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Another Halloween Tale por VinsmokeDSil

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Notas del capitulo:

Hola, hola! Bueno, pues ya han pasado dos semanas (puede que algo más jajajaj) desde que colgué el primer capítulo, y aquí llega la continuación de este nuevo cuento de Halloween!

Tal y como habéis visto, la dinámica de esta historia es un poco diferente a la anterior. Ahora, en vez de una pareja protagonista y otra secundaria, hay 3 protagonistas y he querido adentrarme un poco más en la temática sobrenatural. 

Agradecer muy muy fuerte a Lukkah por su apoyo y deciros que os paséis por su perfil, que ha colgado un fic nuevo que es absolutamente precioso! "La Rosa del Misisipi", tenéis que leerlo!! 

Y, por supuesto, muchas gracias también a tashigi94 por la review anterior!! Espero que la de este año también te guste!! 

Sin más, ahí vamos! 

De la suerte y de la muerte, no hay quien escape

Los seis hombres se encontraban ya disfrazados y en la cola de la entrada del pasaje del terror. En cabeza, iban Ace y Marco, con el menor visiblemente emocionado e impaciente.

–¿Entramos? –preguntó por enésima vez. Ace iba vestido de vaquero, que si bien no era un disfraz que diera miedo, le quedaba de muerte.

Llevaba su sombrero naranja, una camisa marrón con manchas negras a conjunto con el pantalón, de tela vaquera, tonalidad marrón y oscura. Llevaba unas botas también del mismo color y, para acabar de complementar, una chaqueta oscura encima, larga, que le hacía verse como un forajido.

Llevaba también un cinturón decorado con balas y una cartuchera con una pistola de plástico, pero que daba el pego. Por último, un cuchillo atado a su pierna izquierda.

A Ace le gustaba currarse sus disfraces, y se fijaba mucho en los detalles. A parte, se le hacía bastante sencillo, ya que era el mismo disfraz que llevaba tres años usando. Igual que Luffy siempre se disfrazaba de Rey Pirata, Ace lo hacía de vaquero.

–Aún no. Hay cinco personas delante –respondió Marco, con paciencia, sonriendo.

Él iba vestido de una forma más sencilla. Iba con un traje negro, conjunto de americana y pantalón. Llevaba un chaleco marrón oscuro y una camisa blanca debajo, por la que salía un pañuelo azul cielo por su cuello, a modo decorativo.

Los zapatos eran también de arreglar, iban a conjunto con el chaleco. El conjunto iba con un bastón para ayudarse a caminar, pero había decidido dejarlo en la habitación para que no le molestara.

Se había dejado las gafas puestas.

Para hacer la broma, había dicho que iba disfrazado de vampiro al acecho, en los años veinte. Ace echaba de menos los colmillos, la sangre, y los ojos rojos, pero en verdad, la versión de Marco era la más realista que vería.

Los vampiros no iban siempre el posición de ataque, de normal se camuflaban entre la multitud, disimulando lo máximo posible. No vestían capas, no llevaban camisas holgadas ni les temían a los ajos o las cruces. Eso eran bulos que ellos mismos habían ido esparciendo para camuflarse mejor.  

La ropa que llevaba era suya, uno de los pocos conjuntos que conservaba de cuando todavía era humano y que seguía conservándose bien.

Ya no hacen ropa como antes…

El rubio echó la vista al frente, en dirección al bosque, oliendo disimuladamente.

Ninguno de los actores era de otro mundo. Los únicos seres sobrenaturales que estaban ahí eran él, Robin y Jinbe, por lo que estaba bastante tranquilo.

–Es que van muy lentos. ¿Entramos? –respondió haciendo un puchero. Marco únicamente respondió con una carcajada silenciosa. Le encantaba verle tan contento, parecía un perro moviendo el rabo.

Había pedido permiso a su jefa para poder ir con Ace en el pasaje del terror, ellos dos solos. Sabía que su novio no iba a tener miedo, al contrario, depende de cómo tendría que vigilarle para que no molestara a los actores.

Y quería pasar todo el tiempo posible con él. Esa era la gracia de que hubiera venido.

En segundo lugar, iba Killer, junto con Kid y Law, charlando tranquilamente. Parecía que estaban mejor, incluso se hablaban y se hacían alguna broma, pero los tres se preguntaban cuánto duraría esa buena actitud.

Law iba vestido con un uniforme del hospital, de esos conjuntos de camiseta y pantalón que se usan en los quirófanos, con bata de papel, guantes, gorro y mascarilla incluidos. Marco sospechaba como los había conseguido, pero prefirió no decirle nada.

Por encima de esto, litros de sangre falsa. Literalmente, parecía que le hubieran tirado un cubo de sangre falsa desde adelante. Incluso tenía alguna gotita en la cara, lo poco que se le veía.

Y todo cirujano de la muerte, debía tener un paciente.

El concepto de romanticismo de Law y Kid era un tanto diferente que del resto de la humanidad, por lo que sus disfraces conjuntos, también iban a ser algo peculiares. Ellos no iban a disfrazarse de pareja de zombies o algo por el estilo, no.

Law iba de cirujano de la muerte, y Kid de Terminator creado por él.  

Iba vestido con unos pantalones negros ceñidos, una camisa oscura abierta para dejar a la luz todo de cicatrices falsas que iban desde sus abdominales, pecho, cuello y cara hasta llegar al brazo derecho.

En el brazo, se había pegado varias piezas metálicas. Esas piezas se extendían desde el hombro hasta sus dedos, quedando a la vista un perfecto brazo robótico que parecía esconderse debajo de su piel.

A parte, Law había conseguido maquillarle un poco la mejilla con papel de plata, decorándolo con látex y maquillaje de tal forma que parecía que la piel de ahí también había sido arrancada y se viera su exoesqueleto robótico. Ya no le convenció para ponerle una lentilla roja en el ojo.

Se habían tirado un buen rato preparándose, sobretodo por insistencia de Law. A Kid no le iba lo de disfrazarse, pero por su pareja, lo hacía. Y ya que Kid, ese año, quería ir de Terminator –y Law por nada del mundo iba a hacer de Sarah o John Connor –decidió que él sería el cirujano que lo creara.

Había sacado la idea de la cuarta peli, un Terminator nacido de un humano.

–Cállate de una vez, Portgas. –dijo Kid, algo cansado de sus chiquilladas. Le caía muy bien el moreno, pero cuando se ponía en plan cansino, perdía la paciencia.

En esos momentos, le recordaba a su hermano pequeño, Luffy, con el que se llevaba a matar.

–Déjame en paz, anda –respondió Ace haciéndole una peineta.

Marco se rió ante la actitud de aquellos. En esos momentos, se daba cuenta que le sacaba veinte años a su novio y a sus amigos.

Bueno, ciento veinte años, pero eso no viene al caso.

Killer le dio un capón al pelirrojo, con la mano que no estaba enguantada.

Él iba vestido de Freddy Kruger, con una máscara que simulaba las quemaduras de la cara. El pelo lo llevaba atada en una cola para que no le molestara para el sombrero, y llevaba la mano izquierda con un guante con plásticos que simulaban cuchillas.

En verdad, Killer dudaba que estuviera mucho rato con el gorro, la máscara y el guante. Había escogido ese disfraz porque era fácil y relativamente cómodo, porque Ace había insistido en que usara algo.

Tontearon un tiempo, y aunque no llegaran a nada, siempre quedó ese cariño especial entre ellos. Ace despertaba mucha ternura en Killer, siempre le daban esas ganas de protegerlo y complacerlo en sus caprichos. Justo al contrario que Kid.

–Vamos Kid, déjale, está emocionado. –respondió Killer, defendiendo a Ace, que le parecía muy gracioso cuando se ponía en ese plan.

Killer sintió una gota de sudor fría cayéndole por la nuca, y otra vez esa sensación de peligro que le acechaba muchas veces.

Se giró despacio, en dirección a la parejita feliz, mirando temeroso a Marco.

El rubio había pasado un brazo por sobre de los hombros de Ace, acercándole hacia él, en un gesto algo posesivo que nadie excepto Killer fue capaz de percibir, ni siquiera su novio. Seguía sonriendo tan tranquilo, en una mueca incluso pasota, pero para Killer, igualmente amenazadora.

Ace respondió con una sonrisa a Killer. Le gustaba que le defendiera frente las actitudes de su mejor amigo. Kid a veces podía ser muy capullo, y Killer siempre se encargaba de pararle los pies cuando estaba a punto de travesar la línea.

–No te preocupes, puedo con él sin despeinarme –respondió de forma relajada. Ahora que parecía estar todo bien, no quería que se formara mal rollo.

–Eso. Él puede. –respondió Marco mirando a Killer muy fríamente, aun sonriendo.

¿Pero qué le pasa a este tío?

Decidió dejarlo estar, desviando la vista para no sentirse tan incómodo, aunque en verdad, sirviera de poco.

Killer esa noche notaba el ambiente enrarecido. Era una sensación, una serie de escalofríos… un algo que no sabría bien cómo definir, pero ahí estaba. Y no le gustaba.

Era una sensación parecida a las que solía tener con Marco a su alrededor pero… más lúgubre. Fuera lo que fuera, daba miedo. Y cada vez era más fuerte y se le hacía más difícil ignorarla.

–¿No notáis el ambiente un poco raro? –preguntó acariciándose los brazos, mirando a todo lo que había a su alrededor, hasta detenerse en un punto en lo alto, en un árbol algo lejano.

Creo que ahí…

–Ya vuelve el gallina con sus escalofríos –se burló Kid de él.

–¡No soy un gallina! –dijo Killer totalmente indignado, girándose en redondo hacia su mejor amigo para encararle.

No le gustaba que se burlaran de él, y menos cuando Kid lo hacía sobre ese tema en concreto.

–¡Mamá, tengo miedo, hay fantasmas! –empezó a decir el pelirrojo en un tono de voz muy infantil, claramente imitando a Killer.

El rubio se puso más rojo que un tomate.

–¡Eso solo pasó una vez hace años! –dijo aún más indignado que su amigo sacara a relucir sus trapos sucios de la infancia.

–¡Mami, sálvame! ¡Un fantasma malo quiere comerme! –siguió Kid, en el mismo tono, riéndose.

–¡Yo te mato, cabrón! –dijo Killer, lanzándose hacia su amigo para zarandearlo un poco, intentando que dejara de imitarle.

Empezaron a pelearse, pero no a hacerse daño en ningún momento. Era algo en broma, inocente. Aunque Kid fuera un negado en todo lo emocional, sabía que de esta manera podía distraer a su mejor amigo y que dejara de tener miedo.

Porque, sí, aunque Killer no lo admitiera en voz alta, no le gustaba nada todo lo sobrenatural. Y a la mínima que tenía alguno de esos escalofríos, se tensaba, se ponía alerta, en guardia. Dejaba de disfrutar el momento.

Y, si Kid se metía con él y acababan en alguna pelea como cuando eran críos, le ayudaba a ignorar esos escalofríos hasta que se le pasaran.

–¿Le tienes miedo a los fantasmas? –preguntó Marco, con genuina curiosidad. No se esperaba algo así, nunca había salido el tema enfrente de él.

–No –se defendió Killer, con la mano de Kid en la mandíbula, apartándole de él lo máximo que podía.

–Sí –respondió Kid.

Y vuelta a empezar.

–Según Killer –empezó a explicar Law –de pequeño veía cosas que nadie más era capaz de ver. No eran como los amigos imaginarios, era… algo más tétrico. De niño, su familia vivía en casa de su abuela, y Killer jugaba mucho con una amiga imaginaria, Perona. Kid le vio jugar con ella varias veces, o eso me contó. Incluso les hacía jugar a tomar el té.

Law lo explicaba de forma calmada, sin entrar en burlas. Él también era un capullo, sí, pero sabía que Perona era un tema tabú del que no había que pasar la línea. Siempre que explicaba esa historia, intentaba hacerlo desde el respeto.

–Nadie le hacía mucho caso. Era un niño de cinco años, no les sorprendía que tuviera amigos imaginarios.

Marco escuchaba atentamente la historia. Él, como ser sobrenatural, en todo momento supo que para nada esa niña sería imaginaria.

Incluso sabía que los amigos imaginarios de los niños eran de todo menos imaginarios. Los pequeños, al hacer poco que su alma se ha encarnado en un cuerpo, puede ser que todavía tengan alguna relación con el mundo espiritual. De ahí que muchos niños puedan interactuar incluso con fantasmas.

Normalmente, con el paso del tiempo, se pierden esas capacidades y esa sensibilidad. Pero ese no era el caso de todos, y empezaba a ver que tampoco era el de Killer.

Miró a Ace de reojo mientras Law seguía su explicación. Éste seguro que perdió la conexión al segundo de haber nacido…

Volvió a centrarse en su alumno y empleado.

–Hasta que un día, sus padres estaban sacando cosas antiguas de la casa de su abuela y sacaron una foto de ella con otra niña. Killer la señaló muy contento diciendo que era Perona. Sus padres le dijeron que era imposible, que esa niña llevaba muerta muchos años, que seguro había visto alguna otra foto y su mente le había jugado una mala pasada. A partir de ese momento, empezó a tener miedo de todo lo que le causara escalofríos.

Marco asintió con la cabeza en cuanto Law dejó de hablar. Killer y Kid ya habían dejado de pelearse, y se notaba que Killer estaba algo incómodo. Esa historia no era algo que fuera aireando por ahí, pero Marco era el novio de Ace, así que…

–No es malo temer a lo desconocido. –le dijo algo serio. Debía admitir que el chico había empezado a causarle curiosidad, aunque seguía sin hacerle gracia su historia con Ace.

–No le temo a nada… –dijo en tono orgulloso, apartándole la mirada. Marco le observó atentamente, viendo que volvía a abrazarse a sí mismo.

–¿Has vuelto a ver algo? –preguntó.

Marco sabía que en el recorrido del bosque no había ningún ser como ellos. Sería demasiado peligroso para los humanos. Pero podía ser que Killer notara a Robin, o los seres que se escondían en su bosque.

–Visto no… desde niño, nada. Pero… –volvió a girarse en dirección a ese punto. Ese escalofrío cada vez era más fuerte, hasta sentir incluso algún pinchazo en la nuca, y eso sí que le asustaba un poco.

Me estaré sugestionando… estamos en un pasaje del terror hablando de cosas raras… solo imagino cosas…

Marco miró en la misma dirección. Él tenía mucho más desarrollados todos los sentidos, y si un humano era capaz de notar algo, él también lo haría, con mucha más claridad.

Enfocó su vista en esa dirección, acercándose cada vez más a ese árbol, intentando captar lo que fuera que el chico hacía.

No veo nada… puede que sea Robin, observando. Los seres más poderosos pueden ocultar perfectamente su presencia. Es curioso que ese chico pueda captarla de forma tan clara.

–¿Pero? –presionó Marco, aun mirando en el mismo punto.

Aunque supiera que no había peligro, iba a proteger a Ace de lo que fuera que hubiera por ahí, así que se tomaba en serio la más mínima amenaza.

–Que Killer es un gallina –respondió Ace por él, aun abrazado a su lado, con una sonrisa en la cara.

Killer suspiró con evidente cansancio. Sabía que no debía decir nada, sus amigos eran demasiado cabrones.

–Que no soy un gallina… ¿Tan raro es que no me gusten estas cosas? –preguntó casi con desesperación.

–¿Y entonces por qué vienes a un pasaje del terror? –preguntó Law, escondiendo una media sonrisa como podía.

Law era el único de ellos que se aguantaba un poco los comentarios graciosos. Solo un poco.

–¡Porque me habéis obligado! –respondió mirándole con rabia. No me vayas de inocente, que estoy seguro que lo planeaste tú.

–Oh, vamos. Ni que te hubiéramos comprado la entrada y dicho que veníamos a una escapada rural a una fiesta de disfraces –respondió el otro con ironía.

–Eso es justamente lo que habéis hecho, ¡a mí nadie me había dicho nada de un pasaje en el terror en un bosque hasta que estábamos llegando! –respondió Killer, defendiendo su honor como buenamente podía.

–Bueno, técnicamente, no te mentimos. Vamos disfrazados –se burló Law.

Ahí empezó un seguido de bromas de parte de Kid y Law hacia el pobre Killer. Era su puchimbol, el pobre.

Marco acercó a Ace a su cuerpo, besándole la cabeza. Había algo que había dicho que…

–O sea… tú no crees en esas cosas. –afirmó más que preguntó Marco.

Ace apoyó la cabeza en su hombro, aceptando encantado los mimos de su novio. Era un chico muy cariñoso, y le encantaba que Marco le cuidara de esa forma.

–Pues no –respondió con simpleza. –Nunca he visto nada, y creo que los padres de Killer tenían razón. Killer es muy impresionable, seguro que se lo imagina todo. Miedos de crío que se le han quedado –respondió.

Marco se rió en silencio, soltando el aire por la nariz.

Lo cierto era que no debería sorprenderse. Ace era un chico muy simple, totalmente transparente.

A ver qué piensa cuando se lo diga… quizá mejor así. No tendrá tantos prejuicios… aunque la mayoría sean ciertos. Los vampiros no somos seres precisamente pacíficos.

Marco no había olvidado su propósito de esa noche. Primero pasarlo bien, estar tranquilos en el pasaje. Y después de la fiesta, a solas… sincerarse.

–¿Tú sí? –preguntó Ace, levantando los ojos para mirarle a la cara. Marco era algo más alto que su novio.

Marco sonrió como respuesta y le besó en los labios. No quería responderle, pero tampoco quería mentirle.

Ace aceptó el beso encantado.

Mucha gente le comparaba con su hermano menos por ser igual de alocados y, a veces, infantiles. Pero Ace era mucho más avispado, y se había dado cuenta de la curiosidad con que Marco preguntaba a Killer sobre sus fenómenos.

Y, por supuesto, no le había pasado por alto que no le había contestado.

–¿Eso es un sí o un no? –insistió aún en sus labios.

Marco no pudo evitar gruñir. Lo de distraer a Ace con besos no siempre funcionaba.

–¡Siguientes! Yohohoho, buenas noches, doctor Marco –dijo el encargado de la entrada, dándoles paso a la atracción.

Por suerte, eso sí fue suficiente para hacer a Ace olvidar lo que tenía en la cabeza.

–Brook –saludó el vampiro al hombre vestido de esqueleto. –Esta noche no la líes, o traerás a Chopper de cabeza –dijo con una sonrisa.

El pequeño aprendiz se quedaría esa noche en la enfermería, por si ocurría algún accidente, aprovechando que Marco tenía fiesta. Era la primera vez que iba a quedarse solo, y estaba algo nervioso.

–¿Tú eres Brook? –preguntó Ace, con alegría. No se olvidaba del mensaje de su hermano. –Luffy, el Rey de los Piratas, te manda saludos –dijo muy contento.

–¡Yohohohoho! –se rió el tío vestido de esqueleto con un afro. –¡Oh capitán, mi capitán! –respondió Brook, haciendo el saludo –Me alegro que se acuerde de nosotros. ¡Dile que vuelva cuando quiera!

Ace sonrió en respuesta. Seguro que Luffy se alegraba de oír aquello.

–Killer, ¿entras con nosotros? –preguntó el vaquero hacia su amigo.

El rubio iba a responder, pero rápido notó esa mirada afilada dirigida hacia su persona. Marco, que se había olvidado de la curiosidad que le causaba el chico, volvía a verlo como una amenaza en su relación.

Y su mirada asesina con sonrisa siniestra fue tan clara que hasta Law fue capaz de notarla. Le recordaba a cuando estaba en el hospital, la misma que ponía cuando alguien le cogía los guantes.

–Eh… yo… no, pasad vosotros… –dijo algo confundido, con la voz temblorosa.

–¿Estás seguro? –preguntó Ace.

Me gusta eso de entrar a solas con Marco, pero si tiene que ir con Law y Kid a solas, puede ser muy incómodo…

–Ya le has oído, cariño –dijo Marco, acercándole a él por los hombros –prefiere entrar luego –dijo muy cerca de su pelo, marcando territorio.

Había hablado con voz dulce y una sonrisa, pero su mirada seguía siendo fría como el hielo. Killer solo pudo tragar saliva, sintiéndose muy intimidado por el vampiro. Sus alarmas internas habían petado de lo fuerte que sonaban.

Y Ace, para variar, no se dio cuenta de nada. En esas cosas, estaba más ciego que un topo.

Los tres chicos observaron como la parejita feliz se adentraba en el pasaje, perdiéndose en el bosque. Tendrían que esperar quince minutos para que llegara su turno.

–Tío… creo que mi jefe se ha puesto celoso. –dijo Law, dándole una palmada en el hombro al chico, que aún estaba medio paralizado.

No podía hablar.

–¿Tú crees? Yo le he notado como siempre. Es un viejo, pero majo –dijo Kid, que no había pillado el ambiente.

Yo también le he notado como siempre, ese es el problema. Pensó Killer.

–Joder, si casi mata a Killer con la mirada. Lo que no entiendo es por qué… –pensó Law en voz alta.

Kid se encogió de hombros.

–Un día que fuimos de birras los tres, Salió el tema de Killer y Ace, cuando tontearon. –dijo el Terminator de forma totalmente natural. Law se dio una palmada contra la cara.

–Kid… que el doctor Phoenix es muy celoso de lo suyo… –respondió Law. Era cierto, odiaba que nadie tocara sus cosas, y no le sorprendía que llevara esa actitud al terreno de las relaciones.

Killer tuvo ganas de matar a Kid.

–¡Pero si ni siquiera follaron! Solo se dieron un par de besos tontos, incluso Ace dijo que no había ido más allá, y eso que Killer está bueno y besa muy bien. –se defendió el pelirrojo.

Law empezó a reírse a carcajada limpia.

–¿Que Ace dijo qué enfrente de su novio? –preguntó, alucinando. Sabía que Ace siempre había sido muy tranquilo y transparente, pero no imaginaba que también fuera un inconsciente hasta ese punto.

Killer tuvo ganas de matar a Kid y a Ace.

*

Marco y Ace avanzaban felizmente por el pasaje del terror, cogidos de la mano. El vampiro era quien llevaba el mapa e iba guiando. Aunque trabajara ahí, era la primera vez que entraba en el pasaje, y no se conocía el camino.

Por suerte, todo estaba muy bien indicado, con flechas y actores que daban sustos para guiarlos de nuevo por el camino correcto en caso de que se equivocaran.

Acababan de salir del apocalipsis zombie, la atracción interactiva de este año que habían colocado en primer lugar. Se trataba de una casa muy grande que, al entrar, estaba decorada como si fuera el exterior de una ciudad arrasada.

De algunas de las puertas, salían todo de zombies maquillados, gruñendo y babeando que les perseguían mientras les disparaban con unas pistolas láster que les habían dado en la entrada. El final de la atracción, era en el centro del edificio, donde los clientes se encontraban en una plaza rodeados por una horda zombie y debían dispararles hasta acabar con ellos.

–Marco, tú por la izquierda, yo por la derecha, ¡nos cubrimos! –gritó Ace, centrado en su papel, dándole la espalda.

Ambos tenían una pistola en cada mano. Los blancos a los que tenían que darles eran grandes y se movían lentamente, pero había muchos, cada vez más, y todos avanzaban hacia ellos.

Se colocaron de espalda a espalda, disparando sin parar a sus enemigos, oyendo la alarma cada vez que conseguían darle a un blanco, viendo como los zombies se tiraban al suelo y daban paso a nuevos muertos.

Marco tenía muy buena puntería, disparaba casi sin despeinarse con ambas manos, girándose, mirando a un lado y a otro.

–Ace estamos rodeados. ¡Hay que ir más rápido! –dijo algo nervioso, al ver que los cuerpos amontonados no eran suficiente por la cantidad de muertos vivientes que iban a por ellos.

–Lo sé. Cúbreme, tengo que recargar. –dijo Ace, en cuanto notó que sus armas dejaban de hacer ruidito.

Para ponerle más realismo, les habían dado un dispositivo que simulaban cargadores, con balas infinitas, pero que tardaba diez segundos en volver a poner las diez balas en las armas.

–Agáchate –ordenó Marco, manteniendo la calma.

Ace así lo hizo, recargando sus armas. Marco, a su espalda, daba vueltas una y otra vez, con los brazos completamente abiertos, acertando a los objetivos más cercanos sin fallar un solo disparo.

Norte. Sur. Suroeste. Noreste. Norte. Dos a las doce.

Mataba zombies con la serenidad de un soldado entrenado que ha estado en muchas guerras.

–¡Subo! –dijo Ace, desde su posición. Marco tenía el brazo justo encima suyo, por lo que podría haberle dado un golpe si no avisaba.

Con una perfecta sincronización, marco volvió a su posición original, con ambos brazos hacia delante, mientras Ace se levantaba y se encargaba de los enemigos en su radio de alcance.

–No lo haces mal –dijo Ace, sorprendido, totalmente desconocedor de la experiencia en combate de Marco.

Ace tampoco fallaba ni un tiro, pero por motivos muy distintos al de su novio. A él le encantaba jugar en los recreativos, y tenía el record en las máquinas del centro recreativo de su ciudad en casi todos los juegos de pistolas.

–¿Para ser un viejo? –preguntó Marco, con ironía, suponiendo lo que el vaquero estaba pensando mientras disparaba.

–Para ser médico. ¿No deberías intentar salvarles? –preguntó, riéndose, con la respiración agitada por la emoción.

–Ya están muertos, no hay nada que hacer. Les estoy dando paz –respondió mirando a un lado y a otro, disparando casi a la vez a dos zombies.

Ace volvió a reírse en voz alta, muy divertido.

–En serio, ¿dónde has aprendido a dar paz? –Preguntó con ironía –¡nunca quieres jugar conmigo!

Marco respondió sin pensar. Estaba muy concentrado en su labor.

–En Inglaterra –dijo tan tranquilo.

Ace dejó un momento de disparar para mirarle, muy extrañado

–¿Y tú cuando has estado en Inglaterra? –preguntó, mirando la serenidad con la que acababa con sus enemigos, como si no fuera nada.

Marco vio que le miraba. Iba a decir algo, pero por la derecha de Ace se acercaba un zombie que el moreno no había visto y estaba a pocos metros de él. Marco pasó el brazo enfrente de su cara sin dudarlo, disparando y acertando.

–No te distraigas, Portgas. Estamos en el campo de batalla –respondió algo serio, como cuando daba órdenes en el ejército a sus soldados.

Ace se giró, fijándose en el zombie que había tenido tan cerca y al que su novio había disparado para salvarle.

Dejó estar el tema de conversación, ya lo sacaría luego.

Finalmente, una de las puertas de la plaza se abrió, dando lugar a la salida de la atracción, donde tenían que devolver lo que les habían dejado y dirigirse a la siguiente.

Claro que, hasta que llegaran al Circo de los horrores, aún había varios minutos caminando, donde aún les salían zombies que les perseguían durante un rato, o humanos a mitad de transformación demasiado bien conseguidos. Hasta a Marco le parecía demasiado gráfico.

Ace se estaba divirtiendo de lo lindo, aunque intentara él muchas veces asustar a los actores. Ya se había olvidado de su conversación sobre Inglaterra.

–Sabes que eso es al revés, ¿verdad? –preguntó Marco, susurrando al vaquero, que se estaba acercando despacio por la espalda a un actor que estaba escondido detrás de una piedra.

–Soy un forajido, debo mantener la paz del lejano oeste –respondió éste, decidido, pistola de plástico en mano.

Marco se rió.

–Esto es un bosque, no estamos en Estados Unidos. –respondió siguiéndole muy de cerca, participando en su juego. –Y los forajidos no mantenían la paz.

Ace le sonrió como si fuera un niño travieso.

–¿Vas a ser el sheriff que me persiga o el bandido que trabaje conmigo? –preguntó mirándole de reojo, sonriendo, deteniéndose un momento.

Marco le miró con dulzura. No podía hacer nada contra ese chico de rostro infantil y graciosas pecas que le miraba con esa diversión. Estaba totalmente enamorado de él, y haría lo que fuera por él.

Se puso a su altura.

–Voy a ser el abogado corrupto que te libre de todas tus fechorías. –respondió, mirando a ese pobre actor.

Le conocía, era buena gente, uno de los nuevos, al que había ayudado a entrar. Pero no iría en contra de los deseos de su pareja, así que les tocaba ser sus víctimas.

Ace le sonrió y volvió a enfocar su vista al zombie distraído. Parecía concentrado, esperando a que los clientes pasaran por el punto en que él debía salir y asustarles, sin saber que tenía un par de locos detrás acercándose sigilosamente a él.

Ace le miraba atentamente, como un animal a punto de saltar sobre su presa, silencioso, decidido, paso a paso, con Marco a su lado totalmente centrado en sus víctimas.

Representa que yo tendría que controlarle para que se porte bien, pero…

–¡Alto ahí! –gritó Ace apuntándole con una pistola de plástico, justo a su espalda –¡Quedas detenidos en nombre de la ley!

El pobre actor pegó un buen salto. Claramente, no les había visto venir. Incluso soltó un grito que hizo que Ace empezara a reírse a carcajada limpia, divertido. Marco, a su lado, se reía con él.

–¿Pero no eras un forajido? ¿Cómo vas a detenerle? –preguntó este, sonriendo aún.

–Porque soy un forajido corrupto. Trabajo para los buenos, deteniendo zombies –dijo posando con su pistola.

Marco se echó a reír en voz alta, divertido con las ocurrencias de su pareja. A veces decía auténticos sinsentidos.

–En ese caso, ¿de qué te sirve un abogado corrupto? –se rió Marco en voz alta.

–Para cuando me canse de ser bueno, que es muy aburrido –respondió tranquilamente.

Ya, claro, como si lo fueras en algún momento.

–¿Doctor Phoenix? –preguntó el chico, recuperándose. –¿Pero se puede saber qué hace? –aún estaba bastante afectado.

–Tranquilo, Penguin –dijo Marco, tendiendo una mano para ayudarle a levantarse.

–¡Penguin! –saludó Ace de golpe, tranquilo. –Tú eres el amigo de Law, ¿verdad? Soy Ace –comentó tan tranquilo, como si no hubiera pasado nada.

Se trataba de un chico bajo, bastante delgado. Su apariencia, aunque fuera perfectamente maquillado de zombie, no era para nada aterradora, más bien al contrario. Tenía una apariencia bastante dulce, aunque estuviera claramente con cara de pocos amigos.

Su pelo era corto, liso, algo revuelto, castaño claro. De piel clara y ojos verdes con motas marrones. Ace se fijó que, aunque parecía molesto, se veía terriblemente adorable. Era un chico muy mono.

Al oír el nombre de su amigo, su expresión se suavizó un poco.

–¿Está Law por aquí? He intentado mandarle un montón de mensajes, pero no hay cobertura en esta maldita montaña… –dijo más tranquilo.

–Ya, aquí no funciona muy bien la telefonía… –respondió Marco. Así había querido que fuera Robin, que solo hubiera cobertura en el hotel. Fuera de este o en el bosque, nada de nada.

Y Penguin había estado toda la tarde en una de las carpas, maquillándose, así que era imposible que le hubiera llegado nada.

–Law, Kid y Killer seguramente sean los siguientes en entrar –comentó Ace.

–¿Killer? –preguntó el zombie. Conocía a Law y a su novio, pero no al otro chico, y le sorprendía que entrara con una pareja, de vela.

–Es el mejor amigo de Kid. –Explicó Ace. 

–Lo tendré en cuenta para cuando pasen por aquí. –respondió el chico.

Ahora que sabía que venían, ya estaba preparado mentalmente para ello. Le daban más miedo Law y Kid que todo el resto del pasaje, y si iban con el mejor amigo de Kid, no se esperaba nada bueno.

Marco y Ace se despidieron del chico, siguiendo el recorrido que tenían marcado en el mapa.

Iban apareciendo más monstruos de los que huían riendo o fingían que intentaban atacar, ganándose alguna que otra bronca por parte del personal, sobre todo a Marco, como trabajador.

 La música ambiente empezó a cambiar.

Ahora, en vez del sonido de ruinas o gemidos de zombies, se oían risas diabólicas y música de circo. Había puestos ambulante en los que vendían comida, como en una feria. Pero en vez de vender palomitas, vendían ojos humanos.

No había hot dogs, había dedos dentro de los panes, y en vez de manzanas de caramelo, eran manos de caramelo. Toda una oda a los payasos caníbales que a Ace le encantaba.

Siguieron avanzando, esperando más sustos, pero no apareció ningún actor.

Qué raro, creo recordar que había payasos escondidos por el bosque.

Marco miró al mapa un momento, pensando que ya debían de acercarse a la carpa principal o que debía tratarse de alguna modificación de última hora. Sintió un pequeño mareo que le hizo ver borroso por un momento.

Se tocó la cabeza, deteniéndose por un momento, intentando recuperar el equilibro.

–¿Estás bien? –preguntó Ace, deteniéndose a su lado.

La misma sensación que cuando atravieso uno de los portales de Jinbe…

–Sí, no te preocupes –respondió. Ace estaba tranquilo. Si hubieran travesado algún portal, él, al ser humano, lo hubiera notado mucho más que él. –Sigamos, creo que estamos cerca –dijo, volviendo a centrarse en el mapa.

Ace asintió emocionado. Tenía ganas de ver el circo, le encantaban los payasos. Y seguro que harían trucos alucinantes.

Avanzaron en silencio, con Ace abstraído en su mundo y Marco mirando al mapa, intentando reconocer los caminos por donde pasaban.

Según esto, aquí no debería haber ningún cruce ¿Me habré desviado? No, imposible, este es el primer cruce que aparece desde que hemos entrado a la parte del circo…

Sintió un pinchazo en la cabeza que le hizo soltar una mueca. Ahí había algo que no le gustaba, que no le gustaba para nada. Empezaba a tener un mal presentimiento.

¿A qué huele?

–¿Derecha o izquierda? –preguntó Ace, totalmente ajeno a todo. Él siempre en su mundo.

Marco volvió a intentar centrarse, sacudiendo un poco su cabeza. No entendía nada, él estaba medio mareado y Ace estaba tan tranquilo, y eso, debido a la diferencia entre sus resistencias, era imposible.

–Pues… –empezó Marco, no muy seguro –la verdad es que no lo sé… 

–¿Te has perdido? –preguntó Ace, con curiosidad.

–No creo… en teoría deberíamos estar aquí –dijo Marco, señalando un punto en el mapa. –pero no reconozco la zona…

Ace metió la cabeza en el mapa, viendo si él conseguía ver algo que Marco no.

–¿Y si estamos aquí? –preguntó, señalando un cruce al azar.

–Este lo hemos dejado atrás hace un rato… pero…

–Yo creo que es este. Hagamos una cosa, tiremos por donde dice, y si no es, volvemos. –propuso el menor.

Marco no estaba muy seguro, pero aceptó. Había desplegado sus sentidos, y no notaba la presencia de ningún otro ser de la noche. Puede que fueran imaginaciones suyas, estaba paranoico.

A parte, Robin es la propietaria del bosque. Solo un loco se adentraría en su territorio sin su permiso. O algo más fuerte…

–Los altavoces han dejado de funcionar –se fijó Ace, dándose cuenta que estaban en silencio. Marco no le hizo mucho caso, centrado en sus pensamientos.

Pero algo más fuerte que una de las princesas del infierno… es muy difícil que un ser así aparezca. Y ya habría notado su presencia. En cambio, no noto nada. Absolutamente nada.

Siguieron avanzando. El camino era recto, todo el rato. Haciéndoles pasar entre árboles, dentro del espeso bosque.

¿Y si hemos entrado en el terreno de Robin? No lo creo… no somos el perfil de sus víctimas…

Ace parloteaba a su lado, preguntando cuándo iban a llegar, escandaloso como era él. Le quitó el mapa de las manos, intentando encontrarlo.

¿Y qué es ese maldito olor? Parece…

–Pues quizá sí que nos hemos perdido. –dijo en cuanto llegaron a un enorme claro, que para nada estaba dibujado en el mapa.

Marco alzó la vista. No, no conocía esa zona, y se había recorrido el bosque de Robin miles de veces. Eso no lo reconocía para nada. ¿Dónde estaban?

–¿Volvemos? –preguntó Ace, mirando a Marco.

Marco iba a responderle cuando, de golpe, lo notó.

Le azotó tan fuerte como una bofetada, de golpe, haciéndole bailar.

Una presencia muy poderosa. Mucho, casi tanto como la de la propia Robin, y era claramente amenazadora.

Mierda, solo un ser muy poderoso es capaz de ocultar su presencia y soltarla a voluntad. Esto es malo, es muy malo.

Marco cogió a Ace por la muñeca, poniéndole a su espalda, buscando una y otra vez al propietario de esa aura. Pero no conseguía localizarla exactamente, estaba por todos lados, como si les rodeara.

Un movimiento a su derecha. Marco posaba sus ojos ahí, pero solo veía las hojas bailando. Acto seguido, a su izquierda, pero solo era capaz de ver tierra moviéndose.

Es rápido.

Y cada vez estaba más cerca de ellos. Marco solo movía la cabeza de un lado a otro, intentando encontrarle, acercando a Ace a él en un gesto protector.

Izquierda. Derecha. Enfrente. Hierba saltando. Hojas bailando. Piedras cayendo. Derecha. Izquierda.

Detrás.

–Nadie va a irse de aquí, pequeño –susurró una voz dulce y amenazadora directa al oído de Ace.

*

–¡Siguientes! –dijo Brook a los chicos, de forma animada. –¿Tres? –preguntó.

Killer miró a sus amigos. De acuerdo, ahora estaban bien, pero…

Y una mierda, yo no entro con estos dos, solo. Seguro que empiezan a pelearse ahí en medio. Yo me voy tranquilito.

–Solo yo –se adelantó, sin dar oportunidad a los otros de hablar.

–¿Solo? –preguntó Kid, sabiendo lo aprensivo que era Killer para estas cosas.

–Sí, no te preocupes. –respondió tan tranquilo.

A parte, ya he dejado de notar esa cosa tan molesta, como si se hubiera ido. Mejor, no tenía pinta de ser nada bueno.

El chico entró sin dudarlo. No le daban miedo las cosas de terror, eso sabía de sobras que era falso. Lo que no le gustaba para nada era cuando él tenía esos escalofríos. Eso ya le daba una sensación de peligro muy desagradable.

*

Los actores salían a por él para asustarle, algo sorprendidos de que un chico solo apareciera por ahí. Lo común eran grupos de dos y tres personas.

La verdad, que acompañado estaría mejor… empezó a pensar, sospechando que quizá se había equivocado en su elección.

Sinceramente, tampoco era que tuviera elección. ¿Con quién hubiera ido? ¿Con Marco, que ahora estaba seguro del motivo por el que parecía que quisiera matarlo, o con la parejita infeliz? Eso era lo mejor que podía haber hecho.

Deberíamos haberle dicho a alguien más de venir, a Wire quizá, o a Bonney.

Killer iba tan en su mundo que no se percató del actor que iba decidido a asustarle. El actor estaba seguro que se apartaría al ver un zombie corriendo hacia él –como lo hacían todos –pero no fue así.

Killer no le vio, el actor no tuvo tiempo de frenar, y el uno se dio de bruces contra el otro, acabando ambos tirados en el suelo, con el pequeño zombie encima suyo.

–¿Pero qué coño…? ¿Desde cuando los actores pueden tocar? –se quejó Killer, tumbado en el suelo.

–¿Y desde cuando la gente ignora un zombie que viene directo a comerle el cerebro? –preguntó el chico, picado.

El chico era muy bajito y delgado, pero al no esperárselo, había desequilibrado a Killer.

–Anda, quita –dijo Killer intentando sacárselo de encima.

El chico se dejó caer hacia el lado, sentándose en el suelo mientras Killer se incorporaba, tocándose la parte baja de la espalda –que había recibido con el golpe contra el suelo.

–Odio este trabajo… –murmuró tocándose el hombro. Era la parte con la que había chocado contra Killer, y la verdad era que había sido igual que chocar contra un muro.

–¿Estás bien? –preguntó Killer, mirándole. Aunque fuera el otro que se había echado encima de él a toda velocidad, Killer no podía evitar preocuparse por él al verle frotarse el brazo.

–Sí, no te preocupes. –dijo aún con cara de pocos amigos. –¿Y tú? –preguntó, mirándole a la cara.

Killer le miró para responder, pero las palabras murieron en su boca.

Ese chico vestido de zombie a medio descomponer, con una expresión frustrada en el rostro, era lo más hermoso que había visto nunca.

Unos ojos verdes preciosos, pelo castaño, corto y algo revuelto, facciones finas y dulces, labios delgados, nariz afilada…

–Eh, que si te duele algo –insistió de nuevo, al ver que el otro no respondía, algo seco.

Es realmente guapo, todo de él es bonito, menos sus formas.

El zombie era incapaz de ver nada más que la máscara de Freddy Krueger, que encima hacía sombra sobre sus ojos, así que no se dio cuenta de la manera en que le miraba.

–Eh, sí –respondió Killer, saliendo de su ensoñación.

Tengo que seguir hablando con él. Tengo que conocerle.

–¿Por qué has dicho que no te gusta este trabajo? –preguntó, desesperado por buscar un tema de conversación.

–Porque no se me da bien asustar a la gente. No me gustan las casas del terror. –respondió el chico, sincero y seco como antes. –Pero necesito pasta, así que…

Que voz tan suave. Incluso con cara de mala leche, es mono. Es muy mono. Y pintado de zombie. ¿Cómo será sin el maquillaje? Apuesto que se ve aún más guapo.

–Esto… el recorrido sigue por ahí, llegarás a la casa del apocalipsis zombie –dijo el chico, señalando más para adelante.

¿Qué le pasa a este? ¿Se ha golpeado la cabeza?

–A mí tampoco me gustan las casas del terror –dijo Killer, cortando al chico, que le miró extrañado.

–¿Y por qué pagas para entrar en una, solo? –preguntó, sorprendido, casi tratándole de estúpido.

Aunque no es asunto mío y me importa entre cero y nada.

–Porque mis amigos son unos cabrones –respondió, sonriendo.

El zombie notó que estaba sonriendo por el timbre de su voz. La máscara no le permitía ver nada de su cara. Sonrió en respuesta, de forma irónica, él también tenía a sus amigos en esa consideración.

Killer se sentía perdido ante ese chico. Su sonrisa era preciosa. Cuantas más cosas veía, más le gustaba.

Se había enamorado a primera vista. Killer pocas veces había tenido un flechazo, pero estaba seguro que eso era aquello a lo que llamaban “amor a primera vista”.

–Soy Killer –se presentó, alargando la mano. El chico pareció reaccionar a su nombre, algo desconfiado.

–¿El amigo de Kid? –preguntó, alargando su mano a la suya.

Ambos chicos seguían sentados en el suelo, dándose la mano. Killer sintió la electricidad recorrerle el cuerpo en contacto con el chico. Su mano está helada. ¿Tendrá frío?

Killer ladeó la cabeza, pensando.

–¿El amigo de Law? ¿Penguin? –preguntó el rubio.

Ahora entiendo por qué es tan borde. Tienes que serlo para aguantar a Law… a no ser que seas un inconsciente como Ace.

–Encantado –respondió, con una sonrisa de incomodidad en el rostro.

Lo cierto era que Penguin no tenía muy buena consideración de Kid. No por él, pero Law era muy amigo suyo, y sabía que estaba en malos términos con su pareja, por lo que no podía dejar de culpar un poco al pelirrojo.

¿Killer, el mejor amigo de Kid? No espero nada bueno…

–¿Todo bien? –preguntó Killer, que notó la incomodidad de Penguin.

Tiene un rostro muy atractivo y es muy mono. Tenía razón Law en eso de que no sabría asustar a nadie. ¿Por qué ha estado escondiendo a este caramelito tanto tiempo?

–Eh… sí, claro. Todo bien.

Penguin se dio cuenta en ese momento que aún seguían cogidos de la mano, por lo que se apresuró a soltarla.

–Bueno pues… yo… debería seguir asustando gente –respondió de forma algo apresurada. –Ya nos veremos –dijo casi sin despedirse, yendo de nuevo hacia su puesto, detrás de la roca, a esperar a que viniera más gente.

Se va. Que se va. ¡Haz algo!

–¿Te apetece tomar algo? –preguntó Killer, intentando no sonar desesperado, con su sonrisa coqueta.

Penguin se giró algo sorprendido hacia él.

–¿Pero qué dices? Estoy trabajando. Y nos íbamos a ver luego igualmente. –dijo Penguin, mirándole como si se hubiera vuelto completamente loco.

Amigo de ese salvaje y encima medio tonto.

Killer quiso darse un golpe muy fuerte en la cabeza.

Por supuesto que utilizar los trucos con su físico no funcionarían. Llevaba una maldita máscara que le tapaba la cara, y el jersey que usaba para su disfraz era muy holgado, para nada resaltaba su físico.

A parte, lo que había dicho Penguin era cien por cien cierto. Iban a verse en menos de una hora, cuando el chico saliera del pasaje iba a reunirse con ellos en el restaurante.

–Esto… –empezó Killer, sin saber muy bien cómo arreglar la situación. –Sí, ya, eso sí. Lo decía porque… bueno, ya que nos han dejado tirados… al menos pasamos un rato tranquilamente…

Joder, esto de intentar ligar sin usar mi físico es más difícil de lo que parece.

Killer, de normal, con una mirada, con un par de sonrisas, marcando un poco de músculo, ya tenía suficiente para llamar la atención de cualquier tío. Era tremendamente atractivo, apenas le hacía falta nada más, y solo había tenido un par de relaciones serias.

Pero, por supuesto, Penguin seguía mirándole como si fuera totalmente estúpido.

–Eso no tiene ningún sentido. Yo estoy trabajando, y tú has entrado solo. Nadie nos ha dejado tirados. –respondió.

Sus ojos verdes brillaban bajo la luz de la luna, dándole una expresión de lo más adorable a su cara de asco.

Killer tuvo que pensar deprisa. Por suerte, no era solo una cara bonita. Se quedaba sin una de sus mayores virtudes, pero no la mayor.

–Y seguro que Law te dijo que esto era un pasaje del terror. –dijo de forma sarcástica, imitando un poco el tono del chico.

Penguin se detuvo un momento, acordándose de ese momento. Luego bufó como un adolescente enfadado.

–Qué va… solo me dijo que era un hotel con espectáculo, que necesitaban actores. –comentó frustrado, recordando el momento. –descubrí el pastel durante la entrevista, y ya no pude echarme atrás.

Las ganas que tuve de matarlo… de hecho, casi lo consigo. Pero fue más rápido.

Killer sonrió satisfecho. Parecía que había encontrado un hilo por el que tirar.

–A mí me hicieron lo mismo. No me gustan nada las cosas de miedo… y Kid no me ha dicho en qué consistía la escapada rural hasta que casi hemos llegado –dijo sonriendo con complicidad.

Penguin le miró con curiosidad, ladeando la cabeza y suavizando un poco el ceño fruncido que llevaba casi desde que empezaron a hablar. Killer sintió que se derretía por dentro.

Qué mono. Por dios, qué mono, qué mono que es.

–Al final será verdad que nuestros amigos son unos cabrones –dijo de forma casual. Killer no pudo evitar sonreír, intuyendo que la frase iba con segundas.

–Solo nuestros amigos. –quiso resaltar. –Creo que tú y yo somos los más normales del grupo.

Penguin soltó una ligera carcajada, que fue como música celestial para los oídos de Killer.

–Del resto, solo conozco al doctor Phoenix. –dijo el zombie, algo más tranquilo.

Killer sintió un escalofrío recorrerle la columna vertebral. Incluso su nombre le estremecía.

–Lo dicho. –respondió.

Vio como los ojos de Penguin le analizaban, sonriendo ligeramente, como si estuviera valorando la opción de irse con él.

El doctor Phoenix le parecía un adulto muy tranquilo y responsable. O almenos eso había pensado hasta que vio su video borracho del año pasado. Uno de los trabajadores del hotel le grabó mientras iba gritando borracho y medio en pelotas, declarándole amor eterno a su novio.

Y de Ace… bueno, Law le había contado las suficientes cosas como para saber que era una maldita cabra loca.

–Bueno… soy un figurante solamente. No creo que noten que me he ido. –dijo con una ligera sonrisa traviesa, que paralizó el corazón del pobre Killer.

¡VAMOOOOS!

*

–Izquierda.

–Derecha.

–Izquierda.

–Derecha.

–Izquierda.

–Derecha.

Kid y Law habían entrado al pasaje hacía algo menos de diez minutos, y ya se estaban discutiendo para ver cuál era la dirección correcta. Y para ver quién llevaba el mapa, y quién guiaba, qué disfraz estaba mejor, qué zombie daba más miedo…

Lo cierto era que necesitaban poco para discutir.

Tan poco que, cuando entraron en la casa del terror del apocalipsis zombie, ni siquiera habían podido formar equipo al momento de la horda final.

Los chicos estaban en medio de la plaza, cada uno con sus armas correspondientes. No se les daba tan bien disparar como a Marco o Ace, que parecían tener un don natural para ese tipo de cosas, pero podían defenderse medianamente.

O almenos, Kid podía, porque a Law no le gustaban los recreativos y había aprendido en la entrada a usar las pistolas de láser.

–Trafalgar, ¡pero quieres hacer algo útil de una vez! –exigía Kid, enfadado de “tener que hacer él todo el trabajo”.

Law podía asegurar que, al salir de la atracción, odiaba los juegos de pistolas de láser.

–Cállate de una vez y ocúpate de tus propios asuntos –dijo el doctor disparando como un loco la pistola.

Le era más fácil acertar al blanco así que no apuntando y luego disparando, aunque se hubiera quedado sin munición al principio y ya fuera con la infinita desde la segunda calle.

–Lo haría si no tuviera que ocuparme también de los tuyos –respondió Kid, de forma brusca, serrando los dientes.

Kid era un chico extremadamente competitivo, odiaba perder. Lo odiaba a tal punto de enfadarse y montar un berrinche, casi como el que estaba montando ahora, ahí, en medio de la atracción con su novio, que justo se acordaba de cuál era el botón para disparar.

–¡Que nunca he jugado a esta mierda, joder! –replicó Law, furioso.

Ya tenía suficiente con la frustración que llevaba encima por las malditas pistolas láser, como para que encima Kid le recordara lo mal que lo estaba haciendo.

Porque, por supuesto, Law era extremadamente orgulloso. No consentía que existiera algo que no hiciera bien a la primera, como ese maldito juego.

–¡Pues aprende! ¿No eres tan listo y se te da todo tan bien? ¡Espabila un poco! –volvió a echarle en cara Kid, usando una de las frases que Law solía usar en su contra con mucha frecuencia.

Por supuesto, a Law no le hizo ninguna gracia que uno de sus ataques se le volviera en contra. Y más en una situación como la que estaban ahora.

–¿Quieres ver lo bien que se me da partirte la cabeza con esto? –dijo lanzándole una mirada afilada.

–Claro, cariño, y luego me coses. –dijo de forma sarcástica. Sabía que Law odiaba que hiciera eso –Pero ahora, ¡mata a esas malditas alimañas! –ladró Kid, más furioso que antes.

Eso enfureció todavía más a su pareja.

–¡Que no me des órdenes! –gritó Law, enfadado.

–¡Menos amenazarme y más matar zombies! –siguió metiéndole caña Kid, que no tenía pensado callarse ni una.

La horda zombie logró alcanzarles al cabo de dos minutos. Ventajas de que estuvieran más pendientes de discutir entre ellos que en acabar con ellos, y eso que lo habían hecho en “modo fácil”.

La horda tenía varios niveles de dificultad, que los mismos actores valoraban dependiendo de cómo lo hubieran hecho los participantes en las calles, antes de llegar a la plaza.

Mientras Marco y Ace habían ganado la horda en nivel difícil –donde los zombies eran más numerosos e iban más rápido –Kid y Law habían perdido con el nivel fácil. Ya se había decidido ese nivel en cuanto vieron que era la primera vez que uno de los participantes jugaba a algo así.

Y aun así, no sirvió de nada.

El nivel fácil era casi para niños, y si solo hubieran estado un poco centrados en ellos, en hacer equipo, y en colaborar en vez de pelearse, lo hubieran superado.

–No sabes disparar, sabrás leer un mapa. Dame, joder. –dijo Kid, aún muy enfadado.

–¿Vas a volver con lo mismo? Supéralo ya, que pareces un crío, joder. –dijo Law muy molesto.

Le jodía que le culpara a él por haber perdido, como si a Law no le molestara lo suficiente.

Sin darse cuenta, una neblina les estaba rodeando, haciendo que se desorientaran sin siquiera darse cuenta, guiándoles por el camino incorrecto.

O, al menos, el incorrecto para sus objetivos, no para el de cierto demonio que ya les observaba desde la distancia, relamiéndose los labios.

–Disculpe, señor maduro –respondió Kid, otra vez con ironía. Aunque no supiera pillarlas, se le daba muy bien hacerlas.

–Pues más que tú –respondió Law, también de forma más infantil de la que él quería.

Siendo sinceros, ambos eran igual de inmaduros. Pero claro, eso era algo que ninguno de los dos admitiría, y a Law le encantaba ir de adulto responsable, y que la gente así lo viera.

–Claro, porque tú siempre eres más que yo –le espetó Kid.

–¿Pero qué dices ahora? –preguntó éste, molesto.

De normal, Robin nunca sabía quién entraría en su bosque. La maldición que ella había puesto en ese sitio, ya era de tal forma que atraía las almas en pena, que entraban juntas, con asuntos pendientes a resolver.

Con muchos asuntos pendientes.

Sus víctimas del año pasado se habían visto ahí atraídas por un amor aún no descubierto, y ella no les había observado hasta que entraron en su zona.

En cambio, conociendo a Marco y sabiendo de la situación de esos dos, Robin les había observado desde lo alto de los árboles durante todo el pasaje, preguntándose cuándo se verían atraídos hacia su madriguera sin darse cuenta.

Dependiendo de lo fuerte que fuera su necesidad, entrarían antes o después al bosque maldito. El año pasado, fue poco antes de entrar en la segunda atracción, pasando algunos de los actores que daban espectáculo entre casa y casa.

Este año, la niebla les rodeó justo salir de la primera atracción, al inicio de su posible desvío.

No fue algo que sorprendiera al demonio. Estaba claro que esas dos almas tenían muchos asuntos que resolver, si lo conseguían.

Olfateó el aire, saboreando el aroma amargo que ambos desprendían, aún desde tan lejos.

Los chicos siguieron discutiendo, ajenos a lo que pasaba a su alrededor y al hecho de estar siendo acechados por una presa de la cual no conocían ni la existencia, o no la creían posible. 

–Pues lo que tú dices siempre, que tienes que ser el mejor en todo. –soltó Kid a su pareja, con rencor.

Sobretodo, porque Law conseguía ser el mejor en todo lo que se proponía. Era un genio, y en muchos aspectos, era mejor que Kid.

Y eso, para alguien con tanto orgullo como el pelirrojo, era extremadamente humillante. No porque Law fuera mejor que él, sino porque alguien era mejor que él.

–¿Y qué tiene de malo querer ser el mejor? –preguntó Law, sin entenderle.

Trafalgar Law era una persona ambiciosa. Le gustaba sacar el máximo partido a sus capacidades y sus habilidades, dar siempre lo mejor de sí, y por supuesto le gustaba el reconocimiento.

Para él, la ambición no era mala. Al contrario, le ayudaba a esforzarse más en conseguir sus objetivos. Pero, no se había dado cuenta que esa fijación con ser siempre el mejor y el tiempo que le llevaba, hacían que pudiera descuidar a su pareja.  

–Que solo te importas tú, y el resto te la suda completamente. –espetó Kid, soltando lo primero que pasó por su cabeza, aunque no fuera cierto.

Por su propio orgullo herido, él no veía esa actitud de Law como ambición, lo veía como codicia, ya que muchas veces solían mezclarse sin que el moreno se diera cuenta. Simples ansias de poder, de realización mediante la superioridad hacia el resto.

Robin ya estaba sentada sobre una de las criptas, mirando a los chicos en la puerta del cementerio, a punto de entrar en él.

¿Tan cegados están el uno en el otro que ni siquiera se han dado cuenta que han entrado en el bucle de Jinbe? ¿Ni de las puertas de hierro que hay en sus narices?

–¿Disculpa? –preguntó Law, deteniéndose en ese momento para mirarle, con los ojos muy abiertos.

–Ya me has oído. –dijo Kid, de brazos cruzados, parándose a su lado, mirándole con seguridad, totalmente convencido de la barbaridad que acababa de soltarle.

Robin chasqueó la lengua con molestia. No le gustaba perder el tiempo, y ahora, los dos chicos se habían detenido justo enfrente del cementerio a seguir discutiendo.

Vamos, cuanto más tardéis, menos tiempo tendréis para cumplir el contrato.

–Retíralo ahora mismo. –exigió Law, serrando los dientes.

Kid sonrió satisfecho al ver que había conseguido el efecto deseado. Incluso había conseguido quitarle el mapa a su pareja sin que este se diera cuenta.

–¿Por qué? ¿Te molestan las verdades? –preguntó, volviendo a avanzar, cruzando la puerta al cementerio que iba a condenarles.

Kid acababa de soltarle uno de los adjetivos que, para nada iba a permitir que le definieran. Él no era prepotente, ni miraba a nadie por encima del hombro. Él solo era profesional y frío, y le gustaba ir a su rollo, ya que no era una persona precisamente social.

Eso era muy diferente a lo que Kid acababa de decirle.

–Porque eso no es cierto. –respodió Law, siguiéndole, prácticamente exigiendo unas disculpas antes de abalanzarse sobre él para partirle la cara.

Algo que, obviamente no haría, pero que se moría por ganas de hacer ahora mismo.

Ambos habían cruzado el umbral. A partir de ese mismo momento, ya estaban condenados, y así el ambiente a su alrededor se lo hacía saber.

Su entorno era completamente silencioso. No se oía nada de nada, ni un simple murciélago, ni la brisa del viento contra las hojas. Solo un silencio sepulcral.

Era la madriguera de uno de los demonios más poderosos que existían, y solo ella podía habitar ahí.

Cualquier persona que entrara, se paralizaría en ese momento, incluso si tenían nula sensibilidad espiritual, porque su presencia podía palparse incluso en el mundo real.

–¿Ahora resulta que no eres un niño pijo prepotente? –preguntó Kid, totalmente ajeno al cambio en su alrededor.

–Por supuesto que no lo soy. Retíralo. –ordenó su novio, igual de cegado que Kid.

Robin bajó de un salto y se situó enfrente de ellos dos, levantando una suave brisa a su alrededor. El salto era corto, de apenas quince metros, por lo que no le hizo falta extender sus alas.

–¿Y si no me da la gana? –preguntó Kid, encarando a Law, totalmente ajeno a la presencia de un demonio milenario a dos metros de él.

¿Acaba de ignorarme? Se preguntó Robin.

–Pues no sé qué haces con una persona como yo entonces, con lo hijo de puta que soy –dijo, enfadado y dolido, igual de ajeno a Robin que su pareja.

¿En serio ni siquiera han notado que estoy aquí?

–Hola, chicos –ronroneó Robin, de forma coqueta, con una sonrisa diabólica.

–Yo no he dicho eso –se quejó Kid, ignorando a Robin.

–Has dado a entenderlo –respondió Law, muy enfadado. Incluso le temblaba la mandíbula al hablar, detalle que no pasó desapercibido para Kid, que se preguntó si quizá se había pasado.

¿Pero qué pasa con estos dos? Se preguntó Robin aún más sorprendida que antes. Se acabó la delicadeza.

Bajo si propia consideración, Robin había intentado hacer las cosas por las buenas, pero estaba claro que a esos dos no les iba lo suave.

Sin dudarlo ni un poco, Robin cogió del cuello a Law, mirándolo con esa misma sonrisa, también algo enfadada.

–No me gusta que me ignoren –gruñó, apretando un poco el agarre.

Law se vio en un momento de estar peleando con su novio a no poder siquiera respirar, observado atentamente por unos furiosos ojos morados, casi brillantes.

–Ghh… –intentó quejarse, intentó hablar, pero la mujer que le tenía sujeto por el cuello aplicaba tanta fuerza que apenas podía respirar.

Notas finales:

Y hasta aquí!! Bueno, bueno, ahora sí que sí! Después de ese primero capítulo introductorio, ya hemos entrado en la historia. Cada personaje se ha ido por su camino, iniciando cada uno su propia trama. 

Penguin ya ha aparecido, y me ha apetecido hacerlo un borde. No lo sé, me salió así. Como apenas hay información de él, pues fue en plan "por qué no?"

Y, porque me gusta, porque quiero y porque puedo, he dejado a dos de las tres parejas en puntos muy críticos!!! 

¿Quién está acechando a Marco y a Ace y porqué? ¿Qué les hará Robin a Kid y a Law una vez se den cuenta de dónde se han metido? 

PD: solo Kid y Law pueden ignorar tan alegremente a una princesa del infierno 


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