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Juntos por Liss83

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Jacob respiro hondo porque darse cuenta de la visión que Alice había tenido dolía, la sola posibilidad de que sus hijos perecieran dolía mucho mas

 

 

 

-          Cuatro certificados de nacimiento, cuatro pasaportes, dos permisos de conducir — repuse en voz baja y tensa. Si él notó algún cambio en el tono de la voz, lo disimuló.

-          ¿Los nombres?

-          Seth... Wolfe. Seth y Bella Wolfe y Vanessa y Elmer Wolfe,  — Nessie parecía un diminutivo adecuado para Vanessa. A Seth le haría gracia ese rollo del apellido Wolfe.

 

 

 

El bolígrafo del hombre escribía con rapidez en un bloc de documentos legales.

 

 

 

-          ¿Primer apellido?

-          Ponga cualquiera.

-          Como prefiera... ¿Qué edades debo consignar?

-          Veinticinco para el hombre, diecinueve para la mujer y cinco para los niños — Seth los aparentaba sin problema alguno, y al ritmo al que crecían los gemelos, más valía calcular por lo alto. Podían ser sus padres adoptivos...

-          Necesitaré fotografías si precisa los documentos terminados — le dijo J interrumpiendo sus pensamientos  —. El señor Jasper generalmente prefiere terminarlos él mismo — Bueno, eso explicaba por qué J no estaba al tanto del aspecto de Alice.

-          Espere un instante — le contestó Jacob.

 

 

 

Esto sí que era suerte. Tenía varias fotos familiares guardadas en su cartera y una perfecta, en la cual Bella sostenía a Renesmee en los escalones frontales del porche y otra de Seth y Elijah juntos en la cabaña, sólo tenía un mes de antigüedad. Alice se la había dado sólo unos cuantos días antes... Oh. Quizá después de todo no era una suerte en absoluto. Alice sabía que la necesitaría. Quizá había tenido alguna oscura visión al respecto.

 

 

 

-          Aquí la tiene.

-          Su hija se le parece mucho — dijo J examinando la foto durante un momento y Jacke se puso tenso.

-          En realidad, se parece más a su madre.

-          Que no es esta mujer — y tocó el rostro de Bella.

 

 

 

Entrecerré los ojos y nuevas gotas de sudor brotaron de la frente brillante de J.

 

 

 

-          No. Son unos amigos muy cercanos a la familia.

-          Disculpe — masculló, y el bolígrafo comenzó a rascar el papel otra vez  —. ¿Para cuándo necesita en su poder los documentos?

-          ¿Puede conseguirlos en una semana?

-          Eso es un encargo muy apresurado. Costará el doble..., pero perdóneme de nuevo. Se me había olvidado con quién estaba hablando — estaba claro que conocía a Jasper.

-          Sólo deme una cifra.

 

 

 

Pareció dudar, aunque Jacob estaba seguro de que habiendo tratado con Jasper debía saber que el precio no sería un problema real para él. Ni siquiera había que considerar las abultadas cuentas que existían por todo el mundo con los diversos nombres de los Cullen: había suficiente dinero en metálico por toda la casa para mantener un país pequeño a flote durante toda una década. Esto le recordó los cientos de anzuelos que había en el fondo de los cajones de la casa de Billy. Dudaba que nadie hubiera notado el pequeño montoncito que había cogido para el día de hoy.

J escribió el precio en la parte inferior del bloc legal.

Asintío con calma. Había traído más que eso. Abrió su cartera de nuevo y contó la cantidad correcta, lo que le llevó muy poco tiempo porque llevaba los billetes agrupados con clips en grupos de cinco mil dólares.

 

 

 

-          Tenga.

-          Ah, Jacob, no tiene por qué darme toda la suma ahora. Es la costumbre que retenga la mitad para asegurarse la entrega

-          Pero yo confío en usted, J — le dijo sonriéndole al hombre con languidez — además, le daré una recompensa: la misma cantidad a la entrega de los documentos.

-          Eso no es necesario, se lo aseguro.

-          No se preocupe — le daba igual el dinero con tal de poder conseguir esos documentos  —. Así que, ¿nos vemos aquí la semana próxima a la misma hora?

 

 

 

El hombre le devolvió una mirada apenada.

 

 

 

-          En realidad, prefiero hacer este tipo de transacciones en lugares alejados de mis varios negocios.

-          Claro. Estoy seguro de que no estoy haciendo esto del modo que usted esperaba.

-          Estoy acostumbrado a no tener ningún tipo de expectativas en mis tratos con la familia Cullen — hizo una mueca y de inmediato recompuso el rostro  —. ¿Qué le parece si nos vemos en una semana a las ocho de la tarde en el Pacífico? Está en Union Lake y la comida es exquisita.

-          Perfecto.

 

 

 

Jacob se puso de pie y se dieron la mano de nuevo. Esta vez no se estremeció, pero parecía tener otra preocupación en la cabeza. Tenía la boca apretada y la espalda tensa.

 

 

 

-          ¿Tendrá algún problema con la fecha? — quiso saber el alfa.

-          ¿Qué? — alzó la mirada, cogido con la guardia baja por mí pregunta  —. ¿La fecha? Oh, no, no me preocupa en absoluto. Tendré sus documentos preparados a tiempo, sin lugar a dudas.

 

 

 

Habría sido estupendo tener a Edward allí con él, de modo que pudiera averiguar cuáles eran las preocupaciones reales de J en ese momento. Suspiró. Guardarle secretos a Edward ya le parecía bastante malo, pero estar separado de él era casi demasiado.

 

 

 

-          Entonces, nos vemos en el plazo de una semana.

 

 

 

_____________________

 

 

Jacob escuchó la música cuando apenas había salido del vehículo. Edward no había tocado el piano desde la noche en que se había ido Alice. Ahora, cuando cerró la puerta del automóvil, escucho la canción transformarse en una sintonía transitoria hasta convertirse en un tema que le había compuesto hace poco. Edward le daba la bienvenida a casa.

 

 

 

Se movió con lentitud mientras bajaba del auto. Al parecer Seth se había quedado en casa de Bill, porque había dicho que se iba a dar una vuelta con Sue. Mientras caminaba con lentitud hacia el hogar de los Cullen reconoció que la esperanza y la exaltación que percibía casi como un aura visible alrededor de la gran casa blanca y que había sentido por la mañana ahora le parecían como algo ajeno.

 

 

 

Le entraron ganas de llorar otra vez al escuchar a Edward interpretar una pieza para él, pero se recompuso. No quería que sospechara nada y tampoco dejar ningún tipo de pista en su mente que pudiera encontrar Aro.

Edward volvió la cabeza y sonrió cuando Jacob atravesó la puerta, pero siguió tocando.

 

 

 

-          Bienvenido a casa — dijo, como si fuese un día cualquiera y como si no hubiera otros doce vampiros en la habitación dedicados a actividades distintas y una docena más esparcidos por ahí — ¿todo bien con la manada?

-          Sí, siento haber tardado tanto. Sam quería saber bien como estaba la cosa. Aproveche para comprar algunos regalos de Navidad para los niños. No sé si será una celebración que merezca la pena, pero... — se encogió de hombros.

 

 

 

Las comisuras de los labios de Edward se volvieron hacia abajo. Dejó de tocar y le dio la vuelta al banquillo y se puso de pie de modo que lo enfrentó con su cuerpo. Jacob le puso una mano en la cintura y lo acercó a él.

 

 

 

-          No he pensado mucho en eso. Si de verdad deseas que lo celebremos...

-          No — le interrumpió y se encogió internamente ante la idea de intentar simular algún tipo de entusiasmo más allá del mínimo necesario  —. Pero tampoco me apetecía que se pasase sin darles algo.

-          ¿Me dejas verlo?

-          Si quieres... Es una fruslería sin importancia.

 

 

 

Los niños dormían en uno de los sofás de la sala. Al parecer el sueño los venció escuchando a su papi. Jacob tomo la bolsita de terciopelo de joyería en su bolsillo, pero sin abrirlo demasiado para que Edward no pudiera ver el dinero en metálico que aún llevaba él.

 

 

 

-          Lo encontré por casualidad en el escaparate de una tienda de antigüedades mientras conducía por ahí.

 

 

 

Puso dos pequeños guardapelos dorados en la palma de su mano. Eran redondos, con una esbelta guirnalda de pámpanos grabada alrededor del borde exterior del círculo. Edward abrió el pequeño pestillo y miró dentro de cada uno. Había un espacio para una foto pequeña y en el lado opuesto una inscripción en francés.

 

 

 

-          ¿Sabes lo que dice? — le preguntó en un tono diferente, más contenido que antes.

-          El dependiente me explicó que ponía algo así como «Más que mi propia vida». ¿Es correcto?

-          Sí, tiene razón.

 

 

 

Edward alzó sus ojos hacia su pareja, sondeándolo con su mirada del color de los topacios. Jacob se encontró con ella durante un momento, y después simuló haberse distraído con la televisión.

 

 

 

-          Espero que les guste — murmuró el alfa.

-          Claro que sí — repuso él con ligereza, casi de forma casual, y Jacob estuvo seguro en ese segundo de que sabía que le ocultaba algo. También estaba seguro de que no tenía idea de los detalles.

-          Vamos a llevarlos a casa — sugirió Jacob.

 

 

 

A Jacob le sorprendió ver lo difícil que resultaba regresar a una rutina que, después de todo, también era nueva, pero arrojar a la basura la pequeñísima esperanza que había estado atesorando hasta ese momento hacía que todo me pareciera imposible.

Intentó concentrarse en los aspectos más positivos. Había una buena posibilidad de que su hijos sobrevivieran a lo que se avecinaba, y Seth y Bella, también. Si tenían algún tipo de futuro, eso ya era en sí mismo una especie de victoria. Su pequeño bando sabría defenderse si ellos contaban con la oportunidad de huir en primer lugar. Sí, la estrategia de Alice sólo tendría sentido si en realidad íbamos a desarrollar una buena lucha. Así que también había allí una especie de victoria, considerando que los Vulturis no habían sido desafiados en serio durante milenios.

 

 

 

No iba a ser el fin del mundo, sólo el de los Cullen. El final de Edward y el Jacob, también. El lobo lo prefería así, al menos la última parte, de cualquier modo. No quería vivir sin Edward; si el vampiro tenía que abandonar este mundo, él iría justo detrás del hombre que amaba.

 

 

 

Jacob se preguntaba de vez en cuando si habría algo para ellos al otro lado. Sabía que Edward en realidad no lo creía así, pero Carlisle sí. Por otro lado, no era capaz de pensar que Edward dejara de existir en algún lugar o de algún modo. Si lograban estar juntos en algún sitio, el que fuera, entonces eso sería para él un final feliz.

Y así continuó el patrón de sus días, sólo que mucho más duro que antes.

 

 

 

Edward, los gemelos, Jacob y Seth fueron a ver a Bill el día de Navidad. La manada de Jacob al completo estaba allí, además de Sam, Emily y Sue. Era una gran ayuda tenerlos en las pequeñas habitaciones de Bill, con sus cuerpos grandes y cálidos rebosando los asientos y atestando las esquinas alrededor del árbol escasamente decorado (se podía ver con exactitud dónde su padre se había aburrido de colgar cosas y lo había dejado). Siempre se podía contar con los licántropos para que se pusieran a trajinar cuando se acercaba una lucha, no importaba lo suicida que fuera. La electricidad que desprendía su excitación ofrecía una corriente agradable capaz de disimular la profunda falta de ánimos de Edward

 

 

 

Los niños llevaban puesto el guardapelo que les había dado al amanecer y en el bolsillo de sus chaquetas el reproductor de MP3 que Edward les había regalado a cada uno, una cosa diminuta capaz de albergar cinco mil canciones, con todas sus favoritas. Cada uno llevaba en la muñeca la versión quileute intrincadamente trenzada de un anillo de compromiso. Edward había apretado los dientes al verlos, pero a Jacob no le molestó.

Pronto, demasiado pronto, le tendría que entregar a sus hijos a Seth y a Bella para que los pusieran a salvo. ¿Cómo podía incomodarle un símbolo del compromiso en el que tanto confiaba?

 

 

 

Edward los había salvado el día encargando un regalo para Bill también. Había aparecido la jornada anterior, con un correo especial urgente veinticuatro horas, y Bill se había pasado toda la mañana leyendo el grueso manual de instrucciones de su nuevo sistema de sónar para pesca.

Por el modo en que zampaban los hombres lobo, el almuerzo que había preparado Sue, Edward pensaba que debía estar muy bueno. Jacob se preguntó qué aspecto habría tenido la reunión para alguien que la contemplara desde fuera. ¿Estaban representando cada uno nuestro papel de manera lo bastante convincente? ¿Habría pensado un extraño que eran un feliz círculo de amigos, disfrutando el día de vacaciones con la alegría normal en estos casos?

 

 

 

Jacob creyó que tanto Edward como Seth se sintieron la mar de aliviados cuando llegó la hora de marcharse. A Seth le pareció extraño gastar energía en mantener la fachada aparente de humanidad, cuando había tantas otras cosas mucho más importantes que hacer. Le costaba trabajo concentrarse. Al mismo tiempo, ésta era quizás la última vez que vería a su madre y a lo mejor era algo positivo que estuviera demasiado aturdido para ser totalmente consciente de ello.

 

 

 

Había mucho silencio en el automóvil; fuera, la lluvia apenas se cernía como una neblina, justo en el borde entre el estado líquido y el hielo. Los gemelos estaban sentados en el regazo de Edward, jugando con sus guardapelos, abriéndolos y cerrándolos. Mientras Jacob conducía, imaginaba las cosas que le habría gustado decirle a Seth si no hubiera tenido que mantener sus palabras fuera de la cabeza de Edward.

 

 

 

Si alguna vez vuelven a estar seguros, llévaselos a Billy. Cuéntale a mi padre toda la historia. Dile lo mucho que lo he querido. Dile que fue el mejor de los padres. Dile que les haga llegar mi amor a mis hermanas, con todas mis esperanzas de que esté feliz y contenta... que yo ya estoy con mamá

 

 

 

Tendría que pasarle los documentos a Seth antes de que fuera demasiado tarde, y quería dejarle también una nota a Billy. Y una carta para Renesmee y otra a Elijah, algo que ellos pudieran leer cuando Edward y él no estuvieran para decirles por sí mismo cuánto los querían.

 

 

 

No había nada inusual en el exterior de la casa de los Cullen cuando aparcaron en el prado, pero se podía escuchar alguna clase de tenue alboroto en el interior: muchas voces murmuraban y gruñían a la vez. Sonaba con intensidad y de forma parecida a una discusión. Pudieron distinguir la voz de Carlisle y la de Amun con más frecuencia que las de los demás.

 

 

 

Jacob dejó el automóvil enfrente de la casa en vez de dar la vuelta e ir al garaje. Intercambio una mirada cautelosa con Edward antes de salir del vehículo.

La postura de Jacob cambió. Su rostro se tornó serio y precavido. Edward adivinó que ahora estaba en pleno estado Alfa. Obviamente, algo había ocurrido e iba a intentar conseguir la información que Sam y él podrían necesitar.

 

 

 

-          Alistair se ha ido — murmuró Edward conforme se apresuraba subiendo los escalones.

 

 

 

Dentro del salón se estaba produciendo una confrontación que tenía incluso apariencia física. Había un círculo de espectadores alineados contra las paredes, todos los vampiros que se nos habían unido menos Alistair y los tres implicados en la pelea. Esme, Kebi y Tía eran las más cercanas a los tres vampiros del centro; en mitad de la habitación, Amun siseaba a Carlisle y Benjamín.

Jacob endureció la mandíbula y se movió con rapidez para situarse al lado de Esme, arrastrando a Edward de la mano. Este apretó a los gemelos fuertes contra su pecho.

 

 

 

-          Amun, si quieres marcharte, nadie te obliga a quedarte — decía Carlisle con tranquilidad.

-          ¡Me estás robando la mitad de mi aquelarre, Carlisle! — chillaba Amun, apuntando con un dedo a Benjamín  —. ¿Ha sido por eso por lo que me has hecho venir? ¿Para robármelo? — Carlisle suspiró, y Benjamín puso los ojos en blanco.

-          Sí, claro, Carlisle emprende una lucha contra los Vulturis, pone en peligro a toda su familia, sólo para arrastrarme a mí a la muerte — repuso Benjamín con sarcasmo  —. Sé razonable, Amun. Yo siento la obligación de hacer lo correcto quedándome aquí y no me estoy uniendo a ningún otro aquelarre. Y tú puedes hacer lo que quieras, claro, como te ha señalado Carlisle.

-          Esto no va a terminar bien — gruñó Amun  —. Alistair es el único cuerdo de esta reunión. Todos deberíamos irnos tambien.

-          Mira a quién estás llamando cuerdo — murmuró Tía en un aparte en voz baja.

-          ¡Nos van a masacrar a todos!

-          No va a haber ninguna lucha — afirmó Carlisle con voz decidida.

-          ¡Eso es lo que tú dices!

-          Si eso sucede, siempre puedes cambiarte de bando, Amun. Estoy seguro de que los Vulturis apreciarán tu ayuda

-          Tal vez eso sea lo correcto — dijo Amun mirándolo desdeñosamente

-          Yo nunca te tomaría esto en cuenta, Amun — La respuesta de Carlisle fue cariñosa y sincera. Hemos sido amigos durante mucho tiempo, pero jamás te pediría que murieras por mí.

-          Pero te estás llevando a mi Benjamín contigo — La voz de Amun se mostró ahora más controlada. Carlisle puso su mano sobre el hombro de Amun y él se la sacudió de un tirón — Me quedaré, Carlisle, pero irá en contra tuya. Me uniré a ellos si ése es el único camino para poder sobrevivir. Todos son unos estúpidos si piensan que pueden enfrentarse a los Vulturis — los contempló con cara de pocos amigos, y después suspiró, miró a los gemelos y a Edward de mala manera y añadió en tono exasperado  —. Atestiguaré que los niños han crecido, porque eso no es más que la verdad. Cualquiera podría verlo.

-          Es lo único que hemos pedido.

-          Pero no va a ser eso lo único que consigas, según parece — dijo Amun haciendo una mueca mientras se volvía hacia Benjamín  —. Te he dado la vida y la estás desperdiciando.

 

 

 

El rostro de Benjamín se volvió más frío de lo que jamás lo había visto y su expresión contrastó de forma extraña con sus rasgos juveniles.

 

 

 

-          Es una pena que no pudieras sustituir mi voluntad con la tuya durante el proceso. Quizás entonces por fin habrías estado satisfecho conmigo.

 

 

 

Los ojos de Amun se entrecerraron. Le hizo un gesto brusco a Kebi y pasaron dando largas zancadas a nuestro lado en dirección a la puerta principal.

 

 

 

-          No se va a marchar — le dijo Edward a Jacob en voz baja  —, pero mantendrá aún más las distancias de aquí en adelante. No estaba mintiendo cuando hablaba de unirse a los Vulturis.

-          ¿Por qué se ha ido Alistair? — susurró Jacob.

-          No todo el mundo ve la situación en forma positiva. No ha dejado ni siquiera una nota. De sus rezongos cabe imaginar que considera inevitable la lucha. A pesar de su comportamiento, la realidad es que Carlisle le importa demasiado para alinearse con los Vulturis. Supongo que ha terminado decidiendo que era un peligro demasiado grande — Edward se encogió de hombros.

 

 

 

Aunque su conversación sólo se había desarrollado entre ellos, era evidente que todos habían podido escucharla. Eleazar contestó al comentario de Edward como si se hubiera estado dirigiendo a todos.

 

 

 

-          Lo que se podía deducir de sus quejas era algo más que eso. No hemos hablado mucho de la agenda de los Vulturis, pero a Alistair le preocupaba que los Vulturis no nos escucharían, con independencia de lo bien que fuéramos capaces de demostrar la inocencia de los Cullen. Está convencido de que encontrarán una excusa para salirse con la suya.

 

 

 

Los vampiros se miraron incómodos unos a otros. La idea de que los Vulturis pudieran manipular su propia ley sacrosanta para obtener sus objetivos no era una idea que les agradara. Sólo los rumanos mantuvieron la compostura, con sus medias sonrisas irónicas. Parecían divertidos de ver el esfuerzo que hacían los otros para pensar bien de sus viejos enemigos.

Comenzaron a la vez muchas discusiones en voz baja, pero Jacob escuchó la de los rumanos. Quizá porque Vladimir, el del pelo claro, continuaba lanzando miradas en su dirección.

 

 

 

-          Tengo la gran esperanza de que Alistair tenga razón en esto — le murmuraba Stefan  —. No importa el resultado de la contienda, el rumor se extenderá. Ya es hora de que nuestro mundo vea en lo que se han convertido los Vulturis. Nunca caerán mientras todos se crean esa tontería de que ellos son los custodios de nuestra forma de vida.

-          Al menos cuando nosotros gobernábamos, éramos honrados sobre lo que éramos — replicó Vladimir y Stefan asintió.

-          Nunca nos hicimos pasar por puros ni nos hicimos llamar santos.

-          Creo que ya ha llegado la hora de luchar — añadió Vladimir  —. ¿Cuándo crees que volveremos a encontrar unas fuerzas como las de ahora para resistir de verdad? ¿O una oportunidad mejor que ésta?

-          Nada es imposible. Quizás algún día...

-          Hemos estado esperando ya quince siglos, Stefan, y lo único que han hecho ha sido fortalecerse más y más con los años — Vladimir hizo una pausa y me miró de nuevo. No mostró sorpresa alguna cuando vio que Jacob también le observaba  —. Si los Vulturis ganan este conflicto, se marcharán más poderosos de lo que han venido, con nuevas conquistas que añadir a sus fuerzas. Piensa sólo en lo que esos lobos podrían aportarles — apuntó hacia el alfa con su barbilla  —. Y luego está el que mueve la tierra — Vladimir asintió en dirección a Benjamín, que se envaró. Casi todos estaban prestando atención a los rumanos, igual que Jacob  —. Con sus gemelos brujos no tendrían necesidad de la ilusionista ni de la que lanza descargas — y sus ojos se movieron hacia Zafrina y Kate. Luego Stefan miró en dirección a Edward — Y tampoco necesitan exactamente al lector de mentes, pero ya veo por dónde vas pero si a la escudo — y miro a Bella — si siendo mortal es tal poderosa, ¿te imaginas como será convertida? La verdad es que obtendrían mucho si ganaran esta vez.

-          Más de lo que podemos permitir que consigan, ¿no estás de acuerdo? — Stefan suspiró.

-          Creo que estoy de acuerdo. Y eso significa...

-          Que debemos plantarles cara mientras todavía quede esperanza.

-          Con que sólo los diezmáramos, incluso, si les pusiéramos al descubierto...

-          Entonces, algún día, otros terminarían el trabajo.

-          Y nuestra larga venganza podría cumplirse. Al fin — Sus ojos se encontraron durante un momento y entonces murmuraron al unísono — Parece la única manera.

-          Así que combatiremos — finalizó Stefan.

 

 

 

Aunque podía percibir que se sentían divididos entre el instinto de supervivencia y la venganza, la sonrisa que intercambiaron estaba llena de anticipación.

 

 

 

 — Lucharemos — remató Vladimir.

 

 

 

Jacob supuso que eso era algo bueno, ya que como Alistair, él estaba seguro de que no se podía evitar la batalla. En ese caso, la presencia de dos vampiros más en su lado podría ayudar, pero aun así la decisión de los rumanos no le agradaba.

 

 

 

-          Nosotros también tomaremos parte en la batalla — anunció Tía, con su voz habitualmente grave más solemne que nunca  —. Creemos que los Vulturis se sobrepasan en el ejercicio de su autoridad y no albergamos deseo alguno de pertenecerles — sus ojos se dirigieron a su compañero — Benjamín sonrió con amplitud y lanzó una mirada picara hacia los rumanos.

-          Por lo que parece, soy una mercancía de interés, así que tendré que luchar por ganar el derecho a ser libre.

-          Ésta no será la primera vez que haya peleado para defenderme del dominio de un rey — comentó Garrett en tono de broma. Caminó hacia delante y le dio una palmada en la espalda a Benjamín  —. Aquí hablamos de defender la libertad contra la opresión.

-          Nosotras estaremos al lado de Carlisle — expuso Tanya  —. Y combatiremos con él.

-          Y yo — dijo Bella mirando a Jacob y Edward — no dejare sola a mi familia

 

 

 

El pronunciamiento de los rumanos parecía haberles hecho sentir a los demás la necesidad de hacer sus propias declaraciones.

 

 

 

-          Nosotros no nos hemos decidido — admitió Peter. Miró hacia abajo, hacia su pequeña compañera; la expresión de los labios de Charlotte era de insatisfacción. Parecía como si ya hubiera tomado su decisión. Jacob se preguntó cuál era.

-          Lo mismo digo — dijo Randall.

-          Y yo — añadió Mary.

-          Las dos manadas lucharán junto a los Cullen — aseguró Jacob de repente  —. No nos dan miedo los vampiros — agregó con una sonrisita de suficiencia.

-          Excepto Edward cuando te manda a dormir a la sala — dijo Emmett y todos rieron a carcajadas cuando el alfa beso la mejilla de su compañero

-          Qué niños — murmuró Peter.

-          Infantiles — le corrigió Randall y Jacob sonrió de forma provocadora.

-          Bueno, yo estoy en ello, también — dijo Maggie, desprendiéndose con una sacudida de la mano de Siobhan, que la sujetaba  —. Sé que la verdad está del lado de Carlisle, y eso no lo puedo ignorar.

 

 

 

Siobhan miró fijamente al miembro más joven de su aquelarre con ojos preocupados.

 

 

 

-          Carlisle — dijo ella como si estuvieran a solas, ignorando el ánimo de repente formal de la reunión, y el arrebato imprevisto de declaraciones  —, no quiero que esto termine en lucha.

-          Ni yo tampoco, Siobhan. Ya sabes que es lo último que deseo — se sonrió a medias  —. Quizás podrías concentrarte en mantener la paz.

-          Ya sabes que eso no ayudaría — dijo ella.

 

 

 

Jacob recordó la discusión de Rose y Carlisle sobre la líder irlandesa. Carlisle creía que Siobhan tenía un sutil pero poderoso don para hacer que las cosas sucedieran según su voluntad, aunque ella fuese la primera en no creérselo.

 

 

 

-          No hará daño — dijo Carlisle y Siobhan puso los ojos en blanco.

-          ¿Qué visualice el resultado que deseo? — preguntó ella con sarcasmo.

-          Si no te importa — dijo Carlisle quien sonreía ahora de forma abierta.

-          Entonces no habría necesidad de que mi aquelarre se pronunciara, ¿no? — replicó ella  —. Ya que no habría posibilidad de lucha.

 

 

 

Puso la mano en el hombro de Maggie, acercando a la niña hacia sí. El compañero de Siobhan, Liam, permaneció en silencio e inexpresivo. Casi todo el mundo en la habitación pareció confundido por el intercambio claramente jocoso entre Carlisle y Siobhan, ya que no se lo explicaban.

Ése fue el final dramático de los discursos por esa noche. El grupo se dispersó poco a poco, algunos para cazar, otros para pasar el tiempo con los libros, las televisiones o los ordenadores de Carlisle.

 

 

 

Edward, los gemelos y Jacob fueron a cazar y Seth los acompañó.

 

 

 

-          Estúpidas sanguijuelas — masculló Seth para sí mismo cuando salieron de la casa  —. Se creen tan superiores... — y resopló.

-          Se van a quedar pasmados cuando los «infantiles» les salven sus vidas superiores, ¿no? — dijo Edward.

-          Diablos, sí, ya lo creo — dijo Seth sonriendo y le dio un puñetazo amistoso.

 

 

 

Ésa no fue su última cacería. Salieron de caza una vez más, cerca ya de la fecha en la que se esperaba la llegada de los Vulturis. Como el momento definitivo no era nada preciso, estaban planeando quedarse unas cuantas noches fuera, sólo por si acaso, en el gran claro, el que usaban para jugar al béisbol y Alice había distinguido en su visión. Todos sabían que vendrían el día en que la nieve cubriera el suelo por primera vez. No querían que los Vulturis se acercaran mucho a la ciudad y Demetri los llevaría con facilidad adonde se encontrasen. Jacob se preguntó a quién rastrearía, y adivinó que sería a Edward, ya que a él no lo conocía.

 

 

 

Jacob por su lado pensó en Demetri mientras cazaba, prestándole poca atención a su presa o a los copos de nieve volantes que finalmente habían aparecido pero que se derretían antes de tocar el suelo rocoso. ¿Podría Demetri rastrear la manada? ¿Y a Bella? ¿Qué decisión tomaría al respecto? ¿Y Aro? ¿O es que estaba equivocado? Había esas pequeñas excepciones a las que Bella podía resistir, aquellos caminos alrededor de su escudo. Todo cuanto estaba fuera de su mente era vulnerable... abierto a las cosas que Jasper, Alice y Benjamín podían hacer. Quizá también el talento de Demetri trabajaba de una forma algo distinta.

 

 

 

Cuando regresaron a la cabaña, tenía una visita inesperada.

 

 

 

-          Bella ¿Qué paso? — preguntó Edward en voz baja, mientras cargaba a una dormida Renesmee y Jacob con los ojos barriendo el bosque que los rodeaba, buscando un posible peligro, con Elijah en la misma situación que su hermana.

-          Todo está bien — dijo Bella mordiéndose el labio inferior — solo… quisiera hablar con…, bueno, con ambos

-          ¿Qué les parece si acostamos primero a los gemelos? — dijo Edward

-          Los espero… por allá — dijo señalando unos troncos caídos no muy lejos

 

 

 

La pareja entro en silencio y acostaron a los niños, después de arroparlos fueron a la sala. Edward iba salir del lugar cuando un brazo en su cintura lo detuvo.

 

 

 

-          Llámame inseguro — susurro Jacob atrayéndolo hacia él — pero quiero que no olvides ni por un segundo que te amo — y Edward sonrió — eres mi mundo entero

-          Y tú el mío — susurro el vampiro antes de besarlo — y nada ni nadie cambiara eso

 

 

 

 


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