuó y cuando vio a los tres abrir los ojos con sorpresa y soltar un quejido él asintió. – Así es. Es bien sabido que solo durante el pre-celo o durante el mismo, tanto alfas como omegas no pueden evitar mostrar su parte animal. Cualquier otro momento, somos como humanos normales y corrientes, solo durante esa semana y media mostramos nuestros genes animales. – finalizó el castaño con un suspiro.

-Las cámaras son para… - susurró el peliazul con incredulidad.

- Para que los alfas interesados puedan ver si cumplimos con lo que buscan o no. – terminó de decir Tsuna.

- Consigamos llegar al final o no… acabaremos de la misma forma. –gruñó Allen al comprender toda la situación.

- Si no lo logramos, cualquier alfa con el cual nos encontremos acabará reclamándonos como suyo, pero si lo logramos…. Probablemente haya un alfa interesado al final, uno del cual no creo que podamos escapar. – confesó Shinichi mordiéndose el labio inferior y apretando los puños con fuerza.

- Vamos a… vamos a seguir. – dijo Tsuna después de varios minutos en silencio. – Incluso si de verdad no tenemos oportunidad de escapar… al menos, le veremos la cara a quien sea que esté al final del camino. – declaró el de ojos como la miel. Los demás le miraron y asintieron con decisión. No iban a rendirse tan fácilmente. Llegarían al final y entonces… que sea lo que Dios quiera.

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No sabían cuanto tiempo llevaban caminando. Recorrieron el pasillo sin descaso, no encontrando ninguna otra habitación después de la de las armas. Lo que sí que no habían dejado de hacer era llegar a un sinfín de cruces. Todo el rato debían decidir si ir a derecha o izquierda, subir o bajar escaleras, y como no querían separarse lo echaban a suerte. Al ser un número impar, decidieron que señalarían el camino que cada uno quería tomar y el que tuviera más votos sería el que seguirían. Una y otra vez, hasta que por fin, lo que sintieron que fue horas más tarde, llegaron a una puerta de acero.

Dubitativos, se miraron y con cuidado empujaron el pesado objeto hasta que pudieron entrar al lugar. Si no fuese por la situación en la cual se encontraban, les parecería una habitación normal, como la que cualquier persona tendría en su casa,  no obstante… aquello no era normal. La enorme cama de matrimonio junto a las finas sábanas y mullidos cojines les provocaban escalofríos.

- Esto no me gusta. – susurró Yuuri después de pasar su mirada por toda la estancia. El rubio se acercó a la ventana que dejaba entrar la luz del sol y notó lo alto que se encontraban. Aquello era como una torre de castillo.

- Ni de coña podremos salir por aquí. – señaló el de ojos azules después de cerrar la ventana.

- A menos que alguno aquí tenga alas. – comentó Eren frustrado.

Todos suspiraron como respuesta, dado que ya habían confesado qué tipo de animal eran y ninguno pertenecía al tipo ave. Izuku, para su desgracia, era una oveja; Naruto pertenecían a los zorros del desierto; Eren formaba parte de la familia de las ardillas; Tetsuya sorprendió a todos al confesar ser un erizo; y Yuuri, con nerviosismo, admitió ser una vaca.

- Incluso teniendo alas sería imposible. Estas no son tan fuertes como para aguantar demasiado peso y como mucho podría cargar a alguien pequeño además de a sí mismo. – explicó Izuku, recordando lo que le confesó una vez una mujer cuyo animal era la codorniz, la cual vivió durante unos meses en el piso al lado del suyo.

- ¿Estás bien, Tetsu? – preguntó Yuuri al peliazul quien se veía algo pálido y el cual se había dejado caer sobre un mullido puf de color rojo.

- Si, solo… cuando se acerca mi celo... me vuelvo más nocturno y… durante el día me canso más fácilmente. – admitió con una leve sonrisa cansada.

- Podemos descansar un rato. – propuso Naruto quien también se acomodó en otro puf, este de color azul marino.

- Estoy de acuerdo. A saber cuánto rato llevamos andando. – habló Izuku quien se sentó sobre la cama y estiró las piernas.

- Unos 95 minutos más o menos. – susurró el peliazul.

- ¿Cómo lo sabes? – curioseó el castaño.

- Tendrá que ver con su parte animal. Además que estuviste asegurándote que no nos cruzáramos con ningún alfa. – señaló el de ojos jade sonriendo.

- ¿Te diste cuenta? – preguntó sorprendido el de ojos azul bebé.

- Si… cada vez que llegábamos a un cruce tu nariz se movía y parecías fruncir el ceño hacia uno de los dos caminos. – explicó.

- ¿Por eso votabas siempre lo mismo que Tetsu? – cuestionó el rubio y este simplemente asintió.

- Aunque no sé si servirá de mucho. Aquí no parece que haya una forma de salir que no sea la puerta, lo que significa que tendremos que volver hacia atrás y encontrarnos con alguno de ellos. – habló Eren cansado.

- Creo que eso no es cierto. – murmuró el peliazul.

- ¿Qué quieres decir? – inquirió ahora Yuuri.

- Mmm… después de mi olfato, mi oído es lo más desarrollado que tengo y en este cuarto hay un ruido que me está molestando. En algún sitio de aquí tiene que haber un mecanismo para abrir una puerta o algo por el estilo. – aseguró el de cabellos como el cielo mismo. Al cerrar los ojos pudo centrar un poco más la dirección de dónde procedía ese pitido molesto y señaló hacia la chimenea.

Eren se levantó y miró en el lugar indicado, pero no notó nada extraño por lo que con cuidado comenzó a pasar la mano por sobre la superficie, lentamente y sin apretar, hasta que las yemas de sus dedos tocaron un pequeño agujero y notó como una pequeña piedra parecía moverse como si fuese algún tipo de interruptor. Iba a decir lo que había descubierto cuando notó al peliazul tensarse.

- Alguien viene hacia aquí. – susurró este mirando hacia la puerta.

- ¿Cuántos? – quiso saber Izuku.

- Solo una persona. Y es un depredador. – respondió. Con cuidado el peliverde se levantó y caminó hacia la puerta entre abierta. Miró por ella y no vio a nadie, por lo que supuso que tenía algo de tiempo antes de que este llegara.

- Vale. Necesito que finjáis dormir o hablad como si no supierais que hay alguien viniendo. – dijo el de ojos jade.

- ¿Qué vas a hacer? – preguntó Yuuri con curiosidad y nerviosismo. El contrario negó con la cabeza y se tapó la boca con uno de sus dedos, indicando que guardaran silencio. Comprendiendo que quien sea se encontraba cerca decidieron que la mejor opción era fingir dormir por lo que cerraron los ojos después de acomodarse sobre la cama, el sofá o alguno de los pufs.

Izuku cogió el arma que Tetsuya había escogido y con cuidado lanzó la daga hasta que esta se clavó encima de la puerta. Notó que el olor que venía de fuera era más potente por lo que con rapidez saltó hasta que pudo agarrar la cadena que colgaba de la daga y con un segundo salto consiguió colocarse sobre la puerta, apoyando uno de sus pies sobre lo poco del marco que sobresalía de la pared. Enrolló el resto de la cadena en su brazo, para evitar que esta hiciera ruido al chocar contra la pared y esperó.

Los demás le miraron con los ojos abiertos como platos, pero pronto volvieron a cerrarlo al escuchar pasos apresurados.

- Vaya, vaya… parece que habéis quedado en un callejón sin salida. – comentó una voz de mujer. Esta se paró en el marco de la puerta, sin entrar todavía y observó con sus afilados ojos negros toda la habitación. Sus orbes chocaron contra los de Yuuri quien tembló ligeramente al notar lo depredadora que era aquella mirada. – Parece que podré escoger… ¿con cuál de vosotros me divertiré antes de que lleguen los demás? – comentó más para sí misma que para los presentes. Yuuri soltó un chillido cuando la vio dar un paso hacia dentro y se alejó un poco de ella. La mujer rió divertida por la reacción del joven de cabellos negros. – Eres adorable. Creo que me quedaré contigo. – decidió y sin dudar se adentró del todo al cuarto.

Aquel fue su error puesto que unos segundos más tarde sintió su cuello ser rodeado por algo. Al mirar hacia arriba vio al peliverde ahí el cual la tenía rodeada con sus piernas y quien no dudó en apretar con fuerza, impidiéndole respirar. Ella forcejeó y clavó las uñas en sus muslos, intentando que le soltara, pero el omega aplicó más fuerza. Se oyó un chasqueo por toda la habitación y ella dejó de moverse. Izuku la soltó y la mujer se desplomó al suelo. Con cuidado, Naruto se acercó, dado que era el más cercano a la mujer y notó como su cuello se había partido. Suspirando asintió en dirección al peliverde quien con cuidado soltó la cadena y se dejó caer al suelo como si de un felino se tratase.

- Cualquiera diría que eres un gato. – comentó divertido Tetsuya.

- Ya me gustaría a mí ser uno. – contestó Izuku sonriendo levemente. Se sentía culpable por acabar con la vida de una persona, pero dadas las circunstancias no podía ser demasiado blando. La situación no se lo permitía.

Eren se acercó y agarró la cadena con una mano y tiró de ella hasta lograr que la daga se desencajara de la pared. Una vez la recogió se la devolvió al peliazul.

- ¿Ahora qué? – cuestionó Yuuri.

- Deberíamos cerrar la puerta y bloquearla. – declaró Eren con decisión.

- ¿Y cómo saldremos de aquí? – inquirió Naruto.

- Encontré algo interesante que nos podría ayudar. – dijo al tiempo en que se acercaba a la chimenea y localizaba el interruptor de antes, moviendo la pequeña bola, y poco después los ladrillos al fondo de la chimenea colapsaron, dejando ver un pequeño pasillo, lo suficientemente grande para que ellos pudieran gatear por él, pero no lo suficiente como para que un alfa pudiera seguirles. No teniendo en cuenta que los depredadores tendían a ser de complexión más robusta y ser más altos y con más músculos.

Sonriendo todos procedieron a cerrar la puerta y luego colocaron todo lo que pudieron en frente para que fuese difícil el poder abrirla de nuevo. A continuación decidieron el orden en que irían, siendo Tetsuya el primero por su gran oído y olfato. Ahí fue cuando no pudieron evitar reír al oír a Izuku murmurar entre dientes que si hubiese sido un felino tendría una perfecta visión nocturna. Con cuidado, siguieron con el camino que habían escogido.

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- ¿Cómo creéis que les irá a los demás? – cuestionó Nagisa a sus compañeros. Ellos se encontraban en otra habitación cerrada, después de llegar a un cruce decidieron ir a la izquierda y terminaron allí, con un reloj en cuenta regresiva y otro mensaje que les indicaba que podrían seguir después de media hora de descansar.

A ellos no les gustó la idea, no sabiendo que mientras más tiempo perdieran, más cerca estarían de entrar en celo, ya sintiendo sus cuerpo calentarse cada vez más, pero tampoco dirían que no querían parar de moverse por unos cuantos minutos.

- No lo sé. Espero que bien. – respondió Tsuna con sinceridad. Él había decidido ocupar un par de mullidos cojines mientras que el albino y Nagisa se habían acurrucado sobre un sofá negro y Shinichi sobre un puf de color índigo.

Allen se removió y cruzó las piernas, para poco después bufar y descruzarlas.

- ¿Estás bien? – preguntó Shinichi viendo como este no parecía encontrar una posición cómoda.

-No… mis muslos no dejan de rozarse entre ellos y si ahora ya me molestan, no quiero imaginar lo que pase cuando mi celo se acerqué todavía más. – se quejó el albino sentándose con las piernas separadas lo más que pudo.

-Mmm… a mi me pasa lo mismo. Llevar este camisón es realmente incómodo. – confesó Tsuna quien había utilizado uno de los cojines para mantener sus piernas separadas.

- Tengo una idea. – habló Nagisa el cual se levantó y le indicó a Allen que también lo hiciera. Luego sacó uno de los cuchillos de la bolsa que llevaba y con cuidado cortó las costuras que iban desde medio muslo a las rodillas. A continuación, cortó la tela por entre las piernas del albino y miró a su alrededor. – Tsuna… ¿pásame uno de esos cojines? – pidió al castaño el cual le lanzó el objeto en cuestión. Sin decir nada rompió tres de las cuatro costuras para dejar una tela ancha y larga, la cual cortó en cuatro tiras, para después hacer varios agujeros en la tela que iría en el interior de los muslos de Allen pasó una tira por los agujeros para juntar ambos extremos, haciendo lo mismo con la otra pierna. De esa forma había logrado crear una especie de mono.

- ¿Qué tal? – le preguntó al albino quien asintió a la vez en que sonreía ampliamente.

- Gracias Nagi. – dijo sinceramente.

- ¿Por qué cortaste del otro lado? – quiso saber Shinichi con curiosidad.

-Bueno… esta tela no es elástica. Si Allen necesitara separar las piernas, pensé que los nudos podrían deshacerse, pero al dejar parte de la costura suelta, creo que tendrá algo más de maniobrabilidad. – explicó su razonamiento.

Después Nagisa procedió a hacer lo mismo con las ropas de ambos castaños y para sus ropas fue Allen quien le ayudó. Para cuando terminaron, faltaban tan solo diez minutos para que la siguiente puerta se abriera.

- ¿Cuánto tiempo creéis que llevamos en esta torre? – cuestionó Tsuna.

-Pues… probablemente más de dos horas desde que nos despertamos en aquella sala. – calculó mentalmente el de ojos azul profundo.

- 10 minutos en la primera sala, unos cinco hasta la de las armas, otros diez dentro de esta, de 15 a 20 minutos hasta donde nos encontramos a esos dos alfas, ahí estuvimos unos 15 minutos, lo que ya suman de 55 a 60 minutos. Súmale los 30 minutos aquí más el tiempo que hayamos pasado andando por los pasillos… pues sí, dos horas mínimo. – explicó Allen al hacer un cálculo aproximado.

- No quiero saber cuánto tenemos hasta… - murmuró Nagisa inquieto. Shinichi apretó ligeramente su hombro para transmitirle su comprensión cosa que el más bajo agradeció.

La puerta se abrió, pero contrario a lo que encontraron anteriormente, se vieron en una pequeña salita con dos puertas en las cuales podía verse el número dos brillar intensamente.

-Quieren que nos separemos. – dijo Allen después de chasquear la lengua con molestia.

-¿Cómo lo hacemos? – preguntó Tsuna mirando hacia ambas puertas.

- Tsuna conmigo mientras que Nagisa y Allen toman el otro camino. – decidió Shinichi después de pensarlo unos minutos.

-¿Por qué? – quiso saber el peliazul.

- Tus armas son a larga distancia y Allen a corta. Tsuna puede utilizar las suyas de ambas formas y la mía es solo para emergencias, aunque por suerte se algo de artes marciales, por lo que podemos ayudarnos mutuamente. Además… si las cosas se ponen feas, Allen solo puede volar y llevarte a ti con él. – explicó el castaño lo mejor que pudo su razonamiento.

- ¿Es eso verdad? – inquirió mirando al albino quien asintió.

- Ellos dos pesan demasiado. Mis alas no son tan fuertes. En una emergencia puedo alejarte porque eres el más pequeño de todos y el que menos pesa. Con ellos no podría hacerlo. – confesó y Nagisa no rebatió dado que con su complexión menuda y su baja estatura, 150cm, era claramente el más ligero de todos. Tsuna no era mucho más alto que él, de unos 158cm, pero con tan solo esos pocos centímetros más ya era al menos unos dos o tres quilos más pesado, ya ni hablar de Shinichi quien medía 166 cm y pesaría varios quilos más que su persona. Allen por su parte ostentaba 165 cm y pesaría más o menos lo mismo que el de ojos azules.

-Vale… - susurró con voz queda dado que no quería tener que dejar a dos de ellos. No le gustaba para nada la idea de separarse, pero comprendía que tampoco tenían  mucha elección.

-Nos volveremos a ver. – prometió Tsuna al tiempo en que le abrazaba con fuerza. Shinichi decidió demostrarle su promesa al acariciarle la cabeza con suavidad. El peliazul asintió y después de coger aire profundamente, se paró en frente de la puerta de la derecha. Allen abrazó al castaño menor y le sonrió al más alto para a continuación colocarse junto al peliazul.

-No veremos luego. – juró y se adentró a la oscuridad que proporcionaba la puerta abierta, siendo seguido por Nagisa.

-Vamos. – indicó en un susurro Shinichi y Tsuna simplemente asintió para caminar por la puerta de la izquierda, oyendo ambas cerrarse fuertemente detrás de sí. Ya no había vuelta atrás.

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-¿Cuánto tiempo más tendremos que seguir así? – se quejó en voz baja el rubio.

-No lo sé. – respondió soltando un suspiro cansado el de cabellos castaños.

-Estoy seguro que no queda mucho. – intentó animar Yuuri, pero solo recibió leves gruñidos en respuesta.

- ¿Tetsu? – llamó el de orbes jade al peliazul del grupo quien iban delante de su persona. Sinceramente hasta él se encontraba fatigado. Llevaban mucho rato gateando por aquellos pasadizos estrechos y oscuros, el polvo era molesto y tanto sus manos como rodillas comenzaban a doler por el roce contra la piedra.

- Intento buscar una salida, pero… - susurró este quien intentaba centrar todos sus sentidos para ver si olía u oía algo que le indicara el camino correcto, sin embargo no era tan fácil.

-¿Y si paramos cinco minutos? – sugirió el de gafas el cual se encontraba el último de la cola que habían formado.

- No es mala idea. – accedió Naruto quien sentía su espalda doler por estar tanto rato en la misma posición incómoda.

-Sí que lo es. El aire aquí dentro es más frío que antes y no es bueno que respiremos tanto polvo durante mucho más tiempo. Lo siento, pero parar no es una opción. – explicó el de ojos azul bebé.

Los demás comprendieron su razonamiento y no se quejaron de nuevo. Durante los siguientes minutos continuaron gateando por el pasillo, hasta que el peliazul golpeó el suelo para indicar que se detuvieran.

-¿Qué pasa? – habló Eren el cual se encontraba en medio de todos.

-Mmm… puedo oler algo. – murmuró para si Tetsuya y con cuidado acarició la superficie de la pared delante de él.

El camino se bifurcaba a derecha e izquierda, pero podía percibir cierto aroma venir de delante. Su mano rozó algo y al apretar un poco más en esa zona escuchó una especie de click. No pudo aguantar la exclamación de sorpresa cuando su pecho dejó de tocar el suelo, al menos durante unos instantes, y de repente parecía estar deslizándose hacia delante con velocidad. Los demás le siguieron, puesto que por alguna razón el suelo se había inclinado hacia adelante como si de un tobogán se tratase.

No supieron cuanto tiempo continuaron de aquella forma, no obstante el peliazul vio luz al final del túnel, literalmente, y pronto salieron en una sala bien iluminada. Agradeció que hubiera un enorme colchón cubriendo gran parte de la habitación o la caída habría sido horriblemente dolorosa.

-¿Estáis todos bien? – preguntó Naruto quien recibió gruñidos como respuesta afirmativa. Lentamente se fueron incorporando y observaron el cuarto. A parte de la cama, lo único en aquella habitación, era una enorme piscina justo en frente que ocupaba gran parte de la estancia. El agua era de un tono ligeramente rosado, seguramente ocasionado por las flores que flotaban allí despreocupadamente y las cuales emanaban un aroma ligeramente picante.

- Así que eso es lo que olí. – susurró el peliazul quien acercó la mano para tocar uno de los pétalos, pero esta fue golpeada con fuerza por Eren.

- ¡No las toques! – exclamó el castaño.

-¿Por qué? – inquirió sin comprender Tetsuya.

-Conozco esas plantas. Al mojarlas durante cierto tiempo desprenden un líquido que al contacto con la piel causa que los músculos se paralicen. – explicó este rápidamente. Los cinco miraron de nuevo el agua y ahora pudieron notar que parecía algo viscosa.

-¿Y cómo se supone que pasemos? La puerta se encuentra al otro lado. – señaló Izuku.

- Chicos, aquí hay un pequeño sendero que va hacia el otro lado. – indicó Yuuri.

Efectivamente justo por el medio de la piscina, un camino de poco más de seis centímetros de ancho la cruzaba. El nivel del agua se encontraba a tres o cuatro centímetros de cubrirla por lo que si se cruzaba con cuidado era posible no tocar el agua.

- No sé si es buena idea. El más mínimo resbalón y… - Tsuna miró dubitativo hacia el líquido rosa.

- De profundidad creo que solo nos llegaría a la cadera, pero no seríamos capaces de salir a tiempo si nos caemos dentro. – dijo Eren mirando preocupadamente hacia el agua.

-Yo puedo cruzar. – aseguró Yuuri y alzó una mano cuando los demás intentaron protestar. – Sé que puedo hacerlo. Además estoy seguro que debe de haber otro interruptor en el otro lado. Todo esto no tendría sentido si no nos dieran una oportunidad real de poder ir al otro lado sin hacernos verdadero daño. – fueron sus palabras.

- Eso es verdad. ¿Pero estás seguro que puedes hacerlo? El pasillo es muy estrecho y cualquier movimiento brusco movería el agua y… - el peliazul paró de hablar cuando notó la sonrisa en el rostro del de cabello negro.

-Estoy seguro. – declaró con los ojos brillando de determinación. Los demás asintieron y le vieron posicionarse delante del caminito.

- ¿No te quitarás los tacones? – inquirió entre curioso y preocupado el de ojos color miel.

-Créeme es mejor si no lo hago, aunque… esto mejor sí lo dejo. – comentó al tiempo en que se quitaba las gafas y se las daba a Izuku, sorprendiéndole. – Confiad en mi ¿sí? – pidió y sin esperar respuesta se dio la vuelta.

Cerró los ojos y respiró profundamente unas cuantas veces, luego abrió los ojos y saltó hacia delante, cayendo con las manos sobre el camino, y por consiguiente, quedando haciendo el pino. Con cuidado se balanceó y bajó una pierna, luego la otra, hasta quedar de pie varios centímetros más adelante. Dio un paso al frente y al notar el movimiento del agua que ese acto provocó, apoyó su peso sobre la punta de sus dedos para luego volver a saltar, dar un pequeño giro sobre su persona y terminar con la pierna izquierda sobre el camino, frente a frente a los demás omegas.

Aunque no podía verlo bien por la falta de gafas, sabía que estos debían de sentirse estupefactos por lo que estaba haciendo. Él soltó una risita y cogió aire de nuevo. No iba a desperdiciar todas aquellas clases de gimnasia rítmica de cuando pequeño. Después de todo, hay ciertas cosas que el cuerpo no olvida.

Volvió a inspirar y expirar. Alzando sus dos brazos en paralelo a su cuerpo. Recordó aquella sensación que le invadía cada vez que hacía una nueva pirueta, un giro distinto, y no pudo evitar que una dulce y nostálgica sonrisa se apoderara de su rostro. Abrió  los ojos de nuevo y saltó hacia atrás, quedando de nuevo sobre sus manos, sin embargo esta vez giró sobre si mismo utilizando sus manos y luego se balanceó para volver a quedar de pie. Estando otra vez de cara a la puerta, inspiró de nuevo y volvió a saltar utilizando las puntas de sus dedos como fuerza principal, dando una voltereta completa en el aire y quedando sobre ambos pies al otro lado de la piscina.

Oyó a los demás exclamar impresionados y él se secó el sudor de la frente con una mano, para luego saludarles con la otra. Con cuidado se acercó a la puerta y con las yemas de sus dedos acarició la superficie. Notando lo mismo que Eren y Tetsuya notaron, presionó en la pared y todos oyeron el zumbido de unos engranajes. Pronto la piscina fue tapada con unas placas de acero inoxidable que les permitiría a los demás cruzar sin problemas.

Estos no tardaron en hacerlo y Yuuri fue abrazado con fuerza por cada uno de ellos. Izuku le devolvió los anteojos y este no tardó en colocárselos de nuevo.

-¿Cómo hiciste eso? – inquirió incrédulo Naruto.

-Años entrenando. –dijo divertido. - Cuando era pequeño amaba las clases de gimnasia rítmica y una de mis manías era hacerlo sin las gafas. Me ayudaba a centrarme en lo que tenía que hacer y no en cómo podría meter la pata. – explicó sonrojado, pero sintiéndose feliz de saber que todavía retenía cierta habilidad.

-Pues tengo que decir que eso fue impresionante. – aseguró Izuku y los demás asintieron con fuerza.

-Creo que la forma en que tú te encargaste de esa mujer antes también fue increíble. – opinó el moreno, haciendo sonrojar al peliverde.

La puerta abriéndose les hizo dejar la conversación para otro momento.

- ¿No necesitas descansar un poco? – preguntó Tsuna y Yuuri negó con la cabeza.

-Estoy bien. Siempre he sabido que mi aguante físico es algo superior al de otras personas. – confesó algo que su profesora de ballet no dejaba de recordarle cuando niño.

Los demás asintieron y volvieron a adentrarse a un oscuro pasillo. Preguntándose qué sería lo siguiente que se encontrarían.

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Después de separarse, anduvieron cogidos de la mano apenas cinco minutos cuando Shinichi se detuvo.

-¿Qué pasa? – preguntó Tsuna preocupado.

-Escaleras que suben. – respondió el más alto. El de ojos miel apretó su mano ligeramente y el contrario comprendió la señal. Después de suspirar comenzó a ascender lentamente.

Minutos más tarde, sus respiraciones se encontraban entrecortadas, sus piernas dolían ligeramente por el ejercicio, el sudor comenzaba a cubrir en una fina capa varias zonas de sus cuerpos y sus corazones latían más acelerados que antes.

-¿Cuándo va a acabar esto? – se quejó el más bajo, claramente agotado.

-No lo sé, pero estoy empezando a odiarlo. ¿Por qué tenía que ser en forma de caracol? – medio gruñó el ojiazul.

-¿Eso importa? – inquirió con curiosidad.

-Sí. A diferencia de las escaleras rectas, este tipo hace más difícil calcular el tiempo que llevas subiendo o bajando, además que no es fácil orientarse. No sé si al llegar al final habremos cambiado completamente de dirección en la cual íbamos en un principio. – explicó suspirando cansado.

-¿Sigamos un poco más si? No tiene sentido pensar en todo eso estando en medio de la oscuridad. – sugirió el ojimiel.

Sin decir nada más continuaron ascendiendo hasta que por fin, varios minutos más tarde que se les hicieron eternos a ambos, llegaron al último escalón y se adentraron a una pequeña habitación de unos dos metros de ancho por otros dos metros de alto. Esta se encontraba ligeramente iluminada por faroles de tamaño mediano, pero al haber solo uno por pared la iluminación era escasa.

-Bueno… es bastante mejor que estar en oscuridad total. – intentó ver el lado bueno el castaño más bajo.

-Supongo… ¿alguna idea de qué hacer ahora? – cuestionó mirando a su alrededor.

-Tiene que haber una salida. No tendría sentido traernos hasta aquí cuando no  hay forma de retroceder. – señaló Tsuna y el contrario asintió, estando de acuerdo con el de menor estatura.

Sin soltarse de las manos se adentraron más a la habitación y con cuidado inspeccionaron las paredes en busca de algo que les diera una pista de cómo seguir. Un par de minutos más tarde el más alto suspiró y soltó la mano de Tsuna un momento para quitarse el sudor que cubría su frente y bajaba por su cara.

El chillido de este le hizo voltear y se encontró con un alfa de 170 cm y fuerte complexión el cual mantenía al castaño acorralado por el cuello.

Instintivamente su  mano se movió a la pequeña bolsa en su cintura, donde reposaba el arma que había cogido, pero la voz del hombre le detuvo.

-Ni lo pienses, pequeño. Para cuando la saques yo ya le habré partido el cuello a esta lindura. – habló con voz profunda y repleta de malas intenciones.

-Suéltale. – exigió Shinichi lo más tranquilo que pudo.

-Mmm… lo haré si accedes a ser mi juguete. La verdad es que eres completamente mi tipo. – negoció el más alto. Vio a Tsuna apretar los dientes y mirarle fijamente, sus orbes brillaban con una clara orden: “no lo hagas.” Él negó con la cabeza y dejó caer el arma. El alfa rió fuertemente al ver aquello.

-Buena respuesta. – comentó complacido, pero antes de soltar a su presa, se acercó al oído de esta. – No te muevas. – ordenó con voz clara y autoritaria. Ambos omegas se tensaron y este sonrió más ampliamente, satisfecho de que hubiera funcionado. Dejó a Tsuna y comenzó a avanzar hacia el más alto de los castaños, sin embargo no llegó a dar ni dos pasos que sintió algo golpearle por detrás de las rodillas, las cuales le fallaron y terminó arrodillado en el suelo. Un fuerte gruñido resonó desde lo más profundo de su pecho y giró la cabeza para ver lo que había pasado, fue entonces cuando sintió algo afilado y puntiagudo contra su garganta.

-¿Cómo? – quiso saber, abriendo los ojos enormemente por la sorpresa.

La persona a su espalda no dijo nada, simplemente movió el objeto de forma horizontal, seccionando su cuello y ocasionando que gran cantidad de sangre brotara de la herida. El alfa no tardó mucho en desplomarse al suelo y morir desangrado.

-¡Shin! – exclamó Tsuna, corriendo a donde el otro omega seguía paralizado.

-Tsuna… ¿cómo has…? – murmuró este, quien poco a poco sentía sus extremidades volver a funcionar. La orden del alfa comenzaba a perder el efecto, más rápidamente ahora que el mencionado había fallecido.

-Es… una larga historia. – susurró el más bajo al tiempo en que se agachaba y recogía la pistola que el otro castaño había dejado caer.

-Tenemos tiempo para un resumen. – comentó en un intento de aligerar el ambiente, sabiendo por el brillo en los orbes miel que el menor se sentía culpable por lo que acababa de hacer.

-Cuando… era pequeño. Mi madre salió durante un tiempo con un alfa. Este era el hombre más… intimidante que alguna vez hubiera conocido. No se parecía en nada a mi padre. – comenzó a contar, soltando una risita de burla al recordar a su progenitor y lo inútil que fue durante tantos años antes de fallecer de forma más que patética. – Para entonces no hacía mucho que yo había presentado, pero él se empeñó en entrenarme para no obedecer las órdenes de un alfa cualquiera. Insistió en que debía aprender a no dejarme subyugar tan fácilmente. – explicó la situación. – Cuando ese alfa me ordenó… recordé lo mucho que odiaba cuando alguien lo hacía, pero al mismo tiempo… se sintió muy débil. Comparado a cómo lo hacía ese hombre, la autoridad en su voz… este solo me provocó algo de sorpresa por lo repentino de la orden, pero aparte de tensarme unos segundos, no tuvo ningún otro efecto. – finalizó su relato.

Shinichi comenzó a poder mover los dedos y asintió levemente.

-¿Qué pasó con él? – curioseó.

-Mi madre rompió con él. Este tenía que ir a un viaje de negocios y mi madre lo utilizó como excusa para dejarle. La verdad es que ella seguía enamorada de mi padre, incluso si hacía tiempo que este ya había muerto. – contó y un suspiro escapó de sus finos labios. –Ella se quitó la vida unos días más tarde. Yo acabé en un orfanato y nunca más volví a verle. –terminó su historia con una leve sonrisa en el rostro. Incluso aunque pasaran tantos años de ello, le seguía doliendo que ella le abandonara de aquella forma.

-Tsuna… - susurró el más alto y con cuidado rodeó el cuerpo del menor, abrazándole con fuerza, pero delicadeza al mismo tiempo.

Permanecieron así por varios minutos, disfrutando de la calidez ajena y de lo reconfortante que resultaba aquel acto. Shinichi se separó ligeramente y besó castamente la frente del ojimiel.

-Tenemos que seguir. – avisó y le vio asentir. Lentamente este se acercó al cuerpo sin vida del alfa, se arrodilló a su lado y susurró un “lo siento” para seguidamente incorporarse e ir hacia la pared, iniciando de nueva la búsqueda por una salida.

Tardaron bastante en encontrar el pequeño interruptor que abrió una puerta secreta. El más bajo se inclinó de nuevo hacia el cuerpo, para mostrar sus respetos y entonces dio un paso hacia la salida, siendo seguido por el de ojos azules el cual volvió a cogerle de la mano para demostrar su apoyo.

- Mis padres murieron en un accidente cuando yo tenía 9 años. Un par de años más tarde presenté como omega y los del orfanato me echaron a la calle, diciendo que tener que cuidar de nosotros era molesto, así que terminé viviendo en la calle durante varios años, al menos hasta que conseguí un trabajo y pude permitirme alquilar algo. – proporcionó su historia, como forma de corresponder a la confianza que el ojimiel había demostrado hacia él anteriormente.

Vio por el rabillo del ojo como ligeras lágrimas recorrían el rostro del más bajo y este sollozaba levemente.

-Odio este sitio. – le oyó decir con voz queda.

-Yo también. –murmuró Shinichi.

Sin decir nada más, ambos siguieron caminando por el oscuro pasillo, cada vez más cansados, no solo física si no también mentalmente.

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-¿Por qué siento que llevamos bajando estas escaleras un siglo entero? – se quejó el albino sin detener su andar.

-Me siento igual. Al ser una escalera tipo caracol se hace difícil apreciar cuánto tiempo ha pasado. – admitió el de cabello azul. Suspiró al sentir otra ráfaga de aire azotar su cuerpo. Eran lo suficientemente ligeras como para solo hacerle sentir leves escalofríos recorrerle el cuerpo, no obstante… su temperatura corporal se había elevado todavía más y sentía su cuerpo pesar cada vez más.

-¿Estás bien Nagi? – preguntó Allen, preocupado al notar el temblor en el cuerpo ajeno.

-Creo… que mi celo está más cerca de lo que me gustaría. – confesó en un leve susurro.

-¿Quieres que descansemos un poco? – sugirió el más alto. El ojiazul negó con la cabeza.

-No. Si perdemos más tiempo, será todavía más peligroso para ambos. – respondió con decisión.

El joven de particulares ojos heterocromáticos, uno gris metalizado y el otro de un intenso color morado, asintió. Cogió la mano del menor con fuerza y comenzó a descender de nuevo. No había mucho que pudiera hacer en esa situación, más que darle todo el apoyo posible. Esperaba poder encontrar una salida pronto o al menos un lugar donde el peliazul pudiera descansar lo suficiente para poder sentirse mejor. Ambos sabían que el ejercicio físico no era recomendable cuando su celo se acercaba… eso provocaba que se adelantara todavía más, algo que sinceramente no podían permitirse en su situación, pero al mismo tiempo tampoco tenían la opción de parar y descansar, no cuando seguían estando en semejante peligro.

Sin decir nada ambos continuaron bajando con cuidado.

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-Vale… pues o subimos las escaleras aquí a la izquierda o… -empezó a enumerar las opciones Izuku, pero fue interrumpido.

-¡O nada! ¡O subimos las escaleras o saltamos al vacío! – exclamó Naruto irritado mirando con odio el agujero en el suelo en frente de todos ellos.

-Lo lógico sería subir. – comentó Tetsuya mirando con desdén la mencionada estructura. No le apetecía nada tener que ir hacia arriba otra vez, suficientemente cansado se encontraba ya.

-Mmm… pues yo digo que bajemos. – habló Eren sonriendo maliciosamente.

-¿Y cómo vamos a hacer eso genio? – medio gruñó el rubio.

-Tiene que haber una forma. Hasta ahora la ha habido. – señaló Yuuri de forma pensativa.

-Creo que somos los únicos que en vez de tomar el camino fácil, nos vamos por la opción más descabellada posible. – mencionó el peliverde quien soltó una risita divertida por lo absurdo de la situación.

-Como si la situación en si no fuese lo suficientemente absurda. – rebatió el peliazul con una ligera sonrisa ladeada.

-La verdad es que yo tampoco tengo ganas de subir, ya estoy lo suficientemente cansado y casi que prefiero saltar dentro del agujero. – admitió el de ojos zafiro después de sentarse pesadamente en el suelo al tiempo en que cruzaba sus piernas.

- Izu… ¿cuánto crees que hay hasta la pared del otro lado? – cuestionó Eren mirando fijamente el muro de ladrillos.

-Pues… estimaría que unos dos metros y medio, más o menos. – respondió de forma pensativa el ojijade.

-Vale… - susurró el castaño quien sin perder el tiempo cogió la daga que Tetsuya portaba, ató el cable que él llevaba enrollado en su brazo a la punta de la cadena al final de la daga y con fuerza la lanzó hacia la pared contraria, clavándola firmemente.

Sonrió complacido al ver que gracias a lo largo de la cadena, él seguía teniendo el final del cable bien sujeto con su mano.

-Ya veo… la daga mide unos 50 centímetros, la cadena un metro y el cable que escogiste hace dos metros de largo. – murmuró Izuku.

-Así es. Voy a ver qué tan profundo es el pozo este. Ahora vuelvo. – dijo el castaño quien, después de rodear su muñeca derecha dos veces con el cable y agarrarlo bien con su mano, saltó al vacío. Los demás exclamaron sorprendidos y corrieron a mirar hacia abajo. Esperaron escuchar algo que les indicara si el de ojos verdes se había golpeado con algo, pero no oyeron nada.

Este por su parte, se encontraba apoyado en la pared de enfrente, mirando cuidadosamente hacia abajo. La oscuridad no se lo ponía fácil, pero logró notar que no le faltaba  mucho para llegar al fondo, tal vez un poco más de dos metros. Teniendo en cuenta el largo de su improvisado arnés, concluyó que la caída total sería de unos 6 metros aproximadamente. Asintiendo, se balanceó lo más que pudo y aprovechó la fuerza del movimiento para tirar de la daga, desencajándola de la pared, y dejarse caer al suelo. Equilibró su cuerpo y antes de llegar al fondo, dio una voltereta y se aseguró de plantar bien los pies en el suelo, además de flexionar bien las rodillas para no causar daño a sus extremidades.

El ruido que provocó resonó por todo el lugar, preocupando a los demás omegas que gritaron su nombre. El castaño se tomó unos segundos para respirar con tranquilidad y observó a su alrededor, notando como del lado donde se encontraban los demás algunos ladrillos sobresalían y parecían brillar ligeramente. Se acercó con cuidado y al tocar la pared comprendió lo que era: una pared de escalada.

No pudo evitar reír ante su descubrimiento, lo cual relajó un poco a los demás omegas quienes al menos supieron que este seguía con vida y no se había partido el cuello con la caída.

Eren procedió a recorrer lentamente la pequeña sala, que apenas era de dos metros y medio por otros dos metros, y después de asegurarse que dos puertas se encontraban ahí, volvió a la pared indicada. Enrolló de nuevo el cable en su brazo y con cuidado comenzó a escalar. Le tomó casi diez minutos el llegar a su destino, teniendo en cuenta la oscuridad que le rodeaba era mejor ser precavido, pero cuando subió de nuevo, Yuuri fue el primero en abrazarle con fuerza.

-¡No vuelvas a asustarnos así! – gritó entre lágrimas el moreno.

-Lo siento. – susurró el castaño el cual acariciaba con suavidad la espalda ajena, queriendo ayudar a que se calmara.

-¿Supondré que encontraste algo? – inquirió Tetsuya cansado.

-Así es. Primero, son solo seis metros hasta el suelo. Segundo, hay dos puertas por las que podemos ir, las cuales están completamente abiertas. Tercero, se puede bajar por esta pared, aunque será difícil y cansado por culpa de la falta de visibilidad. – explicó la situación.

-¿Es como una pared de escalada? – cuestionó Naruto mirando por donde había subido el castaño.

-Más o menos. Las piezas están a una distancia relativamente fácil, solo que…

-La falta de luz es el problema. – finalizó el peliazul.

-Cuando saltaste… debiste quedar a dos metros o así del suelo ¿verdad? – habló el peliverde, ganándose un asentimiento por parte de Eren. – Podemos hacer algo parecido. Clavamos la daga aquí en la pared y con ayuda del cable bajamos como hiciste tú. Cuando no quede más cable nos apoyamos en los ladrillos que sobresalen y si vemos que es muy complicado siempre podemos acabar saltando la distancia que nos quede. – sugirió el de ojos jade.

-Yo seré el último entonces. Sé cómo hacer para desencajar la daga de la pared y podré bajar saltando sin problemas. – aceptó el castaño. Rápidamente le enseñó a Izuku el cómo colocar el cable para no resbalar por él y pronto el más bajo desapareció de su vista.

-¿Cómo hiciste para no hacerte daño? – preguntó curioso el rubio.

-Bueno… uno de mis pasatiempos es el parkour. – fue su simple respuesta, cosa que hizo reír al ojiazul.

-Cómo no… es ridícula la buena suerte que tenemos. Entre los objetos que hemos escogido y que al parecer aquí todos sabemos hacer cosas inusuales, estamos pasando por sitios que dudo enormemente que muchos esperaran que lográramos. – dijo sin poder creerlo.

-En eso tienes razón. – habló Tetsuya quien se encontraba recogiendo el cable, dado que al parecer el de orbes jade ya había llegado al suelo.

Siguieron con el mismo procedimiento para todos y pronto solo quedaban el rubio y el castaño.

-¿Podrás bajar bien sin quitarte eso? – cuestionó Eren señalando las garras metálicas que adornaban los dedos del más bajo.

-Me las apañaré. Sería más complicado quitármelas para bajar, evitar que se me caigan y luego lograr ponérmelas con toda esta oscuridad rodeándonos. – fue la respuesta que dio. Eren asintió y cuando el de orbes zafiro procedía a descender, ambos se tensaron al percatarse de un aroma que comenzaba a llegar al lugar y oyeron pasos acercarse en su dirección.

-Bajaré lo más rápido posible. - prometió Naruto. Eren asintió y le vio bajar con prisa. Él dirigió su mirada a las escaleras, notando que no era una persona la que bajaba sino dos.

-No pueden estar muy lejos. –oyó la voz de una mujer decir.

-A menos que hayan decidido saltar y quitarse la vida. – respondió una voz más masculina.

-No seas idiota. Ningún omega antes ha ido por ese camino. – habló ella despreocupadamente.

Él notó el cable moverse rápidamente y comprendió el mensaje. Se apresuró a recogerlo y acababa de enrollarlo en su muñeca cuando sintió dos presencias en su espalda.

- Vaya, vaya… ¿qué estás haciendo? –exigió saber la mujer. Eren giró a verles, manteniendo su mano detrás de su persona para que no notaran el cable.

-¿Dónde están tus amigos? – ordenó el hombre quien se encontraba con el ceño fruncido.

-¿Por qué no adivinas? – fue su respuesta burlona. Vio como ella daba un paso hacia él y con una sonrisa en el rostro, se dejó caer de espaldas. Les oyó exclamar sorprendidos, pero él no tenía tiempo de preocuparse por eso. Había notado lo suelto que parecía el cable y concluyó que la daga estaba por desencajarse de la pared. Sin tiempo para pensarlo, tiró lo más fuerte que pudo y escuchó el gruñido adolorido de uno de los dos, pronto a sus fosas nasales el olor a sangre llegó y concluyó que la daga había cortado con fuerza a uno de ellos al separarse de la pared.

Habría sentido satisfacción de no ser porque no estaba en una buena posición para estabilizar su caída. Cerró los ojos con fuerza, esperando el impacto que inevitablemente llegaría, pero alguien logró atraparle en el aire.

-Tienes suerte de que tenga buenos reflejos. – reconoció la voz del rubio. Sin poder evitarlo rió y no sabía si era por el alivio o por la adrenalina que todavía recorría su cuerpo.

El de orbes zafiro le soltó en cuanto tocaron tierra y los demás se acercaron para asegurarse que ninguno se había hecho daño.

-Rápido. ¿Por qué puerta? – cuestionó el castaño. No parecía que ninguno de los alfas tuviera la intención de bajar y perseguirles, pero era mejor conseguir la mayor cantidad de distancia entre ellos si se daba el caso que se equivocaba.

-Izquierda. – respondió el peliazul después de unos segundos. Sin perder más tiempo, los cinco caminaron hacia la puerta mencionada, para su sorpresa, esta se cerró con fuerza una vez todos la habían cruzado.

-No sabría decir si esto es algo bueno o no. – comentó Yuuri.

-Yo ya casi que me estoy acostumbrando. – mencionó Izuku exasperado.

-Creo que sería buena idea descansar al menos unos minutos. – sugirió Naruto el cual miraba a Eren con preocupación.

-Opino lo mismo. Tanto movimiento no es nada bueno. –apoyó el de ojos azul bebé quien sentía su cuerpo cada vez más pesado.

Sabía que los demás se sentían igual, después de todo llevaban horas dando vueltas por el lugar, moviéndose sin detenerse a penas más que unos cuantos minutos. La droga seguía recorriendo sus cuerpos y sus celos eran cada vez más inminentes. El entumecimiento en sus músculos era uno de los primeros síntomas junto a la elevada temperatura corporal, cosa que les hacía sudar más de lo habitual, seguido por sus aromas. No podía negar que cada vez eran más potentes y con ese sub tono dulzón que llamaba a los alfas como abejas a la miel. Si no fuese porque escogieron ir por caminos poco convencionales, estaba seguro que se habrían encontrado con muchos más alfas.

Los cinco se sentaron en el frío suelo y cerraron los ojos para descansar un poco. Si querían tener una posibilidad de encontrar una salida… era mejor que pararan durante un rato.

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El ruido de alguien estornudando le sobresaltó, sacándole del ligero sueño en el cual se encontraba.

-Lo siento… no quería despertarte. – oyó que dijeron a su derecha. Notó que algo suave le rodeaba y al abrir un poco los ojos vio como una de las alas del albino le cubría lo más posible el cuerpo.

-¿Cuánto llevo dormido? – susurró el peliazul. Se encontraba tan cansado. Su piel ardía, su cabeza daba vueltas y no soportaba el olor que emanaba de aquellas paredes.

-No mucho… llegamos a la habitación hará unos veinte minutos y tú colapsaste entonces. – explicó el más alto. Él lo recordaba. Recordaba haber llegado al final de las escaleras y caminar unos pocos metros hasta llegar a aquella sala. Lamentablemente su vista para ese entonces ya se encontraba completamente borrosa y sus piernas fallaron sin que pudiera evitarlo.

-Lo siento… - se disculpó, pero el otro negó con la cabeza.

-No es culpa tuya… tu celo está casi aquí. – murmuró Allen mordiéndose el labio inferior con nerviosismo. El de ojos azules asintió y con mucho esfuerzo se separó del cuerpo ajeno para mirarle a los ojos.

-Tenemos que seguir. –dijo seriamente.

-Apenas puedes moverte Nagi. –recordó el albino con el ceño fruncido.

-No puedo quedarme aquí… -exclamó este bajando la mirada. –No quiero quedarme aquí… -confesó con voz queda.

-Lo sé. –respondió el más alto quien le abrazó con fuerza, sintiendo las lágrimas mojar su ropa y los sollozos del contrario contra su pecho. –Pensaré en algo ¿vale? – intentó animarle, aunque una gran parte suya no sabía si tenían si quiera una mísera posibilidad de llegar a ningún lado.

Después de varios minutos, la respiración del menor se acompasó, y Allen supo que se había quedado dormido. Le acomodó mejor contra su pecho y apoyó su barbilla sobre la cabeza azulada, suspirando levemente.

Por su cabeza miles de pensamientos e ideas rondaban, era un torbellino que no conseguía ayudarle en nada. No quería aceptarlo, pero él también se sentía en las últimas. Llevaba un buen rato con dolor de cabeza, el cuerpo también le dolía y sentía su corazón latir más rápido de lo usual. Sin embargo se negaba a rendirse. Tenía que buscar una forma de seguir adelante. Aquello era lo que su padre siempre decía y aunque llevara esas palabras grabadas en lo más profundo de su corazón y mente… su cuerpo no quería obedecer. La promesa que hizo con los dos castaños rondaba por su mente, pero… incluso con eso no era capaz de moverse de donde estaba.

Soltando una risita repleta de tristeza acarició con suavidad esas adorables y largas orejas que hacía rato habían aparecido entre las azulonas hebras. Aquella era la prueba. Sabía que al no poder ocultar sus alas ya no le quedaría nada de tiempo y al ver las largas y peludas orejas de liebre del menor le confirmó que todo había acabado para ellos dos.

Cerró los ojos con fuerza del coraje y la impotencia que sentía en ese momento. Oyó pasos acercarse y entreabrió lo más que pudo sus párpados.

Alguien vestido de negro se paró en frente. No podía verle la cara y tampoco podía oler nada, así que o era beta o se había tomado la molestia de enmascarar su olor. Le fulminó con la mirada al verle levantar una mano y no dejó de hacerlo ni cuando el arma le apuntó directamente entre los ojos.

El sonido de un disparo resonó por todo el lugar, para luego ser acompañado por el más absoluto silencio.

Se acabó el tiempo. Game over.

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Sentía todo su cuerpo doler, similar a como si mil agujas le pincharan una y otra vez en diversas partes del cuerpo a la vez. Con pesadez se incorporó hasta quedar sentado. Tardó un poco en lograr situarse, pero pronto localizó a los demás omegas que le acompañaban.

Notó como uno de ellos respiraba con mucha dificultad y se acercó apresuradamente hasta él, sintiendo el corazón latirle a mil cuando se percató de las pequeñas ojeras que adornaban la azulosa cabellera del contrario.

-Tetsu… - llamó a este, intentando que despertara. No pudo evitar notar los pequeños bigotes que también habían aparecido en su rostro.

-¿Naru? – oyó que le llamaban a su espalda, pero su atención se encontraba en el joven de orbes azul bebé el cual cada vez parecía que le ardía más el cuerpo.

-Cálmate. – dijeron al tiempo en que sentía una mano sobre su hombro. – Inspira y expira lentamente. – le ordenaron y sin pensarlo obedeció, logrando calmar su acelerado corazón y agitada respiración, algo que ni siquiera había notado entre el pánico que le había invadido.

Giró levemente y vio a Izuku mirándole con los ojos repletos de preocupación. Asintió para demostrar que ya se encontraba mejor y señaló a Tetsuya. El peliverde se acercó y con cuidado posó su mano sobre la frente del contrario. Su ceño fruncido fue respuesta suficiente.

-¿Qué hacemos? –preguntó en un susurro quedo.

-Despertar a los demás. – decidió y sin dudarlo hizo lo dicho. Se acercó al moreno quien no tardó mucho en abrir los ojos y mirarle confundido, pero antes de poder decir nada oyó a Izuku chasquear la lengua por lo que su atención volvió al más bajo de los presentes.

-¿Izuku? – murmuró nervioso. Este le miró con los ojos aguados y negó con la cabeza.

-¿Qué pasa? – cuestionó Yuuri sin comprender.

-Tetsu y Eren… sus celos están por llegar. – respondió en un murmullo el peliverde. El de ojos como el café sintió su respiración cortarse por unos segundos y un ligero gemido escapó de sus labios.

-Tenemos que hacer algo. – dijo seriamente Naruto. Los otros dos asintieron y con cuidado los movieron hasta que quedaron sentados, con sus espaldas contra la pared. Los orbes de Eren se abrieron lentamente y de su boca escapó un gemido lastimero.

-Shhh… respira Eren. – habló suavemente Izuku. El más alto asintió y lentamente intentó centrarse en su respiración. La cabeza le daba vueltas y sentía su cuerpo arder, pero logró regular su ingesta de aire. Gruñó al sentir su cola aparecer y, una parte de él agradeció el tener espacio suficiente para que no le molestara la ropa, pero otra parte, mayor que la anterior, maldijo su suerte.

-Parece que… mi tiempo… se acabó. – logró decir con la voz entrecortada.

-De eso nada. – declaró el rubio con los puños apretados.

-Apenas puedo… hablar…. Mucho menos… moverme. –consiguió decir con una risa apagada.

-Mientras nosotros podamos movernos… eso no importa. –aseguró el peliverde quien se acercó hasta él y con cuidado lo subió a su espalda. Con la cabeza le indicó a los otros dos que hicieran lo mismo con el peliazul quien al contrario que Eren no parecía que fuese a despertar pronto.

Naruto ayudó a Yuuri a subir al de ojos azules sobre su espalda, decidiendo que el de ojos zafiro era la mejor opción que tenían para defenderse si se encontraban con alguien más.

Lentamente avanzaron por el pasillo. Minutos que parecieron horas hasta que oyeron a Tetsuya gruñir levemente y disculparse con voz floja. Le dijeron lo mismo que al castaño, asegurándose de dejarle claro que no iban a dejar a ninguno de los dos atrás.

Por fin vieron luz al final del túnel, pero los sonidos que llegaron a sus oídos, no fueron para nada agradables. Varios gemidos se hicieron oír, junto a las súplicas flojas de una voz femenina y una masculina reír sádicamente.

Con cuidado, Naruto se acercó siendo seguido por Yuuri, dejando a Izuku a cargo de los otros dos omegas. A paso lento llegaron hasta la puerta y se asomaron, sintiendo el estómago revolverse con asco ante lo que presenciaron.

Una joven de no más de 15 años, se encontraba sobre un colchón por demás repleto de todo tipo de suciedad, con la ropa desgarrada. Podían ver su fina piel ser bañada con la sangre que escapaba por la multitud de cortes en esta. Un alfa rubio de tez oscura la observaba desde arriba, sentado cómodamente entre las piernas de la mujer. Agradecieron al cielo cuando notaron que este seguía completamente vestido, aunque comprendían que la situación no era para nada agradable. Vieron como ella se removía sin muchas fuerzas y a él suspirar con desilusión.

- Sabes… esto ya se volvió aburrido. Es hora de buscar algún otro juguete nuevo. – dijo y antes de que cualquiera pudiera reaccionar, vieron como le cortaba el cuello a la castaña sin compasión ni duda. Se levantó y estiró sus músculos, observando complacido como el colchón se impregnaba de la sangre de la mujer.

Una puerta se abrió y por ella entro otro hombre, este era moreno de ojos color ámbar.

-¿Terminaste? – inquirió en tono aburrido el recién llegado, recibiendo como respuesta un asentimiento. – Bien, porque he escuchado que hay un grupo de omegas hombre por esta sección… ¿te sientes con ganas de cazar? – sonrió maliciosamente al terminar de hablar.

-Yo siempre tengo ganas de  cazar. – aseguró el primer hombre.

Antes de que dieran un paso, oyeron la puerta chirriar y con curiosidad sus miradas se posaron en el pesado objeto metálico. Sus narices se movieron y sus sonrisas se ampliaron todavía más.

-Parece que no tendremos que ir muy lejos. -comentó el rubio mientras que su compañero se reía con fuerza. Con decisión caminaron hacia la puerta donde ambos omegas se miraban sin saber muy bien qué hacer, hasta que ambos asintieron al mismo tiempo.

Naruto corrió hacia dentro de la sala, directamente hacia el alfa rubio el cual rió y esquivó al ojiazul sin problema, pero el omega sonrió dado que aquello era lo que estaba buscando. De un rápido movimiento le propició una patada detrás de las rodillas justo cuando este hacía el movimiento de girar en su dirección, ocasionando que perdiera el equilibrio y cayera al suelo de espaldas. No tuvo tiempo de incorporarse que sintió a alguien más cerca de su cabeza y para cuando abrió los ojos ya era demasiado tarde: algo puntiagudo y afilado se clavó de lleno en su garganta.

El otro alfa observó con incredulidad como un omega moreno con gafas mataba a su compañero clavándole un tacón de aguja en el cuello. Pronto se arrepintió de haber permanecido quieto en el sitio porque no prestó atención cuando el omega rubio se acercó a él y de un certero golpe le seccionó la carótida con lo que parecían afiladas garras metálicas. Sin poder evitarlo cayó al suelo, pero intentó golpear al ojiazul al menos una vez, cosa que no logró hacer porque sintió algo atravesar su pecho con fuerza. Rió casi con histeria al ver el otro tacón negro clavado justo sobre su corazón hasta que ya no le quedó nada de voz y todo su mundo se volvió negro.

Con la respiración agitada, ambos omegas se dejaron caer al suelo, evitando de milagro los dos charcos de sangre que se habían formado alrededor de ambos alfas. Cuando lograron calmarse lo suficiente, viraron su atención al pálido cuerpo de esa joven y aguantando las ganas de llorar, se acercaron a los dos cuerpos que yacían inertes cerca de sus personas, les quitaron la camisa que ambos portaban y con ellas taparon el cuerpo de la mujer por completo.

-¿Estáis bien? – oyeron desde la puerta y al mirar allí, observaron a Izuku mirarles con los orbes jade llenos de preocupación.

Ambos asintieron y sin decir nada Yuuri se levantó y salió de la habitación, aunque primero fue detenido por el peliverde quien, con extremo cuidado, pasó ligeramente un trozo de tela de su ropa por las mejillas del moreno, limpiando la sangre que le había salpicado al atacar a ambos alfas.

Con cuidado ambos cargaron de nuevo a Eren y Tetsuya, para así volver a entrar al cuarto donde Naruto permanecía inmóvil.

-¿Naru? – susurró el moreno. Lo más rápido que pudieron, y con mucho cuidado, dejaron de nuevo a ambos en el suelo y corrieron hacia el rubio.

El peliverde notó lo agitada que se encontraba la respiración de este y al tocarle la frente sus sospechas se vieron confirmadas. Por la adrenalina del encuentro, el ojiazul no había notado el estado en el cual se encontraba. Como pudo le alejó del desastre de cuerpos y lo acercó hacia los demás omegas que reposaban.

Vio como el de ojos café se había sentado junto a ellos dos y sintió su corazón detenerse cuando vio las orejas y la cola adornar el cuerpo del moreno. Con cuidado dejó a Naruto junto a los tres y miró toda la habitación sin saber qué hacer. Sintió sus ojos aguarse y pronto una fría sustancia mojó sus mejillas sin que él pudiera hacer nada para evitarlo.

Él… no podría llevar a los cuatro. No al mismo tiempo. No sin ayuda. Sintiendo sus piernas fallar, se dejó caer al suelo, sabiendo que no había nada que pudiera hacer. Sus sollozos eran apenas audibles. Todo su cuerpo temblaba, no sabiendo si era por la impotencia o la tristeza. Se sentía mareado y su corazón parecía que fuese apretado por alguien con toda la fuerza posible.

Oyó pasos apresurados acercarse a esa habitación. Con una sonrisa resignada iba a cerrar los ojos cuando lo vio. En ese momento pensó que todavía había algo que podía hacer. Ese pensamiento inundó su mente a la vez en que, lentamente, acercaba la mano hacia la daga que seguía cerca del peliazul.

Agarró el objeto al mismo tiempo en que la puerta se abrió.

Se acabó el tiempo. Game over.

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-Shin… bájame. – pidió Tsuna en apenas un susurro.

-No. – fue la respuesta que recibió.

-No podrás llevarme todo el tiempo. – se quejó levemente.

-Puedo intentarlo. –aseguró de forma testaruda. El castaño menor soltó un quejido y apoyó su frente en el hombro del contrario.

-Lo siento… -susurró al tiempo en que ligeras lágrimas escapaban de sus ojos y mojaban la tela que cubría al mayor de los dos.

-No es culpa tuya Tsu… -murmuró también con los ojos aguados.

No hacía tanto que ambos habían abandonado el cuerpo de aquel alfa. Unos minutos después de salir de la habitación, Tsuna se tropezó y cuando él le agarró del brazo para evitar que cayera al suelo, se dio cuenta de lo caliente que se encontraba el cuerpo contrario. Sin pensarlo dos veces, lo cargó en su espalda y siguió caminando.

-Tendría que haberlo notado antes… -se recriminó a si mismo entre dientes.

Él también sentía su cuerpo ir perdiendo la fuerza con cada paso que daba. Tsuna lo sabía, era difícil no notar lo mucho que al de ojos azules le costaba respirar, como sus pasos eran cada vez más lentos y pausados, como el sudor recorría su cuerpo. El de orbes miel apretó más el agarre en el cuello ajeno y lloró con más fuerza.

-Lo siento… - volvió a decir entre sollozos.

Shinichi no dijo nada, simplemente siguió caminando, pero poco después sintió su pierna doler lo que causó que cayera al suelo junto con Tsuna. Este se movió todo lo rápido que pudo y cuando tocó la zona que le dolía al más alto sintió un líquido caliente y espeso manchar su mano.

-¡Shin! – exclamó horrorizado ante la sangre que ahora corría por la pierna del ojiazul. Este le miró con la cara desencajara por el dolor y como pudo miró a su alrededor, hasta que se dio cuenta del hilo de pescar que le había cortado en un lado.

-De verdad que sois un grupo difícil de cazar. – comentaron a unos pasos delante de ellos.

Un hombre alto, de cabello rojo y orbes negros, les miraba con una sonrisa socarrona en los labios. Se acercó rápidamente a ellos y agarró con fuerza el cabello de Tsuna, apretando dolorosamente las dos orejas alargadas que se habían mostrado hacía un buen rato.

Shinichi salió de su estupefacción cuando oyó el grito adolorido del de orbes miel. Con dificultad, estiró la mano, intentando llegar a la pistola que se había caído a pocos centímetros a su izquierda cuando cayó al suelo antes.

El alfa seguía dando un discurso quejándose de algo, pero ninguno de los castaños le prestaba atención. Con los ojos apretados, Tsuna se mordió con fuerza el labio inferior, aguantando las ganas de gritar por el dolor que le causaba el fuerte agarre a sus sensibles orejas. Entre abrió los párpados y por el rabillo del ojo, notó como Shinichi estiraba una mano hacia el arma. Tardó unos segundos en conseguirlo y cuando lo logró, con cuidado y muy lentamente apuntó a la cabeza del hombre el cual no se había percatado todavía de la situación. El primer disparo falló, pasando a través de ambas cabezas lo que ocasionó que el mayor soltara al omega y este cayera al suelo con fuerza. Shinichi chasqueó la lengua, molesto por lo temblorosa que se encontraba su mano y la causa de que fallara el tiro.

El segundo y tercero le dieron en el hombro y pecho derechos. Enfurecido, el alfa se movió para atacarle cuando los disparos cuarto y quinto sonaron, los cuales impactaron en su bajo abdomen y uno de sus muslos. El sexto y último… logró darle en la cabeza.

El hombre se desplomó hacia atrás con un golpe sordo. El silencio se hizo presente, siendo roto solamente por un par de respiraciones agitadas. Con dificultad, el más alto se incorporó hasta quedar sentado contra la pared al otro lado del cuerpo inerte del alfa. Tsuna, como pudo, gateó hasta quedar sentado junto a él y apoyó la cabeza sobre el hombro ajeno al tiempo en que sintió la barbilla del contrario reposar sobre sus hebras castañas.

-Lo siento… - fue lo único que salió de la boca del de orbes miel antes de que sus ojos se cerraran.

-Yo también… -susurró el ojiazul quien tampoco tardó mucho en sucumbir al cansancio y el dolor que embargaba todo su cuerpo.

Lo último que pensó antes de caer ante la oscuridad, fue que no serían capaz de cumplir con la promesa que hicieron con los demás.

Se acabó el tiempo. Game over.

…………………………….

…………………….

……………

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FIN… del capítulo 1.

Notas finales:

Pues esto es todo lo que tengo por ahora. Espero poder subir más durante los siguientes días nwn

Si os ha gustado no dudéis en hacérmelo saber y si no... pues también. Acepto críticas, siempre y cuando estas sean constructivas ;D

Nos leemos (=^w^=)


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