Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Juntos por Liss83

[Reviews - 19]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

El rostro de piel traslúcida de Aro llenó la mente de Edward mientras hablaba. Aro había recorrido todos los recovecos de la mente de Alice y estaba al tanto de todo de lo que ella era capaz...

Emmett comenzó a despotricar en voz tan alta que Seth se puso en pie con un rugido. En el patio, su bramido tuvo el eco de Leah. Los Cullen se habían convertido ya en un borrón en movimiento.

 

 

 

-          ¡Quédate con los gemelos! — le grito Edward a Seth conforme salía disparado hacia la puerta.

 

 

 

Edward todavía era más rápido que el resto, y uso esa fuerza para impulsarme hacia delante. Sobrepasó a Esme en unos cuantos saltos y a Rosalie en unas cuantas zancadas más. Acelero a través de lo más espeso del bosque hasta que se situó justo delante de Jacob y Carlisle.

 

 

 

-          ¿Habrán sido capaces de sorprenderla? — inquirió Carlisle, su voz tan monótona como si siguiera inmóvil más que corriendo a toda velocidad.

-          No veo cómo — respondió Edward  —, aunque Aro la conoce mejor que nadie. Desde luego mejor que yo.

-          ¿Es una trampa? — gritó Emmett detrás del grupo.

-          Tal vez — replicó Edward  —, pero por aquí no hay otro olor que el de Alice y Jasper. ¿Adónde habrán ido?

 

 

 

El rastro de Alice y Jasper se curvaba en un amplio arco; se extendía primero al este de la casa, pero luego se dirigía hacia el norte al otro lado del río, y después de nuevo hacia el oeste durante unos cuantos kilómetros. Volvieron a cruzar el río, saltando los seis que iban a un segundo unos de otros. Edward corría el primero, totalmente concentrado.

 

 

 

-          ¿Has captado ese efluvio? — gritó Esme hacia delante, unos cuantos momentos después de que saltaran el río por segunda vez. Era la que iba más lejos, en el extremo izquierdo de su partida de caza. Hizo unos gestos señalando hacia el sudeste.

-          Sigan el rastro principal... Estamos ya cerca de la frontera con los quileute — dijo Jacob

-          Manténganse juntos — ordenó Edward de modo conciso  —. Miren si han girado al norte o al sur.

 

 

 

Percibieron el ligero olor a lobo en la brisa que soplaba desde el este. Edward y Carlisle disminuyeron el ritmo y pudieron ver cómo movían sus cabezas de lado a lado, esperando que el rastro volviera a aparecer. Entonces el olor a lobo se hizo de pronto más fuerte, y Edward alzó la cabeza bruscamente. Se detuvo de forma repentina y los demás también se quedaron inmóviles.

 

 

 

-          ¿Sam? — preguntó Edward en voz monótona  —. ¿Qué pasa aquí?

 

 

 

El líder de la otra manada apareció entre los árboles a unos cientos de metros, caminando con celeridad hacia el grupo en forma humana, flanqueado por dos grandes lobos, Paul y Jared. Sam tardó un poco en llegar hasta aquelarre. El rostro de Edward se ponía blanco cuando leyó lo que Sam estaba pensando. Él lo ignoró, mirando directamente a Carlisle cuando se detuvo y comenzó a hablar.

 

 

 

-          Justo después de medianoche, Alice y Jasper vinieron hasta este lugar y pidieron permiso para cruzar nuestras tierras hasta el océano. Les concedí el permiso y los escolté hasta la costa yo mismo. Entonces se metieron en el agua y no han regresado. Mientras viajábamos, Alice me dijo que era de la mayor importancia que no le contara nada a Jacob de que les había visto hasta que hablara contigo. Yo debía esperar aquí a que vinieras a buscarla y entonces tenía que darte esta nota. Me dijo que la obedeciera como si todas nuestras vidas dependieran de ello.

 

 

 

El rostro de Sam mostraba una expresión sombría cuando le tendió un papel doblado e impreso entero con un pequeño texto en negro. Era una página arrancada de un libro y la vista aguda de Jacob leyó las palabras cuando Carlisle lo desdobló para leer el otro lado. La página que daba hacia él era una copia de El Mundo en Moto; de ella se desprendió algo de su propio olor cuando Carlisle estiró el papel. Jacob se dio cuenta de que era una página arrancada de uno de los libros de su esposo. Alice le había llevado unas cuantas cosas desde la casa grande a la cabaña: conjuntos de ropa normal; partituras, y sus libros favoritos, que hasta hacia unas horas había estado en la estantería de la pequeña sala de estar de la casita...

 

 

 

-          Alice ha decidido dejarnos — susurró Carlisle.

-          ¿Qué? — chilló Rosalie.

 

 

 

Carlisle le dio la vuelta a la página de modo que todos pudiéramos leerla.

 

“No traten de encontrarnos, no hay tiempo que perder. Recuerden: Tanya, Siobhan, Amun, Alistair y todos los nómadas que podáis hallar. Nosotros buscaremos a Peter y Charlotte de camino. Sentimos muchísimo dejarlos de esta manera, sin despedida ni explicaciones, pero es el único modo de hacerlo. Los queremos.”

 

 

 

Volvieron a quedarse paralizados en un silencio sepulcral, salvo por el sonido de los corazones de los hombres lobo y su respiración. Sus pensamientos también deberían haber sido en voz alta. Edward fue el primero en moverse otra vez, contestando a lo que había oído en la mente de Sam.

 

 

 

-          Sí, las cosas están así de peligrosas.

-          ¿Tanto que tengas que abandonar a tu familia? — preguntó Sam en voz alta, con la censura implícita en el tono. Estaba claro que no había leído la nota antes de dársela a Carlisle. Se mostraba enfadado, parecía arrepentido de haberle hecho caso a Alice.

 

 

 

La expresión de Edward era envarada... y lo más probable es que a Sam le pareciera airada o arrogante, pero Jacob podía percibir el dolor en los planos endurecidos de sus rasgos.

 

 

 

-          No sabemos qué fue lo que vio — replicó Edward  —. Alice no es insensible ni cobarde. Simplemente dispone de más información que nosotros.

-          Nosotros no... — comenzó Sam.

-          La relación que mantienen entre ustedes es distinta a la nuestra — le interrumpió Edward con brusquedad  —. Nosotros mantenemos libre nuestra voluntad.

 

 

 

Jacob miro sorprendido a su pareja mientras Sam alzaba la barbilla y sus ojos se volvieron de pronto de un intenso color negro.

 

 

 

-          También ustedes deberían hacer caso del aviso — continuó Edward  —. Esto no es algo en lo que les gustará verse implicados, tampoco podrán evitar lo que haya visto Alice.

 

 

 

Sam sonrió forzadamente.

 

 

 

-          Nosotros no somos de los que huyen — detrás de él, Paul resopló.

-          No dejes que masacren a tu familia por orgullo — intervino Carlisle en voz baja.

 

 

 

Sam miró a Carlisle con una expresión más suave.

 

 

 

-          Como Edward ha señalado, nosotros no tenemos la misma clase de libertad de la que ustedes disfrutan. Renesmee y Elijah son ahora tan parte de nuestra familia como de la de ustedes. Jacob y Seth no pueden abandonarlos y nosotros no los abandonaremos a ellos — sus ojos se movieron hacia la nota de Alice, y sus labios se apretaron hasta formar una fina línea.

-          Tú no la conoces — replicó Edward.

-          ¿Y tú? — inquirió Sam con rudeza.

 

 

 

Carlisle puso una mano en el hombro de Edward, mientras Jacob rodeaba su cintura para atraerlo a su cuerpo

 

 

 

-          Tenemos mucho que hacer, hijo. Sea cual sea la decisión de Alice, resultaría estúpido no seguir ahora sus recomendaciones. Vayamos a casa y pongámonos a trabajar.

 

 

 

Edward asintió y su rostro pareció en ese momento menos rígido por la pena. Pudo escuchar detrás de él los sollozos sordos de Esme, sin lágrimas.

No sabía cómo se podía llorar con ese cuerpo, porque no podía hacer otra cosa que mirar. No había aún ningún sentimiento. Todo le parecía irreal, como si estuviera durmiendo otra vez después de todos estos meses, teniendo de nuevo una pesadilla.

 

 

 

-          Gracias, Sam — señaló Carlisle.

-          Lo siento — respondió Sam  —. No deberíamos haberla dejado pasar.

-          Hicieron lo correcto — le replicó Carlisle  —. Alice es libre de hacer lo que desee y yo jamás le denegaría el ejercicio de su libertad.

 

 

 

Desde que Jacob había convivido más a fondo con los Cullen, siempre había pensado en ellos como un todo, una unidad indivisible. De repente, recordó que no siempre había sido así. Carlisle había creado a Edward, Esme, Rosalie y Emmett, y él había imprimado de Edward. Estaban físicamente conectados por el alma. Nunca había pensado en Alice y Jasper como entes separados, como si hubieran sido adoptados por la familia, pero lo cierto era que Alice había adoptado a los Cullen. Había aparecido con un pasado a cuestas que no tenía nada que ver con los demás y también había traído a Jasper con el suyo, y había encajado en una familia que ya existía. Tanto ella como él habían conocido otra existencia fuera de la familia Cullen. ¿Acaso había escogido comenzar otra vida después de haber visto que su camino con los Cullen había terminado?

 

 

 

En cambio los pensamientos de Edward divagaban por otros rumbos muy distintos. Entonces, era cierto, estaban malditos. No había ninguna esperanza en absoluto. Ni un solo rayo, ni un pequeño atisbo que hubiera convencido a Alice de que tenía una oportunidad a nuestro lado.

El alegre aire de la mañana se había vuelto oscuro de repente, más denso, como si la desesperación de Edward lo hubiera teñido de un modo físico.

 

 

 

-          Pues yo no voy a rendirme sin luchar — rugió Emmett entre dientes  —. Alice nos ha dicho lo que tenemos que hacer, así que manos a la obra.

 

 

 

Los demás asintieron con expresiones voluntariosas y Jacob se dio cuenta de que confiaban en la oportunidad que fuese que Alice les había dado. Y también de que no iban a rendirse por pura desesperanza ni aguardar a la muerte de brazos cruzados.

Sí, todos lucharían, ¿qué otra cosa podían hacer? Y además, daba la impresión de que iban a arrastrar a otros en su caída, porque eso era lo que había dicho Alice antes de dejarlos. Pero ¿cómo no iban a seguir el último aviso de Alice? La manada de Sam también pelearía a su lado por causa de sus hijos.

 

 

 

Jacob no sentía la misma resolución que los demás. Alice conocía las probabilidades y les estaba dando la única oportunidad que podía ver, pero era tan remota que ni ella misma apostaba a su favor.

Ya se sentía vencido cuando le dio la espalda al rostro crítico de Sam y seguía a Carlisle hasta casa.

Corrían ahora de forma automática, sin la prisa llena de pánico que los había embargado antes. Cuando se acercaron al río, Esme alzó la cabeza.

 

 

 

-          Todavía está la otra pista, y aún es reciente.

 

 

 

Ella señaló hacia delante, donde antes había llamado la atención de Edward. Cuando se apresuraron para salvar a Alice...

 

 

 

-          Es de un momento anterior. Y era sólo de Alice, sin Jasper — comentó Edward con la voz mortecina — El rostro de Esme se contrajo y volvió a asentir.

 

 

 

Jacob se dirigió hacia la derecha, quedándose algo retrasado. Estaba seguro de que tenía razón, pero al mismo tiempo... Después de todo, ¿cómo había conseguido Alice la página de uno de sus libros?

 

 

 

-          ¿Cariño? — inquirió Edward, con una voz tan desprovista de emoción que lo hizo dudar.

-          Quiero seguir esta pista — le dijo, olisqueando el ligero aroma de Alice que se apartaba del primer camino que había empleado en su huida. Los ojos de Edward estaban vacíos. — Lo más probable es que sólo nos lleve de regreso a la casa.

-          Entonces, nos encontraremos allí.

 

 

 

Al principio Jacob pensó que lo dejaría ir solo, pero luego, cuando dio unos cuantos pasos, sus ojos inexpresivos volvieron a la vida.

 

 

 

-          Yo iré contigo — dijo en tono tranquilo  —. Nos vemos en casa, Carlisle.

 

 

 

El doctor asintió y todos se marcharon. Jacob esperó hasta que estuvieron fuera de la vista de todos y entonces miró a su esposo con una interrogación en los ojos.

 

 

 

-          No puedo dejar que te alejes de mí — le explicó en voz baja  —. Me duele sólo imaginarlo.

 

 

 

Jacob lo comprendía sin más explicaciones, porque también pensaba en esa separación y se daba cuenta de que sentiría la misma pena, no importaba lo corta que fuera.

Les quedaba tan poco tiempo para estar juntos.

Alargo su mano y el vampiro la tomo.

 

 

 

-          Apresurémonos — le instó  —. Los niños deben de haberse despertado ya. — Jacob asintió y comenzaron de nuevo a correr.

 

 

 

Seguro que era una tontería desaprovechar el escaso tiempo disponible para estar con Renesmee y Elijah simplemente por pura curiosidad, pero aquella nota le inquietaba al vampiro. Alice podría haber tallado sus palabras en una piedra plana o en el tronco de un árbol si no tenía utensilios de escritura. Incluso podía haber robado un par de Post — it de cualquiera de las casas que bordeaban la autovía. ¿Por qué el libro de Edward? ¿Cuándo se había hecho con él?

Con toda certeza, el rastro llevaba hacia la cabaña, pero en una ruta tan enrevesada que se mantenía bien lejos de la casa de los Cullen y de los lobos de los bosques cercanos. Edward frunció las cejas confundido cuando se hizo obvio adonde conducía la pista.

Intentó razonar en voz alta.

 

 

 

-          ¿Dejó que Jasper la esperara en otro sitio y vino hasta aquí?

 

 

 

Casi habían llegado a la casa y Jacob se encontraba intranquilo. Estaba contento de tener la mano del vampiro entre la suya, pero también sentía como sí hubiera tenido que ir solo. Alice había arrancado la página y la había llevado hasta donde estaba Jasper, lo cual era una cosa muy extraña. Parecía que hubiera un mensaje en su acción, uno que no conseguía entender en absoluto. Pero era su libro, así que el mensaje debía ser para él. Y si hubiera sido algo que hubiera querido que supiera Jacob, ¿habría arrancado la página de uno de sus libros...?

 

 

 

-          Dame sólo un minuto — dijo Jacob, soltando su mano cuando llegaron a la puerta y Edward arrugó la frente.

-          ¿Jake?

-          ¿Por favor? Treinta segundos — y le beso la frente — te amo

 

 

 

No esperó a que él le contestara. Se precipitó a través de la puerta, cerrándola a sus espaldas. Se dirigía recto hacia la estantería. El olor de Alice era reciente, de menos de un día de antigüedad. Ardía un fuego bajo, pero aún caliente en la chimenea, un fuego que ni Edward ni él habían encendido. Saco de un tirón “El Mundo en Moto” de la estantería y lo abrió por la página del título.

Allí, pegada al borde destrozado de la página arrancada, bajo las palabras « El Mundo en Moto », había una nota.

 

 

 

“Destrúyelo.”

 

 

 

Y debajo, un nombre y una dirección de Seattle.

Apenas habían pasado trece segundos de los treinta pactados cuando Jacob irrumpió en la casa. Observó cómo se quemaba el libro.

 

 

 

-          ¿Qué está pasando, Jacke?

-          Ella estuvo aquí. Arrancó la página de mi libro para escribir la nota.

-          ¿Por qué?

-          No lo sé.

-          ¿Por qué lo estás quemando?

-          Yo... yo... — puso mala cara, dejando que salieran a su rostro todo el dolor y la confusión que sentía. Ignoraba qué era lo que Alice intentaba decirle, sólo estaba seguro de que ella había ido muy lejos para que nadie más que él lo supiera. Así que Alice no quería que nadie se enterara y lo más probable es que fuera por algún buen motivo  —. Me pareció apropiado.

-          No sé qué es lo que se trae entre manos — dijo en voz baja.

 

 

 

Jacke se quedó mirando fijamente las llamas. Ignoraba qué era lo que Alice intentaba decirle, sólo estaba seguro de que ella había ido muy lejos para que nadie más que él lo supiera, la única persona cuya mente Edward no se permitía leer. Así que Alice no quería que él se enterara y lo más probable es que fuera por algún buen motivo.

 

 

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).