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Dormir En Tus Brazos por Lovis_Invictus

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Wei Ying tiene algunas preguntas

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Es sólo días más tarde cuando Wei Wuxian cayó en cuenta de la realidad.

Con ambos sentados uno frente al otro sobre la piedra congelada, dentro de una fría cueva a mitad del bosque, en silencio, siendo separados solo por una fogata que Wangji había encendido hacía unas horas atrás. La situación actual cavó de improviso cuatro años en su memoria, para sacar a flote unos recuerdos agridulces que, estaba seguro, para ese momento ya había olvidado. Todo era un reflejo de aquella ocasión, cuando gracias al estúpido de Wen Chao quedaron atrapados dentro de la montaña Arrollo al Crepúsculo con la bestia Xuanwu; el ambiente era prácticamente igual: ambos estaban heridos, mojados y sin idea de qué hacer.

Wuxian creía firme que eso era su culpa, pues gracias a su título de "Patriarca de Yiling" un grupo de cazarrecompensas los había atacado con la guardia baja en lo más profundo del bosque, y pese a que el mismo Wei les había reiterado en múltiples ocasiones que el Amuleto de Tigre Estigio había sido destruido en Ciudad Sin Noche, frente a ojos de múltiples cultivadores de renombre, ellos tenían la convicción de que mentía. No tardaron mucho en eliminarlos, pero haber sido emboscados les sobrevino con un par de heridas demasiado gratuitas, además de la repentina tormenta eléctrica azotando la zona, era imposible encontrar un pueblo lo suficientemente rápido tan agotados como se encontraban ahora mismo.

Su cerebro dejó de trabajar cuando sus fosas nasales detectaron nuevamente ese embriagante aroma; cerró los ojos, inhalando profuso pero del modo más discreto que pudo, llenando sus pulmones al tope e iniciando otra ola de cálido vértigo que recorrió todo su ser. El ambiente olía a una extraña pero reconfortante mezcla de sándalo y hierbabuena¹, junto a algo que ahora podía reconocer como hormonas omega.

El mismo perfume que percibió hacía cuatro años, cuando se quedó encerrado con Wangji durante tres días, esa deliciosa esencia por la cual entró en celo apenas despertó en Muelle de Loto.

Tragó en seco, la garganta le raspaba como si tuviese arena pegada a la tráquea, mientras una picazón en las encías le daba una insoportable necesidad de morder. Sus uñas se enterraron en sus muslos por acto reflejo mientras intentaba tranquilizarse, pues la humedad de la cueva incrementaba los aromas al punto en que no podía percibir otra cosa más allá del adictivo aroma.

— ¿Wei Ying?— preguntó Wangji preocupado, notando como la enorme tranquilidad a su alrededor se había perturbado repentinamente.

El aludido se vio necesitando carraspear para poder formar una frase decente, que, al final, fue dicha despacio y en pausas: — Ah, Lan Zhan, estoy bien, sólo... sólo- — al voltear a verle se congeló de inmediato; notarle mirándolo tan atento, tan consternado, empapado, y con los ojos brillosos a causa de la pobre iluminación, tuvo un poderoso efecto de atracción en él.

Quería estar cerca, mucho más cerca.

Dejándose llevar por sus instintos comenzó a arrastrarse, buscando rodear la fogata para llegar a su acompañante, el hueso quebrado debajo de su rodilla dolía como el infierno con cada movimiento, pero eso no le iba a detener, no cuando se sentía igual a alguien que había encontrado un oasis tras pasar toda la vida en el desierto.

— Aún no se recupera tu pierna— comentó Wangji por encima, acostumbrado de cierto modo al comportamiento excéntrico que Ying solía tener algunas veces. Iba a obligarlo a regresar a su sitio, no obstante se tragó sus intenciones cuando el joven terminó posado al frente suyo, mirándole fijo sin parpadear y mucho más cerca de lo que se consideraría apropiado en cualquier ocasión.

— Ey, Lan Zhan ¿Puedo pedirte un favor?— preguntó el muchacho en voz baja, Wangji pudo percibir en su tono vestigios de la desaparecida coquetería que Wuxian solía utilizar en el pasado, vestigios del verdadero Wei Ying.

Zhan asintió, sintiéndose nuevamente como un muchacho de quince años, cediendo a las absurdas peticiones de un Wei Ying descarado, travieso y hablador.

— ¿Me dejarías olfatearte de cerca? Tu aroma me está volviendo loco, de verdad necesito estar cerca ahora mismo

Apenas comprendió aquello la siempre perfecta máscara Lan se hizo pedazos, dejando su usual sobriedad para mostrar, sin tapujos, la inminente sorpresa que la repentina petición le había causado. Deseaba negarse, a sabiendas de lo mal que podían salir las cosas si ninguno de los dos ponía un límite, sin embargo la parte más salvaje de sí mismo, esa parte mimada, terca y egoísta, le suplicó no echarse hacia atrás. Se vio respondiendo afirmativamente antes de siquiera darse cuenta, notando por un instante como los ojitos ajenos se iluminaban complacidos, juguetones, como tantas veces en el pasado y de una forma que se creía olvidada.

Wuxian escuchó y así lo hizo. Cerró la distancia entre ambos, estirándose sobre el cuerpo de Lan, cubriéndolo con el propio, solo para enterrar el rostro en la curvatura del cuello de Wangji, mientras este último le colocaba ambas manos en la cintura, quizás apretando demasiado fuerte. Inhaló, guardó el aire un momento y exhaló, disfrutando la sensación que le dejó otra vertiginosa ráfaga de sándalo con hierbabuena. Se mantuvo de esa manera un par de minutos, hasta que algo extraño llamó su atención: pudo notar, por el rabillo del ojo, como sobresalía un trozo de tela negra de entre el ropaje blanco y azul de Lan, algo que su mareado cerebro reconoció vagamente como un collar, un collar de cuero, uno que usaban los omegas para evitar ser marcados al azar.

Comprendiendo el significado de aquello se detiene en seco, de un movimiento brusco toma por los hombros al sorprendido muchacho, e inmediatamente los separa, clavando sus ojos en los de Wangji.

Es solo días más tarde cuando Wei Wuxian se da cuenta de la realidad: Lan Zhan es un omega.

Porque, por supuesto, no podría utilizar una voz de mando si no lo fuera, pero la siempre distraída cabeza de Wei hizo de las suyas otra vez, y sus dos neuronas no habrían conectado lo suficientemente rápido como para hacerle entender, ese día en la posada, que su amigo era un bendito omega. Además los rumores contaban que, desde el inicio de la secta, la línea principal de los Lan sólo había producido omegas, lo cual quería decir que el padre de Lan Zhan, su hermano Qiren, Zewu—Jun y el mismo Wangji, pertenecían a esa casta. Y ahora mismo Wuxian se sentía demasiado estúpido por no haber atado cabos con el segundo jade de Lan, siendo que se conocían desde los quince años, si su cerebro no trabajó por sí solo al menos algo debió de resaltar para revelar esa información, cualquier cosa, lo que fuera.

— Eres un omega— articuló de la nada, entre sílabas mal pronunciadas debido al shock, viéndose completamente en blanco.

— ¿No sabías?— inquirió el otro, observando a su compañero con genuina confusión.

— ¡Nunca me lo dijiste!— respondió Wuxian en un grito que hizo eco por toda cueva.

Zhan contestó con obviedad: — Haz escuchado los rumores de mi secta

— Por supuesto que sí, pero son solo eso: rumores— enfatizó Wei, sin salir de su estupor— ¿Por qué no me lo dijiste? Esa vez en la cueva con Xuanwu casi me tiro encima de ti por la misma razón ¡Y ni siquiera sabía lo que me estaba pasando!

— No preguntaste— resolvió el otro, desviando la mirada hacia un costado, apenado por la confesión tan descarada que acabada de escuchar.

Eso pareció irritar a Wei Ying, quien contestó sarcásticamente: — ¿Hay alguna otra cosa que me estés ocultando?

Wangji se tomó un largo momento antes de responder, haciéndolo en un susurro bajito lleno de determinación: — Me gustas

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[Aclaraciones]

¹La hierbabuena es originaria de Europa, desconozco si había llegado a China para ese entonces.

 


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