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Lo que no puede ser profanado por ti (ItaDei) por MekhmenehBahnu

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Notas del capitulo:

Nunca es suficiente para mí jdhfsdjhs

No voy a mentir, me pasé al escribir tanto pero bueno, para lxs fans de esta pareja espero lo disfruten.

Sai creció con los niños del orfanato. El mundo para él parecía simple de resolver incluso siendo un niño, si no quería tener problemas solo debía obedecer las reglas, no destacar en lo negativo ni en lo positivo. Así de sencillo, ni más ni menos. Tener un rostro común, con un corte de cabello común, vestirse común, tener notas promedio, socializar solo lo suficiente.

Se desarrolló dentro de la disciplina que le exigían en la academia donde le entrenaban para ser un buen elemento para su aldea. Se preparaba para ser un buen guerrero y le educaban para ser diplomático. Le felicitaban por mostrarse amable y sereno en cualquier situación, aunque esos aplausos no le significaban nada en absoluto y prefería que le ignoraran.

Mientras crecía una pregunta se volvía más recurrente en su cabeza ¿cuál era el propósito de seguir con esto? Se sentía con el poder de enfrentar la vida por años, pero en el interior estaba intimidado del futuro, de su soledad y de que en realidad solo se estaba convirtiendo en una cáscara vacía.

Ya era un joven adulto y seguían sin interesarle cosas propias de esa edad, decantaba por la apreciación artística desde la adolescencia, le gustaba más ese mundo donde como espectador nada podía dañarlo. Observaba las viejas pinturas y piezas caligráficas, todas tesoros de la aldea, hablaban sobre la magnificencia del mundo y otras veces explicaban lo satisfactorio de las relaciones humanas amorosas. No lo entendía y nadie compartía sus dudas.

Suponía que el bagaje a través de los libros le dio una ventaja para que le consideraran una opción pertinente como parte de los oficiales diplomáticos. Y tal vez por su orfandad nunca aspiraría a nada más, puestos más altos y mejores ubicaciones estaban destinados a los hijos de buenas familias. A él lo enviarían a la Arena, allá donde nadie quería ir porque se trataba de una aldea bastante empobrecida con habitantes ariscos y de clima sofocante.

Por supuesto que lo enviarían a él, aunque no quisiera ir no podía negarse a lo que dijera el Hokage.

Jamás había puesto un pie fuera de la Hoja y no estaba acostumbrado a la sensación de un carruaje ni a estar sentado tanto tiempo. Le fue imposible concentrarse en los libros que empacó así que mejor se dedicó a ver el exterior. Levantó la cortinilla del costado y no cabía en su asombro por el paisaje que se mostraba a lo lejos. No es que no conociera las montañas o los campos pero verlos con sus propios ojos en otro contexto era muy diferente. Sabía que pocos se asombraban con una simpleza así; sin embargo, para él que toda la vida estuvo enclaustrado, descubrir el mundo que solo conocía por palabras era increíble.

Incluso cuando el aire caliente del desierto le lastimaba las fosas nasales no dejaba de admirar las dunas, el paisaje nuevo, la forma de vestir, las construcciones. Se sentía agradablemente irreal. Le recibieron hoscos, algo extraño considerando que los temas políticos siempre se trataban con falsa amabilidad; no le tomaba importancia, él creció en un ambiente despreciable y ya pocas cosas le afectaban.

Tampoco esperó que le trataran con demasiada importancia, es decir, los invitados de la Hoja tenían relevancia para mantener una sana relación pero al final todo se trataba de apariencias porque la comitiva se conformaba de figuras poco relevantes y nada influyentes. Ya llevaba días ahí y ni siquiera conocía al Kazekage o a sus hermanos.

Era extraño tener la opción de tomar la iniciativa para realizar tareas. Comenzó poco a poco midiendo hasta dónde llegaban los limites de exploración aceptables para un extranjero. Asistía a las asambleas que le correspondían y después caminaba por aquí y por allá dentro de la torre, solo en áreas comunes, hasta que se volvió aburrido y se permitió salir a recorrer las calles.

Así fue conociendo los barrios de la ciudad, le gustaban las calles comerciales donde se detenía a platicar con coleccionistas de arte o eruditos dueños de negocios. Al menos servía para salir de la monotonía de la torre crear estas relaciones comerciales, incluso en el futuro podían ser convenientes, aunque no lo hacía con esa intención.

Las charlas eran amenas y podía quedarse horas hablando sobre diversos temas con sus anfitriones, no midió las consecuencias de sus actos y además de las implicaciones morales no encontraba nada ilegal en lo que hacía.

Por las noches las pláticas se convertían en entretenimiento con chicas y donceles divertidos que obviamente se dedicaban a la prostitución. De primera instancia se mostró reservado y solo disfrutaba de los bailes, música y comida pero seguía inseguro de hacer algo más en las habitaciones privadas por mucho que los hombres le animaban a darse ese gusto.

Supo que había metido la pata al volverse adicto a esas salidas nocturnas cuando el Kazekage lo mandó a llamar a su oficina. Se serenó, respiró profundo y con su mejor sonrisa asistió al llamado. Lo anunciaron y de inmediato le concedieron el paso.

- Kazekage-san

- No tengo mucho tiempo así que seré breve. No vamos a gastar recursos en vigilarte ni a prohibir nada pero si vas a continuar con ese cuestionable estilo de vida al menos hazlo de forma discreta. Intenta que no se involucre a la Hoja, no quiero cuidar tu reputación, solo te pido que al menos hagas un esfuerzo para no evidenciar que tu aldea nos ha enviado a personal de baja categoría. Eso era todo, puedes retirarte.

Sai quedó atónito, se retiró en silencio reverenciando. Lo desconocido le era hermoso por ello no le pesaba vivir en la Arena, pero absolutamente nada era tan hermoso como sentir su corazón detenerse para después golpear con fuerza su pecho al conocer al hombre más cautivante del universo. Le dejó perplejo la imagen general del Kazekage, los mechones rojos que se asomaban por debajo del sombrero, los ojos furiosos color verde y esa voz grave que pronunciaba palabras sin tentarse el corazón.

Ahora todo lo que quería era agradarle a ese hombre y serle de utilidad, porque esa era la única forma que conocía y que le funcionaba para simpatizarle a la gente. Fue más aplicado con sus deberes, sus entrenamientos se intensificaron y ni hablar del estudio. Comenzó a socializar con las personas dentro de la torre volviéndose bastante conocido entre la servidumbre y funcionarios de la aldea. Por suerte entre esas personas logró amistarse con Temari, la hermana del Kazekage, y gracias a ella pudo encontrarlo de nuevo. No era un trepador social ni nada parecido pero debía manejar y aceptar esas relaciones de poder si quería volverse cercano a Gaara.

 

La primera vez que lo invitaron a uno de los pocos festejos que ofrecían en la Arena lo sentaron alejado del Kazekage. Lo miró en varias ocasiones intentando llamar su atención sin resultados, el pelirrojo solo atendía a los que sentaban cerca de él, a personas importantes. Observó a los que se sentaban a su lado, unos don nadie igual que él.

Apenas vio la oportunidad se retiró primero de la cena. Respiró al verse solo fuera del salón y por fin pudo quitar la falsa sonrisa. Llevaba poco más de un año en la Arena y nunca sintió la desolación de estar en un lugar lejano y sin rumbo en la vida como ahora. Tal vez debería pedir su retorno a la Hoja preparándose para ser relegado a hacer puro papeleo burocrático por el resto de la eternidad, porque siendo sincero ¿qué pasaría si lograba acercarse a Gaara? Nada, ellos no tenían nada en común.

Escuchó la puerta abrirse y salió la persona más inesperada. Se miró con Gaara por unos segundos sin decir palabra.

- Kazekage-san -le gritó un hombre saliendo del salón. -¿Me permite acompañarlo mientras discutimos un tema importante? -Hasta al pelinegro le desagrado la evidente doble intención de esa propuesta.

- Tendrá que disculparme, ya le prometí una reunión al enviado de la Hoja. Vamos. -Le indicó a Sai y este que era muy bueno para adaptarse a las situaciones imprevistas simplemente le siguió el juego al Kazekage al no mostrar signo de sorpresa.

Caminaron rumbo a su oficina.

- Solo necesitas quedarte unos minutos y después puedes marcharte.

- De acuerdo. -Miró alrededor intentado hacer tiempo e incomodar a su anfitrión lo mínimo posible. Diablos, por alguna razón se le hacía muy difícil entablar una charla casual con el pelirrojo. -Esa pintura de ahí es un regalo de la Hoja. -Gaara despegó la vista de lo que leía.

- No me digas -Respondió sarcástico e hizo sentir estúpido a Sai, claro que lo sabría.

- Pero es una replica, la original sigue clasificada en la torre del Hokage -sentía que hablaba más por nervios que por tener algo que decir.

- No es cierto -Por alguna razón ahora le prestaba atención aunque, de nuevo, furioso.

- De verdad, yo la he visto con mis propios ojos.

- Ya puedes retirarte -con eso dio por terminada la conversación.

Gaara estaba muy molesto, ese obsequio de la Hoja que ni siquiera le encantaba lo tenía exhibido por puro compromiso debido a que el Hokage había sido muy explicito en su carta al decir que era un gran tesoro de la aldea y que lo hacía de buena fe para mantener sus relaciones. Estaba francamente harto de que esa aldea solo por tener mejor estatus en este momento le siguiera tratando con condescendencia y burlándose con gestos que hacían pasar por inocentes.

Así es que, tal vez no tendría mucho con qué desquitarse, pero acercarse a Sai le darían un par de ideas.

 

A Sai le sorprendió que Gaara de repente se hubiera vuelto más próximo, sin exagerar por supuesto, muy al estilo del Kazekage le sacaba conversación. Al principio se emocionó demasiado y quería hablar y hablar de un montón de trivialidades pero pronto descubrió que ese entusiasmo cansaba al pelirrojo y terminaba por rodar los ojos con hastío antes de alejarse. Así que entendió que en la charla debía ser mesurado y a veces era mejor guardar silencio para no hartar a Gaara.

Con el pasar del tiempo la compañía se sentía más natural. El doncel era un chico muy guapo e interesante a juzgar del de ojos negros, todo le parecía perfecto a Sai, incluso su personalidad huraña. La experiencia adquirida por escucha y lectura le decían que el siguiente paso si quería llevar la relación a un terreno amoroso era un acercamiento físico.

Esperó paciente el momento correcto. Se paró junto a Gaara a observar la ciudad desde la torre, el ambiente era refresco y el viento sopló lento moviendo las hebras rojizas, sus miradas se encontraron y tomó al Kazekage gentilmente por el cuello para acercarlo a sus labios. La cara del doncel se transformó en desagrado.

- No te confundas Sai, no tenemos esa clase de relación. -Se alejó sin decir nada más ni dejarle expresar lo que sentía.

Inmediatamente reconoció que sus esperanzas eran demasiado románticas, estaba tan influenciado por las épicas historias de amor que creyó que de alguna forma tendría una oportunidad. Jamás sería así, seguramente el pelirrojo le permitió ser cercano porque era su deber pero no tenía la intención de entablar ninguna clase de relación con él y no lo culpaba. A él, que no destacaba en nada, no tendrían porque preferirlo en ningún sentido.

No solo fue la humillación de tener un amor unilateral, podía vivir con eso, ahora odiaba que Gaara ya no le hablara como antes. Los politiquillos de otras aldeas tampoco le dirigían la palabra por miedo a que hubiese hecho enfadar al Kazekage y ellos también cayeran de su gracia. Echó a perder lo poco que construyó y una vez más estaba solo.

Pero ya estaba acostumbrado a la soledad así que en un acto de rebeldía y desesperación por llamar de nuevo la atención del pelirrojo regresó a las calles. Esos viejos conocidos no lo extrañaron aunque tampoco le cuestionaron por su ausencia. No le tomó nada de tiempo sentirse cómodo una vez más en ese ambiente, era estridente en sus participaciones en esas fiestas, era aún peor que cuando conoció ese mundo e incluso así Gaara no le hizo ni un comentario. Le molestaba muchísimo y le desilusionaba todavía más, pero era su culpa. No debió permitirse enamorarse a ese grado de una persona que ni siquiera lo notaba.

Era contradictorio querer que el Kazekage se enterara de su comportamiento y al mismo tiempo sentirse avergonzado de lo que pudiera pensar de él.

Sin embargo, no debía darle tantas vueltas. La situación era bastante simple, estaba disfrutando mientras arruinaba su vida con tal de no seguir pensando en lo que jamás podría obtener. Todo empezó con festejos y platicas de arte pero escaló a la bebida, a los placeres carnales, a la depravación. Absolutamente terrible, solo que en su mente rondaba la cuestión de si de verdad antes estaba mejor o estas acciones que físicamente le complacían le daban al menos un poco de sentido a la vida.

Además era divertido y fue aún más divertido cuando llegó Itachi. Lo conocía solo por su fama, nunca en persona, era obvio que al enviarlo ahí el Hokage lo castigaba. Al llegar con un rango tan bajo como simple guardia supo que algo grave había ocurrido y deseaba conocer esa historia, le gustaba entrometerse en esa clase de cotilleo, pero Itachi era un hielo, no deseaba socializar. Lo llevaba a entretenerse en las noches y solo lo esperaba fuera de la posada, le hacía la plática durante el día y contestaba con monosílabos.

Sai tenía una posición más alta así que en teoría para meterse en problemas con la aldea el Uchiha debía acusarle directamente con la Hoja y para que eso sucediera debía reportarlo en persona o a través de una carta, carta que debía por protocolo ser aprobada por él, así que en realidad no estaba en peligro de perder su posición y si lo hacía, la verdad, qué más daba. Provocaría un poco a Itachi, solo para ver qué pasaba.

Partiendo desde la consciencia de que lo que hacía estaba muy mal en muchos niveles y sabiendo que actuaba como una mierda de persona gastó buena parte de su sueldo en conseguir unos raros y exquisitos inciensos afrodisíacos, solo quería que el guerrero siempre serio se relajara un poco. Así empezó, se volvía despreocupado y tomaba algo de sake, comía y celebraba los espectáculos de música y baile. Y al otro día cuando todo regresaba a la normalidad le echaba unas miradas de enojo que le divertían más de lo que le preocupaban.

Creía que lo que Itachi no quería reconocer es que le gustaba ese estilo de vida, porque muchas veces lo más difícil es aceptar que la decencia resulta aburrida y por orgullo debes ocultar esos deseos primitivos pero para suerte del Uchiha a Sai nada de eso le importaba, ya se había convertido en un sinvergüenza. La primera vez lo llamó a propósito dentro de la habitación mientras estaba con una chica, lo vio taparse la cara indignado y salir apenas se dio cuenta de lo que hacían. La segunda vez podía creer que Itachi pecó de inocente y se adentró pensando que vería otra cosa, pero ya cuando se le hizo costumbre quedarse a observar supo que en el fondo este Uchiha no era nada recto en su comportamiento.

Fue divertido, a pesar de tener una edad similar podía apostar cualquier cosa a que su guardia jamás había tenido una relación intima con nadie, algo raro si tomaba en cuenta los rumores que se decían de lo que llegaban a hacer los hombres del ejército en cada lugar al que iban. Ahora su objetivo era conseguirle una chica o chico, lo que él prefiriera. Nunca había visto al pelinegro tan furioso como esa noche cuando prácticamente lo estaba obligando a tener sexo con un doncel. Se disculpó cuando entendió que humillaba su dignidad y hería el sentimiento de amor que tenía por alguien más; nunca más lo volvió a intentar.

Intentó que abriera su corazón con él pero no ocurrió en esa ocasión, hasta unos meses más adelante. Le pidió con tanta insistencia que le ayudara a ir a la Roca que fue imposible no chantajearlo para que le contara toda la verdad, estaba seguro de que no le dijo toda la historia pero le encantaban los dramas relacionados al romance así que le ayudó con una solución bastante drástica. Debía abandonar su aldea y él le ayudaría a convencer al Kazekage de convertirse en un refugiado, era lo único que podía hacer si de verdad quería viajar fuera de la Arena. Sus sentimientos debían ser demasiado serios porque aceptó casi de inmediato, ahora debía cumplir con su parte e ir a hablar con Gaara.

- No. -Fue su primer respuesta.

- Pero piénselo Kazekage, incluso si no le permite ser un refugiado ¿por qué no le deja ir? No cree que esto podría ser una ventaja si logra hacer un tratado con su hermano.

- Ellos ni siquiera se llevan bien, ¿cómo podría resultar en una ventaja? Al contrario, eso solo haría enojar a... Sasuke. -El pelirrojo echó la espalda hacia atrás en su silla y cruzó los dedos pensando. -Quiero hablar con Itachi.

Eso hizo sonreír a Sai y mandó a llamar a su guardia que esperaba afuera.

- Hablaremos a solas. -Eso le borró la sonrisa al pelinegro pero no le quedaba mas que obedecer. -¿Por qué quieres ir a la Roca?

- Necesito hablar con alguien. -Fue la respuesta seca del Uchiha.

- ¿Con quién? -No respondió -Si no me dices claramente tus intenciones no lo puedo permitir. ¿Harás una alianza con Sasuke para después traicionarnos? ¿Rogarás que interceda para que los Uchiha te perdonen?

- Nada de eso. Quisiera hablar con el Tsuchikage, somos buenos amigos desde hace mucho.

- Si te tomo como refugiado estaría ofendiendo gravemente a la Hoja ¿entiendes? Tú pasarías a ser uno de mis súbditos y como tal deberás ver por el bien de nuestra aldea, ¿serás una ventaja para hacernos aliados de la Roca?

Itachi frunció el ceño, una vez más se encontraba en la misma posición ¿por qué siempre estaba condicionada la relación que pudiera tener con Deidara? Le molestaba mucho pero a final de cuentas si hubiera accedido falsamente delante de su padre cuando él se lo propuso tal vez ahora estaría casado con el rubio. Lo mejor sería aceptar esta vez, además, no podría aguantar mucho tiempo con las punzadas en el corazón hiriéndole cada que pensaba en que su querido doncel acababa de convertirse en padre y por su bien necesitaba al menos verlo una última vez.

- Lo seré, puedo convencer a Deidara de ser aliados. -El Kazekage se sorprendió, este guerrero era siempre muy correcto y de la nada había llamado a un Kage por su nombre y sin ningún título. Sonrió satisfecho, mataría dos pájaros de un tiro, molestaría con sutileza a Sasuke y dejaría de depender solo de su relación con la Hoja.

 

Llevó a Itachi como parte de su séquito. No lo conocía lo suficiente y si se basaba solo en el hecho de ser un Uchiha podía clasificarlo como alguien de poca confianza, aun así le daría la oportunidad de demostrar que podía convertirse en un elemento de provecho para su aldea. Seguía siendo un simple guardia de los rangos más bajos y si hacía algo que no le gustara, sin temor de ser criticado, lo mataría.

Le dejó hacer lo que quisiera mientras él también se hacía el tonto para darle el mayor tiempo posible a las reuniones entre su nuevo elemento y el Tsuchikage. Para su mala suerte eso significaba que debía tratar con Sasuke más de lo que le gustaría. Dios, odiaba tanto a ese hombre. Lo había conocido en sus visitas a la Hoja y desde entonces le pareció un hígado. Detestaba tanto que siempre le miró por arriba del hombro solo por ser un doncel con un puesto privilegiado; no dudaba ni un poco que su matrimonio con el gobernante de la Roca se trataba de mera estrategia política. Pero había algo mucho más enredadizo en esa torre. Lo supo en cuanto vio a Naruto hacer de niñera con el primogénito de la aldea y le dolió el corazón porque ese doncel rubio se merecía mucho más que un lugar como amante.

No quería ofenderlo con sus palabras, le tenía tanto aprecio a Naruto que debía intentar convencerlo de que aunque la Arena era una aldea mucho más pobre allá también podría vivir bien y no le faltaría nada, además de que sea lo que sea que tuviera acordado con Sasuke seguramente a su lado tendría un trato con mayor dignidad.

El doncel rubio rechazo cualquier ofrecimiento  con cortesía y le prometió a su amigo que ahí en la Roca no carecía de nada y que debía regresar a su aldea sin preocupaciones. ¡Pero cómo no se iba a preocupar! No podía aceptar que todo esto Naruto lo hacía por amor y perdería contra la posición de Deidara cuando ya no le resultara de utilidad a Sasuke.

 

Regresaron a la Arena. El Kazekage aunque no lo expresaba se llevó un sabor agridulce a su vuelta; por una parte Itachi había conseguido convencer al Tsuchikage y este prometió seguir apoyándolos, por otra su encuentro con el rubio que más apreciaba.

Después de intercambiar unas cartas con el Tsuchikage contó los días para recibir la visita de sus nuevos aliados de la Roca. Esperaba que al venir si Deidara traía a su hijo también viniera con su niñero. No fue así.

Tampoco debía estar tras el Tsuchikage, hablaban de vez en cuando pero el gobernante era más bien apegado a los de la Hoja. Si no estaba con Itachi era seguro que lo encontraría con Sai. Así sucedió en esa y sus subsecuentes visitas, tanto que sus ministros le sugirieron ser más atento con el invitado pues nadie podía asegurar que no estuviesen planeando algo en su contra. Era un fastidio pero al menos debía arruinar sus reuniones en privado, solo para asegurarse de que la estabilidad de su aldea no se viera afectada.

- ¡Kazekage! -Sorprendió a Sai doblando en un pasillo.

- ¿Qué pasa? Estoy buscando al Tsuchikage ¿lo has visto? -Le preguntó sin rodeos al de la Hoja.

- No. -No le creyó, parecía demasiado exaltado en su respuesta como para sonar natural. Caminó en la dirección de donde venía. -No debería ir hacia allá. -Lo ignoró, nadie le diría a dónde podía ir o no ir en su torre. -Por favor Kazekage -Lo tomó de la muñeca intentando detenerlo y entre más se oponía al doncel más le urgía ir en esa dirección para descubrir lo que esos tres tramaban. Se soltó con enojo y siguió hasta llegar al estudio que le había asignado al de la Roca.

- Pero qué m... -Se sonrojó.

- Shh -lo calló poniéndole una mano sobre la boca-No entre o quedará como un pervertido -Gaara le miró ofendido y comenzó a sudar de incomodidad al seguir escuchando el acto de pasión que tenían los dos hombres dentro del estudio. -Por eso le dije que no viniera.

¡Asqueroso! ¿Cómo se atrevían a cometer algo así en una aldea aliada? Nunca le pasó por la cabeza que Itachi convenciera a Deidara de esta manera, le había creído al Uchiha cuando dijo que eran grandes amigos y por eso el guardia se ofreció a traer beneficios con el Tsuchikage ¡pero ellos eran amantes! Dio media vuelta y sin escuchar a nadie en su camino llegó a su habitación alterado.

No debió confiar en el Uchiha, ahora le traería más problemas. En cuanto Sasuke se enterara no lo dejaría en paz, el orgullo herido de ese hombre le traerían mil problemas más a su aldea. ¿Qué debía hacer? ¿Matar a Itachi? ¿Encarcelarlo? O tal vez debía discutir esto con Deidara y reprocharle sus actos, no podía hacer eso, el rubio tenía una posición que le permitiría destruir su aldea si se sentía ofendido. Mandó llamar a Sai.

- ¿Eres cómplice?

- Exactamente de que me acusa Kazekage. -Afiló la mirada aguantando sus ganas de reír, a él esto le parecía entretenido.

- Sabías de amorío de esos dos ¿no es así?

- Apenas lo descubrí. -Mintió porque no sabía cuál respuesta enojaría más a Gaara.

- ¿Es en serio que los Uchiha desprecian a Itachi? ¿El líder de verdad le ha dado la espalda a su primogénito de por vida?

- Bueno, por algo ha nombrado a Sasuke como su sucesor. No creo que Itachi sea un doble espía si es lo que sugiere.

- Bien. ¿Y el Hokage tampoco le necesita, verdad?

- ¿Qué quiere decir con eso?

- Debo deshacerme de Itachi por el bien de mi aldea y necesito que me ayudes. Confía en ti más que en cualquier otro.

- ¿Qué? Por supuesto que no haré nada así. -Bueno, ya no le parecía tan entretenida la situación, esto podía salirse se control . El pelirrojo se acercó hasta quedar muy cerca e intentó besarlo pero Sai desvió el rostro, eso molestó al Kazekage ¿no se suponía que el pelinegro le buscaba también con esa intensión?

- No te puedo obligar a hacerlo ya que no eres parte de esta aldea pero si le adviertes de mis planes los acusaré a ambos de traición.

- ¡Gaara! -El pelinegro no reconocía las acciones de este hombre.

Si ayudaba al doncel que por tanto le había gustado podría saciar toda su curiosidad y pasión, podría hacer todo aquello que solo podía lograr en sueños. Por otra parte lo que de verdad quería hacer era advertir a su amigo, aunque tenía miedo de las consecuencias para ambos. Itachi ya no era parte de la Hoja y eso dificultaba que pudiera protegerlo.

Vivió meses de incertidumbre donde Gaara le amenazaba constantemente con no abrir la boca, igualmente no había mucho qué decir, no sabía de que manera actuaría el pelirrojo.

Por eso cuando el día tan trágico de la muerte del Tsuchikage llegó, el cuerpo se le enfrió y no sabía cómo quitar ese peso de su conciencia. Justamente ese mismo día había desaparecido su amigo, nadie lo encontraba por ninguna parte. Sabía que en ese momento sería muy difícil encontrar al Kazekage a solas pero se las arregló para cuestionarlo en privado.

- ¿Esto fue obra suya?

- Por supuesto que no.

Gaara no mentía, sí planeaba algo en contra de Itachi al principio porque parecía una prevención a sus problemas pero también era una ayuda si tomaba en cuenta que podría chantajear al gobernante de la Roca y obtener más beneficios. Además jamás habría atentado contra la vida de un Kage.

Por no actuar, ahora tenía muchos más problemas, Deidara había sido asesinado en camino a su territorio, la Roca y los Uchiha investigaban a cada político de su aldea para encontrar al responsable del atentado. Querían llevarse a Sai y si esto fue planeado por los Uchiha sobre él echarían toda la culpa para salirse con la suya; no era tan difícil ver que si el Tsuchikage moría todo quedaba a cargo de Sasuke y con un culpable condenado se cerraba este episodio. No podía permitirlo.

Se tomó la cabeza cansado y anunciaron a su peor pesadilla. El viudo del Tsuchikage, heredero del clan Uchiha. Era cuestión de tiempo, se habían acercado a investigar el accidente por su cuenta. Por supuesto negó toda acusación y Sasuke acordó acceder a su versión siempre y cuando asistiera al funeral de Deidara para declarar que el asesino era su hermano y que había huido. Eso era muy grave, si apoyaba a su enemigo terminaría por ser una parte más de sus planes.

Ya no sabía qué hacer.

Fue en búsqueda de Sai.

El pelinegro ya no le creía nada a Gaara. Y luego, el delito de alguna forma cayó sobre sus hombros. Le acusaban de ser cómplice de Itachi para asesinar al Tsuchikage y después ayudarle a huir, le encarcelaron por semanas. No temía a la muerte pero odiaba una vida tan miserable, prefería que le decapitaran de una vez a seguir así.

- Sai ¿de verdad no has tenido nada que ver con este accidente?

- No

- ¿No sabes a dónde ha huido Itachi?

- No -aunque no lo hacía intencional su cuerpo y mente solo respondían con agresión a la voz del pelirrojo.

Después de ese breve interrogatorio se retiró. Quería creer que era verdad, no le agradaba Sai pero tampoco lo quería ver torturado para aceptar un crimen que muy probablemente no había cometido. Debía ser más inteligente que Sasuke y podría voltear las cosas a su favor o al menos salir bien parado de esta situación.

 

 

 

 




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