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Fuego y miel por 1827kratSN

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—Lamento que vieras algo tan denigrante.

—¿Denigrante?

—Perder el control es algo que mi estirpe no hace.

—King, enfadado das miedo, lo acepto, pero no es como si ocurriera todo el tiempo.

—Mi linaje tiene problemas de ira, son posesivos y territoriales, te lo dije.

—Lo sé, mi amor —le acarició la mejilla—. Pero también estoy consciente de que lo has controlado muy bien hasta ahora.

—A veces es muy difícil, especialmente cuando se trata de ti.

—¿Has estado ocultando tus celos?

—Sí.

—Tu enojo.

—Sí.

—Tu posesividad.

—Sí.

—¿Qué tal si en casa te permites desbordarte un poquito?

—No lo creo, querido. Mi personalidad barbárica debe ser controlada, es mi deber… No quisiera que salieras perjudicado.

—No lo creo, cariño.

—No quiero tratarte como hice con Francia. Eres un alma libre, Portugal, no quiero que eso cambie.

Portugal vio detenidamente la preocupación reflejada en esos ojos azules, la tristeza, tal vez un poquito de miedo también, y le pareció tierno. Pocas eran las veces en las que podía ver a UK de esa forma, siendo indefenso, perdiendo aquel porte altivo, con esa mirada asemejada a la de un niño, un cachorrito que entendía que sus acciones no eran correctas y se arrepentía de ellas.

Le acarició la mejilla y estiró sus brazos. Recibió a su alfa en su pecho, le dio confort con suaves caricias en los cabellos, y le aseguró que a pesar de todo, lo amaría. Bien supo desde el inicio que UK escondía varias actitudes mal vistas, pero estaba consciente también de que se controlaba a la perfección y que nunca le haría algo malo. Y de ser el caso, aunque era poco probable, él estaba capacitado para detener a UK.

Era un secreto, pero platicó con Francia sobre el asunto que asustó a todos en la reunión, y el propio francés supo decirle que UK nunca fue malo con él, y que si peleaban, nunca hubo agresiones físicas que lamentar. Sus peleas fueron siempre por sus ambiciones contrapuestas y otras cosas.

—Te ves muy indefenso justo ahora.

—Estoy a gusto en tus brazos, me permitiré verme indefenso por ahora.

Portugal soltó una risita antes de besarle la frente.

—Tus ojos de cielo se ven hermosos de cualquier forma. Ya sea enfadado como un dragón, o siendo un cachorrito como ahora.

—Gracias.

—¿A ti te gustan mis ojos?

—Siempre me gustaron tus ojos color esmeralda, solían colarse en mis sueños desde que te conocí.

—Nunca me dijiste eso.

—Nunca preguntaste antes.

Trató de dejar aquello en el pasado, no pasó a mayores, así que era innecesario darle vueltas al asunto. Y en vez de eso, recordó que por culpa de ese incidente y otras cosas aun llevaba encima la crema pastelera y otras cosas que se lanzaron en medio de la pelea. Hasta una mancha de café se notaba en su camisa blanca. Y entre abrazos, UK se ensució también.

Se rieron juntos al darse cuenta que caminaron por ahí en tal estado.

—Vamos, King, te lavaré el cabello.

—No creo que…

—Por favor.

Entonces era el turno de Portugal para amenizar su mirada, fingir estar triste, mirar fijamente a su alfa, y emitir suaves feromonas simulando una pena indescriptible hasta que escuchaba suspirar a UK y asentir a su pedido. Era una vil manipulación, lo hacía a veces, pero King le seguía el juego a sabiendas de lo que intentaba.

Era un acuerdo silencioso.

Se daban su tiempo para elegir su nuevo atuendo, el uno preparaba la tina, el otro traía las toallas limpias, se reían por el desastre y repartían besitos mientras se despojaban de la ropa sucia. Era un ritual sin mala intensión, brindándose caricias en la piel desnuda, mordiéndose como juego, y suspirando al sentir el agua caliente en sus cuerpos.

King siempre era quien lavaba el cabello de Portugal primero, con delicados masajes, pero esta vez fue Portugal quien tomó esa labor y aprovechando la cercanía le dio un masaje en los hombros tensos. Se turnaron para lavarse la espalda, juguetearon con la espuma unos minutos, se acomodaron en los brazos ajenos mientras terminaban de asearse.

Y se quedaron sentados un rato más en el agua caliente y limpia, mirando la lejana televisión en su habitación con sus cabezas juntas y sus dedos jugueteando en el agua. Compartiendo la paz y la relajación que el agua les daba.

—No dejaría que alguien te hiciera daño.

—Lo mismo digo, mi amor. 


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