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Fuego y miel por 1827kratSN

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Para ellos el tiempo era relativo. Se adaptaban a la época. No contaban los años, los vivían.

—Feliz aniversario.

Pero era divertido y muy personal festejar un año más de algún evento especial. Recordar que en cierto día de cierto mes hace mucho tiempo formaron un lazo como alfa-omega, los hacía felices. Y quizá se enfocaban en hacer algo más especial, algo simple. Un beso, un desayuno, un obsequio a veces, o solamente quedarse sentados viendo el amanecer.

—¿Cuántos años llevamos juntos?

—Más de los que recuerdo, seguramente —UK dejó que la arena se deslizara entre los dedos de sus pies.

—Yo cuento más de dos… tal vez tres décadas… O más.

—Para mí fue como si hubiese sido ayer. Aun siento esa inmensa felicidad y dicha en mi pecho.

—En mi caso siento una erección.

—Querido.

Portugal estalló en carcajadas tras el regaño de su gran reino, disfrutó de aquella rara tranquilidad, y terminó recostado en la arena, mirando el cielo tan bonito de esa mañana. No importaba donde estuvieran, siempre era agradable festejar su aniversario con el clima perfecto para no sentir frío o el molesto sudor en la piel.

Parecía que lo habían planeado, aunque no fue así.

Y aunque a veces no fuera un día maravilloso porque algún molesto problema los ahogara, trataban de verle el lado bueno al día, estar juntos el mayor tiempo que pudieran, compartir la hora del té y escaparse de las reuniones también.

—¿En qué puedo ayudarlos?

—Somos una vieja pareja de representaciones que quieren la suite presidencial y una botella de champán para celebrar nuestro aniversario.

—Querido, no debes dar tanta información.

—Cierto… Tal vez alguien nos esté buscando y hackearán el sistema para ubicarnos.

—No —UK miró a la señorita que los atendía—. Es porque la recepcionista está confundida, puede ser nueva y no saber cómo atender a las representaciones.

—¡Oh!

La joven azabache que los miraba como si estuvieran locos, solo forzaba su sonrisa, pidiendo ayuda a algún compañero cercano, y Portugal no pudo evitar reír.

—Deberían haberte dicho que King y yo solemos escaparnos en esta fecha y venir aquí para pasar un aniversario tranquilo.

—Perdón, no me han dado alguna instrucción acerca de eso.

—La ayudaré —el británico extendió su tarjeta dorada hacia la señorita—. Reservación para dos, a nombre del matrimonio Anglo-Portugués.

Tal vez con eso la chica recordó alguna indicación pues de inmediato soltó una risita nerviosa y tecleó rápidamente en su computador. Y casi al instante el personal se ofreció a llevar su equipaje y a proponerles un desayuno especial o algo por el estilo.

—¿Matrimonio?

—No fue mi idea, querido. El dueño del hotel lo registró así para facilidad, según dijo.

—Yo creí que me estabas proponiendo matrimonio.

—Siempre dijiste no querer casarte.

—Con nadie más aparte de ti.

—¿Entonces sí quieres? —miró al portugués.

—No —se rascó la mejilla—, pero no sé… Podría pensarlo.

—Jamás te obligaría a hacer algo que no quieres, querido.

—Lo sé —sonrió.

—Entonces… ¿quieres elegir el menú para desayunar?

—Con ese compromiso sí puedo.

UK soltó una risita y dejó que Portugal tratara con el personal que esperaba su pedido. Solía dejar que su omega decidiera por todo cuando estaba juntos, le gustaba verlo tan feliz eligiendo las cosas, autoritario en ciertos asuntos, y él se relajaba bastante para solo asentir y seguirle el ritmo tan acelerado que usualmente Portugal tenía.

Era su pequeño pacto silente.

Eran una vieja pareja que tenía sincronizados ciertos comportamientos, les gustaba la rutina bonita que formaron, y seguían repitiendo ciertos gestos como el beso en las mejillas para agradecer, los abrazos gentiles para darse apoyo, y el jugueteo de sus dedos cuando estaban sentados en la mesa. A veces seguían esa misma rutina incluso cuando estaban separados por kilómetros de distancia y solo se comunicaban por llamada.

—¿Viste los colmillos de ese alfa?

—No.

—Eran tan… —Portugal se dio cuenta de algo—. ¿Pero no era de mal gusto mostrar los colmillos ahora?

—Sí, querido, porque los colmillos representan una provocación.

—Pero antes era normal.

—Sí y también eran normales las peleas por territorio, disputa por cortejos de omegas, y los matrimonios arreglados.

—Que horrible suena si lo dices así.

—De cierta forma lo era, querido.

—Pero me gustaba que los alfas mostraran sus colmillos como para ensalzar su estatus y te cortejaran.

UK miró extrañado a Portugal.

—¿Te gustaba eso, querido?

—Sí, ¿a ti no?

—No.

—Oh —hizo una mueca—, ahora todo tiene sentido.

—¿A qué te refieres?

—Es por eso que no me has mostrado tus colmillos hasta ahora.

—Una vez lo hice.

—¿Cuándo?

—Cuando te marqué.

—¡Eso no cuenta! Yo estaba de espaldas.

UK rio bajito.

—Mala suerte para ti.

—¡Vamos, King! —lo persiguió por el pasillo—. Muéstrame tus colmillos.

—No.

—¡King!

—Lo pensaré.

—¿En serio?

—No.

Era gracioso saber que aun existían cosas del otro que desconocían. Como la vez en la que Portugal descubrió que King gustaba de la gastronomía latina y cuando le invitaban a visitarlos, jamás se negaba. Portugal aun le hacía bromas sobre eso y fingía ponerse celoso cuando algún latino conversaba con el gran reino.

—¡King! ¡Grúñeme y muéstrame tus colmillos!

—No.

Jugaron a las atrapadas por todo el hotel, y siguieron haciéndolo cuando UK escapó a la playa. Fingieron de nuevo ser aquel par de jóvenes representaciones que no se preocupaban por nada y juguetearon durante toda la mañana intentando que el otro cediera a su capricho. Hasta que por fin hubo algo que les interesaba a ambos.

—Si me muestras tus colmillos, prometo hacerme cargo de la planeación y ejecución de la fiesta de navidad que ONU te pidió hacer.

—Has captado mi interés, querido.

—¿Es un trato?

—Solo una condición.

—Dime.

—Sin concurso de suéteres feos de navidad.

—¡Hecho!

Expectativa en el portugués que bien portado, sentado en el lecho frente a su alfa, emocionado al punto de mover la pierna derecha sin control, esperó a que su gran reino se concentrara en lo que sea que se necesitara para después ver aquellos parpados abrirse y mostrar aquella mirada tan sexy que solo apreciaba cada seis meses en el celo de UK.

Sintió un calorcito en su vientre.

Portugal percibió el mar de feromonas dominantes y supo que aquellos colmillos también representaban una subida de testosterona (o libido) que permitía a los dientes extenderse tal y como haría la virilidad en el momento de apogeo. Soltó el aire despacio porque ya sabía qué pedir más adelante con otro chantaje. Porque pensar en aquellos colmillos extendidos le iba a quitar el sueño tranquilo.

—Portugal.

Esa voz tan grave lo concentró de nuevo en aquellos labios que se removían a la par que esa lengua los remojaba sutilmente.

—Colmillos —susurró.

Y UK con un poco de duda, conservando el autocontrol en el punto exacto para no dejarse llevar, separó los labios mostrando la punta de las piezas extendidas, y elevando un poco su labio superior mostró sus blancos colmillos. Portugal se acercó para acariciar esos labios y mirar más de cerca aquellas piezas que en su momento forjaron su vínculo.

—Eres como un vampiro.

Soltó una risita para ocultar que sus rodillas le temblaron de repente, mareado por las feromonas tan llamativas, deslizando la punta de su índice por aquellos dientes puntiagudos, sonriendo extasiado al dejar a su imaginación volar un poquito.

Y sin pensarlo ya estaba sentado en el regazo ajeno, acercando sus labios a los de su gran reino, suspirando desacompasadamente mientras esas manos lo sostenían por la cadera. Deseaba tanto perderse en esa mirada, ahogarse en esa esencia, y ser marcado otra vez por el mismo hombre.

—¿Por qué en tus celos no he visto esto?

Deslizó suavemente su lengua por los colmillos y dientes adjuntos que le hicieron rememorar la sensación tan placentera de su lazo. Sintió una contracción en su vientre, y soltó un gemido susurrante por la repentina lujuria.

—Porque no quiero hacerte daño —susurró apretando una de las piernas de Portugal.

—No tiene nada de malo.

—Los colmillos son para el vínculo.

—Ey —suspiró sobre esos labios y pegando su cuerpo al ajeno, susurró—. ¿Por qué no repites la mordida de marcaje?

Hubo un largo silencio, como si UK se acabara de darse cuenta de algo importante.

—¿Te gustaría?

—Sí —susurró emocionado.

Portugal soltó una risita y le dio un beso. Se pegó más a ese cuerpo y movió su cadera para rozarse sugerentemente.

—¿Que tal ahora? —lo abrazó para que no escapara.

—Pero…

—Mi alfa —soltó sus propias feromonas para tentarlo—. Mi querido reino.

—Juegas sucio, querido —jadeó.

—Lo sé.

Entre risitas Portugal se abrazó a UK por el cuello y en una rápida maniobra lo hizo caer en aquel colchón suavecito. Porque al parecer acaban de descubrir algo muy interesante que probar. 


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