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Nuestra luz por aisaka-san

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Una llamada entrante a las 3 de la mañana despertó de un sobresalto a Kazuki, quien incluso si estaba dentro de su habitación con la puerta cerrada, no pudo evitar ignorar.

 

No fue necesario que se levantara a responder, pues escuchó a uno de sus padres dirigirse a la sala a responder. Se acomodó para quedarse dormido nuevamente, pero escuchó el sonido de pasos apresurados regresar a la habitación de sus padres; por la intensidad y ritmo de sonido en está ocasión, reconoció que quien se levantó a responder fue su papá Rantaro. Un tanto sobresaltado por ello, se sentó en la cama, esperando con mayor atención a que sucediera otra cosa y así fue. Pudo escuchar claramente como está vez tanto su papá Rantaro como Wakiya se dirigieron juntos a la sala.

 

Finalmente decidió que era hora de ir a ver qué pasaba, pero no pudo ni llegar al pasillo cuando la puerta de su habitación se abrió revelando a Rantaro.

 

—¿Qué pasó? —Kazuki no esperó a que pasara ni un segundo para empezar a cuestionarlo, Rantaro lo miró con cierta seriedad y terminó suspirando, sabía que su hijo era muy curioso.

 

—No es algo que deba decirte ahora, es una llamada para Wakiya de la WBBA. Pero en cuanto termine de confirmar lo que me dijeron, entonces lo hablaremos todos. Solo hay que esperar.

 

—Ay no, no me digas que ya lo despidieron. Le dije que era mala idea hacer un torneo de bebés, ¡ellos no saben lanzar! La paternidad ya le está friendo el cerebro, pero que quede claro que no es culpa mía.

 

—Estoy aquí, gracias por tener tanta fe en mis ideas.

 

Para Kazuki fue como una aparición fantasmal, casi salta en su sitio al ver a Wakiya detrás de Rantaro, mirándolo severo como cuando lo regaño por escaparse del campamento hace unos días atrás.

 

Carraspeó y rápidamente intentó redirigir la atención de Wakiya a otra conversación más amena.

 

—Oh bueno, si no es eso entonces debe tratarse de una súper promoción, ¿verdad? Yupi… —celebró con una emoción tan mal fingida que Rantaro no pudo evitar reír aunque fuera un poco.

 

—¡¿Cómo voy a auto-promoverme?! No hay una posición más alta en la organización que la mía —dijo Wakiya con una vena casi explotándole de la frente—. Al menos esfuérzate en disimular más.

 

El menor se sonrojó un poco y sonrió al verse fácilmente descubierto, pero en cuestión de segundos, todos regresaron a un ambiente más serio.

 

—¿Y? ¿Es cierto? —preguntó Rantaro a Wakiya, este cerró los ojos en un gesto de seriedad y terminó asintiendo a lo cual, Kiyama terminó por sobresaltarse—. ¡No puede ser verdad! ¿Cuándo? ¡¿Cómo es que pasó sin que nos enteráramos hasta ahora?!

 

Kazuki, quien no entendía nada de lo que decían, interrumpió con cautela.

 

—Un momento, ¿qué es lo que está pasando?

 

Ambos adultos guardaron silencio un momento, Wakiya asintió a su marido por lo que Rantaro fue quien intentó aclararle la situación. Pero después de unos cuantos balbuceos, supo que sería incapaz de hacerlo pues, incluso él aun no entendía del todo la situación.

 

Wakiya contuvo un suspiro a la vez que acomodaba su largo cabello suelto a su costado izquierdo.

 

—La asociación me llamó porque recibimos una donación.

 

—Pero esas las reciben todo el tiempo, ¿no es así?

 

—No es una donación monetaria ni nada parecido, fue una donación material para el museo.

 

Está vez fue el turno de sorprenderse para Kazuki, pues sabía que las donaciones al museo eran poco frecuentes y cuando había una, solía ser una pieza de suma relevancia. Incluso recordó vagamente que la última vez que hubo una donación de esa índole, el objeto donado terminó siendo el preciado Fafnir de Free de la Hoya hace algunos años; los recuerdos demasiado borrosos de sus padres quienes por alguna razón, quedaron en malos términos con Free le daba a entender que en verdad ya habían pasado demasiados años de algo así. Si el museo lograba sobrevivir hasta el día de hoy sin exposiciones nuevas, era gracias a las interesantes pláticas y exposiciones que la asociación en conjunto lograba organizar cada mes.

 

Pero ese no era el caso en este momento, Kazuki lo sabía, por lo que no tardó demasiado en preguntar.

 

—¿Qué fue? ¿Quién la hizo?

 

—La donación fue llevada en una situación particularmente extraordinaria, —empezó a explicarse Wakiya—, pues parece que lo dejaron en la recepción del museo y por temor de perder la donación y a pesar de que se tratara de una posible estafa, la recepcionista lo recibió así que no hay mucho papeleo al respecto. Solo una carta expedida en puño y letra del donador, firmada por supuesto pero no es oficial por el momento.

 

—¿Cómo que solo la dejo en recepción y ya? —preguntó Rantaro incrédulo por lo que escuchaba, no podía imaginarse una situación más indiferente al respecto.

 

—Parece que tenía prisa por irse, o quizás miedo por ser descubierto.

 

—Pero ¿de qué se trata? —insistió Kazuki nuevamente, Wakiya suavizó su gesto con una preocupación notable.

 

Cuando Wakiya le reveló de qué se trataba, pareció que el lugar se sumergió en un invasivo silencio que sofocó sus palabras.

 

Kazuki no pudo reconocer exactamente cómo se sentía, si la sorpresa lo invadió o la incertidumbre de lo que pasaría a partir de ahora. Solo sabía que si él se sentía de alguna forma, no se compararía con nada a la forma en la que Hikari reaccionaría.

 

Incluso siendo una hora bastante inoportuna, los diferentes teléfonos de la casa empezaron a sonar uno tras otro.

 

—¡La prensa! —exclamó Wakiya pues, incluso si no había contestado ninguna llamada, ya estaba familiarizado con la velocidad en la que esos “buitres” (como solía llamarlos), se enteraban de cualquier información que llegara a filtrarse.

 

Por lo que hicieron lo más responsable posible y terminaron por quitar la electricidad de la casa durante el resto de la noche.

 

Pero no podían escapar de esa pesadilla para siempre, pues al día siguiente cuando se levantaron, una larga fila de camarógrafos y reporteros rodeaban la residencia Murasaki-Kiyama; todos atentos, esperando pacientemente a que Wakiya saliera, cuál buitres esperando a que su presa falleciera antes de atacar con todo.

 

Y cómo no podían vivir con esa situación para siempre, la familia tenía que salir en cualquier momento. Para ese tipo de situaciones tenían un automóvil pesado y veloz, de vidrios polarizados y gran desempeño con el cual podían salir de la casa casi sin ningún problema.

 

Por supuesto que para Rantaro quien conducía, fue difícil evadir a los reporteros que se les ponían en el camino; sin embargo, al cabo de veinte minutos pudieron abrirse camino e irse.

 

Rápidamente, Kazuki notó que la ruta que Rantaro tomaba no era en dirección al museo, sino a casa de los Kurenai.

 

—Oigan, ¿Por qué vamos hacia allá? —preguntó claramente intrigado, Wakiya respondió.

 

—Necesitamos llevar a la mayoría de testigos que sean capaces de identificarlos, así que recogeremos a Shu —Antes de continuar, le dirigió una mirada sagaz a su hijo—. Tú te quedarás en casa de los Kurenai con Hikari mientras vamos al museo.

 

—¡¿Es en serio?! Pero papá, está es una oportunidad única en la vida antes de que solo podamos verlo a través de un ventanal.

 

Los quejidos de Kazuki parecían molestar más a Wakiya de lo que ya estaba, Rantaro pudo comprender bien la situación por lo que no dudó en intervenir.

 

—Vamos Ricitos, se que Kazuki e Hikari sabrán comportarse si los llevamos. Ya no son unos niños después de todo.

 

Los colores tiñeron el rostro de Wakiya en un escarlata poco pronunciado y Rantaro sonrió satisfecho al verlo brevemente por el retrovisor pues, sabía que ese lindo apodo que ya no usaba con tanta frecuencia seguía haciendo estragos en su amado. Y como si el ataque directo de Rantaro no fuera suficiente, cuando el de ojos azules volteó a ver momentáneamente a su hijo se encontró con una tierna expresión de cachorro necesitado de afecto y muchas caricias.

 

—¡Ustedes son lo peor! —Se quejó antes de desviar la mirada por la ventanilla, Rantaro y Kazuki sonrieron al saber que habían logrado llevarse el éxito esta vez.

 

Alrededor de cinco minutos después, arribaron a la residencia Kurenai la cuál no parecía estar tan saturada como su casa, todo lo contrario pues ahí todo transcurría normal. Sin embargo, la familia Kiyama-Murasaki sabía que esa situación no duraría por mucho tiempo, por lo que rápidamente bajaron del vehículo y se acercaron a la puerta. Wakiya no esperó ni un segundo más para golpear con ímpetu la puerta de madera.

 

Ante el alboroto provocado, en poco tiempo la puerta se abrió para dejar ver a un Shu que los miraba sorprendido, pues parecía no entender por qué tanto apuro.

 

—Toma rápido tus cosas y sube al auto —ordenó Wakiya apenas verlo, Shu levantó una ceja confundido.

 

—¿Disculpa? Llegas golpeando así a mi casa y ahora me das órdenes porque sí, ni que fuera Audaz.

 

—¡Ah! Gracias —comentó con sarcasmo el mencionado, fingiendo no estar ofendido.

 

—Como sea, no hay tiempo para explicar antes de que la prensa llegué, así que toma tus cosas y llama a Hikari para que nos acompañe.

 

Shu estaba a punto de replicar cuando vio como un auto se estacionó justo fuera de su casa, importándole poco si lo había hecho bien o mal. Con tanta imprudencia de parte del conductor, Kurenai supo que no podía tratarse de nadie más que algún reportero sediento de noticias frescas.

 

Por supuesto que no iba a esperar a que llegaran más y no poder evadirlos, así que en menos de un minuto ya estaba con su hija casi a cuestas en el auto de los Kiyama.

 

—Papá, ¿qué pasa? —preguntó Hikari un tanto desorientada pues recién había despertado.

 

—No lo sé, Wakiya se volvió loco o algo así —respondió su progenitor un tanto molesto con el nombrado.

 

—Créanme, los salve de una grande —respondió Murasaki con orgullo y sin una pizca de vergüenza.

 

—Kazuki, no me digas que tú padre de nuevo volvió a comer los ostiones que prepara el tío Rantaro y ahora está delirando —comentó Hikari en medio de un bostezo a lo que él sonrió divertido antes de responder.

 

—Nada de eso. Créame señor Kurenai —está vez se dirigió a Shu quien aún tenía muchas dudas al respecto—. Está vez lo que dice papá-Waki es verdad. Pasó algo sorprendente y debemos ir al museo.

 

—Está bien, ¿pero no pueden decirme de qué se trata? —preguntó el albino a lo cual Rantaro se encargó de responder en está ocasión.

 

—Créeme, será mejor que lo veas. Si te lo decimos, por más que lo intentes no lo creerías; yo aún no puedo creerlo.

 

Al hablar con tanta seriedad a la que no estaban acostumbrados por su personalidad bromista, todos en el auto guardaron silencio por el resto del camino. Wakiya quien estaba al lado de Rantaro solo pudo dirigirle una mirada de compasión pues, sabía lo duro que era esto para él.

 

Unos cuantos minutos más tarde arribaron al museo de beyblade que afortunadamente no estaba lleno de periodistas como la casa de los Kiyama-Murasaki, por lo que, fue sencillo evadir al par de reporteros que los esperaban.

 

—Vaya, creo que está vez sí se metieron en algo grande —comentó Hikari al ver el ímpetu con el que la prensa buscaba que aunque sea, les dedicaran unas cuantas palabras. Kazuki solo pudo pensar en lo casi milagroso que fue que ninguno de ellos mencionara en medio de su palabrería al objeto de tanto interés.

 

Atravesaron los ya conocidos pasillos que los llevaban de la recepción hasta las diversas salas de inspección, mantenimiento y reparación del museo. Para Hikari y Kazuki todo siempre les pareció como estar en un laboratorio enorme donde si tocaban algo, el mundo mismo explotaría al no estar capacitados. Pero a pesar de eso, fue inevitable para los dos sentir una gran emoción cuando vieron a Wakiya introducir su llave electrónica para que, finalmente y por primera vez en sus vidas, entrarán a una de esas salas tan avanzadas e importantes.

 

Al entrar se decepcionaron un poco pues, no había nadie trabajando (lo cual era lógico considerando que apenas amanecía). Sin embargo, un chico de gafas azul marino un tanto gruesas y cabello alborotado cubierto de una fina capa de grasa que lo hacía resplandecer, terminó por llamar su atención cuando se les acercó.

 

—Veo que te quedaste toda la noche, ¿no es así? —comentó Wakiya ante su aspecto desalineado, el otro hombre sonrió un tanto cansado.

 

—No fui el único, todo el equipo vino aquí en cuanto nos enteramos.

 

—Es lo que me contaron, de hecho, ¿Dónde está la líder del equipo? Es inaceptable que ustedes se enteraran mucho antes que yo de este hallazgo.

 

El chico pareció nervioso ante el cuestionamiento, por lo que no dijo más y los llevó a todos a otra sala conjunta; ahí se encontraron con otro par de personas que parecían igual o peor de demacrados que el otro chico. Entre ellos había una mujer quien, a pesar del aura amenazante que Wakiya emanaba, camino tranquilamente hacia el.

 

—Oh, ya está aquí presidente Murasaki.

 

Hikari y Kazuki no prestaron tanta atención a su conversación, pues parecía que primero hablarían de otros temas que tenían pendientes antes de llegar al meollo del asunto. Por su lado, Shu intentaba averiguar qué es lo que pasaba pero supo que no era buena idea preguntar a Rantaro, pues este parecía sumamente molesto.

 

—Muy bien, ¿y lo tienen?

 

Cuando Wakiya hizo aquella pregunta, los presentes en la habitación volvieron a prestar atención en lo que estaba pasando. La mujer asintió y se dirigió a uno de sus colegas, quien se dirigió a la mesa detrás de ellos y trajo consigo una sencilla caja de cartón sin ninguna inscripción en ella.

 

—Encontramos algunas huellas pero no es nuestra área de conocimiento, así que guardamos ambos objetos en bolsas de evidencia y planeamos enviarlas a algún servicio forense por si se requieren más adelante —comentó la mujer con calma—. Solo en caso de que la identificación no nos esclarezca nada, claro está.

 

Ella extendió la caja al rubio quien, un tanto nervioso la tomó y terminó por ponerla en la mesa. Estuvo a punto de abrirla así sin más pero no podía hacerlo, por lo que se dirigió al equipo de investigación.

 

—Por favor, déjenos a solas.

 

Ellos asintieron y se retiraron en silencio. La situación se estaba tornando insoportablemente misteriosa para Hikari, por lo que se posicionó justo al lado de Wakiya; pronto todos los demás hicieron lo mismo en espera de que Murasaki abriera aquel paquete.

 

Segundos que inusualmente sintieron pasar incluso más rápido de lo esperado y luego, Wakiya tomó las pestañas de la caja con toda intención de abrirla. Pero antes de hacerlo, miró brevemente a su esposo y su amigo de la infancia, pensando que si esto resultaba ser verdad, revivirán el dolor de años atrás y le sumarían uno nuevo.

 

Los ojos de Hikari se iluminaron al ver el contenido, los de Shu oscurecieron.

 


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