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Juntos por Liss83

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Edward señaló con un asentimiento hacia los pies de la cama, donde se encontraban los restos de encaje negro destrozados sobre las sábanas de seda.

 

 

 

-          ¿Eso… es… tú…? — dijo Jacob

-          Si — dijo Edward — mi camisón

-          Qué mal — replico Jacob  —, ése me gustaba de verdad.

-          A mí también.

-          ¿Alguna otra baja? — le pregunto.

-          Tendré que comprarle a Esme un cabecero nuevo — confesó, echando una ojeada sobre su hombro.

-          ¿Nosotros hicimos eso? — dijo Jacob sorprendido siguiendo la dirección de su mirada y se quedó atónito cuando vio que faltaban unos trozos grandes de madera de la parte izquierda del cabecero, que parecían haber sido arrancados  —. Creo que no escuche nada — dijo frunciendo el ceño  —.

-          Y yo creo que, en gran medida, pierdes la capacidad de observar cuando tienes la atención fija en alguna otra cosa — apunto Edward

-          Sí, puede que estuviera algo absorto — admitió mientras acariciaba sus mejillas que parecían arder y suspiró.

 

 

 

Se quedaron mirándose uno al otro, reconociendo el amor que se profesaban mutuamente.

 

 

 

-          Interesante — dijo Jacob

-          ¿Qué te parece interesante? — dijo Edward

-          Para ser un hombre tan anciano — dijo Jacob — sabes muy bien seducir a un hombre

-          Sobre todo — dijo Edward — si nos ponemos a pensar de que hasta hace un par de meses no me gustaban los hombres — ambos se echaron a reír

-          ¿Estamos bien? — pregunto Jacob

-          Estamos más que bien — dijo Edward abrazándose a él — No te he hecho daño, para empezar. Me ha resultado más fácil esta vez controlarme, canalizar los excesos — sus ojos regresaron de nuevo al cabecero dañado  —. Quizá porque tenía una idea más exacta de lo que podía esperar.

-          Ya te dije que todo era cuestión de práctica — dijo Jacob mientras su estómago rugía

-          ¿Hora de desayunar para los humanos? — dijo Edward echándose a reír.

-          Por favor — rogó el lobo, saltando de la cama.

-          Estaba pensando ir a… — dijo Edward bajando también de la cama pero se movió con demasiada rapidez, incluso para un vampiro, y trastabillo como un borracho hasta recuperar el equilibrio.

-          ¿Te encuentras bien? — pregunto Jacob sujetándolo antes de que se tropezara con el tocador.

-          Si — dijo Edward — no sé qué me paso

-          ¿Te estarás volviendo humano? — dijo Jacob — comes comida… Te mareas…

-          ¡Qué lindo fuera! — dijo Edward con voz soñadora

-          Ya hemos hablado de eso — dijo Jacob — a mí no me importa. Además si imprimamos fue por algo. Todo estará bien ¿sí? — y lo beso suavemente

 

 

 

Esa mañana Edward cocinó unos huevos, ya que estaba demasiado hambriento para hacer algo más elaborado. Con impaciencia, los puso en un plato apenas unos minutos después.

 

 

 

-          ¿sigues con lo de los huevos fritos? — preguntó Jacob intrigado al ver como Edward empezaba a comer.

-          Huelen bien — dijo este

-          ¿Sabes cuántos huevos te has comido durante la semana pasada? — sacó el basurero de debajo del fregadero que estaba lleno de contenedores azules vacíos — deberíamos hablar con Carlisle

-          No, no es para tanto — replico después de tragarse un bocado que le quemaba  —. Parece que este sitio me desarregla el apetito — y también parecía alterar sus sueños y su envidiable equilibrio

-          ¿Cuánto estaremos aquí? — dijo Jacob

-          Unas cuantas semanas — dijo Edward encogiendo los hombros

-          ¿Qué estás pensando? — pregunto acariciándole el rostro

-          ¿te acuerdas de lo que acabo de decirte acerca de la práctica? — dijo Edward acercándose

-          Me encanta el rumbo que esta conversación está tomando — dijo Jacob acercándose para abrazarlo

-          El problema — dijo Edward abrazándose al cuello del lobo — es que escucho una lancha. El equipo de limpieza debe de estar viniendo hacia aquí.

 

 

 

Edward le pidió que le dejará explicarle a Gustavo, el encargado, el desastre de la habitación blanca, y después podrían salir. Había un sitio en la selva, al sur, que le quería enseñar. Jacob le dijo que quería quedarse viendo una película y Edward no pudo estar más feliz, se sentía algo cansado, así que Jacob se quedó escogiendo una película, cuando medio segundo más tarde, se escuchó un golpe ligero, tímido, en la puerta. Edward sonrió y se volvió hacia el vestíbulo.

 

 

 

El moreno se entretuvo revolviendo en las estanterías que había debajo de la gran televisión y comenzó a leer los títulos. Era difícil decidir por dónde empezar, ya que había más DVD que en un videoclub.

Escucho la baja voz aterciopelada de Edward mientras se acercaba por el vestíbulo, conversando de forma fluida en lo que supuso sería un perfecto portugués. ”Presumido” pensó Jacob sonriendo. Otra voz humana, más áspera, le contestaba en la misma lengua.

 

 

 

Edward los hizo entrar en la habitación, señalando hacia la cocina. Los dos brasileños parecían muy bajitos y de piel muy oscura a su lado. Uno era grueso y la otra una mujer delgada, ambos con los rostros arrugados. Edward hizo un gesto señalando a su esposo con una sonrisa orgullosa y Jacob percibió su nombre mezclado con un chorro de palabras poco familiares. Sonrió un poco pensando en el desastre lleno de plumas de la habitación blanca, con el que se encontrarían pronto. El hombre bajito le sonrió educadamente.

La pequeña mujer de piel color café, sin embargo, no sonrió en absoluto. Se le quedó mirando con una mezcla de sorpresa, preocupación y sobre todo, con ojos dilatados por el espanto. Antes de que Jacob pudiera reaccionar, Edward les pidió que le siguieran hacia aquel gallinero lleno de plumas y se fueron.

 

 

 

Cuando regresó, venía solo. Caminó con rapidez hasta el lado del lobo y de un salto se sentó a su lado dejando que lo envolviera en sus brazos.

 

 

 

-          ¿Qué le pasa a la mujer? — le susurro Jacob, recordando su expresión llena de pánico.

-          Kauri es en parte una india ticuna — dijo Edward encogiendo los hombros, imperturbable  —. Fue criada de modo más supersticiosa, o quizás sería más apropiado decir más consciente de lo sobrenatural, que el resto de la gente que vive en el mundo moderno. Sospecha lo que soy o anda bastante cerca — sin embargo no sonaba preocupado  —. Aquí también tienen sus propias leyendas, el libishomen, un demonio bebedor de sangre cuyas presas son exclusivamente mujeres hermosas — y le dirigió una mirada procaz.

-          ¿Mujeres hermosas, eh? — dijo Jacob — ¿Te parezco una mujer hermosa? Aunque si lo pensamos bien, si en este sofá hay una mujer, ese sería otro ¿No te parece? — y le beso el cuello — y la más hermosa de todas

-          Puede ser — dijo Edward sonriendo

-          Parecía aterrorizada — dijo Jacob

-          Y lo está, pero sobre todo preocupada por ti.

-          ¿Por mí? — exclamo Jacob sorprendido

-          Tiene miedo del motivo que tengo para retenerte aquí, solo — se echó a reír entre dientes con aspecto misterioso y después se dirigió hacia la pared llena de películas  —. Oh, vale, ¿por qué no escoges una? Es algo que podemos hacer y es propio de humanos.

-          Sí, seguro que una película la convencerá de que eres humano — dijo Jacob echándose a reír y lo abrazo por la cintura para besarlo mientras Edward se abrazaba a su cuello

-          La película, la película — murmuro Edward cuando sus labios se deslizaron por su garganta abajo, y retorcía los dedos entrelazados en su pelo de color moreno.

 

 

 

Se oyó un jadeo violento y se separaron rápidamente. Kaure estaba paralizada en el pasillo, con unas cuantas plumas enredadas en su pelo negro, un saco grande lleno en los brazos, y una expresión de horror pintada en el rostro. Se le quedó mirando con fijeza a Jacob, con los ojos saliéndosele de las órbitas, mientras este miraba hacia otro lado. Entonces ella se recobró de la impresión y murmuró algo que sonaba claramente a disculpa, incluso en aquel idioma que le era tan poco familiar a Jacob. Edward sonrió y le contestó en un tono amigable. Ella apartó los ojos oscuros y continuó avanzando por el vestíbulo.

 

 

 

-          Está pensando lo que creo que está pensando, ¿no? — mascullo Jacob y Edward se echó a reír ante su frase retorcida.

-          Sí.

-          Ésta — comento Jacob, rebuscando con la mano al azar y tomando una película cualquiera  —. Pon ésta y hagamos como que la vemos.

 

 

 

La portadilla mostraba un viejo musical lleno de rostros sonrientes y trajes de faldas ahuecadas.

 

 

 

-          Muy típico de una luna de miel — aprobó Edward.

 

 

 

Mientras en la pantalla los actores bailaban al son de una animada canción introductoria, Edward se acomodó en el sofá acurrucado en los brazos de Jacob.

 

 

 

-          ¿Nos vamos a mudar ahora a la habitación blanca? — le pregunto Jacob perezosamente.

-          No lo sé... Ya he destrozado un cabecero sin remedio en la otra habitación... así que será mejor que limitemos los destrozos a una sola área de la casa, de modo que a Esme no le importe volver a invitarnos en otro momento.

-          ¿Así que habrá más destrozos, eh? — dijo Jacob sonriendo con todas sus ganas y Edward se echó a reír al ver su expresión — ¿Quieres que vayamos ahora a explorar la zona en estado de demolición? — pregunto Jacob

-          Quizá sea más considerado si esperamos hasta que estemos solos — dijo Edward y el lobo habría jurado verlo sonrojado aunque sabía que era imposible — Puede que tú no te des cuenta de cuándo me pongo a destrozar muebles, pero probablemente a ellos les asustaría.

 

 

 

Gustavo y Kaure se movían por toda la casa de modo silencioso mientras los recién casados esperaban impacientes a que terminaran e intentaban prestar atención al final de la película en plan «vivieron felices y comieron perdices». Edward empezó a sentirse amodorrado, aunque según decía Jacob, había dormido casi la mitad del día, pero lo espabiló una voz brusca. Jacob se sentó, acunándolo aún contra su pecho a un Edward medio dormido quien le contestó a Gustavo en un portugués fluido. El hombre asintió y caminó calladamente hacia la puerta principal.

 

 

 

-          Han terminado — informo Edward.

-          ¿Y eso quiere decir que ya estamos solos?

-          ¿Qué te parece si almuerzas primero? — sugirió el vampiro.

-          Qué bueno que mi almuerzo ya este servido — dijo Jacob girando hasta acostarse sobre su esposo mientras lo besaba apasionadamente

 

 

 

Con una sonrisa, Edward se zafó para ponerse de pie y tomándole la mano lo llevó a la cocina. Algo le decía a Jacob que era otro el hambriento

 

 

 

-          Esto se nos está yendo de las manos — dijo Jacob cuando Edward termino su tercer plato

-          ¿me estas insinuando algo? — preguntó Edward entrecerrando los ojos.

-          En absoluto, cariño mío — dijo Jacob sonriendo de oreja a oreja

-          Pensaba decirte que fuéramos a dar un paseo — dijo Edward  —, pero mejor más tarde, porque ahora tengo otra idea para quemar esas calorías.

-          ¿Y cuál es?

-          Bueno, nos queda un montón de cabecero todavía...

 

 

 

Pero no pudo terminar. Jacob ya lo había tomado en brazos y sus labios lo silenciaron mientras lo llevaba a una velocidad muy poco humana hacia la habitación azul.

 

 

 

______________________

 

 

 

La fila de hábitos negros avanzó hacia él a través de la niebla como un sudario. Percibía sus oscuros ojos relucir como rubíes de puro deseo, anhelantes de sangre. Sus labios se retraían sobre sus húmedos dientes agudos, mitad rugido, mitad sonrisa.

Escuchó cómo gimoteaba el niño a sus espaldas, pero no podía girar para mirarlo. Aunque estaba desesperado por comprobar que se encontraba a salvo, no podía permitirse ningún fallo de concentración en esos momentos.

                           

 

 

Se aproximaron de forma fantasmal con las ropas negras agitándose ligeramente por el movimiento. Jacob vio cómo curvaban sus manos como garras del color de los huesos. Comenzaron a dispersarse para acercarse a él y a al niño desde todos los ángulos. Estaban rodeados e iban a morir.

Y entonces, tras la explosión de luz de un rayo, toda la escena se transformó, aunque no había cambiado nada, porque los Vulturis aún los amenazaban, en posición de ataque. Lo que realmente cambió fue el modo en que Jacob contemplaba la imagen, porque de repente sintió un deseo incontrolable de que lo hicieran, quería que cargaran. El pánico se transformó en un ansia de pelea que lo hizo encorvarse, con una sonrisa en el rostro, y un rugido enredado entre sus dientes desnudos.

 

 

 

Se incorporó de un salto, aún aturdido por el sueño. La habitación estaba a oscuras y también hacía un calor bochornoso. Tenía el pelo empapado por el sudor de las sienes y el que me corría por el cuello.

Aparto de una patada las sábanas mojadas y encontró la cama vacía.

 

 

 

-          ¿Edward?

 

 

 

Justo en aquel momento, sus dedos tropezaron con algo de tacto suave, plano y rígido. Era una hoja de papel doblada por la mitad. Se llevó la nota consigo y caminó hacia el interruptor de la luz.

De pronto un ruido llamo su atención en la parte trasera, y se dirigió deprisa a la playa

 

 

 

-          ¿Edward?

-          Jacob — dijo sorprendido — perdón. No quería despertarte

-          No hay problema — dijo abrazándolo

-          Vuelve a la cama — dijo Edward cerrando los ojos

-          No sin usted señor Black — dijo el lobo

-          El señor Black necesita ir a… buscar comida — dijo Edward sonriendo

-          Soy un imbécil desconsiderado — dijo Jacob.

-          ¿Qué? ¡No! — dijo Edward sorprendido — claro que no

-          Llevamos aquí unas dos semanas, así que debería haber pensado que tenías que ir a cazar — dijo Jacob  —, pero pareciera que aquí vivimos al margen de tiempo, yendo a la deriva en un estado de perfección — le beso la frente — vamos, te voy a acompañar

-          Claro que no — dijo Edward abriendo los ojos de sobre manera

-          Claro que si — dijo Jacob imitándolo — andando

-          Jacob… — dijo Edward

-          O caminas o te cargo — dijo el moreno sonriendo

-          Puede ser pel… — dijo Edward pero un beso lo interrumpió

-          No pasara nada — dijo Jacob — confía en mi ¿no te dije que yo lo iba a resolver? — y lo beso dulcemente

 

 

 

Se quitó la ropa mientras Edward sonreía mirando hacia otro lado. Jacob entro en fase y Edward subió a su lomo. Salieron con un ágil movimiento por la ventana. El vampiro le dijo hacia donde debían ir y Jacob lo llevo. Cerca de unos diez minutos después, Edward le hizo una seña para que se detuviera y bajo de su lomo. Jacob lo vio caminar sigilosamente con la vista al frente

 

 

 

Edward cerró los ojos y se concentró. Escuchaba «todo». El susurro de los pájaros atusándose las plumas en las copas de los árboles, sus corazoncillos aleteantes, la caída de las hojas de los árboles, el chasquido ligero de las hormigas siguiéndose unas a otras en una larga línea mientras subían por la corteza del árbol más cercano... El corazón del hombre que amaba. Todo. Pero Edward buscaba algo específico. Dejó que sus oídos se extendieran a todo su alrededor, buscando cualquier cosa distinta al pequeño zumbido de la vida que los envolvía. Jacob solo lo miraba maravillado

 

 

 

Había un espacio abierto entre ellos, Edward podía percibirlo porque el viento sonaba de forma diferente al cruzar la hierba expuesta al aire, y un pequeño arroyo de lecho rocoso. Escucho unos lengüetazos y el latir sonoro de un corazón, impulsando densas corrientes de sangre...

Dejó que el olor lo arrastrase, se deslizo y su cuerpo cambió su postura de forma automática hasta agazaparse. Avanzo y vio un jaguar. Se centró en el olor, en aquel punto caliente de su cuello peludo donde el pulso cálido latía con más fuerza. Eran sólo unos cincuenta metros, así que se tensó para dar el primer salto.

Dejó que sus sentidos se extendieran, unos cuantos segundos más tarde pudo escuchar el golpeteo sordo de unas patas inmensas y sutiles. Se lanzó hacia las ramas. Desde ahí lo vio tranquillo junto al rio. El golpeteo sordo de su lengua continuó escuchándose furtivo. La piel leonada de un gran felino justo debajo de él y hacia la izquierda de donde se encontraban. Era mediano, unas dos veces su tamaño.

 

 

 

Edward se impulsó y cayó al lado del animal. No hubo tiempo de nada antes que lo derribase. Fue una gran lucha. El animal se defendía ferozmente pero Edward encontró con facilidad el punto de flujo sanguíneo y enterró el diente, sin embargo para sorpresa de Jacob, y del propio Edward, dio media vuelta y salió corriendo lejos del lugar con la mano apretándose la boca. Se sentía tan mal que ni siquiera se preocupó, al principio, que Jacob estuviera él cuando se agacho a los pies de un árbol y vomito violentamente.

 

 

 

-          ¿Edward...? ¿Qué te pasa? — dijo sorprendido Jacob ya transformado en hombre

 

 

 

Este no podía responder todavía. Jacob lo sostuvo lleno de ansiedad, esperando hasta que recuperase de nuevo la respiración.

 

 

 

-          Sabe horrible — gimió Edward — Vete — gimió otra vez, luchando para levantarse y poder ir a la cachada que había cerca para lavarse la boca.

 

 

 

Él lo ayudó cariñosamente, ignorando los débiles empujones que le propinaba el vampiro. Después de haberlo limpiado, lo llevó a una roca y lo sentó allí con cuidado, sujetándolo entre sus brazos.

 

 

 

-          Esto ya no es normal — dijo Jacob

-          Ya estoy mejor — grazno Edward.

 

 

 

Jacob lo dejo sobre la roca, le quito la camisa y fue a mojarla para ponerla sobre su frente, era muy agradable.

 

 

 

-          ¿Qué tal te sientes ahora?

 

 

 

Edward lo pensó durante un momento. La náusea se le había pasado tan violentamente como había venido y se sintió como cualquier otra mañana.

 

 

 

-          Estoy bastante bien. De hecho, incluso algo hambriento — dijo el vampiro — volvamos a la casa

-          No creo que ese animal si… — dijo Jacob

-          No amor — dijo Edward  —. A la casa. Quiero huevos fritos

-          Pero… — dijo Jacob sorprendido — Ok. Huevos fritos

-          Con tomate — pidió el vampiro sonriendo

-          Serán huevos fritos con tomate — dijo Jacob exhalando y tomándolo en brazos

 

 

 

Jacob lo hizo esperar una hora y beberse un gran vaso de agua antes de freírle unos cuantos huevos. Se encontraba perfectamente normal, aunque un poco cansado después de la caza. Edward puso la CNN, ya que habían perdido todo contacto con la realidad, tanto que podría haber estallado la Tercera Guerra Mundial sin que se hubieran enterado, y se acurruco soñoliento en su regazo.

Rato después se aburrieron escuchando las noticias y Edward se retorcía para besarlo. Justo como por la mañana, un dolor agudo lo atravesó el estómago cuando se movía. Se arrastró lejos de su marido, con la mano apretada con fuerza contra la boca. Pero se dio cuenta de que no llegaría hasta el cuarto de baño, así que se dirigía hacia el fregadero de la cocina.

Jacob lo siguió para ayudarlo

 

 

 

-          Quizá deberíamos ir a Río, a que te vea un médico — sugirió lleno de ansiedad mientras se limpiaba los labios después. Edward sacudió la cabeza y se dirigía hacia el vestíbulo. Los vampiros no van al médico.

-          Me sentiré mucho mejor después de lavarme los dientes — dijo Edward

 

 

 

Cuando mejoró el sabor de su boca, rebusco entre sus cosas el maletín de primeros auxilios que Alice le había preparado a Jacob, lleno de cosas humanas como vendas, analgésicos y su objetivo ahora, Pepto — Bismol. Quizá de ese modo se le asentara el estómago y Jacob se quedaría más tranquillo.

Pero antes de encontrar el Pepto, algo más cruzo por su mente.

 

 

 

-          Cambio de planes, debo ir al continente — dijo Edward — ahora

-          ¿Veras al médico? — dijo Jacob

-          Si mis sospechas se confirman — dijo Edward — menos que nunca veré un medico

 

 

 

Corrió al baño y se encerró. Comenzó a contar en su cabeza. Una vez. Dos. Y otra vez más.

Diez minutos después un golpe en la puerta lo sobresaltó.

 

 

 

-           ¿Te encuentras bien? — le preguntó Jacob a través de la puerta  —. ¿Te has mareado otra vez?

-          Sí y no — le dijo, pero su voz sonó estrangulada.

-          ¿Edward? ¿Puedo entrar, por favor? — inquirió ahora en tono preocupado.

-          Va... le.

 

 

 

El lobo entro y evaluó la postura de su marido, sentado con las piernas cruzadas al lado de la maleta, y su expresión en blanco y ausente. Se sentó a su lado y rápidamente le puso la mano en la frente.

 

 

 

-          ¿Qué pasa?

-          ¿Cuántos días han pasado desde la boda? — le susurro.

-          Diecisiete — contestó Jacob de forma automática  —. Hermoso, ¿qué pasa?

 

 

 

Este volvía a contar de nuevo. Alzo un dedo para advertirle que esperara y articulo con los labios los números para mis adentros.

 

 

 

-          ¡Edward! — susurró en tono de urgencia  —, me estás volviendo loco.

 

 

 

El vampiro intentó tragar, pero no funcionó. Así que volvía a la maleta y rebusco por todos lados hasta que apareció la cajita azul de nuevo y la levanto en silencio.

 

 

 

 


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