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Juntos por Liss83

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Edward dudó, muy consciente de cómo el aliento de Jacob le rozaba la mejilla, enviando chispas eléctricas por toda la piel.

 

 

 

-          Lo recuerdo... muy borroso. Me acuerdo de que el bebé no podía respirar... — y miró a Jacob de repente asustado por la imagen.

-          Sanos y muy bien — le prometió, con un resplandor que jamás había visto en sus ojos. Lo dijo con un sencillo fervor, como con reverencia. Del mismo modo que la gente devota habla de sus dioses  —. ¿Qué recuerdas después de aquello?

 

 

 

Edward se concentró en mantener cara de póquer.

 

 

 

-          No es fácil acordarse. Había una completa oscuridad. Y entonces... abrí los ojos y pude volver a verlo todo.

-          Sorprendente — musitó Carlisle, con los ojos iluminados.

 

 

 

El disgusto invadió a Edward. Tenía que encontrar la manera de avisar a Carlisle. Algún día, por si necesitaba crear algún nuevo vampiro. Esa posibilidad parecía muy lejana, lo que lo hizo sentir mejor a pesar de la mentira que acababa de contar.

 

 

 

-          Quiero que pienses, que me cuentes todo lo que recuerdes — lo presionó Carlisle, entusiasmado, y Edward no pudo evitar la mueca que recorrió su rostro. No quería seguir mintiéndole a su padre, y menos frente a Jacob. Además no deseaba pensar en la quemazón. A diferencia de su primera vez, esa parte estaba muy clara y encontró que podía recordarla con una precisión más que indeseada  —. Oh, lo siento tanto, Edward — se disculpó Carlisle con rapidez  —. Seguro que tienes que sentirte muy incómodo con la sed. Esta conversación puede esperar.

 

 

 

Hasta que él no lo mencionó, no recordaba tener sed. Pero la suposición de Carlisle trajo esa quemazón a la parte central de su mente. De pronto, no fue capaz de pensar más que en el dolor y la sequedad, y cuanto más lo contemplaba, más le dolía. Su mano voló hacia su garganta, donde se pegó, adaptándose a ella, como si pudiera sofocar de ese modo las llamas desde el exterior.

Jacob dejó caer los brazos y le tomó de una mano, tirando de ella con ternura.

 

 

 

-          Vamos a cazar, Edward. Como en la isla Esmes

 

 

 

Los ojos se le abrieron como platos al vampiro y el dolor de la sed cedió, mientras la sorpresa lo sustituía. ¿Juntos? ¿Cazando? ¿Cómo en la isla Esmes? Pero... ¿y si perdía el control?

Jacob leyó la alarma en su expresión y sonrió dándole ánimos.

 

 

 

-          Ya lo hicimos antes, amor, y nos fue muy bien ¿no? — dijo Jacob al ver que no su esposo no se movía, compuso esa sonrisa torcida suya y alzó las cejas  —. Me encantaría volver a verte cazando.

 

 

 

Edward de echó a reír con una súbita explosión de buen humor mientras sus palabras le recordaban una nube brumosa de hechos. Y le llevó todo un segundo recorrer en su mente aquellos días en la isla Esmes, el verdadero comienzo de su vida, de modo que no los olvidara nunca. No había esperado que le resultara tan cómodo recordar.

 

 

 

-          ¿Vamos? — preguntó Jacob, y alzó la mano para tomar la suya, que aún reposaba en su cuello. Sus dedos le repasaron la garganta  —. No quiero que le hagas daño a nadie — añadió en un murmullo sordo. Un murmullo que antes nunca hubiera logrado escuchar.

-          Estoy bien — contesto Edward  —. Espera. Primero hay algo...

 

 

 

Sin embargo había algo que necesitaba saber con suma urgencia, y fue Carlisle el primero en darse cuenta

 

 

 

-          ¿Pasa algo Edward?

-          Quiero verlo, a Elijah.

 

 

 

Era extrañamente difícil decir su nombre. «Mi hijo», estas palabras resultaban incluso complicadas de pensar. Todo parecía tan lejano. Intentó recordar cómo se había sentido hacía tres días, y de modo automático su mano se liberó de la de Jacob y se posó sobre su vientre.

Estaba plano, vacío. Aferró la seda pálida que le cubría la piel, sintiendo pánico de nuevo, mientras una parte insignificante de su mente registraba el hecho de que Alice debía de haberle cambiado de ropa, con permiso de Jacob

 

 

 

Sabía que ya no había nada en su interior y recordaba lejanamente la escena de la sangrienta extracción, pero la prueba física resultaba todavía difícil de asumir. Todo lo que sabía hacer era seguir amando al pequeño pateador que había estado dentro de él. Pero en el exterior parecía un producto de su imaginación. Una fantasía elusiva, un sueño que era a medias una pesadilla.

Jacob y Carlisle intercambiaron una mirada de prevención mientras él luchaba por salir de su confusión.

 

 

 

-          ¿Qué? — les exigí al inquirir.

-          Edward — comenzó Jacob con voz tranquilizadora  —, ésa no es una buena idea. Son medios humanos, amor. Su corazón late y corre sangre por sus venas. No querrás ponerlos en peligro hasta que tengas controlada de verdad tu sed, ¿a qué no?

 

 

 

Puso mala cara. Claro que no quería eso. ¿Es que estaba fuera de control? Confundido, puede que sí. Lo desconcentraba con facilidad, eso también, pero, ¿peligroso? ¿Para él? ¿Para su hijo?

No estaba segura del todo de que la respuesta fuera «no», así que tendría que ser paciente. Sonaba difícil, porque hasta que lo viera de nuevo, no sería algo real para él, sólo un sueño que se desvanece... de una extraña...

 

 

 

-          ¿Dónde está? — pregunto escuchando con atención y entonces pudo percibir el corazón que latía en el piso de abajo.

 

 

 

Podía oír la respiración de más de una persona, silenciosas, como si ellos estuvieran escuchando a su vez. También se oía el sonido de un fuerte latido, como el de un tambor, que no conseguía situar...

Y el sonido del latido de aquel corazón sonaba tan húmedo y atractivo que la boca comenzó a hacérseme agua. Aunque parecía… Sin duda tendría que aprender a cazar antes de ver a su bebé, que era como un extraño.

 

 

 

-          ¿Está con Rosalie?

-           Sí — respondió Jacob en tono cortante y se dio cuenta de que había pensado en algo que le había molestado. Pensó en leerle su mente pero descarto la idea en cuanto la pensó. Antes de que pudiera pensar en algo más, Jacob apartó las manos de su vientre plano, tirándolo de ellas cariñosamente otra vez — Tranquilo tenemos todo el tiempo del mundo para las explicaciones, cariño — le recordó con dulzura.

-          Claro — dijo Edward algo frustrado

-          Espera, espera, espera — gorjeó Alice desde el umbral. Bailoteó avanzando dentro de la habitación, graciosa y con aspecto soñador — ¡Me prometiste que yo estaría presente la primera vez! ¿Y qué pasa si corréis cerca de algo que sea reflectante?

-          Alice... — protestó Jacob.

-          ¡Sólo me llevará un segundo! — y con esa afirmación, Alice salió disparada de la habitación. Jacob suspiró.

-          ¿De qué está hablando?

 

 

 

Pero Alice ya estaba de vuelta, acarreando un espejo enorme de marco dorado desde la habitación de Rosalie que tenía casi dos veces su tamaño y varias veces su anchura.

Apenas había notado la presencia de Jasper hasta este momento. Había permanecido tan inmóvil y silencioso que no había vuelto a reparar en él desde el momento en que lo había visto seguir a Carlisle. Se movió alrededor de Alice con idéntico sigilo sin apartar los ojos de la expresión del rostro de su hermano. Edward era el peligro allí y él lo sabía.

 

 

 

Supuso que estaría también comprobando el estado de ánimo a su alrededor, de modo que debió de percibir el sobresalto que experimentó mientras estudiaba su rostro, mirándolo atentamente.

Las cicatrices de su vida anterior entre los ejércitos de neófitos en el sur. Eran el rasgo dominante de Jasper. Resultaba difícil apartar la mirada de su cuello y su mandíbula destrozados, y era difícil creer que incluso un vampiro hubiera podido sobrevivir a todas aquellas marcas de dientes que le destrozaban la garganta.

 

 

 

De forma instintiva, Edward se tensó para defenderse. Cualquier vampiro que viera a Jasper por primera vez habría experimentado la misma reacción. Lo había visto por décadas pero nunca antes se había detenido a verlo realmente. Las cicatrices eran como una valla publicitaria que anunciaba « ¡Peligro!». ¿Cuántos vampiros habían intentado matar a Jasper? ¿Cientos, miles? El mismo número que, sin duda, había muerto en el empeño.

Jasper vio y sintió su evaluación, su cautela y sonrió irónicamente.

 

 

 

-          Jacob me calentó la cabeza por no haberte puesto delante de un espejo antes de la boda — dijo Alice, distrayendo su atención de su aterrador amante  —. Y esta vez no me va a regañar.

-          ¿Regañar? — preguntó Jacob con escepticismo, alzando una ceja.

-          Quizás estoy exagerando un poco — murmuró ella de forma ausente, mientras volvía el espejo para que su hermano se pudiera mirar.

-          Yo diría más bien que esto sólo tiene que ver con tu propia satisfacción de voyeur — contraatacó él.

 

 

 

Alice le guiñó un ojo.

Edward sólo fue consciente de esta conversación con la parte menor de su cerebro. La parte más importante estaba absorta en la persona del espejo. La criatura extraña que había en el cristal era indescriptiblemente hermosa, tanto como Carlisle o Emmett en todos sus detalles. Su contorno era fluido incluso en reposo, y su rostro impecable era pálido como la luna contra el marco de su pelo espeso y claro. Tenía las extremidades esbeltas y fuertes, y su piel relucía con sutileza, luminosa como una perla.

Su segunda reacción fue de horror.

 

 

 

¿Quién era él? A primera vista no podía encontrar el propio rostro en los suaves planos perfectos de sus rasgos. ¡Y sus ojos! Aunque hubiera debido esperarlo, esos ojos todavía hacían que le atravesara un escalofrío de terror. La verdad es que llevaba más de cien años siendo un vampiro y seguía sin encontrar la verdadera belleza en su raza. Tan diferente a la belleza real de Jacob. Él si era hermoso

Mientras estudiaba en el espejo y reaccionaba de este modo, su rostro se mantuvo perfectamente sereno, como la talla de un dios. Sin que mostrara nada de la agitación que se revolvía en su interior. Y entonces se movieron sus labios llenos.

 

 

 

-          Mis ojos — susurró Edward

-          ¿Cuánto tiempo estarán así? — pregunto Jacob

-          Se oscurecerán en unos cuantos meses — repuso Carlisle con una voz dulce, consoladora  —. La sangre animal diluye el color con más rapidez que con una dieta de sangre humana. Primero se volverán de color ambarino y más tarde, dorados.

 

 

 

¿Sus ojos centellearían con esas despiadadas llamas rojas durante meses?

 

 

 

-          ¿Meses? — pregunto Jacob sorprendido. En el espejo, aquellas cejas perfectas se enarcaron con incredulidad sobre los relumbrantes ojos escarlatas, más brillantes de lo que había visto jamás.

-          En el caso de Edward — dijo el médico pensativo — tal vez solo semanas

-          ¿Te… molesta? — pregunto Edward

-          Fue solo la sorpresa — dijo Jacob — Me encantan — sonrió sinceramente — De ti me gusta absolutamente todo

 

 

 

Jasper dio un paso hacia delante, alarmado por la intensidad de la repentina ansiedad de Edward. Nadie contestó a su pregunta. Edward retiró la mirada, hacia Jacob y Alice. Ambos tenían los ojos ligeramente desenfocados, en reacción a la inquietud de Jasper, pendientes de lo que la había causado, escaneando el futuro inmediato.

Edward inhaló otro profundo trago de aire, del todo innecesario.

 

 

 

-          No, me encuentro bien — aseguro Edward. Sus ojos se desplazaron desde el espejo hacia ellos y nuevamente hicieron el mismo recorrido  —. Es sólo que...

-          Enserio — dijo Jacob — me gustan

 

 

 

Jasper frunció el ceño, poniendo de relieve las dos cicatrices que tenía sobre el ojo izquierdo. Jacob suspiró y Edward trasladó la mirada del a él, alzando una ceja.

 

 

 

-          ¿Te gusta? — preguntó Edward, con su voz camarina impasible. Él se echó a reír.

-          Sí — admitió.

 

 

 

Edward sintió que la conmoción quebraba la máscara compuesta de su rostro, seguida inmediatamente del dolor de la herida. Alice rugió. Jasper se inclinó de nuevo hacia delante, esperando que saltara para morder.

Pero Jacob les ignoró y lo envolvió apretadamente en sus brazos, presionando sus labios contra su mejilla.

 

 

 

-          Vale, vale — le replicó Edward a alguien.

-          ¿Qué? — preguntó Jacob.

-          Estoy poniendo a Jasper más nervioso a cada minuto que pasa. No se relajará un poco hasta que haya ido de caza.

-          Hayamos — dijo Jacob — recuérdalo. Siempre juntos

 

 

 

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Podía percibirlo, unos pasos suaves y el latir sonoro de un corazón, impulsando densas corrientes de sangre... Se dejó arrastrar, deslizando el cuerpo que cambió de postura de forma automática hasta agazaparse. Avanzo y vio un puma. Se centró en el olor, en el punto caliente de su cuello peludo donde el pulso cálido latía con más fuerza. Eran sólo unos cincuenta metros, así que se tensó para dar el primer salto.

 

 

 

Edward se lanzó sobre el animal sin contemplaciones. Con un pequeño impulso, voló desde el árbol y aterrizo al lado del puma. Él sintió temblar la rama y se giró, chillando de sorpresa y desafío. Cerró el espacio que había entre animal y depredador, con los ojos brillantes de furia. Edward, que estaba ya medio enloquecido por la sed, ignoró sus colmillos expuestos y las garras engarfiadas y saltó sobre él, derribándolo hasta caer al suelo del bosque.

 

 

 

No fue una gran lucha.

Sus garras afiladas lo mismo hubieran sido dedos cariñosos si se hubiese tenido en cuenta el impacto que tuvieron sobre la piel del vampiro. Tampoco sus dientes tuvieron mucho que hacer contra su hombro o su garganta y el peso del animal no era nada para él. Sus dientes buscaron certeros la garganta y su resistencia instintiva fue lamentablemente débil contra la fuerza del castaño. Encontró con facilidad el punto preciso donde el flujo de calor se concentraba.

 

 

 

Le costó menos esfuerzo que si hubiera estado mordiendo un trozo de mantequilla. Sus dientes eran como cuchillas de acero que le cortaron a través de la piel, la grasa y los tendones como si no estuvieran allí.

Era gratificante volver a sentirse él mismo. La sed menguo mientras bebía con avidez y desesperación. Los intentos del puma por luchar se hicieron cada vez más débiles y sus gritos se ahogaron con un gorgoteo. La calidez de su sangre irradió por todo el cuerpo de Edward, calentándolo hasta las puntas de los dedos de los pies y las manos. Definitivamente volvía a ser él mismo. Se volvió hacia su esposo que estaba apoyado contra un árbol con los brazos cruzados mientras sonreía lujuriosamente.

 

 

 

-          ¿Sed saciada? — preguntó el lobo.

-          Algo — dijo Edward con tono inocente

-          ¿Quieres continuar?

-          No — dijo Edward sentí endose muy lleno, incluso a punto de reventar — Quiero ver a Elijah — pero el rostro de Jacob cambio radicalmente — ¿pasa algo?

-          No — dijo Jacob acariciándole el rostro.

-          Algo no está bien — dijo Edward y poco después una expresión perpleja cruzó su rostro  —. ¿Qué paso con Elijah? — preguntó con inseguridad

-          Todo está bien con él… — dijo Jacob nervioso

-          No, me estas mintiendo — dijo Edward empezando a angustiarse

-          Edward… primero cálmate. Ven aquí — dijo Jacob abrazándolo — eso. Elijah es perfecto. Es… ya lo veras por ti mismo

-          Júramelo — exigió Edward

-          Te lo juro por nuestro amor — dijo Jacob  —. Él es perfecto como nuestro amor

-          ¿Entonces por qué…? — dijo Edward

-          ¿Recuerdas el momento en que nació? — pregunto Jacob — ¿lo que paso después?

-          Lo sacaron… — dijo Edward — te pedí que me lo dieras. Lo hiciste… ¡Él me mordió!

-          ¿Qué más? — pregunto Jacob y aunque el vampiro intento recodar le fue imposible — perdiste el conocimiento. Carlisle llego y te coció. Ya había terminado cuando volviste a convulsionar, así que te abrió el vientre nuevamente

-          ¿Qué? — pregunto Edward atónito  —. Espera, en casa dijiste “Sanos y muy bien”. Hablaste en plural, ¿Por qué?

-          Lo que no logras recordar aún es cuando nació Renesmee — dijo Jacob con una sonrisa tranquilizadora

-          ¿Intentas decirme que tenemos dos hijos? — pregunto Edward

-          Y te juro que no he visto nada más hermoso que ellos — dijo Jacob

-          ¿Son… gemelos? — susurro Edward sonriendo

-          No hay nada como ellos en el mundo — aseguró el lobo, y de nuevo sonó en su voz algo parecido a la devoción religiosa. Edward sintió un agudo pinchazo de celos por esa extraña. Jacob los conocía y él no. No era justo.

-          ¿Cuánto se te parecen? ¿Y a mí? O a como yo era, desde luego

-          Mitad y mitad.

-           Tienen la sangre caliente — le recordó.

-          Sí, les late el corazón, aunque van un poco más deprisa que el de los humanos. Sus temperaturas es algo más alta de lo normal, también. Y duermen.

-          ¿De verdad?

-          Bastante bien para unos recién nacido. Somos los únicos padres que no necesitan dormir y nuestros hijos ya duerme toda la noche — se echó a reír entre dientes.

-          Tú si debes dormir — advirtió Edward aunque le gustó la manera en que decía «nuestros hijos». Las palabras los hacían más real.

-          Solo debes en cuando — dijo Jacob besándolo — Elijah tiene exactamente el mismo color de tus ojos humanos... así que eso no se ha perdido, menos mal — sonrió Jacob  —. Y su piel es un par de tonos más alto que el tuyo. Es tan hermoso...

-          ¿Y Renesmee? — pregunto Edward

-          Ella tiene mis ojos pero tu tono de piel — dijo Jacob — es perfecta

-          ¿Y la parte de vampiro? — preguntó.

-          Sus pieles parecen tan impenetrable como la tuya. Aunque no haya nadie que sueñe con probar si es así — dijo Jacob y Edward pestañeó, algo sorprendido — Su dieta... bueno, Elijah prefiere beber sangre. Carlisle continúa intentando persuadirlo de que beba alguna fórmula preparada para bebés, pero él no tiene mucha paciencia con ese asunto. No puedo decir que la culpe, eso sabe fatal. Demandare a Bill por haberme obligado a comer eso — y Edward sonrió — Renesmee en cambio se la devora encantada aunque lo acompaña con su biberón de sangre humana

 

 

 

De pronto Edward entendió y se quedó la boca abierta. Por lo que decía su esposo, tenían conversaciones con ella.

 

 

 

-          ¿Persuadirlo?

-          Son inteligente, de una forma sorprendente, y van progresando a un ritmo tremendo. Aunque no hablan, todavía, se comunica de una manera bastante eficaz.

-          No. Hablan. ¿Todavía? — Jacob hizo disminuir el ritmo de sus pasos, para permitirle asimilar esta nueva información – ¿Qué quieres decir con que se comunica de forma eficaz? — Edward exigió.

-          Creo que será más fácil que lo... veas por ti mismo. Es bastante difícil de describir.

 

 

 

Edward reflexionó sobre el asunto. Sabía que había un montón de cosas que necesitaba ver por sí mismo antes de convencerse de que eran reales. No estaba seguro de saber para cuántas estaban realmente preparado, así que cambio de tema.

 

 

 

-          ¿Has hablado con Bill? — pregunto Edward

-          Ha llamado todos los días para hablaba con los niños y preguntar por ti — dijo Jacob

-          ¿De verdad? — pregunto Edward sorprendido — ¿se lleva bien con los niños?

-          Los adora — dijo Jacob — eso me recuerda que tenemos que llevarlos a la reserva.

-          ¿Hablas enserio? — pregunto Edward sorprendido

-          Te echo una carrera — le dijo soltándole la mano y sonrió.

-          A la línea de salida...

 

 

 

Jacob le ganó antes de llegar al río, pero Edward aprovechó su oportunidad y saltó primero, intentando usar su fuerza mayor para adelantarle.

 

 

 

-          ¡Ja! — exclamó exultante cuando escucho cómo sus pies tocaban la hierba en primer lugar.

 

 

 

Al atender a su aterrizaje, Edward escuchó algo que no esperaba. Algo que sonaba con fuerza y muy cerca, el sonido del latido de unos corazones. Al mismo tiempo Jacob estuvo a su lado, con las manos aferradas con firmeza a la parte superior de los brazos del vampiro.

 

 

 

-          No respires — le advirtió de forma urgente.

 

 

 

 


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