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Juntos por Liss83

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Notas del capitulo:

Hello!!!!!!!! ¿Cómo van? ¿Ya se vacunaron? a mí me falta la segunda dosis

Paso por aquí para traerles este nuevo cap e invitarlos a leer mi adaptación de la serie de Marvel "Falcón y El Soldado de Invierno" con el titulo “¡Te Tengo!” Ayer subí el primer cap de los diez que tiene en total y espero que le guste. La historia se concentra en la relación de ambos personajes durante la serie. Subiré  los cap los fines de semanas, así que espero su apoyo. Sin más ¡A leer!

Al día siguiente Jacob madrugó y llevaba mucho tiempo en pie cuando despuntó el alba. Apenas si había dado unas cuantas cabezadas recostado de mala manera sobre un lateral del sofá, ya que Edward había despertado varias veces porque el feto estaba algo inquieto.

Le dio un beso a su esposo y salió de la casa. Tenía el cuerpo agarrotado después de haber estado sentado tanto tiempo. Trotó a buen paso para sacarse de encima los calambres.

 

 

 

“Buenos días, Jacob” lo saludó Leah.

“¿Estás levantada? Guau. “¿Cuánto hace que se marchó Seth?”

“Todavía sigo aquí” contestó él, soñoliento. “Ya me iba. ¿Qué necesitas?”

“¿Tu cuerpo aguanta otra ahora?”

“Cuenta con ello, sin problema”. Seth se puso en pie de inmediato y se sacudió la pelambrera.

“Vamos a hacer la ruta larga” le informo a Leah. Seth, “encárgate del perímetro”.

“Copiado”.

 

 

 

El joven Clearwater inició un trote muy ligero y se marchó.

 

 

 

“Salimos a hacerles otro recadito a los vampiros, ¿no?” se quejó su hermana.

“¿Te supone eso un problema?”

“No, por supuesto. No veas cómo me pone mimar a nuestras apreciadas sanguijuelas”

“Bien, veamos lo rápido que somos capaces de correr”.

“Estupendo, eso me ha animado del todo.”

 

 

 

Leah se hallaba en el extremo más oriental del perímetro. No quiso avanzar todo recto y acortar el camino para evitar cualquier cercanía a la casa y se mantuvo pegada a la línea mientras marchaba al encuentro del alfa. Este echó a correr hacia el este; sabía que, como se relajara un segundo, ella acabaría adelantándolo incluso aunque ahora le llevara ventaja.

 

 

 

“Pega la nariz al suelo y olfatea, Leah. Esto no es una carrera, sino una misión de reconocimiento.”

“Soy capaz de hacer ambas cosas y de golpearte”.

“Lo sé.” Y ella se echó a reír.

 

 

 

Siguieron un sendero zigzagueante a través de las montañas orientales. Conocían la zona como la palma de la mano, pues la incorporaron a su zona de patrulla para proteger mejor a la gente del lugar cuando los Cullen se marcharon, hacía cosa de un año, aunque se vieron obligados a retrasar la línea tras la vuelta de los vampiros. Según el tratado, esa tierra era de la familia política de Jacob, lo cual ahora no tenía valor alguno para Sam, para quien el acuerdo ya no existía. La cosa era hasta qué punto estaba dispuesto a extender sus fuerzas.

¿Tenía intención de acosar a algún miembro de la familia Cullen y darle caza en su tierra? ¿Había dicho Jared la verdad o se estaban aprovechando del silencio existente entre las dos manadas?

 

 

 

Se adentraron más y más en la sierra sin hallar rastro alguno de los otros lobos; sólo encontraron alguna pista antigua de vampiros, pero ahora que Jacob se pasaba todos los santos días respirando sus efluvios, e incluso dormía con uno, le resultaban muy familiares esos aromas.

Se topó con una fuerte concentración de señales recientes en un camino en particular por el cual habían ido y venido todos los Cullen, salvo Edward.

Leah no adelantó a Jacob, aunque podía haberlo hecho perfectamente. Este prestaba más atención a cualquier posible olor nuevo que a una carrera. La loba caminó al costado derecho de su líder, lo acompañó sin echarle ningún sprint.

 

 

 

“Nos hemos alejado bastante” comentó.

“Cierto. Si Sam ha merodeado en busca de algún vampiro desprevenido y solo, deberíamos habernos cruzado ya con su rastro.”

“Ahora mismo tiene más sentido que se atrinchere ahí abajo, en la reserva” opinó Leah. “Es consciente de que estamos dando a las sanguijuelas un refuerzo tal que no va a ser capaz de sorprenderlos”.

“En realidad, esto no pasa de ser una simple precaución”

“No queremos que nuestros preciosos chupópteros se arriesguen sin necesidad.”

“Pues no” admitió Jacob al tiempo que hacía caso omiso al sarcasmo.

“Hay que ver, cómo has cambiado, Jacob, ¡qué giro de ciento ochenta grados!”

“Tampoco tú eres la misma Leah de siempre, la que conocí y tanto quise.”

“Cierto. ¿Te resulto menos molesta que Paul?”

“Sorprendentemente, sí.”

“Ah, qué dulce es el éxito.”

“Felicidades.”

 

 

 

Continuaron el avance en silencio. Lo más probable era que hubiera llegado el momento de dar media vuelta, pero la idea del regreso no los seducía a ninguno de los dos en ese instante, ya que se sentían muy a gusto correteando sin rumbo por el bosque. Poder estirar las patas por un terreno escarpado era un gusto. A Jacob se le ocurrió que quizás podrían cazar algo durante la vuelta, pues Leah estaba muerta de hambre.

 

 

 

“Nam, ñam” pensó la loba con amargura.

“Eso son caprichos tuyos” le replico Jacob “Los lobos se alimentan de la caza. Es lo natural y además sabe bien. Si no te obstinases en verlo desde una perspectiva humana...”

“Corta el sermón, Jacob. Si hay que cazar, cazaré, pero no tiene por qué gustarme”.

“Claro, claro” acepto este sin complicarse la vida. Si le apetecía sufrir, ése era su problema.

 

 

 

Ella no comentó nada durante algunos minutos, hasta que toco la hora de volver

 

 

 

“Gracias” dijo Leah sin venir a cuento. Su tono era diferente.

“¿Por...?”

“Por dejar que me quede, por aceptarme. Te has portado conmigo mejor de lo que tenía derecho a esperar, Jacob.

“Eh, vale. En realidad, tu presencia no me ha fastidiado tanto como yo pensaba.”

 

 

 

Ella soltó un bufido, pero había en él una nota traviesa.

 

 

 

“¡Menuda recomendación...!”

“Que no se te suba a la cabeza.”

“Vale, si tú no dejas que se te suba a ti lo que voy a decirte”. Hizo una pausa de un segundo. “Creo que eres un buen Alfa. No te desenvuelves como Sam, tienes un estilo propio, pero eres digno de ser seguido, Jacob.”

 

 

 

Este se sorprendió, y tardo un momento en recobrarse lo suficiente como para ser capaz de contestar.

 

 

 

“Vaya, gracias. No sé si seré capaz de contener la euforia. ¿Cómo se te ha ocurrido todo eso?”

 

 

 

La loba no respondió en ese momento, por lo que tuvo que seguir el hilo de sus pensamientos. Leah cavilaba sobre el futuro y recordaba lo que Jacob había dicho a Jared la mañana anterior, cuando le aseguro que ese problema iba a terminarse rápido. Le había prometido que, tras el nacimiento de su hijo, se marcharía con los Cullen y que ella y Seth regresaran a la manada.

 

 

 

“me gustaría que se quedaran y seguir siendo parte de tu manada” dijo Leah.

 

 

 

El estupor le corrió patas abajo a Jacob y le encasquilló las articulaciones. Ella continuó avanzando hasta que se percató de que este se había quedado atrás, momento en que echó el freno y regresó con paso lento hacia su posición.

 

 

 

“Prometo no ser un incordio. No pulularé a tu alrededor. Tú irás adonde te venga en gana y yo haré otro tanto. Sólo deberás soportarme pacientemente cuando ambos seamos lobos.” Leah caminaba de un lado para otro, moviendo la larga cola gris con nerviosismo. “Además, es posible que eso no ocurra a menudo, pues planeo dejarlo tan pronto como consiga dominarlo...” Jacob no supo qué responderle. “Soy más feliz ahora que formo parte de tu manada de lo que lo he sido en años”

“Yo también quiero quedarme contigo” pidió Seth. Hasta ese momento Jacob no se había fijado en cuánta atención nos estaba prestando mientras corría por el perímetro. ”Me gusta esta manada.”

“Eh, un momento. Esto no va a continuar siendo una manada por mucho tiempo Seth”. Jacob intento poner en orden las ideas a fin de que le sonaran convincentes. “Ahora tenemos un objetivo, pero yo no voy a llevar una existencia de lobo cuando todo esto acabe. Eres un tipo chévere, la clase de persona que siempre tiene un propósito por el que luchar, una cruzada. Pero ahora no tienes forma de marcharte de La Push. Vas a terminar el instituto y hacer algo con tu vida. Debes hacerte cargo de Sue. Mis problemas no pueden fastidiarte el futuro.”

“Pero...”

“Jacob tiene razón” lo secundó Leah.

“¿Estás de acuerdo conmigo?”

“Por supuesto que sí, pero nada de eso se aplica a mí; de todos modos, yo ya tengo mis propios planes: voy a conseguir un trabajo en algún sitio lejos de La Push y quizá haga algún curso. Me meteré en clases de yoga y de meditación hasta ser capaz de controlar mi genio. No veas lo bien que le sienta a mi coco formar parte de esta manada. ¿Le ves el sentido, no, Jacob? Ni tú ni yo nos incordiamos el uno al otro y todo el mundo es feliz.

 

 

 

Se dio la vuelta y echó a andar despacio hacia el oeste.

 

 

 

“Esto es mucho para mí, Leah. Déjame pensarlo, ¿vale?”

“Claro, tómate tu tiempo.”

 

 

 

El viaje de regreso duró más que el de ida. Jacob hizo un esfuerzo por no apretar el paso, pues tenía puestos los cinco sentidos en no abrirse la cabeza contra la rama de algún árbol. Seth no dejaba de refunfuñar en un rincón de su mente, pero Jacob lo ignoraba. El chico sabía que el mayor tenía razón. No podía abandonar a su madre. Seth regresaría a la reserva y protegería a la tribu como era su obligación.

Pero no era ése el caso de Leah. Y, la verdad, lo asustaba un poco.

 

 

 

¿Una manada de dos lobos? La distancia física era irrelevante a la hora de evaluar la intimidad de la situación. Jacob no podía ni imaginarlo, y le preguntaba si ella se lo había pensado de veras o simplemente estaba como loca por sentirse libre.

La loba no metió baza mientras su alfa buscaba el modo de solucionar semejante problemón. Leah parecía querer indicarle con esa actitud lo fácil que iba a ser todo si estaban a solas los dos.

 

 

 

Se tropezaron con un grupo de ciervos de cola negra poco después de que apareciera el sol, iluminando levemente las nubes situadas a sus espaldas. Leah suspiró en su fuero interno, pero no vaciló. Su arremetida fue limpia y eficiente, incluso grácil. Se lanzó a por el macho, el más grande del grupo, y lo abatió antes de que el sorprendido mamífero se hubiera percatado del peligro.

Para no ser menos, Jacob se abalanzo a por el siguiente más grande la manada, una hembra a la que le partió en dos el cuello para no hacerla sufrir de forma innecesaria. Percibió cómo en Leah se enfrentaban el asco y el hambre, por lo cual Jacob intento ponérselo más fácil y dejo salir al lobo que habitaba en él. Había vivido bajo la forma lupina el tiempo suficiente para saber cómo comportarse en todo igual que un lobo, pensar y verlo todo como él. Dejo aflorar los prácticos instintos de depredador para que también los sintiera ella. Al principio, vaciló, pero luego pareció relajar sus defensas e intentó verlo igual que su alfa. Fue de lo más raro cuando sus mentes se unieron en una sola, más cerca de lo que lo habían estado jamás, porque ambos habían intentado pensar juntos y en sintonía. Y por extraño que pareciera, funcionó.

 

 

 

La loba rasgó con los dientes la pelambrera del lomo de su víctima y desgarró un trozo de carne chorreante de sangre. En vez de hacerle ascos, como habría correspondido a los instintos humanos que tanto apreciaba, se dejó llevar por su lado lobuno. Fue como un sopor, un aletargamiento que le permitió comer en paz.

A Jacob le resultó muy fácil hacer lo mismo, y le alegró un montón no haber olvidado ese instinto. Se dieron un banquete y no pararon hasta encontrarse satisfechos.

“Gracias”, dijo Leah después de haberse limpiado el hocico y las patas sobre la hierba húmeda. Jacob ni se molestó en contestar, pues había empezado a caer una fina llovizna y estaba pensando en que debían vadear el río durante el viaje de vuelta.

 

 

 

“No está tan mal si lo ves desde tu punto de vista”

“De nada”

 

 

 

Seth iba dando tumbos de fatiga cuando llegaron al perímetro, por lo que Jacob le indico que se fuera a dormir mientras Leah y él le hacían el relevo. El joven Clearwater ronco en cuestión de segundos.

 

 

 

“Todos tus pensamientos giran en torno a Edward”, inquirió Leah.

“Si”

“Se te hace duro estar allí y lo pasas mal cuando no estás. Sé cómo te sientes”

“Mira, Leah, quizá deberías replantearte otra vez tu futuro, pensar en lo que quieres de verdad. Mi sesera no es el lugar más alegre del mundo y vas a tener que soportarlo conmigo”

 

 

 

La loba meditó la respuesta.

 

 

 

“Uf, quizá te parezca mal, pero siendo francos, será más fácil afrontar tus penas que las mías”.

“Está bien.”

“Sé que lo estas pasando mal, Jacob. Lo entiendo. Edward no es de mi agrado, pero... espera a tu hijo. Es todo lo que tú deseas.

“¿Es necesario hablar de esto?”

“A mi entender, sí, ya que mi deseo es hacerte comprender que yo no voy a empeorarte las cosas. Demonios, tal vez incluso te sirva de ayuda. No nací para ser una arpía despiadada, antes era una chica de lo más feliz, y tú lo sabes.”

“La memoria no me llega tan atrás." Ambos se echaron a reír al mismo tiempo.

“Lamento todo esto, Jacob. Siento que estés dolido, me fastidia que las cosas vayan a ir a peor y no a mejor.”

“Gracias, Leah.”

 

 

 

Ella se detuvo a contemplar las imágenes más negras de la mente de su líder, mientras este intentaba evitarlas. Leah era capaz de verlo todo con cierta distancia, con perspectiva, y Jacob tuvo que admitir que eso era de gran ayuda, pues le hacía suponer que, tal vez, también él fuera capaz de analizarlo de ese modo en cuestión de pocos años.

También vio el lado divertido de su trato diario con los vampiros. Le gustaban sus peleas con Rosalie, se partía de risa, e incluso le proporcionó varios chistes sobre rubias para que pudiera usarlos. Pero de pronto, sus pensamientos adquirieron un cariz serio y se demoraron sobre el rostro de Rosalie de un modo que dejó confuso de Jacob.

 

 

 

“¿Sabes cuál es la mayor locura de todas?” le preguntó.

“Bueno, en este momento, casi todo es una locura, pero ¿a qué te refieres?”

“No sabes hasta qué punto puedo ponerme en el lugar de la vampira rubita que tan mal te cae”

 

 

 

Jacob pensó por un momento que intentaba contarle un chiste, de pésimo gusto, por cierto, pero luego, cuando encontró la seriedad de sus palabras, le invadió una rabia tan grande que le costó controlarla. Qué bien le vino que se hubieran distanciado un poco para ir de patrulla, porque de haberla tenido cerca, el mordisco que Jacob le hubiera dado...

 

 

 

“¡Aguarda, tiene una explicación!”

“No deseo oírla”

“¡Espera, espera!” le suplicó cuando se hube recuperado lo suficiente para cambiar de fase. “¡Vamos, Jake!”

“Leah, ésta no es la mejor forma de persuadirme para que en el futuro pase horas y horas en tu compañía.”

“¡Jacob! Te estás pasando. Ni siquiera sabes a qué me refiero.

“Bueno, pues dime, ¿a qué te refieres?” ella se vio abrumada por un dolor que venía del pasado.

“Te estoy hablando de ser un punto muerto genético, Jacob”

 

 

 

La nota cortante de sus palabras lo hizo titubear. No esperaba que su comentario venciera su mal genio.

 

 

 

“No te entiendo”

“Me comprenderías si no fueras como los demás, si no salieras por piernas como un macho estúpido ante la mención de mis «asuntos femeninos” El sarcasmo presidió sus pensamientos al hacer mención a esas dos palabras. “Por lo menos ahora podrías prestarme un poco de atención...”

"Oh”

 

 

 

A ninguno les gustaba darle vueltas a ese asunto. ¿A quién iba a apetecerle? Por supuesto, se acordaba del pánico de Leah durante el mes posterior a su incorporación a la manada, y también de su predisposición ser caballeroso, como todos los demás. Porque ella no podía quedarse embarazada, no a menos que se pusiera en marcha alguno de esos artificios religiosos al estilo de la inmaculada concepción, pero a lo bestia. Leah no había estado con nadie, salvo con Sam, y con el paso de las semanas, cuando vio que nada sucedía, comprendió que su cuerpo no iba a seguir los patrones biológicos normales.

 

 

 

Entonces, llegó el temor de preguntarse en qué se había convertido. ¿Había cambiado su cuerpo por culpa de la licantropía? ¿O era una loba porque su cuerpo estaba mal? Se trataba de la única mujer lobo de la historia. ¿Y si eso se debía a que no era una mujer como es debido?

Nadie de la manada quería tener nada que ver con aquella anomalía, y resultaba obvio que no eran capaces de ponerse en la piel de Leah.

 

 

 

“Ya sabes cuál es la razón de las imprimaciones, según Sam” pensó, ahora mucho más sosegada.

“Claro. Perpetuar el linaje”

“Exacto, asegurar otra camada de lobeznos. Este rollo va de la supervivencia de la especie, y se reduce a puro control genético. Te sientes atraído por la persona con mayores posibilidades de transmitir el gen de la licantropía.”

 

 

 

Jacob permaneció a la espera de que le dijese adónde quería llegar con todo aquello.

 

 

 

“Yo habría atraído a Sam de haber sido válida.” dijo Leah. Su dolor resultaba tan tangible que el alfa interrumpió su caminar.

“Pero no le atraigo. Algo falla en mí. No puedo transmitir el gen, a pesar de mi maravillosa línea de ascendencia, y eso hace de mí un monstruo. Me he convertido en la chica lobo de un espectáculo sólo para hombres, alguien que no vale para nada. Soy un punto muerto genético y ambos lo sabemos.”

“No lo sabemos” replico Jacob “Eso es una teoría de Sam. La imprimación es un hecho sin motivo conocido. Billy sospecha que hay algo más”

“Lo sé, lo sé. Tu padre cree que sirve para hacer lobos más fuertes, monstruos descomunales como tú y Sam, que son más grandes que sus padres; pero eso da igual de todos modos, porque sigo sin ser candidata apta. Soy menopáusica, con sólo veinte años tengo la menopausia..." Jacob recordó porque no quería mantener esa conversación.

“No lo sabes, Leah. Lo más probable es que todo se deba al asunto ese de la suspensión en el tiempo. Estoy seguro de que las cosas irán mejor cuando se acabe lo de ser lobo y envejezcamos de nuevo; sí, entonces todo... eh... mejorará”.

“Tal vez aceptara esa posibilidad si no fuera porque no despierto la imprimación en nadie, sin importar mi impresionante pedigrí. ¿Sabes que Seth sería el macho con mejores opciones para ser el Alfa si no estuvieras tú en medio?”, comentó pensativa. “Bueno, al menos por cuestión de linaje. A mí nadie me tomaría en cuenta, por supuesto... a veces creo que es mejor no imprimar a alguien, o recibir la imprimación, o lo que sea” dijo. “¿Qué hay de malo en salir y enamorarse como las personas normales, eh? La imprimación no es más que una forma de alejar de ti a quien eliges.”

“A Sam, Jared, Paul y Quill no parece importarles ni pizca. Ni a mí tampoco” dijo Jacob

“Ninguno de ustedes tienen ni pizca de personalidad” dijo la loba

“¿No deseas la imprimación?”

“¡Diablos, no!”

 “¿Acaso quieres tú olvidar lo que sientes por Sam?” Ella le estuvo dando vueltas durante unos instantes.

“Eso creo.”

 

 

 

Jacob suspiro. Su mente era un lugar mucho más saludable que la propia. Se hallaba a kilómetro y medio de donde había dejado las ropas, de modo que cambio de fase y se encamino hacia allí tras adoptar su forma humana. No pensó en la conversación, y no por la ausencia de temas sobre los que reflexionar, sino porque no lo aguantaba. No compartía los puntos de vista de Leah, y no era fácil distanciarse de todo aquello una vez que ella le había metido en la cabeza sus ideas y emociones.

No iba a permitir que los acompañase cuando todo esto acabara. Podía ser desdichada en La Push, no le importaba. Le bastaría con dar una simple orden con su voz de Alfa, nadie iba a morirse porque él diera un solo mandato como cabeza de la manada.

 

 

 

Era muy temprano cuando llego a la casa. Lo más probable era que Edward continuara dormido. Entro con sumo cuidado. Estar con su familia le ayudaría. No pensaba volver a su forma lupina hasta que Leah hubiera conciliado el sueño.

A juzgar por la cantidad de susurros procedentes de la edificación, Edward estaba desvelado. Entonces escucho el sonido de una máquina procedente de lo alto de la escalera. ¿El aparato de Rayos X? “¡Maldición!” susurro. Alice le abrió la puerta antes de que pudiera entrar. Asintió en señal de reconocimiento.

 

 

 

-          Hola, lobo.

-          Hola, pequeña — el gran cuarto de estar se hallaba vacío y todos los murmullos se escuchaban en el segundo piso  —. ¿Qué sucede ahí arriba? — Ella encogió sus pequeños hombros puntiagudos.

-          Creo que le ha roto algo más — sugirió con indiferencia fingida, aunque la delataban los rincones enrojecidos de los ojos. Aquello no sólo era un tormento para Edward y para mí. Alice también quería a su hermano.

-          ¿Otra costilla...? — pregunté con voz ronca.

-          No, esta vez ha sido la pelvis.

 

 

 

Cada novedad era una agonía. ¿Cuándo iba a salir de ese permanente pasmo? A posteriori, cada nuevo desastre parecía algo más que obvio. Alice miró fijamente sus manos, presas de un temblor incontrolable. Entonces, se escuchó la voz de Rosalie en el piso de arriba.

 

 

 

-          ¿Lo ves? Te dije que no había oído chasquido alguno. Necesitas revisarte los oídos, Edward — No hubo respuesta. La vampira hizo un mohín.

-          Edward va a terminar por hacer picadillo a Rosalie, sí, eso creo. Me sorprende que ella no se dé cuenta, o tal vez piensa que Emmett será capaz de frenarlo.

-          Puedo encargarme de Emmett — siseo el lobo  —. Tú puedes destrozar a Rosalie. Que Edward descanse

 

 

 

Alice esbozó una media sonrisa.

La comitiva descendió las escaleras en ese momento. Esta vez era Emmett quien llevaba en brazos a Edward, blanco como la pared, que sostenía con ambas manos una copa de sangre. El lobo pudo apreciar lo dolorido que estaba por mucho que él se moviera para compensar sus sacudidas.

 

 

 

-          Jake — saludó el embarazado con un hilo de voz.

-          Dámelo — dijo este tomándolo en brazos — hola hermoso — susurro besándole la frente

 

 

 

Jacob lo depositó con todo cuidado en el sofá y se sentó en el suelo, junto a su cabeza. Se le ocurrió de pasada que por qué no lo dejaban en el piso de arriba, pero luego supuso que sería idea de Edward. Él querría actuar con la mayor normalidad posible, lejos de la parafernalia de un hospital, y su marido le seguía la corriente, por supuesto.

 

 

 

 


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