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Inesperado por iscristin

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Notas del capitulo:

Aqui les traigo un nuevo capitulo de esta historia. He de admitir que me costo demasiado esperar para subirlo. En este capitulo veremos ahora la prespectiva de Deathmask sobre lo que sucedió con Seiya. ¿Será que le cae bien?

Muchas gracias por leer!

Deathmask estaba recostado de la manera más despreocupada posible sobre un sillón, mirando televisión mientras bebía una cerveza. Él realmente debería estar haciendo su entrenamiento como caballero, pero qué diablos, no tenía ganas. Si no les gustaba, podían mandarlo al diablo de una buena vez, que ya iba siendo hora.

El dorado de Cáncer siempre había sido un caballero problemático; no era el servidor más fiel a la queridísimas Diosa. Normalmente hacia lo que quería y se pasaba los entrenamientos por el orto cada que podía, no sobresalía por sus actos de nobleza o valentía como muchos otros de sus camaradas, y era el ser más huraño y antisocial del mundo. No era necesario decir que no era el juguete favorito de la niñata esa ni el caballero estrella para sus camaradas.

Se había levantado sintiéndose como siempre, sin ganas de nada, totalmente aburrido de la vida de caballero, de la rutina, de estar solo, de todo en general. Era cierto que muy en el fondo deseaba entrenar nuevamente; no es que le desagradara ser un caballero, toda su maldita vida lo había sido, pero a veces simplemente no tenía la fuerza suficiente para serlo.

No hace mucho tiempo había sido un alma errante buscando a quien seguir, y había tomado una enorme cantidad de malas decisiones a lo largo de su vida. Siempre seguía a la persona equivocada; incluso si en el momento parecía una buena idea, terminaba estando equivocado. Parecía que toda su vida había sido una equivocación de principio a fin, un camino errado lleno de manchas negras. No dejaba de preguntarse por qué lo habían revivido y no lo dejaron donde estaba; no es que ninguno lo hubiera extrañado, ¿Qué estaba haciendo ahí todavía?

-Ya es tarde Deathmask, ¿No deberías estar entrenando? – La melodiosa voz de Afrodita resonó por todo el templo, mientras llegaba el portador de aquella mostrando su elegancia de siempre.

- Puedo preguntarte lo mismo Afrodita… ¿No deberías estar partiéndole el culo a alguien en vez de romperme a mí las pelotas?- Dijo el italiano sin siquiera mirarlo a los ojos, concentrado en mirar la televisión

- A eso he venido, ¿Qué te parece si tenemos un duelo amistoso por los viejos tiempos? – Dijo el Sueco, intentando realmente sacar a su amigo de aquel pestilente lugar que era su templo, no era muy limpio, por decir lo menos.

-No gracias... paso de todo

- Vamos amigo, ¿Acaso ya perdiste tu espíritu de lucha por completo?

-No recuerdo haberlo tenido nunca – dijo Cáncer mirándolo a los ojos, al fin.

-Cada día estas más amargado  Death, en serio… No creas que los demás morimos de alegría por estar haciendo lo mismo todos los días. Intenta hacer un esfuerzo.

-A mi qué carajo me importa cómo se sientan los demás, yo no los he obligado a estar aquí.

-Nadie te ha obligado a estar aquí igualmente, eres un desastre humano, pero aquí sigues…  ¿que es lo que estás buscando Death?

Cáncer no supo cómo responder, solo hizo una mala cara a Piscis. Estaba harto de que cuestionara su vida o las decisiones que tomaba. ¿A él que carajo le importaba si estaba o no estaba, si peleaba o se quedaba sentado mirando la maldita vida pasar? Ese era su maldito problema. Estaba cansado de escuchar su diatriba por lo que le dijo:

-¿Qué quieres de mi Afrodita?

-No es que quiera algo de ti, amigo, solo me gustaría verte un poco más animado, intentar disfrutar un poco más tu vida. Estar aquí es una maldita monotonía, lo sé, pero podemos intentar disfrutar los pocos momentos que tenemos. ¿Por qué no intentas pasar más tiempo con nuestros camaradas? O, ¿Qué tal si vamos a Rodorio a algún bar y te consigues una buena revolcada o algo? La vida es corta y se nos escapa de las manos.

-No necesito nada de eso, Afro. Estoy bien así como estoy

-No, no lo estas, necesitas algo que te despierte de ese letargo que te consume, un amigo, una pareja, lo que sea.

-No todos necesitamos eso, algunos estamos bien como estamos… en serio me alegro que estés feliz con Shura, pero eso no significa que yo necesito lo mismo en mi vida. ¿Por qué no mejor vas a hacerle la vida imposible a tu novio?

El caballero de piscis no pudo más que sonreír y mirar a su amigo con toda la comprensión que podía, ¿Por qué tenía que ser tan terco Deathmask? Si tan solo le diera una oportunidad a la vida se daría cuenta que no era tan deprimente como él se aferraba a verla, al menos no todo el condenado tiempo, vaya. Pero no podía obligarlo a absolutamente nada.

-De acuerdo. No voy a insistirte más. Disfruta de tu día. Espero un día de estos te animes a pasar una tarde con Shura y conmigo, eres más que bienvenido a mi templo. Nos vemos Death – Dijo y se despidió retirándose en el acto, elegante y sofisticado tal cual era.

Cuando el italiano volvió a quedarse solo, intentó concentrarse nuevamente en lo que estaba viendo, pero ya no fue capaz de poner su atención en nada. Las palabras de Afrodita le retumbaban en la cabeza como una colmena de abejas. Le molestaba admitir que era cierto lo que su compañero de armas le decía, pero era tan difícil aceptarlo.

Ya no era el mismo rufián desgraciado que había sido hace tiempo; no se había convertido en un santo de devoción pero almeno ya no iba por la vida asesinando personas a diestra y siniestra, se dijo a sí mismo, y aun así aquel pensamiento le dejó un regusto amargo en la boca que le hizo beber todo lo que quedaba de su cerveza.

Era un asesino. Como caballero tuvo que luchar contra enemigos y deshacerse de ellos por el bien de la humanidad, para proteger a su diosa; pero no siempre había sido así, no siempre había hecho lo correcto. Hubo una época de su vida en la que estuvo tan perdido y equivocado, era un soberbio que pensaba que al arrebatarles la vida a otros se volvía más poderoso. Era todo lo contrario.

Era patético. En cada muerte, en cada vida arrebata perdía un pedazo de sí mismo; se alejaba cada vez mas de su propia alma y se dejaba consumir por la oscuridad, se mentía a sí mismo y se decía que era poderoso, que nadie podía lastimarlo si el lastimaba y destruía todo lo que tenía a su paso; podía sentir como el mundo se desboronaba ante su ojos y como su ser se derrumbaba por dentro. Estaba ahogándose en su propio cuerpo y no sabía cómo salvarse, necesitaba ayuda pero no tenía el valor de pedirla. Sabía que si mostraba debilidad lo harían pedazos, y prefería seguir siendo un patán sinvergüenza antes de admitir que era un enclenque miserable.

Pensó que si mataba la suficiente cantidad de personas, podría destruir todo lo que había dentro de su ser, escarbar entre los restos de carne podrida de sus entrañas hasta que solo quedaran sus huesos y no sentir nada nunca más; pero el peso de su decisiones lo alcanzaron hasta las profundidades del agujero en su alma y empezaron a golpearlo. El peso de sus errores se convirtieron en una piedra sobre su espalda que le impedía moverse con naturalidad, apenas y podía seguir respirando. Estaba jodido, y no sabía qué hacer.

¿Cómo alguien tan miserable como él podía merecer el “disfrutar la vida”? ¿Tener amigos con quienes pasar el rato? ¿Una pareja? Él no se merecía cosas como esa; él era un criminal, un asesino, un pecador y un traidor; él solo merecía la miseria, el dolor y la inmundicia.

Había intentado hacer lo correcto algunas veces; ser de verdad un caballero, luchar con sus camaradas por la niña esa, a quien no adoraba ni besaba el suelo que pisaba como los demás. Al menos sabía que aquella chiquilla inmadura quería algo bueno para este mundo, haciendo todo asquerosamente mal, pero siempre lograba lo que se proponía con el amor de todos su caballeros. Él la apoyaba porque quería fervientemente un mundo mejor, no para él sino para todas las personas buenas que había en el mundo. De verdad que lo quería muy en el fondo de su alma; pero nada era suficiente y simplemente se quedaba a medio camino. No era nadie especial, él lo sabía, y todo mundo se lo demostraba. No era nada para nadie, y así era como tenían que ser las cosas para una basura como él.

Si tan solo hubiera tomado mejores decisiones ¿Qué sería de su vida? ¿Sería uno de los dorados favoritos de Athena, uno de sus fieles perros falderos y tendría la admiración de sus camaradas? Lo dudaba. Jamás fue la estrella más brillante, incluso cuando realmente se esforzaba en lo que hacía, era una persona muy insignificante. Tal vez sería un buen compañero de armas, tal vez hubiera sido de más ayuda para los demás en momentos críticos, talvez hubiera compartido momentos memorables al lado de sus compañeros de armas, tendría lazos más fuertes, e incluso tal vez ya tendría a alguien especial en su vida. Talvez, solo talvez. Pero solo eran suposiciones, cosas que jamás sabría y que no tenía ningún sentido lamentarse. Había hechos las cosas como las hizo y no podía ser cambiado; tenía que resignarse a la vida que tenía.

Tal vez si hacia el esfuerzo de levantarse podría obtener fuerzas para entrenar ese día, todavía era temprano, pero el regusto amargo volvía a lo boca y se le iba por la garganta. ¿Por qué iba a entrenar, o luchar, si su armadura no lo reconocía como su portador? Estaban viviendo un tiempo de paz donde no necesitaba hacer uso de sus cloths doradas, pero desde que había revivido su armadura lo había negado. Todos portaban sus armaduras con orgullo, menos él; fingió no darle la más mínima importancia al asunto, fingir se le daba muy bien, y a nadie parecía realmente importarle, como nada de lo que él hacía, así que simplemente se retiró a su templo y se encerró en su propia mediocridad, y así había estado desde entonces.

A veces se dignaba a entrenar, aquellos días menos oscuros en los que se intentaba dar ánimos a sí mismo y se decía que si se esforzaba lo suficiente volvería a portar su armadura como el caballero orgulloso que era, pero sus esfuerzos no traían ningún fruto, se volvía a deprimir y volvía al círculo en el que estaba. Simplemente tuvo que resignarse, y buscar la manera de pasar lo más cómodamente posible los miserables días que le queden en la tierra, siendo el vago borracho que era ahora. Aun así, con aquellos pensamientos en su mente, tuvo la fuerza para levantarse; ya estaba harto de estar echado como un animal, su aburrimiento había llegado al límite y decidió que tal vez dar un paseo por el santuario no le vendría mal.

Al pasar por cada templo se pasaba por el arco del triunfo el permiso de sus dueños si acaso estaban y pasaba como si nada; ninguno le dijo nada, sabían cómo era y le restaban importancia. Igual y solo pasaba silenciosamente sin hacer escándalos ni mucho menos; no había nada de malo en que le dejaran pasar.

Estuvo vagando sin propósito por un buen, rato hasta que estuvo cerca del templo de Sagitario. Sintió dos cosmos poderosos que se batían en duelo animosamente; sabía quiénes eran los portadores y le dio algo de curiosidad presenciar el duelo entre aquellos dos. Quería ver el espectáculo que debían estar haciendo los dos ponys consentidos de la diosa.

Se puso a una distancia prudencial, no quería darle explicaciones a nadie de por qué miraba a esos dos, sabía que estaban los suficientemente concentrados en lo suyo como para notarlo, así que se dio el gusto de mirarlos cómodamente recargado en un pilar.

Seiya y Aioros se batían en duelo el uno contra el otro. Quien no los conociera pensaría que estaban haciendo su mejor esfuerzo por matarse el uno al otro como un par de desquiciados. Pero el italiano los conocía y sabía que era un entrenamiento amistoso en el que Sagitario buscaba sacar lo mejor del Pegaso. Aioros estaba atacando con todo a su aprendiz, su mirada era confiada y tenía una sonrisa enorme en su rostro. Pareciera que estaba siendo arrogante con el muchacho, pero Cáncer sabía perfectamente que estaba derretido de orgullo; se le notaba en la mirada a un millón de kilómetros de distancia.El Pegaso se estaba defendiendo bastante bien, había mejorado mucho este tiempo, por lo que Aioros lo atacaba a diestra y siniestra mientras lo animaba a hacerlo cada vez mejor.

Seiya, estaba con una cara de concentración única intentando defenderse y atacaba lo mejor que podía, su maestro le estaba sacando el aire y por momentos pensaba que quería asesinarlo de una buena vez por ser tan atolondrado y darle tanta guerra, pero no se dejaba amedrentar por ello ni por un segundo; estaba dando lo mejor de sí, quería hacer sentir orgullos a su maestro y lo iba a lograr costara lo que costara.

-¡Vamos Seiya! ¿¡Es lo mejor que tienes!?

-¡Claro que no! ¡Apenas y estoy calentando!

-jajajajaja ¡Entonces muéstrame lo mejor que tienes muchacho!!!

Siguieron en su entrenamiento, totalmente ensimismados en lo que estaban haciendo; podía caerse el mundo en pedazos y no se hubieran dado cuenta ni por un momento, lo estaban disfrutando como si fuera el mejor momento de sus vidas.

Ridículo. Imposible. Odioso.

¿Cómo era posible que existieran personas así en el mundo? Mientras los demás mortales se sentían aburridos hasta el pescuezo por estar todo el día haciendo lo mismo y lo mismo una y otra vez sin parar, ellos parecían ser alienígenas con una especie de patología extraña que los hacia disfrutar de lo que otros odiaban, ¿Cómo carajo eran tan felices? ¿Por qué él no podía tener esa felicidad?

Lo cierto es, que tal vez eran humanos como él, y se sentían aburridos de lo que hacían también, y seguro sentían tedio y cansancio de estar golpeándose todo el día, seguramente; la verdad, el gran secreto detrás de esa felicidad maniaca, era que estaban felices de compartir ese tedio y ese cansancio juntos; no era secreto para nadie que Aioros adoraba a Seiya como a un hijo propio; incluso muerto lo apoyó y le dio fuerzas en los momentos más duros de las guerras, le confió la vida de la diosa por la que dio su vida y a su adoradísima armadura, y ahora que habían revivido fue el más contento y orgulloso de las ridículamente valerosas acciones del mocoso aquel. Con el paso del tiempo los sagitarios se volvieron tan unidos como dos lapas, se veía que compartían un cariño fraternal muy fuerte y que el lazo que tenían no se rompía ni con 300 exclamaciones de Athena. Qué decir del niño estrella, era obvio que idolatraba a aquel hombre. Era la figura paterna que seguramente aquella criatura no tuvo antes en su vida; lo imitaba como un camaleón y buscaba su aprobación como un perro. Era sencillamente ridículo.

Si, era ridículo y le causaba nauseas tanta cursilería y positivismo barato, pero tenía que admitirlo aunque no quisiera: le daba celos el lazo tan fuerte que compartían aquellos dos.

Era cierto, mientras él era un hombre huraño y solitario que parecía más un vagabundo que se escabullo en el santuario, esos dos eran la imagen de la perfección. Eran adorados por todos por sus honorables acciones, y se tenían el uno al otro para compartir la vida aburrida que llevaban, mientras él no tenía a nadie.

Vaya mierda.

Siguió mirando por un tiempo, quería irse y huir de sus patéticos sentimientos pero simplemente no podía, había algo particularmente adictivo en ver aquello que te hace daño, y se dejó llevar por el regustoso sabor de la autoflagelación. Cuando habían terminado de molerse a golpes como gorilas estuvieron hablando tendido sobre cómo había ido el entrenamiento aquel día, Aioros parecía estarle dando indicaciones de cómo mejorar su movimientos, no lo estaba adulando directamente, seguramente no quería engordarle el ego y que perdiera el piso pero solo hacía falta mirar su rostro para saber que veía en ese muchacho un futuro brillante y resplandeciente, no hacían falta palabras. Pero, a pesar de ello, el de cáncer pudo ver algo que había visto muy, pero muy contadas veces antes. No se atrevía a decirlo en voz alta, no era su condenado problema al final de cuentas, y tampoco estaba totalmente seguro de ello. Tampoco era adivino, carajo; pero había una voz dentro de su corazón, una voz pequeño y muy queda, que le decía que era la verdad, la verdad que nadie podía ver, nadie más que él.

El de Pegaso no era feliz.

Era obvio que adoraba al hombre que tenía al frente, sus ojos hambrientos de cariño y aprobación eran sus delatores claro está, pero también había en aquella mirada algo que se escondía con recelo; era muy difícil de ver, el mocoso era buen actor debía decirlo, pero estaba ahí; él lo había visto mil veces en el espejo, y estaba en esos ojos cafés, estaba seguro.

¿Por qué aquel niño era tan infeliz? Se preguntaba seriamente; cualquiera pensaría que en su lugar uno sería dichoso hasta los huesos: todos los admiraban por sus valerosas acciones, tenía un maestro que lo adoraba, la diosa igual lo adoraba, incluso más que Aioros si era acaso posible (tal vez por enamoramiento y calentura, se dijo ¡era humana también, carajo! aunque no quisieran verlo los demás caballeros), tenía un grupo de amigos igual de estúpidos y ruidosos que él que lo seguían a donde fuera; se aventarían de un precipicio con él si se los pidiera, estaba seguro el de Cáncer, y tenía el respeto de los caballeros en general, todo era perfecto; entonces, ¿Cuál era su maldito problema? El caso es que era infeliz el Pegaso, y absolutamente nadie se daba cuenta. Solo él.

Tal vez era eso, que estaba sufriendo en silencio y nadie lo notaba, y talvez, el mocoso, no sabía cómo demostrar esa tristeza ante las personas que quería y que estaban tan acostumbrados a que fuera una bomba de alegría psicópata andante. Tal vez. No lo sabía, era difícil saber que preocupa a un adolecente hormonal estos días, y tampoco le importaba un carajo en todo caso.

No le importaba en lo más mínimo, se dijo, una y otra vez, pero antes de retirarse silenciosamente de aquel lugar, le dio una última mirada a Seiya, con un gesto que reflejaba aunque sea un poco, algo de preocupación, aunque no fuera consciente de ello.

Que sí, hombre. Era un amargado de profesión y un desgraciado, pero era humano también. Había pasado tantos años de su vida sufriendo, y no le gustaba ver a nadie sufrir. Era ilógico pensarlo  ya que fue una persona que lastimó a tantas personas a lo largo de su vida, pero era cierto. Cualquiera pensaría que el dolor ajeno era para el como un regalo en navidad, ya que lo repartió a diestra y siniestra por tanto tiempo. Pero en realidad odiaba ver a otros sufrir, y cuando hería a otros, lo odiaba, pero lo hacía. No sabía muy bien porque, era como si se lastimara a sí mismo en el proceso, y aquello, lastimarse, sí que le traía satisfacción. Se fue deseando que fuera algo pasajero y el muchacho estuviera bien.

De vuelta en su templo, Deathmask intento volver a su mundana actividad y mirar nuevamente la televisión, pero le fue imposible. Estaba realmente harto de hacer siempre lo mismo, no se sentía tranquilo ni en su propia piel, estaba ansioso, se paseó por su templo como un león enjaulado. Estaba hastiado de su vida, sabía que merecía lo que sentía, pero aun así estaba harto, no sabía qué debía hacer, estuvo un buen rato en aquel estado, y sin darse cuenta ya se había vuelto tarde en la noche. Decidió salir nuevamente a caminar, no podía seguir un segundo más ahí.

Estuvo vagando sin saber realmente que hacer, no quería entrenar, estaba buscando algo que hacer, o a donde ir, pensó incluso en visitar a Afrodita, tomar su palabra, y tratar de pasar más tiempo con él, tal vez eso le traería algo de tranquilidad. Pero lo pensó mejor y no fue. Seguramente estaría con su novio pasando un buen momento y no quería ser el tercero en discordia. Estaba mejor así.

Estaba solo, desesperado, necesitaba algo que lo calmara o terminaría aventándose de un precipicio en cualquier momento. Decidió ir a aquel lugar apartado del santuario al que iba antes a pensar; tenía mucho tiempo que no iba a aquel lugar y algo en su corazón le dijo que necesitaba estar ahí, pero no sabía el qué.

Iba apurado, pero lo más sigiloso posible, su mente era un panal de abejas y no encontraba como calmarse, estaba tan ensimismado que le tomo tiempo darse cuenta de que estaba otra persona en ese lugar. Vaya sorpresa, se dijo.

Ahí estaba a quien había visto más temprano entrenar: el pony ruidoso.

Por un momento pensó en irse y antes de que lo viera, pero algo en su postura, la energía que transmitía lo hizo detenerse.  Otra vez, esa tristeza.

No sabía que debía hacer, seguramente aquel niño había ido ahí para estar solo. Pensó que sería mejor irse pero algo en su alma le decía que se quedara, que tal vez podría ayudarlo; no era bueno dando consejos, pero tal vez al mocoso le daba por sacar su frustración a golpes en su persona y eso le traía algo de paz. Era una estupidez pensar en ello, pero sonaba bien en su mente, tal vez así podría tener algo de entrenamiento aquel día y no se sentiría tan vago.

Se acercó lentamente, y le habló lo más amistoso que le fue posible, era agotador ser amable pero sería condescendiente con el crío solo por esta noche. Tal vez no era tan malo como creía.

-Vaya vaya, miren a quien vine a encontrarme aquí….

Y ese fue el inicio de aquella extraña conversación. Al final el italiano descubrió que estaba en lo correcto, ese niño no era feliz. Lo escucho atentamente esa noche, y descubrió que era la primera vez que alguien le confiaba ese tipo de cosas.  Fue difícil saber que hacer al respecto, no tenía la costumbre de tratar las emociones de un adolescente, pero hizo un enorme esfuerzo, y enorme lo que se dice ENORME porque aquel hombre huraño no tenía honoríficos en el ámbito de la empatía. Al menos era consciente de que cuando uno se siente como una mierda, que escuchen tu basura por un momento hace una gran diferencia.

A pesar de la diferencia de edad y circunstancias, entendía perfectamente el sentir del otro. Era un niño al que se le había obligado a madurar muy joven, y en ese proceso hubo muchos huecos que no fueron llenados correctamente. Él lo entendía, también fue un niño y había tantas cosas que le hicieron falta, pero simplemente se acostumbró a ello ¿Qué más podía hacer? A ambos se les había puesto el peso del mundo sobre sus hombros (literalmente), pero Deathmask siempre fue rebelde e hizo lo que quiso cuando quiso, era solitario y no había hecho gran cosa, llegando al punto de que nadie esperaba absolutamente nada de él ya hace mucho tiempo, así que no decepcionaba a nadie con su patética existencia y decisiones tontas. Pero Seiya era el pony estrella de la diosa, a quien había salvado como un príncipe azul de sus propias estupideces, y todo mundo, especialmente ella esperaba tantas cosas, que no sabía si era capaz de ofrecer. Era obvio que algún día iba a cansarse. Sentía algo de pena por él, pero al mismo tiempo tenía un alivio en su pecho. Incluso si era muy egoísta de su parte pensarlo, se sentía bien no ser el único que se sentía solo en aquel lugar.

El tiempo se fue volando y antes de dase cuenta ya estaba amaneciendo, vaya, ese crío era un perico, mira que hablar una noche entera sin cansarte un poco no era cualquier cosa. Eso pensaba pero no se quejaba.

Si, aunque nadie lo crea, el italiano había disfrutado pasar el tiempo con el Pegaso. ¡Vaya cosa! Se dio cuenta que era un muchacho gracioso, a pesar de estar invadido por la tristeza en aquel momento hacía lo posible por no ser tan pesimista y soltaba una que otra broma, tratando de quitarle importancia a sus sentimientos. Era un buen muchacho que se esforzaba por ver lo bueno de la vida y lo trataba como a su igual, con respeto, algo que hace tiempo no recibía de nadie. Eran tan distintos, se dijo. Mientras él era un desgraciado miserable, ese chiquillo era pura luz y bondad; no encajaban ni con pegamento industrial, pero vaya que le caía bien.

Ya no estaba tan ansioso como cuando llegó a ese lugar, eso se lo agradeció internamente al otro; estaba listo para volver a su templo a flojear tranquilamente. Fue un rato agradable, pero solo porque estaba con alguien pasando el rato, no porque le importara aquel muchacho, se dijo, y ya era momento de irse; pero tan solo de pensarlo la ansiedad volvía a sus entrañas. Se iría esa noche y, ¿luego que pasaría? ¿Fingirían los dos que no pasó nada y no se volverían a dirigir la palabra? Tal vez podrían verse más seguido para no estar tan solos, era solo un capricho, y si no se veían nuevamente daba igual.

Sí, claro.

Quería verlo nuevamente, lo necesitaba, tener un amigo, alguien que no lo evitara como la peste, apreciaba a Afrodita pero lo había hecho a un lado cuando inició su relación con Shura. Tenía que pedirle a Seiya que le diera una oportunidad, al menos tenía que intentarlo.

-…. Yo vengo aquí bastante, casi todos los días (no es cierto, pero él no lo sabe), si deseas hablar otras cosas o desobedecer más seguido a tu maestro, ya sabes donde y cuando encontrarme- dijo como si fuera cualquier cosa, se notó su nerviosismo y se reprendió por parecer una colegiala estúpida, pero ya estaba hecho. No fue una petición, fue una súplica, era patético y tenía qué huir de ello inmediatamente. Se fue rápidamente a su templo sin mirar atrás ni una sola vez. Le falto muy poco para salir corriendo.

Llego a su templo y se aventó a su querido sofá; puso sus manos detrás de su cuello y miraba al techo pensativo. Eso había sido lo más inesperado y raro que le había pasado, se sentía extraño. Se había hecho amigo de un adolescente. Era extraño e incluso podría ser mal visto por otros, se dijo, pero recordó los pocos momentos en lo que el chico le dedico algunas sonrisas brillantes o se reía de sus propios chistes estúpidos, y no pudo evitar sonreír de oreja a oreja. Ese chico era especial. No era tan querido por nada.

-¡Vaya! Que sorpresa encontrarte despierto tan temprano, ¿acaso hoy nos honraras a todos con tu presencia en el entrenamiento, Maski?

-buen día Afrodita- le respondió todavía mirando al techo y con la sonrisa de tonto que tenía.

El susodicho se quedó viéndolo bastante curioso e intrigado, ¿por qué ayer era más miserable que un muerto, y ahora estaba tan alegre? Su amigo sí que era bipolar, pobre alma.

-ahhh.. Buen día Death… ¿Entonces?

-¿Entonces qué?

-¿Vas a entrenar hoy?

El de Cáncer se quedó pensativo, no había dormido toda la noche y seguro iba a estar cansado y poco activo, pero, ¿Qué más daba? Estaba de buen humor y eso era raro en él, debía aprovechar y tratar de moverse un poco, además, se la pasaba durmiendo, le vendría bien desvelarse un poco.

-Voy a tomar una ducha rápida y en unos minutos te alcanzo.

-¡Bravo! Al fin vas a mover ese culo… ¡que milagro! Seguro hoy me gano la lotería o algo.- dijo el de Piscis con sarcasmo.

-sisi como sea

-¿Se puede saber a qué le debemos ese cambio de actitud tan radical?

-Simplemente tuve una noche reparadora- le dijo con una sonrisa sincera.

-Bueno sea lo que sea, espero que se repita seguido y dejes de ser por fin un vago, amigo.

- Si amigo… yo también quiero que se repita- le dijo ante de entrar a la ducha, lleno de energía.

Notas finales:

Muchas gracias por leer, espero que les haya gusta el rumbo que está tomando esta historia. Entiendo que es una pareja inusual y que es dificil de imaginar, pero espero que al final pueda agradarles esta atipica historia.

 

Nos vemos pronto con el siguiente cpítulo. En ese las cosas van a empezar a avanzar con mas rapidez, no se lo pueden perder

 

les mando un beso!


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