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Mascota por RLangdon

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Con los pies descalzos y un delgado kimono como única prenda, Naruto caminaba por los pasillos de la mansión, rogando con todas sus fuerzas porque su amo no regresara a casa esa noche, de lo contrario no podría resistir y sucumbiría antes de poder contarle la verdad. Tenía mucho frío, su labio inferior temblaba descontrolado por los espasmos, sin embargo no podía abrigarse con una prenda más cálida.
 
Lo tenía prohibido.
 
Un estruendo lo hizo chillar y abrazarse a sí mismo cuando cruzó el lateral del pasillo. Era un trueno. Afuera de la gran mansión, el cielo se estaba quebrando, cayendo con un torrencial de agua helada que provocaba que su estancia en ese lugar se volviera mucho más terrorífica.
 
Suspiró en resignación, dándose el valor suficiente para continuar su recorrido. En su puño había un pequeño plástico que tenía forma de termómetro, en su otra mano había un papel lleno de números y en sus ojos se reflejaba una gigantesca debilidad. ¿Por qué tanto miedo cuando solo estaba caminando al baño? Sencillo. Lo que estaba a punto de hacer… también lo tenía prohibido.
 
No podía hacer absolutamente nada sin el consentimiento de su amo. Ya había sido demasiado desobediente, saliendo a escondidas de la casa, aprovechando que estaba para un viaje de negocios. Pero necesitaba saberlo, así que su raciocinio se fue de vacaciones cuando empezó a sentirse enfermo, obligándolo a poner los pies en la farmacia. Pero, al fin y al cabo, había contradicho una orden clara de que no podía salir.
 
Tenía miedo.
 
Sin las luces encendidas por ser de madrugada, la casona era una canción de terror, vibrando ante la tormenta que, desbocada, mecía todo lo que estuviera a su paso. Naruto se metió en el baño, cerrando rápidamente la puerta por si él volvía. No podía permitir que lo descubriesen, de lo contrario sería castigado durante horas hasta que “aprendiese la lección”.
 
Se sentó en el váter, sacando el plástico alargado de su envoltorio y leyó las instrucciones: Rosa si es positivo, azul si es negativo. Perfecto, ahora solo debía hacerse la dichosa prueba. A los pocos minutos, se encontraba frente al espejo del lavamanos, el plástico mirándolo de manera burlona mientras esperaba con desespero.
 
-Azul, azul, azul…- rogaba en voz alta, cerrando los ojos para visualizar el pequeño rectángulo volviéndose azul. Cuando los abrió, sus labios se abrieron al máximo al ver que… era rosa. 
 
-No…- sollozó, con las manos en el rostro, permitió que algunas lágrimas se escurriesen entre sus dedos. -No puede ser…
 
Al parecer alguien allá arriba lo estaba castigando. Tenía dieciséis años, apenas era un adolescente que no sabía lo que era una relación fraternal
 
¿Qué hacer? Podría intentar huir. No. Eso era un error que estaba dispuesto a no cometer. Mafia. Esa sola palabra le advertía que si intentaba llevarle la contraria a su amo, terminaría muy mal parado. Única opción: Contarle la verdad. Tal vez lo entierre en una fosa, o lo mate con sus propias manos. Prefería no pensar en eso, lo más probable es que estuviera siendo paranoico.
 
-¡Naruto!- escuchó que lo llamaban desde afuera, una voz gruesa, varonil, le advertía que su amo había vuelto. Rápidamente envolvió el plástico del test en papel higiénico y lo tiró en la basura. Arreglándose la fina yukata con ágiles movimientos de sus manos, salió del baño con el corazón a punto de estallar.
 
Ahí estaba él, su dueño y… padre del hijo que estaba esperando. Tal vez era algo apresurado, debía hacerse por lo menos tres pruebas más para estar seguro y visitar al médico, claro, solo si él se lo permitía. Se sobó el brazo derecho de forma tímida cuando la bruna mirada lo escaneó, desde sus pies descalzos hasta la zona de su hombro donde la fina tela de la yukata había caído para mostrar su piel de manera atrevida.
 
Relamiéndose los labios, el joven estoico se acercó sugerente para acorralarlo contra la pared, con un brazo a cada lado del cuerpo más bajito, impidió que se moviera un ápice. Lo miraba fijamente, concentrado en la profundidad de los ojos azules hasta perderse en su interior. No se cansaba de mirarlos y no dejaría de hacerlo nunca. Eran solo suyos.
 
-¿Dónde estabas?- con voz austera, intimidó a su rubio lo suficiente como para que girara la cabeza, desconectando su mirada de la suya. Nada lo molestaba más. Con una mano tosca, lo agarró de las mejillas, presionando para obligarlo a que lo mirara a los ojos.
 
-E-Estaba en el baño…- respondió entrecortadamente, amilanando la cólera del ojinoche con una sonrisa temblorosa- ¿Cómo… te fue en tu viaje?
 
El pelinegro no respondió en un primer momento, con los ojos entrecerrados, escudriñó lánguidamente cada temblorosa reacción del áureo. Le estaba ocultando algo, no le cabía la menor duda
 
-Aburrido- respondió tras unos minutos de silencio. -No estabas tú para entretenerme.
 
Naruto se hundió en la frialdad de esa sonrisa torcida. Era una oda del averno, tan diabólica como la bruna mirada de su dueño. Cerró los ojos cuando su contorno fue atacado, encadenando su pequeña anatomía a la contraria con un agarre firme. Sus caderas fueron sujetadas por unos fuertes brazos, empujándolo para que se rosara con el bulto dentro de aquellos pantalones de vestir.
 
-Espera…- gimió, tratando de detenerlo con sus manos en los anchos hombros.
 
Con el ceño fruncido, el moreno le dedicó la mirada más iracunda que pudo componer-¿Me estás dando órdenes?
 
-¡No…! yo solo…- buscó a su alrededor algo que le diera una luz que apelara a su favor, necesitaba detenerlo para poder contarle la verdad, pero temía que se enojara. Nunca lo había golpeado a pesar de su áspero comportamiento, pero eso no quería decir que no habría una primera vez. -Tengo que…
 
-¿Y tu collar?- interrumpió el Uchiha, aseverando la bruna mirada al notar el cuello desnudo del rubio.
 
Naruto automáticamente llevó su mano a la zona aludida. ¡Cierto! Se había quitado esa molesta prenda con el símbolo de la familia, aprovechando que el azabache se había ido a un viaje de negocios. ¡Mierda, mierda, mierda! Se dio cuarenta patadas mentales por haberlo olvidado. Estaba más que seguro, el moreno se lo cenaría esa noche por haberlo desobedecido tan descaradamente.
 
-Es que… me picaba y me lo quité un rato-excusó, enterrando los ojos en el suelo por temer a ser quemado bajo las brasas que despedían las orbes brunas.
 
-Te lo quitaste- la voz gruesa, más gutural que de costumbre, resonó en los oídos del rubio varias veces antes de que sus rodillas comenzaran a temblar. Una mano pálida lo tocó, desde el cuello de gacela hasta el pecho, presionando con los dedos en un camino hacia abajo mientras la fina tela que llevaba encima se deslizaba por sus brazos. -Mereces un castigo, Naruto.
 
-Espera, Sasuke. Necesito hablar contigo- dijo algo alarmado, la mano bajando ahora por su vientre y ya todo su torso estaba al descubierto. Por eso solo podía usar ese tipo de ropa, kimonos de tela delgada y casi transparente. Sasuke necesitaba que el hecho de desnudarlo fuera una tarea fácil.
 
Haciendo un buen uso de su imponente cuerpo, Sasuke prensó el de Naruto contra la pared, rozándolo con sus desbocadas caderas y sus toscas manos que, hambrientas, recorrían cada extremidad sin intención de parar. La delgada yukata estaba ahora en el suelo, Naruto estaba vestido solo con su piel, siendo la tentación en persona para el libidinoso moreno que lo miraba con ojos deseosos.
 
-Sasuke…- rogó, enterrando los dedos en la bruna cabellera cuando Sasuke hundió su rostro en el hueco de su hombro, olfateando su aroma natural y lamiendo la acanelada piel. Las pálidas manos bajaron hasta sus glúteos, presionándolos con tanta fuerza que Naruto chilló de agonía.
 
-Podemos hablar mañana- susurró el azabache sin despegarse, mordisqueando con sus blancos dientes uno de los pezones, erectos y sonrosados, ofreciéndose en sacrificios para su descontrolada perversión.
 
-Es importante- suplicó una vez más, temeroso de que su insistencia provocara que el moreno se enfadara lo suficiente como para hacerle un “castigo” mayor. Sasuke no lo escuchó, le levantó las piernas por la parte inferior de las rodillas, usando su cadera para mantenerle prensado contra la pared mientras bajaba la cremallera de su pantalón.
 
Cruzando las manos, envolvió la nuca del moreno para no caerse. Ya comprendió que Sasuke no lo escucharía hasta saciarse, así que no habló más, esperando algo nervioso que la prominente hombría entrara de una vez. Contó hasta cinco cuando sintió el roce de la punta, abriéndose camino lentamente en su interior. Tuvo que aumentar la cuenta hasta cien cuando sintió que se estaba desgarrando. Dolía. Mucho.
 
-¡Ahh…!- enterró las uñas en la ancha espalda, aún vestida con el fino traje de negocios. Sasuke le metió los dedos en la piel, empujándolo hacia abajo para que se enterrara más hasta que la imponente polla lo llenó a tope. Suspiró, descansando su cabeza en el hombro del moreno mientras ambos se adaptaban al renovado encuentro, uno que no tenían desde un par de meses.
 
Antes de darse cuenta, Sasuke ya lo estaba empujando hacia arriba y abajo, haciéndolo saltar contra su hombría con descontrol y rapidez. Lo necesitaba, la potencia, la fuerza, la brusquedad. Era su forma de sentirse pleno en el acto y Naruto ya se había acostumbrado. Después de todo, Sasuke era su dueño prácticamente desde siempre.
 

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