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Juntos por Liss83

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Leah lo estaba intentando siendo como era. Había reducido las mofas al mínimo mientras recorría el circuito de patrulla, pero le era imposible pasar por alto esa actitud suya de estar pagada de sí misma. Jacob se acordó entonces del dicho «dos son compañía». No se aplicaba al caso. Él, estando solo, ya tenía la mente bien ocupada; pero si debían ser tres, le resultaba fácil pensar que hubiera preferido a cualquier otro de la manada.

 

 

 

¿Y qué me dices de Paul?, sugirió ella.

Quizás, concedió.

 

 

 

Ella se río para sus adentros, demasiado nerviosa y acelerada como para tomárselo a mal. Jacob se preguntó cuánto le duraría el efecto positivo que le provocaba saber que, desde ahora, podría evitar la compasión de Sam.

 

 

 

Entonces, ése será mi objetivo, mostrarme menos molesta que Paul.

Sí, prueba con eso.

 

 

 

Jacob adoptó forma humana cuando estuvo a pocos metros del prado, a pesar de que no había planeado pasar mucho tiempo como hombre en esa zona, pero tampoco había contado con tener a Leah en su cabeza. Se puso los raídos pantalones y cruzo el jardín.

La puerta se abrió antes de que pusiera el pie en las escaleras. Carlisle salió a su encuentro. Llevaba escrito en el semblante el cansancio y la derrota. El corazón del lobo se heló durante un instante y renqueo, incapaz de decir algo.

 

 

 

-          ¿Estás bien, Jacob? — inquirió el vampiro.

-          ¿Y Edward...? — pregunto con voz estrangulada.

-          ÉL está... estable, como la noche pasada. ¿Te ha asustado mi presencia? Lo siento... Edward me anunció tu llegada en forma humana. Muere por verte. Solo Salí a tomar aire

 

 

 

Jacob corrió dentro de la casa como un errante en mitad del desierto corre hacia un oasis. No se quería perder ni un minuto de la compañía de Edward, ya que a éste no le quedaba mucho tiempo de vida. Carlisle no lo verbalizó, pero la idea flotaba en el aire como si lo hubiera hecho.

 

 

 

Minutos después apareció Seth, habían pasado bastantes horas desde que, antes de su última patrulla, había logrado dormir algo, y fue entonces cuando le vino el bajón. Se adelantó un paso y se dejó caer sobre uno de los escalones del porche y apoyó la espalda en la baranda.

Carlisle se sentó en el mismo escalón, descansando el cuerpo sobre la otra barandilla, con ese sigilo que únicamente está al alcance de los vampiros.

 

 

 

-          La noche pasada no tuve ocasión de darte las gracias, Seth. No sabes cuánto aprecio tu... compasión. Sé que tu propósito es proteger a Jacob, pero estoy en deuda contigo por la seguridad del resto de mi familia. Jacob me ha contado qué has hecho...

-          Ni lo mencione doctor — dijo el chico  —. Edward y el bebe también son mi familia

 

 

 

Permanecieron sentados en silencio. Eran capaz de oír la conversación de los demás en el interior del edificio. Escaleras arriba, Emmett, Alice y Jasper hablaban en voz baja con tono serio. Esme tarareaba de forma disonante en otra habitación. Rosalie y Edward respiraban... No sabía explicar cuál era la aspiración de cada uno, pero se sentía perfectamente capaz de distinguir ambas frente al resuello trabajoso de Edward

 

 

 

-          ¿Considera a Jacob uno más de la familia? — preguntó a Carlisle. El chico había advertido algo en su comentario anterior, cuando le había agradecido la ayuda prestada al «resto de mi familia».

-          Sí, lo considero ya como otro hijo más, uno muy querido.

-          Pero por su culpa su hijo va morir.

 

 

 

Carlisle se quedó en silencio durante tanto rato que Seth acabo por alzar los ojos. Su rostro reflejaba un enorme cansancio. Sabía cómo se sentía.

 

 

 

-          Me hago una idea de tu opinión a este respecto — contestó al final  —, pero no puedo ignorar su voluntad. No sería correcto elegir por él ni obligarlo.

 

 

 

Era como si le estuviera devolviendo sus propias palabras, pero entremezcladas. Si valían antes, ahora también, pero resultaba más duro aceptarlo cuando Edward se estaba muriendo, y aun así... Seth se acordó de cómo se sentía en el suelo, aplastado por la voz Alfa de Sam, sin otra elección que verse involucrado en el asesinato de su amigo. Sin embargo, no era lo mismo. Sam se equivocaba y Jacob esta irremediablemente unido a las criaturas indebidas.

 

 

 

-          ¿Cree usted que tiene alguna oportunidad de conseguirlo? Como vampiro y todo eso, quiero decir...

-          Yo diría que existe una posibilidad razonable en ese punto — respondió con sosiego  —. He visto obrar milagros al veneno del vampirismo, pero hay extremos que ni siquiera eso es capaz de superar.

 

 

 

Quizás el planeta había empezado a invertirse. Eso justificaría que ahora todo fuera lo contrario a cómo eran las cosas durante el día anterior, y sería la explicación de por qué Seth confiaba en lo que antes le había parecido lo más abominable del mundo.

 

 

 

-          ¿Qué le hace exactamente esa cosa? — inquirió con un hilo de voz  —. La noche pasada se encontraba mucho peor. Miré por los recuerdos de Jacke y vi los tubos y toda la parafernalia...

-          El feto no es incompatible con el cuerpo — dijo Carlisle

-          ¿Por qué Edward es hombre? — dijo Seth — bueno es vampiro pero también… usted me entiende

-          Si Seth, es por eso — dijo Carlisle — pero el feto es demasiado fuerte, eso sí, pero es posible que él pueda soportarlo durante un tiempo. El mayor de los problemas es que la criatura no le permite obtener el sustento necesario. El cuerpo de Edward rechaza cualquier forma de alimentación. Ahora, he intentado aportarle nutrientes por vía intravenosa, pero no los asimila. La enfermedad se está acelerando. Observo al feto y también a él, y lo veo morir de inanición una hora tras otra. No consigo detenerlo ni ralentizarlo y tampoco me veo capaz de descubrir el propósito del feto — La voz de fatiga se le quebró al final de la frase.

-          Supongo que debe ser duro ver morir a un hijo — dijo Seth

-          No tienes idea cuanto — dijo Carlisle — aunque en apariencia Edward se ve el más joven, es el mayor

 

 

 

Al lobo lo embargaron los mismos sentimientos del día anterior, cuando vio los trazos morados del vientre: rabia y algo de locura.

Cerró las manos hasta convertirlas en puños a fin de controlar los temblores. Odiaba a esa cosa que le hacía daño a sus amigos. No le bastaba con golpear a Edward desde dentro, no, ese monstruo también debía matarlo de hambre. Probablemente, sólo estaba buscando algo donde hincar el diente, una garganta para succionar la sangre, y como todavía no tenía el tamaño suficiente para matar a nadie de ese modo, se conformaba con irle absorbiendo la vida a Edward.

Él le podía decir al doctor Cullen qué quería: muerte y sangre, sangre y muerte.

Se le pusieron los pelos como escarpias y le subió la temperatura de la piel. Inspiró y espiró despacio en un intento de recuperar la calma.

 

 

 

-          Me gustaría poder formarme una idea más precisa de qué es exactamente — susurró el doctor  —, pero el feto está bien protegido. He sido incapaz de obtener imágenes ultrasónicas del mismo, y dudo que exista forma de introducir una aguja en las membranas del saco amniótico. De todos modos, Rosalie tampoco me dejaría intentarlo.

-          ¿Una aguja...? — susurro Seth  —. ¿Y qué utilidad tendría eso?

-          Cuanto más sé del embrión, me hago una idea más aproximada de sus capacidades. Qué no daría yo por una simple muestra de líquido amniótico. Sólo con saber el número de cromosomas...

-          No entiendo, doctor. ¿Podría simplificarlo un poco?

 

 

 

Carlisle se río entre dientes, pero había una nota de agotamiento incluso en sus carcajadas.

 

 

 

-          De acuerdo. ¿Qué sabes de biología?.. ¿Has estudiado los pares de cromosomas?

-          Eso creo. Tenemos veintitrés, ¿no?

-          Los humanos, sí.

-          ¿Cuántos tiene usted? — pregunto el chico intrigado

-          Veinticinco.

 

 

 

Seth clavo la mirada en los puños durante unos instantes.

 

 

 

-          ¿Y qué significa eso?

-          Llegué a creer en un principio que nuestras especies eran completamente diferentes, que guardaban menos relación que dos felinos tan dispares como un león de la sabana y un gato casero, pero esta nueva vida, bueno, sugiere que a nivel genético somos más compatibles de lo que supuse — suspiró con tristeza  —. No les advertí porque lo ignoraba — Seth también suspiro — El número de cromosomas podría ayudarnos a saber si el feto está más cerca de nuestra naturaleza o de la de ustedes, y también sabríamos qué esperar — luego, se encogió de hombros  —. Puede que no sirva de nada. Supongo que sólo deseo tener algo que hacer, cualquier cosa.

-          Me preguntó cómo serán mis cromosomas — dijo el lobo al azar.

 

 

 

Seth volvió a darle vueltas a las pruebas de esteroides y antidopaje para los atletas de las olimpiadas. ¿Funcionaría él un escáner de ADN?

Carlisle tosió con timidez.

 

 

 

-          Tienes veinticuatro pares de cromosomas, Seth.

 

 

 

Este volvió lentamente la cabeza para mirarle con fijeza y enarco las cejas en gesto de muda pregunta. El médico pareció avergonzado.

 

 

 

-          Sentía... sentía una gran curiosidad. Me tomé la libertad de averiguarlo cuando traté a Jacob el pasado mes de junio. Él lo sabe

-          ¿Curiosidad científica?

-          Es sólo que... Bueno, tu especie me parece fascinante. Su divergencia genética con el género humano es de lo más interesante. Casi mágica.

-          ¡Abracadabra! — dijo Seth

 

 

 

Ya estaba otro igual que Jacob con toda esa monserga sobre la magia. Carlisle soltó otra de sus risas lastradas por la fatiga.

Entonces escucharon la voz de Jacob en el interior de la casa y ambos hicieron una pausa para enterarse mejor.

 

 

 

-          Vuelvo enseguida, Edward. Quiero hablar un momento con Carlisle. De hecho, ¿te importaría acompañarme, Rosalie?

 

 

 

La voz de Jacob sonaba diferente, era menos sepulcral, había en ella una nota de vida, una chispa de algo, tal vez no se trataba exactamente de esperanza, pero quizá sí el deseo de una ilusión.

 

 

 

Alguien tosió y se escuchó movimiento en el interior de la casa

 

 

 

-          ¿Qué ocurre, Jacob? — inquirió Edward con voz ronca.

-          No debes preocuparte de nada, cariño. Va a ser cosa de un segundo. ¿Vienes, Rose?

-          ¿Esme? — llamó la aludida  —. ¿Puedes ocuparte de Edward por mí?

 

 

 

Percibió un susurro similar al de un soplo de viento cuando Esme bajó corriendo por las escaleras, antes de contestar:

 

 

 

-          Por supuesto.

 

 

 

Carlisle cambió de posición y se retorció mientras contemplaba la puerta con expectación. Jacob traspasó el umbral en primer lugar, seguido de Rosalie, que le pisaba los talones. A su rostro le sucedía lo mismo que a la voz, ya no era el de un muerto. Parecía intensamente concentrado mientras que Rosalie le lanzaba miradas cargadas de recelo.

Jacob cerró la puerta detrás de él.

 

 

 

-          Carlisle — empezó con un hilo de voz.

-          ¿Sucede algo, Jacob?

-          Quizá hemos enfocado esto de un modo erróneo. Estaba escuchando su conversación sobre las intenciones del feto, y Seth ha tenido una ocurrencia de lo más interesante.

 

 

 

Este se había limitado a expresar su desprecio hacia la criatura. Al menos, no era el único en pensar de ese modo. Sabía que él mismo las pasaba horrores para emplear un término tan suave como «feto».

 

 

 

-          No lo hemos abordado desde ese ángulo — prosiguió Jacob  —. Hemos intentado satisfacer las necesidades de Edward y su cuerpo lo está aceptando tan «bien» como cualquiera de nosotros. Puede que debiéramos atender antes los apetitos del... feto. Tal vez la ayudemos con más eficacia en ese caso.

-          No te sigo, Jacob.

-          Piénselo un momento, doctor. Si la criatura tiene lo mismo de humano o de lobo que de vampiro, ¿no te imaginas qué desea fervientemente...? ¿Acaso no sabes qué le falta? Seth lo adivinó.

 

 

 

¿Sí? Repaso la conversación mantenida con el doctor y los pensamientos que se había reservado. Lo recordó en el mismo instante en que Carlisle lo comprendió.

 

 

 

-          Vaya — dijo con sorpresa  —. ¿Crees que está... hambriento y sediento al mismo tiempo?

 

 

 

Rosalie siseó para el cuello de su camisa, pero había abandonado todo recelo. Su rostro repulsivamente hermoso estaba iluminado de alegría y había puesto unos ojos como platos de puro entusiasmo.

 

 

 

-          Por supuesto — murmuró  —, y, Carlisle, tenemos guardada toda esa sangre del tipo O negativo. Es una idea estupenda — añadió sin dirigirle la mirada al lobo

-          Mmm — Carlisle se llevó la mano al mentón, sumido en sus pensamientos  —. Me pregunto, en tal caso, ¿cuál sería la mejor forma de administrársela?

 

 

 

Rosalie meneó la cabeza.

 

 

 

-          No tenemos tiempo para mostrarnos creativos, ¿vale? Sugiero empezar por el sistema tradicional.

-          Aguarda un minuto, espera, espera — murmuro Seth  —. ¿Estás diciendo que Edward coma un sándwich y beba un vaso de... sangre como si fuera refresco?

-          Ha sido idea tuya, chucho — replicó Rosalie, que se mostró capaz de fruncirle el ceño sin mirarlo.

 

 

 

Los lobos la ignoraron y observaron a Carlisle. En sus ojos relucía el mismo juego de posibilidades y esperanzas que había visto en el semblante de Jacob. Se mordió los labios, absorto.

 

 

 

-          Es sólo que resulta... — dijo Seth deteniéndose, incapaz de encontrar la palabra adecuada.

-          ¿Monstruoso...? — sugirió Jacob  —. ¿Repulsivo?

-          Algo por el estilo.

-          Pero, ¿y si eso le ayuda? — inquirió en voz baja.

 

 

 

Seth sacudió la cabeza con furia.

 

 

 

-          ¿Qué van a hacer? ¿Meterle un tubo en la garganta?

-          Tengo intención de consultar su opinión lo primero de todo, pero antes quería pedirle el visto bueno a Carlisle — dijo Jacob y Rosalie asintió.

-          Él va a estar dispuesto a hacer cualquier cosa si le dices que es en beneficio del bebé — dijo Rosalie  —, incluso aunque eso signifique que debamos alimentarlos a través de un tubo.

 

 

 

Seth se dio cuenta de que la Barbie iba a propiciar cualquier cosa que ayudara a la viabilidad del pequeño monstruo succionador de vida en cuanto escucho ese tono meloso y sentimental con el que pronunció la palabra «bebé». ¿Iba de eso el rollo? ¿Ése era el misterioso eslabón que los unía a ambos hermanos? ¿Quería el bebé para ella?

Vio con el rabillo del ojo el asentimiento de Jacob. Supo que estaba contestando a sus preguntas, simulando estar distraído y sin mirar en su dirección.

 

 

 

A Seth jamás se le habría pasado por la imaginación que una Barbie tan fría y distante como ella tuviera un lado maternal. Tanto rollo de proteger a la madre y... era muy probable que Rosalie metiera a la fuerza el tubo en la garganta de Edward.

 

 

 

-          Bueno, no tenemos tiempo para sentarnos a debatir el tema tranquilamente — saltó Rosalie, impaciente  —. ¿Qué opinas, Carlisle? ¿Podemos intentarlo?

-           Vamos a preguntárselo a Edward — dijo este respirando hondo mientras se ponía de pie.

 

 

 

Rosalie sonrió con aire satisfecho, segura de salirse con la suya si la decisión iba a someterse a consideración de la “madre”. Avanzaron por las escaleras y Seth los siguió cuando se metieron en la casa. No estaba seguro del todo acerca de sus motivos. Quizás era simple curiosidad morbosa, pues todo parecía como una película de terror. Monstruos y sangre por doquier.

 

 

 

Edward yacía en la cama de hospital. Su vientre parecía una montaña debajo de la sábana. El tono descolorido y traslúcido de su piel le hacía parecer de cera. Podría pensarse que estaba muerto de no ser por el movimiento de los ojos, que siguieron su acercamiento con desgana y cautela.

El resto de los Cullen ya se hallaba junto a él tras haber cruzado la estancia con movimientos súbitos y rápidos. La escena daba mala espina. Jacob corrió a su lado.

 

 

 

-          ¿Qué ocurre? — inquirió Edward con un hilo de voz rasposa al tiempo que alzaba una mano crispada para proteger aquel vientre suyo con forma de balón.

-          Seth ha sugerido una idea de posible utilidad — contestó Carlisle  —. No va a ser agradable, pero...

-          ... ayudará al bebé — se apresuró a interrumpirle Rosalie  —. Hemos pensado en una forma mejor de alimentarle. Bueno, quizá...

 

 

 

Edward movió las pestañas y luego empezó a reír entre dientes, lo cual acabó en un estallido de tos.

 

 

 

-          ¿Algo no agradable...? — murmuró  —. Vaya, menudo cambio, ¿no? — Miró el tubo de su brazo y volvió a toser.

 

 

 

Rosalie se río con él. Padecía grandes dolores y a juzgar por la pinta, le quedaban pocas horas de vida, y aun con todo, gastaba bromas. Quien diría cuanto lo cambiaría su… ¿maternidad?

Jacob sorteó a Rosalie sin el menor atisbo de comicidad en su gesto de intensa gravedad. Le tomó la mano con la que no protegía la tripa hinchada.

 

 

 

-          Edward, mi amor, te vamos a pedir que hagas algo monstruoso y repulsivo — le espetó Jacob

-          ¿Cómo de malo?

-          Creemos que las preferencias alimentarias del feto podrían ser mixta. Sospechamos que está sediento y hambriento al mismo tiempo.

-           Oh. Oh — dijo Edward sorprendido

-          Tu estado se deteriora rápidamente, bueno, el de los dos. No hay tiempo que perder y debemos poner en marcha esto del modo más digerible posible. La manera más rápida de comprobar la teoría es que...

-          ... coma comida y beba sangre — concluyó él en un susurro. Hizo un breve asentimiento, ya que no le quedaban fuerzas más que para mover un poco la cabeza  —. Puedo hacerlo, será divertido, ¿eh?

 

 

 

Los labios exangües del embarazado se estiraron hasta formar una débil sonrisa mientras miraba a Jacob. Él no se la devolvió. Rosalie empezó a dar golpecitos en el suelo con la puntera del zapato.

El sonido resultaba de lo más irritante. Seth se preguntó cómo reaccionaría si la estampaba contra la pared en ese mismo momento.

 

 

 

-          Bueno, ¿quién me pasa una McDonald o Burger King? — bromeó Edward — Carlisle y Edward intercambiaron una rápida mirada. Rosalie dejó el zapateo — ¿Qué pasa...?

-          La prueba será más efectiva si obramos por la vía rápida — contestó el doctor.

-          Si lo que el feto desea es sangre — le explicó Jacob  —, no va a ser sangre de animal.

 

 

 

Él puso unos ojos como platos.

 

 

 

-          ¿Quién...? — inquirió con un suspiro, y su mirada revoloteó hacia Jacob.

-          No va por allí, hermoso — refunfuño este  —. Además, lo que él busca es sangre humana, y dudo que la mía le sirva...

-          Disponemos de sangre — le informó Rosalie, dejando al marido con la palabra en la boca y actuando como si no estuviera allí  —. Teníamos esas reservas para ti, sólo por si acaso. No te preocupes de nada en absoluto. Todo va a salir bien. Tengo un buen pálpito, Edward. Creo que el bebé estará mucho mejor.

 

 

 

Él recorrió el vientre con la mano.

 

 

 

-          Bueno — repuso con voz áspera  —, tengo hambre, y apuesto que él también — intentaba hacer otra gracia  —. Adelante, será divertido.

 

 

 

 


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