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Juntos por Liss83

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Pensó que ese hurto pasaría desapercibido con mucha más facilidad en aquel dormitorio que en cualquier otro, pues todos se entristecían al pasar por allí. Metió en la mochila el sobre con el carné de conducir y los pasaportes falsos encima del dinero. Luego, se sentó en la esquina de la cama de Alice y Jasper y contempló el insignificante paquete. Eso era cuanto podía darles a sus hijos y a sus mejores amigos para que salvaran la piel. Se dejó caer hacia el poste de la cama, vencido por la impotencia.

Pero ¿qué otra cosa podía hacer?

 

 

 

Permaneció sentado y con la cabeza gacha durante varios minutos antes de que se le ocurriera el atisbo de una idea.

Si...

Si daba por bueno que Seth, Bella y los gemelos iban a escapar, eso equivalía a asumir que Demetri tenía que morir. Y este hecho concedía un cierto respiro a los posibles supervivientes, Alice y Jasper incluidos.

En tal caso, ¿por qué no iban a ayudar a Seth, Bella y a sus hijos? Elijah y Renesmee gozaría de la mejor protección imaginable si se reunían y no había motivo alguno para que eso no ocurriera, salvo por el hecho de que los gemelos y el licántropo eran puntos ciegos para Alice. ¿Cómo podía ella empezar a buscarlos?

 

 

 

Le estuvo dando vueltas durante unos segundos antes de salir de la estancia en dirección al dormitorio de Carlisle y Esme. Como de costumbre, el escritorio de Esme estaba abarrotado de planos y guías, todo apilado en cuidados y altos montones. Encima de la superficie de trabajo tenía varios compartimentos, uno de los cuales estaba destinado a los útiles de papelería. Tomó del mismo una hoja en blanco de papel y un bolígrafo.

Entonces se quedó mirando a la marfileña página en blanco durante sus buenos cinco minutos, concentrándose en su decisión. Alice tal vez no podría ver a Seth o a los gemelos, pero sí podía verlo a él desde que imprimo a Edward. La visualizo contemplando este momento, esperando con nerviosismo que no estuviera demasiado ocupada para prestar atención.

 

 

 

Lenta, deliberadamente, escribía las palabras «RIO DE JANEIRO» ocupando toda la página.

Río le parecía el mejor lugar para indicarles: estaba muy lejos de aquí, Alice y Jasper ya se encontraban en Sudamérica según nuestras últimas informaciones y no es que sus viejos problemas hubieran dejado de existir porque los de ahora fueran peores: todavía quedaba el misterio del futuro de los gemelos, el terror de la celeridad de su crecimiento. Él y Edward se habrían dirigido hacia el sur de todas formas. Ahora el trabajo de Seth y Bella, y con suerte el de Alice, sería rastrear las leyendas.

 

 

 

Inclinó la cabeza ante una necesidad repentina de sollozar, apretando los dientes. Era mejor que Renesmee y Elijah continuara sin él, pero ya los echaba tanto de menos que apenas podía soportarlo.

Inhaló un gran trago de aire y puso la nota al fondo de la mochila donde pronto la podría encontrar Seth. Cruzo los dedos para que Seth al menos hubiera escogido el castellano como asignatura optativa, ya que era poco probable que en su instituto se impartiera el portugués.

 

 

No quedaba ya nada, salvo esperar.

 

 

 

__________________

 

 

 

Durante dos días, Edward y Carlisle permanecieron en el claro donde Alice había visto llegar a los Vulturis. El mismo lugar donde se produjo la matanza de los neonatos de Victoria. Bella se preguntó si Carlisle sentiría la situación como algo repetitivo, como un déjà — vu.

Imaginaban que los Vulturis estarían rastreando a Edward o a Carlisle. Jacob si preguntaba si les sorprendería que su presa no huyera. ¿Les haría esto comportarse de un modo más cauteloso? Por lo que sabía de los antiguos, no se le pasaba por la cabeza que los Vulturis sintieran ni siquiera una necesidad lejana de ser prudentes.

 

 

 

Jacob se quedó con Edward, ya que sólo les restaban unas cuantas horas para permanecer juntos. No habían tenido una gran escena de despedida, ni habían planeado ninguna, ya que ponerlo en palabras habría supuesto convertirlo en algo definitivo. Habría sido como mecanografiar la palabra «Fin» en la última página de un manuscrito. Así que no se dijeron adiós y se mantuvieron uno muy cerca del otro, casi tocándose. Cualquiera que fuera el final que les aguardaba, no los encontraría separados.

 

 

 

Colocaron una tienda para los gemelos y Bella a unos cuantos metros dentro del bosque para protegerlos, y tuvieron una sensación más de déjà — vu cuando se vieron de nuevo acampando en aquel ambiente frío con Bella. Era casi imposible creer cómo habían cambiado las cosas desde el pasado junio. Hacía siete meses, su triángulo amoroso parecía no tener solución, tres clases diferentes de corazones rotos que no se podían evitar. Ahora todo estaba equilibrado a la perfección. Resultaba terriblemente irónico que las piezas del rompecabezas hubieran encajado por fin justo a tiempo de ser destruidas para siempre.

 

 

 

Comenzó a nevar de nuevo la noche anterior a Nochevieja. Esta vez, los pequeños copos de nieve no se disolvieron en el suelo pedregoso del claro. Mientras Seth, Bella y los gemelos dormían, con el primero roncando tan sonoramente que Edward se preguntaba cómo era que los otros tres no se despertaban, la nieve creó primero una delgada película de hielo sobre la tierra y luego fue engrosándose capa tras capa. Cuando el sol se alzó, la escena de la visión de Alice se mostró al completo. Jacob y Edward, tomados de la mano, miraban a través del relumbrante campo blanco y ninguno de los dos dijo una palabra.

 

 

 

A lo largo de la mañana, temprano, los demás fueron reuniéndose. Llevaban en los ojos una muestra muda de sus preparativos, unos de un claro color dorado, otros de un escarlata intenso. Justo después de que se reunieran todos, escucharon a los lobos desplazándose por el bosque. Jacob entro a la tienda, beso a sus hijos dejándolos dormir un poco más, y al salir beso apasionadamente a Edward.

 

 

 

Esmes y Carlisle estaban disponiendo a los otros en una formación abierta, con los testigos alineados a los lados, como si estuvieran en un museo.

Edward lo observaba todo a distancia, esperando al lado de la tienda a que se despertara los gemelos. Cuando lo hicieron, los ayudó a vestirse con las ropas les había visto usar en la visión de Alice. Jacob pensó que los vestidos que parecían recargados y de acuerdo con sus géneros, pero tenían la suficiente resistencia como para no estropearse; incluso aunque alguien los fuera a llevar montado encima de un hombre lobo gigante a través de un par de estados. Sobre la chaqueta, les puso una mochila de cuero negro con los documentos a cada uno, el dinero y sus notas de cariño para ellos y Bella, Seth, Bill y sus hermanas. Ya tenían suficiente fuerza para que no les molestara y pudieran llevarlas con comodidad.

Elijah abrió los ojos como platos cuando leyó la agonía que mostraba el rostro de su padre. Pero Renesmee ya había adivinado lo suficiente para no preguntar qué estaba haciendo.

 

 

 

-          Los quiero — le dijo  —, más que a nada en el mundo.

-          Yo también te quiero, papá — contestó ella, y tocó el guardapelo que llevaba al cuello, en el que había una pequeñísima foto suya, con Elijah, Edward y él  —. Siempre estaremos juntos.

-          Sí, siempre estaremos juntos en nuestros corazones — le corrigió con un susurro tan bajo como un suspiro  —, pero cuando hoy llegue el momento, tienen que dejarnos… — y miro a Elijah — los dos.

 

 

 

Sus ojos se les abrieron aún más y Renesmee le puso la mano en la mejilla. Su silenciosa negativa fue más fuerte que si la hubiera proclamado a gritos.

Jacob luchó para tragar saliva, pero sentía la garganta hinchada.

 

 

 

-          ¿Lo harán por mí? ¿Por favor?

 

 

 

Elijah apretó los dedos con más fuerza contra la cara del moreno.

 

 

 

“¿Por qué?”

-          No te lo puedo decir — le susurró  —, pero pronto lo entenderás. Te lo prometo.

 

 

 

En su cabeza Jacob vio el rostro de Seth y Bella.

Y Jacob asintió, y después les apartó los dedos.

 

 

 

-          No lo pienses — le susurró al oído — Ninguno. Y no le digan nada ni a Seth ni a Bella hasta que les pida que huyan, ¿sí?

 

 

 

Eso sí que lo entendieron. Y asintieron, también.

Sacó del bolsillo el último detalle.

Mientras empaquetaba las cosas de los gemelos, una chispa inesperada de color había captado su atención. Un rayo casual de sol a través de una claraboya incidió sobre las joyas de aquella antiquísima y preciosa caja que había colocado en lo más alto de una estantería, en una esquina protegida. Lo consideró durante un momento y luego se encogió de hombros.

 

 

 

Una vez recogidas y ordenadas las pistas de Alice, no podía esperar que la confrontación que se avecinaba pudiera resolverse de forma pacífica, pero... ¿Por qué no intentar empezar las cosas lo más amigablemente posible?, se preguntó. ¿Es que podía eso hacer daño? Así que debía de atesorar aún algo de esperanza, una esperanza ciega y sin sentido, porque subió por las baldas de la estantería hasta recoger de allí el regalo de Aro.

Y ahora le estaba abrochando la gruesa cadena de oro alrededor del cuello de Edward y este sintió el peso del enorme diamante anidado en el hueco de su garganta.

 

 

 

-          Qué bonito — susurró Renesmee y entonces deslizó los brazos alrededor del cuello de Jacob como un torno de banco. El lobo la estrechó contra su pecho, luego tomo a Elijah y entrelazados de esta manera, los sacó de la tienda hacia el claro.

 

Edward alzó una ceja cuando su familia se aproximó, pero no hizo comentario alguno sobre su accesorio ni el de sus hijos, como tampoco dijo nada cuando Jacob se atribuyó la tarea de prepararlos ese día. El alfa tomó a Renesmee en brazos pasó los brazos al alrededor de Edward, quien cargaba a Elijah y los abrazó con fuerza durante un momento muy largo, y luego, con un profundo suspiro, soltó a Edward y a su hijo. Ninguno pudo distinguir ningún tipo de adiós en los ojos contrarios. Quizá tenían más esperanza de que hubiera algo después de esta vida de la que había sentido hasta ahora.

 

 

 

Se colocaron en sus puestos, y Renesmee subió ágilmente hasta la espalda de Edward para dejarle las manos libres, mientras Jacob se convertía en lobo, y Elijah subió a su espalda. Bella estaba a unos cuantos pasos detrás de la línea frontal compuesta por Carlisle, Edward, Emmett, Rosalie, Tanya, Kate y Eleazar. Muy cerca estaban Benjamín y Zafrina, ya que el trabajo de la chica consistía en protegerles tanto como fuera capaz: eran sus mejores armas ofensivas. Si los Vulturis no podían verlos, aunque fuera durante unos cuantos momentos, eso podría cambiarlo todo.

 

 

Zafrina mostraba un aspecto rígido y fiero, con Senna casi como una imagen especular a su lado. Benjamín estaba sentado en el suelo, con las palmas presionando el suelo y mascullando en silencio sobre líneas de falla. La última noche había acumulado pilas de losas de piedra en posiciones que parecían naturales, y que ahora estaban cubiertas por la nieve en toda la parte de atrás del prado. No eran suficientes para herir a un vampiro, pero sí para distraerlos.

 

 

 

Los testigos se concentraban a la izquierda y derecha, unos más cerca que otros, ya que los que se habían declarado a favor de los Cullen tenían posiciones más próximas. Jacob notó cómo Siobhan se frotaba las sienes, con los ojos cerrados en plena concentración, ¿le estaba siguiendo la corriente a Carlisle? ¿O intentaba visualizar una solución diplomática?

En los bosques a sus espaldas, los lobos invisibles estaban quietos y preparados; sólo escuchaban su pesado jadeo y el latido de sus corazones.

 

 

 

Las nubes se espesaron, difundiendo una luz que tanto podía ser de la mañana como de la tarde. Los ojos de Edward se entrecerraron y mientras sometía a escrutinio lo que tenían delante, visualizando la escena por segunda vez, ya que la primera había sido cuando leyó en la mente de Alice. Todo debía de tener el mismo aspecto que cuando llegaron los Vulturis, así que sólo les quedaban minutos o segundos.

La familia y aliados se prepararon.

 

 

 

Dos enorme lobos, aparecieron de entre el bosque y se colocaron al lado de su alfa, quien estaba al lado de Edward. Era demasiado duro para ellos mantenerse a esa distancia de su imprimación cuando ellos estaban en un peligro tan inmediato.

Elijah se estiro para entrelazar los dedos en el pelo sobre la enorme paletilla de Seth y su cuerpo se relajó un poco. Se encontraba más tranquilo cuando Seth estaba cerca, y Jacob también se sintió algo mejor. Todo saldría bien mientras Seth y Bella estuvieran junto a los gemelos.

 

 

 

Sin arriesgarse a echar una mirada a sus espaldas, Edward se volvió hacia donde Jacob estaba. Alargo su brazo para acariciar su pelaje, como si unieran sus manos. Pasó lentamente otro minuto y se descubrió aguzando el oído para escuchar el sonido de alguien aproximándose.

Y entonces Edward se envaró y siseó bajo entre sus dientes apretados. Sus ojos se concentraron en el bosque justo al norte del sitio en el que estaban. Todos siguieron la dirección de su mirada y clavaron allí los ojos.

Esperaron de esa manera a que transcurrieran los últimos segundos.

 

 

 

Llegaron con gran pompa y aureolados por una belleza singular.

Aparecieron alineados en una formación rígida y formal, pero no se trataba de una marcha a pesar de lo conjuntado de su avance. Pasaban entre los árboles en perfecta sincronía, como una procesión de sombras negras suspendidas a pocos centímetros del suelo cubierto de nieve, de ahí ese desplazamiento suyo tan desenvuelto.

 

 

 

Las posiciones en las zonas exteriores del destacamento estaban ocupadas por miembros equipados con ropajes grises, pero la tonalidad se iba oscureciendo hasta llegar al más intenso de los negros en el centro de la formación. Era imposible verles los rostros, ensombrecidos y ocultos por las capuchas. El tenue roce de las pisadas parecía música debido a la regularidad de la cadencia, era un latido de ritmo intrincado que no mostraba ninguna vacilación.

 

 

 

No se logró ver la señal a cuya orden se desplegó la formación, tal vez porque no hubo indicación alguna, sino milenios de práctica. Realizaron el movimiento con elegancia, pero fue demasiado rígido y agarrotado como para recordar la apertura de los pétalos de una flor, a pesar de que el colorido sugería tal semejanza. Se parecía más al despliegue de un abanico, grácil, pero muy angulado. Las grises figuras encapotadas se replegaron a los flancos mientras las de vestiduras más oscuras avanzaron por el centro con movimientos muy precisos y esmerados.

Progresaron con deliberada lentitud, sin prisa ni tensión ni ansiedad.

Era el paso de los invencibles.

 

 

 

La escena le recordaba demasiado a la vieja pesadilla de Jacob, salvo su deseo de verles las caras y descubrir en ellos las sonrisas de la venganza. Los Vulturis se habían mostrado demasiado disciplinados hasta aquel momento, como si quisieran no evidenciar emoción alguna. No demostraron asombro ni consternación ante el grupo de vampiros que los esperaba, una camarilla que de pronto, y en comparación, parecía desorganizada y falta de preparación. Tampoco se sorprendieron al ver al lobo gigante situado en el centro de la formación.

 

 

 

Eran treinta y dos los miembros de la delegación italiana, y eso sin contar a las dos figuras de capas negras y aspecto frágil que merodeaban en la retaguardia. Parecían las esposas. Lo protegido de su posición sugería que no iban a participar en el ataque. Aun así, sobrepasaban en número al clan de la península de Olimpic y sus amigos. Estos seguían siendo diecinueve combatientes y siete testigos que iban a presenciar cómo los hacían puré. Los tenían en sus manos incluso contando con el concurso de los diez lobos.

 

 

 

-          Se acercan los casacas rojas, se acercan los casacas rojas — musitó Garrett para el cuello de su camisa antes de soltar una risa entre dientes y acercarse un paso a Kate.

-          Así que han venido — comentó Vladimir a Stefan con un hilo de voz.

-          Ahí están las damas, y toda la guardia — contestó Stefan, siseando  —. Míralos, todos juntitos. Hicimos bien en no intentarlo en Volterra.

 

 

 

Y entonces, mientras los Vulturis avanzaban con paso lento y majestuoso, como si esos efectivos no bastasen, otro grupo comenzó a ocupar las posiciones de retaguardia en el claro.

Aquella oleada de vampiros parecía no tener fin y una miríada de emociones les alteraba los semblantes, la viva antítesis de los rostros disciplinados e inexpresivos de la guardia de los Vulturis. Al principio, reinó entre los recién llegados la sorpresa y una cierta ansiedad al descubrir una inesperada fuerza de combate a la espera, pero esa preocupación pasó enseguida y se sintieron seguros gracias a la superioridad numérica y a su posición en retaguardia, detrás de la imbatible tropa de los Vulturis. Las facciones de los vampiros recuperaron la compostura y el gesto que tenían antes de haber visto a los lugareños.

 

 

 

Los rostros eran tan transparentes que resultaba fácil comprender su disposición de ánimo. Ese gentío airado era presa del frenesí y todos reclamaban justicia. Jacob no había comprendido que el tema de los niños inmortales levantaba ampollas entre los hijos de la noche hasta que estudió aquellos semblantes.

 

 

 

Esa horda alterada y caótica de cuarenta y tantos vampiros eran los testigos de los Vulturis, los encargados de extender la buena nueva de que se había erradicado el crimen una vez que lo criminales estuvieran muertos y también de atestiguar que los cabecillas italianos se habían limitado a actuar con imparcialidad. La mayoría parecía albergar cierta esperanza no sólo de presenciar la masacre, sino también de participar a la hora de desmembrarlos y quemarlos.

Era más que obvio que lo Cullen no iban a durar ni un padrenuestro. Incluso aunque se las ingeniaran para neutralizar las ventajas de los Vulturis, ellos los podrían aplastar por el simple empuje físico de sus cuerpos. Incluso aunque mataran a Demetri, Seth no iba a ser capaz de dejar atrás a todos ellos. La desesperación flotaba en el ambiente más que nunca

 

 

 

Un vampiro de la fuerza enemiga parecía no pertenecer a ninguno de los bandos. Edward Identifico a Irina mientras ella dudaba entre las dos compañías con una expresión diferente a la de todos los demás. No apartaba la mirada horrorizada de la posición de Tanya, situada en primera línea. Edward profirió un gruñido bajo pero elocuente.

 

 

 

-          Alistair estaba en lo cierto — avisó a Carlisle.

-          ¿Que Alistair tenía razón...? — inquirió Tanya en voz baja.

-          Cayo y Aro vienen a destruir y aniquilar — contestó Edward con voz sofocada. Habló tan bajo que sólo fue posible oírle en su bando  —. Han puesto en juego múltiples estrategias. Si la acusación de Irina resultara ser falsa, llegan dispuestos a encontrar cualquier otra razón por la que cobrarse venganza, pero son de lo más optimistas ahora que han visto a los gemelos. Todavía podríamos hacer el intento de defendernos de los cargos amañados, y ellos deberían detenerse para saber la verdad de ellos — luego, en voz todavía más baja, agregó — : Pero no tienen intención de hacerlo.

 

 

 

Jacob jadeó, malhumorado.

La procesión se detuvo de sopetón al cabo de dos segundos y dejó de sonar la suave música producida por el roce de los movimientos sincronizados. La disciplina sin mácula se mantuvo inalterable y los Vulturis permanecieron firmes y completamente inmóviles a unos cien metros de la posición del otro bando.

 

 

 

Se escucharon el latido de muchos corazones enormes, más cerca que antes, en la retaguardia y a los lados. Esmes arriesgo a mirar por el rabillo del ojo a derecha e izquierda para averiguar qué había detenido el avance de los Vulturis.

Los licántropos se habían unido.

 

 

 

Los lobos adoptaron posiciones a cada extremo de la desigual línea de los Cullen, adoptando sendas formaciones alargadas en los flancos. Se percató en un instante de que había más de diez lobos. Bella identifico a los ya conocidos y supo que había otros a los que no había visto nunca. Dieciséis licántropos distribuidos de forma equitativa en los lados, diecisiete si contaban a Jacob. La altura y el grosor de las garras hablaban bien a las claras de la juventud de los recién llegados; eran muy, muy jóvenes. Era obvio que la explosión demográfica de los hombres lobo era inevitable con tanto vampiro suelto pululando por los alrededores.

 

 

 

Iban a morir más niños con aquella decisión. Se preguntó por qué Sam había permitido aquello y luego comprendió que no le quedaba otro remedio. Si un solo licántropo luchaba a favor de los Cullen, los Vulturis se asegurarían de rastrearlos y perseguirlos a todos. Se jugaban el futuro de su especie en ese envite.

E iban a perder.

 

 

 

De pronto, Bella se enfadó, y más que eso, se apoderó de ella un instinto homicida que disipó por completo su absoluta desesperación. Defendería a Renesmee contra todo y contra todos, sin importar las apariencias y a pesar de ser solo una humana. Un tenue fulgor rojizo realzo el perfil de las sombrías siluetas que tenía delante de ella. En ese momento, únicamente deseaba contar con la oportunidad de hundir algún arma en ellas, desmembrarlas y apilar las extremidades para prenderles fuego. Estaba tan enloquecida que no habría vacilado en bailar alrededor de la pira mientras se tostaban vivos y habría reído de buena gana conforme se convertían en cenizas. Curvó hacia atrás los labios en un gesto automático y profirió por la garganta un feroz gruñido que nacía en el fondo de su estómago. Comprendió que las comisuras de sus labios se habían curvado en una sonrisa. Tal vez no era un vampiro, pero defendería a quienes amaba como tal. Junto a ella, Zafrina y Senna corearon si rugido ahogado. Edward acariciaba a Jacob como si estuvieran tomados de la mano

 

 

 

Casi todos los rostros de los Vulturis continuaban impasibles. Sólo dos pares de ojos traicionaban esa aparente indiferencia. Aro y Cayo, en el centro del grupo y cogidos de la mano, se habían detenido para evaluar la situación. La guardia al completo los había imitado y se habían detenido a la espera de que dieran la orden de matar. Los cabecillas no se miraban entre sí, pero era obvio que se hallaban en permanente contacto. Marco tocaba la otra mano de Aro, pero no parecía tomar parte en la conversación. No tenía una expresión de autómata, como la de los guardias, pero se mostraba casi inexpresivo. Al parecer se encontraba completamente hastiado.

 

 

 

Los testigos de los Vulturis inclinaron el cuerpo hacia delante, con las miradas clavadas en Renesmee y Elijah, pero continuaron en las lindes del bosque, dejando un amplio espacio de maniobra entre ellos y los soldados. Irina asomó la cabeza por encima de los Vulturis, a escasos metros de las dos ancianas de cabellos canos, piel pulverulenta y ojos vidriados, y de los dos ciclópeos guardaespaldas.

Una mujer envuelta en una de las capas de un tono de gris más oscuro se había situado detrás de Aro. Bella no podía estar segura del todo, pero daba la impresión de que le estaba tocando la espalda. ¿Era ése el otro escudo, Renata? Se preguntó si ella sería capaz de rechazarla.

No obstante, no iba a desperdiciar su vida intentando tumbar a Cayo y Aro. Había otros objetivos más importantes.


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