Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Lo que no puede ser profanado por ti (ItaDei) por MekhmenehBahnu

[Reviews - 21]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Advertencia: alto contenido de viejos calientes :)

El ambiente era pesado, casi lúgubre, en toda la ciudad que rodeaba la torre de la Roca y se debía a una visita que fue controversial para todos los habitantes de la aldea y para sus aliados pero que Sasuke estaba muy interesado en recibir.


Los enviados de la reciente creada aldea de Akatsuki arribarían esa misma tarde y no eran nada más y nada menos que el líder fundador y su esposa.


Para el Uchiha convenía que se vieran como socios, de momento el plan no era conquistar nada tan alejado como lo era ese territorio pero tampoco quería volverse su enemigo y que decidieran ayudar a otras pequeñas aldeas estratégicas, lo cuál significaría un obstáculo que podía evitar al convertirse en su aliado en este momento.


Vaticinaba que ellos podrían ser una pieza importante además de que le intrigaban los rumores de sus grandes técnicas escondidas, no podían estar tan alejadas de la verdad si lograron establecerse en tan pocos años y viniendo de un lugar de tan mala reputación.


Todo el séquito extranjero resaltaba, sus ropas eran diferentes, incluso su caminar también lo parecía y los líderes destacaban entre la multitud con sus capas negras de nubes rojas que hacían juego perfecto con sus rostros tétricos de pieles pálidas y sin expresión.


Los recibieron en el salón. Si hubiese sido cualquier otro invitado Deidara se hubiera aferrado a usar la túnica y sombrero de Tsuchikage o el uniforme militar solo por hacerse notar sobre Sasuke; sin embargo en este caso consideró que era mejor presentarse en kimono, uno azul marino con hilos de plata creando un paisaje marino hermoso. Los varones de la Roca los recibieron con su uniforme de combate y por supuesto que en la reunión también estaba presente Juugo cuidándole la retaguardia.


Pain que de por sí era un experto en protocolos y en su actuar para agradar a las personas, le resultaba mucho más fácil en esta ocasión que ya tenía un conocimiento previo de quién sería su anfitrión. No miró ni de reojo al doncel pretendiendo que le era indiferente y se dirigió con una reverencia mesurada al pelinegro.


- Un honor estar frente a usted. -esas palabras en boca del Akatsuki no sonaban sarcásticas pero tampoco como un acto de sumisión.


- Lo mismo digo, debo admitir que estaba curioso de cómo luciría después de escuchar tantas historias de su aldea.


- Espero que buenas.


- Digamos que no lo dejan mal parado en cuanto a sus habilidades.


- Y no hablemos de mi generosidad que no se queda atrás -se halagó a sí mismo -he aprovechado en traerle una serie de obsequios de la más fina calidad de nuestras tierras, algunos licores y unas vestimentas para su doncel; así las mujeres pueden entretenerse mientras hablamos de temas importantes -Ese comentario hizo sonreír a Sasuke, comenzaba a agradarle el líder de Akatsuki.


- Eso veo -dijo señalando los enormes cofres hermosamente troquelados que se presentaban ante ellos. -Por qué no se ponen cómodos y más tarde nos reuniremos. Mi esposo les guiará a sus habitaciones y les atenderá como se merecen.


Pain aceptó gustoso ese recibimiento y lo que más satisfizo al pelinegro fue mirar a su lado para encontrarse con los ojos furiosos de Deidara al que no se le dejó decir ni una palabra y que estaba seguro no haría un escándalo frente a los invitados. Sasuke fue el primero en retirarse mientras era reverenciado, el doncel ya le había humillado indirectamente y tuvo que aprovechar esta oportunidad para regresarle uno de esos golpes.


Para Boruto y Juugo no pasó desapercibido el desdén con el que el Akatsuki trataba al rubio doncel y como este se tragaba ese desprecio, pues el Tsuchikage y mayor autoridad de esa aldea era él y no Sasuke y ahora era se veía rebajado al nivel de cualquier sirviente; aun así era admirable su manejo de la situación y fingiendo simpatía les pidió a los invitados acompañarle por la torre para guiarlos a sus habitaciones.


- ¿Konan por qué no vas con el doncel del Tsuchikage a su habitación y le muestras sus obsequios?


- Por supuesto -Por primera vez hablaba la mujer. -Si me permite Deidara-san.


- Sí claro.


Iban al frente Konan y Deidara seguidos por Boruto y Juugo y al final unos sirvientes de Akatsuki cargando uno de los cofres. El ojiazul mayor se las ingenio para secretearse con Juugo brevemente sin ofender a su invitada.


- Juugo necesito que vigiles a Pain, no me ha dado buena espina.


- ¿Y usted? Es más peligroso que se quede aquí con ellos -Deidara le sonrío para convencerlo.


- No te preocupes si algo sucediera Boruto se ocupará, pero si Pain realiza algo atrevido no creo que mi hijo pueda hacerse cargo. -Le acarició el brazo con confianza.


- De acuerdo -sin darse cuenta Juugo ya se había vuelto dócil ante este tipo de gestos que a la vista de los demás pasaban por simple amabilidad.


Deidara entró a la habitación donde ya lo esperaban. Se colocó frente al cofre que estaba puesto estratégicamente para abrir hacia la pared lejos de la puerta, custodiada por Boruto, y que así solo el doncel pudiese ver su contenido.


- Retírense -les ordenó Konan a los sirvientes para que la esperaran fuera del cuarto.


- Le agradezco mucho sus atenciones, atesoraré estos presentes como afirmación de nuestra amistad y futuras relaciones. -Se sentía extraño dirigirse así a su amiga pero debían comportarse solemnes para no levantar sospechas.


Abrió lentamente el regalo y se encontró con la vestimenta tan típica de las aldeas de ese extremo; se veía la tela muy fina, tanto que creía imposible que algo así se produjera en la aldea de Akatsuki. La tomó entre las manos y con cuidado la levantó para mostrarla a Boruto, por una milésima de segundo se sorprendió al ver piel pero de inmediato descubrió de qué se trataba y no se pudo contener, sonrío tan alegremente que incluso a su hijo le pareció extraño ver esa expresión en su rostro. Deidara irradiaba más luz incluso que la que entraba por los ventanales y le sorprendió gratamente encontrar que su padre doncel podía poseer tal calidez cuando lo usual era una mirada taciturna aun mostrando sus sonrisas sinceras esporádicamente.


Boruto admiró el vestido, sí qué era hermoso pero no tanto como la persona que lo sostenía.


- ¡Vaya sorpresa que me ha dado Konan-san! Le aseguro que nunca había visto algo similar y estaré orgulloso de portarlo cuando les hagamos una visita en sus tierras.


- Es un placer escuchar sus palabras. -La voz de la peliazul era tan inflexible que hasta sonaba algo molesta.


- Disculpa que lo mencione pero me parece que después de un largo viaje estará cansada. ¿Por qué no continuamos con esta conversación en otro momento? Boruto, hijo por favor acompaña a nuestra invitada a su habitación seguro que el camino puede ser complicado.


Konan reverenció y salió caminando con tranquilidad. No insistiría en quedarse después de que Deidara le hubiese echado con tanta urgencia, cerró los ojos para evitar rodarlos sin entender porque esa pareja a veces hacía tantas tonterías arriesgadas.


- ¡Padre! – le dijo Boruto en voz baja a forma de reclamo.


- Está bien, muestra algo de cortesía para la señora. Me reuniré contigo más tarde. A decir verdad está situación me hace doler la cabeza y preferiría descansar unas horas. Por favor hijo -ya lo último lo expresó con súplica esperando que viera su fastidio y que le dejara solo.


- De acuerdo -se rindió ante los modos que usó su padre.


Apenas salió el pequeño rubio Deidara deshizo su máscara y sentía los músculos de la cara moverse hasta formar una sonrisa de plenitud. Cerró la puerta tras de sí y puso el seguro. Se giró y ahí estaba un par de brazos asomándose por los bordes del cofre en un intento de salir. Se acercó divertido a ver como su hombre salía de ahí mientras lo apoyaba con una mano.


- ¿Qué haces aquí? -soltó una risita.


- ¡Te lo juro Deidara en mi cabeza esto era más fácil y un buen gesto romántico! – terminó por levantarse y estiró la espalda. El rubio le miraba con adoración, era increíble que en un acto de contorsionismo su esposo se hubiera colado en la torre para sorprenderlo. Lo miró directo al rostro, era adorable verlo ahí parado en carne y hueso solo para él. Le acarició el rostro con ternura e Itachi respondió tomando su mano y besándola con dulzura.


- Te extrañé -confesó Deidara sonriente aunque Itachi sabía por el gesto de sus cejas y lo cristalino de sus ojos que dentro de ese sentimiento no sólo existía un profundo amor sino que una tristeza seca y dolorosa que le decía que su estancia en la Roca no había sido en absoluto fácil.


- También yo, también yo -se acercó y lo abrazó muy suave, guio la cabeza con su mano para que la recargara sobre su pecho y le acarició el pelo sin prisa alguna.


Deidara adoraba sentirse así de consentido, no sólo la calidez era física sino que espiritual; sobre todo lo que más extrañaba al lado de Itachi era esta calma perpetua en su ser dónde nada podía ir mal; cierto era que mucho tiempo perdigó ser muy independiente, lo exageraba solo para hacerle entender a todos los que se oponían a ver su cambio pero jamás podría negarse a sí mismo que también le gustaba esta parte donde su ser amado era un soporte cuándo su propia voluntad no era suficiente.


Pasó los brazos por debajo de las axilas del varón y lo estrujó con fuerza. Levantó la cabeza hasta rozar su coronilla con el hueso de la mandíbula. Quería reconocerse con él, refrescar su olor y su corpulencia en la memoria. Hubiese deseado descomponerse en el aire para entrar por cada poro del cuerpo ajeno y quedarse en la eternidad inseparables.


- Dei -le ronroneó con su voz grave y baja, a este se le erizaron todos los vellos del cuerpo. Le apretó también fuerte contra su cuerpo -No es el momento ni el lugar, eres tan enervante y yo tan débil que debes detenerme. -Sabía que esa era una súplica desesperada y claro que Itachi tenía razón, ese no era ni el momento ni el lugar pero en realidad ellos jamás habían sido bendecidos teniendo ninguno de los dos, e incluso así en ese terreno áspero había florecido el amor y la pasión.


- Ita no me pidas eso mejor solo tómame -Alzó la vista y encontraba en esa mirada profunda la misma desesperación que corría por sus venas, era imposible resistirse o esperar. Era más fácil aguantar a que anocheciera y sus habilidades le permitirían colarse dentro de la torre sin ser visto, incluso pudieron no haberse visto, sin embargo algo así no sería posible porque ya estaban impacientes por el otro.


Itachi se rio por lo cínicos que eran ambos y sujetó el mentón de su rubiecito para después besarlo con amor, se tomó su tiempo mientras le estrechaba por la cintura y lo guiaba a pasos torpes hacia la esquina más alejada de la habitación con cuidado de no pisarle el kimono, estaba tan desacostumbrado a ser precavido con el doncel que terminó por tirarlo al suelo haciendo maniobras imposibles por tratar que esa caída fuera lo menos dolorosa posible pero miró a Deidara y este se reía de su desesperación. El pelinegro se rindió ante ese encanto y compartió la alegría.


Giró a Deidara para dejarlo sobre sus piernas y lo admiró, podría contemplarlo por horas. Era tan diferente a como siempre lo había visto, su cabello estaba adornado bellamente, su piel lucía blanca y tersa seguramente por baños exquisitos de los que ahora podía darse el lujo y el kimono era de la más fina seda. Esa siempre había sido su naturaleza, resplandecía hermoso y se merecía más que nadie este bienestar.


- ¡Deja de mirarme así o me gastarás! -le reclamó en puchero el rubio pero él también era consciente de la situación. Esto se sentía correcto como si siempre hubiese debido ser así. El Tsuchikage con su guerrero amado. ¿La fantasía se convertiría en realidad para siempre? ¡Quién sabe y qué más daba! si esto era un mero espejismo que duraría solo un instante lo disfrutarían.


Deidara se acercó a besar de nuevo a Itachi y se acomodó en la posición que quería. Le sonrío rozando sus dientes con los labios ajenos y después empezó a descender traviesamente por el cuello repartiendo besos aquí y allá con la satisfacción de sentir las manos de su pelinegro asirse firmes a su cintura en cada espasmo de placer. Le pasó las manos por debajo del uniforme para desvestirlo.


- Es peligroso Dei, si alguien viene...


- ¡Nadie vendrá! -le levantó la ropa y se deleitó con el torso musculoso, siguió bajando dejando marcas invisibles de sus labios. Trazó la línea con calma en su eje hasta llegar a los pantalones que desabrochó con astucia.


- Amor -le llamó para que le regalara un segundo de su atención y Deidara de inmediato entendió.


Se abochornó por saber lo que su esposo quería sin mediar palabra, solo bastó con ver esa mirada hambrienta para entenderse; le dio al varón tiempo para que deslizara su cuerpo hasta quedar tendido en el suelo y él a gatas se giró de tal forma que sus piernas quedaran una a cada lado de la cabeza del otro.


La frescura del aire le rozó las pantorrillas cuando Itachi deslizó las manos por debajo del kimono para comenzar a acariciar su trasero y con absoluto descaro quitarle la ropa interior. La anticipación de lo que venía era deliciosa. Se concentró en su tarea y liberó el falo del pantalón, escupió sobre la punta para hacer más fácil el deslizamiento y lo masturbó lento para terminar de erguirlo. Sintió un dedo hundirse en su interior y casi de inmediato otro más, su esposo sabía lo que le gustaba e introducía toda la longitud de los dígitos hasta el fondo retorciéndolos en sus paredes. No podía evitarlo, los gemidos exhalados se le escapaban de la boca, lo mejor sería ocuparla en el manjar que se le presentaba en toda su extensión delicioso a la vista. Lamió el pene ya tieso desde la base hasta la punta y apretó los testículos con suavidad, ese sabor extraño salado y poco agrio le hacían querer más. Se lo metió hasta donde pudo a la boca dando un candoroso masaje con su lengua en el interior, sus ojos lloraban al atragantarse pero quería llevarlo hasta el fondo aunque en esa posición se le complicaba todavía más maniobrar esa longitud; en recompensa por su esfuerzo Itachi apretó su punto más sensible, casi se asfixiaba al intentar gemir con ese pene hasta la garganta. Lo tuvo que sacar y su respiración se agitó. Maldita sea, su esposo quería enloquecerlo porque siguió tocándolo con malicia hasta hacerle temblar las piernas.


- ¡Basta! -suplicó Deidara en voz baja y antes de recibir respuesta ayudado por sus manos se movió al frente. No quería parar la acción, solo ir al evento principal.


Avanzó hasta dejar sus caderas al mismo nivel y guio el miembro viril a su entrada para envolverlo con el calor hirviente de su interior. Itachi le levantó la ropa y le ayudó a caer sin ser demasiado brusco. El rubio comenzó un meneo pausado y sensual mientras se llevaba una de las manos a la boca para apaciguar sus gemidos.


El pelinegro también intentaba no ir demasiado rápido y dejar que cualquier sonido muriera en las exhalaciones. ¡Qué difícil era lograrlo! Por fin después de tanto tiempo y de vivir preocupado a cada segundo tenía a Deidara entre sus brazos sano y salvo y entregándose completamente como era su costumbre.


- Papá -Tocaron la puerta y el doncel se detuvo en seco apretando su interior con fuerza -¿Puedo pasar?


- No me siento muy bien -volteó la cabeza para ver a Itachi rogándole una solución.


- ¿Quieres que llame un médico?


- ¡No, no! -Sabía que el momento estaba algo arruinado e intento alejarse pero el pelinegro tan perverso como era lo afianzó por la cintura para que no se alejara -Solo descansaré unas horas.


- De acuerdo, llámame si necesitas algo. -parecía que se había ido pero no estaban seguros y lo mejor sería esperar unos minutos antes de seguir.


- Diablos Dei deja de hacer eso o no podré aguantar más -No sabía si era apropósito o debido al riesgo de casi ser descubiertos pero el interior del rubio le bañaba de fluidos tibios y apretaba su esfínter con una fuerza y ritmo que le habían sido desconocidos hasta ahora.


- Ita... -Deidara le llamaba tan dulce y excitado que fue imposible no seguir. Se movió lento para reanudar las embestidas, intentaba con todas sus fuerzas que el descontrol no se apoderara de su mente y sobre todo de no generar esos ruidos húmedos. Era mejor comportarse así de moderados solo para no quedarse con las ganas y no llamar la atención.


- Dei lo siento pero tengo que verte -salió rápido de su interior para continuar de frente.


Ayudó a Deidara a recostarse sobre el suelo y le miró desde arriba, se deleitaba con el rostro celestial del doncel. ¡Ese rubio era sublime! tenía ambas manos temblorosas tapando la boca y con esos ojos velados y llorosos de placer, sus fosas nasales se dilataban intentado regular la respiración. Bajó la vista al pecho acelerado y sintió una punzada de placer en su miembro, los pezones se mostraban erectos bajo la tela y no pudo resistir el impulso de hacer un desastre con la vestimenta jalándola hacia abajo desde los hombros hasta los codos con tal de mostrar esos botoncitos rosas tan sensibles.


- ¡Rápido Itachi! -se abrió de piernas para invitarlo a continuar.


Por supuesto que el pelinegro no dudó en seguir las indicaciones y como imanes sus sexos se unieron hasta volver a ser uno. Puso los brazos a cada lado del rostro del rubio, así le era más fácil darse toda la fuerza e impulsar la pelvis de atrás hacia adelante con certeza. Esta era la única forma en que de verdad se sentía fuera de sí, perdía por completo la cabeza y no existía nada más que ellos dos. ¡Dios! Lo había extrañado tanto y sufría cada noche imaginando lo peor y pasaba las tardes enteras impaciente caminando de un lado a otro buscando en un lugar desconocido la fuerza para no salir corriendo en busca de su doncel.


- Itachi -le apretó la cintura buscando atención -¡Itachi! -repitió chillante pero bajo para que nadie más le escuchara -No tan fuerte -rogó el rubio, siempre le gustaría que Itachi fuera así de animoso sin embargo en este momento solo quería apaciguar el mareo que le provocaba la resistencia a no perderse en el placer.


- Perdona Dei - Se enderezó para verlo mejor y bajó el ritmo. Llevó una de sus manos al miembro necesitado del doncel y lo acarició lento.


- Ya casi Itachi -El contacto de esos dedos un poco fríos le daba espasmos deliciosos, odiaba y le encantaba ser tan sensible ante cualquier cosa que le hiciera el varón.


- Está bien, córrete para mí mi amor.


Deidara se cubrió el rostro con ambas manos, esto era demasiado. No se sentía así de inocente desde hace años, creía haberse librado del embrujo de este pelinegro a través del tiempo y la convivencia pero no era así.


Sentía en cada nervio vívidamente lo que le hacía Itachi a su cuerpo y eso le provocaba unas ganas apenas soportables de ponerse a llorar de este placer corporal y el sentimiento de fervor en su corazón.


- Márcame Itachi -Le suplicó el doncel en cuanto se corrió en sus manos temblando. Itachi sabía que no duraría más, su pene hinchado estaba impaciente por liberar su semilla en el interior de su esposo.


El guerrero le obedeció ciegamente, jamás se negaría ni le negaría a Deidara ese placer. Eyaculó abundante dentro y se dejó caer sobre el pecho del doncel recuperando la respiración; le repitió una vez más lo mucho que lo amaba mientras este le abrazaba por la nuca y repartía caricias en su cabellera negra y sedosa también intentando regresar su pulso cardíaco a la normalidad.


Se quedaron en silencio por varios minutos hasta que Itachi se movió para recostarse a su lado y acomodar al rubio en su pecho.


- Deidara te ves cansado -el nombrado sonrío de medio lado, era agradable saber que incluso esos pequeños detalles los notaba y se preocupaba por ello. -Duerme un poco ahora que estoy aquí para cuidarte.


- Solo será un momento Itachi, disculpa que lo haga incluso pudiendo aprovechar esta ocasión para conversar -no negaría que estaba exhausto y que en esos meses no había tenido ni una noche de sueño reparador.


Cerró los ojos y la próxima vez que los abrió ya estaba recostado en su cama. Se alarmó pensando que habían pasado días y no reconociendo del todo la situación.


- Tranquilo Dei -lo calmó al ver su súbito despertar.


- ¡Itachi! -se tocó el corazón intentando calmar sus latidos. Entonces no se trataba de un sueño, ¡qué suerte! Se tiró hacía atrás relajado. -Ahora me siento mucho mejor.


- Me alegra, no imagino lo difícil que ha sido soportar a tus admiradores todo este tiempo. Te juro que rondan esta habitación cada hora. -En su voz se mostraba una clara molestia.


- Jajaja -podía creerlo, Boruto y Juugo eran un fastidio. Se sentó en la cama mostrando su torso desnudo sin vergüenza alguna. -No les prestes atención. -Se acercó a repartir unos cuantos besos por todo el rostro del pelinegro -¿Cuántos días estarás aquí?


- Solo un par e iré con Hidan directo a la Hoja esperando que nadie sospeche de Akatsuki.


- Ten cuidado. -le tomó la mano con sincera preocupación. Sabía que las explosiones eran volátiles y que todo a su alrededor significaban peligro.


- No pensaba tenerlo, gracias por advertirme. -En esta ocasión el sarcasmo no aligeró el sentimiento horrible en el pecho del doncel e Itachi lo notó de inmediato -Tranquilo Deidara, haremos las cosas como están planeadas. Sé que el riesgo está implícito y aun así decidí aceptar con gusto y tú también sabías que todo esto era una locura pero aquí estamos.


- Tienes razón -era cierto. Esta acción era más grande e importante que sus propias vidas y con honor y valentía debían seguir el plan esperando los mejores escenarios y no lamentándose de lo que pudiese salir mal si eso todavía no pasaba.


 


 


 


 


 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).