La muerte fue rápida e indolora, tan irreal que casi al instante se sintió flotando en medio de un inmenso vacío, hasta que una intensa luz roja emergente de su pecho lo envolvió; sintió algo parecido a una leve explosión y sin podérselo explicar, milagrosamente despertó en su cama, con los rayos del sol asomándose por el balcón de su aposento.
Apresuradamente se levantó de su cama y corrió al espejo más cercano comprobando su estado, el cual era exactamente igual a como se encontraba antes de ser encarcelado. Ni siquiera tenía en su cuello alguna cicatriz que denotara que un instante atrás había sido decapitado.
No creyendo que lo vivido fue fruto de un sueño sumamente lucido e inverosímil, sino más bien el heraldo de un trágico futuro. Corrió a alistarse y se aferró a su espada.
En el sueño lo habían vencido y sometido, solo porque lo habían atacado mientras dormía, no le dieron la oportunidad de defenderse en ningún momento. Y eso no se volvería a repetir.
Salió cautelosamente preparado para luchar por su vida en cualquier momento y en cuanto vio pasar a una mucama, pregunto por la fecha. Sin embargo, la respuesta de la joven lo dejo frio, porque la fecha que esta le dio, era el pasado. Dos días atrás de la fecha en la que en su sueño fue traicionado.
Descubriendo que en verdad no había soñado lo ocurrido y que, de alguna forma mágicamente increíble, murió y regreso en el tiempo.
Se sintió atrapado por el destino que le aguardaba, y no dudo en decidir escapar. Eso era lo único que podía hacer, a estas alturas todo el plan para su captura y encarcelamiento ya estaría más que planeado, en aquel palacio no había nadie que pudiera ayudarlo.
Tenía demasiadas emociones luchando entre sí. Tan solo unos días atrás había estado presente en el funeral de su padre el Rey y experimentado días de aislamiento y la muerte misma. No obstante, aun a pesar de aquello se encontraba vivo, planeando escapar y sin saber en quien confiar.
Lo encarcelaron por traición acusándolo de haber envenenado a su padre, ahora le era evidente que Menma no solo le había traicionado, sino que también fue este quien en verdad enveneno a su progenitor y lo incrimino.
¿Desde cuándo había planeado aquello?
¿Por qué lo hizo?
¿Quiénes eran los nobles que lo apoyaban?
Eran preguntas, que no tenía tiempo de responder.
Regreso a su aposento y contabilizo los pocos anillos y gemelos que tenía, antes de salir he intentar recrear lo que recordaba de aquel día, no quería levantar ninguna sospecha a los espías que muy seguramente Menma le había plantado.
Y mientras su día trascurría e intentaba actuar lo más natural posible, una parte de su mente seguía confundida, el nunca anhelo, ni quiso el trono, creía haberlo dejado muy en claro, sin embargo, su hermano tenía otro motivo aparte del trono para matarlo.
Una vez que la noche cayó y el silencio reino en la oscuridad, se vistió con la ropa que usaba para vagar por los pueblos inadvertido, guardo sus pocas pertenencias de valor en un pequeño saco, que ato cerca de su espada y se colocó una capa con capucha.
Sigilosamente, se dirigió a las caballerizas, preparo y monto el caballo menos llamativo y se adentró en las profundidades de la noche, tomando la ruta por la que sabía nadie se daría cuenta de su partida.
Cabalgo sin rumbo fijo durante horas, hasta que el amanecer llego, le dio una rápida mirada al sereno cielo y recordando las últimas palabras que le dijo su abuela en su lecho de muerte, toco el collar que esta le obsequio antes de soltar un ligero suspiro y con el pensamiento de no volver, acelero el ritmo, con destino al reino vecino a empezar un nuevo camino.