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Réquiem por RLangdon

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Sasuke Uchiha...mi…nombre o la etiqueta que identifica a las personas como individuos, lo que sea, sinceramente me da igual, me he pasado días enteros tratando de encontrar una explicación lógica a todo…cada acción tiene una reacción, causa y consecuencia van de la mano, pero…aunque sé que es complicado hallarle sentido a cada momento, a cada persona, es empíricamente imposible apartar esos pensamientos intrusivos de mi cabeza. Aun así no soy una persona supersticiosa, a pesar de no poderle hallar lógica a todo lo que me rodea, no creo en esas tonterías del destino o la mala suerte, son simples casualidades, aunque en este caso odie mi maldita casualidad.
 
Actualmente estoy molesto. No, es mucho peor. Ni siquiera sé definir cómo me siento en estos momentos. Lo que si sé, de antemano, es que justo en este instante estoy luchando contra mis demonios para no ceder ante la entelequia de cercenarme las muñecas con la navaja de afeitar que guardo bajo la comoda y que, de alguna manera, me exige que le de un uso más significativo y termine de una buena vez con mi patética existencia.
 
La cuestión es...¿Podré hacerlo esta vez?
 
En alguna ocasión leí en un libro de psicología que los potenciales suicidas recurren a diversos métodos para llamar la atención de sus allegados y que, en realidad, no desean acabar con su vida como tal. Llanamente se hieren para ser tomados en consideración, desean ser aceptados y en última instancia emplean el suicidio cuando sus mudas peticiones han sido rechazadas. Cabe mencionar que considero todo esto como una burda falacia generalizada y que, claramente, mi caso no se encuentra dentro de dichos canones, pero reservaré mi opinión al respecto para las siguientes páginas.
 
Mientras escribo, veo por las persianas entreabiertas de mi recámara que ya ha oscurecido. Tiendo a divagar mucho durante las noches. La oscuridad de la atmósfera tiene que ver en ello
 
He de destacar que no soy fiel partidario y/o miembro de alguna dogma. Asi como tampoco puedo catalogarme como un Ateo. El principal propósito de escribir todo esto radica en que comienzo a perderme a mí mismo. Estoy plenamente consciente de que en algun momento obraré siguiendo mis impulsos y haré aquello que tan fervientemente anhelo...desvanecerme.
 
Abandonó el bolígrafo junto a la libreta y procedió a colocar el candado en la cerradura que englobaba las más de cien páginas.
 
Miró de soslayo hacia la comoda, e intentó desechar el pensamiento. "Aun no. Primero debo terminarlo"
 
Se puso de pie y hurgó entre el revoltijo de los cajones. Ya pasaba de la medianoche, y por ende, le restaban solo cuatro horas de sueño. Tomó la libreta con cierta hostilidad, pensando que aquello sería un buen obsequio para su psicólogo una vez que lo terminara. Porque, claramente, la idea había sido suya. Luego de guardar la libreta dentro de su mochila, decidió anexar unos cuantos objetos más de entre las pocas pertenencias que conservaba. Casi se había desecho de todo lo que pudiera evocarle cierto tipo de recuerdo.
 
Una de las cosas que Sasuke quería dejar en claro era que su suicidio había sido meticulosamente planeado, por consiguiente, no debía dejar ninguna brecha que pudiera aducir lo contrario.
 
Caminó resueltamente hasta la puerta y encendió la luz para mirarse una vez mas los antebrazos, justo donde había abierto una serie de cortes irregulares, algunas cicatrices eran prácticamente imperceptibles, mientras que el resto aun no cerraban por completo. A Sasuke le gustaba palpar la piel lacerada cuando se sentía tentado a infringirse una nueva herida.
 
En primera instancia el dolor de la fría navaja traspasando los milimetros de piel, le ayudaba a recordarse a sí mismo que, ironicamente, aun estaba vivo. En segunda, le ayudaba a enfocarse. Porque gradualmente, el dolor lo conducía al odio, y el odio a la lucidez.
 
Su perenne expresión impavida se relajó ligeramente tras recostarse sobre la cama. Miró impasible el techo, con los brazos tras de su nuca. Sabía que afuera de su recamara, a solo un pasillo de distancia, se encontraban sus padres. En la dirección opuesta estaba la habitación de Itachi. Según las estadististicas del diario matutino, se estimaba que el mundo albergaba cerca de ocho mil millones de personas.
 
Para Sasuke resultaba paradojico el hecho de que, estando rodeado de semejante cifra, se sintiera completamente solo...
 
Para cuando sonó la alarma, ya estaba todo dispuesto. Tras una rápida ducha, procedió a vestirse y anudó firmemente las vendas en sus brazos. Sus familiares sabían que ejercitaba a menudo y la única ocasión en que sus progenitores indagaron al respecto, les había dado la simple evasiva de haberse lesionado mientras realizaba flexiones.
 
La alegoría del exterior hizo que Sasuke se espabilara mucho más deprisa. La noche anterior no había ingerido alimento alguno, y aunque disponía de media hora para merendar, decidió no seguir perdiendo el tiempo en nimiedades.
 
Cerró las cortinas rojas de golpe y se ajustó la mochila al hombro. Había dispuesto tambien una pequeña maleta con lo indispensable.
 
Ese sería su último año rodeado de hipocresia, monotonía y patetisismo. Porque ¿Quien quería vivir sintiéndose vacío y deprimido todo el tiempo?
 
Sasuke no, por supuesto. El prefería agendar sus últimas vivencias y cumplir lo que por tanto tiempo se había propuesto hacer.
 
Vivir un poco más de tiempo resultaba más sencillo cuando se tenía un objetivo fijo. Y el suyo estaba idealizado desde hacía tiempo.
 
Sin hacer ruido para evitar despertar a sus familiares, descendió suavemente los peldaños. Se detuvo a medio corredor al ver a su padre cerrándole el paso.
 
-Así que solo eras tú, creí que se trataba de Itachi- farfulló el mayor, desviando su atención hacia las escaleras. Sasuke apretó la mandíbula y continuó su camino. Su rostro sombrío se tornó inexpresivo. Al cabo de media hora, todo vestigio de emoción desapareció de su palida faz.
 
Sasuke miró por última vez la fachada de su casa. A sus diesciocho años, consideró que esa era la única desición acertada de su vida.
 
***
 
Durante las casi cinco horas de trayecto, Naruto Uzumaki observó el cambiante paisaje desde la ventanilla del coche. De suerte había llevado consigo su reproductor de música y varios juegos de cartas, entre los cuales destacaban los de memoria. Y es que a él le encantaban esos juegos. Aunque a veces se le complicaba relacionar y recordar las figuras. De igual modo no había ocupado más que dos de los cinco juegos que llevó consigo.
 
-Uff- suspiró su padre en el asiento delantero, haciendo visera con una mano para visualizar mejor el siguiente letrero. -Parece que solo falta un giro en el próximo retorno. Estaremos allá en menos de lo que canta un gallo.
 
-¡Te dije que trajeras el mapa, ttebane!- exclamó con molestia su madre. Sus ojos verdes se entrecerrarón y a Naruto le pareció oír una maldición susurrada por ella. Sonrió ampliamente y se quitó los audifonos, pese a que había bajado considerablemente el volumen de una canción de rock alternativo.
 
Conforme se acercaban a su destino, creyó reconocer las viejas fachadas de algunas casas. El aire se respiraba mucho más limpio y fresco en esa zona de Osaka, que a su vez era el centro financiero de la región Kansai -donde anteriormente residían sus padres-
 
-Al menos el clima es más agradable- Kushina soltó mientras bajaba otro poco la ventanilla para aspirar aire. Naruto no necesitó dar nuevamente su aprobación cuando Minato torció bruscamente el volante para dar una vuelta en U por el retorno.
 
-¿No te olvidaste de empacar nada?
 
Naruto soltó un suspiro. El viaje había acabado con toda su animosidad. Independientemente de la situación, estaba por pasar uno de los años más largos de toda su vida con sus abuelos. Sus padres lo habían transferido al colegio de Osaka, luego de que la beca que Minato había solicitado el año anterior, fuera aceptada. Naruto sabía que sus calificaciones eran muy bajas, y el presupuesto de sus padres apenas alcanzaba para cubrir los gastos necesarios para subsistir y pagar la renta. Asi que en un primer momento se había negado.
 
Pero Naruto apostaría su colección entera de sapos a que nadie en su sano juicio diría dos veces "no" a la antiguamente apodada "habanero sangriento"
 
¿Le gustaba la idea de permanecer el resto del año con sus abuelos?
 
Absolutamente.
 
¿Le agradaba la idea de no ver a sus padres ni amigos durante el mismo lapso de tiempo?
 
Para nada. Pero no quedaban muchas alternativas de por medio.
 
-Llevo lo indispensable- sonrió y palpó su pesada mochila con ropa y provisiones de ramen instantáneo.
 
Minutos más tarde, el vehículo se detuvo frente a una sobria residencia. Naruto salió disparado del coche y se precipitó hacia la puerta sin esperar a sus padres.
 
-¡Ero Sennin, Tsunade Obachan!- golpeó la puerta reiteradas veces y a punto de tocar el timbre, un fuerte golpe en la cabeza lo detuvo.
 
-¡Más respeto con tus abuelos, ttebane!- rugió Kushina agitando amenazadoramente su puño. Minato, que acababa de bajar del automovil, consideró oportuno mantener su distancia.
 
Naruto hizo un puchero y se acarició la cabeza. Se había olvidado ponerse sus googles.
 
-¿Naruto?- una voz grave cuestionó desde el interior de la residencia. Kushina juntó las manos en actitud de alegría y abrazó a Naruto de los hombros, mostrándose mas afectuosa y comprensiva.
 
Unos segundos despues, un hombre mayor de larga cabellera blanca atendió la puerta.
 
Naruto se abalanzó a sus brazos y fue recibido con la misma efusividad.
 
-Que grande te has puesto, renacuajo- rió Jiraiya mientras alborotaba los cabellos dorados. Kushina entró, seguida de un cauteloso Minato.
 
-Es por el ramen- bromeó Naruto, parpadeando varias veces. Sentada en la mesa del recibidor se hallaba una mujer adulta bastante voluptuosa, bebiendo un vaso de sake. Sus labios rojizos se ensancharon al ver a Naruto.
 
-Jiraiya estaba impaciente por tu llegada- comentó ella al tener a Naruto a su lado. Agitó la bebida y se la empinó de una sola vez. -Te compró varias cosas y hasta acondicionó el cuarto de huéspedes.
 
-¿De verdad, Ero Sennin?- los ojos azules despidieron un inusitado brillo de emoción que se contagió a Jiraiya. Adoraba a su nieto, e incluso le costaba creer que el renacuajo tuviera ya quince años siendo que hacía más de tres veranos que no lo veía.
 
-Adelante- lo instó, moviendo su brazo, señalando rumbo a las escaleras. Naruto no esperó a oír nada más para correr en esa dirección.
 
Suspirando, Kushina se abanicó el rostro.
 
-Naruto sigue siendo algo hiperactivo- murmuró seriamente. -Le recetarón un medicamento, pero...
 
-Es controlado- completó Minato la frase, abrazando a su esposa al verla titubear al respecto. Naruto tenía además déficit de atención, y en su anterior colegio había ido empeorando. Las maestras comentaban que era como tener a un niño pequeño. Tenían que lidiar con el exceso de energía de Naruto y ello había repercutido en su promedio.
 
Llevarlo hasta allí había sido una desición muy dura, pero necesaria. Sabían que su pequeño se adaptaría rápidamente, y además poseía la ventaja de poder escoger el instituto de su preferencia, siempre y cuando se hallara dentro del límite establecido por la beca.
 
-¿Anfetaminas?- Jiraiya miró reprobatoriamente el frasco. A lo que Minato sonrió comprensivamente.
 
-Solo una pildora por la mañana- se rascó la nuca antes de añadir. -Nos gustaría que no se entere todavía. Es probable que se deprima si...
 
-¿Que se deprima quien?- preguntó Naruto desde el barandal superior. Kushina lo instó a bajar y lo besó en la frente amorosamente.
 
-Yo. No te veré en dos semanas- lloriqueó aferrando a Naruto de los brazos. Ella y Minato habían acordado pedir permiso en sus respectivos trabajos para asistir puntualmente cada fin de quincena a visitarlo. Estaban demasiado apegados a él, y aunque tenían la posibilidad de llamarlo todos los días, no era lo mismo. Naruto irradiaba felicidad, energía, paz. Era el solecito de ambos. Lo amaban más que que a la vida misma.
 
Minato se sumó al abrazó poco después y trató -infructuosamente- de consolar a Kushina. Lo cierto era que él tambien estaba al borde del llanto. No había querido pensar durante el viaje para no mostrarse alícaido, pero era inevitable.
 
-¿Te portaras bien esta vez?- cuestionó retirandose una lágrima furtiva con el índice. Naruto pestañeó varias veces antes de volver a abrazarlo.
 
-Están actuando como si fueran a dejarme aquí para siempre...
 
-Claro que no- se negó inmediatamente Kushina. Minato la secundó en la negativa. Lo último que querían hacer era separarse de su retoño, pero solo serían unas semanas antes de volver a reunirse.
 
-Cuando vuelva te llevaré de pesca, ¿Qué te parece?
 
El semblante de Naruto se iluminó con intensidad.
 
Kushina codeó suavemente a su marido antes de interferir.
 
-Y yo te llevaré de compras. Ya es hora de cambiar tu guardaropa por uno más moderno- guiñó un ojo y tironeó de la desgastada chamarra naranja. Naruto solo atinó a reír ante la ocurrencia.
 
-¿No piensan quedarse a cenar?- Tsunade se puso de pie al ver las intenciones de los recién llegados por marcharse.
 
-No, ya es algo tarde- respondió Minato con una tenue sonrisa. -Les llamaremos en cuanto hayamos llegado.
 
-No le des problemas a tus abuelos, ttebane- Kushina abrazó por última vez a su hijo. Este asintió de nueva cuenta y los vio marcharse.
 
**
 
Justamente a las once de la noche, hubo una llamada. Naruto había esperado impaciente por ella, porque tenía muchísimas cosas que contarles a sus padres. Pero cuando tomó la bocina, no fue la voz de Kushina ni la de Minato quien atendió la llamada. Fue Hiruzen Sarutobi, miembro de los servicios de emergencias que llamaba para anuciar el reciente deceso de la pareja que se había estrellado sobre un muro de contención a las diez cuarenta de la noche. Ninguno llevaba el cinturón de seguridad puesto, y según los análisis superficiales, todo había derivado de un problema con los frenos del vehículo.
 
Después de aquella llamada, Naruto no volvió a ser el mismo.
 

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