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Fuego y miel por 1827kratSN

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Portugal divagaba mientras estaba en aquella reunión, pensando en cosas del pasado, en algo divertido que pasó en medio de sus viajes por los mares alrededor del mundo, como cuando terminó riéndose al sentir el trasero congelado pues era la señal de haber llegado a algún sitio con clima atroz.

—Portugal, te estás riendo —lo regañaron.

—Perdón —carraspeó y tomó compostura.

Miró a su acompañante, el encargado del gobierno de turno, un hombre un poquito regordete y agradable cuando quería. Portugal debía estar a la par de la seriedad del momento, pero solo recordaba cosas innecesarias. Finalmente optó por pensar en su juventud cuando paseaba por enormes campos verdes montado en su corcel blanco

Fueron buenos tiempos.

Extrañaba que las tierras tuvieran limitadas casonas o ciudades.

—Sabia decisión.

—Deberíamos hacer algunos cambios más y quedaríamos todos de acuerdo.

Escuchaba a los humanos hablar, veía a Grecia contrabandear un bocadillo antes de fingir ser un hombre de negocios, y a Países bajos fingiendo tomar notas cuando seguramente dibujaba aves o alguna cosa así.

Era tedioso.

Esperaba que terminasen pronto para regresar a casa y compartir la hora del té con UK, pero el tic-tac seguía midiendo el tiempo de aquella tortura. Tal vez por eso se dedicó a jugar con su gargantilla, otra, una más sencilla que King le regaló para empezar su colección personal de aquellas alhajas.

Sonrió mientras repasaba cada adorno, contó cada eslabón, girándola suavemente hasta dar una vuelta completa, y al final solo sonrió para acomodarla correctamente. Repasó con la punta de sus dedos la cicatriz de la marca en su cuello, sonrió pensando en si UK sabía que estaba pensando en él, y agradeció el ya no tener que usar esos feos collares de protección.

Era cierto que antes los usaba casi todo el tiempo como señal de no estar dispuesto a la mordida de algún idiota, prefería que se notaran y usaba colores negros o blancos que resaltaran sobre su piel, señalando a todos que no tenía intención de emparejarse. Solo se los quitaba cuando visitaba a UK y eso era la muestra silenciosa de que anhelaba un amor imposible.

—Pero todo queda en el pasado —susurró para sí.

—Tiene razón, Portugal —comentó uno de los asistentes—. Cualquier conflicto que hayamos tenido, o siquiera una duda por una alianza, quedó en el pasado.

Sonrió hacia sus acompañantes, agradeciendo mentalmente el no haber dicho alguna cosa rara en medio de su distracción, e ignorando la risita de Grecia que tal vez descubrió su pequeño error.

Le hicieron burla después, y compartió un café con las dos representaciones con las que asistió a la reunión. Se divirtió un rato porque siempre era bueno distraerse con alguien que entendiera los problemas de las largas vidas y las castas que los dominaban. Pero escapó en cuanto pudo.

Porque no había nada mejor que llegar a casa y recibir un beso del amor de su vida.

—Bienvenido, querido.

—King —se quedó sin palabras.

—¿Sucede algo?

—¿Qué traes en el cuello?

—Un collar de protección —UK señaló el artilugio en su cuello, de material parecido al cuero o algo así—. Lo encontré en la pequeña caja que limpiabas esta mañana.

—Cierto, es mío —ladeó su cabeza sin entender.

—Lamento haber buscado entre tus cosas sin consultarte primero, pero lo creí urgente.

—¿Urgente?

—Antes de que decidieras morderme el cuello.

—Mor… —hizo una mueca por la rareza del evento—. King, estoy confundido… y ni siquiera he pasado del recibidor.

El británico entonces lo dejó caminar hasta la sala donde ya tenía servido algunos bocadillos y le informó que la cena estaría lista pronto. Pero entonces se enfocó en lo importante.

—El sexo.

—Estoy más confundido.

—Sueles morderme durante el sexo —UK señaló su cuello—. Y mañana tengo una reunión importante, prefiero evitar alguna marca destacable. No sería muy delicado de mi parte el presentarme con alguna señal pecaminosa en mi piel.

—Ah —Portugal tomó un chocolate.

—Y encontré tu collar.

—Si no te gusta que te muerda, debiste decírmelo.

—No es el caso, pero hay ocasiones en las que debo cuidar mi presentación.

—Oh —sonrió de lado—. Así que te gusta que te muerda.

—Sí.

—Y no te avergüenza confesarlo? —rio bajito

—No. Eres mi pareja, creo que son cosas que debes saber —elevó una ceja—. ¿Tiene algo de malo?

—No para mí.

Portugal entonces decidió cambiar su asiento, así que con una sonrisa coqueta se sentó en las piernas del gran reino, le dio un besito y jugó con su corbata. Algo que adoraba de King era su sinceridad casi desvergonzaba en ciertos aspectos.

—¿Y de cierta forma te preparabas para tomarme esta noche?

—Solo si tú quieres.

—¡Claro que sí quiero! —le dio un beso.

Y sí, Portugal confesaba que su gusto personal era morder a su alfa británico, hacerlo jadear por la impresión, sentir ese cuerpo tensarse en sus brazos, y marcar esa piel como su pertenencia.

Le gustaba presumir. 


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