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Juntos por Liss83

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¿Acaso ese lobo no se daba cuenta del modo en que una corriente eléctrica parecía recorrer su cuerpo como si tuviera la sangre llena de adrenalina?

Una vez más sintió que había perdido el equilibrio. Se echó a reír, apenas una pequeña y suave risita de asombro, cuando se dio cuenta de que como terminaría ese día.

 

 

 

-          ¿Qué tal si me cuentas el chiste?

-          No es muy bueno que digamos — replico, mientras él lo conducía hasta la pequeña puerta en arco  —. Simplemente estaba pensando que hoy es mi segundo primer y último día de la eternidad. Me resulta muy difícil asumir esa idea, incluso con todo el espacio extra que hay en mi mente — se eché a reír de nuevo.

 

 

 

Jacob también coreó sus risas. Luego, con un gesto de invitación, tendió la mano hacia el picaporte para que Edward hiciera los honores de entrar la primera. Metió la llave en la cerradura y le dio la vuelta.

 

 

 

-          Te lo estás tomando todo con tanta naturalidad, Jacob, que a veces se me olvida lo nuevo que debe de resultar todo esto para ti — pero este se inclinó y lo tomó en brazos tan rápido que Edward apenas lo vio venir... y vaya que eso era difícil — ¡Eh!

-          Los umbrales son parte de mi trabajo — le recordó el lobo  —. Tengo curiosidad. Dime qué te ronda por la cabeza en estos momentos.

 

 

 

Abrió la puerta, que chirrió de forma casi inaudible, y dio un paso hacia el interior del pequeño salón de piedra.

 

 

 

-          Pues le estoy dando vueltas a todo — contestó  —, ya sabes, y todo a la vez. A las cosas buenas, a las preocupantes, a las que son nuevas... y al modo en el que he ido acumulando superlativos en la cabeza. Justo en estos momentos estaba pensando que Esme es una artista, ¡todo ha quedado tan perfecto...!

 

 

 

El salón de la cabaña parecía sacado de un cuento de hadas. El suelo era un desigual edredón de suaves piedras planas. El techo bajo exponía las vigas. Las paredes eran de cálida madera en algunos lugares y un mosaico de piedras en otros. La chimenea, colocada en una esquina en forma de colmena, mostraba los rescoldos de un llameante fuego lento. Lo que se quemaba era madera de deriva, y por eso las llamas se veían azules y verdes, debido a la sal.

Estaba amueblado de forma ecléctica, con piezas que no conjuntaban entre sí, pero sin perder por ello la armonía: una silla tenía un aspecto vagamente medieval, la baja otomana contigua al hogar era de estilo contemporáneo, y la estantería llena de libros situada junto a la ventana más lejana le recordaba a algunas películas realizadas en Italia. De algún modo, cada pieza encajaba con las otras como si fuera un gran puzle tridimensional. Había unas cuantas pinturas en las paredes que reconoció como algunas de sus favoritas de la casa grande. Eran valiosos originales, sin duda, pero también parecían pertenecer a ese lugar, como todo lo demás.

 

 

 

Cualquiera habría dado por cierta la existencia de la magia en un paraje donde no hubiera sido sorpresa alguna ver a Blancanieves con una manzana en la mano o a un unicornio mordisqueando los rosales.

Edward siempre había pensado que él pertenecía al mundo de los cuentos de terror, pero claro, Jacob sabía que estaba del todo equivocado. Era obvio que él correspondía a este lugar, un cuento de hadas. Era su princesa

 

 

 

Edward estaba a punto de aprovechar el hecho de que no lo había vuelto a poner sobre sus pies, y de que su rostro, enloquecedoramente hermoso, estaba a pocos centímetros del suyo, cuando dijo:

 

 

 

-          Tenemos suerte de que Esme pensara en añadir un par de habitaciones más. Nadie había planeado que apareciera Ness... Renesmee y Elijah.

 

 

 

Edward le puso mala cara, y sus pensamientos adquirieron un rumbo mucho menos agradable.

 

 

 

-          Tú también... — se quejó.

-          Lo siento, mi amor. Ya sabes, lo he estado oyendo todo el tiempo, aunque los corrijo. Se me ha pegado.

 

 

 

Edward suspiró. Se habían pasado de la raya al ponerle a su bebé el nombre de una serpiente marina. Quizá ya no tenía remedio. Bueno, de todos modos él no pensaba rendirse.

 

 

 

-          Estoy seguro de que te mueres por ver el armario. O al menos, eso será lo que le diga a Alice para que se sienta bien.

-          ¿Debería asustarme?

-          Más bien aterrorizarte.

 

 

 

Lo llevó a lo largo de un estrecho pasillo de piedra con pequeños arcos en el techo, como si estuvieran en su propio castillo en miniatura.

 

 

 

-          Es la habitación de Renesmee — comentó, señalándome con un asentimiento una estancia vacía con un suelo de madera clara  —. No han tenido mucho tiempo de decorarlo, porque con todos esos licántropos iracundos...

 

 

 

Edward se echó a reír entre dientes, asombrado de cómo ahora todo estaba bien, cuando apenas una semana antes había sido como una pesadilla.

 

 

 

-          Esta es de Elijah — dijo Jacob — Alice ya está hablando con los niños para ver lo de la decoración. Aquí está nuestro cuarto. Esme intentó trasladar algo de su isla hasta aquí, supuso que nos traería buenos recuerdos.

 

 

 

La cama era grande y blanca, con nubes vaporosas como telarañas flotando del dosel hasta el suelo. El luminoso suelo de madera armonizaba con el de la otra habitación, y Edward comprendió que imitaba con notable precisión el color de una playa virgen. Las paredes eran del blanco casi azulado de un día brillante y soleado y la pared trasera tenía grandes puertas de cristal que se abrían a un pequeño y recóndito jardín. Había un pequeño estanque redondo, tan liso como un espejo, rodeado de piedras relucientes y rosas que escalaban las paredes. Un diminuto océano en calma sólo para ellos.

 

 

 

-          Oh — fue todo lo que el vampiro pudo decir.

-          Lo sé — susurró Jacob.

 

 

 

Estuvieron allí quietos durante un minuto, recordando. Aunque aquellos recuerdos tan nítidos, absorbieron su mente por completo. Jacob mostró una amplia y reluciente sonrisa y después rompió en carcajadas.

 

 

 

-          El armario está detrás de esas puertas dobles. Te aviso... es más grande que esta habitación.

 

 

 

Edward ya se lo imaginaba, así que ni siquiera echó una ojeada a las puertas. En esos momentos no había nada en el mundo más que Jacob, con sus brazos doblados debajo de él, su dulce aliento en el rostro y sus labios apenas a centímetros de los suyos; y tampoco había nada que pudiera distraerlo, fuera un vampiro neonato o no.

 

 

 

-          Le vamos a decir a Alice que salí disparado a ver los trajes — le susurró, retorciendo los dedos dentro de su pelo y acercando su rostro al suyo  —, y también que me pasé horas jugando a probármelo todo. Mentiremos.

 

 

 

Jacob captó su estado de ánimo al instante, o quizás es que ya estaba de ese humor y que sólo estaba intentando que Edward disfrutara a tope de su regalo de cumpleaños, como un caballero. Atrajo su rostro contra el suyo con una repentina fiereza y un bajo gemido en la garganta. Ese sonido lanzó una corriente eléctrica a través del cuerpo del vampiro hasta ponerlo casi frenético, como si no pudiera acercarse al lobo lo suficiente ni lo bastante rápido.

Escuchó cómo se desgarraba la tela bajo sus manos, y Edward se alegró de que sus ropas, al menos, ya estuvieran destrozadas. Para las de Jacob fueron demasiado tarde. Le pareció casi maleducado ignorar la bonita cama blanca, pero no tuvieron tiempo de llegar hasta allí.

Esa segunda luna de miel prometía ser mucho mejor que la primera.

 

 

 

El tiempo vivido en la isla había sido el mejor de sus vida hasta ese momento, el mejor de todos. Pero ahora era diferente, ahora eran realmente uno solo, bueno dos al mismo tiempo. Y se llamaban Elijah y Renesmee.

Eran personas desconocidas por completo la que entrelazaban sus cuerpos sobre esa cama, con una gracia infinita, en el suelo del color pálido de la arena. Sin precaución, sin restricción alguna. Y también sin miedo, sobre todo, eso. Podían saborear también sus puros y vividos olores con la lengua y sentir la increíble sedosidad de sus pieles bajo la sensible punta de sus dedos.

 

        

 

En silencio, Jacob miro a su esposo. Edward tenía el cuerpo más hermoso, más perfecto del mundo y era todo para él. Y no sentía precisamente como si pudiera llegar el momento en que se le ocurriera pensar, «bueno, ya he tenido bastante por hoy». Siempre iba a querer más. Así, en una situación como ésa, ¿cómo iban a parar? No le molestó en absoluto desconocer la respuesta.

Sin apartar la vista de su pareja, Jacob le quito lo que quedaba de la camisa y empezó a besar su cuello mientras rodeaba su cintura con ambos brazos. Edward sin romper el beso le abrió los pantalones. Debía que tener más cuidado que nunca. Ahora él era bastante parecido a un neonato

Jacob lo hizo caminar para atrás hasta que cayeron en la cama. El lobo se incorporó y se quitó la polera. Edward miraba extasiado el cuerpo trabajado de su esposo. Jacob apoyo las manos sobre el colchón a cada lado de la cabeza del vampiro que alzo la mano y acaricio sus pectorales tan diferentes a los suyos

 

 

 

Sus labios se unieron nuevamente mientras sus manos eliminan cualquier vestigio de prendas que aun llevaran puestas. Jacob giro sobre su espalda y Edward sonrió depredadoramente mientras bajaba sus besos por el cuello de su esposo hasta su torso, siguió por su vientre y llego a su región pélvica.

Edward levanto la vista solo un instante y sus miradas se cruzaron. El vampiro abrió la boca y sin reparos engullo toda la hombría de su pareja, quien no pudo evitar jadear mientras cerraba los ojos.

 

 

 

 

 

Sabía perfectamente que Edward solo había estado con él, pero era todo un experto llevándolo a la gloria. ¿Quién diría que alguien podía adquirir ese grado de habilidad solo en unas cuantas semanas?

Resistió la descarga todo lo que pudo, pero cuando ya le fue humanamente imposible, volcó toda su virilidad en la boca de su esposo quien no dudó en tragar su semilla como si se tratase de un manjar

 

 

 

Los labios del vampiro volvieron a subir hasta llegar a hundirse en los de Jacob, quien rodeo su cintura y giro sobre sus propios cuerpos para acomodarse entre las piernas de su esposo. Edward rodeo su cintura con estas, dándole acceso irrestricto a su cuerpo

 

 

 

-          Te amo más que a mi propia vida, mi hermoso chupasangre — le susurró al oído mientras con el mayor de los cuidados se hundía en su cuerpo

-          Jacob — gimió Edward cerrando los ojos

-          Relájate — susurro mordiéndole el cuello  —. eso. Yo te voy a cuidar, siempre. Por la eternidad

 

 

 

El mundo estallo en colores para Edward mientras con un grito se lo anunciaba al mundo

 

 

 

_____________

 

 

 

Edward se dio cuenta (o algo así) cuando el cielo comenzó a iluminarse. Su pequeño océano de fuera cambió del negro al gris y una alondra empezó a cantar en algún lugar muy cercano, como si tuviera su nido entre las rosas.

Se giró sin salir de los brazos del moreno y deslizó los dedos muy lentamente por su rostro, hacia abajo, siguiendo con levedad el contorno de su mandíbula hasta su garganta y después más abajo aún hasta llegar a su cintura. Los ojos casi se le pusieron en blanco otra vez.

 

 

 

-          Te amo tanto

 

 

 

El vampiro intento responder pero sus labios estuvieron de nuevo ocupados con rapidez. Jamás se iba a cansar de escucharlo, ni de sentirlo

Cuando el pequeño estanque adquirió un tono perlado con el amanecer, pensó en hacerle otra pregunta.

 

 

 

-          ¿Cuánto durará todo esto? Quiero decir, Carlisle y Esme, Em y Rose, Alice y Jasper... no se pasan el día encerrados en sus habitaciones. Tienen una vida pública, vestidos todo el tiempo — dijo Edward retorciéndose para pegarse más a él, lo que era algo parecido a un cumplido; en realidad, para dejar bien claro de qué estaba hablando  —. ¿Es que esta... ansia se acaba alguna vez? Claro que ellos no han imprimado ¿ o es por eso que ustedes solo usan pantalones cortos

-          Eso es difícil de decir. Todo el mundo es distinto y, bueno, nosotros somos de lejos la más diferente de todos. Eso me recuerda que debemos ir a la reserva antes que Billy venga en persona a visitarnos

-          ¿De verdad quiere conocerlos?

-          No tienes de que preocuparte — dijo Jacob — estarán seguros todo el tiempo. Lo prometo. Además será divertido ver como el gran Billy Black actúa como abuelo consentidor

 

 

 

Se echaron a reír a la vez, y el movimiento que provocaron sus carcajadas tuvo como consecuencia cosas bastante interesantes por el modo en el que sus cuerpos estaban conectados. Y dieron por concluida la conversación de forma muy eficaz.

 

 

 

Fue un poco más tarde cuando Jacob le recordó a su esposo sus prioridades.

Sólo necesitó tres palabras.

 

 

 

-          Renesmee y Elijah...

 

 

 

Edward suspiró. Se despertarían pronto, ya que debían de ser casi las siete de la mañana. ¿Lo buscarían entonces? De repente, se quedó helado y le asaltó una sensación cercana al pánico. ¿Qué aspecto tendrían hoy?

Jacob percibió el modo en que el estrés lo había distraído por completo.

 

 

 

-          Todo va a ir bien, mi amor. Vístete, y regresaremos a la casa

-          Juntos — dijo Edward

-          Juntos — confirmo Jacob uniendo su frente a la del vampiro — eso me recuerda que aún no te doy mi regalo de cumpleaños

-          Creí que tu regalo era… — dijo Edward mordiéndose el labio inferior

-          ¿Dónde quedo mi puritano vampiro? — dijo Jacob alzando una ceja

-          Jacob no necesitas darme nada — dijo Edward — ya me diste mucho más de lo que merezco

-          Tú te mereces el universo postrado a tus pies — dijo Jacob acariciándole el rostro — pero yo… son pocas las cosas que te puedo dar

-          Mi amor… — dijo Edward — no… — Jacob se levantó de la cama sin preocuparse por su desnudes y tomo su pantalón — de verdad no…

-          El collar que te di… el día que te pedí en matrimonio — dijo Jacob colocándole otro lentamente — se complementa con este. Se supone que debería habértelo dado hace… durante la boda. Perdón, no lo termine a tiempo

-          Nuestra argolla matrimonial quileute — dijo Edward admirando el trenzado del que colgaba un pequeño lobo cobrizo

-          Algo así — dijo Jacob — ¿Me aceptas?

-          Te amo — dijo el vampiro arrojándose a sus brazos para besarlo apasionadamente

-          Espera — dijo Jacob sonriendo — tú me pones este — y le entrego un collar parecido pero de trenzas más gruesas

-          ¿No deberíamos hacer esto frente a la tribu? — pregunto Edward

-          Ahora eres exhibicionista — dijo Jacob mirando su desnudes

-          ¿Iremos hoy a la reserva? — dijo Edward

-          Supongo que es hora de el gran Bill Black conozca a sus nietos — dijo Jacob respirando hondo — pero antes…

 

 

 

Los labios del vampiro fueron atacados nuevamente sin piedad, y este no puso ninguna clase de resistencia. Sin embargo, un par de minutos después se separaron. Ambos se habían propuesto equilibrar ese deseo irresistible y devastador con sus funciones de padres. Aunque Renesmee y Elijah eran algo real y muy presente en sus vidas, a Edward todavía le parecía muy difícil pensar en sí mismo como padre. Quizás cualquiera se habría sentido igual en su caso, sin haber tenido nueve meses para hacerse a la idea. Y máxime con dos bebés que cambiaban a cada hora. Sin contar que él los había dado a luz siendo un hombre

 

 

 

Pensar en el crecimiento acelerado de sus hijos lo estresó en un instante. Ni siquiera se detuvo en las puertas dobles de madera, elaboradamente ornamentadas, para quedarse sin aliento ante lo que Alice había hecho. Sólo se sumergió allí, buscando cualquier cosa que ponerse.

 

 

 

-          ¿Cuáles son los míos? — susurró Edward

 

 

 

Tal y como le había explicado Jacob, la habitación era más grande que su dormitorio. Más bien habría que decir que era más grande que toda la casa entera, pero fue poco a poco intentando tomárselo de forma positiva. Una imagen relampagueó en su cabeza: contempló cómo Alice trataba de persuadir a Esme de que ignorara las proporciones clásicas de un armario para permitir esa monstruosidad. Y se preguntó cómo había conseguido Alice salirse con la suya.

Todo estaba envuelto en bolsas para ropa, impoluta y sin etiquetar, fila tras fila.

 

 

 

-          Según lo que me han contado, todo lo que ves aquí es tuyo — y señaló una barra que se extendía a la izquierda de la puerta, como a mitad de la pared

-          ¿Todo esto? — y el lobo se encogió de hombros.

-          Alice — dijeron a la vez, Jacob en tono explicativo y Edward como si fuera una palabrota.

-          Magnífico — masculló el vampiro y tiró de la cremallera de la bolsa más cercana. Gruño para sus adentros cuando vio el traje de gala que había dentro. Era de seda color negro satén.

 

 

 

¡Era oficial asesinaría a su hermana! Olisqueó con cuidado el aire y después siguió algún aroma hasta la parte trasera de la gran habitación. Allí había un ropero empotrado. Olfateó de nuevo y abrió un cajón. Con un guiño triunfal, sacó unos vaqueros azules artísticamente desgastados.

Jacob sonrió sorprendido.

 

 

 

-          ¿Cómo lo has hecho?

-          La tela vaquera tiene un olor particular, como casi todas las cosas, y ahora... Mmm, ¿algodón? — Siguió su olfato hasta un estante donde halló una camiseta de algodón blanca de manga larga y se la coloco.

-          Te va a matar — dijo Jacob sonriendo — aunque para serte honesto, te prefiero con el que tenías hasta hace dos minutos — y juraba que de haber podido, Edward se hubiese ruborizado

 

 

 

A Jacob sólo le llevó unos segundos encontrar sus ropas, y si no le hubiera visto desnudo, Edward habría jurado que no había nada más hermoso que su pareja con sus pantalones cortos negros y un jersey de color beis. Se tomaron de la mano y salieron disparados hacia el jardín escondido, saltando con ligereza el muro de piedra abordaron el bosque en una carrera mortal. Edward le soltó la mano para que no pudiera tirar de él, pero aun así le ganó esta vez.

 

 

 

Ambos niños estaban despiertos, sentados en el suelo con Rose y Emmett cuidando de ellos, jugando con una pila de cacharros de plata estropeados. Renesmee tenía una cuchara doblada en la mano derecha. Tan pronto como vio a sus padres a través del cristal, soltó el cubierto con un golpe que dejó marcado el suelo de madera y señaló imperiosamente en su dirección llamando la atención de su hermano. Su público se echó a reír. Alice, Jasper, Esme y Carlisle estaban sentados en el sofá, observándolos como si fuera la más apasionante de las películas.

 

 

 

 


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