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Once in a lifetime por lyra

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Esa misma noche nada más entrar por la puerta Bill fue a por su madre y ni siquiera dejó que se quitara el abrigo.

— ¿Cuándo ibas a hablarme de tus raíces escocesas? —preguntó Bill sin aliento.

Simon Kaulitz miró a su hijo suspirando, había tenido un día muy largo y solo le apetecía sentarse ante un plato de sopa caliente. Pero Bill parecía tener otros planes y no dejarle probar bocado hasta que le contara toda la historia.

—Sabes que adoro esa época—siguió Bill con su insistencia—Y todos estos años jamás has dicho nada, ¿cuándo podré ver ese baúl lleno de recuerdos?

—Bill cariño, respira un poco que te va a dar algo—pidió Simone tratando de mantener la calma—Nunca te dije nada porque eras....muy pequeño, y en ese baúl hay cosas muy delicadas.

—Mamá, tengo 19 años y sé ir con mucho cuidado—dijo Bill con firmeza—Te prometo que no voy a romper nada, solo quiero ver algo de la historia de mi propia familia.

—Te diré lo que vamos a hacer—dijo Simone dándose por vencida—Mañana es mi día libre, subiremos al desván y...

— ¿Mañana?—interrumpió Bill— ¿Pretendes que trate de dormir esta noche sabiendo lo que me espera en el desván?

—Ahora estoy muy cansada...—empezó a decir Simone.

—Mami...por favor....—suplicó Bill haciendo un puchero.

Simone sonrió al verlo, su hijo siempre se salía con la suya haciendo ese tierno gesto que tanto le gustaba.

—Dame 5 minutos—pidió Simone suspirando.

Bill aplaudió al escucharla y le ayudó a quitarse el abrigo. Entraron en la cocina donde Gordon terminaba de recoger la mesa y ponía el plato de su mujer en el micro ondas para calentarlo.

—Sabía que en cuanto Bill supiera algo no iba a parar hasta verlo con sus propios ojos—comentó Simone mirando a su marido.

—Vamos Simone, Bill es como yo—dijo Gordon a modo de defensa—Somos adictos a la historia, no puedes poner delante de nosotros algo tan maravilloso y esperar que no nos emocionemos hasta llorar.

—Eres igual de exagerado que Bill—rio Simone—Anda, no dejes que se me enfríe la sopa mientras le enseño a Bill donde está el baúl.

Gordon asintió con la cabeza y Simone salió de la cocina con Bill pegado a sus pies. Echaron a andar escaleras arriba y recorrieron el largo pasillo hasta dar con una puerta que llevaba a las escaleras del desván.

Una vez en el, Simone dio la luz y paseó entre los trastos que allí almacenaban pensando que debería sacar tiempo para tirar lo que no valiera.

Suspiró, ya lo haría un día de esos.

Siguió su camino, hasta dar con el preciado baúl. Se emocionó al verlo, su abuela al igual que ella lo guardaba con mucho cariño y siempre le contaba lo especial que era para la familia, que sus raíces estaban dentro y le hizo prometer que jamás se desharía de nada, que lo fuera pasando de generación en generación.

Y quizás había llegado el momento en que Bill fuera su dueño...

Suspiró y arrodillándose en el suelo hizo girar la llave del baúl que siempre estaba puesta. Sintió a Bill arrodillado a su lado conteniendo el aliento, como si esa fuera la mañana de reyes y él un niño pequeño a la espera de su regalo.

Sonrió y levantando la polvorienta tapa del baúl dejó a la vista todos sus recuerdos.

—Como seguro te habrá contado Gordon, todo esto pertence al clan de los McKaulitz, nuestros antepasados—empezó a explicar Simone con cierta tristeza—Lo poco que pudieron salvar antes de huir de Escocia, y más cosas que quisieron guardar para que las futuras generaciones supieran el origen de sus raíces.

Cogió con sumo cuidado un trozo de tela envuelto en seda que desplegó ante los ojos de Bill. Era una típica tela a cuadros escocesas, en tonos marrones y rojos.

—Estos eran los colores de los McKaulitz—explicó Simone— *Lo poco que queda de un kilt o falda escocesa. Más que una falda era una túnica larga de unos 5 metros que se recogía y ataba con un cinturón alrededor de la cintura, cubriendo tanto el cupero como las piernas. De cintura para abajo, la feileadh mor se parecía a una actual falda pero más larga, mientras que la tela sobrante se colocaba por encima del hombro y se sujetaba con un broche. *

Bill escuchaba en silencio las palabras de su madre, trantando de imaginarse a él mismo vistiendo un kilt.

Simone volvió a guardar con cuiado la tela y la dejó en el suelo a un lado. Metió las manos en el baúl y sacó otro paquete envuelto en seda que pasó a su hijo.

—Aquí hallarás todas tus respuestas—explicó Simone conteniendo el aliento—Es el diario de una antepasada nuestra, *Claire Elizabeth Fraser Randall* McKaulitz. Y te será muy útil, porque ella era una sanadora y aquí tiene apuntados todos los remedios que usaban en esa época, así como las plantas que usaban para curar con su dibujo correspondiente.

Bill tomó en sus manos ese preciado tesoro y se estremeció sin poder evitarlo. Tenía un trozo de historia en sus propias manos, tan delicado que parecía que iba a hacerse polvo con solo un suspiro suyo.

—Quiero que me hagas un favor—pidió Simone—Leelo, y también quiero que hagas una copia. No quisiera que se perdieran estos recuerdos, coge tu portatil y copia el diario para que jamás se pierda.

—Es una buena idea—susurró Bill.

—Puedes empezar con el, cuando lo hayas leído te eneñaré el resto de las cosas aunque lo más valioso es el kilt y el diario—explicó Simone.

Bill se levantó con el diario en sus manos y bajaron del desván. Dejó que su madre fuera a cenar y él se encerró en su habitación. Se sentó ante el escritorio y retiró con sumo cuidado las telas que cubrían ese tesoro.

Poco a poco dejó al descubiero un pequeño cuaderno de tapas de piel. Tenía un escudo grabado que apenas se apreciaba ya, y dedujo que sería el escudo de los McKaulitz.

Pasó la primera página, y se sumergió en la lectura...

"Me llamo Claire Elizabeth Fraser Randall, aunque a partir de ahora pertenezco también al clan de los McKaulitz, pues me he unido en matrimonio con Jamie Alexander Malcom McKaulitz. Ya no concibo mi vida sin él, cada vez que me mira y sonría siento que dejo de respirar...."


Bill suspiró la leerlo, ojalá encontrara él una persona que le robara así el aliento.


Pasaron los minutos y Bill seguía absorto en su lectura, todo era muy interesante, aparte de relatar su vida Claire detallaba al máximo las hierbas que usaba para sus remedios y Bill lo encontró de lo más intersante.

Llevaba ya varias hojas leidas cuando su madre se asombó a ver cómo iba su lectura y pedirle que lo dejara y se fuera ya a la cama.

—Es...alucinante—dijo Bill cerrando el diario con cuidado—Claire se conoce todas las plantas y sus usos medicinales, hay dibujos de todas ellas y explicaciones detalladas de cómo usarlas. Como por ejemplo el estramonio para tratar el asma, se fuma en pequeñas cantidades porque a la larga es tóxico y puede producir alucinaciones.

Simone le escuchaba sonriendo, ella misma había quedado impresionada cuando leyó el diario en su momento, fascinada del conocimiento de Claire de las plantas y como eran usadas en esa época sin tantos adelantos médicos.

—Es un poco tarde ya Bill, deja la lectura para mañana—pidió Simone.

Bill asintió con la cabeza y se despidió de su madre, dejando el diario bien envuelto en su tela sobre el escritorio. Se fue a la cama sin dejar de pensar en ese trozo de historia que había caido en sus manos, y que no iba a parar hasta leerlo entero.

 

&

 


Al día siguiente fue a clase deseando que pasaran las horas volando, quería volver a casa y ponerse con el diario. Había prometido a su madre no abrirlo hasta haber terminado con los estudios, por mucho que le tentara seguir conociendo la historia de sus antepasados.

Esa mañana ni siquiera le molestaban las manos de Andreas, en uno de los descansos se hallaban de nuevo en el baño y mientras que Andreas le besaba la mente de Bill estaba en la Escocia de 1746, casi podía ver a Claire en el bosque recolectando sus hierbas, anotándolas en su diario junto con su dibujo mientras que su marido Jaime le esperaba a lomos de su caballo, vestido con su kilt de cuadros...

—Estas a kilómetros de mi—murmuró Andreas dando el beso por terminado.

Bill pestañeó y sonrió con esfuerzo, estaba muy distraido y no podía negarlo.

— ¿Sabes que esta tarde vuelvo a tener la casa para mí solo?—preguntó Andreas alzando una ceja.

Bill dejó de sonreir, no quería interrumpir su lectura por una tarde apasionada con Andreas.

—Vaya, veo que no te hace tanta ilusión como a mi—murmuró Andreas.

—No es eso—se apresuró a decir Bill—Es que...sigo ayudando a mi padrastro, resulta que mi madre tiene sangre escocesa y en el desván de casa guarda un tesoro.

—Oh vaya, entonces eres millonario y yo sin saberlo—bromeó Andreas.

—Otra clase de tesoro—apuntó Bill sonriendo—Un diario de una antepasada nuestra, que además era curandera y ayer empecé a leerlo. Tiene varias hojas dedicadas a las plantas medicinales y estoy fascinado.

— ¿No es un poco...inapropiado leer el diario de otra persona?—preguntó Andreas.

—Bueno, es historia—contestó Bill—Aparte de su vida, relata casos médicos en donde sin ella no se hubiera podido hacer nada. Es muy instructivo.

—Podías venir esta tarde a mi casa con el diario, así podemos leerlo entre los dos y cuando nos cansemos...—empezó a decir Andreas sonriendo lascivamente.

—No, el diario es muy antiguo y no lo puedo sacar de casa—se negó Bill al momento.

Su madre no se lo había prohibido, pero sabía que una antigüedad como esa no era para llevarla de un lado a otro. Y menos a casa de Andreas, sabiendo sus intenciones el diario acabaría tirado por los suelos y era muy delicado.

—Entonces, hoy tampoco nos vemos—gruñó Andreas— ¿Sabes como me pones, y me dejas de nuevo a dos velas?

Bill se le quedó mirando, Andreas era muy insistente de nuevo y pensó que solo había una manera de quitárselo de en medio, por lo menos tenerlo contento y que así le dejara seguir con su preciado diario.

No se lo pensó dos veces y sabiendo que les quedaban pocos minutos hasta su siguiente clase, le cogió de la mano y se encerraron juntos en una de las cabinas.

Entonces se apoderó de sus labios al tiempo que le desabrochaba los pantalones y colaba una mano en sus boxers. Le sintió duro en sus dedos y sin dejar de besarle empezó a frotarse contra él, quien no podía hacer otra cosa que jadear contra sus labios mientras movía sus caderas contra esa mano.

No tuvo que esperar mucho, casi un minuto después Andreas se derramaba entre sus dedos entre profundos jadeos. Bill suspiró al escucharlo, esperó unos segundos más y cuando Andreas hubo terminado sacó la mano y salió de la cabina primero dejando que se recompusiera la ropa y recuperara el aliento.

Se lavó con firmeza las manos, sin atreverse a mirarse al espejo de la vergüenza que le daba haber tenido que recurrir a eso para que Andreas no le siguiera molestando.

—Vaya, por un momento llegué a pensar que me la iba a chupar en el baño—comentó sonriendo Andreas a su lado.

—Claro, y que nos expulsen—murmuró Bill, pensando que no se rebajaría a eso por un poco de paz.

Una vez más, el timbre les interrumpió y corrieron a su última clase. Tras ella, Andreas le acompañó de nuevo a casa y tras insisitir por última vez obtuvo una nueva negativa de verse esa tarde. No le quedó más remedio que despedirse con un beso y una vez libre Bill entró en casa y fue directo a su habitación.

Tenía que estudiar, y por mucho que le llamase el diario se concentró en su libro de anatomía por unas horas, hasta que su estómago protestó de hambre y bajó a cenar junto a su madre.

—Hoy tengo guardia de nuevo—explicó Simone.

—Últimamente siempre tienes—comentó Bill.

—Ha sido un cambio de última hora, no he podido negarme—dijo Simone suspirando—Cuando seas médico, lo entenderás.

Continuaron cenando en silencio, Gordon esa noche había asistido a una conferencia y llegaría a casa tarde. Bill podía disfrutar de su lectura sin ser interrumpido.

—No te acuestes tarde, mañana te levantas pronto—pidió Simone mientras recogía su maletín médico—Prométeme que leerás una hora el diario y luego te irás a dormir.

—Te lo prometo mamá, no te preocupes—dijo Bill despidiéndode de su madre.

Cerró la puerta tras ella y una vez a solas echó a correr escaleras arriba. Se desnudó y puso su pijama, cogiendo el diario con cuidado. Se metió en la cama y pasó las hojas hasta donde lo había dejado la noche anterior.

Claire relataba como la gente del lugar acudía a ella para que les ayudase, su fama de curandera pronto se extendió y Claire decidió con el permiso de Jaime habilitar una zona para poder atender a sus pacientes y que estos se sintieran cómodos.

Pasó la hoja y entonces sonrió al leer la grata noticia de Claire.

"No hace falta ser sanadora para reconocer los síntomas, tengo nauseas constantes y mis caderas se van ensanchando. Un hijo crece en mí fuerte y sano, Jamie ya lo sabe y su felicidad es muy contagiosa. Todo el clan nos ha dado la enhorabuena, en estos tiempos la noticia de una nueva vida contrasta con las perdidas en tantas batallas.

Hemos decidido ya los nombres. Si es niña, se llamará Agnes como mi abuela. Y si es niño, Jamie quiere que se llame como su hermano mayor que murió por defenderle, un nombre poderoso para el gran guerrero que será, tan valiente como su padre"

Bill leyó el nombre escogido para el niño, lo leyó una y otra vez como si de esa manera le resultara más familiar.

—Thomas McKaulitz—susurró arrugando la frente.

¿Dónde lo había escuchado antes? Estaba seguro, en un rincón de su cabeza, algo le decía que ese nombre le era conocido, y entonces sintió que le daba un vuelco el corazón...

 



 

 

Notas finales:

-tanto el nombre de Claire como el de Jaime con todos sus apellidos está sacado de la serie, solo he añadido el McKaulitz

-la descripción del kilt está sacada también de la wikipedia


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