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Necesito Tiempo por Elisa Minjares

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Notas del fanfic:

¡Tengo AÑOS queriendo escribir este fanfic! ¡Es más! Estaba tan emocionada de escribir este fic que hasta recupere esta cuenta, me cree una en un foro y me abrí una cuenta en AO3. Así de emocianada estaba. Desafortunadamente, llegue a un punto donde no sabía que hacer con la historia así que deje mi primer borrador olvidado hasta que lo encontre en mi computadora hace unos meses y decidí hacer un segundo intento. Al final, llegue solo hasta la estructura de la historia y ni siquiera la termine, tan decepcionada quede con aquella versión. Finalmente nos sucedio una tragedia familiar y para sentirme mejor conmigo misma decidí escribir esto utilizando sentimientos y cosas que a pesar de tener un cierto impacto en mi tenían su lado positivo, comparado con lo que estaba sintiendo en aquel entonces. En fin, ya mucho escribir aquí, espero que les guste el Seiya/Shun. Por mi parte son mi OTP.

Había un mar de distancia entre ellos dos. Un mar estrecho que continuaba aún después del horizonte. Brillante, azul, casi eterno. En uno de sus extremos estaba Shun, abriendo una carta llena de polaroids, cortesía de Seiya. Había una foto donde estaban él y Seika posando enfrente de una fuente con varias estatuas de piedra gris detrás de ellos, la polaroid decía “Jardines Boboli”. Otra foto los tenía a ellos dos sentados en otra fuente con piedra oxidada, esta decía en la parte inferior “Fuente de Neptuno”. La siguiente tenía a Seika comprando frutas en un mercado de abastos, atrás de ella podías ver a un muchacho más o menos de su misma edad sonriendo para la fotografía, esta decía “martes de mercado”. La penúltima era una foto sin ninguno de ellos dos, era el atardecer apreciado desde un puente, tenía hermosos colores morados, naranjas y amarillos mientras el agua los reflejaba con claridad, su título era “Atardecer en Florencia”.

“Que poético de su parte.” Pensó Shun. Finalmente miro la última. Era una foto de Seiya tirado en unos jardines, casi parecía que estaba intentando hacer ángeles de pasto. Estaba riéndose a carcajadas y la camiseta estaba revelando un poco de su abdomen. “Aún parece un niño” decía esta con una letra diferente. 

“Esta ha de ser cortesía de Seika.” Dentro del sobre también había una postal que decía “te conseguí algo de aquí, te lo daré cuando regrese.”

Shun se recargo bien en su silla y dejo salir un suspiro que se originó desde lo más profundo de su pecho. Hizo su cabeza hacia atrás y cerró los ojos por un momento, después miró al cielo por su ventana. 

“La añoranza es verdaderamente una enfermedad que estruja tu corazón y no lo deja ir.” Reflexiono tristemente. Escucho un ladrido desde su puerta y unos pasos ligeros y con ritmo simpático se aproximaban a él.

—¡Cerbero!— le hablo al perro. Un gran danés adulto de color blanco cubierto con manchas negras y grises, incluso tenía una mancha sobre su ojo derecho, que era de color azul, su otro ojo estaba rodeado por pelaje blanco y era de color café. —¿Qué debería hacer?— le pregunto mientras lo acariciaba, en respuesta le nariceo la cara.

 


 

Mientras tanto en Londres, a miles de kilómetros de distancia estaba Seiya, aventándose de espaldas a la cama de su nueva habitación. Inhalo y lo primero que noto era el olor a caro en sus alrededores. No sabía cómo explicarlo, pero básicamente la habitación olía a caro. Le había dicho a Saori que no era necesario conseguirles las mejores habitaciones en los mejores hoteles, también se conformarían con algo más barato. Desafortunadamente, ella aún tenía en su cabeza la idea de pagarle todo lo que Seiya había hecho por ella con creces y disuadirla era un caso perdido.

Shun le había dicho que, aunque lo había hecho con todos, él estaba recibiendo un trato especial por aquel asunto del coma. Ellos tres lo estuvieron cuidando hasta que finalmente se despertó. Aquel día el primer rostro que vio fue el de su amigo. Una vez que anunció su despertar, las dos jóvenes entraron en la habitación para comprobarlo. Podías ver la felicidad en sus rostros. Era como si intentaras mirar al sol directamente.

Una vez que pudo caminar bien, Saori les ofreció unas vacaciones tan largas como ellos quisieran con todos los gastos pagados. Dijo que ella se encargaría de todo, pensando que esa sería una genial forma de dedicarle tiempo a su hermana, él aceptó gustoso y Seika empezó a empacar desde aquel momento. Ella incluso llegó a preguntarle a Shun si quería ir con ellos. Desafortunadamente se negó, dijo que no podía dejar a Cerbero cuando todavía era tan chico, aún no cumplía el año en aquel entonces y no pensó que llevárselo de viaje fuera una buena idea, no cuando todavía era un cachorro y la falta de rutina podría causarle problemas de comportamiento.

Al final, las cosas resultaron salir bien. Los meses que había pasado con su hermana le parecieron una buena forma de retomar el tiempo perdido. Conoció los diferentes aspectos de ella ahora que era una mujer joven, le contó todo acerca del tiempo que estuvo perdida y también le contó de lo que se perdió mientras dormía. Las cosas habían estado un poco extrañas entre ellos dos cuando la emoción del reencuentro se disipó pero ahora, después de todo el tiempo que pasaban juntos las cosas se volvían a sentir normales.

 


 

Shun jadeaba intentando recuperar el aliento. Finalmente había cansado a Cerbero. Ahora sí podían tirarse en el jardín de la mansión Kiddo mientras Shun miraba al cielo con su adorable gran danés acomodado encima de su estómago.

Todo el cielo que alcanzaban a ver sus ojos era de azul claro, aquel azul de un día perfecto para estar afuera disfrutándolo, si te era posible con alguien más. Todo era monocromático hasta que apareció un avión, este dejaba a su paso un camino de nubes blancas detrás de sí. La imagen lo tentaba a entrar en una fantasía, una fantasía donde Cerbero se parará y saliera corriendo. Donde al voltear para averiguar por qué se levantó tan rápidamente solo para encontrarse con su viva imagen. Entonces el se pararía de su lugar.

—¡Seiya! — le diría. —¿Qué haces aquí?

—Acabo de regresar.— le contestaría mientras acariciaba a Cerbero detrás de sus adorables orejas.

—¿Por qué no me dijiste nada? Hubiera ido a buscarte al aeropuerto.

—Lo sé, pero quería darte la sorpresa.— le diría mientras se acercan.

—¿Sorpresa?— entonces él se volvería tímido. Se pararía y miraría hacia otro lado avergonzado porque no podría contener sus sentimientos.

—Es solo que…—  y le costaría sacar las palabras de sus labios, le costaría mirarlo a los ojos, Cerbero estaría esperando más caricias y él esperaría para siempre por aquellas siguientes palabras, o tal vez no. Tal vez, en su lugar, se cansaría de esperarlas, tomaría la iniciativa, se acercaría más a él, invadiendo su espacio personal. Tomaría sus manos y entrelazaría sus dedos.

—Seiya… no me digas ya nada, solo…— se acercaría y…

Y…

Miro al suelo ¿Cuál era el punto de fantasear con cosas similares? Cuando regresará no lo buscaría de todas formas, solo esperaría verlo en la mansión cuando llegará. Le contaría de sus viajes, le mostraría sus demás fotografías, finalmente le mostraría todos los recuerdos que le menciono en sus postales. ¿Pero algo más que eso? No lo creía. Estaba pasándola tan bien con Seika que ni una carta le había escrito, solo le había mandado fotos y postales. Entendía que no hubiera llamado, los horarios diferían mucho y aparte, nunca sabía si alguien estaría en la casa. El dinero no era problema, Saori se los había asegurado. Tal vez era eso, era ella. Al fin y al cabo, no es como si podías pasar años de tu vida protegiendo a una persona sin desarrollar algún sentimiento hacía ella. Si la amará a ella, entonces eso lo explicaría todo.

Elevo su mano al cielo, se imaginó también una llegada espontánea de parte suya, una donde tomaría su mano.  Sería cálida, callosa, ancha, y más importante que otra cosa, sería suya, y lo estaría tomando de la mano.

En efecto, la añoranza era lo peor en su mal de amores.

 


 

A veces en la noche, a Seiya le costaba trabajo dormir. Su cabeza estaba agitada y se sentía con demasiada energía como para poder dormir. Afortunadamente, sin saber con exactitud cómo, conseguía dormirse sin repercusiones por haberse dormido tan tarde.

¿De dónde y por qué estaban ahí esos episodios de emociones fuertes y frenéticas? En lo oscuro y callado de la noche, cuando las cortinas de su habitación estaban cerradas y ya había apagado la lámpara de su buró lo único que le quedaban eran sus pensamientos, sus recuerdos, sus emociones. En raras ocasiones regresaban a su mente aquellos sueños de su tiempo en coma. Sueños extraños, sin forma, pero llenos de emociones, con voces que reconocía. Tuvo pesadillas, sueños normales y algunos otros que juraba que eran recuerdos o momentos de su vida.

Algunos sueños estaban más presentes en su memoria. Variaban mucho en su contenido, tuvo unos donde estaba en alguna lección con Marín, otros de cuando era niño en el orfanato, incluso algunos momentos de sus batallas, detalles bizarros y algunos otros de una vida normal.

 —Seiya…— le habló una voz que lo esperaba en el muelle de aquel lugar donde solía vivir. Había una silueta mirando hacia el mar, aquella persona que lo llamaba tenía su mirada dirigida al horizonte. Estaba atardeciendo, el cielo y el mar eran abrumadoramente anaranjados. Esa silueta era delgada, con cabello hasta los hombros que se meneaba con el viento. Aquella figura le traía tantos sentimientos inexplicables. Pero más inolvidable aún, causaba que le naciera un deseo de cercanía. Lo estaban esperando, pero por más que intentaba alcanzar aquella silueta con su mano no podía, se mantenía a lo lejos.

Le recordaba a aquel sueño que tuvo de Shun una vez.



—Podemos aprovechar la piscina del hotel.— le había dicho Seika cuando le había preguntado qué podían hacer aquella tarde. Y así, mientras atardecía, con el mar a unos cuantos kilómetros de distancia, ambos decidieron tomarse las cosas a la ligera por una tarde y se quedaron en el hotel.

Mientras Seika hacía mil cosas en un lugar a otro, como platicar con una trabajadora y tomarle fotos a Seiya, él flotaba en la alberca mirando hacia el cielo. Cuando habían bajado a la alberca, este aún estaba de un tono azul, ahora que lo veía se había tornado rosado con las nubes de color anaranjado reflejando la luz de un sol que ya lo dejaba atrás otra noche. Una parte de él quería seguir flotando hasta ver como lentamente las estrellas hacían sus apariciones, la otra quería ir a comer algo, nada en especifico, solo se conformaba con cualquier cosa mientras le llenara el estómago. Curiosamente, era más probable que se fuera por la primera opción, ya que, su mente estaba muy ocupada pensando en otras cosas.

“¿Qué fotografías debería enviarle a Shun? Me agradan las que tomamos en la plaza, ¿debería enviarle la que le tome a Seika afuera de aquella tienda? Tendría que preguntarle, parece que le gusto esa foto, se ve muy bien. ¿Y qué tal aquella donde estamos enfrente de ese león de piedra en Hyde Park? Hmm, creo que le encantaría verlas personalmente, tal vez debería regresar otro día para tomar más. También está esa foto de la calle segunda se veía muy bonita. Bueno, mínimo tengo una.” Un sonido lejano interrumpió sus pensamientos.

—Seiya, ya deberíamos entrar.— le dijo Seika hincada en un borde con una toalla en la mano. —¿Pasa algo? Llevo rato hablándote.— 

Miro una vez más con atención, había indicios de estrellas en un cielo que había pasado de un tono rosado a uno morado. No lo diría, porque no sentía que era algo que tuviera que decir, pero ya extrañaba aquel otro color a pesar de haberlo visto hace apenas unos minutos.

—No me pasa nada, no te preocupes.— y empezó a nadar en camino a donde estaban las escaleras.

—¿Tienes hambre? Podríamos ir al restaurante que está aquí cerca o podemos pedir servicio a la habitación.

—Creo que prefiero quedarme aquí.— Contesto secándose con la toalla que su hermana le había dado.

 

Una vez arriba en su cuarto. Seika prendió la televisión y busco algo en lo que llegaba su comida. Mientras ella cambiaba el canal, sin poner mucha atención a lo que había, Seiya miraba sus fotos con mucho detenimiento. Al cabo de unos minutos, Seika le pregunto que estaba haciendo.

—Viendo nuestras fotos. Quiero ver cuales les voy a mandar a Shun y a Saori.

—Oh, déjame ayudarte con eso. Ella ha sido tan amable de darnos básicamente un cheque en blanco, me gustaría devolverle el favor de alguna forma. Esta sería una buena forma de empezar… — dijo y camino hacía su cama, sentándose en un borde. Al cabo de unos momentos señalo a una. —¡Esta!

 —¿Hmm? ¿Y esa por qué?— En ese momento se escuchó como llamaban a la puerta.

—¡Solo confía en mí!— le respondió y fue a abrir.

La fotografía era de hace unos días cuando fueron a London Hyde Park y se les hizo tarde, faltaba poco para que cerraran, pero a pesar de eso, decidió tomar una foto por el lugar en el que se encontraban. Las copas de los árboles se extendían hacía el atardecer rosado, el viento soplaba levemente y una hoja libre aparecía a la mitad de la fotografía.

“Tiene razón, ¿cómo no lo pensé antes?”

 


 

Era un día precioso, no había nubes en el cielo, las aves blancas volaban. Era el mejor día para un festival.

—Anda Shun, se nos hace tarde.— lo llamo Seiya. 

Finalmente, bajo las escaleras de la mansión Kiddo corriendo y tomo la mano de Seiya para que lo siguiera. Afuera no estaba el enorme patio con una fuente en el centro de todos los días, era una calle común de Tokyo, estrecha con mucha gente por todos lados vestidos para celebrar el Tanabata.

La calle estaba rebosando de energía. 

Miles de colores decoraban el cielo con confeti, banderines, listones adornando los bambús y personas utilizando los yukatas asociados a la celebración, aquellos con patrones de estrellas, con flores de campanilla morada, de camelias y de bamboo.

—Shun…— Le hablo Seiya mientras veía los miles de colores que los rodeaban. Paso por encima de ellos un enorme bambú con miles de deseos atados a las ramas. En aquel momento, el rostro de su amigo reflejaba los colores y miraba con asombro como pasaban encima de él. Shun no pudo hacer nada más que apreciar la belleza de aquel momento.

Una vez que volvieron a ver el cielo, este estaba oscuro, anocheció y se encontraban en una laguna en las afueras de la ciudad. La celebración estaba en su auge con vendedores por todos lados con comida, juegos, máscaras y muchas otras cosas.

—Shun, — le habló. —¿recuerdas la leyenda de Tanabata?

La pregunta le extraño, pero a pesar de eso decidió contestarle.

—Es la historia de dos amantes, Orihime y Hikoboshi, dioses que fueron separados por un río de estrellas. Se dice que cada siete de agosto pueden cruzar el río para reencontrarse.

—¿No te suena familiar?

—¿Familiar?— preguntó volteándolo a ver. Se había acercado sin que se diera cuenta. Estaba tan cerca de él que casi podía sentir su aliento en sus labios. Casi. 

“¡Por favor bésame!” pensó desesperadamente. “¡Bésame, bésame! Aunque sea solo una vez, aunque sea solo esta vez.” Pensó al tener su rostro tan cerca. Sintió como la distancia se cerraba entre ellos dos. “Bésame, aunque sea solo esta noche… Bésame ahora…” No había nada más que quisiera en ese momento. Eso era absolutamente todo. Aquel deseo inundaba todos sus sentidos y no lo dejaba pensar con claridad.

Mientras tanto los fuegos artificiales comenzaban sin que ellos les otorgaran la más mínima atención. Solo por esta noche…

 

Despertó con el sol en sus ojos. Cerbero estaba hecho bolita en su cama a poca distancia de él. Se dio la vuelta para mirar hacia la pared y se tapó la cara con una almohada.

“¡Por Dios!” pensó.

 


 

Shun, ¿cómo está todo? Empezó a redactar la carta en su mente. Nosotros, por nuestra parte, estamos bien. A Seika le ha gustado empezar a aprovechar las mañanas de mercado para tomar fotografías de la gente y la ciudad, incluso decidió comprarse una cámara para ella sola. Le ofrecí usar la mía, pero dijo que no quería acaparar mi cámara cuando yo disfruto tanto tomar fotos.

Miro al mar desde el Puente del Amor en París y disfrutaba de la brisa fresca de la mañana. Acomodo la cámara y le tomo una foto al río con uno que otro barco navegando en el.

Presiono el botón y a los segundos salió la fotografía.

Siempre estoy tomando fotos y siempre me pregunto cuales debería mandarte. Si fuera por mí no te estaría mandando fotos. No, estarías aquí conmigo mirando todo lo que ven mis ojos y estaríamos riéndonos juntos de los chistes de Seika. Comiendo en el mismo restaurante y durmiendo en el mismo hotel…

Termino de sacudir la imagen y la miro por un momento, contemplando todos los detalles que había inmortalizado en aquel momento. Miro hacia el paisaje que acababa de fotografiar y suspiro.

“No, eso tampoco suena exactamente bien… Suena… Suena raro.” Pensó regresando su mirada a la fotografía. “Pero esta me gusta.”

 


 

El sol se ponía en el horizonte con un distintivo color rojo mientras Shun corría con Cerbero en la playa. Se encontraba lanzándole una rama que recogió en la mansión unos días atrás y que había adoptado como su juguete especial.

—¡Shun, espera!— le llamó Saori quien estaba desesperadamente intentando mantenerse al paso de ambos. Sabía que era imposible para ella, él estaba corriendo al paso de un perro, pero aún así, ella quería sentirse incluida.

—No te esfuerces tanto, ahorita los alcanzamos.— contesto Ikki quien caminaba a un lado de ella. —¿Usualmente intentas correr tras ellos?

—No… pensé que sería divertido intentarlo una vez.— jadeo. 

—Dale un momento.— Y en efecto. Shun, se dio la vuelta y se alarmo al ver que su hermano y Saori habían quedado muy atrás. Miro a su lado y le señalo a su pequeño titán que lo siguiera. Con la rama en el hocico empezó a correr de regreso alegremente junto a él. —Supongo que no ayuda que estemos caminando por la arena.

—En efecto, es justo como lo dices.— y camino para encontrarse con él.

—Lo siento, no me di cuenta hasta que intenté hablarles y no me contestaron.— la tomo de las manos.

—Ja ja, no te preocupes Shun, sé que no lo hiciste a propósito. Aparte, a Cerbero le encanta que corras a su paso, y sabes que no puedo negarle nada.— Acto seguido, se hinco y empezó a acariciarle la cabeza.

—Sigo sin poder creer que le hayas dado ese nombre.

“Después de todo, es lo que te falto decir, hermano.”

—Los doctores dijeron que no era una mala idea reemplazar los malos recuerdos por otros buenos.— añadió Saori mientras recargaba su frente con la de Cerbero, por esto, él la adoraba. Ikki miró a otro lado sin que su rostro delatara sus sentimientos. —Aún te podría conseguir una cita si quieres, es solo cuestión de que me digas cuando.

Shun miró a su hermano. Sabía que tenía muchas cosas dentro de sí con las cuales aún no podía permitirse partir. Cosas que no le contaba a él ni a nadie más, y nunca se las preguntaría porque jamás se las diría, tal vez para no pedirle que cargara un peso extra encima, pero su decisión seguía firme. Tal vez en algún día las cosas cambiarían, pero ese día no se veía venir pronto.

—Creo que podemos sentarnos.— sugirió Shun. —Cerbero está cansado.

Ikki saco de la bolsa de Saori el tapete que traía para ellos. Una vez que se sentaron todos, con Saori en el medio, Ikki le paso a su hermano el traste para el agua que le trajeron a su perro junto con su botellita de agua. Una vez que termino de beber se acomodó enfrente de los pies de todos, era una táctica suya para que todos lo acariciaran al mismo tiempo. Su cabeza estaba por los pies de Ikki, ya que él casi no le había dado tanta atención así que añoraba la suya más que la de los otros dos.

—¡De acuerdo! ¡De acuerdo!— se resignó y comenzó a rascarle atrás de las orejas.

En lo que su hermano se distraía, un sentimiento llegó al centro de su pecho. Miro a su lado izquierdo, donde estaba la arena y empezó a dibujar en la arena con su dedo índice.

—El atardecer esta hermoso el día de hoy, ¿no?— pregunto Saori.

—¿Eh? ¡Ah! Sí… Lo está.— dijo borrando su pequeño corazón antes de que alguien lo viera.

 


 

 

Era el inicio de su tercera semana en Londres. El cielo estaba completamente nublado con nubes tan pesadas que a pesar de ser las nueve de la mañana todo se veía mucho más oscuro. Seiya miraba la televisión sin entender gran cosa de lo que estaban diciendo y mientras su hermana miraba pensativa afuera de su habitación.

—Creo que llegó la hora.— dijo Seika. —Es hora de empezar a regresar, ¿no crees?— él la miro, ella solo movió su cabeza al lado, en forma de “¿verdad?”. —No es que me haya hartado, es solo que ya han pasado más de tres meses y extraño a Saori y a Shun. Tú también los extrañas ¿no? ¿Si no es así entonces por qué insistes tanto en mandarle fotografías y postales a Shun?

Tenía razón, él también extrañaba la mansión Kiddo. Empezar a tomar el camino de regreso no le parecía una mala idea. Suspiro y su corazón se lleno de alivio.

—Quería llegar con Shiryu y con Hyoga antes.

—Te acompañaré entonces.

—¿Estás segura? Hyoga vive en Siberia donde hace un frío horrible y Shiryu vive en un área muy inaccesible.— preguntó.

—¿Qué clase de hermana sería si no fuera contigo?— dijo y empezó a empacar.

 

—Debí haberte hecho caso.— dijo una vez que bajaron del avión. —Esto es aún peor de lo que me había imaginado.— y empezó a tiritar.

—¿Entonces te regresaras ahora?— le pregunto.

—Sí, una vez que el piloto lo diga me regresaré con él. ¿Tú cuando piensas regresar?—

—No me tardaré, dos semanas a lo mucho yo creo.— Seika asintió, intentando suprimir el tiritar de sus dientes. —Me saludas a todos por favor.— asintió una vez más, sonrió y ahí se despidieron.

 


 

Aquella mañana Shun se encontraba tomando té con Saori después del desayuno en la terraza este de la mansión.

—Ya sabes mi posición, te ayudare en todo lo que tú quieras, pero ¿por qué ahora?

Evitó su mirada, apenado. Cerbero, por su parte, levanto su mirada esperando que le cayera algo de la mesa.

—Es solo que hace mucho tiempo que no nos vemos y estaba esperando cambiar de aires un poco al mismo tiempo. Ya sabes, dos pájaros de un tiro.

—De acuerdo,— le sonrió, bajando su taza de té. —cuando me lo dices así no veo razón alguna para negarme. Te prepararé un vuelo en cuanto pueda.

—Muchas gracias, Saori.

—De nada, Shun. Solo una última pregunta.— Shun levantó la cabeza en señal de pregunta. —¿Va a ir contigo?—

—Le llamaré para preguntarle si lo puedo llevar conmigo.

—Buena idea, si no, ya sabes que yo estaré encantada de cuidarlo.

—Confiaré en ti.

 


 

Después de caminar por unas cuantas horas en el helado clima de Siberia, bajo un sol que se sentaba cómodamente en lo más alto mientras las nubes pasaban frente a él, llegó al pequeño pueblo en donde se encontraba Hyoga. Un grupo de jóvenes estaban jugando en la nieve, uno de ellos noto su presencia y le aviso a los demás. Todos, despreocupados se acercaron para saber de quien se trataba.

—¡Seiya!— dijo uno de ellos.

—Yakov, ¿tú lo conoces?— preguntó uno.

—Sí, es amigo de Hyoga.

—¿¡Yakov!? ¿¡Eres tú!?— pregunto una vez que lo pudo ver con claridad. El joven asintió alegremente. —No puedo creerlo, has crecido tanto.

—Han pasado muchos años desde aquel entonces. ¡Obvio que voy a crecer!

—Je, sí, sí, supongo que sí.

  

Se despidió de aquellos jóvenes una vez que lo llevaron a la choza de Hyoga. Seiya miró como se iban lentamente haciendo un escándalo de risas, bromas, peleas y otras cosas que no alcanzo a distinguir. “La tienen muy fácil.” Pensó mientras elevaba su puño para tocar la puerta.

—¡Seiya!— exclamó Hyoga al verlo. —Tanto tiempo.— y se abalanzo sobre él. —Veo que ya te encuentras mejor! ¿Cómo esta Seika? ¿Cómo están los demás? ¿Saori, Shun, Cerbero? Sigo sin poder creer que le pusiera ese nombre. — Seiya rio mientras su amigo lo invitaba a pasar.

—Pues ¿qué te digo? Dijo que quería reemplazar los recuerdos negativos por unos positivos y por eso se llama así.

—De todas formas,— entraron y cerro la puerta tras de ellos. —no puedo creer que entre todos los nombres escogiera ese, tal vez me hace falta ajustarme a mí también.

—Tal vez. A mí también me tomo tiempo y aún no estoy completamente acostumbrado. Pero te aseguro que él y Saori ya lo están. Ambos lo adoran como no tienes idea.—

—Bueno, considerando que el perro es de Shun no me sorprende que sea tan querido. Pero dime, ¿qué tal estuvo tu viaje? Me dijo Saori que fuiste de vacaciones con Seika. ¿Quieres algo de tomar o de comer?— pregunto acercándose a su cocina.

—No gracias, estoy bien. Acabamos de separarnos, yo quería verlos a ti y a Shiryu antes de regresar a la mansión Kiddo, pero ella no aguanto las temperaturas tan extremas así que decidió regresar.

—No es una mala idea. Si no iba a aguantar esta temperatura era mejor que no se quedara. Aquí esta peor.

—Lo sé.

 


 

Saori esperaba desde la terminal a que llegara el avión que le informaron que llegaría alrededor de las seis de la tarde. Estaba segura de que ambos estarían ahí para regresar y no podía esperar a darles la bienvenida con los brazos abiertos.

—Señorita, insisto que esperemos adentro.

—Todo estará bien Tatsumi, estamos alejados de las pistas, aquí no nos pasará nada. Aparte, si es posible me gustaría saludarlos desde aquí abajo.— Él suspiro y se resignó, ya había insistido varias veces y ella no lo había querido escuchar. No tenía nada más que hacer o decir.

Al cabo de unos minutos llegó el avión y aterrizo a varios metros de distancia. Desde donde estaban alcanzaron a ver a Seika saludando entusiasmadamente. Esperaron unos minutos más para que ella bajara y al agarrar sus maletas corrió a abrazar a Saori, quien la abrazo fuertemente.

—Me alegro ver que están de regreso.

—Yo también, ¡Italia, Francia, e Inglaterra fueron hermosos! Pero sin lugar a duda extrañe mucho Tokyo.—Miro a su alrededor, —¿Y Shun? Pensé que también vendría a recibirnos.

—¿Shun? Él y Cerbero están en Grecia actualmente.— le dijo separándose de ella finalmente.

—¿Y eso?

—Quería ver a June y despejarse un poco.

—¿Despejarse? ¿De qué exactamente?

—Bueno… Espera, ¿dónde está Seiya?

—Ah, él quiso ir a visitar a Hyoga y a Shiryu antes de regresar, actualmente esta en Siberia, solo que yo me regresé antes porque era demasiado frío para mí y me dijo que los Cinco Picos de Rozan tampoco serían un ambiente muy amigable.

—En esto tiene razón, parece que fue mejor que regresaras antes.

—Sí, yo también lo creo. Entonces, ¿qué sucedió con Shun?

 


 

Era un día tranquilo. Las olas del mar eran pequeñas, la gente era poca y se preocupaban por sus propias cosas. Un color rosado se extendía en el horizonte y era reflejado en el agua. Si en aquel momento hubiera traído su cámara, hubiera tomado una imagen que sería para Shun, definitivamente. Afortunadamente, en aquel momento no tenía que hacerlo, porque Shun estaba junto a él, a su lado.

—Seiya.— le habló con un tono de voz cálido.

—Shun, espérame un momento, solo quiero disfrutar este momento un poco más.

—Déjame hacerte compañía entonces. Es un día especial y quiero pasar cada momento posible contigo.

—¿Y cómo no? Yo también siento lo mismo.— Shun sonrió tímidamente y se acercó a él, casi recostándose en su hombro. Era día de San Valentín y estaban hospedados en una casa de playa, alejados de todos excepto del otro.

—¿En qué estás pensando?— preguntó al cabo de unos momentos.

—Sinceramente, en que esto me recuerda a ti. El color, el sentimiento que me trae, el hecho de que a pesar de que sienta frío, me siento cálido por dentro.

—¿Qué sentimiento te trae? ¿Acaso es otro del que me acabas de describir?

—Sí, es otro.— sintió como la brisa acariciaba su cabello, su rostro, miro a Shun, sus ojos verdes reflejaban la luz rosada y su cabello se movía gentilmente con la brisa.

—¿Me puedes decir cuál es?

—Es…— regreso su mirada al atardecer, temerario de que descendieran las estrellas y el momento le diera una sensación diferente. Que le arruinara el momento incluso —No me lo término de explicar, pero, es como si no me quisiera separar de ti. — y puso su mano en su mejilla, acariciándola con el pulgar. —Te siento tan pero tan lejos y no me lo termino de explicar, tú estás aquí y ahora conmigo. No es como cuando estaba viajando.— Con su mano libre tomo la otra mano de Shun y beso sus nudillos. —En algún momento pensé que haría lo posible porque tus manos nunca tuvieran que volver a tocar una armadura o un campo de batalla mientras yo viviera, pero no me fue posible cumplir eso.

—Aunque no me guste la violencia o herir a alguien sigo siendo un caballero de Athena, no iba a renunciar a eso.

—Lo sé…— pensó y entrelazo sus dedos. —Por alguna razón, te siento tan lejos, aunque estes tan cerca. No me lo termino de explicar. Cuando estaba de viaje pensaba en ti todos los días, pero no se porque ahora, que te tengo aquí conmigo te siento más lejos que antes. Tan solo te quiero más cerca de mí.—  Shun se acerco a él y lo abrazó fuertemente.

—¿Así está bien?— susurró en su oído.

—Esta mejor.— cuando volvio a poner atención a sus alrededores, noto que el cielo se lleno de estrellas, de galaxias y nebulosas por todos lados y en lugar de estar en la playa estaban en una plataforma de piedra, como una de las ruinas de Grecia afuera del santuario, pero si mirabas hacia abajo no encontrarías la ciudad, ruinas o tierra, solo verías un abismo lleno de estrellas.

—Shun…

—¿Sí?

—Cuando estaba dormido, escuchaba tu voz en la distancia y quería desesperadamente llegar a ella, por más difícil que me fuera.— termino el abrazo y lo miro directamente a los ojos. —Solo quería verte a ti una vez más. Eso era todo lo que quería.— y recargo su frente contra la suya. —Shun…

El mundo comenzaba a colapsarse dentro de sí, poco a poco, todo se iba haciendo borroso y todo iba desapareciendo.

“Perdón, no te conseguí nada de regalo…”

“Esta bien, él día aún no termina…”

—¡Ah! ¡Despertaste!— comento Hyoga. —Me alegro, estabas haciendo sonidos muy extraños, como si intentaras hablar.—

—¿Y dije algo?

—No, no dijiste nada, o al menos nada que yo alcanzara a entender. Solo murmurabas. ¿Qué soñaste?

—No recuerdo con claridad…— se sentó en la cama aún medio dormido y comenzó a pensar. En cuanto el recuerdo regreso a su mente sintió como la temperatura de la habitación subía.

—Sabes, no necesito saber.— intervino con una expresión avergonzada.

—¡No! No es… nada parecido, es solo que…— y le contó todo lo que recordaba de su sueño. Al final del relato, la cara de Hyoga era una combinación de emociones y en cada cambio de expresiones faciales todas parecían que estaban a punto de decirle algo, pero no salía más que una vocal inicial de sus labios. —¿¡Qué sucede!? ¡Puede que sea un poco vergonzoso, pero no es para tanto!— reclamó.

—Seiya… ¿cómo te lo digo…?

—¿Decirme que?

—…Cuando un hombre y una mujer.— comenzó a hacer gestos con las manos, algo a lo que Seiya prontamente le dio un alto.

—Ya se de eso, Marín me lo explico una vez.—

—No sé como decírtelo…— se froto la frente con los dedos una vez más y finalmente se le ocurrió una idea. —¿Recuerdas la historia de Ganimedes y Zeus, o la de Apolo y Ciparisos?

—Sí.

—Algo así… ¡No! ¡Espera! ¡No me mires así! ¡Me refiero a que creo que amas a Shun!

—¡Ah…! ¿Espera, qué?

 


 

—Entonces me dijo “mira, yo no sé mucho de esto. Mejor ve y pregúntale a Shiryu, él es quien esta felizmente casado con un hijo. Si alguien va a saber de tu problema es él”. Por esto vengo aquí contigo.— dijo sentado en la mesa con Ryuho, su hijo adoptado, sentado en sus piernas babeándole la camiseta. Shiryu y Shunrei solo se quedaron mirándolo boquiabiertos.

—Seiya, eres un idiota.— dijo Shiryu quien recargo los codos en la mesa y sostuvo su cabeza en sus manos.

—¡Shiryu!— regaño Shunrei.

—Hyoga también me dijo eso…— admitió avergonzado.

—Tenía que decírtelo. Entonces, ¿qué piensas al respecto?— 

—¿De si tiene razón?— su amigo asintió sin quitarle los ojos de encima. —En aquel momento pensé que eso no tenía fundamento alguno pero…— su cara empezo a colorarse levemente.

—Parece que acabas de responder a tu pregunta.— Seiya se puso a pensar por un momento.

—Tengo que hablar con Ikki.

—¿Con Ikki? ¿Por qué con él?

—¿No crees que haya alguien más con quien deberías hablar antes?— pregunto Shunrei.

—Es solo que le tengo mucho respeto a Ikki y siento que no sería correcto de mi parte contarle de mis sentimientos a Shun sin antes recibir su aprobación.

—Seiya, Ikki no es su padre, claro, lo protege porque es su hermano, pero no creo que necesites hacer eso. Creo que puedes ir primero a hablar con Shun.

—¡No, me he decidido! ¡Iré a buscar a Ikki a la Isla de la Reina Muerta! Les agradezco toda la ayuda que me han dado.— dijo y apretó la mano de Shiryu. —Hyoga tenía razón, debí haber venido contigo antes.— dejo la mano de Shiryu, le regreso Ryuho a Shunrei y salió afuera de su casa.

—Ni siquiera… realmente no le dijimos nada.— añadió Shunrei aun incrédula por lo que acababa de suceder.

—No se que decirte… nunca ha sido el más inteligente de nuestro grupo. Como sea… supongo que todos somos idiotas en estos casos.— Ella sonrio. 

—Tú y yo la tuvimos un poco más fácil, ¿no es verdad?— y tomo su mano.

—Perdón por preocuparte tanto.— y la beso dulcemente.

—Al menos ahora estas aquí.

Una vez afuera, miro al cielo nocturno. Era oscuro, eterno, con estrellas de mil colores extendiéndose por el resto del espacio visible. Era un bello espectáculo, pero estaba buscando algo específicamente. Una señal, algo que le diera consuelo, que calmara su corazón inquieto, alborotado, impaciente.

Rió un poco para sí. ¿Cómo era posible que no se hubiera dado cuenta la gran parte de su corazón que ya no le pertenecía a él si no a alguien más? Ahora que sus sentimientos estaban confirmados, era tan fácil admitir todo lo demás. Aquel sueño, su comportamiento, la añoranza que había sentido durante tanto tiempo y se pregunto como pudo haber sido tan ciego, tan tonto.

—La constelación que estas buscando está detrás de ti.— le indico una voz.

—Shiryu…— su amigo lo saludo y camino hacia él. Una vez cerca de él, le señalo un área diferente y en efecto, finalmente encontró la estrella del norte y con eso pudo llevar sus ojos a las constelaciones de Pegaso y de Andrómeda, como siempre, una al lado de la otra.

—Sabes, con lo que acabo de entender, parece casi como si esto fuera obra del destino…— bajo la cabeza, ruborizado. —Aunque bueno, tales cosas no son desconocidas para nosotros, ¿verdad?

—Creo que él se alegrara de escuchar eso.

—¿Crees que tengo una oportunidad? Siento como si estuviera arriesgando todo…

—No puedo darte consejos acerca de eso. Las cosas entre Shunrei y yo siempre han estado muy claras, pero… pase lo que pase... creo que ustedes estarán bien. Tengo un buen presentimiento.

—Gracias Shiryu, me alegra escuchar eso.

—¿Aún piensas ir a buscar a Ikki primero?

—Ya te dije lo que pienso al respecto. Si a mí me gustara Shunrei preferirías que te dijera algo a ti antes ¿no?

—No es lo mismo…

—Esta bien, esta bien. Pero es algo que siento que debo hacer.

—De acuerdo. Si tú lo dices, te apoyaré.

—Muchas gracias Shiryu, amigo.

 


 

Era mediodía y la casa estaba bien iluminada gracias a las ventanas altas, la pintura blanca y la decoración simple con tonos claros en la habitación. Del techo colgaban macetas con diseños de camaleón hechos con varios colores. Dentro de estas habían plantas con hojas de verdes profundos. En varias de las ventanas las cortinas de rayas blancas y celestes se mecían ligeramente con la brisa del mar, y en los marcos de las ventanas, habían caracoles y conchas de mar para la buena suerte.

—Siento que te estamos estorbando…— dijo Shun mientras acariciaba a Cerbero detrás de sus orejas.

—Ese no es el caso. Tú no sabías que iba a tomar un intersemestral así que esto no es tu culpa, aparte, me encanta que estes aquí, siento que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que platicamos.— contestó June, sentada en la mesa del comedor con la única ventana cerrada de la casa. —Si alguien debiera disculparse sería yo, te dejo solo en mi casa la mitad del día.

—Bueno, me conseguiste una llave extra y salgo con Cerbero a conocer la ciudad así que ese tiempo no se desperdicia.

—Sigo sin poder creer que le pusieras ese nombre después de lo que te ocurrió. Aún con la explicación que me diste no lo puedo terminar de creer.— Shun rio con eso.

—Parece que nadie aparte de mi se puede acostumbrar a ese nombre.

—Eventualmente me acostumbraré, de eso no lo dudo. Hasta entonces… supongo que seguiré sorprendida.

—Ja ja. Por cierto, si alguna vez quieres ayuda y hay algo que pueda hacer por ti estaría más que feliz de ayudarte.— dijo refiriéndose a la tarea.

—Eres muy amable, lo mantendré en cuenta.— miró a su libro y cuaderno una vez más y al sentir que no iba a progresar nada en ese momento hizo las cosas a un lado. —Mejor hablemos, como te dije antes, casi no lo hemos hecho y te he extrañado bastante, aunque haya estado ocupada. Cuéntame, ¿ha pasado algo entre ustedes dos desde que despertó?

Shun suspiro y abrazó a su perro. —Bueno… ha estado lejos, así que no hay mucho que decir.

—Pero dijiste que te enviaba fotos, ¿cierto?

—Y una postal con una corta frase escrita. En la última dijo “te escribiré una carta en la siguiente vez”, pero no estoy seguro… siento que tal vez sea hora de dejar de ilusionarme. Seguir adelante…— 

“Dejar este amor imposible atrás.”

—¿Por qué no intentas decirle?

—Vivimos en el mismo lugar, si las cosas salen mal va a ser muy difícil mantener un ambiente pacífico y amigable. Sin mencionar que olvidar sería también difícil.

—Siempre podrías mudarte.

—Lo sé, pero ese no es el problema.

—Sí, lo sé… podrías quedarte aquí y no tendrías que confrontarlo entonces…

—Pfft, me agrada un poco esa idea. ¿Y a tí?— Miro a Cerbero y él solo recargo su cabeza en su mano para que continuara rascándole la oreja.

 


 

Finalmente había llegado a la Isla de la Reina Muerta. Era tan horrible como recordaba que la habían descrito tanto Ikki como Tatsumi en un pasado. El calor de aquel lugar era sofocante, era casi como si le ardiera la piel con cada momento que se encontraba ahí. El volcán estaba a una distancia relativamente cercana. Ikki nunca les dijo donde vivía, pero sabía que debía dirigirse a aquel lugar.

La gente de la isla miraba en su dirección y regresaba a hacer lo suyo. La llegada de alguien del exterior parecía una novedad, pero no una tan importante o interesante como para quedarse a averiguar. Sus caras estaban coloradas, indudablemente por el calor del sol. Unas personas utilizaban sombreros para bloquearlo, otras parecían haberse resignado y decidieron no preocuparse por ello. Suspiro y se encaminó al volcán donde estaba seguro de que encontraría a su amigo.

Una vez llego al lugar que le habían indicado después de andar merodeando durante todo el día, encontró a su amigo. Estaba fuera de su casa, sentado en el suelo en la posición del loto con los ojos cerrados.

“Está meditando…” pensó “¿Debería interrumpirlo? Creo que no. ¿Qué hago entonces?” su amigo hizo unos gestos en su rostro que hasta entonces había permanecido sereno y abrió los ojos y lo miró a él. Después miro hacia los otros lados.

—¿Seiya? ¿Vienes solo?

Asintió.

—De acuerdo…— se paró de su asiento y se acerco a saludarlo. —Me sorprende encontrarte por aquí. ¿Necesitas algo?— Apenado, evito su mirada y solo asintió otra vez. —Bien… entra.

—Creo que…— lo detuvo. —sería mejor que hablemos afuera.— Ikki lo miro extrañado, pero decidió hacerle caso. —Vengo a hablarte de…— finalmente le estaban llegando los nervios de lo que iba a hacer. Hasta ahora había estado tan emocionado por lo que iba a hacer, pero ahora, justo en el momento clave, empezaba a titubear.

—Solo dilo, Seiya.— Tomo valor y decidió decirle la verdad.

—Ikki, quería venir a decirte esto en persona porque eres mi amigo y te respeto como caballero…— dijo mirándolo a los ojos.

—Ajá…

—En estos últimos días me he dado cuenta de que yo…— lo estaba mirando expectante y con los brazos cruzados, extrañado por su comportamiento. Fuera lo que fuera quería que le dijera todo de una vez, sin rodeos. —…estoy enamorado de Shun.

Aparte de una confusión, su rostro no revelaba mucho más. Pero ¿confundido por qué exactamente? Esa no era la reacción que esperaba.

—Debí haberme dado cuenta antes. He sido un idiota y lo admito. Vine a decírtelo primero ya que si tú no quieres que este a su lado o que sigamos siendo amigos o lo que sea me lo digas antes de que le cuente a él.

Una vez más silencio. El Ave Fénix solo lo miraba con atención y con el ceño fruncido. Pasaron unos cuantos segundos más que le parecieron eternos, no podía esperar el momento en el que recibiera una respuesta. Preferiblemente una no violenta.

—¿Desde hace cuánto sabes esto?

—Desde hace aproximadamente dos semanas. No sabía donde quedaba exactamente la Isla de la Reina Muerta así que me demoré un poco para encontrar un barco y no quería que nadie en la Mansión Kiddo supiera nada.

—¿Entonces nadie sabe que estás aquí?

—Solo Saori y Shun, les dije a Shiryu y a Hyoga que vendría aquí para hablar contigo.

—Entonces Shun no sabe absolutamente nada de tus sentimientos o de lo que acabas de decirme.

—No…— este interrogatorio le estaba pareciendo extraño. 

“¿Qué está pasando aquí?” Ikki se acerco a él y puso en brazo sobre su hombro, su rostro aún no revelaba en que estaba pensando. Lo siguiente que supo fue que su rostro dolía y había quedado medio sepultado en el suelo.

—Te disculpaste por ser un idiota en el pasado, pero continúas siendo uno, Seiya.

“Eso es más acorde a lo que esperaba, pero ¿y eso qué se supone que significa?” pregunto mientras se esforzaba por levantarse. Definitivamente, un puño de Ikki no era algo que quería recibir otra vez.

—Aprecio mucho tu sinceridad, de verdad. Desafortunadamente, en esta situación hay alguien que la merece más que yo y eso es lo que me enfurece.

—¿De qué estás hablado?— dijo mientras se levantaba.

—Estoy diciéndote que dejes de perder tu tiempo y regreses a la Mansión Kiddo, hay alguien que necesita tus palabras aún más que yo.— después de decir esto, se dio la vuelta y entro a su casa, azotando la puerta tras de él.

Seiya quedo atontado mirando a la puerta cerrada frente de él.

La frase “hay alguien que necesita tus palabras aún más que yo” continuaba resonando en su mente. Su pecho estaba lleno de alegría, de esperanza. Si la reacción de Ikki le decía algo era que siguiera adelante, que buscará a Shun y le dijera todo lo que le había dicho a él en ese momento. El dolor en su mejilla no significaba nada en este momento. Sonrió y celebro para sí, y sin perder más tiempo, se encamino de vuelta a Tokyo para ver a su amado.

 


 

Era de noche. Las luces de las casas vecinas estaban prendidas y se reflejaban en las campanillas de vidrio soplado combinadas con conchas en la decoración de la ventada de June. El color más prominente era uno amarillo que venía de varias casas. Shun los observaba sin decir nada mientras acariciaba con una mano a Cerbero, que se encontraba en el suelo cómodamente acostado.

—¿En qué estás pensando?— le preguntó ella al verlo tan callado.

—Ya sabes… en varias cosas.

—Ya veo.— le sonrió cálidamente a pesar de que no la estaba viendo. Se quedo pensando mientras lo veía con atención hasta que finalmente le pregunto: —¿Las alcanzas a ver desde ahí?

Negó suavemente con su cabeza. —No, hay demasiada luz y no alcanzo a ver ninguna de sus estrellas claramente.

—Es una pena.

—Me hace sentir que esta aún más lejos que otros días…— suspiro. June lo miro con ternura. —June…

—¿Sí?

—Ya se que es lo que voy a hacer.—

 


 

—Ya estoy listo para regresar a Japón.— le había dicho Seiya por el teléfono. Ella sonrió desde el otro lado de la línea y preparó todo para su regreso.

—Te estaremos esperando en la pista.— le dijo, su sonrisa se podía notar desde el otro lado de la línea, lo cual lo hacía sentir aún más animado.

—Por favor, dile a Shun que me espere…

—Por supuesto, eso haré.

Su respuesta le había llamado la atención. ¿Acaso Saori se había percatado de algo? ¿Si ese era el caso entonces eso tenía que ver con Shun? ¿Le había ocurrido algo a él tal vez?

No podía esperar a que llegara la hora cuando su avión finalmente llegara a su destino. Se sentía inquieto, desesperado, eufórico. Nunca antes había sentido esto en toda su vida. Era una energía especial que revitalizaba cada centímetro de su cuerpo. Una sensación extática e intoxicante que, por más que intentara dormirse para poder sentir como si se hubiera teletransportado de un lado a otro, no le permitía conciliar el sueño. Cada vez que cerraba los ojos inevitablemente los abría al tener algún pensamiento que le brindaba más energía o lo llenaba de impaciencia.

 

Una vez que el avión aterrizo pudo sentir la presencia de Saori, pero por alguna razón no podía sentir la de Shun.

“Que raro…” pensó. “¿Acaso solo ella me va a esperar?”

Cuando finalmente pudo bajar vio a varios metros de distancia a Saori y a Seika saludándolo efusivamente desde donde se encontraban. Cuando bajo les pregunto dónde estaba Shun. Ambas mujeres se miraron entre sí y finalmente Seika habló.

—Seiya, Shun actualmente esta en Grecia, fue a visitar a su amiga June.

—¿¡Qué!? ¡Tengo que ir ahora mismo!— y estaba a punto de regresar al avión cuando Saori lo detuvo agarrándolo del hombro.

—Seiya, los pilotos han estado volando por horas, déjalos descansar. Tú también has de estar exhausto después de tan larga travesía. Has viajado sin parar desde que regresaste de la Isla de la Reina Muerta, necesitas descansar. Programaré el vuelo para mañana, pero por hoy descansa y cuéntanos todo.— Seiya miro sus manos, habían tomado las suyas en algún punto de su petición.

—Tienes razón…— suspiro, —creo que me haría muy bien descansar.

Al llegar a la mansión decidió darse una ducha muy necesitada ya que no había tenido la oportunidad de bañarse en el tramo de ida ni en el de regreso. Una vez que termino se fue a su cuarto. Seika le dio una máscara para los ojos ya que apenas eran las tres de la tarde.

—¿Dónde está Saori?

—Preparando tu vuelo de mañana.— Sonrió.

—Vaya, por supuesto.

—Te vez cansado, vas a irte a dormir?— le sobo el hombro. 

—Creo que sí.  Ahora que ya me relaje siento el cuerpo muy pesado.—

—¿Alcanzaste a dormir algo en el avión?

—Un poco, aunque no tanto como quería.

—Ya veo, has de estar exhausto.

—Ahora que lo mencionas, sí.— lo miro y frunció el seño.

—A veces cuando se esta muy exhausto uno termina sin descansar bien, me di cuenta de eso mientras viajábamos. ¿Quieres que te prepare algo? Aprendí a hacer un buen té para eso.— Seiya sonrió dulcemente.

—Suena bien. ¿Qué té sería?

—Es una combinación de tés, en mi caso me ayudan mucho cuando no puedo conciliar el sueño. Solo sube a tu cuarto y en unos cuantos minutos iré contigo.— Seiya suspiró y le puso una mano en el hombro.

—Gracias.— Seika asintió.

—Bueno, anda y acuéstate en tu cama, no tardaré.—

Subio a su habitación y se sento en su cama. 

“Falta poco…” suspiro y se acosto en su cama. Dentro de poco termino tan profundamente dormido que no escucho a Seika dejarle su taza de té.

 

—Seiya, ¿dormiste bien? Necesitas levantarte de una vez.— Saori toco a la puerta de su habitación y al no escuchar respuesta entro. —El único vuelo que te conseguí es en la mañana, tenemos que ir al aeropuerto en tres horas, alístate.

Se froto los ojos somnolientamente mientras su cabeza procesaba lo que acababa de decir.

—¿Espera…? ¿Qué? ¿TRES HORAS? ¡SAORI!— Seika se asomo a su cuarto y lo vio con su cabello más alborotado que de costumbre.

—Ya escuchaste, alístate. Vas a querer estar presentable.— Tomo la taza de té y salió del cuarto. —No tomaste ni una gota y dormiste casi todo un día completo, 17 horas más o menos. Como sea, anda, necesitas alistarte. Báñate, péinate y vístete, lo que necesites hacer. Se que vas a querer verte presentable cuando llegues a Grecia.— En eso tenía razón. El estar en el avión por horas le quitaría unos puntos de presentación, sin embargo, algo de esfuerzo era mejor que ninguno.

 

—Saori, ¿por qué escogiste un vuelo tan temprano?— pregunto una vez que estaban en la limosina encaminándose hacia el aeropuerto.

—Verás, los pilotos que te estuvieron llevando de un lado al otro se cansaron y me pidieron vacaciones antes de que yo pudiera decirles algo. Naturalmente les dije que podían descansar y que no requeriría sus servicios por el momento. Lo que me quedo fue contactar a una aerolínea comercial, así que viajaras con otras personas en esta ocasión. También asumí que querrías viajar en el siguiente vuelo y ese era justamente esta mañana. Te conseguí el asiento que quedaba así que espero que te vaya bien. El boleto esta reservado y tendrás que ir a recogerlo en la puerta D. Tatsumi se encargara de tus maletas así que solo ve directamente a la puerta.

 —Necesitare una identificación o algo ¿no?

—Solo di que te mandé yo, la señorita Saori Kiddo y todo te irá bien.— miro afuera y sonrió. —Hemos llegado.

Seiya salió por un lado y miro a la cajuela donde traía sus maletas. Esto se sentía raro, no traía nada en sus bolsillos ni traía sus maletas a la mano. Cuando acababan de salir, se dio cuenta de que se le había olvidado la cartera y estaba a punto de regresar por ella, pero Saori le dijo que no era necesario, que todo ya estaba arreglado y no la iba a necesitar. Confío en ella y se calmo por un momento, pero ahora las cosas eran distintas.

—Anda Seiya, corre, que ya vamos tarde.— asintió y se dirigió con paso apresurado al aeropuerto. Su corazón estaba casi por estallar.  Ya estaba más cerca de lo que había querido durante días, lo que más había deseado desde que su estúpido corazón se dio cuenta que amaba. A quien añoraba tanto. Estaba a punto de ir a la puerta D como Saori se lo había indicado cuando algo hizo que sus pies se detuvieran.

Era él.

Era Shun. Ahí estaba. Con su maleta en la mano a solo unos cuantos metros de distancia de él. Tan sorprendido como él. ¿Pero cómo? 

Acaso… ¿Acaso todo esto había sido un plan? ¿Algo ideado por Saori y por Seika?

Shun se detuvo cuando lo vio. Era Seiya, de verdad que era él. Su cabello desordenado y café eran inconfundibles. Estaba aquí con él, su rostro atónito. Por alguna razón no esperaba encontrarlo ahí. ¿Qué estaba pasando? Si él estaba ahí era para recibirlo, ¿cierto?

La gente continuaba pasando a lado de ellos, mientras tanto, Seiya caminaba a él a paso lento. Un nudo se le hizo en la garganta a Shun. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Por qué estaba acercándose más a él? ¿Por qué ahora?

—Shun… estas aquí…— le dijo una vez frente a él.

—Seiya… ¿tú qué haces aquí?

—Quería verte…

—¿Tú también? — la pregunta y su mirada sincera era toda la confirmación que necesitaba. Rio ligeramente y se llevo una mano al corazón. Shun noto esto y no pudo evitar entender que es lo que estaba sucediendo.

Finalmente, después de todo este tiempo las cosas habían salido bien para él. Inconscientemente imito a Seiya y una vez que la risa salió de su cuerpo cruzo miradas con él y supo que estaban pensando lo mismo.

Sin miedo, lo abrazo del cuello y lo acerco a él, abrazándolo fuertemente. Él se sentía cálido y nada más quería hundirse en su cuerpo para no soltarlo nunca más. 

Seiya, por su parte, estaba pensando lo mismo. Que su cuerpo era cálido, que cabía perfectamente entre sus brazos y después de tanto tiempo, solo deseaba que se quedaran así.

Shun levanto su mirada y lentamente cerro la distancia entre ambos.

Este era el inicio de todo. No querían tener que separarse nunca más y no tendrían que hacerlo. Después de esperar por tanto tiempo finalmente consiguieron lo que más querían. Al otro. A la persona que más añoraban en el mundo. A quien habían estado esperando durante mucho, mucho tiempo.

 



Notas finales:

Muchas gracias por leer esto hasta el final. Por favor, dejen un comentario diciendome que les parecio, si aman el Seiya/Shun o si notaron algunos errores por ahí y por allá.

 


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