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Juntos por Liss83

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Edward se envaró, furioso al leer los pensamientos del enemigo, a pesar de lo muy concentrado que estaba en el golpe de mano. Se controló antes de hablar.

 

 

 

-          Mi hermana ha buscado sus propios testigos durante semanas — le dijo al anciano líder — y no ha regresado con las manos vacías. ¿Por qué no nos los presentas, Alice?

-          El momento de los testimonios ha pasado — refunfuñó Cayó  —. Dinos tu voto, Aro.

 

 

 

El aludido alzó un dedo para acallar a su hermano y clavó los ojos en el rostro de Alice, que se adelantó un poco y presentó a los desconocidos.

 

 

 

-          Ésta es Huilen y él, su sobrino Nahuel.

 

 

 

Edward sintió como si nunca se hubiera marchado al oír su voz.

Cayo entornó los ojos cuando Alice hizo mención del parentesco existente entre los recién llegados y los testigos de los Vulturis susurraron entre ellos. Todos percibían el cambio operado en el mundo de los vampiros.

 

 

 

-          Testifica, Huilen — ordenó Aro  —. Di lo que debas decir.

 

 

 

La menuda mujer contempló a Alice con algo de nerviosismo y ésta le dedicó un asentimiento para infundirle coraje. Kachiri apoyó su enorme mano sobre el hombro de la pequeña vampira.

 

 

 

-          Me llamo Huilen — anunció la mujer con una dicción clara aunque marcada por un acento extranjero. Conforme continuó, se hizo evidente que se había preparado a fondo, había practicado para contar aquella historia que fluía con el ritmo propio de una canción infantil  —. Hace siglo y medio, yo vivía con mi tribu, los mapuches. Mi hermana tenía una piel blanca como la nieve de las montañas y por ese motivo mis padres la llamaron Pire. Era muy hermosa, tal vez demasiado. Un día me contó que se le había aparecido un ángel en el bosque y que acudía a visitarla por las noches. Yo la previne, por si los cardenales de todo el cuerpo no fueran suficiente aviso — Huilen sacudió la cabeza con melancolía  —. Se lo advertí, era el libishomen de nuestras leyendas, pero ella no me hizo caso. Estaba como hechizada.

 

 

 

»Cuando estuvo segura de que la semilla del ángel oscuro crecía en su interior, me lo dijo. No intenté desanimarla de su plan de escapar, pues sabía que nuestros padres iban a estar más que predispuestos a destruir al fruto de su vientre, y a Pire con él. La acompañé a lo más profundo del bosque, donde buscó en vano a su ángel demoníaco. La cuidé y cacé para ella cuando le fallaron las fuerzas. Pire comía la carne cruda y se bebía la sangre de las piezas. No necesité de más confirmación para saber qué clase de criatura crecía en su vientre. Yo albergaba la esperanza de salvarle la vida antes de matar al monstruo.

 

 

 

»Pero ella sentía verdadera adoración por su hijo. Le llamaba Nahuel en honor al gran felino de la selva. La criatura se hizo fuerte al crecer y le rompió los huesos, y aun así, ella le adoraba.

»No logré salvar a Pire. El niño se abrió paso desde el vientre para salir. Ella murió desangrada enseguida y no dejó de pedirme todo el tiempo que me hiciera cargo de Nahuel. Fue su último deseo, y accedí, aunque él me mordió mientras intentaba sacarle del cuerpo de su madre. Me alejé dando tumbos para esconderme a morir en la selva. No llegué demasiado lejos, pues el dolor era insoportable. El niño recién nacido gateó entre el sotobosque, me encontró y me esperó. Desperté cuando el dolor había cesado y me lo encontré aovillado junto a mí, dormido.

 

 

 

»Cuidé de él hasta que fue capaz de cazar por su cuenta. Cobrábamos nuestras piezas en las villas próximas al bosque don de habíamos instalado nuestra morada. Nunca nos hemos alejado de nuestro hogar hasta ahora, pero Nahuel deseaba conocer a los niños.

 

 

 

Huilen inclinó la cabeza a modo de reverencia y retrocedió hasta quedar casi oculta detrás de Kachiri. Aro frunció los labios y miró al joven de tez bronceada.

 

 

 

-          ¿Tienes ciento cincuenta años, Nahuel? — inquirió.

-          Década más o menos, sí — respondió con voz cálida e increíblemente hermosa. Hablaba sin apenas acento  —. No llevamos registros.

-          ¿A qué edad alcanzaste la madurez?

-          Fui adulto a los siete años, más o menos.

-          ¿Y no has cambiado desde entonces?

-          No que yo haya notado — Nahuel se encogió de hombros.

 

 

 

Jacob notó el repentino temblor de Seth. No quería pensar en eso, aún no. Iba a esperar a que pasara el peligro y pudiera concentrarse.

 

 

 

-          ¿Y qué me dices de tu dieta? — quiso saber Aro, que se mostró interesado incluso a su pesar.

-          Me nutro de sangre casi siempre, pero también tomo comida humana y puedo sobrevivir sólo con eso.

-          ¿Eres capaz de crear a otro inmortal? — inquirió el Vulturis con voz de repente muy intensa al tiempo que hacía una señal hacia Huilen. Bella se concentró en el escudo, temerosa de que únicamente estuviera buscando otra excusa.

-          Yo, sí, pero no es el caso de las demás.

 

 

 

Un murmullo de asombro recorrió los tres grupos y Aro enarcó las cejas de inmediato.

 

 

 

-          ¿Las demás...?

-          Me refiero a mis hermanas — explicó con un nuevo encogimiento de hombros.

-          Quizá fuera mejor que nos contaras el resto de tu historia, pues me da la impresión de que hay más por saber — dijo Aro mientras le miraba como un poseído antes de lograr recobrar la calma.

 

 

 

Nahuel puso cara de pocos amigos.

 

 

 

-          Mi padre vino a buscarme unos años después de la muerte de mi madre — el desagrado le desdibujó un tanto las facciones  —. Estuvo encantado de localizarme — el tono del narrador dejó claro que la satisfacción no era mutua  —. Tenía dos hijas, pero ningún hijo, y esperaba que me fuera a vivir con él, tal y como habían hecho mis hermanas.

 

 

 

»Le sorprendió que no estuviera solo, ya que el mordisco de mis hermanas no era venenoso, pero quién puede saber si eso es cuestión de sexo o de puro azar... Yo ya había formado una familia con Huilen y no estaba interesado — deformó la palabra al pronunciarla — en efectuar cambio alguno. Le veo de vez en cuando. Ahora, tengo otra hermana. Alcanzó la madurez hará cosa de diez años.

 

 

 

-          ¿Cómo se llama tu padre? — masculló Cayo.

-          Joham — contestó Nahuel  —. El tipo se considera una especie de científico y se cree que está creando una nueva raza de seres superiores.

 

 

 

No intentó ocultar el disgusto de su voz.

Cayo me miró.

 

 

 

-          ¿son venenosos tus hijos? — inquirió con voz ronca.

-          No — respondió Edward.

 

 

 

Nahuel alzó bruscamente la cabeza al oír la pregunta del líder Vulturis. Sus ojos al instante buscaron el rostro del vampiro.

Cayo miró a Aro en busca de una confirmación, pero el anciano se hallaba absorto en sus pensamientos. Frunció los labios y su mirada se posó en Carlisle, en Jacob y por último en Edward.

 

 

 

-          Encarguémonos de esta aberración y vayamos luego al sur, por el otro — urgió a Aro con un gruñido.

 

 

 

Aro clavó sus ojos en los de Edward durante un momento interminable y de gran tensión. Jacob no tenía ni idea de qué andaba buscando ni de lo que había encontrado, pues algo había cambiado en su rostro. La sonrisa de sus labios se había alterado, y también el brillo de sus ojos. Había adoptado una decisión, lo supo en ese instante.

 

 

 

-          Hermano — contestó Aro con voz suave  —, no parece haber peligro alguno. Estamos ante un desarrollo inusual, pero no veo la amenaza. Da la impresión de que estos niños semivampiros se parecen bastante a nosotros.

-          ¿Es ése el sentido de tu voto? — inquirió Cayo.

-          Lo es.

-          ¿Y qué me dices del tal Joham, ese inmortal tan aficionado a la experimentación?

-          Quizá deberíamos hacerle una visita — convino Aro.

-          Hagan lo que quieran a Joham si quieren, pero dejen en paz a mis hermanas — intervino Nahuel, que no se andaba por las ramas  —. Son inocentes.

 

 

 

Aro asintió con expresión solemne y luego se volvió hacia la guardia con una cálida sonrisa.

 

 

 

-          Hoy no vamos a luchar, queridos míos — anunció.

 

 

 

Los integrantes de la guardia asintieron al unísono y abandonaron sus posiciones de ataque mientras la neblina se disipaba enseguida. Bella mantuvo preparado el escudo por si acaso. Tal vez sólo fuera una treta.

 

 

 

Jacob estudio sus expresiones antes de que Aro les diera la espalda. Su rostro era tan benigno como de costumbre, pero a diferencia de antes, se percibía un vacío extraño detrás de la fachada, como si sus triquiñuelas se hubieran terminado. Cayo echaba chispas por los ojos, eso resultaba obvio, pero ahora su rabia ardía por dentro. Marco parecía... aburrido, sí, aburrido, en realidad, no había otra palabra para describirlo.

 

 

 

La guardia volvía a mostrarse impasible y actuaba con disciplina, sus miembros ya no eran individuos, sino parte de un todo. Formaron y se dispusieron a emprender la marcha. Los testigos reunidos por los Vulturis seguían mostrándose de lo más precavidos. Uno tras otro se fueron retirando hasta perderse por los bosques. Cuando su número fue demasiado pequeño, quienes se habían rezagado se dejaron de sutilezas y echaron a correr. Pronto no quedó nadie.

 

 

 

Aro tendió las manos hacia la familia en un gesto de disculpa, o casi. A sus espaldas, la mayor parte de la guardia, junto con Cayo, Marco y las misteriosas y silenciosas consortes, empezaron a marcharse a toda prisa y en precisa formación. Sólo remolonearon por allí los tres componentes de lo que parecía ser su guardia personal.

 

 

 

-          Me alegra que esto haya podido resolverse sin necesidad de apelar a la violencia — aseguró con dulzura  —. Carlisle, amigo mío, ¡cuánto me alegra poderte llamar amigo otra vez! Espero que no haya resentimiento. Sé que tú comprendes la pesada carga del deber que hay sobre nuestros hombros.

-          Ve en paz, Aro — contestó Carlisle con frialdad  —. Haz el favor de recordar que nosotros debemos mantener el anonimato y la reserva en estas tierras, de modo que no dejes que tu guardia cace en esta región.

-          Por supuesto, Carlisle — le aseguró Aro  —. Lamento haberme granjeado tu desaprobación, mi querido amigo. Tal vez llegues a perdonarme con el tiempo.

-          Tal vez, con el tiempo, y si demuestras que vuelves a ser nuestro amigo.

 

 

 

Aro era la viva imagen del remordimiento cuando inclinó la cabeza y se deslizó hacia atrás antes de darse la vuelta. Todos contemplaron en silencio cómo el último de los Vulturis desaparecía entre los árboles.

Imperó el silencio, pero nadie bajó la guardia.

 

 

 

-          “¿De verdad ha terminado?” le preguntó Jacob a Edward

-          Sí — respondió él con una ancha sonrisa  —, sí. Se han rendido y ahora escapan como matones apaleados: con el rabo entre las piernas — Soltó una risilla entre los dientes y Alice se unió a él.

-          Es de verdad, no van a volver. Podemos relajarnos todos.

 

 

 

Se hizo el silencio durante otro segundo.

 

 

 

-          Así se pudran — musitó Stefan.

 

 

 

Y entonces, todo estalló.

Se produjo una explosión de júbilo. Aullidos de desafío y gritos de alegría llenaron el claro. Maggie se puso a pegar golpes en la espalda de Siobhan. Rosalie y Emmett se dieron otro beso, esta vez más prolongado y ardiente que el anterior. Benjamín y Tía se abrazaron, al igual que Carmen y Eleazar. Esme mantuvo sujetos a Alice y a Jasper entre sus brazos. Carlisle se puso a agradecer efusivamente a los recién llegados de Sudamérica que los hubieran salvado la vida. Kachiri permaneció cerca de Zafrina y Senna, cuyos dedos estaban entrelazados. Garrett alzó en vilo a Kate y se puso a darle vueltas en círculo.

Stefan lanzó un salivazo a la nieve y Vladimir apretó los dientes con expresión de amargura.

 

 

 

Jacob salió disparado hacia el bosque como si su vida dependiera de ello, mientras Edward se encaramaba al gigantesco lobo de pelaje rojizo para retirar a sus hijos de sus lomos y estrecharlos contra su pecho.

 

 

 

-          Nessie y Eli. Nessie y Eli. Nessie y Eli — canturreó Edward. Seth se carcajeó con esos ladridos suyos y lee frotó la nuca con el hocico — Cállate — masculló.

-          ¿Está molesto? — pregunto Elijah mirando como su padre se alejaba

-          Ahora viene — dijo el vampiro llenando de besos a sus hijos — ¡Mis bebes hermosos!

-          ¡Edward! ¡Nessie! ¡Eli! — llego Jacob gritando, ya como humano, y los rodeó con los brazos al cabo de un instante — ¿están bien? ¿Todos están bien?

-          Ya paso — dijo Edward cerrando los ojos y apoyando su cabeza en el hombro del moreno — Estamos bien. Estamos bien.

-          ¿Vamos a quedarnos contigo? — inquirió la niña.

-          Para siempre — le prometió el vampiro.

 

 

 

El futuro les pertenecía, y los gemelos iban a estar bien, rebosante de fuerza y salud. Al igual que el semihumano Nahuel, seguirían siendo joven dentro de ciento cincuenta años, y estarían todos juntos.

La felicidad se expandió en el interior de cada vampiro, lobo, humano o semihumano que estaba en el prado, como la onda expansiva de una explosión, tan virulenta y fuerte que Edward no estuvo seguro de sobrevivir a sus efectos.

 

 

 

-          Para siempre — le dijo Jacob al oído a su compañero, repitiendo su promesa.

 

 

 

Edward no fue capaz de articular más palabras. Alzo la cabeza y lo besó con una pasión capaz de prenderle fuego al bosque.

Y Edward ni lo habría notado.

 

 

 

__________________________

 

 

 

-          Fue un cúmulo de circunstancias, pero al fin todo se redujo a... Bella — explicó Edward.

 

 

 

La familia y los dos invitados restantes permanecían sentados en el gran salón de los Cullen mientras, más allá de las ventanas, oscurecía el bosque.

Vladimir y Stefan habían desaparecido antes de que hubieran dejado de celebrar. Ambos estaban de lo más decepcionados con el giro final de los acontecimientos, aunque Edward aseguraba que habían disfrutado de la cobardía de los Vulturis lo bastante como para endulzarles la frustración.

 

 

 

Benjamín y Tía enseguida se pusieron a seguir el rastro de Amun y Kebi, ansiosos por hacerles saber el feliz desenlace del conflicto. Estaban seguros de volver a verlos, al menos a Benjamín y a Tía... Ninguno de los nómadas se demoró demasiado. Peter y Charlotte mantuvieron una breve conversación con Jasper antes de marcharse también.

Las reencontradas amazonas también se habían mostrado impacientes por regresar a su entorno lleno de vegetación, pues se les hacía muy difícil vivir lejos de sus amadas selvas, aunque fueran más reacias a marcharse que el resto de los huéspedes.

 

 

 

-          Deben traer a los niños de visita — había insistido Zafrina —. Prométemelo.

 

 

 

Nessie había presionado su mano, apoyada en la nuca de Edward, incorporándose a la súplica. Mientras Elijah hacia lo propio en el cuello de su padre, quien sonreía

 

 

 

-          Por supuesto, Zafrina — dijo Edward sonriendo.

-          Seremos grandes amigas, Nessie. Y también contigo Eli — aseguró la indómita mujer antes de partir en compañía de sus hermanas.

 

 

 

El éxodo continuó con el aquelarre irlandés.

 

 

 

-          Bien hecho, Siobhan — la elogió Carlisle mientras se despedían.

-          Ah, el poder de las ilusiones vanas... — respondió ella con sarcasmo mientras ponía los ojos en blanco —. Por supuesto, esto no ha terminado — añadió, esta vez hablando en serio —. Los Vulturis no van a perdonar lo ocurrido.

 

 

 

Edward era el único que podía responder a eso.

 

 

 

-          Se han llevado un buen revolcón y su confianza se ha resquebrajado, pero sí, estoy seguro de que algún día se recobrarán del porrazo y entonces imagino que intentarán darnos caza por separado... — concluyó con ojos entrecerrados.

-          Alice nos avisará cuando intenten asestar su golpe — repuso Siobhan con aplomo —, y volveremos a reunimos en tal caso. Tal vez haya llegado la hora y nuestro mundo esté preparado para liberarse de los Vulturis.

-          Tal vez llegue ese momento — replicó Carlisle — y estaremos juntos de ser así.

-          Sí, amigo mío, así será — convino Siobhan —. Aunque yo sola meta la pata, ¿cómo vamos a fallar todos juntos?

 

 

 

Y luego soltó una gran carcajada.

 

 

 

-          Exactamente — dijo Carlisle, que abrazó a Siobhan para estrechar a continuación la mano de Liam —. Hagan lo posible por hallar a Alistair y explicadle lo sucedido. No me seduce la idea de que se pase toda una década escondido tras una roca.

 

 

 

Siobhan soltó otra risotada. Maggie abrazó a los gemelos y a Edward; después, el aquelarre irlandés se marchó.

 

 

 


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