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Nuestra luz por aisaka-san

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Al subir al auto de Wakiya, ambos chicos guardaron silencio en espera de un regaño o alguna otra cosa que el rubio estuviera dispuesto a soltar sobre ellos. Sin embargo eso no sucedió, algo no extraño, pero sí inusual en él.

 

Cuando Wakiya entró y aun sin encender el motor, se volteo hacia ellos y los miró seriamente, pero sin llegar a ser severo del todo. Paseó su mirada entre Hikari y Kazuki para finalmente, mirar fijamente a la chica.

 

—Bien, cuéntame. ¿Por qué no llegaste a la reunión de la mañana? —preguntó con total tranquilidad, Hikari suspiró y acomodó un mechón de su cabello detrás de la oreja mientras miraba a otro lado.

 

—Antes que nada, yo si quería ir pero… mi padre no me dejó.

 

—¿En serio? —preguntó Wakiya impresionado, la chica asintió y lo miró para después continuar.

 

—Dice que ya soy muy grande para estas cosas y que ya debería dejar de hacerme falsas esperanzas.

 

—¿Falsas esperanzas? —preguntó nuevamente el rubio—. No me digas que se refiere a que aún continuas esperando a encontrarte con Valt Aoi, ¿verdad?

 

La chica se encogió en su asiento, incapaz de responder que así era. Pero sin escuchar su respuesta, Wakiya la entendió y suspiró resignado. Nuevamente se acomodó en su asiento y llevó una mano a su sien.

 

—Hikari, el propósito del campamento es retroalimentar a todos los niños con actividades divertidas y enfocadas al beyblade; no se trata sobre satisfacer nuestros propios deseos personales únicamente. No puedo culpar a Shu al respecto, deberías estar muy avergonzada por querer aprovecharte de una causa altruista.

 

Hikari no sabía muy bien que decir al respecto, miró a Kazuki pidiendo su apoyo moral o algo parecido pero el chico parecía aún más intimidado que ella, pues rara vez podías ver a Wakiya hablando con tanta seriedad.

 

Luego, el adulto se volvió hacia su hijo.

 

—Y tu, te espera una larga platica sobre lo que hiciste muchacho, fuiste aún más lejos que Hikari pero eso lo tengo reservado en privado cuando vayamos a casa con tú padre.

 

Kazuki asintió rápidamente, sin ningún ánimo de enfurecer más a su padre de lo que ya había hecho.

 

Después de todo aquello, Wakiya le pidió a Hikari que volviera a su casa y pensara mejor las cosas, la chica acató su petición. Al estar en el pórtico de su casa, pudo observar como el auto arrancaba y partía hacia el sureste.

 

Por su lado, un silencio perpetuo acompañado de una afilada tensión yacía entre Wakiya y su hijo. El primero conducía tranquilamente mientras Kazuki pensaba en lo que lo esperaría al llegar a casa, más fue sacado de su ensoñación por la voz de su padre.

 

—¿Y tú qué piensas?

 

La pregunta confundió claramente a Kazuki, quien dudó antes de preguntar.

 

—¿Pensar sobre qué?

 

—Sobre Hikari. —El chico se sonrojó levemente, no sabía que su padre se había dado cuenta de sus sentimientos, pero aquella vergüenza fue borrada por la siguiente pregunta que hizo—. ¿De verdad crees que solo hace todo esto por Valt?

 

—Oh, eso… —Kazuki se lo pensó brevemente—. Realmente no lo creo, quizás vaya a sonar muy duro lo que diré al respecto, pero creo que el asunto de buscar a Valt solo es una excusa para ella. Está encubriendo lo que realmente quiere.

 

—¿Y?, ¿Qué es eso? —preguntó Wakiya mientras seguía mirando con atención el camino, Kazuki carraspeo un poco antes de continuar.

 

—Ella solo quiere encontrar a Valt para preguntarle… sobre su madre.

 

Las manos de Wakiya tambalearon sobre el volante ligeramente y eso se hizo notar por la ligera desviación que tuvo el auto. Kazuki, tan astuto como era, lo notó y preguntó.

 

—Tú sabes algo, ¿verdad?

 

Está vez fue el turno de Wakiya de ponerse un poco nervioso, Kazuki lo sabía porque podía verlo a través del retrovisor; esa forma en la que sudaba ligeramente y sus pupilas se contraian casi imperceptibles.

 

—Yo… claro que sé sobre la madre de Hikari, pero aun así, eso no explica porque busca a Valt solo para preguntarle sobre eso.

 

—Claro que lo hace, no la justifico pero, ¿Qué otras opciones tiene para saber sobre ella? Cuando habla sobre el tema con Shu o con ustedes no sueltan ni una sola palabra. Incluso cuando tú y papá me contaron sobre mi adopción fue más fácil hacerlos hablar, y eso ya fue hace más de diez años.

 

—La madre de Hikari está muerta y es todo, punto final. No quiero escuchar más sobre esto.

 

—¿Lo ves? Incluso no me dices nada a mi, ¿cómo crees que es para ella?

 

Wakiya suspiró cansado, estaban a pocos metros de llegar a su casa por lo que disminuyó la velocidad y aparco el auto en su sitio. Antes de salir detuvo a su hijo.

 

—Kazuki, sé que todo esto es difícil para ustedes. Pero debes entender que lo que pasó con la madre de Hikari es algo que solamente le corresponde revelar a Shu, ni tú padre o yo tenemos el derecho de hacerlo pero créeme, las cosas pasarán a su tiempo.

 

La mirada ligeramente molesta pero resignada que Kazuki le ofreció, le indicó a Wakiya que aunque no le gustara, lo aceptaba. Por un momento se recordó a sí mismo en aquella mirada, pues era la misma que él solía dirigirle a Shu durante los primeros años en los que aceptó guardar ese secreto a sus hijos.

 

Antes de entrar a la casa, la puerta de está se abrió frente a las narices de Kazuki, revelando a un Rantaro que lo observaba severo.

 

—Pa-papá Ranti.

 

Saludo con nerviosismo, pues sabía que le faltaba aún la otra mitad de la reprimenda de ese día.

 

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A paso lento, terminó llegando Shu a su hogar. Al entrar no esperaba un comité de bienvenida, por lo que fue una sorpresa ver a su querida hija esperándolo en el sofá.

 

—Hikari. —saludó al entrar, la chica devolvió el saludo con poco entusiasmo—. ¿Qué pasa?

 

—No es nada papá, solo que yo… Aún me siento algo decepcionada por el campamento de hoy.

 

Shu contuvo un suspiro, no podía enojarse del todo con su hija por sentirse así, después de todo él en algún momento de la adolescencia sintió como si el mundo se le cayera a pedazos por un simple plan que no salía del todo bien.

 

Se acercó a ella y se sentó a su lado, no tan cerca uno del otro pero si lo suficiente para hacerle entender que estaba dispuesto a escucharla.

 

—Sé que no siempre las cosas salen como queremos pero dime hija, ¿de verdad quieres tanto encontrar a Valt?

 

Para sorpresa de Shu, su hija no respondió al instante y se lo pensó un rato antes de negar con la cabeza.

 

—¿De verdad? Entonces, ¿por qué lo buscas tanto?

 

Hikari se hizo un ovillo en su lugar, no quería ver a Shu directamente pero sabía que si no le decía la verdad está vez, muy difícilmente podría volver a afrontarlo en el futuro.

 

—Es que yo… quiero conocer algo sobre ti, sobre mi. Quisiera ver a Valt y hablar con él sobre lo que sea que sepa… de mi madre.

 

Justo en el momento en que Hikari mencionó aquello, Shu se tensó. La chica pudo notarlo al ver como su puño se cerraba y ejercia mucha presión.

 

—¿Papá? Yo sé que no hablo mucho del tema contigo pero quiero saber, ¿por qué nunca hablas de mamá? ¿Pasó algo malo con ella?

 

Está vez fue el turno de Hikari de mirar fijamente a Shu. El albino trastabilló con nerviosismo, mirando a su hija sin saber exactamente qué hacer; quizás era el momento de contarle toda la verdad, las cosas terribles que hizo en el pasado y todo lo que trajo para ambos en el futuro.

 

Pero terminó por negarse a hacerlo, pues su mirada se topó con el brazo derecho de su hija; ese que poseía una enorme cicatriz y en cuya mano solo había una triada de dedos.

 

Se acobardó sin más y terminó cerrándose nuevamente.

 

—No Hikari, no es el momento para hablar sobre ella ni sobre nada más. —dijo tajante a su hija, se puso de pie y caminó al segundo piso.

 

Hikari lo miró impresionada, más no espero nada en imitar sus acciones para seguir cuestionando.

 

—¿Por qué? Nunca hablamos del tema y vuelves a dejarme en un mar de dudas. Padre por favor, cuéntame que paso.

 

Pero sus palabras parecían no alcanzar a Shu quien sin más, llegó a su estudio privado y cerró la puerta con seguro tras de sí.

 

La joven, al verse inútil e impotente ante tal reacción, no pudo hacer otra cosa más que sentarse en el suelo y lamentarse.

 

Mientras que, en otro lado un tanto alejado, cierto personaje donaba de forma casi anónima a su querido bey al museo de beyblade, el cuál yacía en vísperas de su aniversario.

 


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