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Juntos por Liss83

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El descontento de la tropa se expresó con gruñidos y siseos de protesta, y la reacción fue más ostensible que en la ocasión anterior.

 

 

 

-          Amo — susurró con ansiedad Renata, siempre cerca de su maestro.

-          No temas, querida — repuso él  —. Todo está en orden.

-          Quizá deberían acompañarte algunos miembros de tu guardia — sugirió Edward  —. Eso haría que el resto se sintiera más cómodo.

 

 

 

El líder Vulturis asintió como si esa sabia observación debiera habérsele ocurrido a él. Chasqueó los dedos un par de veces.

 

 

 

-          Félix, Demetri.

 

 

 

Los dos vampiros se situaron a su lado en un abrir y cerrar de ojos. No habían cambiado nada desde su último encuentro. Ambos eran altos y de pelo oscuro. Demetri era duro y afilado como la hoja de una espada; Felix, corpulento y amenazador como una garrota con púas de acero.

Los cinco se detuvieron a mitad de camino.

 

 

 

-          Jacke, ven con los gemelos — pidió Edward  —, y algunos amigos...

 

 

 

Jacob respiró hondo. Se le agarrotó el cuerpo como síntoma de su oposición a la perspectiva de llevar a sus cachorros al centro del conflicto, pero confiaba en Edward. Él sabría si Aro planeaba alguna traición sobre ese punto.

El cabecilla Vulturis había llevado tres protectores a esa conferencia al más alto nivel, por lo que el alfa decidió hacerse acompañar por otros dos. Los eligió en menos de un segundo. Seth sintió el pedido de su amigo en su mente y dio un paso al frente. Jacob se acercó a Emmett, quien se moría de ganas de ir, y lo empujo suavemente con la cabeza

 

 

 

Ambos flanquearon al alfa mientras cruzaba el campo. Se levantó otro runrún de descontento entre las filas de la guardia en cuanto vieron las elecciones del lobo. Era obvio que no confiaban en los hombres lobos. Aro alzó una mano para acallar de nuevo las protestas.

 

 

 

-          Tienes unas compañías de lo más interesantes — le comentó Demetri a Edward en un cuchicheo.

 

 

 

El interpelado no le respondió, pero Jacob dejó escapar entre los dientes un sordo gruñido.

Se detuvieron a unos pocos metros de Aro. Edward se deshizo del brazo de Aro y se unió a su familia con rapidez, colocando su mano sobre el cuello de su pareja. Se produjo un momento de silencio cuando se encontraron unos frente a otros. Felix lo miro con curiosidad

 

 

 

Aro ladeó la cabeza con expresión fascinada.

 

 

 

-          Escucho el latido de sus extraños corazones — murmuró con una nota musical en la voz  —. Huelo sus extraños efluvios — luego, volvió hacia Jacob sus ojos brumosos  —. Una unión bastante interesante. ¿Le gustó mi regalo, señor… Cullen? — inquirió cuando fijó la mirada en el collar que llevaba Edward.

-          Es señor Black — corrigió Edward — yo tome su apellido. Y en cuanto al regalo, es hermoso y muy, muy generoso de tu parte. Gracias. Tal vez debí enviarte una nota de agradecimiento y corrección del pequeño error.

 

 

 

Aro se echó a reír, encantado.

 

 

 

-          Entiendo. Sólo era una chuchería que tenía por ahí. Me pareció un adorno adecuado para el rostro de tu compañero, jamás pensé que se viera mejor en ti.

 

 

 

Se produjo un siseo en el centro de la línea de los Vulturis. Jacob alzo la cabeza para mirar por encima del hombro de Aro. Mmm. Al parecer, Jane no estaba muy contenta con la idea de que su señor le hubiera enviado un presente.

Aro carraspeó para atraer la atención de este.

 

 

 

-          ¿Puedo saludar a tus hijos, querido Edward? — preguntó con dulzura.

 

 

 

Jacob se obligó a recordar que esto era lo que habían estado esperando. Hizo frente a la urgencia de dar media vuelta y huir con los gemelos. En vez de eso, se adelantó dos pasos. El escudo de Bella se retrajo, como una capa que protegía al resto de la familia y dejaba expuesto a los niños. La sensación era espantosa.

El anciano se reunió con Jacob y los gemelos, radiante.

 

 

 

-          Un lobo… es tu pareja — dijo Aro son los ojos brillándoles

-          Te presento a mi pareja Jacob Black. Ellos son nuestros hijos, Elijah y Renesmee Black Cullen — dijo Edward

-          Pero si son... maravillosos — murmuró  —. Como tú, Edward — luego, con voz más alta, saludó — : Hola, Renesmee. Hola Elijah

 

 

 

Los niños miraron de inmediato a su papi. Este asintió.

 

 

 

-          Hola, Aro — contestaron con tono muy formal con esas voces suyas, agudas y armoniosas.

 

 

 

El anciano abrió los ojos, sorprendido.

 

 

 

-          ¿Qué son los pequeños? — masculló Cayo desde su posición en retaguardia, claramente molesto por tener que formular una pregunta.

-          Mitad mortal, mitad inmortal — le anunció Aro a su compañero y al resto de la guardia sin apartar la mirada de los gemelos, pues seguía fascinado  —. Edward los concibió y los llevó en su vientre.

-          Imposible — se burló Cayo.

-          ¿Acaso los crees capaces de engañarme, hermano? — a juzgar por la expresión, Aro se lo estaba pasando en grande. Cayo dio un respingo  —. ¿También es una treta el latido de sus corazones?

 

 

 

Cayo torció el gesto y se sintió tan mortificado como si las amables preguntas de Aro hubieran sido bofetadas.

 

 

 

-          Obremos con calma y cuidado, hermano — le advirtió Aro, todavía sonriendo a los gemelos  —. Conozco bien tu amor por la justicia, pero no es preciso aplicarla contra estos pequeños por razón de su origen, y en cambio es mucho lo que queda por aprender de ellos. No compartes mi entusiasmo por la recopilación de historias, bien que lo sé, hermano, pero muéstrate tolerante conmigo cuando añada un capítulo que me sorprende por lo imposible del mismo. Hemos venido esperando sólo justicia y la tristeza de una amistad traicionada, y ¡mira lo que hemos ganado a cambio! Un nuevo y deslumbrante conocimiento sobre nosotros mismos y nuestras posibilidades.

 

 

 

El vampiro le tendió la mano a la niña, pero no era lo que ella deseaba. Se inclinó hacia delante y se estiró hasta tocar el rostro de Aro con las yemas de los dedos.

La reacción del Vulturis no fue de sorpresa como solía ocurrir cuando Renesmee o Elijah realizaban su actuación. Él estaba acostumbrado al flujo de pensamientos y de recuerdos con otras mentes, al igual que Edward.

La sonrisa de Aro se ensanchó y suspiró de satisfacción.

 

 

 

-          Brillante — musitó Aro — y tú, jovencito

 

 

 

Renesmee volvió a los brazos de su papi y se relajó. Su carita estaba muy seria. Ahora fue el turno de Elijah. Este se inclinó hacia delante y se estiró hasta tocar el rostro de Aro con las yemas de los dedos.

 

 

 

-          Por favor — le pidió él.

-          Naturalmente que no tengo intención de herir a sus seres queridos, mis preciosos niños — respondió Aro, cuya sonrisa se tornó muy amable.

 

 

 

El tono afectuoso y confortante de su voz engañó a Jacob durante un segundo, hasta que escucho el rechinar de dientes de Edward y lejos, detrás de nuestras posiciones, el siseo ultrajado de Maggie ante semejante embuste.

 

 

 

-          Me pregunto si... — comentó Aro con gesto pensativo. No parecía haber tomado conciencia de la reacción suscitada por su anterior afirmación. El anciano dirigió la vista hacia Jacob de forma inesperada. Sus ojos no reflejaron el disgusto con que los demás Vulturis contemplaban al gran lobo, antes bien, reflejaban una añoranza incomprensible para el resto.

-          No funciona de ese modo — contestó Edward con tono desabrido, abandonando la cuidadosa neutralidad de que había hecho gala hasta ese momento.

-          Sólo era una idea peregrina — repuso el anciano líder mientras valoraba el potencial de Jacob sin tapujo alguno.

 

 

 

Luego, recorrió con la mirada las dos líneas de licántropos situados detrás de los Cullen. Fuera lo que fuera que los gemelos le hubieran mostrado, de pronto, los lobos habían despertado en él un gran interés.

 

 

 

-          No nos pertenecen, Aro. No acatan nuestras órdenes como tú crees. Están aquí por voluntad propia — Jacob gruñó de forma amenazadora.

-          Sin embargo, parecen estar muy vinculados a ustedes — repuso Aro  —, y leales a tu joven compañero y a tu... familia. Leales... — su voz acarició el vocablo con suavidad.

-          Ellos se han comprometido a la protección de la vida humana — dijo Edward  —. Eso hace posible la coexistencia pacífica con nosotros, pero no con ustedes, a menos que replanten nuestro estilo de vida.

 

 

 

Aro rio con júbilo.

 

 

 

-          Sólo era una idea peregrina — repitió  —. Tú mejor que nadie conoces cómo va esto. Ninguno de nosotros es capaz de controlar por completo los deseos del subconsciente

-          Sí, conozco de qué va la historia — dijo Edward haciendo una mueca  —, y también la diferencia existente entre esa clase de pensamiento y el de otro con segundas intenciones. Nunca podría funcionar, Aro.

 

 

 

Jacob movió su gigantesca cabeza hacia Edward y soltó un débil gañido.

 

 

 

-          Tranquilo amor. Está intrigando con la idea de tener... perros guardianes — contestó Edward con un hilo de voz.

 

 

 

Se hizo un silencio sepulcral y al cabo de un segundo un coro de furibundos aullidos procedentes de toda la manada llenó el enorme claro.

Alguien impartió una seca orden, Bella supuso que sería cosa de Sam, aunque no se dio la vuelta para comprobarlo con la vista, y la protesta se cortó de raíz, dejando que reinara un silencio ominoso.

 

 

 

-          Supongo que eso responde a la pregunta — admitió Aro con otra risa  —. Esta manada ha elegido bando.

 

 

 

Edward siseó y se inclinó hacia delante. Carlisle le tomó del brazo para retenerlo al tiempo que se preguntaba cuál podía haber sido la ocurrencia de Aro para provocar semejante reacción en su hijo. Felix y Demetri se deslizaron al unísono para adoptar posiciones ofensivas. Aro los contuvo con otro gesto de la mano. Todos volvieron a su postura anterior, Edward incluido.

 

 

 

-          Queda mucho por discutir — concluyó Aro con el tono pragmático de un hombre de negocios — y más por decidir. Si ustedes y sus peludos protectores me excusan, mis queridos Cullen, he de deliberar con mis hermanos.

 

 

 

La guardia permanecía en el lado norte del claro a la espera de que su líder volviera a sus filas, pero en vez de eso, Aro les ordenó adelantarse con un ademán de la mano.

Edward inició una retirada inmediata, empujando a Emmett, Seth y a Jacob. Retrocedieron a toda prisa sin apartar la mirada de la amenaza en ciernes. Seth fue el más lento de todos a la hora de emprender el repliegue. Tenía erizada la pelambrera de los hombros y se erguía mientras le enseñaba las fauces a Aro. Ethan le agarró del rabo al tiempo que retrocedía y le fue dando tirones para obligarle a caminar con el resto de la familia. Se reunieron con su familia al mismo tiempo que las capas oscuras rodeaban de nuevo a Aro.

 

 

 

La distancia entre unos y otros se había reducido a cincuenta metros, un espacio que cualquiera podía salvar con un buen salto en menos de un segundo. Cayo comenzó a discutir con Aro de inmediato.

 

 

 

-          ¿Cómo soportas semejante infamia? — se puso con los brazos en jarras y los dedos curvados en forma de garras  —. ¿Por qué permanecemos aquí mano sobre mano ante un crimen tan espantoso, burlados por una engañifa tan ridícula?

 

 

 

Seth especuló acerca del motivo por el cual no tocaba físicamente a Aro para compartir su opinión. ¿Acaso eran testigos de una división en las filas de los Vulturis? ¿Podían tener tanta suerte?

 

 

 

-          Porque es la verdad hasta la última palabra — respondió el interpelado con calma  —. Observa el número de testigos. Todos ellos están en condiciones de dar testimonio: han visto a esos niños crecer y madurar en el breve tiempo que los han conocido. Todos ellos — prosiguió mientras hacía un gesto lo bastante amplio para abarcar desde Amun, situado en un extremo, hasta Siobhan, ubicada en el opuesto — se han percatado del calor de la sangre que corre por sus venas.

 

 

 

Cayo reaccionó de un modo extraño en cuanto su compañero pronunció la palabra «testigos» y su semblante, dominado por la ira, se serenó hasta convertirse en una máscara fría y calculadora. Lanzó una mirada a los apoyos de los Vulturis con una expresión un tanto nerviosa.

Bella le imitó y contempló a la enojada masa para percatarse de que ya no podía aplicársele ese adjetivo. El deseo alocado de acción se había convertido en confusión y una oleada de cuchicheos recorría las filas enemigas, pues intentaban buscar una explicación a lo sucedido.

 

 

 

Cayo seguía con mala cara, sumido en sus pensamientos. Lo aplomado de su expresión atizó los rescoldos del antiguo enojo de Bella y acabó por avivar las llamaradas de la preocupación de Edward. ¿Y qué ocurría si la guardia avanzaba de nuevo a una señal invisible, como las que utilizaban mientras marchaban? Bella estudió su escudo con ansiedad. Lo notó tan impenetrable como antes. Lo curvó hacia abajo en un domo ancho y bajo para proteger a todo su grupo. Percibía a sus amigos como finas columnas de luz, cada una con una tonalidad propia. Pensó que sería capaz de identificarlos con un poco de práctica, y de hecho, ya conocía la de Edward, de Jacob y de los gemelos, en especial la de Renesmee, porque era la más brillante de todas. Pero le preocuparon los huecos que existían alrededor de los puntos refulgentes. La cobertura únicamente la protegería a ellos si los habilidosos Vulturis lograban meterse por debajo.

 

 

La frente se le llenó de arrugas a causa del esfuerzo mientras intentaba acercar con sumo cuidado la armadura elástica a su gente. Carlisle ocupaba la posición más alejada. Retrajo el escudo centímetro a centímetro en un intento de envolverle el cuerpo con la mayor precisión posible. El blindaje parecía predispuesto a cooperar. Aumentó su contorno, y cuando Carlisle cambió de posición para formar más cerca de Tanya, la protección se estiró con él y se ciñó a su chispa.

 

 

 

Lanzo más hilos de la tela protectora y los fue situando alrededor de cada silueta iluminada que correspondía a un amigo o a un aliado. Sólo había transcurrido un segundo y Cayo continuaba con las deliberaciones.

 

 

 

-          Los hombres lobo — murmuró al fin.

 

 

 

A Bella le invadió un pánico repentino cuando comprendió que casi todos los licántropos estaban desprotegidos. Se disponía a alcanzarles con su escudo cuando se dio cuenta de que, en realidad, sí que podía sentir su chisporroteo luminoso. Curioso. Retiró la capa protectora de Amun y Kebi, los dos miembros más alejados del grupo en ese momento, que se hallaban en compañía de los lobos. Las luces de ambos se extinguieron, pero no ocurrió lo mismo con los lobos: continuaban siendo columnas luminosas... o casi, por lo menos la mitad de ellos brillaban. Mmm. Extendió de nuevo el escudo y en cuanto Sam quedó cubierto, todos volvieron a brillar.

 

 

 

La interconexión entre ellos debía de ser mayor de lo imaginado. Si el Alfa se hallaba bajo cobertura, las mentes de los otros miembros de la manada estaban tan protegidas como la del líder.

 

 

 

-          Ah, hermano — contestó Aro con aspecto apenado ante la afirmación de Cayo.

-          ¿También vas a defender esa alianza, Aro? — inquirió Cayo  —. Los Hijos de la Luna han sido nuestros más acérrimos enemigos desde el alba de los tiempos. Les hemos dado caza hasta prácticamente extinguirlos en Europa y Asia; y a pesar de ello, Carlisle dispensa un trato de familiaridad a esa inmensa plaga, sin duda en un intento de derrocarnos más adelante, lo que sea para proteger su corrupto estilo de vida.

 

 

 

Elijah carraspeó de forma tan audible que el cabecilla le miró. Aro se cubrió el semblante con una de esas manos suyas: finas y delicadas. Daba la impresión de estar avergonzado por el comportamiento del otro anciano.

 

 

 

-          Estamos en pleno mediodía, Cayo — comentó Edward mientras señalaba hacia Jacob  —, resulta claro que no son Hijos de la Luna. No guardan relación alguna con tus enemigos de allende los mares.

-          Aquí crían mutantes — le replicó el anciano de forma abrupta.

-          Ni siquiera son hombres lobo — contestó Edward con voz invariable tras abrir y cerrar las mandíbulas  —. Aro puede explicártelo todo si no me crees.

 

 

 

¿Que no eran hombres lobo? Elijah y Renesmee miraron a Jacob con desconcierto. Él alzó los lomos y los dejó caer, como si se encogiera de hombros. Tampoco él sabía de qué estaba hablando Edward.

 

 

 

-          Mi querido Cayó, te hubiera avisado de que no tocaras ese punto si me hubieras hecho partícipe de tus pensamientos — murmuró Aro  —. Aunque esas criaturas se consideren licántropos, en realidad, no lo son. «Metamorfos» les encaja mejor. La elección de la figura lupina es pura casualidad. Podría haber sido la de un oso, un halcón o una pantera cuando se realizó la primera metamorfosis. En verdad te aseguro que estas criaturas no guardan relación alguna con los Hijos de la Luna. Únicamente han heredado esa habilidad de sus ancestros. La continuidad de la especie no se basa en la infección de otras especies, como ocurre en el caso de los hombres lobo.

 

 

 

Cayo fulminó con la mirada a Aro. Estaba irritado y flotaba en el ambiente algo más, una posible acusación de traición.

 

 

 

-          Conocen el secreto de nuestra existencia — espetó el otro sin rodeos.

 

 

 

Edward parecía a punto de responder a esta acusación, pero Aro se le anticipó.

 

 

 

-          También ellos son criaturas del mundo sobrenatural, hermano, y tal vez ellos dependan del secreto más que nosotros. Además, es difícil que nos expongan. Ve con cuidado, Cayo. Los alegatos capciosos no nos conducen a ninguna parte — Cayo respiró hondo y asintió; luego, ambos ancianos intercambiaron una larga y significativa mirada.

-          Además — dijo Renesmee — Aro ya toco a dos.

-          ¿Qué quieres decir? — pregunto Aro sorprendido

-          Niñ… — siseo Edward pero ya era tarde, otra vez

 

 

 

Los Vulturis y sus acompañantes lanzaron una exclamación. Lo mismo que los Cullen que aún no lo sabían

 

 

 

-          ¿Por qué nadie me conto esto? — siseo Rosalie los gemelos aplastaron las orejas y gimotearon

-          Porque no hubo tiempo — dijo Edward — y tus sobrinos preguntan si ya no los vas a consentir

-          A mi caen bien los lobos — dijo la rubia mientras su familia sonrían — los pequeños — se corrigió al instante

 

 

Mientras tanto Bella analizaba las últimas palabras de Aro. Creía comprender la instrucción que se escondía detrás de la advertencia. Los cargos falsos no les iban a ayudar en nada a lograr que sus propios testigos se pusieran de su parte. Aro avisaba a su compañero de que pasaran a la siguiente estrategia. Se preguntó si la razón oculta tras esa aparente tensión entre los dos ancianos — representada en la negativa a tocar a su compañero y compartir sus pensamientos — no sería que a Aro le interesaban las apariencias mucho más que a Cayo, a quien la próxima matanza le parecía de mayor importancia que mantener una reputación intachable.

 

 

 

-          Deseo hablar con la delatora — anunció de pronto Cayo, y se volvió para mirar a Irina.

 

 

 

La vampira no prestaba atención a la conversación de los líderes de los Vulturis. No apartaba la vista de sus hermanas y tenía un semblante agónico y crispado por el sufrimiento. El rostro de Irina dejaba bien a las claras que ella sabía ahora lo infundado de su acusación.

 

 

 

-          Irina — bramó Cayo, descontento de tener que dirigirse a ella.

 

 

 

Ella alzó la vista, sorprendida en un primer momento y luego asustada.

 

 

 

 


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