Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Sin miedo al éxito por KaoriLR2

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

El presente OneShot es mi primer BajiFuyu escrito especialmente para el club de lectura de Fanfiction.

Prompt de Candiie Mustang:
De cómo una participación/rivalidad de clases en el festival escolar/deportivo termina con un toqueteo fogoso entre Baji y Chifuyu

Espero lo disfruten :3

Al principio, el objetivo de Keisuke Baji estaba muy claro: Pasar el ciclo escolar a cualquier costo para no hacer llorar a su mamá. Lograrlo implicaba hacer su mejor esfuerzo tanto durante las clases, como a la hora de realizar sus actividades asignadas en cada una de ellas. Durante el proceso, para bien o para mal, conoció a cierto tipo molesto que le ayudó desinteresadamente a partir del primer momento, aunque claro, primero ese mismo tipo se mofó de él, le llamó nerd, entre muchas otras cosas más.

Conocerlo fue como una de esas maravillosas casualidades que se presentan escasas veces en la vida, coincidiendo en aspectos más allá de vivir en el mismo edificio. A Baji le agradaba escuchar la forma tan respetuosa en la que se refería a él, todo después de intervenir durante una pelea en la que su nuevo “amigo” estaba en clara desventaja, desde ese instante ambos quedaron a mano y su vínculo estuvo construyéndose sobre cimientos fuertes de lealtad, reciprocidad y respeto.

Sin embargo, Baji quería estar siempre un paso adelante y fue así como, sin querer, terminó tomándoselo muy en serio. Demasiado.

En combate, Baji podía presumir de una bestialidad suprema, fuerza y resistencia increíbles, pero… en esta ocasión, durante el festival deportivo que el instituto organizó, tal parece que todas aquellas habilidades le abandonaron por completo para otorgarle un lugar justo en el bando de la derrota y el fracaso.

Bastaba con prestarle atención para que cualquiera pudiera darse cuenta de que sus ojos marrones destilaban ira, una ira que acabaría mal contenida al tratarse de él. Keisuke Baji podía sentir el sabor de su propia bilis en la superficie de su lengua, mientras su subalterno y compañero de colegio, Chifuyu Matsuno, agradecía por la medalla de primer lugar que colgaba ahora de su cuello.

El festival hubiera sido la oportunidad perfecta para ponerse muy por delante de él, demostrar y reafirmar esa admiración que el rubio teñido le tenía. ¿Y por qué no? También era una cuestión de orgullo. Para su mala suerte las circunstancias no se dieron a su favor y por eso estaba ahí, parado justo detrás de la multitud alumnos que vitoreaban en honor a los tres merecidos ganadores. Claro que le importaba una reverenda mierda quienes fueran los otros dos tarados que ocupaban el segundo y tercer puesto, a Baji le carcomía por dentro que Chifuyu estuviera en el primer puesto mientras él ni siquiera había podido recorrer la mitad del tramo establecido.

Su mala suerte comenzó cuando, durante la competencia de atletismo, su tobillo se le torció provocando que azotara en el suelo como una res, en tanto el resto de los participantes le pasaba al lado como un rayo o una flecha bien disparada. Incluido Chifuyu en el carril del otro extremo.

Pese a ello logró retomar la carrera quedando en un vergonzoso cuarto lugar.

—Nos veremos en la meta, Baji-san —le había dicho aquel rubio antes de que la competencia diera inicio, y que ahora corría en su dirección con una risa cínica, o así es cómo la percibía Baji, enfrascado en su propia amargura.

Dio media vuelta, no se sentía de humor como para socializar con su amigo por el momento. Quizá prenderle fuego al contenedor de basura del patio trasero le devolvería un poco el ánimo, ya que dentro del instituto no debía golpear a ningún pobre diablo si quería mantenerse como un alumno promedio.

—Baji-san, Baji-san —ahí estaba, el disco rayado de siempre, Chifuyu y su voz taladrándole los oídos luego de haberle resquebrajado el ego.

No se detuvo, siguió avanzando dando la vuelta a la derecha para dirigirse hasta su destino planteado segundos atrás. Lo cierto era que el rubio no dejaría de seguirlo, porque así de irritante era el condenando.

—Baji-san, no me ignores —lo sintió rozarle el hombro con insistencia.

—Que te jodan, Chifuyu —espetó al girarse un segundo mostrando los colmillos.

—Oh, vaya, ¿estás enojado?

—No, cómo crees —Baji continuó su andar visualizando a la lejanía su lugar de destino. El contenedor de basura estaba atiborrado de bolsas y cajas de cartón. Perfecto.

Palpó la bolsa interna del saco de su uniforme en busca de un encendedor o fósforos encontrándose con un pañuelo, bufó, luego rebuscó entre los bolsillos de su pantalón y tampoco encontró nada. Partirle la cara a alguien ya no parecía ser del todo mala idea aun estando en el colegio, podría empezar por el rubio terco que obstruyó su camino extendiéndole un encendedor con orejas de gato.

Parecía que le leía la mente.

—¿Es por la medalla? —inquirió calmadamente—. Se la regalo, no hay problema —la sonrisa con la que Chifuyu finalizó le dio un sentido burlesco a sus palabras.

Harto, Baji se giró hacia él y lo levantó un poco por el cuello de la playera que llevaba puesta

—¡No hables como si me estuvieras haciendo un favor, imbécil! —la curva en los labios del más bajo se volvió tenue. Chifuyu quería carcajearse con ganas por la actitud tan inmadura que lograba sacar de su respetado capitán, pero no lo haría… por ahora—. Te lo advierto, deja de mirarme así.

—Te estoy mirando como siempre lo he hecho, no sé qué ideas locas te hayas hecho en tu cabeza, pero en ningún momento ha sido mi intención burlarme —se liberó de la presión de ese fuerte brazo en su vestimenta y suspiró—. Es solo un estúpido festival escolar. Tú mismo me lo dijiste ayer.

—Cierra la boca de una puta vez.

—Bien.

Baji desató su cabello tomando asiento a un lado de los contenedores de basura, todavía se sentía frustrado y en cierto modo decepcionado de sí mismo porque esperaba obtener mejores resultados en el festival. La verdad era que tachar de estúpido a dicho evento no fue más que para hacerse el interesante, tenía muchas esperanzas puestas en ello.

Miró de soslayo a su fiel acompañante acariciar inconscientemente la brillante medalla que colgaba de su cuello. No, no era justo. Sudó, se fatigó, su cabello se desaliñó por el viento que golpeaba su rostro. No era justo que no recibiera nada a cambio luego de tanto esfuerzo.

Dejándose llevar por un impulso, Baji se puso de pie encaminando sus pasos de vuelta a las instalaciones principales del colegio.

—Sígueme —ordenó.

Chifuyu le siguió de cerca por unos minutos, jugando con el encendedor entre sus dedos. La flama aparecía y desaparecía con facilidad.

—¿A dónde vamos? —la pregunta salió de su boca al ver que el más alto se detenía a observar en todas direcciones.

—Solo guarda silencio.

Baji se detuvo apenas unos metros más adelante, abriendo una pequeña puerta oxidada con ayuda de una fuerte patada.

—¿Eh? ¿La bodega de intendencia? —habló el rubio al percatarse del lugar al que su compañero estaba por ingresar—. ¿Te toca limpieza hoy, Baji-san?

Las preguntas tontas e inocentes empezaban a fastidiar al pelinegro, así que tomó a Chifuyu del brazo con suficiente fuerza para maniobrarlo desde ese punto, obligándolo a adentrarse con él en el reducido espacio lleno de escobas ý trapeadores de diferentes colores y tamaños.

Presionó la espalda contra la puerta para asegurarse de que nadie más pudiera ingresar, no sería prudente que aquello ocurriera. En tanto, los ojos de Chifuyu le pedían una explicación.

—Te crees muy bueno en todo, ¿no?

Baji cruzó los brazos y arqueó una ceja. Su acompañante seguía sin entender muy bien la relación entre la pregunta y el sitio en el que se encontraban encerrados ahora.

—¿Qué quieres que diga? Hago lo que puedo —admitió con sinceridad, pero eso a Baji le reyaba en la arrogancia.

—Ahora veremos qué tanto aguantas realmente, Chifuyu Matsuno.

—¿Eh?

Las manos de Keisuke abandonaron su posición desafiante para deslizarse con presteza hacia la hebilla del cinturón. ¿Qué mierda? ¿Acaso planeaba azotarlo o algo así? Porque a él no le iban esas practicas extrañas. Una cosa era que lo respetara y otra que fuera a permitir que le castigara de aquella forma.

—Sabes a lo que me refiero —una sonrisa pícara se dibujó en sus labios—. Desabrocha tus pantalones, Chifuyu. Así es como se miden los verdaderos hombres.

—Oh, así que…

Fue ahí que comprendió hacia donde se dirigía todo.

—¿Qué? ¿te da miedo, princesa? —esta vez era Baji el que burlaba.

—No, no voy a perder la oportunidad de vencerte de nuevo Keisuke…

La respuesta provocó un nuevo escozor en el más alto, definitivamente odiaba cuando ese rubio teñido se atrevía a ponerse al tu por tú con él.

El pene semierecto de cada uno quedó expuesto al poco rato, la situación resultaba bochornosa pero necesaria para que Baji pudiera curar su orgullo herido. Así que clavó su mirada marrón en el suyo y luego en el de Chifuyu.

Nada, no encontraba diferencias notables. Tal vez si alcanzaban una erección completa las cosas cambiarían.

—Deberíamos de tener un poco de estimulación, no se nos va a parar de la nada, ¿sabe?—sus pensamientos fueron materializados a través de las palabras del rubio.

—Tócate, no creo que no reaccione a eso. —mientras hablaba, una de sus se movió en dirección a su propio miembro, envolviéndolo desde la base con rudeza—.  A menos claro que una parte de tu anatomía ya esté vencida.

La risa que Chifuyu emitió ante el comentario fue como música para los oídos de Baji. Comenzaba a sentir calor ahí dentro, con el leal rubio haciendo caso de su sugerencia a menos de un metro de él, observando cómo la pálida mano rozaba con calma la piel expuesta hasta que el pene terminaba de erguirse orgulloso entre los dedos finos, pero a la vez masculinos de Chifuyu.

Sintió la sangre acumularse en aquel trozo de su carne que masajeaba con furia ya estas alturas. Muy bien, ambos estaban completamente excitados ahora, tal como quería al principio. El problema radicaba en que ya no deseaba detener las caricias que se proporcionaba, menos cuando sus ojos captaron el momento en el que el líquido preseminal hizo acto de presencia escurriendo después por toda la extensión del miembro contrario.

Se descubrió a si mismo recreándose en aquella erótica escena y el rubor le impregnó las mejillas. Levantó la cabeza solo para toparse con los ojos dilatados y los labios entreabiertos del rubio.

Mierda. Grave error.

—¿Por qué no bajas la maldita mirada? —le increpó con molestia fingida. Su erección quemaba, pedía que le atendiera con mayor ferocidad.

—¿Por qué habría de hacerlo?

El tono rosado en las mejillas del rubio le dejaba en claro que se encontraban en las mismas condiciones, incapaces de simplemente parar y listo. Habían comenzado algo que solo podía terminar con ambos eyaculando, aun si ello significaba hacer un desastre de fluidos dispersos aquí y allá. Quiso jadear de gusto. Siempre pensó que los ojos de Chifuyu tenían un color muy bello, pero, claramente, no lo diría en voz alta por ningún motivo.

—Maldito enfermo, te estás inspirando conmigo. No seas marica, Chifuyu.

—Bueno, al menos yo estoy viendo tu cara y expresiones. No como tú, que estuviste un buen rato viéndome la verga, Baji-san.

—¿Y qué si lo hice?

—Que no sería el único marica entonces.

Baji rio con sorna, estaba demasiado caliente para perder el tiempo en charlas sin sentido. Lo suyo eran los hechos, estaba a punto de hacer algo de lo que no creía arrepentirse nunca, pues era lo que su cuerpo quería.

A la mierda.

Cortó la distancia entre ambos empotrando a Chifuyu sobre las herramientas de limpieza, este ni se quejó. Joder, estaba igual de necesitado que él.

Juntó sus erecciones empapadas en fluidos y ya no le importaba encontrar la diferencia en tamaño y grosor. Sentir el miembro de Chifuyu frotarse contra el suyo fue una sensación brutal, pero necesitaba más, por esa razón tomó una de las manos contrarias y la condujo para continuar obteniendo placer a través de ese roce, dejándose envolver por el sonido húmedo que provocaba la fricción de sus manos.

Sabía que podía contar con Chifuyu para cualquier cosa y maldita sea, era literalmente cualquier cosa. Su mano libre viajó hasta acariciar esos carnosos labios entreabiertos que permitían que el rubio dejara escapar esos quejidos sensuales, dio un respingo cuando su dedo índice fue succionado por los mismos para simular una felación. Lo sentía, un cosquilleo que se regaba por cada parte de su cuerpo para avisarle que estaba cerca.

Pronto estallaría viendo luces de mil colores.

Mientras admiraba el precioso desastre frente a él, se preguntaba qué más secretos podía encerrar su amigo debajo de todas esas capas de tela que constituían el uniforme, si su abdomen sería similar al suyo, si sus piernas lucirían torneadas y firmes o, incluso, si en ese instante, los pezones de Chifuyu se sentirían duros al recorrerlos con su lengua. Le encantaría saber si se enojaría si se atreviera a meter su mano entre sus nalgas y tantear a su antojo.

Estaba jodido por tener tantos pensamientos de ese tipo, pero, sobre todo, porque moría de ganas de apoderarse de sus labios hasta perder el aliento. Una pregunta más le surgió: Si se quedaran a solas, con el ansia primitiva nublándoles la vista, ¿qué más sucedería?

—Baji-san, Baji-san —su nombre saliendo entre jadeos le hizo enloquecer.

—Chifuyu…

Y ocurrió, fue como si una corriente eléctrica le sacudiera al mismo tiempo que a Chifuyu. Poco importó si algunos chorros de esperma lograban llegar más allá de sus manos, la respiración agitada fue difícil de controlar en los segundos siguientes donde ya ninguno podo agregar nada más.

---------------

Baji asomó la cabeza mirando en ambas direcciones, era necesario asegurarse de que nadie los viera salir de la pequeña bodega en ese estado: cualquiera podría malinterpretarlo o más bien, darse cuenta de lo que en realidad estuvieron haciendo en lugar de integrarse a las últimas actividades del festival.

—Deberíamos…

—Sí —tajó Baji adelantándose a su sugerencia. Definitivamente les urgía asearse por lo menos las manos antes de partir a casa.

Ya dentro de los sanitarios, ambos fijaron la vista en cualquier parte que no fuera el reflejo del contrario en el espejo que colgaba justo al frente, Chifuyu se frotaba con especial dedicación sus manos.

¿A quién quería engañar? Dejarse masturbar por el chico que tanto admira había estado genial.

Fue tosco y rápido, las sensaciones placenteras acompañadas del peligro de ser descubiertos en cualquier momento, solo lo volvió más excitante. Internamente se preguntaba si podrían repetirlo en un lugar más apropiado, ¿cambiaría en algo? ¿Baji estaría dispuesto a…?

—Hey, Chifuyu

—¿Uh?

—Estás desperdiciando el agua.

Cerró el grifo sintiéndose estúpido por haberse quedado pasmado mientras el agua corría a la par de los segundos. No debería mostrarse tan afectado por un acto tan… ¿normal? ¿común?

¿Se pondrían considerar así las pajas entre amigos?

Le encantaría poder entrar en los pensamientos del pelinegro y conocer su opinión al respecto, si estaba en la misma situación, si podrían continuar siendo amigos a partir de ahí y olvidar lo sucedido, o seguir experimentando para ver hasta donde podría llevarlos esa rivalidad con la que lidiaban en silencio.

Vio a Baji secarse las manos y partir hacia la puerta con una expresión neutral, por lo que dio por hecho que se marcharía así sin más. Grande fue su sorpresa cuando este se detuvo poniendo una mano en el pomo de la puerta con la clara intención de abandonar el sitio, aunque no sin antes girarse con una sonrisa maliciosa adornándole el rostro.

—¿Quieres ir a comer a mi casa, Chifuyu? —le preguntó.

El rubio olvidó respirar por un segundo, entendió la insinuación oculta detrás de aquella invitación, pero prefirió hacerse el desentendido solo para seguirle el juego.

—¿Peyoung Yakisoba?

Baji se encogió de hombros dejando la respuesta a su imaginación. Chifuyu no dudaría en ir a comprobarlo por sí mismo.

Fin

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).