No había ninguna duda de que Cambio de corazones era una representación perfecta para Ryou.
Un chico que no lucía, bajo la luz del sol, del mismo modo en que lo hacía a la luz de la luna.
Ryou era un hijo de la luna.
Piel de leche. Cabello como las nubes. Ojos reflejando a la madre naturaleza. Un alma hermosa.
.
Todos podían ver a Ryou a la luz del sol.
Todo sonrisas amables, palabras corteses, gestos gentiles.
Personalidad reservada, comportamiento educado.
Voz suave, actos afables, comportamiento obedientemente.
Era un buen chico para sus profesores, porque no daba problemas y sacaba buenas notas.
Era una molestia para los chicos, porque su apariencia era extraña, era popular sin siquiera intentarlo, y llamaba la atención del sexo femenino.
Era alabado por las chicas, porque tenía un aire de misterio, una belleza inusual, un comportamiento caballeroso, y parecía inalcanzable.
Todas, percepciones construidas de otras personas.
Porque solo Bakura podía ver a Ryou como realmente era. Bajo la luz de la luna.
.
Ryou era un artista. Era un alma cálida y gentil que tenía mucho amor y cuidados para dar, pero casi nadie a quien darlo.
Era una criatura sensible y herida, a quien la vida le puso reto tras reto. Lo rompió y lo hizo llorar. Todo para, finalmente, entregarle algo que muy pocas personas en el mundo pueden llegar a tener.
Un alma igual de herida y rota.
Un alma que cuidar y amar.
Un alma gemela.
Y Ryou tuvo que seguir luchando con uñas y dientes, para superar la dura coraza en que esa otra alma fue envuelta. Pero, para Ryou, todo eso valió la pena para tener a Bakura en su vida.
.
Ser acurrucado por brazos fuertes y cálidos era una sensación adictiva, una que Ryou esperaba tener cada día de su vida de ahora en adelante.
Cuánto placer había en una cama suave, el silencio de la noche, un cuerpo cálido junto al suyo, y suaves mimos.
La persona detrás de él lo pegó a un vigoroso y tibio pecho con posesividad incalculable. Ryou no hizo nada más que zumbar de felicidad y sonreír. Especialmente cuando una boca suave empezó a picotear la piel de su mejilla con pequeños besos, deslizándose lenta y tortuosamente hasta su cuello.
—Yadonushi, no tienes una maldita idea de lo hermoso que luces a la luz de la luna —Bakura murmuró cálidamente a su oreja, haciendo que la piel de Ryou se erizara por completo.
Una piel suave y pálida que parecía relucir como una perla bajo la luz de la luna llena, que atravesaba directamente la ventana de su habitación, amparando y cobijando a la pareja unida por los mismos dioses.
Ryou se giró suavemente en su agarre, tarareando de la más pura e inadulterada felicidad — ¿Y tú tienes idea de lo sexy que eres envuelto en las sombras, con solo pequeños toques de luz? —mencionó de vuelta, acariciando el rostro de su amor con la yema de los dedos.
Bakura solamente le dirigió una sonrisa depredadora, antes de abalanzarse a besar sus labios.