Señales
Un suspiro salió de sus labios, uno muy notorio pero que ninguno en esa mesa quería decir algo al respecto. Sus ojos miraban a escondidas, de reojo, a ese hombre que hace no muchos minutos atrás había palmeado con cuidado el asiento a su lado para que fuera junto a él. Otro exhalo más, esta vez como si el aire no fuera suficiente para completar la acción y llamar la atención de todos.
Tenía que haberlo sabido. Aún recordaba una de sus clases en la universidad policiaca, esa donde su profesor recalcó miles de veces que era de vital importancia reconocer las señales. “Escuchen. Identificar las señales es de vital importancia para un policía, para saber si miente, si dice la verdad, si dice ambas cosas. Tienen que reconocer todo. Con quién se juntaba antes y ahora no. Por qué se cortó el cabello. Ah, ese tipo ahora actúa diferente, antes hacía otra cosa. Tienen que estar atentos a todo eso, de lo contrario, será muy tarde para cuando el sospechoso ya les haya ganado.”
—Ey, Han JooWon, ya detente —exclamó JiHwa a su lado golpeando un poco exasperada sus palillos contra la mesa. Todos miraron la escena un poco tensos sin saber qué decir, paseando la mirada entre los dos protagonistas que ahora se miraban cara a cara—, has estado suspirando todo este tiempo y no me dejas comer tranquila. Solo detente.
—Vamos, no seas así. Tal vez nuestro muchacho está enamorado —salió con una defensa burlesca DongSik.
Que no lo negara dejó a todos sin palabras, nadie esperaba que el frío inspector
Han fuera a enamorarse.
El joven dejó con rapidez los cubiertos con los que estaba simulando comer y se paró nervioso para abandonar el local bajo la mirada aún impactada de todos sus colegas, y para cuando todos pudieron procesar la nueva revelación se dieron cuenta que faltaba alguien más.
JooWon se sentó en su auto, aún en shock y sin saber qué hacer porque nunca había pasado por algo así. El sonido de la puerta abierta a su lado le hizo sobresaltar, más aun cuando vio quien estaba en el asiento contiguo en ese espacio tan estrecho. El silencio duró unos cuantos segundos, antes de que como siempre alguien más diera el primer paso por él.
—Enamorarse no es el fin del mundo, JooWon-ah —ahí está, ese descontrolado palpitar cuando lo escucha decir su nombre con tanta familiaridad.
—¿Te has enamorado antes? —preguntó no muy seguro realmente de querer conocer la respuesta.
—Nah. El tiempo en mi vida jamás había estado para eso.
El suspiro de alivio que quiso abandonar su cuerpo lo dejó estupefacto. Las alarmas en su cabeza comenzaron a sonar para avisarle la emergencia, pero el enemigo contra el que luchaba era formidable, y se había adentrado tan rápido en su corazón que no pudo reconocer ninguna pista, ninguna señal; y ahora le parecía ridículo, porque era muy obvio.
Sí, todo era muy obvio. Como cuando lo vio sonreír de oreja a oreja bajo la lluvia, descalzo, mientras sostenía un paraguas para ese joven que se había perdido. Sabía que haber pensado en ese momento que era hermoso fue la primera señal, pero la ignoró totalmente.
O cuando la oficial Oh JiHwa les dijo que eran muy buena pareja y deberían vivir juntos. La sugerencia no le había molestado para nada, es más, hasta lo consideró por unos segundos.
La felicidad que disimulaba sentir al investigar con él porque su orgullo era más fuerte. Cuando lo sujetó entre sus brazos en el momento que presenciaron la muerte de Nam SangBae. Lo triste que se puso cuando DongSik le dijo que nunca había prometido entregarse. El extraño deseo que recorría su cuerpo cuando entraba a su sótano y lo veía ahí, pensando que lo esperaba no solo para discutir o querer investigar algo.
Las señales más fuertes vinieron después, cuando recordó que una vez Lee ChangJin les preguntó si estaban juntos en medio de uno de los interrogatorios. Qué ganas tuvo de decirle que sí, pero la palabra para su suerte murió en la punta de su lengua.
Toda la tristeza que sintió cuando al fin, después de poner bajo arresto a su padre, Lee DongSik le dijo que lo arrestara. Las lágrimas cayeron por sus ojos, como un río interminable, mientras le decía sus derechos y sujetaba fuerte esa mano que no quería soltar.
El golpe más fuerte llegó cuando lo vio otra vez luego de que cumpliera ese año en prisión, con esa chaqueta blanca que le quedaba tan bien y ese nuevo corte de pelo. Algo más que su corazón había palpitado bajo esa visión.
Estaba jodido, muy jodido, porque había ignorado todas las señales, y ahora el “sospechoso” se había colado muy hondo en su alma.
—No te veas tan abatido —exclamó risueño DongSik—, no debe ser tan terrible. Dime, ¿es JaeYi?
—¡Eres tú! —casi le gritó. Mierda, él y su mala costumbre de reaccionar imprudente cuando se ve acorralado.
—Oh —soltó muy bajo DongSik—. Eso es bueno, muy bueno —. JooWon lo miró sorprendido, no sabiendo bien cómo interpretar eso—. Entonces, somos dos adultos que se conocen hace un buen tiempo, no creo que haga falta que seamos muy delicados entre nosotros —. Lee DongSik humedeció sus labios bajo su atenta mirada y pasó una mano por su boca en un gesto nervioso. El oficial Han lo miraba expectante, ansioso por saber qué frase seguiría—. Entonces, ¿quieres ir a mi casa?
Han JooWon era un policía, egresado de la universidad con el mejor promedio, un policía que recordaba bien una clase y que ahora la seguiría al pie de la letra. Porque esa pregunta fue una clara señal para un nuevo delito, y él seguiría a su sospechoso hasta el fin de sus días.