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Sentimientos Hacia Ti por AniBecker

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Estaba furioso, muy furioso.

Ese día recogió su balón de básket y se desquitó contra la canasta. Quería desfogarse todo lo que podía, y en la reunión semanal con algunos de sus amigos, lo estaba demostrando.

—Aomine-kun está imparable hoy —dijo Kuroko, aceptando una botella de agua por parte de Satsuki.

—Se nota que algo le tiene de muy mal humor —murmuró la fémina—, pero no me quiso decir qué es lo que le tiene así.

—Hey, Aho, ¿se puede saber qué pasa? Hoy estás más bestia que nunca.

—No me pasa nada, sólo que tenía muchas ganas de jugar un poco. ¿Otro más? —se colocó delante de Kagami en posición defensiva esperando que el pelirrojo atacara.

—Sabes que nunca digo que no a un one on one contigo, pero estoy muerto. Sabes que he regresado de una leve lesión y no quiero forzar más mi pierna.

—Eres un débil —chistó molesto, arrebatándole la pelota de las manos y volviendo a tirar a canasta él solo.

—¿Me vas a decir qué te pasa? —ahora fue el pelirrojo quién le quitó el balón.

—Sólo son unos problemillas familiares que trataré de resolver.

—¿Tiene algo qué ver la cena con tu abuelo? —cuestionó su amiga.

—Mucho, ese viejo ahora se terminó por pasar.

—¿Qué fue lo que pasó con él? —preguntó ahora Kuroko—. Algo bastante fuerte para que tengas los ojos más furiosos que cuando estás en la zona.

—Se le ha ocurrido la genial idea de que tengo que casarme. Y es una maldita orden.

—¿Qué? —sus tres amigos gritaron de asombro.

—¿Cómo que te tienes qué casar? ¿Con quién y por qué?

—Cosas del dichoso de mi viejo, que quiere buscarme un maldito alfa con quién casarme, sólo porque es tradición del clan —explicó molesto, volviendo a tener la pelota en sus manos y encestándola con un furioso mate.

—¿Y con quién te tienes qué casar? —¿sobraba decir que Kagami se encontraba furioso?

—Ni idea, será uno que al viejo le convenga, ni si quiera sé de quién demonios se trata, pero no pienso consentirlo, porque no me voy a casar con nadie.

—¡Pero no puedes casarte! —exclamó el pelirrojo. Kuroko y Momoi lo miraron con sorpresa, y Aomine alzó una de sus cejas.

—¿Te crees que es algo que yo quiero?

—¿No puedes negarte, Aomine-kun? ¿No hay solución? ¿No puedes negarte?

—Más quisiera yo negarme, Tetsu. Ni que quisiera ser la posesión de un mierda alfa que me controle la vida.

—Pues hay qué hacer algo, Dai-chan. ¿Y si es un mal alfa que te controla?

—¡Eso! ¿Y si no te permite jugar un one on one conmigo? —ese comentario terminó de molestar más aún al moreno.

—Eres un imbécil —le dijo estrellándole el balón en el pecho, para después abandonar la cancha de básket.

—¡Hey! ¿Pero qué te pasa, estás tonto o qué?

—El tonto aquí eres tú, Kagami-kun.

—¿Y yo por qué? Kuroko, maldito, ¿por qué me insultas? —la chica de cabellos rosados miró de mala forma al pelirrojo.

—No me puedo creer que seas tan tonto, sí, Kagamin. Nos vemos mañana, Tetsu-kun —se despidió de su pareja y siguió a su mejor amigo.

—Dime qué es lo que he dicho, no lo entiendo.

—Pues que parece que en realidad lo único que te importa es que no puedas jugar con él.

—Es mi amigo, bueno, mi rival, no me gustaría tener que dejar de jugar contra él.

—A eso me refiero, Kagami-kun. ¿No te importa que su abuelo lo condene a casarse y atarse a un alfa que vete tú a saber quién será y cómo será? Aomine-kun es fuerte, tiene carácter, resistencia y corpulencia para enfrentarse a cualquiera, pero no deja de ser un omega que como sea enlazado, su naturaleza podría terminar traicionándole y pasarla realmente mal, por no decir que un matrimonio obligado y sin amor lo hará desdichado. ¿En serio jugar al básket con él te preocupa más que ver a tu amigo feliz? Piénsalo Kagami-kun, nos vemos mañana en clase.

Sin más, el once de Seirin se marchó, dejando a su amigo con la palabra en la boca, y con sus pensamientos revueltos.

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Una semana pasó en la que no quería ver a sus amigos, ir a clases, a los entrenamientos y ni si quiera a los partidos, y esta vez no por remolonear, sino porque trató de todos los medios echar a perder los planes de su abuelo, sin éxito alguno.

Y así se encontraba ahora, en esa casa tan grande donde vivían sus abuelos y dónde se llevaría acabo esa dichosa cena para conocer a su maldito futuro marido, un alfa que, según el viejo, era el indicado para él. Y para colmo, vestido con esas fachas sólo porque su abuelo estaba presente.

La empleada entró informándole al patriarca de la familia que los invitados habían llegado. Dos alfas, altos, pelirrojos y con porte imponente y serio, ingresaron en la sala.
Respiró hondo para no tirarse hacia el alfa y estrangularlo, pero mayúscula fue su sorpresa al ver a su supuesto futuro marido.

—¿Bakagami? ¿Qué estás haciendo aquí? —exclamó, al ver que se trataba ni más ni menos que de Kagami.

—Yo, Ahomine —saludó con naturalidad.

Faltaba decir que todos los presentes se sorprendieron de que ambos se conocían.

—¿Es que os conocéis? —la seria voz del patriarca resonó en la habitación.

—Eh… sí, nos conocemos del básket, somos rivales.

—Entonces es fantástico, he acertado en elegirte este alfa —dijo con alegría el mayor—, se nota que tengo buen ojo.

Sin disculparse ni nada, Aomine tomó de la muñeca a Kagami, llevándose fuera al jardín.

—¿Se puede saber qué estás haciendo? ¿Tú lo sabías?

—Pues claro que lo sabía, fui yo quién se lo comenté a mi padre y él, con su influencia, fue fácil contactar con tu abuelo y organizar todo esto.

—¿Es en serio? ¿Y por qué mierda lo has hecho? ¿Para burlarte y divertirte de mi situación o qué? —cuestionó, con algo de molestia.

—Claro que no, lo hice para que no tuvieras que casarte con un alfa extraño que no quieras, y también para que así no influya en que podamos jugar al básket juntos.

—No me serás un extraño, pero tampoco quiero casarme contigo.

—Bueno, somos… ¿amigos? Que se van a casar, podemos convivir mejor, como si fuéramos compañeros de piso —propuso.

—¿Amigos? ¿Sí sabes que me tienes que marcar sólo porque forma parte del matrimonio que quiere mi abuelo? Para un alfa parece algo normal marcar a otro omega más, ¿verdad? Pero a mí, me jodes la vida.

—Pero no tengo por qué marcarte. No tiene por qué enterarse.

—No, qué va, como la marca permanente suele pasar desapercibida… —dijo con ironía—. Además, ¿qué vamos a actuar normal? Es decir, ¿casados como amigos y tú puedes estar con quién quieras o yo con quién quiera? ¿No estás viendo que es absurdo? Eres un alfa imbécil.

—Oye, te estoy ayudando en todo esto, al menos deberías agradecerme en vez de estar insultándome, yo estoy dándote soluciones.

—¿Alguien te ha pedido ayuda?

—Pues cualquiera diría lo contrario, sólo había que mirarte el otro día la conversación fue interrumpida por el abuelo, que quería dar por comienzo la cena.

En dicha cena, se decidió el día exacto de la boda, sin un noviazgo previo ni nada, ya que decía que como se conocían, ya no hacía falta conocerse más.
No tuvo más remedio que aceptar, a regañadientes, aunque tenía unos puntos que aclarar, los cuáles eran que no podía ser mordido hasta dentro de algunos años porque eran muy jóvenes, obviamente ningún futuro hijo a corto plazo y que no quería que en sus institutos se enteraran.

Misteriosamente, su abuelo aceptó, alegando que los tiempos habían cambiado y que ahora en los institutos no permitían que hubiera alumnos en matrimonio.
Se casarían el mes próximo, con ceremonia tradicional japonesa, y sólo serían invitados los más allegados, entre los que se encontraban también Momoi y Kuroko por supuesto. También, habían acordado de que vivirían por mientras en el apartamento de Kagami.

Kagami Tora informó que su hijo pasaría a trabajar por las tardes en su empresa recién trasladada a Japón, para así poder empezar a mantener su propia familia. Claro que, una vez terminado el instituto, debía realizar sus estudios de Dirección de Empresas para poder llevar las empresas en un futuro correctamente.

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—Vamos Dai-chan, deja de estar enfurruñado, es genial venir de compras —trató de animarlo su amiga.

—No, no lo es.

—¿Qué te parece éste? —la elevada voz de su madre para que lo escuchara y se acercara a él. El moreno se sonrojó y se acercó con rapidez para acallarla.

—¡Que no grites! La gente nos va a mirar raro.

—Nadie nos está prestando atención —puso a la altura de sus ojos un conjunto de encaje—. ¿Qué te parece éste? Es m uy bonito, ¿verdad?

—Ni muerto me pongo eso —dijo con rapidez, avergonzado.

—Nori, este es más bonito —intervino Yoshiko acercándose también con un conjunto color blanco con detalles azulados—, ¿qué te parece?

—¡Sí, ese es perfecto, mamá!

—¿Queréis de dejar de mirar y decidir por vosotros mismos cosas como esas? Paso de ponerme esto. ¿Por qué debería?

—Porque será tu noche de bodas, debes estar bien ante los ojos de tu esposo —Aomine suspiró irritado.

—Sí eres consciente que no habrá noche de bodas, ¿verdad?

—Eso no lo sabes, y si tu marido quiere, sabes que debes.

—No puedo creer que tanto has luchado para evitar salir de la dichosa dictadura en la que fuiste criado y ahora quieras hacer lo mismo conmigo con comentarios como esos.

—Bueno… en eso tienes razón, pero también debes entender que una vez que te casas, es todo diferente. Pero veo que Kagami-kun es un sol, así que todo irá bien —le sonrió.

—¿Es que acaso tú usas este tipo de ropa para papá, o qué? —las mejillas morenas del omega adulto se tiñeron de un tono rosado—. ¿En serio te hace ponerte estas cosas? Lo tenía por otro tipo de alfa.

—Hay ocasiones que sí, me los pongo, y no precisamente porque tu padre me obligue o sienta que es mi deber ponérmelo, sino porque de verdad quiero usarlos.

—Pues si tú los usas porque quieres, yo también los no uso porque no quiero —se cruzó de brazos, siendo interrumpido por su amiga de cabellos rosados.

—¿Entonces al final eliges este, tío?

—Sí, este es el mejor —madre e hija asintieron ante la decisión del señor Aomine.

—Por cierto, Yoshiko, quisiera pedirte una cosa —le habló a su amiga.

—Claro, dime qué necesitas.

—Verás… cuando Daiki se case, su apellido cambiará, y ya sabes que podría haber problemas tanto para él como para Kagami-kun si se supiera en sus secundarias que ambos están casados. ¿Podría quedarse Daiki con su apellido al menos hasta que termine el curso?

—Sabes que al cambiar su apellido, debe utilizar el que tiene, aunque podemos hacer una excepción —miró al joven moreno para proseguir hablando—; a vista del profesorado y del club, seguirás siendo Aomine, pero en los exámenes y trabajos, deberás poner Kagami para evitar posibles problemas con tu expediente académico, ¿de acuerdo Daiki-kun?

—Muchas gracias, Yoshiko, sabía que podrías solucionar esto, eres la mejor, amiga.

—No tienes nada que agradecer —le sonrió a su mejor amigo—. Gracias a vosotros por invitarnos a la boda.

—¿Es en serio? Eres mi mejor amigo, y nuestros hijos también son mejores amigos, por supuesto que debéis estar en la boda.

Sin más, siguieron pasando la tarde terminando de realizar sus compras.

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Y el día de la boda llegó.

La boda era al estilo oriental, cosa de la que no estaba muy de acuerdo Kagami e incluso su padre, ya que no estaban acostumbrados a las tradiciones japonesas después de vivir tanto tiempo en Estados Unidos, pero debían de confesar que todo estaba muy bien organizado.
Kagami con el traje tradicional japonés, el montsuki haori hakama, de color negro, mientras que Aomine con el tradicional kimono japonés, el shiromuku, en totalidad blanca —para más inri y desesperación—.

La ceremonia le pareció interminable, y el vestido, agobiante.
Después de todo el proceso de la boda, llegó el momento más importante —según él—, y fue cuando tuvieron que firmar en el libro de familia, constando por escrito que ya estaban unidos ante la sociedad.

Ya era oficial, estaba completamente casado con Kagami, pasando ahora a llamarse Kagami Daiki.

¿Qué vida le iba a deparar de ahora en adelante casándose con su rival?


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